Capítulo 115. Días, meses, años.

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- Nat, ¿tienes after sun? 

- Espera. 


Soltó el teléfono encima de la cama y se inclinó sobre la maleta. Comprobó que lo tenía, eso y unas cuantas cosas más por las que supo que Alba le iba a preguntar. 


- ¡Lo tengo! Y una crema factor mil para mi chica, que es muy blanquita. 

- Va a parecer que me has untado yeso, joder -murmuró, pero Natalia la escuchó. 

- Y te he comprado una gorra. 

- Has hablado con la Rafi, ¿verdad? 

- Nu -dijo con la boca muy pequeña. Pillada

- La madre que os parió, de verdad. Natalia, escúchame bien -la cantante no necesitó tenerla delante para saber que tenía un dedo en alto y que la miraba con su gesto más amenazante-, con una madre sobreprotectora tengo suficiente. 

- Es una gorra de trapera. 

- ¿Eso qué quiere decir? 

- Que tiene un montón de colorines. 

- Entre la diferencia de tamaño y la puta gorra va a parecer que voy de excursión con la seño -bufó, haciendo que Natalia casi se ahogara de la risa-. ¡No te rías! 

- Albi, que yo me he comprado otra. Además, también voy a llevar crema factor ser humano normal para que puedas coger un poco de colorcito. 

- Podrías, no sé, se me ocurre, irte un poquito a la mierda. 

- Te quiero. 

- Soy inmune al chantaje emocional ahora mismo -dijo con dignidad. 

- Estoy loca por ti. 

- Nada, no funciona -se mordió los labios para no sonreír. 

- Te amo. 


Un silencio. Un matojo rodante. Una sonrisa que Natalia pudo ver brillar en la lejanía a través del ventanal de su dormitorio. 


- ¿Cuánto? -el tono ya era un ronroneo. 

- Como ir a la estación espacial internacional y volver, ¡dos veces! 

- Eres gilipollas -negó con la cabeza, soltando una risita nasal. 

- Tu gilipollas. ¿Seguro que no quieres venirte a casa a dormir? Voy a hacer fajitas. 

- Jo, qué ricas -lloriqueó-. No puedo, voy a casa de Julia a dejar a Queen y luego a cenar con Marina y con mi madre para despedirme. 

- Qué rollo. 

- Vas a tener dos semanas de este cuerpito todo para ti, no seas ansias. 

- Podría ser mañana ya... 

- Igual te cansas de mí, Nat... 

- Ni en mil vidas. 


Alba suspiró y dejó que su lado más romántico saliera durante un rato, en un final de llamada que obviaremos por el bien de la diabetes. 

Natalia repasó catorce veces más la lista de todo lo que tenía que llevar, y fue añadiendo cosas aleatorias que le parecieron imprescindibles, como un adaptador para poner dos auriculares en el mismo móvil y un conjunto de encaje que esperaba dejar a Alba con la boca por los suelos. 

La sala de los menesteresWhere stories live. Discover now