Capitulo 1

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~MADELAINE~

Gruñí cuando escuché el despertador de la mesita de noche sonar.

Dios, ¿por qué tuvieron que existir esos aparatos? ¡Los odio!

De mala gana, y no solo por tener que levantarme de la cama, me dirigí al baño para asearme antes de tener que ponerme el dichoso y ridículo uniforme del internado.

¿De verdad tenía que llevar una falda a cuadros azul y negra a juego con el blazer del mismo azul y la camisa blanca? Ah, y no nos olvidemos de los lazos azules también que debían ir uno en la camiseta y otro en el pelo si quería amarrarlo. Unos calcetines altos negros y unos mocasines que, para mi gusto, podría utilizar mi abuela.

-Gracias por encerrarme aquí, de verdad. –Murmuré cogiendo la mochila y las llaves de encima de la mesa para salir cerrando la puerta rumbo hacia el comedor.

Según el horario que me habían dado el día de mi llegada junto al de mis clases y unos folletos de clases extraescolares o talleres que se realizaban por las tardes, el desayuno era de seis y media a siete y media, por lo que, si no me apuraba ya, iba a quedarme sin desayunar hasta la hora del almuerzo a las doce.

Sin darme cuenta por las prisas que llevaba, choqué con alguien que salía de uno de los pasillos haciendo que cayera de culo hacia atrás por el impacto. Genial, simplemente genial.

-¡Eh! Mira por donde vas. –Gruñí incorporándome para sobarme las nalgas doloridas.

-Eso lo podría decir yo también, guapa. –Achiqué los ojos en su dirección después de alzar la cabeza para contemplarlo mejor. ¿Pero como podía ser tan alto? Mira que yo no era baja precisamente, pero es que él era un auténtico ropero.

Alto, robusto y de buen ver sin duda alguna. El gorro de lana que llevaba dejaba ver solamente algunos mechones de su pelo negro que hacía contraste con sus increíbles ojos azules como el cielo. También adornaba su bonita cara una incipiente barba que estaba segura que pronto desaparecería de allí. ¿A quién estaba observando era un alumno también o un profesor? Aunque llevaba el mismo uniforme que yo, pero para chicos...

-¿Acabaste ya de observarme? Tengo prisa por llegar al comedor. – Parpadeé saliendo de mis pensamientos para esquivar su mirada avergonzada. ¿Tanto me había quedado mirándolo?

Sin añadir nada más, el chico me esquivó siguiendo exactamente el mismo camino que tendría que hacer yo también para dirigirme al comedor.

Madre mía, menudo día me esperaba si ya lo comenzaba así...

•••

Después de que la hora del almuerzo llegara y que casi tuviera que correr contra una pelirroja con trenzas para poder sentarme en la única mesa vacía que quedaba en el comedor, me senté tranquilamente a comerme los macarrones con queso que tan buena pinta tenían. Esperemos que también supieran bien.

-¡Hola! –Salté en mi sitio casi atragantándome con el macarrón que me había llevado a la boca al oír esa voz. ¡¿Pero qué diablos?! –¡Oh, discúlpame! No quise asustarte, ¡lo siento! –Tosí llevándome una mano a la boca y otra al pecho para darme unos cuantos golpes. –¡¿Estás bien?!

-Sí, sí... –La chica suspiró aliviada colocando la bandeja que aún llevaba en las manos sobre la mesa.

-¿Te importa que me siente? Llevo un rato buscando una mesa vacía y ésta es la más vacía que está... –Me encogí de hombros mientras que ella sonreía como si le hubiera dicho que sí para sentarse a mi lado. –¡Gracias! Por cierto, soy Camila Cambell, aunque puedes llamarme Cami. 

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