Devil May Cry Vol.1

By Gilver_Dk

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Traducción de la primera novela de Devil May Cry. Escrito por Shin-Ya Goikeda Ilustrador Shiro Miwa Derechos... More

Fase 1
Capítulo -1-
Capítulo -2-
Capítulo -3-
Capítulo -4-
Fase 2
Capítulo -5-
Capítulo -6-
Capítulo -7-
Capítulo -8-
Fase 3
Capítulo -10-
Capítulo -11-
Capítulo -12-
Fase 4
Capítulo -13-
Capítulo -14-
Capítulo -15-
Capítulo -16-
Epílogo

Capítulo -9-

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By Gilver_Dk

Pasaron varias semanas sin que pasará nada notable.

Tony no había visto ninguna señal de las sombras desde aquella noche en el Club de Oz. Trató de sacar de su mente aquella batalla, reanudando su vida mercenaria, tomando trabajos extraños.

Pero algo había cambiado, algo sutil, profundo en el fondo del mundo ordinario.

Incluso eso era evidente en la bodega de Bobby.

─ ¡Hey, imbéciles! He venido a bendecirlos con trabajo. Muéstrenme un poco de respeto.

Era una noche típica en el bar.

Enzo fue el primer intermediario en aparecer, sorprendiendo a una multitud regular que estaba más acostumbrada a verlo pasearse mucho después de la media noche.

─ Lo primero es lo primero. ¡Tengo un trabajo para Gilver!

El mercenario vendado había recogido varios trabajos nominados en los días posteriores al incidente del Club de Oz. Los informes de su coraje y habilidad se habían filtrado a través del bajo mundo a aquellos con las billeteras más gordas, y los hombres de su calibre siempre estaban en demanda de trabajo. Más importante, Gilver nunca decía no.

Enzo le hizo señas a Gilver.

─ Quieren que formes un equipo esta noche. ¿Eso es un problema?

─ Para nada – Gilver tomó los documentos.

Enzo prefería dar tareas a Gilver. Era silencioso y profesional, mientras que trabajar con Tony significaba bromas innecesarias y provocaciones constantes. Por el contrario, a todos parecía gustarles Gilver.

─ Tu compañero también es por pedido – Murmuró Enzo señalando a Tony

─ Bien – Dijo Tony – Me lo llevo. No me ha faltado el dinero en efectivo desde que me enganché con el chico vendado.

Las solicitudes de la pareja habían sido sin parar. Tony tenía más enemigos que amigos, pero negocios eran negocios. El y Gilver tenían talentos excepcionales, y como equipo eran casi imparables. Enzo les daba trabajos cada vez más peligrosos, pero siempre triunfaban, obteniendo recompensas cada vez más grandes.

Para los demás clientes en la bodega de Bobby encontraron este giro de eventos bastante desafortunado.

─ ¿Esos dos de nuevo? ¡Tiranos algunos trozos de vez en cuando!

─ ¡El negocio es terrible!

─ ¡Apúrate y danos algo de Trabajo! Esos dos no son los únicos mercenarios ¿Sabes?

Las quejas siempre estaban dirigidas para Tony. Los otros mercenarios amaban a Gilver, porque invitaba al bar con rondas libres después de cada trabajo. Siempre insistió en que no tenía nada más en que gastar el dinero extra. Él podría estar dejando a otros hombres sin trabajo, pero cada nube tenía un lado plateado, y estas nubes estaban cubiertas de alcohol.

Enzo finalmente repartió su lista de trabajos, remplazado por otros intermediarios recién llegados a la bodega. Tony volvió a su asiento normal, intercambiando entre un vaso de ginebra y un helado de fresa.

Solo él había notado un cambio sutil.

La voz burlándose de él por derramar helado por todas partes había desaparecido.

La voz que había ordenado la horrible cerveza al final del menú había desaparecido.

El hombre con la Python pasada de moda atada a su cadera, el hombre un poco viejo para seguir siendo un mercenario, había dejado de aparecer en la bodega unos días atrás.

Y nadie, ni siquiera Tony, sabia donde se había ido Grue.

─ Aquí vamos, perdón por la espera, pero estoy bastante contenta con el resultado.

Nell Goldstein había remodelado por completo la contrabandeada Mauser que Tony había tomado de Denvers, agregado tantos componentes que cualquier hombre normal apenas podría controlarlo. La viejecita había encontrado una pistola similar en una casa de empeños y la presentó junto con la Mauser. También había sido retocada, mejorada para ser una mejor pieza de compañía. Ella acarició las armas con paño de seda.

Eran casi las cuatro de la mañana, pero Goldstein nunca cerraba cuando Tony tenía un trabajo en ebullición. Se había quedado en la bodega de Bobby por un tiempo antes de dirigirse a la tienda.

Tony recogió las armas y las beso como si fueran sus queridas mascotas.

─ No podía esperar para tener en mis manos estas bellezas. – Dijo radiante – Seria un poco tonto para mi ir a trabajar desarmado.

─ También tengo una buena cantidad de cartuchos,tendrás que usarlos, porque las recargas típicas no funcionaran después de lo que he hecho. Puedes usar balas normales si quieres, pero reduce la pólvora si planeas disparar como un loco.

Tony se señaló a si mismo con fingida indignación.

─ ¿Por qué haría algo como eso? Ya que las hiciste a medida, confiare en ellas, anciana. – Le guiñó un ojo a Goldstein antes de lanzar una serie de poses de acción, con las armas en cada mano para probar el peso.

De repente, se tiró al suelo para evitar una ráfaga imaginaria de disparos, respondiendo con un contraataque abrasador. Las armas habían sido modificadas para adaptarse al estilo agresivo de Tony, y ahora eran excepcionalmente pesadas, pero no le importaba. Agitó las armas con gracia por el aire trazando un camino letal que le habría dado a numerosos objetivos en una situación de combate real. Finalmente rodó sobre sus pies.

─ Me gustan – Dijo – Hiciste un buen trabajo.

Goldstein lo miró con reproche, como un maestro que da clases a un alumno errante.

─ Deja el fuego. Rediseñé el arma, pero no durará mucho por como las usas.

─ Ten algo de fe.

─ Puedes decir esa línea una vez que la hayas ganado. – Espetó Goldstein.

Tony sonrió, Goldstein era la única persona que podía salirse con la suya. Se sentía especialmente indulgente con ella cuando le daba juguetes nuevos. Arrojó un fajo de billetes sobre la mesa.

─ Aquí tienes. Nos vemos luego.

─ No tan rápido.

Tony se detuvo en seco, perplejo. Se giró para encontrar a Goldstein sonriendo con picardía.

─ ¿Qué demonios quieres ahora? Me estás dando escalofríos.

─ No pensaste que esas armas estaban terminadas, ¿Verdad, idiota?

─ ¿Qué quieres decir, viejo saco de viento?

─ Exactamente lo que dije. En primer lugar, tienes que acostumbrarte a usarlos adecuadamente.

─ Lo entiendo, señora. Voy a tomarlas de todos modos – Tony consideró que ella estaba burlándose de él.

─ Está bien... Pero – Goldstein se puso seria de repente – He estado debatiendo si debo de decirte esto o no. No es muy agradable.

─ ¿Qué? Me estas preocupando.

─ Se trata de ese tipo con el que has comenzado a trabajar.

Tony se tensó.

─ Entiendo que Enzo lo trajo a este trabajo. Pero ni siquiera Enzo sabe quién es o de donde vino.

─ Gilver – Tony frunció el ceño – Lo llamaremos el hombre invisible.

─ Se dice que un idiota pensó que ganaría unos cuantos dólares al descubrir quién estaba detrás de esos vendajes. El tipo había acumulado algunas deudas y necesitaba que se pagaran con rapidez. Vino aquí para vender un arma y obtener algo de dinero en efectivo para su investigación.

Goldstein miró a Tony. Era raro el no haberse dejado llevar por el aburrimiento en una conversación tan larga. Tenía el ceño fruncido y su oreja izquierda temblaba nerviosamente. Goldstein conocía los signos de alguien con algo que ocultar.

─ Continua – Tony insistió en voz baja.

─ Anoche apareció, muerto. Le habían abierto en rodajas desde el hombro hasta la cadera.

─ ¿Y qué?

─ Ahí es donde mi historia termina, ¿Pero quién habría hecho tal cosa? Morir así...

─ Creo que sé que es lo que estas tratando de decir – Tony suspiró.

Había muchos espadachines en la ciudad, pero solo uno tenía la habilidad para acercarse a la suya. Gilver, más importante aún, si esta información hubiera llegado a Tony, entonces habría llegado a todos los demás en el bajo mundo. Lo que significaba que probablemente era exagerado hasta el punto de ser inútil.

─ Hay muchas personas que no quieren que otros sepan de su pasado – Dijo Goldstein deliberadamente – Pero nunca he conocido a alguien tan despiadado como para asesinar a aquellos que husmean para mantener oculta su historia.

─ Tienes razón – Admitió Tony.

Salió de la tienda sin otra palabra.

Goldstein lo vio desaparecer en el hueco de la escalera.

─ Cuídate Tony. El único que sabe lo que sucederá al final es Dios, ¿Verdad?

Esa tarde, Goldstein recibió un segundo visitante.

El hombre llevaba un traje bien confeccionado y se tapaba la cara con vendajes.

─ Eres extraño – Dijo Goldstein secamente. Era cortante con todos, pero aquellos familiarizados con ella habrían detectado el filo en su voz.

─ Quiero hacer un pedido de una pistola.

Gilver se sentó en la mesa y miró a Goldstein desapasionadamente. Goldstein regularmente trataba con sujetos desagradables, pero esta vez no pudo reprimir un escalofrió.

─ Tengo todo tipo de armas – Dijo – ¿Qué estás buscando?

─ Algo que pueda alcanzar a varios objetivos al mismo tiempo sería perfecto – Gilver señaló una escopeta montada en la pared. –Algo como eso.

Goldstein había modificado el arma de doble cañón para que pudiera cargar hasta diez disparos a la vez. Era una de las pocas armas que había desarrollado que no era una pistola.

─ Esa cosa fue hecha para disparar osos, no personas. El objetivo es atroz. Básicamente tienes que presionar el cañón contra el objetivo.

─ Está bien. ¿Cuánto quieres por eso?

─ No está a la venta, solo vendo pistolas. – Goldstein volvió a jugar con algunos componentes en los que había estado trabajando. Tenía la reputación de vender armas solo a aquellos que las apreciaban en lugar de aquellos que solo ofrecían suficiente dinero.

─ Elegiré mi propio precio – Gilver esparció varios billetes en el escritorio y tomó la escopeta.

─ ¡No lo fuerces! Es resistente, pero no puedes simplemente moverlo como un palo.

─ Bien – Gilver rasgó estoicamente la abrazadera de montaje, enviando pedazos de yeso volando –Lo removeré más tarde.

Gilver examinó el arma frente a una aturdida Goldstein.

─ No sé mucho sobre armas, pero incluso yo puedo decir que esta es una pieza finamente diseñada. Parece que tienes una gran habilidad. – Gilver retiró el papel de aceite que había sido apretado en las partes móviles y los pernos.

Goldstein se sorprendió. Gilver ciertamente parecía incómodo con la arma al principio, pero su examinación se hacía más ágil a medida que pasaba el tiempo, como si estuviera absorbiendo información del arma de fuego.

─ Me gusta. Me la llevo – Gilver deslizó la escopeta en su bolsillo y se dirigió a la puerta.

Goldstein revisó los billetes sobre la mesa.

─ ¡Hey, espera un segundo! Me has dejado demasiado.

─ Quédatelo. No uso el dinero.

─ Bueno, déjame preguntarte una cosa ¿A qué demonios planeas disparar? – Gilver se detuvo en seco y regreso con Goldstein.

─ A algo que toma la forma de hombre, pero no lo es.

Goldstein lo vio irse, sofocando un jadeo. Estaba menos sorprendida con lo que dijo que con la forma que su sombra proyectaba sobre la pared tenuemente iluminada.

No se parecía en nada a la sombra de un hombre pulcro y adecuado. Se parecía más a un caballero con una armadura.

Goldstein sintió que su corazón se aceleraba como un pistón.    

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