No sigas la música || ¡Ya en...

By NaiiPhilpotts

364K 27.7K 7.3K

🏆 DOBLE GANADORA DE LOS WATTYS 2021 🏆 MEJOR PLOT TWIST INESPERADO 🏆 Rain Cooper se siente atraída por una... More

{ primera parte }
{ sinopsis parte #1}
{ personajes }
{ playlist }
{ nota de autora }
2 [La invasora]
3 [La nueva vecina]
4 [La polilla]
5 [La irresponsable]
6 [La vieja amiga]
7 [La acechada]
8 [La presa]
9 [La ex]
10 [La discordia]
11 [La torcida]
12 [La vieja mejor amiga]
13 [La bailarina]
14 [La soñadora]
15 [La invitada]
16 [La aturdida]
17 [La amenazada]
18 [La encerrada]
19 [La prisionera]
20 [La sumida]
21 [El juez]
22 [La que ríe]
23 [El verdugo]
24 [La devorada]
{ wattys 2021 }
E 0 1 [La niña]
E 0 2 [La hermana]
E 0 3 [La suicida]
💜NO SIGAS LA MÚSICA💜 EN FÍSICO 📚
{ segunda parte }
{ sinopsis parte #2}
{ nota de autora }
1 [Proteger]
2 [Mentir]
3 [Añorar]
4 [Pertenecer]
5 [Prentender]
6 [Agradecer]

1 [La princesa]

28.6K 1.6K 726
By NaiiPhilpotts



El estrés se extiende por cada fibra de mi cuerpo. Me siento en alerta, atrapada. No puedo creer lo que está sucediendo. Una gota de sudor resbala por mi mentón y sigue la curvatura de mi garganta. Tomo la tela de mi camisa y la agito en señal ahogo y calor.

¿Dónde me metí?

¿Después de pasar seis años en una universidad y estudiar una Licenciatura en Bibliotecología —más una especialización en conservación, valga decir— cómo es que terminé por acarrear los escombros de una biblioteca mugrosa que se derrumbó en mi pueblo natal?

Ah, claro. Nisiquiera me pagan. Me anoté como voluntaria.

¡Pero nadie me dijo que tendría que hacer trabajos de albañilería! Me pareció obvio que, con mi currículum, me destinarían al área de preservación o, como mínimo, me pondrían a digitalizar lo poco que quedó de los libros que se dañaron con el derrumbe. No sé, hasta la espantosa parte de la catalogación sonaría bien en un momento así, lo que sea... cualquier cosa, menos esto.

Con fuerza, intento levantar un tablón de madera que está transversal a un costado; debajo de él hay estanterías ya vacías, pero bastante chuecas y desvencijadas. Tomo aire y trato de subirlo. No puedo, es endemoniadamente pesado y no se corre ni siquiera un milímetro. Para colmo, cada vez que me agacho a recoger algo, mi blusa se desabotona en los botones superiores y deja ver más de lo que quiero enseñar.

«¡Cómo voy a concentrarme así, maldición!», pienso harta. No hace ni dos horas comenzó mi turno y aún me quedan muchas horas por delante.

Me detengo y me vuelvo a prender los botones. Solo a mí se me ocurre venir vestida como una oficinista de «ciudad».

—El maldito apodo me acompañará hasta la tumba... —gruño por lo bajo, más para mí misma que para alguien en particular.

Suspiro y observo el piso. Con disimulo, chequeo no haber dejado ningún botón sin abrochar. Pero...

«¡Oh, no! ¿Eso es una media corrida? ¡Maldición! Este era mi único par sano!».

Me muevo por las zonas que están lisas y ya han sido limpiadas. Si doy un paso en falso, no tengo dudas de que me iré al infierno: mis tacos aguja se encargarían de eso. Sé que parezco una idiota al esquivar hasta la más minúscula piedra, pero es que simplemente no sé qué hacer. Me llevo las manos a la frente y trato de respirar: los tacos y la incomodidad que me genera la ropa que traigo puesta son un combo explosivo para mi irascibilidad. Además, haberme hecho las uñas esculpidas no me ayuda en nada, cada cosa que toco parece que la levanto con asco y... ¡¿Ya se me partió una?!

—¡Ey! Princesa de Ciudad —me llama de cerca la odiosa y grave voz de Kris Parrish. Otra vez el estúpido apodo apodoque no me para de decir desde que discutimos a los cinco minutos de conocernos—. ¿Por qué no vas por unos cafés y le dices a Luke que traerás unos bizcochos? —Escucho que sus pasos se acercan, está detrás de mí; huelo su sudor mezclado con un perfume que no es tan baratocomo podría haber pensado—. Seguro que, si se los das, te tendrá hablando un largo rato y te ahorrarás todo este... sufrimiento.

Harta de él, me giro. ¿Quién mierda se cree que es para hablarme de esa forma tan mordaz? Tengo nombre y apellido: soy Rain Cooper, no una imbécil «Princesa de Ciudad». Desde que ingresé al establecimiento derruido, él no se molestó siquiera en saludarme; solo se la pasó diciéndome de esa manera tan irritante, y dándome órdenes desde lo alto de unos peldaños, donde se supone está armando una viga provisoria para trabajar en la parte superior de unas columnas aún en pie.

No es que me esperaba un reencuentro emotivo o algo por el estilo, no. ¡No me interesaba nada así! Casi no hablaba con él cuando era pequeña, antes de marcharme de Deeping Cross. De hecho, si el señor Harris no me lo hubiese mencionado, se hubiera quedado en el olvido dentro de los recónditos mi mente, como tantas otras personas de este miserable pueblo, abandonado de la mano de Dios, el wifi y el universo. Recuerdo que de chica tenía una mala impresión de él: me parecía un pedante egocéntrico que se la pasaba, encorvado y solo, dibujando —a la perfección— todo lo que sea que se le metiera en su puto camino. Se creía mucho por ser bueno con los lápices. En fin, solo era un snob más de diecisiete años.

—Soy Rain Cooper —repito, paciente y lacónica, como todas las veces anteriores que me dijo así—. ¿O no me recuerdas? —Trato de sonar pedante—. Íbamos a la misma preparatoria, pero no éramos compañeros porque tú eres dos años mayor.

Y, tan pronto como lo digo, me arrepiento.

¡Soy una imbécil! Además de sonar como una acosadora que lo recuerda todo, es obvio que íbamos juntos: solo hay una preparatoria en Deeping Cross. También hay una sola primaria, un solo jardín de niños, una sola secundaria —que comparte edificio con la preparatoria—, una comisaría, una iglesia, una alcaldía, un solo restaurante, un registro civil, un cementerio, un sanatorio al que no iría ni muerta, una florería, un correo, un centro deportivo, una estación de servicio, una cafetería y un puñado de cosas más solo conocidas por los habitantes de Deeping Cross y sus dueños; nada de cines, de taxis o de subterráneos, ni buses, ni Starbucks, ni McDonald's o centros comerciales.

Él sonríe de manera casi imperceptible y me siento impactada por su «cambio». No, él definitivamente no es el Kris Parrish que recuerdo.

El paso de la pubertad y el gimnasio hicieron maravillas con él. Me permito soltar un ¡wow! mental y de pronto quiero saber si todos mis demás conocidos estarán así de diferentes; tal vez el pueblo no es tan miserable después de todo. Una imperceptible sed social me recorre de pies a cabezas y la curiosidad crece en mi interior. Lo miro de arriba abajo y analizo cada centímetro de su cuerpo, despectiva, porque orgullo, ante todo. Observo cómo se flexionan los músculos de su brazo cuando se desabrocha el arnés de fuerza que lleva puesto y que envuelve más allá de su cintura, cómo se quita el casco protector de la cabeza y cómo se sacude el cabello sudado de manera muy casual, casi de película, , cómo las venas de su cuello y de sus brazos se marcan presas delesfuerzo que ha hecho. Sí, es atlético y fornido, pero nada del otro mundo. He visto especímenes mejores.

¡Ah, maldita sea! La mentira intenta colarse en mi mente, pero no lo logra.

Kris Parrish parece haberse estilizado, ya no tiene ese acné horroroso que bañaba todo su rostro, y su postura parece ser derecha, al menos, ya no hay señas de la amenazadora joroba que parecía a punto de nacerle de tanto dibujar en los rincones

Y de pronto, quiero saber... ¿Lo seguirá haciendo? ¿Cómo dibujará ahora si ya de niño tenía el talento de un demonio? ¿Acaso podría mejorar alguien que era tan bueno como él?

—Sí, sí, Rain, lo que digas —menciona como si le restara importancia al asunto de mi nombre y, luego, cuestiona—: si no querías ayudar, no hubieses venido. Es sencillo. Porque para venir así... —Me señala con la palma abierta y el ceño fruncido—. Nada, olvídalo y ve por los cafés. A mí tráeme un sándwich de queso. —Toma su teléfono y continúa sin mirarme—. Ah... ¿Recuerdas dónde queda la cafetería, verdad? Está solo a unas pocas calles de aquí. Por allá... —Hace un ademán distraído; como ve que no me muevo, añade—. ¿O necesitas un mapa?

¿Esto es en serio?

—Perdón, pero creo que hay un malentendido aquí —comienzo a defenderme con tranquilidad, pero poco a poco mi tono de voz se va elevando—. Yo vine a trabajar, a colaborar con la restauración de la biblioteca y sus ejemplares, no para llenar unas estúpidas carretillas con escombros y con piedras o...

—¿Y qué creíste que ibas a hacer? —interrumpe y corta mi monólogo sin miramientos—. ¿Jugar con los libros?

Lo miro de arriba abajo, con desdén. Ese esuno de los peores insultos para una licenciada en bibliotecología, siempre rebajadaa simple bibliotecaria.

—¿Disculpa? —El calor sube a mi rostro y siento que mis orejas ya están enrojecidas, cuando discuto tiendo a ponerme nerviosa y mis palabras se acumulan en mi cerebro sin dejarme expresar con tranquilidad—. No sé quién te crees que eres, pero...

—¿Pero qué, Princesa de Ciudad? Creo que tú eres la que no entiendes qué sucede aquí. Aquí no necesitamos nada que tu puedas ofrecer con tu espectacular currículum de universitaria. —Hace una pausa, y continúa con un tono extremadamente calmado—. Al menos no ahora. Te sugiero que te marches de Deeping Cross; no nos hace bien tu soberbia citadina, querida.

No puedo determinar si en sus palabras hay odio, remordimiento o una advertencia. ¿Será así con todos mis viejos conocidos? ¿La gente me despreciará por haberme ido y regresar solo por trabajo? ¿Me verán con desaire, como yo también admito piensode ellos y me permití (y permito)  menospreciarlos por su estilo de vida?

—¿Por qué no te vas a la mierda, querido? —utilizo su mismo tono petulante; no me permito aflojar—. Consíguete otra mandadera.

Un carraspeo se oye a nuestro costado. Kris cierra sus ojos y, en menos de un segundo, cambia su postura a una más amable y cordial.

—Bueno, pero ¿qué tenemos por aquí? ¿Acaso mis oídos escuchan una discusión? —farfulla la voz del viejo director de la biblioteca a mis espaldas, con tranquilidad.

Un estremecimiento me recorre. ¿Cuándo demonios entró? Me giro, sorprendida, y observo que se acerca a nosotros con pasos cortos, silenciosos y trabados; se nota que la edad le está jugando malas pasadas en cuanto a lo corporal; pero puede caminar mejor que yo entre todos los escombros y las baldosas mal trechas. Una vez a nuestro lado, Kris lo saluda con una cortesía tan repugnante que casi logra hacerme vomitar. Maldito falso. Noto que ya no tiene el teléfono en sus manos, lo debe haber guardado en cuanto me volteé.

—Claro que no, Director —responde con una encantadora sonrisa—. La señorita Cooper me comentaba que se siente realmente apenada por no haber venido acorde a la situación. Ella creyó que ya podría comenzar con las tareas bibliotecarias, propiamente dichas.

El viejo Luke Harris voltea hacia mi lado y me sonríe con una condescendencia que me hubiera resultado enternecedora por sus casi ochenta años... pero en otro momento. Ahora solo tengo ganas de irme de aquí cuanto antes.

—Mi nieta, digo, mi secretaria —se corrige— debió mandarte un correo ilectrónico hace un par de días. ¿Lo leíste? Ahí se te mencionaba que se buscaban voluntarios que las primeras tareas son de fuerza y requieren mucho empeño, querida. —Hace una pausa, se talla uno de los cristales de sus anteojos con el borde de su suéter verde, elegante pero notablemente añejado, cubierto de un insoportable olor a naftalina, y luego continúa—: Cuando terminen de despejar toda el área, ya podrás empezar con el trabajo que te será pago. Pero según el pequeño Kris eso será recién en unas dos semanas. Gracias por querer ayudarnos, jovencita, pero debes prestar atención y no ser demasiado ansiosa. De todas formas, no te preocupes. Trata de traer ropa más adecuada mañana.

Intento adornar mi rostro con una sonrisa, pero me queda incómoda, falsa, sosa. Primero, ¿qué es eso de «pequeño» Kris? ¡El tipo está cerca del metro noventa! Y, segundo, ¿este viejo decrépito está jugando conmigo? No me enviaron ningún correo, de hecho, lo único que me dijeron fue unas cuántas tonterías predeterminadas. Pregunté la forma de organización, el estado de algunos libros, detalles sobre el derrumbe, condiciones climáticas, filtraciones de agua y/o humedad, además del actual estado de la biblioteca y me reenviaron el mismo correo que mehabían mandado con anterioridad. Me dieron a entender que no leerían mis mensajes. Probé haciendo unos llamados y nadie fue capaz de responderme, aparentemente la línea continuaba en reparación por el derrumbe.

—Claro, tío —responde Kris—. Eso es lo que le decía a Rain. Pero tú no te preocupes y ve a descansar que ya has hecho mucho esta mañana.

Tercero... ¿tío? ¿¡Esto es una broma!?

Kris toma a su «tío» de las manos y me percato de que el hombre tiene un ligero temblor que intenta ocultar al aferrarse al bastón. Los observo por un momento y noto que el señor Harris mira a su sobrino con mucho cariño...

—Gracias, mi pequeño. Siempre tan atento. Pero estoy bien. Ahora tengo que ir a hablar con el ayuntamiento y pedir la habilitación del nuevo local temporario mientras comienza la reconstrucción.

Kris suspira y sus ojos almendrados se ensombrecen.

—No, tío. Tu cita fue ayer, ¿recuerdas? Fui contigo y Kaleigh nos acompañó. El señor Crooper nos atendió muy bien y luego su hijo, Hayden, terminó por darnos los papeles necesarios —le explica Kris con una paciencia que me resulta algo enternecedora—. Los tiene Kaleigh.

Comienzo sentirme incómoda, como si sobrara en aquella conversación que, de pronto, se tornó demasiado familiar. Por un lado, la curiosidad me invade y me parece pertinente quedarme a oír un poco más de cómo funciona ahora el pueblo y sobre la vida de mis antiguos conocidos. Sin embargo, no. La escena es personal y me sobrepasa por más que quiera saber. Comienzo a retroceder con la mirada clavada en el piso; hasta que noto que Kris da un paso hacia mí y me lanza una mirada para que me quede en mi lugar. Me detengo sintiéndome totalmente descubierta.

—¿Por qué los tiene mi hija? —pregunta con confusión el achacado anciano.

Kris suspira y se vuelve a pasar una mano por el cabello, parece estar frustrado, pero no lo demuestra.

—No, tío. Tu nieta, Kaleigh. Trabaja contigo, con nosotros.

—Ah, sí. Kaleigh... —no suena muy convencido, pero pronto se voltea y me busca a mí. Me siento nuevamente descubierta, pues justo estaba dando otro paso hacia atrás—. Ella es la que envió el correo, querida. Es muy bonita, ya la conocerás.

—¡Oh! —murmuro con un asombro bastante fingido, sé que tengo que decir algo más o todo resultará más incómodo de lo que ya es—. Yo... yo... yo... Creo que mejor iré por los cafés y los bizcochos que me pidió Kris; sí, por los cafés y los bizcochos... —comento no muy convencida de mis propias palabras—. De paso, pasaré por mi casa para cambiarme de ropa y volveré. No tardo.

«¿Por los cafés? Dios mío, para que tener enemigos, si ya me tengo a mí misma», pienso mientras estrujo el borde de mi falda engominada, tipo tubo, que apenas me cubre poco más de medio muslo.

—¿Cafés? —repite Luke Harris, confundido—. Prefiero un té, aunque los bizcochos suenan bien; si traes, yo quiero de crema. —Se acerca un poco a mí y en un tono confidencial me dice—: Pero que no se entere mi esposa o se enojará.

El señor comienza a reírse por su ocurrencia, aunque Kris esboza una sonrisa amarga, dulce y triste a la vez. Yo no sé si sonreír o quedarme en silencio. Opto por lo tercero: asentir y marcharme de allí.

—Tío —suspira Kris—, la tía falle...

—Seguro. No hay problema, señor. Traeré de crema, entonces —lo corto de una, alzando la voz más de lo necesario. Sonrío por cortesía, no quiero seguir presenciando algo así. Me siento incómoda y una sensación extraña me revuelve las entrañas; era una mezcla de angustia por ver lo que hace la vejez y de ternura por ver cómo lo trata el pusilánime de Kris.

—Igual no te apresures tanto, linda. Llegaste anoche —de pronto, la lucidez lo asalta y parece recordar parte de nuestra reunión de hoy temprano—. Si quieres, descansa un rato, te cambias, aunque así te ves realmente guapa, y vuelves con los bizcochos.

—Gracias, señor. Es usted muy atento.

—Claro que sí, linda. Debía serlo con dos hijas mujeres, cinco hermanas mayores y una espléndida esposa. Ahora ellas no están, pero las costumbres quedan —concluye con una sonrisa bañada por la sabiduría de los años, la experiencia y el dolor de la pérdida.

Asiento, confundida, y murmuro un tenue «adiós». Tomo mis cosas y con mis tacones —que repiquetean de forma ensordecedora— bajo las escalinatas. Despuésde un momento, oigo que unos pasos me siguen de cerca, pero no volteó; de seguro es algún obrero haciendo sus labores. No obstante, una mano me detiene cuando me toma del codo.

—Discúlpalo —murmura agitado, por la corrida que tuvo que hacer para alcanzarme—. Es un buen hombre, solo que esta algo vie...

—No es necesario que me digas nada —me giro para enfrentar a Kris—. No tengo por qué disculparlo, es entendible.

—Gracias.

Espero por unos que se disculpe también por cómo me ha tratado, pero no me dice nada.

—Pero tú... tú púdrete —lo miro, desafiante—. No sé quién te crees que eres o quién crees que soy yo, pero conmigo no juegas, cariño. Estás avisado.

—Cálmate, Princesa de Ciudad —dice y alza las manos en son de paz—. Tal vez te juzgué un poco mal.

—No, no me quiero calmar, ¿sabes? No soy tu sirvienta y no tengo por qué hacer tus mandados. Y tampoco sé por qué debería ser juzgada por ti. Ahórrate tus opiniones, sucio pueblerino.

Kris comienza a reírse y se lleva las manos hasta la nuca para estirarse. Dos líneas negras asoman por su camiseta, como si se acercaran al borde de su cuello. Giro y doy por zanjado el tema. Sin embargo, mientras me alejo, no puedo evitar sentir curiosidad y me pregunto qué clase de tatuaje tendrá un imbécil como él.

—¿Sabes? —grita, aún sigue riéndose a carcajadas—. Tú también eres una sucia pueblerina; naciste aquí, Princesa, no lo olvides.


¡Bienvenidos otra vez a esta historia!🔥 🥵

Espero que puedan acompañar a Rain en su estadía en el misterioso Deeping Cross.

🤞😉✌

¿Votamos? ¡Comenten! ⚡

Kris logrará desquiciarla, ¿sí o no? ➡

Continue Reading

You'll Also Like

220K 20.3K 49
Cumplir dieciocho años en la tradicional y poderosa familia Bautista-Montagny es todo un acontecimiento. Y Danielle lleva esperando la noche de su fi...
1.2M 143K 199
Este es un fanfiction. El trabajo original, así como los personajes pertenecen a la autora china Meatbun Doesn't Eat Meat. Datos de la obra original ...
997K 45.1K 54
Anahí tenía dos grandes temores: la muerte y el maquillaje corrido. Esta historia comienza la mañana en la que debió enfrentarse a ambos. *** Después...
1K 201 11
Imagina ser alguien casi invisible para el resto de las personas... Estar ahí, pero que a nadie le importe o siquiera le sirva de algo tu presencia...