La sala de los menesteres

By TomorrowJuana

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Alba Reche es propietaria de una prestigiosa clínica de fisioterapia en Madrid. Natalia Lacunza es una famos... More

Capítulo 1. Situémonos.
Capítulo 2. Anestesia y rosas.
Capítulo 3. Recalculando ruta.
Capítulo 4. Vibraciones.
Capítulo 5. Reglas.
Capítulo 6. Humedad.
Capítulo 7. La sala.
Capítulo 8. Al habla.
Capítulo 9. El juego.
Capítulo 10. Dos galaxias de distancia.
Capítulo 11. Pasteles.
Capítulo 12. Whatsapp.
Capítulo 13. Punto de contacto.
Capítulo 14. La oveja negra.
Capítulo 15. Tacto.
Capítulo 16. La cuerda.
Capítulo 17. Pavas.
Capítulo 18. Amable.
Capítulo 19. La barbacoa.
Capítulo 20. Aquí, madurando.
Capítulo 21. La apuesta.
Capítulo 22. La gasolina.
Capítulo 23. Notting Hill.
Capítulo 24. Platónico.
Capítulo 25. Callaita.
Capítulo 26. Caníbal.
Capítulo 27. Casa.
Capítulo 28. Funciona.
Capítulo 29. Poesía.
Capítulo 30. El alma mía.
Capítulo 31. Gilipollas.
Capítulo 32. Desaparecer.
Capítulo 33. Morrearse.
Capítulo 34. Ensayar.
Capítulo 35. El mar.
Capítulo 36. Igual un poco sí.
Capítulo 37. El furby diabólico.
Capítulo 38. Fisios y cantantas.
Capítulo 39. La noche se vuelve a encender.
Capítulo 40. Put a ring on it.
Capítulo 41. Obediente.
Capítulo 42. El pozo.
Capítulo 43. Palante.
Capítulo 44. Cariño.
Capítulo 45. Colores.
Capítulo 46. El concierto.
Capítulo 47. La sala de los menesteres.
Capítulo 48. Mojaita.
Capítulo 49. Mi chica.
Capítulo 50. El photocall.
Capítulo 51. Un plato de paella.
Capítulo 52. Trascendente.
Capítulo 53. Mi familia, mi factoría.
Capítulo 54. Elegirte siempre.
Capítulo 55. El experimento.
Capítulo 56. La chimenea.
Capítulo 57. El certificado Reche.
Capítulo 58. La última.
Capítulo 59. Ella no era así.
Capítulo 60. Volveré, siempre lo hago.
Capítulo 61. Puente aéreo.
Capítulo 62. Natalia calva.
Capítulo 63. Prioridades.
Capítulo 64. Una línea pintada en el suelo.
Capítulo 65. Mucha mierda.
Capítulo 66. Roma no se construyó en un día.
Capítulo 67. Como siempre, como ya casi nunca.
Capítulo 68. 1999.
Capítulo 69. El ruido.
Capítulo 70. Desatranques Jaén.
Capítulo 71. Insoportablemente irresistible, odiosamente genial.
Capítulo 72. El clavo ardiendo.
Capítulo 73. Miento cuando digo que te miento.
Capítulo 74. Los sueños, sueños son.
Capítulo 75. Un Lannister siempre paga sus apuestas.
Capítulo 76. El frío.
Capítulo 77. Voy a salir a buscarte.
Capítulo 78. La guinda.
Capítulo 79. El hilo.
Capítulo 80. Año sabático.
Capítulo 81. Incendios de nieve.
Capítulo 82. El taladro.
Capítulo 83. Nadie te ha tocado.
Capítulo 84. Baja voluntaria.
Capítulo 85. Polo.
Capítulo 86. Comentario inapropiado.
Capítulo 87. Cumpliendo las normas.
Capítulo 88. Puntos flacos.
Capítulo 89. Idealista.
Capítulo 90. Estoy enfadada.
Capítulo 91. Bombillas.
Capítulo 92. Amor bandido.
Capítulo 93. Galletas de mantequilla.
Capítulo 94. Un día chachi.
Capítulo 95. Click.
Capítulo 96. Doctora.
Capítulo 97. Plantas.
Capítulo 98. Como si estuviera enamorada de ti.
Capítulo 99. Un salto en el tiempo.
Capítulo 100. 24 horas después.
Capítulo 101. Una puta maravilla.
Capítulo 103. Un temblor de tierra.
Capítulo 104. La chica de las galletas.
Capítulo 105. Maestra Pokémon.
Capítulo 106. La matanza de Texas.
Capítulo 107. ...antes la vida que el amor.
Capítulo 108. Adelantar por la derecha.
Capítulo 109. Lo circular nunca se termina.
Parte sin título 110. Poli bueno, poli malo.
Capítulo 111. La patita.
Capítulo 112. Una suscripción premium.
Capítulo 113. Yo por ti, tú por mí, nanana, nanana.
Capítulo 114. No te echo de menos.
Capítulo 115. Días, meses, años.
Capítulo 116. El collar.
Capítulo 117. Madera.

Capítulo 102. No dejo de mirarte.

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By TomorrowJuana

Ni siquiera había amanecido, pero Natalia, como siempre, se despertó. Sintió el fuego abrasador de Alba Calefactor Reche contra su cuerpo, las piernas enredadas, su pelo haciéndole cosquillas en la nariz. Aspiró fuerte. Huele a primavera contigo en Madrid

Le dio un beso en la sien y dejó allí los labios tirados, permitiendo que se templaran con su calor. Si había un hogar para ella en el mundo era precisamente aquel. 

Por la ventana solo entraba la luz de la calle y clareaba el poco cielo que veía desde la cama. Cuando sus ojos se acostumbraron a la oscuridad la observó. Tenía la boca entreabierta y una arruga surcó su frente cuando se sintió observada. El volcán de su corazón entró en erupción. Rompió a llorar en silencio. Demasiado amor para un cuerpo tan flaco. Sus espasmos hicieron removerse a la rubia, que se acercó más a ella si eso era posible. Cuando le besó la cara sintió sus lágrimas y se despertó de golpe. 


- ¿Qué te pasa, Nat? -preguntó, mitad somnolienta, mitad preocupada. 

- Nada -sorbió mocos-, que soy muy feliz ahora mismo -contestó como pudo con el tono agudo de quien llora sin consuelo. 

- ¿Y por eso lloras? -sonrió y dejó un beso por cada lágrima que se encontró. 

- Joder, Albi, es que... te quiero mucho y yo... 

- Estoy aquí, ¿vale? -se levantó sobre sus codos para mirarla. Tan bella, tan niña de repente. 

- Pues por eso lloro -dijo como si estuviera enfadada. La risita baja y ronca de Alba desbloqueó una nueva necesidad en ella: tatuarse esa risa. 

- Si vas a llorar cada vez que duermas conmigo apañadas vamos -apartó el llanto con sus manos. 

- Eso... -volvió a sorber-, eso significa que vamos a dormir más veces, ¿no? 

- Joder, Nat, si me lo dices así creo que me vas a matar de amor -suspiró con fuerza. Algo le pinchaba en el pecho, un sentimiento tan grande que apenas podía contener. 

- No me has contestado -dijo con los labios hacia afuera. 

- Pues claro, tonta. Ya te dije que te necesito por aquí. 

- Vale -sonrió al fin-. ¿Me das un besito y nos dormimos? Es muy temprano aún para ti. 

- Ven -la besó lento, curando con sus labios las heridas que ella misma se había tenido que hacer para crecer-. Eso sí, ni se te ocurra levantarte antes que yo -la avisó levantando un dedo-. Eso no ha cambiado. 

- No te preocupes, Albi, ni loca me muevo de aquí hasta que te vayas -la abrazó más fuerte y le besó el pelo. 

- Duermo mejor contigo -dijo en medio de un bostezo. Se enroscó en ella. 

- Todo mejor contigo -contestó, sabiendo que ya había vuelto a ser vencida por el sueño. 


Contra todo pronóstico, Natalia volvió a dormirse. No le había pasado nunca. Solía quedarse en la cama pensando en la rubia entre sus brazos, en los planes de futuro con ella, con la música, con su futuro disco. Se agobiaba con su falta de inspiración, pero la miraba y sentía que eso era suficiente para ella. Pero, al parecer, el cerebro es sabio y, cuando no hay ninguna preocupación que empañe el momento que se está viviendo, a oscuras en la madrugada de Madrid, vuelve el sueño y la paz del descanso. Cuando todo está en orden se duerme mucho mejor. 

Un par de horas después Alba fue despertada por la alarma. La apagó en seguida para no molestar a Natalia, que dormía como un tronco, cosa rara en ella. Hasta la baba le caía por la comisura de la boca. Le besó la frente, deshizo el nudo de sus cuerpos y salió hacia la ducha dando saltitos. Hacía mucho, mucho tiempo que no se levantaba tan enérgica, tan feliz, y sabía que la culpa era de la morena que había dejado abrazada al lado de la almohada que olía a ella. 

Se enfadó con su cerebro, que le recordó un pasado no tan remoto en el que se despertaba de un humor similar y el desenlace que tuvo todo aquello. 


No, ahora no es igual, tío, déjame vivir. 

Si yo te dejo, pero luego no quiero lloros. 

¿Tú te crees que si Nat no lo tuviera claro se arriesgaría a volver a romperme el corazón? 

Ya lo hizo una vez. 

Pero no lo hará dos. 

No tuvo problema en largarse cuando te interpusiste entre ella y la música, ¿qué te hace pensar que en esta ocasión no será igual? 

Que ya no tiene miedo a ser feliz.


El silencio de su mente tras esa afirmación le hizo comprender que había ganado esa batalla. Tenía que esforzarse por hacerle comprender aquello, era lo único que podría darle la calma que necesitaba para hacerle frente a su propio temor. 

Contaba con la aparición de días malos, de retrocesos en sus avances con respecto a sus fantasmas, de recaídas en la melancolía que le abría las puertas de la inspiración. Era normal, una no aprende de un día para otro, es un proceso a veces largo, como una adicción de la que nunca terminas de desprenderte: una siempre tiene ganas de fumar en las bodas y en nochevieja por muchos años que lleve sin echarse un cigarrillo a la boca. 

Eso no le inquietaba, lo hacía el hecho de que ese impulso fuera más grande que sus ganas de vivir sin ese lastre. Lo que había visto hasta ese momento le tranquilizaba el espíritu: había detenido su carrera musical y buscado otras opciones que le hacían igualmente feliz sin dinamitar el resto de componentes de su vida, y notaba en su sonrisa franca y en el brillo de su mirada que estaba en sintonía, por primera vez, con el universo. 

Seguiría haciendo música, música para otros, creando melodías de la nada, vistiendo bonitas todas esas canciones desnudas que llegaran a sus manos. Pero sabía que aquello no sería suficiente. Natalia necesitaba poner en palabras la manera hermosa en que veía el mundo, explicarse a sí misma con sus textos las cosas que no comprendía de la condición humana, sacarse los monstruos de dentro a base de poemas. 

Ya tenía una canción hecha sin dolor, y Alba estaba dispuesta a acompañarla cuando se decidiera a inventar otra. Ese sería el reto. 

Salió de la ducha decidida a ser lo que necesitara que fuera para aprender a escribir sin sufrimiento. Podría ser musa, si quisiera, o sonrisa limpia y asentimiento orgulloso cuando le mostrara sus avances, si se lo pedía. Estaría como no lo estuvo entonces, cuando no supo ser porque no comprendía qué era lo que estaba sucediendo en su mente atormentada. Había empezado a entender su lado más complejo, y puede que nunca lograse asimilarlo del todo, pero intentaría dejar que ella le mostrara con sus bellas imágenes mentales cómo era ese bosque frondoso del cual le nacía la música. 

Se paró en el umbral de la puerta, ya cambiada y a punto de salir, y la observó dormir. Exudaba paz. Una pequeña sonrisa le chivaba que quizá estaba teniendo un sueño feliz. Ojalá sea conmigo, Nat, aunque esté aquí. Llevaba una camiseta que le quedaba pequeña y sacaba una de sus largas piernas por las sábanas para regular la temperatura de su cuerpo. Quiso meterse de nuevo con ella y dejar transcurrir el día sin pensar en nada más que en lo a gusto que se estaba rodeada por la seguridad de su abrazo. 


¿La ves? 

La veo.

Es una chica que no hace daño.

Lo parece. ¿Confías en ella?

Mírala. Cómo no confiar...

A veces a mí también me lo pone difícil.

Nunca hemos sido tan felices como con ella.

Lo sé. Y tampoco hemos sufrido tanto como cuando se fue.

Ni tú ni yo hemos sido nunca unos cobardes.

Ni hemos tenido tanto en juego.


Quiso saltar sobre ella en la cama, tenderse sobre su cuerpo y despertarla a besos, pero no tuvo corazón para arrebatarle el sueño en el que estaba nadando. Cerró la puerta con cuidado, dejó una nota y se marchó a trabajar. Salió con una sonrisa radiante al día nublado. 

Su Nat estaba de nuevo en casa. 




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- Buenos días, socia -saludó Marta nada más verla entrar. Estaba enseñando a la nueva recepcionista todos los trucos infalibles que conocía. 

-Buenos días, Martus. ¿Qué tal te trata la loca esta, Marilia? 

- Ay, pues me trata muy bien -rió nerviosamente. Esa chica era demasiado adorable, tenían que sacarla una noche para pervertirla un poco. 

- Me alegro -le devolvió la sonrisa-. Si se pone pesada me lo dices. 

- Sí, sí, no te preocupes -y volvió a reír. Qué chica


Fue a su despacho para organizar el nuevo horario. Su idea era tener lo más cercano a una jornada intensiva de mañanas, dedicarse únicamente a los casos más problemáticos o a pacientes que pidieran en exclusiva que fuera ella quien los tratara y así tener la mayor parte de las tardes libres. No aspiraba a ampliar su emporio, ya estaba establecida en en un lugar predominante, por lo que lo único que deseaba era tiempo. 

Durante diez años había sido la primera en llegar y la última en irse. No pensaba descuidar su negocio, pero sí disfrutar de todo lo sembrado. De momento había conseguido reagrupar sus sesiones lo suficiente como para dejarse dos tardes libres a la semana. Se conocía lo suficiente como para saber que iría más de lo estipulado en su horario, pero esa descarga de responsabilidades que ahora compartía con Marta le permitía algo más de flexibilidad. 

Sonó su teléfono y sonrió anticipando quien sería la remitente. 


*Natalia*

Hostia, ME HE DORMIDO!

*Alba*

Buenos días, marmota

No he sido capaz de despertarte

Estabas tan mona con la baba caída

*Natalia*

Cállate

Hacía mucho que no dormía tan bien, joder

*Alba*

La cama de Alba Reche siempre está caliente

Pero a veces en el calorcito se duerme mejor

*Natalia*

La cama de Alba Reche es un buen lugar para quedarse a vivir

*Alba*

Eso quiere decir que voy a encontrarte allí cuando vuelva?

*Natalia*

Eso te encantaría, verdad?

*Alba*

Pasopalabra

*Natalia*

JAJAJAJAJAJAJAJA

Tu mujercita en casa con la cena hecha

Menudo sueño, o no?

*Alba*

Antes de contestar...

Esa mujercita llevará un mandil cuando me reciba en la puerta?

*Natalia*

SOLO llevará el mandil...

*Alba*

Juegas sucio, Lacunza

*Natalia*

Te vas a arrancar el labio, Reche

Relájate, porque ese sueño no puede hacerse realidad

Tengo que irme a la fábrica, llevo una semana sin aparecer por allí

*Alba*

Menos mal que no contesté a la pregunta entonces

*Natalia*

No hace falta 😉

Te veo esta noche?

*Alba*

Ya lo creo que me vas a ver

*Natalia*

Miedo me das

*Alba*

Yo lo tendría

*Natalia*

...

*Alba*

Nat, el labio

*Natalia*

Qué cabrona

Te recuerdo que a este juego yo también sé jugar

*Alba*

Pero yo tengo unos pantalones de cuero

*Natalia*

Deja de calentar lo que no te puedes comer

No tengo ningún problema en masturbarme en tu cama


Un minuto sin respuesta. Dos minutos. Mierda


*Natalia*

Alba?

Perdona, joder, me he pasado

*Alba*

Cállate de una puta vez

Que me tengo que ir a trabajar y no me encuentro bien

Prepárese esta noche, señorita Lacunza

Y rece todo lo que sepa porque le va a hacer falta

*Natalia*

Si me hablas de usted implosiono

*Alba*

Me parece bien

Así va ensayando

Buenos días


Y se desconectó. Natalia soltó todo el aire que contenían sus pobres pulmones. Se tiró de nuevo contra la almohada y se llevó las manos a la cara para alejarlas de la zona crítica de su cuerpo. Alba Reche tenía toda la intención de terminar con su vida, lo tenía cada vez más claro. 

Se levantó, se lavó la cara, se vistió y jugó un ratito con Queen. Cuando la gata decidió que ya había sido suficiente y se alejó de ella se levantó y cogió su chaqueta. Junto a ella una nota y una bolsa de tela que conocía muy bien. 


Buenos días, Nat. Si tenías algo que hacer LO SIENTO, habla con mi abogada, pero no te he podido despertar. Gracias por la cita de ayer, fue la mejor segunda primera cita de la historia. Echaba mucho de menos dormir contigo. Este mensaje se autodestruirá cuando lo leas, por lo que podré negar que he dicho eso. 

Un besito, y quiero mis galletas. 


Natalia rió por la nariz, se metió la bolsa en el bolsillo de la chaqueta y tiró de la puerta al salir. 

Apenas quince minutos después entraba en su casa. Abrió la cajita de recuerdos que tenía en la estantería del comedor y dejó dentro la nota. Esta no se va a autodestruir. Se dio una ducha y salió pitando hacia la fábrica. 

Una vez sobre la moto dejó ir toda la adrenalina que llevaba acumulando desde el día anterior. Gritó como una desquiciada, amortiguado el sonido por el ruido del motor y el casco. Se deshizo la voz y le saltaron algunas lágrimas de pura emoción. 

Parecía que la vida se ponía de su parte de nuevo. 




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- Mira, es que no te voy ni a preguntar -dijo muy indignada. 

- ¿Por qué? -preguntó Natalia inocentemente, intentando ocultar su estúpida sonrisa tras la taza de café. 

- Porque tienes una cara de haber follao que no te la crees. 

- Mari...

- ¡NO, NO QUIERO SABER! -la cortó levantando ambas manos y cerrando los ojos-. Porque o me vas a contar media verdad o me vas a mentir, así que mejor te quedas calladita, que estás más guapa. 

- No he follado, Mari -dijo con voz cansina-. Al menos no anoche -soltó y dio otro trago, viendo la cara de estupor de su amiga. 

- PA PA PA PA PA, NO TE ESCUCHO -se llevó las manos a las orejas. 

- ¿Por qué no quieres que te cuente? 

- Porque mira, bonita, yo soy la capitana de un barco que lleva a bordo a mucha gente. Gente desinformada -dijo con un gesto muy cómico en la cara-. Y yo no quiero ser la mesías, la que trae la palabra de Dios, Y NO PODERLO CONTAR. 

- ¿Es que tienes cinco años que no puedes guardar un secreto? 

- No, porque este barco se ha mantenido a flote gracias a valientes marineras que han remado como cabronas. No merecen. Así que no me hagas esto. 

- Bueno, como quieras -se encogió de hombros, volviendo la mirada al catálogo de vinilos que estaban viendo. 

- Pero oye... -la miró a través de sus pestañas, con una mueca seria-. ¿Bien? 

- Todo bien, gracias -jugó un poco con ella. 

- Digo... Joder, tía, ya sabes. 

- ¿No decías que no querías que te contara nada? 

- Pero solo un poquito -suplicó con voz lastimera, tendiendo su torso y los brazos sobre la mesa de su despacho-. En plan, bueno, si... ¿Estás contenta? 

- Mucho. 


Natalia vio como se mordía los labios y la miraba intentando leerle la mente. Esa lucha interna de su amiga provocó que casi soltara el café por la nariz. 


- Ay, Mari, que me meo -se secó los chorreones que le caían por las comisuras de la boca-. A ver, todo bien, todo en la dirección correcta, paso a paso, avanzando. No hay que hacer una fiesta, pero podemos bailar un poquito -se levantó y empezó a moverse arrítmicamente. 

- ¿Así? -la imitó la Mari. 

- Justo así -levantaba y bajaba los hombros, sacando los labios hacia afuera y moviendo la cabeza de lado a lado. 


Damion, que pasaba justo por delante del ventanal de camino a su despacho, las vio hacer el payaso y negó con la cabeza. Estaban como las maracas de Machín, pero eran las mejores en lo suyo. De no haberlo sabido habría tenido dudas del jardín en el que se había metido al asociarse con esas dos. 




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Natalia dedicó buena parte de la tarde a elegir outfit. Alba la había desafiado, le había abofeteado con un guante retándole en duelo. Natalia Lacunza no era una persona orgullosa, pero no podía empezar la noche perdiendo. Tenía que ser fuerte delante de sus amigas para no acercarse a la rubia más de la cuenta, y sentirse cañón podría ayudarle a saberse en igualdad de condiciones. Solo de pensar en la fisio embutida en su pantalón de cuero ya le faltaba el aire. 

Se decantó por un traje chaqueta negro entallado y un top, que tapaba lo justo por delante y con unos encajes preciosos en la espalda. Si no se desabrochaba la americana ni se veía. Se miró. Se le veía la tripa. Perfecto. Alba Reche tenía la misma fijación con sus abdominales que ella con su culo. 

Cuando entró en el restaurante la gente se giró a mirarla. Como para no. Los taconazos que llevaba resonaban por toda la estancia. Sus amigas se quedaron con la boca abierta. No era habitual en ella ir tan arreglada. 


- ¿Vienes de una alfombra roja y no nos hemos enterado? -preguntó Julia cuando se recuperó del shock. 

- Me apetecía estrenar los zapatos. 

- Ay, Natalia, hija, deja de moverte que al final te veo una teta -pidió Sabela, riendo. 

- Que no, tonta, mira -le mostró el top. 

- Ah, bueno, que lleva un cinturón, eso lo cambia todo -comentó Afri con seriedad. 

- Perdonad que os diga, pero estáis todas pibón. Parece que nos hemos puesto de acuerdo. 

- Parece que sí -la Mari señaló a su espalda con las cejas y Natalia se giró. 


Alba Reche con pantalón de cuero debería venir con una alarma incorporada, como los camiones cuando dan marcha atrás. Natalia casi se parte el cuello y después la mandíbula cuando la vio caminar con una sonrisa peligrosa hacia su mesa. Además del pantalón se había puesto unos zapatos altísimos de tacón ancho y un corpiño. Marta iba detrás negando con la cabeza como si no se lo terminara de creer, a cámara lenta, como todo lo que sucedía alrededor. Alba sacó la lengua y le guiñó un ojo, y por poco tienen que realizarle la RCP allí mismo. 

La cantante tragó saliva, bufó, carraspeó y se colocó de nuevo de frente. Apenas llevaba ropa, pero sentía que hacía demasiado calor de repente. Si hubiera llevado camisa habría tenido que desabrocharse un par de botones. 

Alba se sentó a su lado antes de dejar que Marta eligiera. Parecía que los intentos de las amigas por ponerlas juntas ya no hacían falta. Se buscaban constantemente sin necesidad de excusas. Estaban cómodas en su mutua compañía, al menos habitualmente, porque esa noche, sobre todo Natalia, parecía a punto de sufrir una deshidratación. 


- Buenas -saludó Alba con una gran sonrisa. 

- Alguien ha venido a ganar -insinuó Mari levantando las cejas. 

- La semana que viene empezamos con nuestra jornada reducida, hay que celebrar. 


Natalia no comentó nada. Se mantuvo en un silencio elegante intentando ocupar su mirada y su atención en el resto de conversaciones. 


- ¿Estás bien? -preguntó Alba en su oído con un gesto de falsa preocupación. Menuda zorra

- Muy bien, gracias, aunque tengo un poco de calor -se abanicó la cara con una mano. 

- Es una pena que no puedas quitarte la chaqueta -se mofó la rubia, recostándose en su silla. 

- Oh, sí que puedo -sonrió, sacando el as que había bajo su americana. 


Se levantó todo lo alta que era, que con tacones era una absoluta locura, se desabrochó el botón de la chaqueta, removió las solapas para que le entrara el aire y se inclinó levemente hacia el lado de Alba. La tripa le quedaba a la altura de la cara y, cuando vio que entreabría los labios y sus mejillas se teñían de rubor, volvió a sentarse. La fisio no contaba con aquello. 


- Uf, mucho mejor ahora, sí -se acomodó el cuello y se inclinó hacia delante, apoyando los codos en la mesa y entrelazando las manos, sin mirarla. 

- Espero que te ahogues en tu propio sudor. 

- Deja de babear, Alba Reche, que no estamos solas -giró la cara y le sonrió de lado. 


Habían realizado el acto físico del amor hacía una semana, pero seamos serias: sobre un escritorio, con más amor que deseo, sin apenas quitarse la ropa, sin dedicarse el tiempo a adorarse las pieles sino los ojos y los corazones. Se les habían quedado los dedos ansiosos de recorridos, las lenguas húmedas de saliva que verter sobre sus cuerpos, los dientes sedientos de carne que morder y los oídos enfermos sin gritos extasiados de placer. Como dar una patata a un hambriento, eso había sido. 

El amor y el sexo no tienen por qué ir de la mano. Puede haber sexo sin amor, amor sin sexo, y todo eso está bien. Pero en su caso, el de ellas, ambos iban a la par, y cuanto más se amaban, cuanto más reconocían sus arrebatados sentimientos, más se deseaban. Siempre había sido así entre ellas. Se habían puesto un caramelito afrodisíaco en la boca y se lo habían quitado demasiado rápido entre viajes y citas castas y puras. Pero si sus corazones avanzaban como lo habían hecho, también lo hacían sus carnes y el río magmático que eran sus corrientes sanguíneas en ese momento. 

Se miraron de reojo y se sonrieron, admitiendo en silencio aquel empate, aquel secreto que solo era de ellas y de la Mari, que las miraba moviendo la cabeza de un lado al otro como si fueran unas niñas pequeñas haciendo travesuras a escondidas. 

Se concedieron una tregua de manos quietas y botones abrochados. La noche es oscura y alberga horrores, por lo que tampoco era necesario echarle más leña al fuego que ardía entre las dos. 

El amor del cuerpo, de la mente y del corazón, todo en uno y para llevar, gracias. 




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Según empezaron a sonar los acordes de la canción, todas se volvieron locas y se unieron en mitad de la pista: Alba dejó la copa a medio pedir, Natalia cortó la conversación con unos fans y la Mari apareció subiéndose el pantalón a la salida del baño. 


- ¡QUE ME HA PILLADO MEANDO ESTE PUTO TEMAZO, JODER!



En todos los grupos hay una canción fetiche, un temita que conecta a todos sus integrantes de una manera visceral y primitiva, y en el caso de estas chavalas era este hit del 2001. Ni siquiera las había pillado juntas, pero cada una por su lado habían cocinado a fuego lento esa conexión inexplicable. 


- TU MIRADA NO ME ENGAÑARÁ MÁS, TUS BESOS YA NO SABEN IGUAL. 


Se abrazaban por los hombros haciendo un círculo y gritando como animales. Sonreían a lo grande y vertían parte de sus copas por el balanceo y los saltos. Natalia miraba a Alba con cierta inocencia por primera vez en toda la noche, feliz de estar compartiendo un momento como aquel con ella. Habían acordado implícitamente no provocarse más de lo estrictamente necesario, no fuera que de tanto ir el cántaro a la fuente al final se terminase rompiendo. 

Pero la noche a veces confunde a las personas, las copas sacan nuestros instintos más oscuros, desinhibiendo los reparos y pintando un panorama mucho más despreocupado de lo que es. Se acercaban como quien no quiere la cosa, haciendo como que no se daban cuenta pero plenamente conscientes dónde se encontraba el objetivo hacia el que dirigían sus pasos. 

El hombre llegó a la Luna, supuestamente, y Alba se tropezó sin querer con Natalia en un lateral de la pista. Dos pequeños pasos para el hombre, pero dos grandes pasos para la humanidad. Sus amigas andaban desperdigadas por allí, por lo que Alba pensó que era su momento. 


- Uy, perdona, no te había visto -se disculpó limpiándole de la solapa el ron con Coca-Cola vertido sobre ella. 

- Llevas mirándome toda la noche, Alba Reche, no cuela. 

- Vaya, te he puesto perdida -se lamentó, sobando la zona ya sin miramientos. 

- Creo que voy a tener que quitarme la chaqueta -comentó con pesar, apretando los labios. 

- No, Nat, por favor -le pidió-. Bastante es que la lleves abierta. 

- ¿Te incomoda? 

- Me pone muy cerda, Natalia -la había llamado por su nombre completo, el tema era serio. 

- Date la vuelta -dijo con la respiración ligeramente alterada. 


La rubia se giró y Natalia echó un vistazo hambriento. Alba bailó para ella lentamente, mirándola por encima de su hombro y consiguiendo con ello que le pitaran hasta los oídos. La giró con sus manos. 


- Pues ya estamos empate. 

- Quiero la prórroga -se aproximó a ella y juntó sus cuerpos. 


La chaqueta hacía de escudo, por lo que desde fuera parecía que únicamente estaban bailando, pero desde arriba Natalia veía sus manos trazar las líneas de sus músculos, el borde de su top, las costillas de su espalda, la cinturilla del pantalón. 


- Y los penaltis. 

- Estaba pensando mejor en un gol de oro -deslizó los dedos por su abdomen sudado y no sabría decir quién de las dos se excitó más con aquello. 

- ¿Uno solo? Tú sueñas. 

- No me sé más expresiones de fútbol, Nat. 

- Yo voy a pedir el cambio -le lamió los labios con destreza, tan hábilmente que, si no te fijabas, parecía un beso ladeado en la mejilla, y se alejó de ella. 


La vio dirigirse hacia el grupo de amigas, apurar su copa, despedirse de todas y desaparecer. Alba no entendía nada. Entró al baño y, tras esto, se fue con ellas. 


- ¿Y Nat? -preguntó al poco de llegar. 

- Se ha tenido que ir, le dolía la cabeza. 

- Pobre, antes la vi con mala cara -intentó ocultar su frustración tras su copa. 


Notó la vibración del móvil en el bolsillo y lo sacó. Esperaba una explicación, pero fue buscando cobre y encontró oro. 


*Natalia*

En quince minutos te quiero fuera

*Alba*

Menudo canteo, Nat

*Natalia*

Más canteo hubiese sido que nos hubiéramos ido juntas

*Alba*

Sigue siendo un jodido canteo

*Natalia*

Tic, tac, tic, tac


Alba miró alrededor. La Mari sonreía como una hiena, enseñando los dientes, siendo la más lista de la clase, como siempre. Se aproximó a ella, y su pelo rubio parecía la aleta de un tiburón. Se la iba a comer de dos bocados. Joder, Nat, te voy a matar

Nada más llegar a su lado le dio un empujón y la sostuvo antes de que se cayera. 


- ¡Madre mía, Reche, cómo vamos! -dijo en voz lo suficientemente alta como para que sus amigas lo escucharan. 

- Últimamente te coges unos pedos buenísimos -asintió Marta, más pedo que ella. 

- Tías, creo que la voy a llevar a casa antes de que se mate con esos tacones. 

- Nooooooooo -todas hicieron un puchero al unísono. 

- No me apetece pasarme la noche en urgencias por un tobillo roto, guapas. 

- Yo creo que también me voy a ir -aprovechó la coyuntura Sabela. 


Mis ángeles. Alba no se podía creer la suerte que estaba teniendo. Salieron juntas a la calle y Sabela fue en busca de un taxi mientras ellas caminaban hacia la casa de la rubia. 


- Mari... 

- Chist, ni una palabra. Si es que venís provocando las dos -la regañó en broma. Alba se tapó la cara con las manos. 

- Qué mal todo, ¿no? -miró a su amiga entre los dedos. Estaba muerta de vergüenza, menuda pillada. 

- Qué mal ni qué hostias, Reche. Dime dónde está lo malo, a ver. 

- Así, tan a lo loco, de repente... 

- ¡¿A lo loco?! Nena, llevas dos meses luchando contra ti misma. Ya está bien, ¿no? 

- No sé, Mari. 

- Mira, yo soy muy sincera y tú lo sabes -se le trababa un poco la lengua-. Hace dos años no te hubiera recomendado a mi amiga, te habría dicho que huyeras lo más rápido que pudieras, sin mirar atrás. Hoy te digo que no vas a encontrar a una tía más leal y más entregada que ella en tu puta vida. 

- Lo sé. 

- Tenía sus mierdas, pero está trabajando en ello. Va a su psicóloga una vez a la semana, ha organizado su cabeza y tiene claro lo que quiere. ¿Que a ti no te apetece? Pues geniaaaaaal, pero si te apetece no me seas mamona, que es una de las mejores personas que conozco. 

- Cómo me gustas borracha, Mari, de verdad -le dio un abrazo que hizo saltar sus ojos de las cuencas. 

- Y a mí me gustas en todas las versiones, hasta la que pone los puntos sobre las íes a mi amiga. Pero ya está, Reche, has demostrado que eres dura de roer, déjate vivir. Lacunza no va a tener coño de volver a liártela, vamos, como María Villar que me llamo -se besó el pulgar y el índice. 

- Gracias -un nuevo abrazo y un beso en el pelo. La vibración continua en su bolsillo las sacó de ese momento tan bonito-. Me tengo que ir. 

- Quereos mucho, anda, y cuando toméis una decisión en firme quiero ser la primera en saberlo. 

- Vaaaaale. 

- Jura -le dijo de frente, muy seria. 

- Te lo juro -le dio un beso en la mejilla-. Te quiero, Mari. 

- Y yo. 


Desanduvo el camino hasta la entrada del garito. Un poco más allá, entre dos coches, fumaba Natalia con el teléfono en la oreja. Nada más llegar a su altura le quitó el cigarrillo de las manos y tiró de ella para empezar a caminar. 


- Pensé que te ibas a echar para atrás. 

- ¿Pero cómo haces eso, loca? -dio una calada y Natalia se quedó embobada viendo el humo salir de sus labios-. Tú me lo dices y planeamos algo, coño. Si no llega a ser por la Mari... 

- La Mari no sabe nada. 

- Pero lo sabe todo. 

- Exacto. 


Estallaron en carcajadas. Compartieron el pitillo hasta la casa de Natalia. Una vez allí abrió la puerta del portal y se subieron en el ascensor. Natalia la miró con la barbilla alzada y una ceja en alto. Levantó las manos, que colgaban a los lados de su cuerpo, se deshizo del botón de su chaqueta y se la quitó lentamente. Alba la miraba con fascinación. Sus músculos se contraían con sus movimientos, su cara esculpida en mármol la provocaba y ese top de nada se le estaba haciendo todo un mundo. Se lanzó a su boca. Llevaba toda la noche conteniéndose, sin atreverse a una escapada al baño, sabiendo que no sería capaz de parar. 

El ascensor abrió sus puertas y salieron a trompicones de él. Natalia apartó las manos de su cintura para buscar las llaves y se las tendió, alejándose de ella. 


- Abre. 


Su tono ronco hizo que jadeara. Joder, Nat. Se dio la vuelta y ahí comprendió las intenciones de la morena, que no tardó en ponerse en su espalda y acariciarle el culo con pura devoción mientras lo miraba. 


- ¿Te gusta? -preguntó con el pecho contra la madera. 

- Me encanta -se agachó y lo mordió-. Te he echado de menos -susurró antes de levantarse. 

- Deja de hablarle a mi culo y entra -metió un dedo por dentro del top y tiró de ella hacia dentro. 


Natalia devoró su boca mientras cerraba la puerta con el pie y se descalzaba, tirando los zapatos Dios sabe dónde. Impulsó el cuerpo de Alba hacia arriba con sus manos hasta que se enroscó en su cintura. En mitad de un beso gruñó al sentir los dientes de Alba arañar sus labios. 


- A ti también te he echado mucho de menos, rubia -se separó para mirarla. 

- Y yo a ti, flaca -le cogió la mandíbula con las manos y empezó a besarla. 


Natalia las dirigió hacia la habitación. La cama estaba perfectamente hecha. 


- ¿Has cambiado las sábanas? -preguntó Alba entre respiraciones atolondradas. 

- Sí. Esperaba dormir contigo esta noche, Alba Reche. 

- Pues yo no tengo intención ninguna de dormir, Natalia Lacunza. 


Eso fue suficiente para que el animal que habitaba en la morena terminara de despertarse. Bajó la cremallera del corpiño de Alba y, a cada centímetro de piel que desnudaba, lo vestía de nuevo con sus labios y sus dientes. La tendió en la cama mientras lanzaba la prenda a la otra punta de la habitación. Se zambulló en sus ojos antes de ponerse a bucear por todo su cuerpo. Vio deseo allí, vio ganas, y vio futuro porque vio también amor. 

Besó sus labios lento, deteniendo un momento el fuego que parecía consumirlo todo en torno a ellas, creó en ese beso una cápsula ignífuga que las guarecía de la quema indiscriminada de sus cuerpos, paró incluso el tiempo y se dedicó a besar su boca como si fuera el agua para un náufrago en mitad del mar. 

Cuando se separó las llamas invadieron de nuevo el espacio creado para verse y, empujada por ese ardor, se dirigió hacia abajo, delineando las marcas de la ropa apretada que había llevado puesta hasta hacía apenas un minuto. Lamió sus pechos, su tatuaje terrible, aprisionó con los dientes sus pezones rosados y se maravilló con el sonido de sus gemidos. Los dedos de Alba entre su pelo impidiendo que se alejara de allí, tirando de nuevo hacia su boca, sin tener muy claro dónde la quería, pues lo cierto era que la quería en todas partes. 

Se alejó de su cuerpo y se puso de rodillas, alzada frente a ella. Natalia Lacunza en todo su esplendor. Agarró con los dedos la cremallera de su top, en un lateral, y la fue bajando insoportablemente lento, haciendo que sonara cada tramo que descendía. 


- Eres preciosa -murmuró Alba. 

- Y toda tuya -se liberó de la parte de arriba y volvió a tenderse sobre ella. 

- ¿Toda mía? 

- Toda. 


La rubia estuvo a punto de desmayarse al sentir el pecho de Natalia rozarse con el suyo. Los cogió con sus manos y los acarició, observando cómo el rostro de la cantante se contraía de placer. 


- Desnúdame, Nat. 


No hizo falta que lo dijera dos veces, ella también se moría por sentirla sin obstáculos, a piel. Desabrochó sus benditos pantalones y, con ayuda de la fisio, fue haciéndolos descender por sus piernas. Estaban calientes y la llamaban. Las besó con impaciencia, deseosa de llegar de una vez al cofre del tesoro y comérselo con todo el hambre acumulada en esos meses. Le quitó el tanga y se le contuvo el aire en los pulmones ante aquella visión: Alba Reche desnuda, despeinada, con las mejillas sonrojadas de excitación y las piernas abriéndose poco a poco, entregándose a lo que quisiera hacer con ella. 

Se quitó su pantalón y su ropa interior. Metió las rodillas bajo sus muslos, haciendo que se abriera del todo, y se tendió sobre ella. La quiso besar con calma, pero Alba no lo permitió. Se deshizo a mordiscos de su boca, cada vez más agresivos con cada embestida de Natalia. Elevaron su calor hasta su punto más alto, sintiendo el roce placentero pero insuficiente de sus centros juntos. 

Un último bocado de Alba en el cuello de la cantante desterró la poca cordura que quedaba en esa habitación. Se colocó entre sus piernas sin detenerse en el camino, ya tendrían la madrugada entera para no dejarse ni un centímetro sin recorrer. Alba la miraba desde arriba, contra su almohada, como tantas veces, como hacía ya tanto, demasiado tiempo. Pero estaba allí, con ella, y estaba a punto de comérsela de todas las maneras posibles. 

Hundió la cara entre sus piernas, recordando su olor, su sabor, su textura. Estaba empapada y ella estaba muerta de sed. Lamió cada rincón y se afanó en aquel punto que parecía a punto de estallar de tan tenso como estaba. Alba la agarró del pelo con una mano, la sábana con la otra, y abrió de golpe los ojos, curvando la espalda, cuando sintió sus dientes presionándolo. Le pareció que un haz de luz le atravesaba el pecho justo en el instante de correrse, partiendo el techo a la mitad, abriendo una ventana por la que podía ver el firmamento lleno de luces de colores. 

Cayó de nuevo su espalda contra el colchón, se apagaron sus gemidos y sonó su respiración fatigosa. La luz se desvaneció, dejando el techo de nuevo intacto y el cielo invisible a sus ojos. Acarició el pelo de Natalia con cariño y la apremió a subir. Quería rememorar cómo era besarse en su boca. 

La cantante incrustó la cara contra su cuello, y fue dejando besitos minúsculos que crecían en tamaño a cada segundo. Introdujo dos dedos dentro de la rubia, que volvió a echar la cara hacia atrás. 


- Joder, Nat. 

- Ahora quiero verte. 


Alba enroscó los brazos en su cuello y se perdió en sus ojos. Nunca se había sentido tan amada, ni siquiera en su época pasada, pues parecía que, ahora sí, la amaba con todo lo que era. 


- Mírame. 

- Eso hago, Alba. No dejo de mirarte. 


Una nueva estocada, más certera que las anteriores. 

Y el cielo infinito. 

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