El Día Que Las Estrellas Caig...

De kathycoleck

1.5M 170K 147K

Willow Hemsley soñó una vez con ser diseñadora. Con recorrer el mundo y conocer a un chico decente antes de r... Mai multe

Prefacio
Capítulo 1 : El adiós no dicho
Capítulo 2 : Madurez
Capítulo 3 : La loca
Capítulo 4 : Como la aguamarina
Capítulo 5 : Culpa de Piolín
Capítulo 6 : Más cerca
Capítulo 7 : Estrategia para conquistar a Willow
Capítulo 9 : Bajo la mesa
Capítulo 10 : Un pequeño regalo
Capítulo 11 : Soledad
Capítulo 12 : Alguien tiene que hacerlo
Capítulo 13 : Secreto descubierto
Capítulo 14 : Madera y menta
Capítulo 15 : Pasatiempo
Capítulo 16 : La familia perfecta
Capítulo 17 : Una historia para no ser contada
Capítulo 18 : En el tejado
Capítulo 19 : Persona no grata
Capítulo 20 : Declaración
Capítulo 21 : Intolerable a los prejuicios
Capítulo 22 : Lección de honor
Capítulo 23 : La casa de la colina
Capítulo 24 : Confrontación
Capítulo 25 : Justificación barata
Capítulo 26 : Favor pendiente
Capítulo 27 : En voz alta
Capítulo 28 : Mañana
Capítulo 29 : Primeras veces
Capítulo 30 : Valor
Capítulo 31 : Amigo. Hermano. Traidor
Capítulo 32 : El loco
Capítulo 33 : Beso de buenas noches
Capítulo 34 : Paredes en blanco
Capítulo 35 : Perro fiel
Capítulo 36 : Un alma vieja
Capítulo 37 : Culpable
Capítulo 38 : Silencio
Capítulo 39 : Opciones
Capítulo 40 : Charla de despedida
Capítulo 41 : Hasta el fin del mundo
Capítulo 42 : Todo lo perdido
Tiempo
Capítulo 43 : En reparación
Capítulo 44 : A. Webster
Capítulo 45 : El adiós dicho
Capítulo 46 : Novecientos noventa y nueve intentos
Epílogo
Nota Final de Autor
✨ Extras ✨
La carta que no encontró destino
Después de ocho años
En el prado
¡Anuncio Importante!

Capítulo 8 : Sermones

27.5K 3.4K 2.7K
De kathycoleck


WILLOW


—Hablo en serio, Nat. —digo tras darle un trago a mi cerveza. —Debemos establecer ciertos códigos en nuestra relación para definir lo que es importante. Por ejemplo, es importante decirle a tu mejor amiga que su ex volvió al pueblo, tuvo un hijo y está más bueno que el helado napolitano. Obviamente no el hijo, sino el padre. De ese modo, tu mejor amiga—y puntualizo la frase— no tiene un ataque cuando se topa accidentalmente con él y luego un segundo ataque cuando ve a su retoño.

Llevamos alrededor de una hora en Fallen Bottle, o como popularmente lo llamamos: el bar de Billy. Nadie en el pueblo se atreve a pronunciar ese horrible nombre que parece sacado de una mala película de fantasía. Hubo un tiempo en que la gente intentó convencer a Billy de cambiárselo, pero él estuvo reacio, convencido de que el nombre transmitía el carácter de su negocio. Agradezco que no tenga razón, porque entonces el lugar se vería igual que una taberna medieval.

El zumbido de las voces ahoga nuestra conversación. Hay más gente de la que creí que encontraríamos, aunque, claro, es sábado. Casi todas las mesas están llenas y la barra se halla completamente atestada. Fuimos afortunadas de hallar un sitio vacío en el extremo poco iluminado del fondo, donde es seguro que nadie nos escuchará. Nat no bromeaba cuando dijo que el bar tenìa mejor aspecto. La remodelación le ha dado una apariencia más íntima. Los muros de ladrillos, las columnas de madera y la barra de caoba pulida refulgen bajo la luz dorada de las arañas. El cristal de las ventanas ya no es amarillento y la mesa de pool fue reemplazada. También hay una nueva y reluciente estantería de licores adornada con luces neón que te hace desear preparar tu propio cóctel mortal.

Alguien se tomó en serio la tarea de devolverle la vida al lugar.

—¿Estás prestándome atención o coqueteando con el tipo detrás de mí? —insisto cuando Nat no responde.

Ella me da una mirada culpable.

—No coqueteo.

Si, claro. Como si no hubiera visto la manera seductoramente explícita en que se llevaba el vaso de cerveza a los labios.

—Eres increíble.

Resopla de un modo nada elegante.

—¿Qué quieres que te diga, Willy? Fuiste tú quien me prohibió hablar de Daven. Cada vez que lo mencionaba o me acercaba lo suficiente para darte alguno que otro detalle de su vida personal, te negabas a escucharme. Ni siquiera después de que llegaste a Hampton cambiaste de opinión. Has sido tan obstinada.

—De acuerdo, puede que haya actuado estùpidamente, pero... vamos, ¿un hijo? Tendrías que haberme dicho eso.

—¡Lo intenté! —reitera. —Nunca me lo permitiste.

—Espero que a partir de ahora decidas actuar como una buena mejor amiga. No voy a soportar otra sorpresa como esa. Fue... extraño. —por no decir horrible.

—Bien. Juro que seré más comunicativa con la señorita no-menciones-a-Daven. De cualquier forma, —agrega en un tono más apacible. —no creo que haya algo más de lo que debas enterarte. Ya lo sabes todo.

—No todo.

Evito hacer la pregunta directamente. Nat lo nota y pone los ojos en blanco.

—No es de Verónica. —explica despacio. —El niño. No es de Verónica.

La presión en mi pecho disminuye y me doy cuenta de que llevaba mucho tiempo sintiéndola. Es algo diferente al alivio; una combinación de esperanza e incertidumbre. Cielos, está tan mal sentirme de este modo, como si una pequeña parte de mí albergara expectativas. Claro que hay muchas cosas que no debería sentir hacia Daven después de lo que pasó.

Y, sin embargo, heme aquí.

—Ellos parecían unidos. —comento recordando la forma en que se comportaban en el taller. —Me dio la impresión de que eran una pareja.

Mi amiga niega con la cabeza, su pelo rubio siguiendo el movimiento.

—Impresion equivocada, amiga mía.

—Pero tenía a su hijo. Te conté que fue a dejarlo al taller. —insisto. —Además, en la cafetería... actuó como si fuera la madre de Trevor.

—Siempre ha funcionado así entre ellos. Verónica es la única figura materna que conoce.

—¿Qué quieres decir?

Nat desliza a un lado la cerveza para inclinarse más cerca.

—Cuando Daven regresó a Hampton, no lo hizo solo, sino con un niño de dos años. La gente estaba un poco conmocionada por verlo transformado en padre soltero. Más de uno trató de indagar, pero él nunca dio explicaciones sobre quién era la madre. Además, siempre pareció tenerlo todo bajo control, incluso durante el tiempo que le llevó reconstruir el taller. Su padre era el único que le echaba la mano. Sólo contaba con él, ya que para entonces Devan se había enlistado en el ejército. —su expresión se vuelve reflexiva. —No sé exactamente cómo Daven y Verónica volvieron a acercarse. La cosa es que terminó ocurriendo unos meses después de su regreso.

—Siempre fueron buenos amigos. —hao un gesto de indiferencia con la mano. —Amigos de esos que se follan.

—Pues estuvieron en una relación. Quiero decir, lo intentaron. Es la razón de que ella actúe de modo tan protector con Trevor. —aclara. —Aún después de que se separó de Daven, quiso seguir teniendo contacto con el niño. Supe que llegaron a una especie de acuerdo, con horario de visitas, días de paseo y todo eso.

Una punzada de celos me atraviesa. Eran una familia, una familia real.

—¿Por qué terminaron?

—Ni idea. Un día estaban juntos y al siguiente ya no.

—¿Segura que no hay nada entre ellos?

—Ya te lo dije. —agrega con una nota de cansancio. —Verónica es la prometida de Zachary ahora. ¿Recuerdas a Zac?

Mis ojos se agrandan.

—¿De verdad se casará? Oh, vaya. Es que ella siempre fue...

—El amor lo cambia todo. —declara con una falsa voz romántica. —Sigo esperando que mi propio príncipe azul aparezca, pero tal vez esté borracho en alguna esquina.

—Espero que no se acerque. No quisiera verte con un ebrio.

—Al menos los bares ofrecen material decente para una noche. —vacía su vaso de un trago mientras le da otra mirada al sujeto detrás de mí. —Puedes relajarte por el poco tiempo que dure.

Suelto un bufido.

—Si tú lo dices.

—Deberías intentarlo una vez, es divertido. Y no tienes que compartir información personal después del acto.

—Paso, gracias.

—¿Te estás guardando para Daven? —alza una ceja.

—Oficialmente, esta conversación dejó de tener sentido.

—¿Desde cuándo no tienes sexo?

—¿Por qué eso es importante?

—Porque te cambió la cara cuando supiste que que tu ex se encuentra disponible. Además, acabas de decir que está más bueno que el helado napolitano. O sea que no has parado de mirarlo de forma lujuriosa. —entrecierra los ojos y el azul de sus ojos destella con perspicacia. —Lo deseas.

—Yo...

No sé qué decir. Sí, Daven es atractivo, lo ha sido desde que era un adolescente. Pero no significa que ande por ahí teniendo fantasías sexuales sobre él. Es más que eso.

—Yo... tengo curiosidad sobre cómo es ahora. —reconozco. —Aunque después de nuestro último encuentro, dudo que sea capaz de verlo a la cara de nuevo. No debí gritarle. Perdí el control.

—Él también lo hizo. —me recuerda. —Era algo que ocurriría tarde o temprano. Ninguno de los dos ha logrado dejar atrás una mierda. Sólo espero que lo acepten cuanto antes. Eso de guardárselo todo y luego explotar no puede hacerle bien a nadie. Sería más sencillo si sólo hablaran. —duda antes de añadir. —Probablemente Daven tenga mucho que decir y, ya que estamos, tú también guardas secretos que quizá merezca saber.

—¿Y para qué? —pregunto con el cuerpo ya rígido. —¿De qué serviría?

—Te llevaste la peor parte. Parece justo que él...

—Estás pisando en campo minado, así que ni una palabra más. —tomo una bocanada de aire. Luego, le doy un vistazo a mi cerveza ya caliente. —Creo que deberíamos pedir algo más fuerte.

Sus labios adoptan la forma de una dura línea y puedo ver que quiere continuar presionando. Sin embargo, Nathalie es una excelente conocedora de mis límites. Sabe que no conseguirá nada hostigándome. Su única opción es acceder.

—De acuerdo. Emborrachémonos.

⭐️⭐️⭐️⭐️⭐️⭐️

Un par de mojitos son suficientes para eliminar la tensión entre ambas. Pasamos las siguientes horas carcajeándonos y combinando bebidas como dos inexpertas chicas de universidad. El bar se llena hasta que no hay un sólo lugar hacia el que mirar sin encontrar gente chocando tragos o parejas coqueteando. Nuestras risas se pierden fácilmente entre el ruido de la multitud mientras el tono de la charla aumenta, producto de todos los chismes que Nat ha acumulado. Está revelándome más detalles de los necesarios sobre situaciones que nunca creí que sucederían en Hampton. Parece haberse tomado en serio el papel de investigadora o, de otro modo, ¿cómo sabría que los Sullivan venden porno amateur en internet?

Caray.

—Debo ir al baño. —digo cuando finalmente logro controlar las risotadas.

—Oh no, no. Iré yo primero. Lo necesito más que tú. —Nat se pone en pie de un salto antes de aferrarse al borde de la barra. —Wow, a alguien se le subieron los tragos.

—Intenta no ligar con nadie en el camino.

Ella suelta una risita histérica.

—Tranquila, no me gusta el sexo en los baños. Nunca sabes de dónde sujetarte para evitar llenarte de gérmenes.

En otro momento, la habría mirado horrorizada. Ahora sólo me río.

—Que asco.

—Cuida mi lugar.

A continuación, camina dando traspiés hacia el largo pasillo a la derecha.

Bebo el resto de mi... ¿margarita? No puedo recordar cuando la pedí, pero está tan buena que no le presto atención. Supongo que tendremos que regresar andando a casa. Quizá dejar el auto de Nat en el estacionamiento del bar y venir por él mañana temprano. No hay forma en que alguna de las dos conduzca cuando ella se tambalea y yo soy incapaz de recordar el momento exacto en que pedí mi copa.

—Willow, ¿qué tal estás?

Alzo el rostro para encontrar a un sujeto parado frente a mí. Su cabello es de un rubio cenizo, sus ojos tan profundamente azules que casi llegan a ser negros. Tiene una nariz curva y barbilla prominente en la que destaca un pequeño hoyuelo. No es tan alto, aunque sí lo bastante fornido para pasar por jugador de fútbol americano. Lo reconozco como uno de los chicos de la manada. Es fácil recordarlo porque fue el primer chico que me besó.

—Jason. —sonrío lánguidamente antes de recordar controlar la cara de borracha. —Qué agradable coincidencia.

Él me devuelve el gesto mostrando dientes perfectos.

—Lo mismo digo. ¿Puedo hacerte compañía?

—Sólo hasta que mi compañía regrese.

—¿Y esa compañía es femenina o masculina?

—Una amiga.

—Qué alivio. —comenta tomando asiento. —Te vi en Paradise hace unos días, pero estaba atrapado haciendo compras y no pude acercarme a saludar.

—Ahora lo estás haciendo. ¿Cómo va todo?

—Responderé únicamente si aceptas que te invite un trago.

Examino mi copa vacía. Luego, a Jason.

—Otra Margarita estará bien.

Él ordena la bebida a uno de los chicos detrás de la barra. Una vez que la recibo, cumple su palabra y me habla un poco de su vida. De alguna manera, terminó convertido en un respetado agente de bienes raíces. No se me escapa el hecho de que vive en Portland y que, como yo, sólo planea quedarse en Hampton por el tiempo que dure el verano.

Interesante.

—Mis padres me habrían matado si no cedía a pasar la temporada en el pueblo. —aclara. —Hace un año que no venía.

—Razonable.

—¿Qué hay de ti, chica de la ciudad? —pregunta jugueteando con la botella de cerveza en su mano. —Dame algo que pueda usar para extender esta conversación.

—Ah, qué puedo decir. —suspiro. —Maestra de primaria, amante de las mascotas, aunque no tenga ninguna, y una mujer soltera.

No sé por qué lo digo. ¿Acaso estoy flirteando?

—Aprecio la información. —Jason se acerca un poco. No lo suficiente para invadir mi espacio personal, pero sí para dejar claro que tengo toda su atención. —Yo también estoy libre de compromisos. Me he vuelto adicto a la soledad últimamente.

—Eso puede ser contraproducente cuando estás tratando de ganarte el interés de una chica.

—Depende de lo que ella busque.

—En ese caso, aprecio la información. —de acuerdo, estoy flirteando.

Jason luce complacido.

—No era así como te recordaba. —comenta sin dejar de observarme. —Tan... desinhibida.

Quiero bufar, pero me contengo porque estoy disfrutando de esta conversación que es, al mismo tiempo, una especie de juego previo. En lugar de responder, apoyo el codo en la barra, levanto la copa y bebo un trago de Margarita. Los ojos de Jason caen en mi cuello expuesto y sonrío para mí misma. Tengo un cuello bonito, o al menos eso me han dicho los pocos hombres con los que he salido. Mostrarlo es como ejecutar mi propia danza de la fertilidad.

—Quizá deberíamos hacer de esta conversación algo más privado.

Oh, vaya. Alguien acaba de saltarse el juego previo. Me pongo en alerta, una cosa es tontear y otra es asumir que estoy lista para el contacto físico.

—Lo siento. Vine con alguien y no tengo intenciones de dejarla.

—Exacto. —Nat aparece a mi lado. —Está en el manual de supervivencia de amigas ebrias.

Podría ser un comentario juguetón, si no fuera por el hecho de que su tono es severo. Los ojos de Jason se agrandan y traga con nerviosismo.

—Sólo le hacía compañía a Willow mientras te esperaba.—-explica casi apresuradamente.

Sus palabras me dejan un tanto confundida. No "sólo me hacía compañía". Estaba a punto de proponerme tener sexo. ¿Qué está mal con este tipo?

—Bueno, ya estoy de vuelta.

Él se pone en pie y hace un gesto para que ocupe el taburete.

—Supongo que las dejaré. Hasta pronto, Willow. —suena formal, demasiado serio.

Abro la boca para responder, pero Jason ya se ha marchado.

—¿Por qué fuiste tan grosera con él? —pregunto viendo su figura perderse en la multitud. —Estaba siendo amable y sexy hasta que apareciste hablando en ese tono amenazante.

—Ay, demonios. Dime que no estabas coqueteando con él.

—Desde luego que lo hacía.

—Creí que no eras de rollos de una noche.

—No lo soy. Trataba de relajarme, nada más. ¿No fuiste tú la que me dijo hace unos minutos que debería probar?

—Sí, pero no con Jason. —señala. —Tiene una mujer embarazada esperando por él en Portland. Una mujer embarazada de su segundo hijo. Saddy me lo contó después de que él intentó meterse en mis pantalones... y eso fue poco antes de que llegaras al pueblo.

—Ah.

Tendría que haber imaginado que seguía siendo el mismo de siempre.

—Es un bastardo, pero lo importante es que no caíste. —me anima. —Ahora brindemos.

—No sé por qué brindaríamos.

—Porque respetaste el código de ebrias y estoy orgullosa de ti.

—La próxima vez vuelve pronto del maldito baño.

—Tranquila, protegeré tu trasero de caer en las manos equivocadas. —concluye chocando su copa con la mía.

No me queda claro si son los tragos o el hecho de que casi me toman el pelo cuando trataba de ligar luego de un año de celibato. Sea lo que sea, me ha dejado en una espiral emocional. Bebo e intento distraerme hablando con Nat y, cuando ambas cosas parecen insuficientes, decido que necesito un respiro. Me excuso para ir al servicio, aunque a medio camino me desvío y salgo por la puerta lateral del club.

La noche es fresca; estrellas apenas visibles salpican el cielo y guijarros de nubes purpúreas se condensan en la distancia. Los efectos del alcohol me pasan factura mientras permanezco de pie observando a una pareja besuquearse bajo la luz de la farola en la esquina de la calle. Todavía no estoy lo bastante ebria para necesitar sujetarme de las paredes o enredarme con las palabras, pero mi cabeza se siente ligera y mi boca demasiado suelta, lista para entablar conversación con cualquier extraño. Soy afortunada de tener cierta resistencia al licor, es lo único que evita que acabe vomitando cuando rebaso el límite de tragos. Lástima que no ocurra lo mismo con la estupidez de borrachos, esa que me impulsó a ligar con Jason y que ahora trae a Daven a mi mente.

Ni lo pienses, Hemsley.

Ignoro la advertencia por la sencilla razón de que estoy achispada. Extraigo el teléfono de la cinturilla de mis vaqueros y reviso mi bandeja de entrada arrugando el ceño ante el resplandor de la pantalla. Me muevo despacio entre los últimos mensajes hasta dar con el indicado, el mismo que he leído al menos una docena de veces.

Dime que llegaste bien, por favor. Es Daven.

Lo envió la noche que peleamos, poco después de que regresé a casa. No sabía cómo responderle, así que no lo hice. Daven tampoco insistió con llamadas o segundos mensajes. Me sentí un tanto decepcionada, pero, por otro lado, estaba convencida de que lo mejor era eludir el contacto. Sólo de ese modo nos ahorraríamos los momentos incómodos y las explicaciones que, a fin de cuentas, no debían ser de la incumbencia del otro. Sólo de ese modo desaparecería la quemazón en mi cuerpo cada vez que pensaba en él o su hijo. Era la salida más sana e inteligente para los dos.

El grupo de argumentos rebuscados me permitió dormir en paz esa noche, pero perdió fuerza con el pasar de los días. Ahora es un discurso vacío, que resuena y resuena como el eco de unas campanas. Últimamente, da la impresión de que necesito todo tipo de sermones para mantenerme cuerda. Uno para Arlene, otro para los chismosos del pueblo, otro para el pasado, uno más para Daven... qué locura. Siento que, cuanto más los uso, más pierden fuerza sobre mí. Me asusta el momento en que dejen de funcionar por completo y ya no tenga excusas para evitar mirar mi interior. ¿Qué ocurrirá cuando se quiebren todas las capas que son mis defensas? ¿Qué si descubro que no puedo manejarlo, que no poseo la fuerza para siquiera intentarlo?

Leo el mensaje por enésima vez y mi mirada vaga hacia el ícono de llamada en la parte superior. Podría usar la embriaguez como justificación para hablarle, pero lo cierto es que es un deseo más profundo, imposible de camuflar bajo la excusa del alcohol. ¿Suena muy cursi decir que quiero escuchar su voz? ¿Me convierte en una masoquista? ¿Qué le diré cuando abra la llamada? ¿Qué vendrá después? ¿Y por qué demonios no puedo dejar de sobreanalizar todo cuando se trata de Daven?

Sacudo la cabeza y decido borrar el mensaje antes de guardar el teléfono. Me encamino de vuelta al interior del bar, donde tengo altas posibilidades de olvidar el hecho de que estuve a punto de llamarlo.

Es mejor seguir ignorándonos.

⭐️⭐️⭐️⭐️⭐️⭐️

Arrugo la cara en cuanto percibo la luz a través de mis párpados cerrados. El gesto empeora mi, ya insoportable, dolor de cabeza. Siento como si un martillo hubiera impactado contra mi cráneo hasta dejarlo magullado y palpitante. Me remuevo sin atreverme a abrir los ojos, determinada a sumirme en ese sueño plácido que es mi única vía de escape de la resaca. Sin embargo, cubrirme con las mantas y esconderme bajo las almohadas no tiene ningún efecto ahora que he despertado.

Gruño fulminando la ventana con la mirada cuando por fin pestañeo. Tengo la garganta seca y un sabor amargo me llena la boca. Estiro el brazo sobre la mesita de noche para coger mi teléfono. Le envío un mensaje rápido a Nathalie antes de percatarme que son las ocho de la mañana y que lo más probable es que siga babeándose en la cama. Desearía tener la misma suerte, pero mi cuerpo es un reloj andante que despierta cada día a la misma hora. No importa si es fin de semana, si estoy de vacaciones o si me acosté a las cuatro de la mañana con una borrachera monumental.

Maldita sea.

Me incorporo y voy directo al cuarto de baño, donde gruño de nuevo mientras me doy una ducha helada. Luego de veinte minutos de dejar que el agua caiga sobre mí, me siento mucho mejor. Quito los restos de maquillaje que no se fueron y lavo mis dientes dos veces para quitarme el mal sabor. Entonces vuelvo a la habitación, escojo la pijama más ridícula que tengo (de fondo azul con bananas sonrientes) y me calzo las pantuflas de unicornio. No pienso salir de casa, así que da igual lo que lleve puesto.

Mi madre me recibe en la cocina con un vaso zumo de naranja y un advil. Lleva el pelo recogido y se ha maquillado un poco. En general, tiene mejor aspecto que hace unos días. Su piel luce más saludable y sus ojos más brillantes y vivos.

—Sólo a ti se te ocurre combinar margaritas con tequila. —dice con reprobación. —No sé en qué estabas pensando.

—No olvides los mojitos y las cervezas.

—Ya, claro.

—Nathalie me obligó. —rezongo tomando asiento en la barra. Le doy un sorbo al jugo y suspiro. —Oh Dios, esto se siente tan bien.

—Tómate el advil.

Lo hago porque mi cabeza amenaza con estallar. Entonces observo a Arlene.

—Espera, ¿cómo sabes qué bebimos?

—Parecía ser algo que te hacía mucha gracia mientras te ayudaba a subir las escaleras. —pone un par de panqueques frente a mí. —Ahora come, te hará bien tener algo en el estómago.

—Lo siento. —me disculpo. —No debería haber hecho eso.

Y soy totalmente honesta cuando lo digo. Tuvimos suerte de toparnos con Emely en el bar. Fue ella quien nos metió en el auto y devolvió a cada una a sus respectivas casas. A pesar de hallarse en plena cita con un grandulón de aspecto amenazante, la prima de Nat no refutó cuando se dio cuenta de que debía encargarse de nosotras. Fue tan amable y comprensiva que juré convertirla en la invitada de honor en nuestra próxima salida de chicas.

—Está bien divertirse, cariño. —mi madre sirve su propio desayuno antes de sentarse. —Además, no recuerdo haberte arrastrado alguna vez a la cama por estar borracha. Nunca fuiste ese tipo de chica.

—Bueno, gracias por decirme que era la adolescente más aburrida del mundo.

—Es que lo eras. —sonríe. —Conmigo sucedía todo lo contrario, sin embargo. Fui porrista, así que nunca me faltaban las invitaciones para fiestas y cosas por el estilo.

—Mira nada más de lo que estoy enterándome. —declaro, como si estuviera escuchándola confesar algún crimen.

—Oh calla. —hace un gesto con la mano, avergonzada. —Todos han tenido sus épocas. Al lado de tu abuela, yo era una santa.

Me carcajeo porque ya lo sospechaba.

—Ahora tengo curiosidad.

—Si estás lista para escucharla hablar de lo que hacía en la parte trasera de los autos, entonces adelante.

—Okay, no.

Nos sumimos en un cómodo silencio, cada una concentrada en su propia comida. Le doy mordisquitos a mis panqueques y bebo zumo como si no hubiera un mañana, ya que sigo teniendo la boca seca.

—¿Fue en ese tiempo que conociste a papá? —me descubro preguntando. —Quiero decir, a Christopher. ¿Lo conociste mientras eras porrista?

Mi madre duda.

—Puedes decirle papá, Willow. De la misma forma en que puedes llamarme mamá.

Me remuevo, incómoda. Ella se aclara la garganta.

—Él era el nerd, yo la popular. —responde, ambas dispuestas a olvidar su comentario anterior. —Yo tenía cierta fijación hacia los jugadores, por lo que nunca me fijaba en la clase de chico con gafas y camisas de cuadros.

—Eso es pretencioso.

—Lo sé, pero cuando tienes diecisiete no te importa en lo absoluto. —suspira. —No recuerdo la cantidad de veces que rechacé a Chris, fueron demasiadas. Él nunca se rindió. Me dejaba notas, rosas y osos de peluche que terminaban en la basura. Por un tiempo creí que me molestaba su insistencia. Sin embargo, en el momento en que dejó de prestarme atención para empezar a salir con otra chica, me di cuenta de que lo quería para mí. Así que, esta vez fui yo la que tuve que hacer de todo para conquistarlo.

—¿Qué tal te fue?

Su expresión se vuelve pensativa.

—Terminamos casados y con una hija, yo diría que tuve éxito.

—Es una bonita historia.

—Ya lo creo.

Hay otro silencio. Esta vez es Arlene quien lo rompe.

—Iré a dejarle flores hoy, ¿quieres acompañarme al cementerio?

—No creo que sea buena idea.

—Willow, no lo has visitado.

—Cumplí con ir al funeral. Es suficiente para mí.

—¿De eso se trata? ¿De tareas con las que debes cumplir para sentirte satisfecha contigo misma?

Me enderezo en mi asiento; el apetito olvidado, la tensión apoderándose de mis miembros.

—No tienes derecho a forzarme.

Su frente se arruga.

—No trato de forzarte. Sólo intento mostrarte que está bien ceder un poco en ciertos momentos.

—Esto no es por orgullo.

—Tu padre cometió un error, entiendo cómo te sientes al respecto. —dice con voz calmada. —Pero no significa que debas olvidar lo mucho que te amaba. Habría hecho cualquier cosa para verte feliz, ¿acaso eso no cuenta?

Mi respuesta es cruda.

—Su error me arruinó la vida.

—Hizo lo que creyó que era mejor para ti.

—Sí y tú lo apoyaste. —me pongo en pie. —Gracias por el desayuno. Prepararé macarrones con queso para la cena.

Voy a mi dormitorio y me tumbo en la cama sin dejar de contemplar el techo repleto de pegatinas.

Esas pegatinas.

⭐️⭐️⭐️⭐️⭐️⭐️

El sonido del timbre me despierta tres horas más tarde. Ni siquiera recuerdo en qué momento me quedé dormida. Después de calzarme las pantuflas y ver mi desastroso reflejo en el espejo, voy directo a la cocina por un vaso de agua. Creo que estoy deshidratada. El timbre suena de nuevo y grito un "voy" a medida que me acerco al vestíbulo. Abro la puerta al mismo tiempo que bebo del vaso y entonces escupo el contenido cuando encuentro a Daven de pie en el umbral. Parte del líquido se me escapa por la nariz, lo que empeora la situación.

—Lo... —toso. —lo... l-lamento.

Daven se acerca y me da palmaditas en la espalda.

—Lo...

—Tranquila, respira. Eso es.

Ojalá pudiera seguir tosiendo por el resto de mi vida, de ese modo no tendría que verlo a la cara. Qué vergüenza.

—¿Estás mejor? —pregunta cuando la tos finalmente se detiene.

Asiento, demasiado humillada para hablar. Él retrocede situándose a una distancia prudente.

—¿Qu... qué haces aquí? —sacudo la cabeza. —Agh, es una pregunta descortés.

—Descuida. Obviamente no esperabas verme.

—Bueno, no.

—Perdón por haber venido sin avisar. —se excusa. ¿Son ideas mías o su voz suena más profunda que la última vez? —Tenía la impresión de que si te escribía o intentaba llamarte, no obtendría respuesta.

—Habría contestado.

—¿De verdad?

—Seguramente no. —decido ser honesta.

—Lo imaginaba.

Alzo el rostro para encontrarme con su mirada y, al igual que siempre, sus ojos me dejan momentánemente sin aliento. Un indicio de la barba asoma a lo largo de su mandíbula y su piel luce medio tono más bronceada. Tiene el cabello húmedo en algunas áreas, y ello me hace consciente de por qué el olor a gel de baño es tan perceptible alrededor. Un sencillo atuendo de playera y jeans claros es todo lo que viste, aunque bien podría estar llevando traje pues seguiría destacando como una bengala en la oscuridad. De pronto, me siento estúpida en mi pijama de bananas.

—Y... ¿qué te trae por aquí? —intento sonar despreocupada.

—Tu auto.

—Oh.

—Tuve tiempo de revisarlo y encontré la falla. —explica en tono profesional. —Debo reemplazar un par de piezas del motor. Viajaré a Portland la próxima semana para traerlas, hay algunos paquetes que la oficina de correos no recibe. Iniciaré la reparación en cuanto las haya conseguido.

—Suena como que perderás un montón de tiempo. No tienes que tomarte tantas molestias.

—Cristo, Willow. Ya para con eso. No es ninguna molestia, es mi trabajo. —insiste.

Me muerdo el labio mientras lo analizo.

—Bien, ¿pero cuánto me costará?

Él pronuncia la cifra.

—Oh, de acuerdo. No es tanto como pensé. —murmuro, aliviada. —Siempre me dieron precios exorbitantes en la ciudad. Nunca he podido permitírmelo, por eso elijo las opciones temporales.

Daven se encoge de hombros.

—Es un monto razonable. No pienso hacerme rico desplumando a mis clientes. Podrás pagarlo el día que vayas a recogerlo. —añade.

—Habría sido más fácil que me enviaras toda la información por mensaje, en lugar de manejar hasta aquí.

—Ya admitiste que no hubieras respondido, así que da lo mismo.

—Los negocios son otra cosa.

Me dedica una media sonrisa.

—Negocios, ¿eh?

—Piolín es importante para mí. —declaro. —Te habría marcado de todos modos.

—No tienes nada de qué preocuparte. Está en buenas manos y te lo devolveré como nuevo, lavado incluido y todo.

—Gracias.

Nos miramos por un minuto entero. Daven corta el silencio con un:

—Debería irme.

—Claro.

—Me pondré en contacto.

—Seguro.

Hunde las manos en los bolsillos delanteros de su pantalón antes de retroceder un par de pasos y girarse. Espero verlo irse, pero, en cambio, Daven vuelve a enfrentarme.

—¿Esta es la forma en que siempre actuaremos?

Lo sabía. Sabía que intentaría llegar al fondo de todo, que no se daría por vencido. Envuelvo las manos con fuerza alrededor del vaso. Necesito aferrarme a algo mientras le doy la respuesta menos amigable:

—No tengo idea de lo que hablas.

—Te lo pido, Hemsley. Deja de hacerte la tonta conmigo.

—¿Y qué debería decir? —contraataco. —¿Buscas una disculpa por la forma en que te ataqué la última vez? De acuerdo, lo siento. No quise hacer una escena sobre algo que no es mi asunto. Ahí, lo dije.

—No se trata de eso. Es... —desvía la mirada y puedo sentir las olas de frustración que emanan de él. —No lo entiendes.

—Da igual, ¿bien? —trago. —Tu vida no es mi asunto. Lo que hagas no es mi asunto y no tienes que esforzarte en darme ninguna clase de explicación. Me alegra que hayas seguido adelante, que estés feliz y en paz. Te lo mereces después de todo lo que pasaste. Realmente estoy contenta por ti.

Daven me observa con desconcierto.

—¿Eso es lo que crees? ¿Piensas que pasé la página y mi vida estuvo arreglada? ¿Que no pensé en ti ni siquiera un momento? —su mandíbula se tensa. —Que equivocada estás.

Bajo la cabeza. Sermones, sermones. No tengo ninguno para esta situación.

—Ha pasado mucho tiempo. —es lo único que digo.

—Pueden pasar cien años más. ¿Y qué?

Silencio.

—Escucha, lo que menos busco es presionarte. —continúa. —He intentado respetar tu espacio desde que llegaste, pero cada vez es más difícil. No sé dónde estamos. No sé quiénes somos después de ocho años. No sé porqué parece que no puedo dejar de recordar lo que vivimos. Lo único que sé es que no quiero actuar como si fuéramos un par de desconocidos. Se siente mal, me está carcomiendo.

—Pues tampoco sé de qué otro modo actuar.

—Tengo una idea.

Parpadeo en su dirección.

—¿Qué tal si sólo nos relajamos? —su tono es cauteloso. —Me gustaría conocer a la mujer frente a mí.

—Soy la misma de siempre.

—Eso pensé cuando te vi, pero ya no estoy tan seguro. Deja que sea yo quien juzgue si estaba o no equivocado.

—Tendré que pensarlo.

Daven sonríe con entendimiento. 

—No esperaba que fuera tan fácil. Aún así, ¿estaría bien si te llamo de vez en cuando? Y quiero dejar claro que no tiene nada que ver con tu auto. Es todo sobre ti.

Mi corazón se desboca. Santo cielo, ¿por qué tiene que decirme esas cosas cuando no estoy preparada?

—Umm... quizás.

—Funciona para mí

—Significa que...

—... que si no cambias de opinión y decides responder mis llamadas, entonces hablaremos pronto. —se queda mirándome, como si pensara en algo. Al final, lo dice—: Hasta luego, Wylo.

Wylo, no Willow.

—Nos vemos, Daven.

Él se aleja sin lucir decepcionado por no escuchar su antiguo apodo. Lo veo subir a la camioneta y desaparecer al final de la calle. No estoy segura de adónde nos conducirá esto o si está bien intentar acercarnos de nuevo.

No estoy segura de nada.


___________________________

Nota de Autor: Este capítulo salió un poco largo, estuve tentada a acortarlo o dividirlo. Pero al final me decidí a dejarlo tal cual quedó. Poco a poco nos vamos acercando a los momentos importantes, a la razón del nombre del libro y a las cosas que hasta ahora son misterio. 

Me encuentran en Facebook, Twitter e Instagram como @kathycoleck

Gracias por leerme ❤️️ ¡Besote!

Continuă lectura

O să-ți placă și

1.8K 454 76
💫Querido escritor/ra: ¡Bienvenido! Mi objetivo es ayudarte. Si quieres dar a conocer tu historia estas en el lugar correcto.💫 ✨Queridos lectores: ¡...
71.2K 4.3K 17
Imaginas y One shots de Taylor Swift. °Comenzado: 09/05/2021 ✦ Una disculpa anticipada por si hay algún error de ortografía. ✦Escribo solo por diver...
224 64 12
•|¿Que pasa cuando tienes que dejar toda tu vida atrás amigos, familia tu escuela y todas tus costumbres para irte a vivir con el ser más peligroso d...
5.9K 574 38
Fukushima Hoshi, es una tímida y solitaria chica de primer año de preparatoria, pero debido a su concejero escolar la chica se ve envuelta en diversa...