Danielle: Reina Perdida.

By andffe

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ஜ Cuando el rey de las Tinieblas y la reina de la Luz consumaron su amor, un hijo híbrido, de sangre gris, na... More

ஜ Glosario ஜ
ஜ 𝓓𝓮𝓭𝓲𝓬𝓪𝓽𝓸𝓻𝓲𝓪 ஜ
ஜ 𝓔𝓹í𝓰𝓻𝓪𝓯𝓮 ஜ
ஜ 𝓟𝓻𝓮𝓯𝓪𝓬𝓲𝓸 ஜ
ஜ 𝟭 ஜ
ஜ 𝟮 ஜ
ஜ 𝟯 ஜ
ஜ 𝟰 ஜ
ஜ 𝟱 ஜ
ஜ 𝟲 ஜ
ஜ 7 ஜ
ஜ 𝟴 ஜ
ஜ 𝟵 ஜ
ஜ 𝟭𝟬 ஜ
ஜ 11 ஜ
ஜ 12 ஜ
ஜ 13 ஜ
ஜ 14 ஜ
ஜ 15 ஜ
ஜ 16 ஜ
ஜ 17 ஜ
ஜ 18 ஜ
ஜ 19 ஜ
ஜ 20 ஜ
ஜ 21 ஜ
ஜ 22 ஜ
ஜ 23 ஜ
ஜEpilogo ஜ
¡Cambios, datos y un gran especial! ஜ
¡Especial apariencia de los personajes! ஜ

ஜ 24 ஜ

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By andffe


Capítulo. 24: "F i n a l" .

Una vez más, Denylla en el cuerpo de la joven Danielle confronta una circunstancia errática que, por más que debía ocurrir es difícil de tragar.

Lexter cayó sobre el cuerpo de Amelia tras abalanzarse hacia ella en un asalto impulsivo, cubriendo a Danielle con su magia negra la protegió, al principio solo deseaba hablar pero... al ver el hechizo dirigido a la inocente, no le importó lo que planeaba.

No iba a seguir dejando que esa mujer se saliera con la suya, su hijo era la gota que había completado el mar, la soberana no debía estar ni un segundo más con vida y quiso terminar todo con su propia voluntad.

Así que, cuando la magia de Amelia rozó su espalda para volverlo polvo, usó su poder para embestirla en contra el suelo y atravesarle el corazón con las propias manos, con esas con las que Leonardo había sufrido, arrancando mas que venas, un vocifero y con ello, acariciando la dulce ciudad del fin.

El rey de las Tinieblas se ha hecho cenizas.

Y a su lado una divinidad del mismo rango muerta.

Sin palabras, sin aliento, sin nada.

Comenzaron un caos juntos y así lo han terminado.

—¡Lexter! —nombra a una pila de desgracia, tratando de unir todos los escombros con sus dedos—. ¡Lexter!

~Por favor, dile a Catalina que me perdone~ se oye una voz en los pensamientos de Danielle sin sitio del cual venir ~espero que tú también puedas hacerlo alguna vez, reina~

Se calla y observa a un ser que alguna vez creó, a la luz más brillante de todas que se ha extinguido por avaricia. Ha venido del brillo y ahí ha regresado tal como el hombre.

Porque se puede tener todo estando vivo, tanto material, tantas personas a tu ordenes y tanto poder como quieras pero, al momento en el que dejas de existir, que solo estás tú y una incertidumbre de a dónde vas que nadie contestará por ti... no eres nada.

La diminuta cantidad de fuerza que le resta, es elaborada en una cabizbaja valla de un milímetro rosada que resguarda las migas de lo que quedó del rey.

Solo falta una pizca de convencimiento para declarar que ha hecho su promesa: el portal.

—¡Ahg! —se queja, sin adquirir la libertad de movilidad que desea.

Cualquier rastro de optimismo es hundido en el contexto de su etapa moribunda, no basta con dar brincos desde su casi tumba para llegar a la terraza a solo unos pasos del trono y así observar la frontera, es malogrado el deseo con más sequedad.

Ni siquiera puede mantenerse perspicaz.

—¡Danielle! —vocea una Illasionist, entrando en un correteo sostenido por su amado oji-verde—. ¡Jasges! ¡¿Qué le hiciste?!

Ambos Criarzus se privan con el cadáver solemne de Amelia y de todos modos se centralizan en la muchacha padeciendo al borde de no poder comunicarse.

—N-no importa...—cuchichea la híbrida con los brazos de la femenina acogiendo su persona, ambicionando ayudar.

—No te preocupes, le dije a tu hermano que iba a ayudarte, ¿si? Vas a estar bien —esperanza Rhosa cuando el Crativ le colabora con el levantamiento de la debilitada chica—. Jas, debemos quitarle el veneno. ¿Hay alguna forma de...?

—P-por favor... llévenme allá —demanda, apuntando con la cabeza la baranda de la azotea—, q-quiero... v-ver a mi reino...

El guardia aprieta los labios, tiene la certeza de que la Raimbark conoce su futuro: fallecer.

—Tenemos q—

—De acá a que encontremos una solución habrá muerto, Rhosa, hay que hacer lo que pide —interrumpe procesando la atosigante culpabilidad en su organismo—, suéltala, yo la llevaré.

—Jasges.

—P-por favor —prosigue, agarrotada por una tos exasperante.

Sofocada y con las ganas más grandes de ponerse a llorar con la horrible situación, solo acepta. Alejando su socorro de Danielle a la vez que el hombre de su vida la traslada con prudencia al área que tanto está implorando.

Las puertas vidriosas arañadas por las irrupciones de la naturaleza se parten con un ligero rodillazo del camarada masculino, los pedazos cortan su brazo al desmoronarse y finalmente posar a la albina en el barandal; el soplo aplacado del caos desaparecido manosea un rostro dolorido que sonríe apagado, contemplando los cielos de la frontera sin contaminación, la noche y el día que se apartan entre sí cual artistas ya en paz.

Lelia pinta una cantidad de belleza espectacular que le roban una lagrima a la observante, el color sigue ahí en el pueblo que alguna vez hizo, las criaturas por tan asustadas que estén son visibles, seres que ella no planeó descubrir pero que de todos modos aprecia.

Y sí, Amexter y Lelia se han vuelto ruinas, sin embargo unas ruinas que podrán reconstruirse en alianza, porque la tormenta de calamidades se ha culminado.

La promesa se ha cumplido, el portal se fue, los Raimbaks ya no deben ser exterminados, nadie tiene porqué sufrir.

—No pensé que... —el Crativ a su lado aguanta el aire, dando lo mejor que puede—. Amelia me había dicho "la verdad",  juró que si yo te capturaba ella iba a...

—L-lo hiciste por Rhosa —termina la joven sin resentimiento—. No te c-culpo de nada, tú y muchos fueron engañados... —Danielle despega el apoyo de Jasges y se engancha al cemento—. G-gracias..., ambos cumplimos... n-nuestras promesas, ¿verdad?

El gesto de la oji-rosada es tan claro como las lagrimas cristalinas brotando de los mismos, "déjame sola" pide sin usar garganta para transmitir sonido y él lo acepta.

—Lo lamento, mucho.

En la lejanía de la luz de la población, se resalta un robusto aventurado con alas enormes mostrándose sin pena.

La presión por saltar a sus brazos se presenta, su insistencia le da la osadía de tirarse de su lugar, resbalando sus torso hacia delante y dejando que la suerte sea su última carta, la agonía evoluciona por pureza en su máxima expresión con el tacto inadvertido tan codiciado de un admirado ser, llamado Anthony.

El vuelo es llevado hasta las alturas de las nubes que parecieran niebla entre ellos, ocultando con gentileza la desgracia formada en ambos.

—¿Por qué? —la pregunta se dispara por un corazón arrugado entre hipidos—. ¿P-por qué tienes que irte? ¡¿Por qué tengo que perderte de nuevo?!

Su mano pálida arrulla el temor a lo negado con solo una pasada por su mejilla.

—A-Anty... gracias. S-siempre fuiste q-quien...

—¡No hables como si te despidieras! ¡Por favor! —llora, apretándola de tristeza—. ¡No me dejes, Denylla! ¡No quiero que...!

—A-Anthonio.

—¡No quiero que me dejes solo!

Silencio.

—Regresaré... l-lo prometo —declara—, y esta v-vez... yo seré quien te busque.

—Denylla... —su abrazo en los aires llena el espacio creado por el dolor.

—Eres... mis alas, Anty —susurra tocando su nariz con la suya—. Siempre serás mis alas...

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