Secretos al aire

De aittes

1.7K 236 4

Madelaine Chedders nunca imaginó lo que la vida le tenía preparado. A sus diecisiete años, se vió obligada po... Mais

Prólogo
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capitulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8 parte I
Capítulo 9 parte II
Capítulo 10
Capítulo 11 parte I
Capítulo 12 capitulo II
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16 parte I
Capítulo 17 parte II
Capítulo 18 perte I
Capitulo 19 parte II
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Epílogo
Extra

Capitulo 1

169 11 0
De aittes


~MADELAINE~

Gruñí cuando escuché el despertador de la mesita de noche sonar.

Dios, ¿por qué tuvieron que existir esos aparatos? ¡Los odio!

De mala gana, y no solo por tener que levantarme de la cama, me dirigí al baño para asearme antes de tener que ponerme el dichoso y ridículo uniforme del internado.

¿De verdad tenía que llevar una falda a cuadros azul y negra a juego con el blazer del mismo azul y la camisa blanca? Ah, y no nos olvidemos de los lazos azules también que debían ir uno en la camiseta y otro en el pelo si quería amarrarlo. Unos calcetines altos negros y unos mocasines que, para mi gusto, podría utilizar mi abuela.

-Gracias por encerrarme aquí, de verdad. –Murmuré cogiendo la mochila y las llaves de encima de la mesa para salir cerrando la puerta rumbo hacia el comedor.

Según el horario que me habían dado el día de mi llegada junto al de mis clases y unos folletos de clases extraescolares o talleres que se realizaban por las tardes, el desayuno era de seis y media a siete y media, por lo que, si no me apuraba ya, iba a quedarme sin desayunar hasta la hora del almuerzo a las doce.

Sin darme cuenta por las prisas que llevaba, choqué con alguien que salía de uno de los pasillos haciendo que cayera de culo hacia atrás por el impacto. Genial, simplemente genial.

-¡Eh! Mira por donde vas. –Gruñí incorporándome para sobarme las nalgas doloridas.

-Eso lo podría decir yo también, guapa. –Achiqué los ojos en su dirección después de alzar la cabeza para contemplarlo mejor. ¿Pero como podía ser tan alto? Mira que yo no era baja precisamente, pero es que él era un auténtico ropero.

Alto, robusto y de buen ver sin duda alguna. El gorro de lana que llevaba dejaba ver solamente algunos mechones de su pelo negro que hacía contraste con sus increíbles ojos azules como el cielo. También adornaba su bonita cara una incipiente barba que estaba segura que pronto desaparecería de allí. ¿A quién estaba observando era un alumno también o un profesor? Aunque llevaba el mismo uniforme que yo, pero para chicos...

-¿Acabaste ya de observarme? Tengo prisa por llegar al comedor. – Parpadeé saliendo de mis pensamientos para esquivar su mirada avergonzada. ¿Tanto me había quedado mirándolo?

Sin añadir nada más, el chico me esquivó siguiendo exactamente el mismo camino que tendría que hacer yo también para dirigirme al comedor.

Madre mía, menudo día me esperaba si ya lo comenzaba así...

•••

Después de que la hora del almuerzo llegara y que casi tuviera que correr contra una pelirroja con trenzas para poder sentarme en la única mesa vacía que quedaba en el comedor, me senté tranquilamente a comerme los macarrones con queso que tan buena pinta tenían. Esperemos que también supieran bien.

-¡Hola! –Salté en mi sitio casi atragantándome con el macarrón que me había llevado a la boca al oír esa voz. ¡¿Pero qué diablos?! –¡Oh, discúlpame! No quise asustarte, ¡lo siento! –Tosí llevándome una mano a la boca y otra al pecho para darme unos cuantos golpes. –¡¿Estás bien?!

-Sí, sí... –La chica suspiró aliviada colocando la bandeja que aún llevaba en las manos sobre la mesa.

-¿Te importa que me siente? Llevo un rato buscando una mesa vacía y ésta es la más vacía que está... –Me encogí de hombros mientras que ella sonreía como si le hubiera dicho que sí para sentarse a mi lado. –¡Gracias! Por cierto, soy Camila Cambell, aunque puedes llamarme Cami. 

-Madelaine.

-Sí, lo sé. Compartimos una clase ésta mañana. –Le sonreí falsamente como si la hubiera recordado, pero la verdad es que era la primera vez que la veía en mi vida. –¿Y qué te parecieron?

-¿Las clases? –Asintió. –Aburridas, ¿cómo iban a parecerme?

-A mi me gustan. –La miré alzando las cejas. –¿Qué? No puedes culparme por ello, cuando llevas años aquí, ya te acostumbras a ellas e incluso te terminan gustando. 

-Uh, ¿tanto llevas aquí?

-Sí, desde primer curso. –Abrí los ojos como platos al oírle eso. ¿Llevaba seis años aquí metida?Lo sé, mi padre decía que no iba a tener una mejor educación como la de este internado y yo era muy pequeña como para decidir por mí misma. ¿Y tú? ¿Querías venir a aquí?

-¿Me ves con cara de felicidad? Claro que no. Estoy aquí obligada por mi pa...

-¿Por tu padre?

-No tengo padre. –Mentí rápidamente cruzándome de brazos. –Vine obligada y punto. Menos mal que solo tendré que estar un año aquí...

-Bueno, ¡pero ya verás que no lo pasarás tan mal!¿Lo dice la chica que buscaba una mesa vacía para estar a solas? ¿Por qué quien busca mesas vacías si no? Además, si tantos años llevaba aquí, ¿por qué no estaba con sus amigas?

-¿Y tú no tienes amigas? Digo, como dices que...

-Oh, pues... No mucho, no... –Suspiró revolviendo su plato de macarrones. – Al principio creí que todas las chicas y chicos que se me acercaron querían ser mis amigos de verdad, pero después descubrí que solo lo hacían por mi padre...

-¿A qué te refieres?

-A que... Descubrieron que era muy conocido e influenciable y solo se me habían acercado por interés...

-Que... Panda de cínicos. –Murmuré apretando los dientes mientras que ella se encogia de hombros.

-A partir de ahí, comencé a ser invisible para todos, bueno, excepto para mí mejor amigo Harold.

-¿Y dónde está él ahora?

-Allí, sentado junto al equipo de fútbol americano. –Señaló hacia la mesa donde varios gorilas reían entre ellos junto a algunas chicas también que supuse que serían animadoras por sus atuendos. –Es el que tiene la chaqueta azul y amarilla del equipo.

-Sí, sí, lo veo. –Volví a murmurar fijándome detalladamente en él. Era medianamente alto con el pelo castaño y ojos del mismo color, creo, tampoco es que lo apreciara mucho desde mi lugar, lo que más me llamaba la atención era la actitud que estaba teniendo con sus amigos. Porque si les soy sincera, no me pegaba nada con la personalidad que estaba conociendo de Camila, ¿pero quién era yo para juzgar?

-Ya te lo presentaré. ¡Verás que bien te cae! A veces se comporta como un auténtico imbécil cuando está con sus amigos, pero no siempre es así. – Camila sonrió feliz haciendo que la mirara con una mueca en la cara. Si ella lo decía...

De pronto, mi mirada se cruzó con una persona que había sentada más allá en una mesa. ¡Era el chico de ésta mañana!

-Cami...

-¿Si?

-¿Conoces a aquel chico de allí?

-¿Cuál? –Preguntó ella girándose hacia donde le decía, por suerte, el misterioso chico ya había dejado de mirar nuestra mesa para seguir la conversación con la persona que tenía al lado. –Ah, es nuevo también. Llegó unos días antes que tú al internado.

-¿Y sabes cómo se llama?

-Dante, creo. Nunca he hablado con él porque no compartimos ninguna clase, pero Harold me dijo que era el nuevo del equipo.

-Hmm... Interesante... –Murmuré llevándome una mano a la barbilla. Así que se llamaba Dante, ¿eh? –¿No crees que parece mayor?

-Sí, y lo raro es que lo hayan aceptado. Harold me dijo que tenía diecinueve años porque era repetidor.

-¿Tanto? –Pregunté abriendo los ojos. – Pensaba que para esa edad ya no podías estar aquí...

-Al menos que repitas curso, claro. Entonces el internado hace una excepción para que puedas acabar el curso. Pero bueno, ¿a qué se deben tantas preguntas? ¡No me digas que es porque te gusta!

-¿Qué? No, no. –Me apresuré a decir. – Es solo que choqué con él esta mañana y ni perdón me pidió...

-Ah, pero que grosero. Aunque no debes de preocuparte por eso, la mayoría son así. –Me encogí de hombros antes de que ambas termináramos de comer mientras que Camila me contaba un poco como eran las clases y mirásemos a cuáles íbamos juntas y a cuáles no, y para mi suerte, o desgracia, teníamos la mayoría en común.

La siguiente clase a la que debíamos asistir era filosofía, que también la teníamos juntas, por lo que nos habíamos dirigido a la clase en cuanto la hora del descanso había acabado.

-¡Ven! Siéntate conmigo. –Dijo al pisar la clase ya con varias personas ocupando las diversas mesas colocadas de dos en dos. –La mesa que hay a mi lado siempre queda vacía.

-De acuerdo... –Respondí sentándome a su lado para sacar mis respectivas cosas en lo que esperaba al profesor o profesora, porque tampoco tenía idea de quien era.

-La profesora Sprott suele llegar tarde.

-¿Ah, sí? Pues casi que mejor... –Me dió tiempo a decir antes de que una señora mayor entrara reflejando mala gana en su cara. ¿Y así pensaba dar la clase?

-Cada uno a su sitio ya. La clase va a comenzar. –Posó el gran libro que llevaba en las manos sobre la mesa haciendo un gran estruendo para que la clase quedara en silencio. – Empecemos corrigiendo los ejercicios de ayer, ¿quién quiere empezar?

-¿Qué ejercicios?

-¡Silencio! –Gritó de pronto haciéndome saltar en mi sitio. –¡Nadie habla en mi clase mientras que lo esté haciendo yo, ¿entendido?! ¡Usted, señorita...

-Madelaine. –Murmuré sintiendo la mirada de todos sobre mi.

-¿Qué se cree que hace?

-Lo siento, es mi primer día y...

-Bla, bla, bla... Cansada de oír siempre las mismas excusas. –Fruncí el ceño. ¿De verdad acababa de responderme eso?

De pronto, la puerta se abrió haciendo que todos miraran hacia ella con curiosidad, todos menos la vieja loca, esa había puesto su mirada más asesina.

-Disculpe, señora profesora...

-¿Y tú quién eres ahora? –Mis ojos se abrieron a más no poder al reconocer al chico de esta mañana. ¡El buenorro gruñón!

-Obtuve ésta mañana mi cambio de horario por un fallo que había en dirección. –La profesora resopló moviendo la cabeza dándole a entender que podía pasar.

-Entra, pero que sea la última vez que llega tarde, joven...

-Dornan, Dante Dornan. –Hmm... Al menos ya conocía algo más sobre él...

-Tome asiento, señor Dornan, pero a partir de ahora quiero silencio hasta que el timbre suene, ¿entendido?

Algunos asintieron, otros se quejaron mientras que yo seguía con la mirada a Dante. ¿Lo que le había dicho a la profesora significaba que llevaba días asistiendo a clases que no le correspondían?

-Maddie...

-¿Te volviste loca? –Le susurré de vuelta atenta a que la profesora no se diera cuenta.

-Tranquila, no creo que se dé cuenta. Solo quería decirte que Dante te está mirando.

-¡¿Qué?!

-¡¿Pero otra vez usted?! ¡Fuera de mi clase, ahora! –La miré incrédula mientras que ella seguía señalando la puerta con el dedo. –¿Está sorda, señorita?

-N-no...Total, aquí dentro me estaba aburriendo.

Guardé mis cosas antes de colgarme la mochila al hombro y salir de clase bajo la atenta mirada de todos. ¿Ven como éste no era mi lugar? ¿A dónde diablos se supone que debía ir ahora?

«Fuera, ¿no tenías gimnasia ahora? »

Hmm... Sí, y dos horas, encima.

Resoplando, me dirigí hacia los vestuarios guiándome por las flechas que habían en la pared para cambiarme de ropa.

¿A quién se le ocurría poner dos horas seguidas de gimnasia? Grr... Que mal.

Volviendo a resoplar, abrí la taquilla que me correspondía para ver el chándal que tendría que cambiarme para la clase. ¿Por qué mi vida tenía que ser así de injusta?

«Y solo es el primer día... »

-Cállate...

-¿Hablando sola? –Pegué un salto llevándome la camisa que me había quitado al pecho al oír esa voz. ¡¿Pero qué diablos?!

-¡No puedes estar aquí! –Grité girándome hacia el individuo para descubrir quién era. –¡Tú!

-¿Sorprendida?

-¡No puedes estar aquí! –Me dí la vuelta buscando la camiseta que debía ponerme para volver a encararlo. –Este es el vestuario de chicas.

-¿Ah, sí? No me había dado cuenta... –Dante soltó su mochila sobre el banco de madera que nos separaba para sentarse tranquilamente dándome la espalda.

-¿Hola? ¿Estás sordo?

-No, escucho perfectamente. Otra cosa es que quiera hacerte caso. –Se inclinó hasta sus pies para comenzar a quitarse los zapatos.

-Además, ¿qué haces aquí? La clase aún no ha terminado.

-Hmm... Pero al parecer, no le caigo bien yo tampoco a la profesora...

-¿Te echó? –Pregunté confundida mientras que él asentía aún sin mirarme. –No me digas que fue por defenderme...

-¿Defenderte a ti? Como si te conociera de algo... –Me encogí de hombros cogiendo el pantalón de la taquilla para cambiarmelo en vista de que él no tenía pensamiento de moverse.

-Sí, ya veo que lo tuyo es solo ser gruñón con todo el mundo...

-¿Perdón? –Cerré mi taquilla después de guardar mis cosas para encararlo descubriendo que ya se había cambiado por el chándal igual que el mío.

-¿Ves como si puedes ser sordo? –Le guiñé un ojo divertida antes de dirigirme a la salida con la intención de marcharme, pero su mano sobre la puerta justo antes de que yo tirara del manillar me lo impidió.

-¿A qué juegas, niña?

-¿A qué juego yo? –Mi espalda chocó contra la puerta manteniendo la mayor distancia posible. –¡Eres tú el que viene siguiéndome desde esta mañana!

-¿Siguiéndote? Tengo que estar muy mal de la cabeza para seguir a alguien como tú.

-No me conoces.

-Y tú a mi mucho menos, así que no te atrevas a insultarme.

-Dejaré de hacerlo cuando empieces a comportarte bien conmigo. ¿O es qué tus padres no te enseñaron educación?

-No tanto como los tuyos, parece. De seguro que estás acostumbrada a que papito te lo haga todo. –Gruñí mirándolo mal para empujarlo con todas mis fuerzas. En vano, porque ni siquiera lo había movido ni un poquito.

-No tengo padre.

-¿Ah, sí? Pues yo no tengo entendido eso... –Abrí los ojos como platos al oír aquello. ¿Qué acababa de decir? Vamos, guapa. ¿O creías que no iba a descubrir que eras hija de Máximo Chedders? –Volví a empujarlo obtuviendo el mismo resultado haciéndolo reír.

-¡¿Cómo sabes eso?!

-Tu nombre está escrito en la taquilla. –Contestó sonriendo orgulloso antes de moverse.

-Pues para que te quede claro, ese hombre no es mi padre. –Dicho ésto, me di la vuelta aprovechando que se había movido para salir directa hacia el edificio de las habitaciones.

Ya se me habían quitado las ganas de asistir a esa estúpida clase también.

Continue lendo

Você também vai gostar

789 375 64
Abigail de veintidós años lleva diez meses desde que se graduó en una universidad de Colombia y tras su graduación decide abandonar su país ya que el...
Nos Casaremos De Nathalia Marie

Ficção Adolescente

346K 15.8K 23
¿Que es peor que soportar al odioso chico popular en la escuela? Tener que soportarlo en casa. Un día normal como cualquier otro, mi padre me comentó...
59.6M 1M 12
Sinopsis Kaethennis ha disfrutado de los placeres de la vida, mucho, casi se puede decir que demasiado. Un alma libre, al menos así se definiría el...
254K 12.9K 69
"𝙀𝙡 𝙖𝙢𝙤𝙧 𝙣𝙪𝙣𝙘𝙖 𝙢𝙪𝙚𝙧𝙚 𝙮 𝙡𝙖 𝙫𝙚𝙧𝙙𝙖𝙙 𝙩𝙞𝙚𝙣𝙚 𝙧𝙖𝙯ó𝙣 𝙥𝙤𝙧 𝙦𝙪𝙚 𝙙𝙚𝙟𝙖𝙣 𝙪𝙣𝙖 𝙝𝙪𝙚𝙡𝙡𝙖" "-𝙔 𝙖𝙡 𝙛𝙞𝙣𝙖𝙡 𝙚�...