Cinco de Oros

Oleh SofiDalesio

94.6K 19K 9.8K

5 criminales 25 millones de libras 5 semanas para planear el golpe de sus vidas Cleo está convencida de una c... Lebih Banyak

1. Cleo
2. Houdini
3. Siri
4. Hermes
5. Cleo
6. As
7. Houdini
8. Hermes
9. Siri
10. Cleo
11. Hermes
12. Houdini
13. Siri
14. Cleo
15. Hermes
16. As
18. Siri
19. Cleo
20. As
21. Hermes
22. Cleo
23. Houdini
24. Cleo
25. Hermes
26. Houdini
27. Cleo
28. Cleo
29. Siri
30. Hermes
31. Siri
32. Cleo
33. As
34. Houdini
35. Cleo

17. Cleo

2.3K 522 233
Oleh SofiDalesio

Hola!

En serio necesito dejar de actualizar a la medianoche, sobre todo cuando al día siguiente trabajo... Espero que todos estén bien estos días. Son tiempos turbulentos, pero lo cierto es que poco se ha logrado en la historia en silencio. ¿Si no nos atrevemos a gritar, cómo pretendemos ser escuchados? Tenemos el derecho a reclamar lo que es justo, sin temor a lo que puedan decir los demás. Y es importante el no callar ante injusticias.

Como siempre, si el cap les gustó no se olviden de votar y comentar al final! Y seguirme en twitter en SofiDalesio e instagram en SofiDalesioBooks

La pregunta de (mi) medianoche es la siguiente: quién creen que es más peligroso de nuestros cinco criminales?

xoxo,

Sofi

***

Una parte de ella nunca se había sentido bien haciendo visitas. Había nacido y vivido en Hallex desde siempre, y posiblemente moriría allí también. Como todos los Santorini desde que se habían instalado en Inglaterra. Había crecido viendo a su padre y abuelo recibir visitas en su casa, ofreciendo biscotti y hablando de millones como si fueran centavos. Algunas veces, Leo Santorini incluso la había tenido sentada en sus rodillas mientras negociaba con criminales de lo peor.

Su padre siempre había sido claro al respecto. No se debía temerles a los monstruos, y el único modo de vencerlos era enfrentándolos. Él nunca se había molestado en mantenerla en secreto. Al contrario, a cuantas más personas pudiera encantar con su pequeña hija, mejor. Todo con tal de asegurarse que nadie jamás se atreviera a considerarla un medio para herirlo, y que si ese fuera el caso, entonces más de uno respondería en su ayuda.

Leo Santorini no era sanguinario. Era algo incluso peor. Tenía encanto. Él vivía bajo el lema de la familia Santorini de no interferir de ningún modo en los negocios de otro, a cambio pedía simplemente lo mismo. Y tenía amigos poderosos, del tipo que nadie querría molestar, por lo que era mejor no buscar problemas con él.

Cleo mantuvo su cabeza en alto al bajarse de su motocicleta. Su padre le había enseñado a guardar los mismos buenos tratos. También le había enseñado a defenderse, fuera con sus palabras o sus garras. Pero, de todos modos, a ella seguía sin gustarle hacer visitas.

Se sentía a salvo en Hallex con todos sus grandes espacios abiertos, amplios jardines llenos de esculturas, el personal doméstico que le servía ciegamente... ¿Pero entrar en el terreno de otro? Conservó las llaves cuando un valet se ofreció a guardar su motocicleta bajo techo ante la amenaza de lluvia. Guardó silencio cuando una empleada la recibió y guió hasta la sala más pequeña. Se sentó en el sillón que le indicaron, de espaldas a la salida como correspondía. No tocó ninguno de todos los macarons en la pequeña mesa delante de ella.

Odiaba hacer visitas, porque allí un paso en falso podía ser el último. Cada gesto podía ser una trampa. Cada reacción un error de su parte. Mantuvo su cabeza en alto, intentando no dejarse intimidar. Estaba segura que tomar el té con la reina requería menos protocolo y preparación.

Era una emperatriz. No se dejaría doblegar.

Cogió su móvil, suspirando al ver los mensajes de su padre y respondiéndole que estaba bien. Él no necesitaba saber en dónde se encontraba ni inquietarlo por sus reuniones. Y ella no necesitaba sacar su lado malo. Leo Santorini siempre había sido liberal y le había permitido todo lo que ella deseara. Bueno, casi todo. Él era demasiado protector en cuanto a no permitir que Cleo cometiera su mismo desliz.

—¿Haces esperar siempre a todas tus visitas? —Cleo guardó su móvil en cuanto Dorant entró en la sala y se sentó en el sillón frente a ella.

—Soy un hombre ocupado, demasiados negocios sucediendo al mismo tiempo —dijo él con una sonrisa.

Su anfitrión cogió un macaron, y solo entonces ella se permitió tomar uno. Quería creer que él no la envenenaría, no había hecho nada como para merecer tal cosa. Además, Dorant la había recibido en su sala personal, con sus sillones rococos y grandes floreros, pinturas seguramente robadas exhibidas en los muros. Era acogedora, y él no mancharía nada.

La primera vez que lo había visitado, demasiados años atrás, él le había dado un tour por su gran casa. No estaba segura si la había comprado o heredado, y no quería conocer los detalles habiendo escuchado lo que había escuchando sobre Dorant. Había una sala, al otro lado, tan simple como pasar de la entrada y coger el ala de la derecha en vez de la izquierda, donde él tenía sus muros con manchas de rojo enmarcadas y con nombres debajo. La gran sala era para las otras visitas, del tipo que Dorant necesitaba recordarles su lugar.

—Eso imaginé, pero siempre hay tiempo para buenos amigos —respondió ella—. ¿Estás solo?

—No —admitió él y ella se tensó—. Uno de mis hermanos pasó a buscar unas cosas. No será un problema.

—Conozco a tu familia —dijo Cleo.

—Y yo estoy a cargo. Y esta es mi casa —respondió Dorant—. ¿Quieres para beber lo de siempre? ¿O tal vez algo más fuerte?

—Un batido está bien.

—Podrías haberme dicho de pasar por Hallex —Dorant hizo una seña para llamar a uno de sus empleados y le pidió las bebidas—. En estas épocas, tu piscina comienza a ser bastante tentadora. Es más lindo que aquí. Y hace tiempo que no saludo a tu padre.

—Está un poco paranoico con todo esto de la enfermedad y sin visitas hasta nuevo aviso —admitió ella, Dorant se encogió de hombros.

—Suena como algo que él haría. De todos modos avísame cuando pueda pasar a visitarlo.

No recordaba la primera vez que había conocido a Dorant. En ese entonces él se había presentado por otro nombre, y ella también. Ambos niños jugando en los jardines de Hallex mientras sus padres hablaban de negocios de adultos en la sala. Leo Santorini siempre había dicho que era mejor tener al diablo de amigo, que de enemigo, aunque aquello solo fuera eventuales reuniones para comer y ponerse al día. Nada de trabajos juntos.

Incluso cuando el padre de Dorant había desaparecido, él los había seguido visitando, alegando estar a cargo ahora, y Leo Santorini había continuado recibiéndolo con una sonrisa y los mejores platos que sus cocineros pudieran ofrecer. Y, a diferencia de su padre, había decidido seguir pasando tiempo con Cleo como cuando niños. Aunque solo fuera visitarla para tomar sol junto a la piscina y hablar de tonterías.

Cleo no era tonta. Del mismo modo que en un momento su abuelo se había cansado de la pretenciosa vida social y preferido dejarle las cortesías a su padre, algún día ella estaría a cargo. Dorant simplemente se estaba asegurando buenas relaciones en el futuro.

—Lo haré —prometió ella.

—¿Dónde está tu actual socio? —preguntó él a la ligera, y ella no pasó por alto el interés oculto.

—No lo sé. No me importa —Cleo cogió su batido cuando una empleada se lo acercó.

—Gracias —murmuró Dorant recuperando el suyo—. No te imaginaba en el negocio de tráfico de medicamentos.

—No hablo sobre mis negocios, o las razones para tener un socio ahora —respondió ella.

—Sin embargo, debes querer algo para estar aquí.

Suspiró. ¿Tan evidente resultaba todo para Dorant? O ella lo era, consecuencia de conocerse desde niños. Bebió su batido, pensando muy bien sus próximas palabras. Era en vano andar con rodeos con él.

—Nada sucede en este territorio sin que tú lo sepas —dijo Cleo—. Necesito una invitación.

—Podemos ir a cualquier lugar que desees, mi misteriosa Cleo —dijo Dorant.

—No es para mí —admitió ella y su mirada se oscureció enseguida.

—¿Entonces por qué habría de ayudarte? —preguntó él.

—Porque aprecias mi honestidad, y no te estoy pidiendo nada. Solo que me señales el buen camino. Puedo compensarlo. Y me lo debes, por todas esas veces que te ayudé con regalos de cumpleaños.

Fue su turno de suspirar. Amigos era tal vez una palabra demasiado fuerte entre criminales, pero su relación siempre había sido sobre informalidades y ningún negocio de por medio. Ella no rompería esa regla. No se hacían tratos con el diablo, tan solo se lo respetaba y uno no se entrometía en sus asuntos.

—Te has conseguido un socio bastante peculiar, no creas que no lo he investigado —Dorant hizo girar el líquido en su vaso—. Buena familia, varios millones de patrimonio, su padre haría a Jordan Belfort parecer un cachorro en vez del lobo de Wall Street por lo que he escuchado sobre sus estafas. Pero no es más que eso, una buena fachada y dinero a causa de juegos de palabras. ¿Entonces por qué una amante de la historia como tú podría estar interesada en trabajar con alguien como él? ¿De dónde siquiera lo conoces?

—Larga historia —Cleo apoyó su cabeza sobre una mano—. No vine aquí a contarte de mi vida personal, solo quiero que me digas cómo conseguir una invitación a cierta subasta que se hará en Cambridge en unos días. Tengo negocios allí.

—¿Y qué gano yo? —preguntó él y ella le sonrió.

—Contactos —respondió Cleo—. Si todo sale bien, tengo buenos contactos que compartirte.

—¿Y cómo planeas tú meterte con solo una invitación para otro?

—Haré un changelling —la sonrisa de Cleo solo se expandió—. ¿No lo oíste? Parece que estoy subiendo en mi nivel de crim. Siempre mejorando.

—Leí sobre tu último golpe —Dorant sonrió al recostarse hacia atrás—. Esa es mi chica. ¿Lo enviaste a casa, Robin Hood?

Cleo bajó su mirada, queriendo reír. Siempre había sido todo demasiado sencillo con Dorant una vez pasadas las formalidades. Él nunca cuestionaría el porqué y celebraría cada logro, y ella en cambio podría pretender que tenía un amigo en ese cruel mundo de falsas apariencias y puñaladas por la espalda.

Se enderezó al escuchar los pasos en las escaleras, cualquier diversión desapareciendo del rostro de Dorant. Él se puso de pie y la rodeó para detenerse detrás de ella, ocultándola con su cuerpo y poniendo sus manos sobre sus orejas para cubrirlas. Cleo sintió el frío extenderse por su espalda como un golpe de agua fría.

En silencio contó los segundos, concentrándose únicamente en su respiración. Dorant podía ser quien estuviera a cargo, eso no significaba que sus otros hermanos no resultaran una amenaza. Quizás, en el fondo, ella no fuera muy distinta a él, prefiriendo construir y mantener buenas relaciones con las personas convenientes que heredaban el poder.

Alguien dijo algo a sus espaldas. Sintió el pecho de Dorant vibrar al responderle. Los sonidos resultaban demasiado lejanos para ser distinguibles. No importaba. Pertenecía allí tanto como cualquier otro. Sus manos podían estar limpias de sangre, pero aquello no significaba que estuviera indefensa. Se había roto, una y mil veces, solo para asegurarse que otro no la rompiera. No de nuevo.

—Protejo mis negocios, y protejo más a mis amigos —dijo Dorant tras sacar sus manos—. Nunca dudes de aquello.

—No dudo de ti, tan solo ya he conocido a suficientes de tus hermanos como para saber lo que es mejor para mí —respondió ella.

—¿Me recuerdas por qué nunca salimos? —preguntó él regresando a su lugar.

—Me venderías a la menor oportunidad que pudiera resultar provechosa para ti —dijo Cleo.

—Y tú me apuñalarías por la espalda sin dudarlo si la ocasión lo amerita —Dorant levantó su vaso al sentarse en un silencioso brindis—. Amo nuestra honestidad.

—Entonces, sobre la invitación... —retomó Cleo y Dorant resopló.

—Habrá una en juego en Cross Station —respondió él—. Puedo pasarte los detalles, hora y lugar, y código para entrar, pero depende de ti conseguirla. ¿Está bien por ti?

—Es suficiente —reconoció Cleo y miró con dudas sobre su hombro.

—Partió —dijo Dorant al adivinar sus pensamientos—. Te recomendaría esperar unos quince minutos antes de salir si no quieres cruzarte a nadie en tu camino. O podríamos ver una película.

—Tengo una cena pendiente —ella se puso de pie—. Quizás cuando termine este trabajo. ¿Tal vez algo más de aventura?

—Brendan Fraser será —Dorant cedió—. Pero Cleo, una última cosa antes de que te vayas —ella se detuvo para observarlo—. Conoces las reglas de Cross Station. En serio te aprecio, pero mis negocios son iguales para todos. No me causes problemas.

Ella lo miró en silencio, aceptando el peso de esas palabras. No se arriesgaría con algo similar. 

*********************************************************************

Por favor no te olvides de dejar tu voto, y puedes encontrar más historias de todo tipo en mi perfil.

Lanjutkan Membaca

Kamu Akan Menyukai Ini

228 121 13
Hola Últimamente no se porque pero me la pasó escribiendo poemas y es así como nace este nuevo proyecto Aquí encontrarás poemas de Amor, Amistad, D...
4.1K 603 26
Baekhyun es un chico sirena que normalmente no le interesa absolutamente nada que tenga que ver con los humanos. Pero este humano es diferente. Su...
298K 21.6K 77
Sofia es una chica de apenas 20 años que se quedó huérfana a la edad de once años, dado que sus padres fueron asesinados. Nunca supo que quería hacer...
1M 45.6K 55
Anahí tenía dos grandes temores: la muerte y el maquillaje corrido. Esta historia comienza la mañana en la que debió enfrentarse a ambos. *** Después...