El corazón del Rey. [Rey 3]

By Karinebernal

29.7M 2M 8.3M

Las huellas de un pasado doloroso persiguen al rey Magnus Lacrontte, quien ha levantado murallas para no volv... More

Importante Leer.
Prefacio.
Capítulo 1.
Capítulo 2.
Capítulo 3.
Capítulo 4.
Capítulo 5.
Capítulo 6.
Capítulo 7.
Capítulo 8.
Capítulo 10.
Capítulo 11.
Capítulo 12.
Nota explicativa. - Importante leer.
Capítulo 13.
Capítulo 14.
Capítulo 15.
Capítulo 16.
Capítulo 17.
Capítulo 18.
Capítulo 19.
Capítulo 20.
Capítulo 21.
Capítulo 22.
Capítulo 23.
Capítulo 24.
Capítulo 25.
Capítulo 26.
Capítulo 27.
Capítulo 28.
Capítulo 29.
Capítulo 30.
Capítulo 31.
Capítulo 1. Presente.
Capítulo 2. Presente.
Capítulo 3. Presente.
Capítulo 4. Presente.
Capítulo 5. Presente.
Capítulo 6. Presente.
Capítulo 7. Presente.
Capítulo 8. Presente.
Capítulo 9. Presente.
Capítulo 10. Presente.
Capítulo 11. Presente.
Capítulo 12. Presente.
Capítulo 13. Presente.
Capítulo 14. Presente
Capítulo 15. Presente.
Capítulo 16. Presente.

Capítulo 9.

348K 33.8K 123K
By Karinebernal

Días después.

Me ha llegado esta mañana una carta de invitación a un almuerzo que tomará lugar en Cristeners, justo en el palacio de los Wifantere. Dudé en aceptar tal propuesta debido al extraño comportamiento de Lerentia pero gracias al triunfo de mi más reciente plan de guerra, decidí que asistiré como una forma de celebración.

El ataque a Pinfegnal salió como lo esperaba. Fue un gran golpe que desestabilizó a la monarquía y comenzó a infundir temor en Mishnock, aún cuando tuve que darle una fuerte reprimenda a mi ejercito, pues a pesar de mis indicaciones asesinaron personas que no lo merecían, extendieron el ataque hasta Palkareth, la capital de la nación y han traído como prisioneros a aquellos que intentaron defenderse, y no puedo permitir que eso vuelva a suceder.

Las noticias fueron el medio más regocijante, mostraron la ruina en la que deje Pinfegnal, los múltiples edificios destruidos y el terror en el rostro de sus pobladores ha hecho que la monarquía comience a preocuparse y a darse cuenta que soy superior a ellos en todos los aspectos.

Pero mi victoria se vio opacada por las fotografías en primera plana que circularon de Vanir y yo en la cena benéfica, junto al gran titular "¿Futura reina o diversión de una noche?"

¿Cómo pueden creer que con solo conocerla ya he pensado en convertirla en monarca o que pienso divertirme con ella y olvidarla al día siguiente?

Ha decir verdad me he pasado estos días pensando en esa mujer. Es tan cautivante, tan hermosa, tan vivaz que se ha colado en mi cabeza y al parecer no piensa salir.
Aún así no he dejado que mi mente desvíe la visión de mi objetivo y por ello me he mantenido alejado de ella.

No la he buscado, no he preguntado nada respecto a su vida o que querido saber que sitios frecuenta. Nada. Y aún cuando me llegaron reportes de los guardias sobre ver a una mujer de cabello cobrizo merodear el palacio un par de veces y saber exactamente que se trata de ella, decidí hacerme esperar.

Las mujeres hacen a los hombres débiles y no dejaré que eso suceda conmigo. No hay nada más importante que mantener mi monarquía en pie y ella no será el motivo de mi distracción.

Cuando creí que ya fue suficiente tiempo el que me había hecho el indiferente, le envié una nota invitándola al palacio. Espero que no piense que iré hasta su casa a pedirle un permiso a su madre para salir con ella o que iré a recogerla, debe conformarse con que el chofer pase a buscarla en uno de los automóviles.

Por otra parte, Denavritz ha solicitado una reunión conmigo, la cual estoy completamente seguro es a escondidas de sus padres, pues estoy convencido que viene a rogarme que detenga los ataques a su nación. Cosa que obviamente no haré.

Así que me mantengo atento mientras espero en la sala del trono su llegada, deseo al menos reírme un poco con el patético discurso que seguro trae consigo.

Francis se mantiene a mi lado, erguido y expectante. Le he pedido que intervenga si lo ve conveniente pues no creo poder soportar demasiado la presencia de un Denavritz.

Cuando por fin aparece, me doy cuenta que trae a su espalda un grupo de guardias Mishnianos, ¿en verdad cree que ellos lo salvarán si se me ocurre asesinarlo?

Se detiene frente a mi con esa posición de manos a la espalda que ahora tanto repudio y me da un elegante saludo que me tienta a reír.

- Buenos días, Magnus Lacrontte.

- Rey Magnus para ti. - Le recuerdo con un gesto altivo.

- Olvidémonos de las formalidades y hablemos de lo que realmente me interesa. - Dice con prisa.

- Y ¿qué es eso exactamente? - Pregunto intrigado.

- El cese de ataques a mi nación.

- ¿En verdad crees que porque te plantes allí a rogarme que deje tu reino en paz, lo haré?

- No te lo estoy pidiendo, te lo exijo.

- ¿Tú? - Cuestiono con burla. - ¿Te atreves a exigirme algo a mi?

- Mi novia ha salido lastimada. - Repone ofendido ante mi carácter.

- No me importa si tu novia esta bien o no. - Replico con desinterés. - Ese no es un gran argumento.

- Le han herido la mano y no pienso permitir que las personas más cercanas a mi sufran por ti.

- ¿Crees que me importa si esa joven sufre o no? Me da lo mismo, Denavritz, así que deja el maldito drama.

- Majestad. - Espeta Francis, capturando mi atención - Es su novia, por ende es obvio que este preocupado. - Entona el título como si intentara decirme algo y de inmediato lo capto.

Claro, por supuesto. La joven plebeya.
Intento recordar el nombre de esa mujer hasta que doy con él.
Emily, habla de Emilia. No puedo creer cuan cegado esta por esa chica como para pedir un cese de fuego argumentando que han herido a su novia. Patético, realmente patético.

- Estás lastimando a mi pueblo, Magnus. Estás acabando con mi nación y sabes que no podemos responder igual, así que cede un poco tu violencia.

- Y ¿qué si no lo hago?

- No tenemos que llegar a esas circunstancias. A nadie le gusta la guerra.

- A mi me gusta. Es uno de mis pasatiempos favoritos.

No tomo encuentra las siguientes palabras de Denavritz mientras pienso en pedirle con urgencia a Gregorie un reporte de esa chica. Si él esta tan interesado en lo que le suceda debe ser porque ya es muy cercana a su circulo y por ende a sus padres, así que si Silas o Genevive frecuentan a esta joven me dará rápidamente una ubicación para alcanzar mi objetivo.

- Entonces ¿qué opinas al respecto? - Pregunta después de un largo parloteo que por supuesto me perdí.

- Lo pensaré. - Respondo sin saber a que se refería.

Miro la hora en el reloj próximo que cuelga de la pared a mi derecha y con un gran desinterés determino que esta estupidez ha llegado a su fin.

- No hay nada más que pueda agregar, así que si me lo permites debo prepararme para atender otros asuntos.

- ¿Lo pensarás, Magnus?

- Rey Magnus para ti. - Espeto un poco enojado por su falta de respeto. - Y ya dije que lo haría, ahora vete.

- ¿Por qué eres tan maleducado? - Cuestiona indignado cuando me levanto del trono.

- No es de tu incumbencia. - Espeto caminando hacia la salida. - ¿Vas a irte por tus propios medios o necesito decirle a mis guardias que te saquen?

Escucho su suspiro de frustración al entender que no daré marcha atrás. Si digo que se acabo la reunión es porque se acabo y no pienso perder un minuto más con su visita.

Me pierdo por los pasillos cuando le veo salir de la sala con la resignación en su sistema. Denavritz será un monarca débil que muy seguramente perderá su reino en cuestión de días, después de que asesine a sus padres.

Voy hasta la oficina de correos y escribo una nota rápida en donde le pido a Gregorie que venga urgente para el reporte de la plebeya de Mishnock. Espero me tenga noticias o de otra forma estaré verdaderamente enojado con él.

••••

Después de almorzar y tomar una ducha, Francis entra a mi habitación para informarme que Gregorie ha llegado. Le hago pasar a mi alcoba y lo observo adentrarse con unos documentos en la manos.

- Hola, primo. - Saluda sentándose en mi cama. Mala costumbre.

- Primo. - Respondo, acomodándome en el sillón.

- Vi tus fotos. - Repone riéndose. - Quien lo diría, yo la verdad estaba pensando que terminarías profesando tu amor por mi.

- Si así fuese el caso, tú no eres mi tipo.

- Me ofendes, pero lo dejaré pasar si me dices quien es la joven.

- Se llama Vanir Etheldret y es novia de Gerald.

Gregorie abre los ojos completamente sorprendido, lanzando un cojín en mi dirección.

- No me digas que solo estas saliendo con ella para hacer que él aparezca.

- No lo había visto de esa forma, pero puede ser una gran estrategia.

- Es decir, ¿te gusta de verdad?

- Si, es bonita además tiene un cabello cobrizo que parece que la roció una zanahoria.

- ¿Qué la roció una zanahoria? - Pregunta confundido.

- Tú dijiste que el sol se derramo en el cabello de Lerentia y yo digo que la zanahoria roció el de ella.

- Que romántico, primo. - Dice irónico.

- Gracias, lo sé. - Respondo en la misma tónica. - Ahora hablemos de lo que me interesa.

- Emily Malhore. - Dice tomando los papeles. - No sabía que querías saber exactamente y mi informante aún no ha conseguido nada relevante, es decir, solo han pasado algunos días.

- Deja los rodeos y dime lo que tienes.

- Tiene 2 hermanas, Liz y Mia. Ella es la hija del centro. Sus padres son Erick y Amanda Malhore, quienes tienen una perfumería en el centro de Palkareth. No se le conocen relaciones anteriores a Stefan y toma tutorías en un edificio cercano a su casa.

- No me interesan esas cosas, primo. - Informo molesto. - ¿Los reyes la visitan o no?

- No, aún no se registran visitas pero mi informante dice que es bonita y agradable.

- Y eso me interesa ¿por qué...? Cierto, no me interesa. - Recalco con sarcasmo. - Además no creo que Denavritz tenga buenos gustos y más si se trata de una plebeya.

- Pues hay difiero, primo. - Informa acostándose completamente. - Tiene que ser muy bonita para llamar su atención en medio de un evento multitudinario como lo es el festival de Mishnock.

- Así que por el momento no hay nada que me sirva. - Repongo desinteresado por la apariencia de la joven.

- Hay que tener paciencia. Mi informante dice que visita el palacio con frecuencia.

- Supongo que al final pasará. ¿Puedes creer que Denavritz vino a pedirme un cese de ataques solo por ella?

- Explícate. - Pide intrigando, arrugando la frente.

- Según lo que entendí, en el ataque de hace un par de días le lastimaron la mano y no quiere que sufra a causa de la guerra.

- Ese es un gesto noble, demuestra que lo mucho que la quiere.

- Por favor, Gregorie. - Replico incrédulo ante su comentario. - Eso es patético.

- Al contrario, me parece muy valiente. No cualquiera se para frente a su enemigo a pedir un acuerdo de paz solo para que su novia no sufra las consecuencias de la guerra.

- Si mi novia se lastima la mano en un ataque del enemigo, pues le digo que vaya al medico, fin. - Explico con naturalidad. - No estaré preguntándole como se siente. Es ridículo, por Dios. Si le sana rápido pues que bien y si no que se aguante.

- Grábate bien lo que te digo, Magnus Lacrontte. - Dice, apuntándome con dramatismo. - Algún día vas a tragarte tus palabras y estarás pendiente de la más mínima molestia que tenga la joven que amarás.

- Ya veo que la princesa de Cristeners te ha vuelto un romántico, porque créeme que eso no pasará.

- Hablando de ella. - Dice con un gesto triste, apesadumbrado. - Esta algo extraña.

- ¿Extraña en que sentido?

- No lo sé. Esta distante, diferente. - Informa cabizbajo. - Ya no es la misma Lerentia que conocí.

Opto por no comentarle nada de lo que ocurrió en su visita de hace unos días, pues eso lo sumiría más en la preocupación por creer que la pierde.

- Quizás solo esté un poco paranoico y dentro de unos días todo vuelva a estar normal. - Replica rápidamente en un intento por ocultar su desazón. - No me hagas caso, primo.

Me molesta demasiado que Lerentia lo haga sentir así. Me doy cuenta de cuanto él la ama y de la poca importancia que esa mujer le dio cuando vino de visita, por lo que me pregunto si sería conveniente asistir a ese famoso almuerzo en su reino.

- Majestad. - Un guardia toca la puerta. - Ha llegado su invitada.

Gregorie se levanta de un salto de la cama y con una emoción que ni siquiera yo tengo, camina fuera de la habitación con la intención de verla.
Me alegra que al menos su humor haya mejorado.

- ¿Hacía dónde vas? - Cuestiono deteniéndolo.

- Quiero conocer a la mujer que ha captado la atención de mi primo.

- Claro que no, no vas a hablar con ella. Saldrás cuando ya la haya llevado a la sala del trono.

- ¿La llevarás a la sala del trono? - Cuestiona extrañado. - Y dime ¿que hará?, ¿te sentarás en tu silla como si fuese una reunión de imputación de penas?

- Entonces, ¿qué propones?

- Llévala al patio. Allá hay una mesita para té muy bonita, hablen allí. Será agradable.

- A mi no me gusta el té. - Me reniego a hacer tal estupidez.

- Pues tómalo al menos por hoy. Cede un poco para hacerla sentir cómoda. - Aconseja poniendo su mano en mi hombro. - Recuerda que no es sencillo estar frente a un rey y más aún si se trata de ti.

Respiro profundo, no muy convencido de las pautas de Gregorie, pero dispuesto a ceder al menos por hoy con la intención de conocer mejor a la señorita Etheldret.

- Bien, iremos al patio y tomaremos el maldito té. - Espeto caminando hacía las escaleras. - Ahora vete.

- Claro que no. Yo quiero conocerla y no me robaras el derecho.

Se adelanta por las escaleras, bajando a toda velocidad. Intento seguirle el paso, pero desisto de la idea al ser consciente del interés que eso suscita y el cual no quiero darle a esa mujer. Siempre meticuloso y medido. - Me repito mientras llego abajo y encuentro a Gregorie cerca a Vanir.

- ¿Eres la zanahoria? - Le pregunta, haciéndola sonreír. Sin duda Gregorie es un completo idiota.

- ¿Disculpe? - Cuestiona ella totalmente confundida.

- Nada, olvídalo. - Repone rápidamente. - Soy Gregorie Fulhenor Lacrontte, primo de Magnus y rey de Cromanoff.

- Majestad. - Replica, haciendo una reverencia apresurada. - Disculpe, no lo reconocí.

- No te preocupes, no soy rencoroso.

En ocasiones quisiera tener un poco de la gracia y simpatía que conforman el carácter de Gregorie, pero en el fondo sé que soy mucho más deslumbrante que él y termino por olvidarlo.

- Creo que ya es hora de que te vayas. - Irrumpo en la conversación, ganando la atención de Vanir.

- Rey Magnus. - Saluda ella. - Es un placer volver a verlo.

- Gracias por aceptar la invitación. - Me limito a decir.

- Créame que no me podría haber negado.

Lo sé. - Pienso. Recuerdo sus paseos por el umbral del palacio queriendo ganar mi atención de alguna u otra manera.

- Pasemos al jardín. - Le digo, indicándole el camino, mientras Gregorie hace señas de que se encargará de hacer llegarnos el té.

- ¿Ahora me llamará usted "zanahoria"? - Interroga con una sonrisa.

- No. - Contesto en un tono serio. - Yo no le pongo apodos a nadie. Eso fue un juego de mi primo, espero lo disculpe.

Asiente apenada por lo que considera una equivocación, mientras caminamos rumbo a aquella mesa olvidada que puedo asegurar jamás he usado.

La detallo mientras se mueve con elegancia. Cabello suelto, largo y con hermosas ondulaciones. Vestido gris que no le hace justicia a su piel y perlas como joyas.

Sus ojos caramelos me miran con un brillo tenue cuando llegamos a las modestas bancas de mármol, tomando lugar uno frente al otro.

Las hojas de los arboles caen a nuestro alrededor, mientras yo repaso con mis dedos el labrado de la piedra en un intento por mantenerme sereno y concentrado.

- ¿Cómo ha estado en estos días, Majestad? - Pregunta, devolviéndome a la realidad.

- He estado bien, gracias por preguntar y ¿usted?

Nadie nunca me pregunta como estoy y es extraño ver a alguien interesado en ese tipo de detalles de mi vida. Me hace sentir extraño. Extraño pero bien.

La escucho hablar sobre su vida por algunos minutos y me concentro en sus facciones fuertes y femeninas. No tiene hermanos y casi no ve a su padre, menciona poco a Gretta pero habla sobre lo cercana que son. Es muy unida a su madre y le encanta todo aquello que este relacionado con fiestas o eventos sociales.

Nunca, ni una sola vez menciona a Gerald y dudo por un segundo en preguntarlo, pero al final la curiosidad me gana y con disimulo saco el tema a relucir.

- Me has dicho que tu padre trabaja mucho, cosa por lo cual no lo ves demasiado. Debe ser terrible para ti estar lejos de él ¿no?

- Lo es, pero mi madre me mantiene muy ocupada como para resentirme a causa de su ausencia.

- Y ¿qué negocios son esos?

- No lo sé bien, pero se relaciona con mercaderes importantes.

- ¿Importantes? Si es así entonces hablas de Gerald Heinrich. Él es uno de los más relevantes hombres de negocios de Lacrontte.

- Si, mi familia esta muy ligada con él.

- ¿Qué tanto? - Cuestiono fingiendo desinterés, mientras observo a mi alrededor como si buscara algo.

- Es un amigo cercano.

Mentirosa. Realmente mentirosa. ¿cómo puede negarme su relación con Heinrich?

- ¿Usted lo conoce, majestad? - Pregunta de repente.

- No. - Ahora soy yo quien miente. - Pero he escuchado hablar sobre él.

- Dejando de lado los negocios de papá, me gustaría conocer algo sobre usted. - Repone apoyando el codo sobre la mesa y poniendo encima de esta su mentón para mirarme fijamente - ¿Por qué nunca se le ha conocido una relación amorosa?

- Porque no ha habido nadie. - Respondo con hostilidad.

- ¿No le gusta hablar de su vida privada? - Pregunta ante mi carácter.

- Por algo se llama privada ¿no cree?

- No pretendo incomodarlo, pero realmente quiero conocerlo. - Presiona con mirada dulce. - Deme 20 preguntas e intentaré descubrir lo que más pueda.

- Le doy 10 solo porque estoy de humor.

- Me conformo. - Dice acomodándose en su silla con emoción. - Entonces dígame por ejemplo, ¿cuál es el primer recuerdo que tiene en su vida?

- No creo que sea una buena pregunta para empezar, señorita Etheldret.

- Comprendo, lo lamento.

Asiento mientras un sirviente trae el té y lo sirve frente a nosotros. Intento tomar un sorbo y lo dejo en la mesa al sentir mi boca arder.

- ¿Qué es lo que más le molesta de una persona?

- Casi todo. - Respondo con franqueza.

A decir verdad, no me gusta mucho la interacción humana por lo que me molesta la mayoría de las cosas que hacen los demás.

- Esa no fue una respuesta muy exacta.

- Pero es la única que obtendrás.

- Vamos, dame algo. - Me tuteo, sin embargo no se lo recrimino.

- Que me desautoricen o me intenten ver la cara de idiota.

Ella sonríe complacida por la doble respuesta y continúa con su interrogatorio después de beber el té de su taza.

- ¿Qué cosa diría que lo caracteriza o sería muy suya?

- Muchos dirían que la perfección, otras seguro mencionarían mi belleza y algunos alegarían mi arrogancia.

- Bueno, pero quiero saber que es lo que piensa usted.

Me detengo por unos segundos mientras observo sus ávidos ojos color caramelo expectantes por información y su sonrisa fresca buscando entender mi enredada mente.

- Mi entereza. - Contesto luego de unos segundos. - Si hay algo que quiero, créame señorita Etheldret que lo obtendré.

- No esperaba menos de usted, señor Lacrontte. - Repone jugando con el borde de su taza. - Sabe una cosa, odio el té.

Sin duda río ante lo irónico de la situación y pienso en que está será la última vez que tomo un consejo de Gregorie para una cita.

- Yo también lo odio, pero mi primo me lo aconsejo así que creí que sería buena idea.

- Tiene una hermosa risa. - Es lo que responde, llevándome a sentirme incómodo de repente.

- Volvamos a las preguntas. - Pido, regresando a mi muralla fría.

- Claro. - Lleva sus dedos a la barbilla mientras piensa en algo y yo me tomo el tiempo de admirarla. - ¿Suele pensar a menudo sobre lo que le ocurre y lo que siente?

Me distraigo un poco pensando en lo hermosa que es, dejándole ver lo envuelto que estoy con su presencia.

- ¿Responderá o seguirá detallando mi rostro? - Pregunta con una sonrisa triunfante ante una muestra de lo que yo llamo debilidad.

- Eso contará como otra pregunta y no. Las emociones hacen débiles a las personas, así que intento no atarme a nada ni nadie que pueda hacerme perder mi estabilidad. - Recalco lo último para que entienda que no seré jamás el hombre romántico o devoto que todas las mujeres esperan y aunque su belleza me distrae, jamás será suficiente como para caer rendido ante ella.

- Aunque intente sonar liberador, eso parece como si estuviera viviendo en una prisión perpetúa.

- Quizás. - Replico. - Pero me ha ayudado a vivir y es lo único que importa.

- ¿Cree en el amor? - Dice luego de un momento. Esperaba esa pregunta, claro que la esperaba.

- Nunca la he experimentado así que no sé si en verdad existe.

- Buen punto... pero si llegará a experimentarlo, ¿qué cree que son esas tres cosas que debería tener la persona que merezca ser amada por usted?

- Sencillo. Un carácter inquebrantable, es decir, que sepa hacerle frente a la vida, que no permita que la vida la derrumbe fácilmente y sepa defenderse. Por otra parte que sea alguien justa y que tenga pasión por lo que hace y lo que quiere.

- Veo que la justicia es algo muy importante para usted.

- Es mi lema de vida, señorita Etheldret.

Asiente satisfecha con mi paciencia, mientras deja a un lado la taza y se inclina hacia mi, buscando estar más cerca.

- ¿Qué es lo que la mayoría de la gente suele pensar de usted y no es cierto? - Cuestiona esta vez.

- Me he encargado de labrar la imagen que yo quiero que las personas tengan de mi. Así que todo lo que dicen o piensan debe ser cierto.

- Siempre hay algo que las personas no saben o en lo que se equivocan.

- Me gusta cantar, eso es algo que nadie sabe.

- Eso es interesante. - Arguye con una gran sonrisa. - ¿Podría usted cantar algo para mi?

- No canto enfrente de nadie y mucho menos para alguien. Espero pueda entenderlo.

- Créame lo entiendo y créame también cuando le digo que algún día cantará para mi.

- Eso es demostrar pasión por lo que quiere y en verdad admiro esa cualidad.

- Soy una mujer muy insistente.

Solo le cantaba a mi madre. Recuerdo su rostro sonriente mientras entonaba melodías suaves para ella y al perderla quede convencido de que nadie más estaría a su altura, por lo que jamás le volvería a cantar a ninguna persona.

- ¿Tiene claro lo que busca en la vida? - Espeta capturando nuevamente mi atención.

- Si, aunque lo incierto es lo mejor que puede existir.

- ¿A qué se refiere?

- Si te preocupas tanto por el mañana te pierdes de lo increíble que puede ser el hoy y entonces te pasaras toda la vida soñando con lo que vendrá que no disfrutas lo que tienes a la mano justo en el presente y seguramente al final no tendrás ninguna de las dos cosas.

- Desde ahora me considero seguidora de ese pensamiento. - Repone moviendo su cabello de lado a lado. - Y por último ¿iría mañana a una comida en mi casa?

El cambio extremo de tema me tienta a sonreír pero no lo hago. Me limito a asentir mientras la veo removerse feliz frente a mi.

- Gracias. - Dice de un momento a otro.

- ¿Por qué?

- Por abrirse conmigo, bueno al menos un poco.

A decir verdad nunca nadie se había interesado por hacerme ese tipo de preguntas. Por querer conocer a Magnus y no solo al "Rey Magnus". Se siente bien saber que ella ve más allá de mi título.

Por el resto de la conversación me siento más cómodo, más tranquilo. Vanir es tan agradable y abierta que me hace sentir a gusto mientras busca en mi esa parte en la que nadie más se fija.

Cuando la tarde cae y le da paso a la noche, la acompaño hasta la salida.
En el umbral ya la espera un automóvil para llevarla a casa, pero justo cuando pasamos por la sala principal encuentro a Gretta sentada en los muebles con una expresión de decepción y furia.

- Buenas noches. - Dice en un tono amargo al vernos.

- ¡Gretta! - Saluda Vanir con entusiasmo. - Pensaba ir a tu casa mañana por la mañana.

- Estaré ocupada. - Responde con la mirada puesta es mi.

- Bueno será en otra ocasión.

- Claro, como digas. - Replica con un enojo poco disimulado.

- Acompañaré a la señorita Etheldret al automóvil y ya regreso. - Le explico al ver su rostro.

- Aquí te espero.

Se cruza de brazos, mientras yo camino junto a Vanir. Ella me pide que la llame por su nombre y deje las formalidades aún lado, así que hago una nota mental rápida de su pedido a medida que nos acercamos.

- Fue un placer pasar la tarde con usted, majestad. - Dice antes de entrar al automóvil.

- También fue grato para mi contar con su presencia.

- Lo espero a las 6 en mi casa, mañana. No lo olvide.

- Allí estaré. - Aseguro abriendo la puerta para ella.

Se aproxima a mi y da un beso en mi mejilla. No me molesta, al contrario, me gusta que lo haga.

Vanir no me hace sentir incómodo y es una de las cosas que adoro de ella.
Su sonrisa se extiende esperando una devuelta pero no lo hago, no me es sencillo ese gesto con las personas.

- Buenas noches. - Digo en su lugar.

Su sonrisa no decae mientras entra al automóvil y una fugaz mirada es lo último que recibo antes de verla partir.

Voy de regreso al palacio, a sabiendas que tendré que afrontar los celos desvariados de Gretta y sus grandes reclamos.

- ¿Desde hace cuánto estas aquí? - Pregunto cuando llego a ella.

- El tiempo suficiente, pero intenté mantener la compostura debido a que odias las escenas.

- Me parece magnífico de tu parte. - Espeto, tomando lugar a su lado. - Permíteme felicitarte.

- De todas las mujeres que hay en Lacrontte, justamente tenías que fijarte en mi amiga. - Es la respuesta que recibo.

- Yo no pensé que eso sucedería, pero es linda y agradable. Me gusta Vanir y en verdad lamento si eso te hiere.

- ¿Qué tiene ella que no tenga yo? - Pregunta contrariada. - Somos parecidas. Dime Magnus ¿por qué ella si es suficiente y yo no?

- No digas esas cosas, Gretta. Tú eres muy valiosa para mi.

- No, no es cierto y ¿sabes por qué?

- ¿Por qué? - Pregunto preparado para su cólera.

- Mi padre hoy me dijo que tú no te fijaras en mi y que ya se canso de esperar que el milagro suceda.

- ¿De qué hablas? - Cuestiono confundido.

- Me van a casar. Estoy comprometida, Magnus. - Informa con ojos cristalinos. - Me voy a casar con un hombre al que no amo.

Las lágrimas comienza a escurrirse por sus mejillas de manera deliberada. Me hace sentir inmensamente mal, como el peor amigo que pueda existir.

- ¿Qué?, ¿con quién? - Interrogo contrariado.

- Lorian Wifantere, príncipe de Cristeners. - Informa, dejándome pasmado. - Mi padre hace negocios con ellos y creyó es una gran idea para unir los lazos y hacer mejores inversiones sin ningún tipo de riesgo.

Veo el anillo de compromiso en su dedo y continuó perplejo ante la noticia. No puedo creer que Gretta vaya a casarse.

- Me han comprometido con él hace unas horas. Ni siquiera lo sabía, todo me tomo por sorpresa.

La agarro de la mano y la llevo hasta la tercera planta. No deja de llorar durante el camino y no sé muy bien que hacer para calmarla.

Cuando llegamos ya su rostro esta enrojecido y se sienta en mi cama a seguir con el llanto.

- Debe haber algo que podamos hacer. - Le digo, acomodándome a su lado.

- No hay nada que hacer, ya conoces a mi padre y lo severo que es.

En eso tiene razón. El barón Tebeos comparte mi carácter y una vez que ha tomado una decisión no hay nada que lo haga cambiar de parecer. Fue esa una de las cosas que lo llevo hacer el amigo más cercano de mi padre.

- Los Wifantere no me agradan demasiado. - Revelo, aumentando su desasosiego.

- ¿Crees que a mi si? - Replica ella. - Odio a su hermana y ahora también lo odio a él.

- Calma, Gretta. - Pido mientras seco sus lágrimas. - Yo estaré para ti cuando lo necesites, no estas sola y nunca lo estarás.

- No lo amo, Magnus. ¿Cómo voy a casarme con alguien a quien no amo?

La entiendo perfectamente. A pesar de ser una joven irreverente es una completa romántica y la idea de casarse sin amor debe ser tortuosa para ella.

- Magnus. - Llama sorbiendo su nariz. - Hazme el amor ¿si?

- ¿Qué dices? - Pregunto asombrado. - Gretta claro que no. Yo no puedo hacer eso. Tú solo eres mi amiga.

- Al menos dame esto. - Pide con un gesto melancólico. - Me casaré y tendré que entregarme a un hombre que no amo. Al menos dame la certeza de que mi primera vez fue con alguien a quien quise con fervor.

- Encontraras a alguien que te ama y a quien amarás de igual manera.

- ¿Magnus, a caso no me estas escuchando? La vida no me dio esa posibilidad. No ahora y antes de que sea demasiado tarde quiero sentir que alguien me quiere.

- Yo te quiero, Gretta. Te quiero en verdad pero...

Pone sus dedos en mi boca para hacerme callar. Veo la desolación en sus ojos, el miedo de saber que esta obligada a pasar su vida con alguien que no amará y que muy seguramente tampoco le corresponderá.

- Prometo que jamás hablaremos de esto, nunca lo mencionaré a nadie. - Asegura con necesidad. - Aquí ocurrirá y aquí morirá.

Me debato internamente entre hacer o no hacer esa locura.
La miro, estoy nervioso, siento que sus ojos me acusan como si esto de una u otra forma fuese mi culpa.

Gretta intenta decir algo más cuando la tomo del cuello y la hago callar dándole un beso en la boca.
No puedo creer que haya accedido a esto, pero al menos le daré la sensación de ser amada antes de que se una a un hombre que no la hará feliz, al menos en un principio.

Mientras la acuesto en la cama sin interrumpir el beso, le desabrocho el vestido y lo quito por sus brazos.

Me separo y me despojo de mi ropa quedando desnudo frente a ella. Su mirada se pasea por su cuerpo y su mano se posa en mi entrepierna, haciéndome jadear ante la nueva sensación.

Esto es nuevo para ambos, así que cuando mueve su mano alrededor de mí no puedo evitar disfrutarlo.

Veo su cuerpo desnudo mientras ella juega conmigo. No puedo decir en este punto que no la deseo, es hermosa y sería un total engaño.

- Debemos protegernos, no queremos que llegues embarazada a tu matrimonio. - Espeto y ella ríe nerviosa.

Voy a mi gaveta y tomo lo que necesito, mientras ella se recuesta sobre la cama.
Bajo a su cuerpo y la beso, ella me responde rozando el calor de su entrepierna en mi pelvis y bueno no hay que detallar todo lo que ocurrió después.

Entre su gesto de dolor y mi miedo por estar lastimándola, me perdí en ella con un poco de dificultad; Pero a pesar de ello, cuando me pidió que continuará lo hice y la observé disfrutar ante mis movimientos.

Mientras estábamos allí, la vi mirarme con tanto amor que me sentí culpable. Se aferraba a mi cuerpo con tanta urgencia que no pude disfrutarlo aún cuando la observe tan llena de placer.

Sus jadeos inundaron mis oídos y su cuerpo se acoplo perfectamente al mío, pero yo solo podía pensar en el daño que le estaba haciendo a su corazón.

- No pienses demasiado. - Pide debajo de mi cuerpo con la respiración entrecortada. - Cierra los ojos y disfrútalo por un momento.

La miro y le ofrezco una sonrisa que ella devuelve de inmediato. Hago lo que me pide y entonces por lo que queda del acto me permito disfrutarlo.



Nota de autor.

¡Hola!, Hello!, Hei!

¿Difícil de leer? Recuerden que es su pasado y que ahora tiene un bonito presente con Emily.

Pensé mucho en con quien debía ser la primera vez de Magnus y decidí otorgarle ese derecho a Gretta. Creo que es quien más lo merece.

Ella esta asustada y prefirió entregarse a quien ama antes de hacerlo con un hombre que no es el dueño de su corazón, así que no la juzguen demasiado.

Por otra parte, quisiera saber que les parece Vanir y cómo les resulta la manera en la Magnus piensa en ella.

Sin otra cosa que decir, los quiero y nos vemos en el siguiente capítulo.

Me puedes encontrar en Instagram como @karinebernal

Continue Reading

You'll Also Like

15K 1K 18
Lo del título
34.6K 1.6K 17
Jeongin siendo el Omega más coqueto y lindo no ayuda mucho para changbin. En el sexo con él no se puede ser amable. Changbin top Jeongin bottom ¡18+...
641K 34.8K 113
one shots y otras cosas que (nadie me lo pidió pero) me gustaron al leerlas y se las quería compartir. la mayoría son sacados de Tumblr, por lo que n...
164K 14.2K 27
Esta historia contiene ABDL Leer con discreción.