El corazón del Rey. [Rey 3]

By Karinebernal

29.3M 2M 8.3M

Las huellas de un pasado doloroso persiguen al rey Magnus Lacrontte, quien ha levantado murallas para no volv... More

Importante Leer.
Prefacio.
Capítulo 1.
Capítulo 2.
Capítulo 3.
Capítulo 4.
Capítulo 5.
Capítulo 6.
Capítulo 7.
Capítulo 8.
Capítulo 9.
Capítulo 10.
Capítulo 12.
Nota explicativa. - Importante leer.
Capítulo 13.
Capítulo 14.
Capítulo 15.
Capítulo 16.
Capítulo 17.
Capítulo 18.
Capítulo 19.
Capítulo 20.
Capítulo 21.
Capítulo 22.
Capítulo 23.
Capítulo 24.
Capítulo 25.
Capítulo 26.
Capítulo 27.
Capítulo 28.
Capítulo 29.
Capítulo 30.
Capítulo 31.
Capítulo 1. Presente.
Capítulo 2. Presente.
Capítulo 3. Presente.
Capítulo 4. Presente.
Capítulo 5. Presente.
Capítulo 6. Presente.
Capítulo 7. Presente.
Capítulo 8. Presente.
Capítulo 9. Presente.
Capítulo 10. Presente.
Capítulo 11. Presente.
Capítulo 12. Presente.
Capítulo 13. Presente.
Capítulo 14. Presente
Capítulo 15. Presente.
Capítulo 16. Presente.

Capítulo 11.

299K 31.9K 70.1K
By Karinebernal

Semanas después.

Nunca los días habían sido tan caóticos como lo son ahora. En este tiempo Vanir y yo nos hemos unido sin reparos y se puede decir que ya se ha convertido en mi novia, pues ya mi abuela la conoce y la prensa nos ha visto juntos en incontables ocasiones.

A veces pienso que vamos demasiado rápido pero en realidad no importa, debido a que es la única persona que tengo y con la que en verdad deseo estar.

Ha visitado el palacio en un millar de ocasiones y aunque me resisto a asistir a eventos públicos con ella, las personas ya suspiran al vernos juntos.

En estas semanas también he frecuentado a Lerentia, he aceptado cada invitación a su reino y he recibido sus visitas. Le he hecho creer que estoy interesado y que si se esfuerza lo suficiente podría en un futuro existir algo entre nosotros.

Me ha tocado sortear la suerte y evitar que lea alguna noticia sobre Vanir y yo, aunque si lo hace no lo negaré pues no le debo explicaciones.

La princesa Wifantere esta completamente feliz al tenerme a su lado y aunque aún evito que me toque y evito estar mucho tiempo cerca a ella, parece que eso es suficiente para tenerla comiendo de mi mano.
Incluso permití que nos fotografiaran juntos, algo que sin duda la ha confundido más.

Por otra parte, he de confesar que su hermano me agrada un poco más. En el tiempo que he tenido que pasar junto a él he notado el gran monarca que seguro llegará a ser, sin embargo, también he tenido que soportar uno que otro discreto desliz de su parte para conmigo.

Me he dado cuenta que él y Gretta no pasan mucho tiempo juntos y por la información que he podido sacarle, me queda claro que no hay amor, ni el más mínimo interés por ese matrimonio.

De Gretta no hay mucho que pueda decir. Ella se ha alejado de mi debido a mi acercamiento con Vanir, ha preferido no hablarme y no aceptar las invitaciones que le hecho.

Una noche vino a reclamarme debido a las revelaciones de Vanir sobre nuestro beso y múltiples encuentros, lo cual obviamente no soporte y tuve que dejarle claro cual era su papel en mi vida.

Puedo entender que este enojada conmigo por mi nueva relación, pero si espera que le ruegue para arreglar las cosas esta muy equivocada.
Tiene dos opciones: aceptarlo o seguir enojada y ninguna de las dos requiere que la busque.

••••

Mientras estoy tomando el desayuno un guardia irrumpe mi paz, con un alarmado gesto en el rostro.

- Majestad. - Inicia nervioso, haciendo una reverencia. - Tenemos un problema.

- ¿Un problema que requiera no dejarme terminar mi comida? - Cuestiono molesto.

- Lo lamento señor, pero se requiere con urgencia su presencia.

- Controlen la situación hasta que termine de comer.

- Son los presos, majestad. - Insiste con ansiedad. - Hicieron una revuelta en un intento por escapar.

De inmediato suelto la cuchara con enojo haciéndola repiquetear sobre mi plato.
Lo último que necesito ahora es lidiar con condenados en fuga.

- ¿Escapó alguno? - Cuestiono molesto, levantándome del comedor.

- Ninguno, pero los autores están retenidos y se niegan a volver a la celda.

Camino hacía la salida sin decir una palabra. Estoy realmente enojado por la ineptitud de mis guardias, parecen Mishnianos.

Antes de salir al umbral y subir al automóvil, le pido a Francis que venga conmigo. Si exploto en cólera es mejor que él se ponga al frente de la situación.

Cuando llego a la prisión central de Mirellfolw, un grupo numeroso de guardias se encuentran reunidos alrededor de 2 hombres en el patio de la prisión.

Las celdas están fuertemente custodiadas y pido el recuento de los reclusos para asegurarme que no me han ocultando el escape de nadie por temor al castigo.

Después de cerciorarme que todo esta en orden, me enfoco en los hombres protagonistas de la revuelta, quienes están de pie con grilletes y esposas.

- Delito. - Espeto a un guardia, quien responde rápidamente al ver mi enojo.

- Hurto, señor.

- Ahora hurto y rebeldía. - Replico mirando la tez golpeada de los prisioneros.

Puedo notar por sus golpes que ya recibieron su castigo, pero aún así necesitan entender que con mis leyes no se juega.

- Tienen 30 segundos para darme la razón por la cuál decidieron intentar escapar.

Los hombres se miran entre ellos, indecisos por contestar y siento la paciencia agotarse entre cada segundo de silencio.

- Consideramos que pagamos una pena injusta. - Responde uno al fin.

- ¿Injusta? - Replico curioso y ligeramente enojado por las palabras usadas. - ¿Alegas que soy injusto?

- No usted majestad, pero si las leyes.

- Las leyes las hago yo, mi familia y mis antepasados.

- Sabemos que cometimos un error. Robar no esta bien, pero pagar 50 años por ello es algo excesivo.

- ¿Creen que me importa lo que ustedes piensen? - Replico con desdén. - ¿Acaso no aprendieron en las tutorías que las leyes de Lacrontte son severas.

- Impónganos otro castigo, Majestad. - Pide el segundo sujeto. - Nuestra familia nos necesita.

- Y ¿qué quieren? ¿Servicio comunitario? - Replico divertido. - Eso no existe en Lacrontte.

- No podemos quedarnos aquí por 50 años.

- Entonces a la horca. - Dictamino con aburrimiento.

- Por favor, majestad tenga piedad de nosotros. - Ruega uno de ellos.

- ¿Piedad? - Pregunto divertido. - Siempre me ha gustado esa palabra, pero... ¿qué significa? - Replico mirando a Francis.

- No tengo la menos idea. - Responde este con una sonrisa.

- Majestad, le juramos no volver a delinquir, ni una miga de pan será tocada sin pagar. - Asegura el otro.

- Debieron pensarlo antes ¿no creen?

- Haremos lo que desee pero no queremos ir a la horca.

- No me interesa lo que ustedes quieran. Ya he tomado una decisión.

- Majestad le serviremos, haremos cualquier cosa por reivindicarnos.

- Bien, hagamos un trato. - Espeto con intención de divertirme. - Nos enfrentaremos en una lucha en el que solo uno de ustedes saldrá ileso. El invicto puede irse a casa sin ningún cargo o castigo mientras el otro fallecerá bajo mis pies.

- ¿Debemos luchar contra usted? - Pregunta incrédulos.

- Si, yo quiero ser parte de la diversión.

- ¿Promete que quien gane saldrá libre? - Cuestiona el hombre sorprendiendo a su compañero.

- Lo prometo. - Espeto, reprimiendo una sonrisa.

Camino hacia la arena del patio con los dos prisioneros siguiéndome los talones.
Francis esta a un lado de la pista, atento, cuidadoso.

Mi contrincante entra en escena. Es alto quizás unos años mayor que yo, pero no me importa.
Da pequeños saltos antes de acercarse, yo camino y él se aleja. Ambos jugamos a despistar para luego atacar.

- Queremos sangre. - Dice Francis con ánimo.

Él lanza el primer golpe pero no llega a mi, roza mi mejilla y va tras de mi cabeza. El segundo atesta y debo mover la cabeza para no perder el control de mi sentido de la visión.

Un tercer golpe viene pero nuevamente lo esquivo, esta vez soy yo quien ataca y acierta. Directamente en su pómulo marco mis nudillos, luego voy hasta su caja torácica, pecho y sus costillas.

Él se protege mientras yo ataco, cada vez más rápido, más violento y entonces el otro entra en escena. Un golpe en mi espalda me lleva contra el suelo, me levanto y un segundo golpe me desorienta, ha llevado su rodilla contra mi rostro. Odio que golpeen mi cara, esa parte es sagrada.

El hombre anterior se repone y ahora debo enfrentarlos a ambos. Veo Francis recorrer el exterior del campo de batalla, estudiando mis movimientos, juzgando mis pasos. Me niego a detenerme.

Mi codo aterriza en el estomago de uno, mientras el otro me toma de los hombros para enviarme al suelo nuevamente. Siento el sabor metálico de la sangre en mi boca cuando recibo un nuevo golpe y me obligo a levantarme a pesar de los ataques.

Giro fuera del circulo que han creado a mi alrededor y tomo el cuello del más cercano, apretándolo con fuerza.
Siento mis manos ante la presión ejercida mientras su compañero solo observa la escena. Cae al suelo luego de un rato de arañarme los brazos e intentar llegar a mi rostro y entonces el juego se detiene.

El primer hombre se aleja de inmediato al saber que ha salido invicto. Veo la tranquilidad en su mirada al notar que será libre y que no es él quien yace sin vida en el suelo.

- Nadie se atreva a golpear mi rostro. - Suelto molesto, dejando de lado el cuerpo que reposa bajo mis pies.

- Majestad. - Balbucea el hombre restante con nerviosismo.

- Eres libre. - Le digo y un atisbo de sonrisa aparece en su rostro. - Puedes irte.

El hombre camina fuera de la arena y se aleja con precaución, intentando mantener un ritmo lento, aún cuando noto que quiere salir corriendo.

Francis me pasa una toalla y limpio el sudor de mi rostro al tiempo que quito la sangre. Me da luego una palmada en la espalda y las huellas de los golpes aparecen recordándome lo vivido.

La piel de mis nudillos esta abierta y mientras examino mis manos un disparo se escucha metros atrás. El guardia ha cumplido con su trabajo.
Si en verdad creyó que lo dejaría libre, estaba muy equivocado.

- Yo no suelo hacer promesas porque no sé como cumplirlas. - Siseo con una sonrisa altiva.

Me vuelvo y veo al sujeto que creía saldría libre con un disparo que atraviesa su pecho y agoniza a pocos centímetros de la salida.

- Pídanme cualquier cosa, excepto piedad. - Grito a cada uno de los hombres que están en el lugar, asegurándome que mi voz llegue hasta las celdas del fondo.

Francis se acerca a mi y pone su mano en mi espalda, dando pequeñas palmadas.

- ¿Descargaste tu ira? - Pregunta con paciencia.

- No me gusta que me pidan piedad.

- Ya lo sé, pero no puedes perder la cabeza cuando te lo dicen.

- Solo vámonos. - Espeto al notar que comenzará con su reprimenda.

Cubro mis nudillos con la toalla reteniendo la sangre que cubre mis dedos. Mi mano arde y me obligo a no dejar ver ni un atisbo de dolor ante lo que siento mientras camino fuera de la prisión.

- Espero tengan mano dura con los prisioneros. - Le advierto a los guardias que están en el umbral. - Si esto vuelve a ocurrir serán ustedes los que paguen las consecuencias.

Subo al automóvil en compañía de Francis, quien aún retiene en la lengua todo el discurso que quiere escupir sobre mi.

- Quisiera que bajarás un poco tus niveles de ira. - Declara una vez que el transporte arranca. - Pierdes la cabeza muy rápido y eso no es bueno.

- No me pidas cosas imposibles.

- Nada es imposible para un Lacrontte. - Arguye dándome justo en el orgullo. - Si te esfuerzas puedes lograrlo.

- Así he sido toda la vida ¿por qué habría de cambiar ahora?

- Las personas evolucionan, cambian. No se quedan encajadas en la misma actitud toda la vida y tú no serás la excepción.

- Hay personas que nunca cambian.

- Lo hacen. Ya sea tarde o temprano, pero lo hacen. - Dice mirándome con ojos comprensivos. - Puede que cambien por motivación propia o por inspiración de otra persona, pero lo que no quiero es que seas de esas personas que cambian cuando ya lo han perdido todo y lo hacen solo por la esperanza de recuperar lo que se ha ido.

Proceso sus palabras en silencio mientras desvío la atención a la ventana, dando por terminada la conversación.

- Ignórame si así lo deseas. - Dice Francis a mi espalda. - Pero sabes que tengo razón y te lo digo solo porque quiero lo mejor para ti.

No me gusta que alguien saque a relucir mis debilidades, es decir, soy Magnus Lacrontte y no debo tener defectos.

Cuando arribamos al palacio, salgo del automóvil con las palabras rondando mi cabeza y la molestia viva en mi interior debido a las reprimendas.
Nunca he sido muy dado a ser corregido y más aún cuando sé que pueden tener razón.

- Hola querido. - La voz de Vanir me sorprende en el pasillo, haciéndome detener abruptamente.

Giro la cabeza y la encuentro de pie junto al lado este de la sala central, vestida con un traje blanco y dorado, muy clásico.

- No me llames así. - Le pido con disgusto.

- Es un simple apodo. - Alega ante mi mal carácter. - No te enojes por esa pequeñez.

De inmediato vienen a mi memoria las palabras de Francis ¿tendré en verdad problemas de ira?

- Sabes que no soporto los seudónimos. - Declaro, mirándola con altivez. - ¿Qué haces aquí?

- Por que no comienzas con un "Hola, Vanir ¿cómo estás?"

- Bien. - Repongo cediendo ante mi falta de educación. - ¿Cómo te ha ido?

- Excelente ahora que te veo. - Espeta dándome un beso. Me gusta cuando dice eso.

- No te esperaba. - Revelo al alejarme.

- Me gusta sorprenderte, además he preparado una entrevista en el notidiario para formalizar nuestra relación. Así que no te molestes.

- No veo la necesidad de hacer eso. Ya todo el pueblo sabe que eres mi pareja.

- Bueno, no quiero que queden dudas. - Espeta con una sonrisa triunfante. - Quiero presumirte frente a todos.

- No soy un maldito trofeo. - Bramo con enojo.

- No seas gruñón. - Pide acercándose con cautela. - No te veo como un trofeo, pero sería lindo hablar de nuestra relación.

- ¿Con qué fin? - Cuestiono con sospecha.

- Con ninguno, Magnus. No todo es una estrategia o un plan de guerra. - Dice con ligera molestia. - Hay cosas que se hacen por cariño y esta es una de ellas.

- Espero seas consciente que serás tú quien responda todas las preguntas.

- Bien, pero sé que te convenceré de contestar alguna.

No respondo solo la observo.
En este tiempo he conocido más a Vanir y le he permitido ver muy poco de mi.

Sigue teniendo la actitud encantadora que tanto me gusta, es irreverente y acaparadora. Sabe lo que quiere y me lo hace saber, siempre luchando por conseguir aquello que se propone.

- Sé que no te gusta salir demasiado y estar bajo el escarnio público, por lo que la entrevistadora vendrá aquí.

- ¿Vendrá o ya esta aquí? - Replico al ver a una joven menuda de cabello oscuro y corto que camina hacia nosotros.

- Soy muy eficiente ¿no lo crees? - Pregunta, golpeándome con su hombro en un intento por hacerme sonreír. No lo consigue.

La mujer se muestra nerviosa y atareada. Trae consigo una agenda y lápiz.
Se aproxima a nosotros con gesto alegre que intenta ocultar su ansiedad, pero sus manos temblorosas la delatan.

- Majestad. - Saluda con una reverencia. - Señorita Vanir.

Su cabello cae solo hasta sus hombros con un camino en medio que lo divide y lo hace caer a cada lado de su rostro.
En verdad le luce aquel estilo.

- Me llamo Alahia Menfurt. - Mira a su alrededor mientras se presenta. - ¿En dónde haremos la entrevista?

- Me gustaría hacerla en los bancos del patio del palacio. - Propone Vanir emoción. - Allí fue nuestra primera cita.

Esas cursilerías no puedo apoyarlas, aún así opto por no opinar nada al respecto pero es evidente que me incomoda ese tipo de revelaciones a terceros, sin importar si se tratan de detalles simples.

Camino detrás de las mujeres hasta el sitio planteado, donde al llegar toman lugar una frente a la otra y yo al lado de Vanir.

- Es un verdadero placer que me hayan concedido esta entrevista. - Dice la joven.

Vanir sonríe con ese dominio del público que tanto la caracteriza y no me queda duda que reinará en esta idiotez.

- Iniciemos con un par de preguntas generales para conocer su romance desde el principio. - Dice abriendo su agenda y revisando la lista de preguntas. - Pueden relatarme como se conocieron.

- ¿Quieres responder esa pregunta, Magnus? - Pregunta Vanir, apoyando su mano en mi hombro.

El gesto me hace removerme intranquilo en mi lugar. Detesto ese tipo de toques arbitrarios frente a los demás, sin embargo, no hago ningún reclamo para no humillarla.

- Te dije que serías tú la que responderías las preguntas. - Espeto aburrido.

Vanir comienza a contar nuestro encuentro en la cena de beneficencia llevada en su casa, haciendo suspirar en un par de ocasiones a la joven de cabello corto.

- Esto suena como la historia del soberano. ¿La conoce, Majestad? - Cuestiona, desviando su mirada hacia mi.

- Sin duda. - Repongo. - Pero no creo que exista similitud.

- ¡Por Dios! Tiene razón. - Suspira Vanir. - Nos conocimos en una cena, donde quedaste deslumbrando.

- ¿Yo quede deslumbrado? - Inquiero ante el vuelo de su mente.

- Bueno, quedamos. - Da la tregua. - Pero en fin, desde entonces frecuento el palacio y comenzamos una relación. Es igual.

- No es igual. - Replico de inmediato. - Ellos terminan casados.

- ¿No piensa contraer matrimonio nunca? - Pregunta la joven del noticiario.

- No he dicho eso, pero hasta ahora no ha pasado así que no es igual.

Debo dejar las cosas claras antes de que su mente vuele hasta lugares peligrosos.
No quiero que se cree expectativas que jamás podré llenar.

La mujer sigue preguntando y Vanir continua llenándola de información mientras yo paso por las palabras con aburrimiento.

En este momento pienso en mi primo. Me diría que ponga atención a las cosas importantes y por importantes se referiría a Vanir.
Me aconsejaría que esté más pendiente de lo que ella quiere o hace, hacerle ver que estoy para ella; Básicamente todo lo que un romántico como Gregorie podría decir.

Y me duele, lo admito. Me duele saber que se ha alejado de mi por causa de una mujer tan indeseable como Lerentia y aunque ahora no pueda entender mis planes, sé que pronto la hará y entenderá cuan importante es nuestra relación filial para mi.

Cuando la "entrevista" termina respiro de alivio. No sé que fue lo que ocurrió la mayoría del tiempo, pero estoy agradecido de que acabara.

La mujer se despide y los guardias la acompañan hasta la salida. Debo confesar que si no fuese por su nerviosismo apostaría que tiene gran entereza o al menos es lo que su estilo refleja.

- Me gusta su cabello. - Le revelo a Vanir cuando estamos solos.

- Creí que te gustaban pelirrojas. - Suelta confundida.

- No hablo de su color, sino de la manera en la que esta cortado.

- ¿No te gusta mi cabello largo?

- No hablamos del tuyo, pero siento que ese estilo la hace ver valiente, le entona fuerza.

Veo a Vanir consumir mis palabras con confusión pero no me permite saber que opina al respecto. Ella en ocasiones representa todo un misterio para mi.

- Te tengo una sorpresa. - Dice luego de un rato.

- No me gustan las sorpresas Vanir, prefiero tener todo bajo control.

- Pues cédeme el control al menos por hoy.

- ¿Qué tienes en mente? - Pregunto curioso ante su petición.

Se levanta con ánimo y extiende la mano hacia mi. La sigo.
Me lleva por el patio hasta la zona verde del palacio donde encuentro una colcha, una cesta y una botella de vino tinto.

- ¿Qué es esto? - Pregunto ante lo desconocido.

- Un almuerzo. Yo cocine así que espero te guste y por supuesto no incluye pavo.

Estos detalles de Vanir me cuestan aceptarlos. No porque no me gusten, si no porque no sé como reaccionar a estas situaciones.
Nadie nunca ha hecho esto por mi y no conozco como debo sentirme al respecto.

Quiero sonreír e incluso abrazarla pero me limito a asentir y agradecerle.
Es tan confuso las emociones que esto me causa. El saber que alguien se tomo el tiempo de preparar y planear algo para mi es... bueno no sé como describirlo.

- Muchas gracias, Vanir. - Lo digo más enserio de lo que parece.

- ¿Te gusta? - Pregunta y me ofende con ese interrogante.

Asiento y la tomo de la mano para traerla hacia mi. Esto es tan extraño pero se siente tan bien al mismo tiempo.

- ¿Vas a besarme? - Pregunta pegándose a mi cuerpo.

- Debería pero me lo reservo.

- ¿Por qué siempre te mides tanto?

- No me gusta demasiado el afecto, Vanir. Espero puedas entender eso.

- Lo comprendo. - Arguye, separándose de mi. - Haré cualquier cosa por hacerte feliz.

Esas palabras tienen un peso más profundo del que parece, pero opto por convencerme de que estoy exagerando.

Vanir toma lugar sobre la colcha y dudo en imitar su movimiento. No estoy acostumbrado a estar en el piso, pero supongo que es lo mínimo que debo hacer dado su esfuerzo.

- Dentro de dos días es tu cumpleaños. - Susurra a mi oído, una vez estoy a su lado. - No creas que no lo sé.

- Todo el mundo sabe cuando es mi cumpleaños. - Le recuerdo. - Y de antemano sabrás que no me gusta celebrarlo.

- Podrías cambiar eso ahora.

- ¿Eso qué? - Cuestiono molesto. - Esa fecha no es digna de celebración así que cuida tus palabras y no vuelvas a pedirme algo como eso.

- A veces es difícil soportarte.

- Pues no te estoy obligando a que lo hagas.

- Puedes por favor cambiar esa actitud. - Pide enojada.

Sé que no estoy siendo el hombre más amable pero no estoy de humor para ser alguien más.

- Lo intentaré. - Digo cediendo a su pedido.

Pruebo la comida y debo darle un punto por su gran dominio culinario, no sé si en verdad ella cocino todo esto pero si fue así, vaya que Vanir es una mujer perfecta en todas las facetas que se proponga.

- ¿Cómo estuvo tu día? - Pregunta mientras me sirve una copa.

- Problemático. - Confieso. - Hubo algunos prisioneros que tuve que ajustar.

- ¿Por ajustar te refieres a golpear?

- Más bien asesinar. - Espeto tomado el vino.

- Magnus ellos tienen familia, no puedes hacer eso porque si. - Reclama indignada.

- Tenían, porque ya deben estar bajo tierra.

- No es divertido. - Replica, cruzando los brazos.

- No pretendo hacerte reír.

- Debes ablandar tu corazón. Sé que tienes un alma piadosa.

- Que equivocada estas, Vanir.

- Hazte el rudo con todos pero no conmigo.

- Yo no soy rudo contigo, solo me muestro tal como soy.

- ¿Sabes que veo en ti cuando te miro? - Dice, cambiando el tema y sorprendiéndome con ello.

- Un hombre hermoso y poderoso al cual no puedes resistirte. - Contesto, haciéndola reír.

- Bueno en parte es cierto. Me gustan esos hoyuelos que he notado no solo se forman cuando sonríes, si no también cuando hablas.

- ¿Sabías que los hoyuelos son defectos de la piel subyacente?

- Pero es un defecto muy bonito.

- Defecto al fin y al cabo.

- Es decir, ¿no te gustan?

- Me dan igual, pero llaman mucho la atención. - Confieso ante mi experiencia. - Pero eso era lo que ibas a decirme.

- Bueno si, la verdad es que cuando te miro, veo a un ser dócil y herido que busca compañía.

- Yo no necesito a nadie, Vanir. - Replico a la defensiva.

¿De dónde saca esa conclusión? Yo he estado solo la mayor parte de mi vida y así podré vivir siempre.

Admito que en ocasiones tengo momentos de debilidad pero soy muy capaz de estar sin nadie.

- Yo puedo ser esa compañía. - Propone mirándome con ojos compasivos y en verdad odio esa mirada. No necesito su compasión, ni la de nadie.

- Tengo otras cosas que hacer, así que esto acaba ahora. - Le digo, levantándome del suelo.

En este momento ha cruzado una línea en la que no puedo permitirle ahondar a ella ni a nadie.

- ¿Esto? - Pregunta molesta. - Me esforcé en hacerlo, valóralo un poco.

- Tengo cosas que hacer, nos vemos mañana. - Espeto dispuesto a no ceder. - Gracias por todo y aunque no lo parezca, en verdad lo valoro.

- ¿Vas a dejarme aquí, Magnus?

Me acerco a ella y la tomo de la mano. Le beso la coronilla y luego la boca.
Es mi único modo de pedirle disculpas pues jamás le pido perdón a nadie y nunca lo haré.

- En verdad espero verte mañana, pero hoy no puedo seguir con esto. - Reitero con un poco de calma.

Camino hacia el interior del palacio luego de ordenarle a los guardias que la lleven hasta su casa. Creo que jamás seré el hombre que custodia a una mujer hasta su hogar. Soy un rey, no un guardia.

Al subir a la segunda planta encuentro a Francis saliendo de mi oficina y se aproxima a mi con el paso lento que lo caracteriza.
Espero no tenga en mente otro de sus discursos pues no tengo humor para soportarlo.

- Gregorie ha enviado la información de la joven Malhore. - Informa al llegar a mi. - La he dejado en tu escritorio.

- Gracias. - Digo con desanimo. - ¿No dijo nada más?

- La verdad no lo sé. Él solo envió los documentos sin ninguna nota adjunta.

- ¿Crees que algún día crea en mi?

- Para eso haces todo el plan con Lerentia ¿no? - Asiento y él prosigue. - Entonces no veo porque no habría de creerte, aunque a decir verdad, considero que no tendrías porque esforzarte tanto, pues él solo debió confiar en ti desde el principio.

Me alejo sin darle una respuesta y me adentro en la oficina, cerrando con pestillo a mi espalda.

Me siento terriblemente mal por este día de porquería en el que nada me ha salido bien, además puedo notar que Francis esta molesto conmigo.

Al entrar veo el delgado sobre marrón sobre la mesa, el cual abro con afán para descubrir el corto reporte.

Emily Malhore aún no recibe visita de los reyes, pero sigue frecuentando el palacio.
Su hermana Liz se encuentra en una relación amorosa con Daniel Peterson un coronel de la armada de Mishnock y mejor amigo de Stefan Denavritz.

Se vio el día de ayer a Peterson recoger a Emily en sus tutorías y hablar por el camino directo a casa. No sabemos si hay algo más entre ellos o fue solo un encuentro casual de amigos.

- ¿Emilia engaña a Stefan con su amigo? - Digo a la nada. - Vaya, eso si que sería magistral. ¿Quién diría que la joven del perfume podría hacer algo así?

Con una sonrisa, continuo leyendo.

Emily y Valentine parecen muy unidas, se registran varías visitas, incluyendo a Amadea Maloney, hermana de Cedrid Maloney nuestro hombre infiltrado en el ejercito Mishniano.

Por otra parte se registran encuentros de Stefan y Emily al bosque Ewan a media noche, pero debido a la gran custodia militar, nuestro infiltrado no ha podido acercarse a ese lugar.

Según la historia, mi tatarabuelo Meridoffe Lacrontte invadió Mishnock escondiendo a sus tropas en ese bosque por días y espero allí hasta la gran noche donde invadió el territorio cuando nadie lo esperaba. Pero después que Mishnock consiguió su libertad de nuestro yugo han puesto en ese lugar gran fuerza militar, lo cual no nos ha permitido hacer un ataque sorpresa usando como entrada el bosque y debido a ello hemos tenido que adueñarnos de la frontera.

Si no hay visitas pronto, recomiendo realizar el secuestro de la joven Malhore como última opción, sería fácil de raptar pues ya conocemos su residencia y su rutina, además nuestro infiltrado haría las cosas mucho más fáciles. No hay nada que perder.

Esa propuesta concluye el reporte de Gregorie.

Sin duda entiendo el plan, eso desestabilizaría la mente de Denavritz pero también sería una señal de alerta, ya que él mismo me contó de la existencia de su novia y el primer sospechoso sería yo.

Por otra parte, si pidiera un cambio por la joven, no creo que Denavritz amé tanto a esa mujer como para entregar a sus padres por ella.

Es un gran plan pero no sé si sus resultados sean tan buenos como esperamos.
Tendría que preparar un sitio para el confinamiento de esa mujer, pues de ninguna manera la pienso tener en mi palacio y además tendré que designar algunos guardias para su vigilancia debido a que tampoco quiero tenerla cerca.

Secuestrar a Emily Malhore supone un gran problema y no quiero tener líos por alguien tan insignificante como ella. Aún así no descartare la estrategia todavía, pues los planes de Gregorie nunca fallan.




Nota de autor:

¡Hola!, Hello!, Hei!

Como lo dijo Vanir Etheldret, se acerca el cumpleaños de Magnus tanto en la ficción como en la realidad.
Recuerden: 7 de Junio.

Para ese día tengo un par de dinámicas preparadas en Instagram y una sorpresa de la cual no puedo hablar mucho, pero con la cual espero celebrar junto a ustedes.

Sin otra cosa que decir, los quiero Lacrontters y nos vemos en el siguiente capítulo.

Me pueden encontrar en Instagram como @karinebernal

Continue Reading

You'll Also Like

6.1K 319 13
hola a todos se que borre dos historias,y lo siento mucho pero vamos con la tercera y es la vencida si quieres insultar está bien.
10.5K 683 28
Para mucha gente el día de La Ceremonia de Elección es sencillo. Para mí no lo es, sé que no puedo quedarme en Abnegación, pero no sé qué facción esc...
168K 17.5K 34
──"𝐓𝐄 𝐀𝐌𝐎 𝐘 𝐓𝐄 𝐎𝐃𝐈𝐎 𝐀𝐋 𝐌𝐈𝐒𝐌𝐎 𝐓𝐈𝐄𝐌𝐏𝐎" "𝘌𝘯 𝘥𝘰𝘯𝘥𝘦 𝘔𝘢𝘥𝘪𝘴𝘰𝘯 𝘺 𝘈𝘭𝘥𝘰 𝘴𝘦 "𝘰𝘥𝘪𝘢𝘯" " 𝘖 "𝘌𝘯 𝘥𝘰𝘯𝘥𝘦 𝘔�...
726K 44.6K 99
Atenea Guzmán de la Torre: Una mujer perfecta no solo físicamente, con tan solo 25 años de edad es una empresaria multimillonaria exitosa, también es...