Capítulo 6. Humedad.

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- Así que Michael Jackson, ¿eh? ¿No eres muy joven para tener ese gustazo musical? -preguntó María mientras saboreaba un caramelo del cesto de la recepción. 

- Y si la escuchas cantar 'Leave me alone', flipas -comentó Alba, que acababa de llegar junto a ellas acompañada de Natalia. 

- ¿En serio? ¿También sabes cantar? 

- ¿Cómo que también? ¿Qué me he perdido? -Alba entornó los ojos mirando alternativamente a su amiga y a María. 

- Lleváis una hora ahí metidas, nos hemos hecho amigas -dijo Marta encogiéndose de hombros con cara de interesante. 

- Me ha contado que os gusta ir los viernes al karaoke como unas auténticas jubiladas. 

- Qué vergüenza, Marta -dijo Alba poniéndose roja. 


A María le parecía tremendamente adorable. Sí, si había una palabra que definiera a Alba Reche esa era adorable, y por la cara que ponía su jefa se atrevería a asegurar que estaba de acuerdo con esto. 


- No pasa nada, Reche, todas tenemos secretos vergonzosos -comentó María quitándole importancia. 

- ¿Y cuál es el tuyo?

- Uy, Natalia, mira qué hora es, tenemos que irnos -dijo cogiendo del brazo a la morena y tirando levemente de ella. Las tres rieron. 

- Bueno, Lacunza, nos vemos el viernes entonces. A las once. 

- Oído, jefa -Natalia la miró seriamente mientras hacía el saludo militar. 

- ¿Ahora también es tu jefa? -preguntó Marta con una risita-. Te vas a cagar. 

- ¡Oye! -protestó Alba poniendo un mohín. 

- No tengo miedo ninguno, me meriendo un par de Reches todas las tardes y aún me quedo con hambre -de nuevo la Natalia soberbia. A Alba no se le escapó el detalle de que no había tenido esa soltura cuando estaba a solas con ella. Lo achacó a la presencia de su amiga y le pareció tierno. 

- No te veía tan subidita cuando te apretaba el codo. 

- Uy María, mira qué tarde es, tenemos esa cosa tan importante y secreta -Natalia cogió del brazo a María y tiró también de ella en dirección al ascensor. Cuando habían dado un par de pasos se giró y se encontró con la sonrisa infinita de Alba Reche, que las miraba con cara de 'no tienen remedio'. Su sonrisa calienta el invierno más frío-. Hasta el viernes, chicas -les guiñó un ojo mientras les dedicaba su media sonrisa habitual. 


Se metieron en el ascensor sonriendo a las chicas uniformadas y diciendo adiós con la mano. 


- ¿Y a ti qué coño te pasa? -preguntó María con los ojos como platos cuando se cerró la puerta. 

- ¿Qué me pasa de qué? -Natalia no entendía la cara de su amiga. 

- Esa actitud tuya con la Reche. La acabas de conocer, ¿quién eres y qué has hecho con la estirada de mi amiga? 

- Yo no soy una estirada -contestó la morena haciendo un puchero y mirando al suelo. 

- Me encanta cuando de repente tienes cuatro años. Pero en serio, ¿qué ha pasado para que parezca que la conoces de hace seis vidas? -preguntó con más gravedad mientras salían del edificio. 

- María, te juro que es imposible comportarse de otra manera con ella -hablaba mientras movía exageradamente los brazos, como si no le bastaran las palabras para explicarse-. Lo he intentado, te lo prometo, ya sabes que... bueno... que no me gustan los desconocidos, he querido mantenerme a distancia, pero no sé qué tiene que en cuando abre la boca y habla, te sonríe y automáticamente eres de su puto equipo -la cara de estupefacción de Natalia lo decía todo. 

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