La sala de los menesteres

Oleh TomorrowJuana

4.4M 162K 148K

Alba Reche es propietaria de una prestigiosa clínica de fisioterapia en Madrid. Natalia Lacunza es una famos... Lebih Banyak

Capítulo 1. Situémonos.
Capítulo 2. Anestesia y rosas.
Capítulo 3. Recalculando ruta.
Capítulo 4. Vibraciones.
Capítulo 5. Reglas.
Capítulo 6. Humedad.
Capítulo 7. La sala.
Capítulo 8. Al habla.
Capítulo 9. El juego.
Capítulo 10. Dos galaxias de distancia.
Capítulo 11. Pasteles.
Capítulo 12. Whatsapp.
Capítulo 13. Punto de contacto.
Capítulo 14. La oveja negra.
Capítulo 15. Tacto.
Capítulo 16. La cuerda.
Capítulo 17. Pavas.
Capítulo 18. Amable.
Capítulo 19. La barbacoa.
Capítulo 20. Aquí, madurando.
Capítulo 21. La apuesta.
Capítulo 22. La gasolina.
Capítulo 23. Notting Hill.
Capítulo 24. Platónico.
Capítulo 25. Callaita.
Capítulo 26. Caníbal.
Capítulo 27. Casa.
Capítulo 28. Funciona.
Capítulo 29. Poesía.
Capítulo 30. El alma mía.
Capítulo 31. Gilipollas.
Capítulo 32. Desaparecer.
Capítulo 33. Morrearse.
Capítulo 34. Ensayar.
Capítulo 35. El mar.
Capítulo 36. Igual un poco sí.
Capítulo 37. El furby diabólico.
Capítulo 38. Fisios y cantantas.
Capítulo 39. La noche se vuelve a encender.
Capítulo 40. Put a ring on it.
Capítulo 41. Obediente.
Capítulo 42. El pozo.
Capítulo 43. Palante.
Capítulo 44. Cariño.
Capítulo 45. Colores.
Capítulo 46. El concierto.
Capítulo 47. La sala de los menesteres.
Capítulo 48. Mojaita.
Capítulo 49. Mi chica.
Capítulo 50. El photocall.
Capítulo 51. Un plato de paella.
Capítulo 52. Trascendente.
Capítulo 53. Mi familia, mi factoría.
Capítulo 54. Elegirte siempre.
Capítulo 55. El experimento.
Capítulo 56. La chimenea.
Capítulo 57. El certificado Reche.
Capítulo 58. La última.
Capítulo 59. Ella no era así.
Capítulo 60. Volveré, siempre lo hago.
Capítulo 61. Puente aéreo.
Capítulo 62. Natalia calva.
Capítulo 63. Prioridades.
Capítulo 64. Una línea pintada en el suelo.
Capítulo 65. Mucha mierda.
Capítulo 66. Roma no se construyó en un día.
Capítulo 67. Como siempre, como ya casi nunca.
Capítulo 68. 1999.
Capítulo 69. El ruido.
Capítulo 70. Desatranques Jaén.
Capítulo 71. Insoportablemente irresistible, odiosamente genial.
Capítulo 72. El clavo ardiendo.
Capítulo 73. Miento cuando digo que te miento.
Capítulo 74. Los sueños, sueños son.
Capítulo 75. Un Lannister siempre paga sus apuestas.
Capítulo 76. El frío.
Capítulo 77. Voy a salir a buscarte.
Capítulo 78. La guinda.
Capítulo 79. El hilo.
Capítulo 80. Año sabático.
Capítulo 81. Incendios de nieve.
Capítulo 82. El taladro.
Capítulo 83. Nadie te ha tocado.
Capítulo 84. Baja voluntaria.
Capítulo 85. Polo.
Capítulo 86. Comentario inapropiado.
Capítulo 87. Cumpliendo las normas.
Capítulo 88. Puntos flacos.
Capítulo 89. Idealista.
Capítulo 90. Estoy enfadada.
Capítulo 91. Bombillas.
Capítulo 92. Amor bandido.
Capítulo 93. Galletas de mantequilla.
Capítulo 94. Un día chachi.
Capítulo 95. Click.
Capítulo 96. Doctora.
Capítulo 97. Plantas.
Capítulo 98. Como si estuviera enamorada de ti.
Capítulo 99. Un salto en el tiempo.
Capítulo 100. 24 horas después.
Capítulo 102. No dejo de mirarte.
Capítulo 103. Un temblor de tierra.
Capítulo 104. La chica de las galletas.
Capítulo 105. Maestra Pokémon.
Capítulo 106. La matanza de Texas.
Capítulo 107. ...antes la vida que el amor.
Capítulo 108. Adelantar por la derecha.
Capítulo 109. Lo circular nunca se termina.
Parte sin título 110. Poli bueno, poli malo.
Capítulo 111. La patita.
Capítulo 112. Una suscripción premium.
Capítulo 113. Yo por ti, tú por mí, nanana, nanana.
Capítulo 114. No te echo de menos.
Capítulo 115. Días, meses, años.
Capítulo 116. El collar.
Capítulo 117. Madera.

Capítulo 101. Una puta maravilla.

46.4K 1.5K 1.4K
Oleh TomorrowJuana

- ¿Cómo van las cosas por allí arriba, morena? 

- ¡Estamos en el jodido paraíso, Mari! -tuvo que alejar el teléfono de su oreja para no quedarse sorda-. ¡Es que no te imaginas todo lo que hay aquí, la puta madre! -miró la pantalla por si le había dado al altavoz sin querer. No, era la desquiciada de su amiga dando voces como una energúmena. 

- Deja de dar saltitos, Lacunza, eres una persona pública. 

- Déjame disfrutar, pinchaglobos -se quejó. 

- Por aquí están terminando de rematar y poner las puertas -miró la fábrica desde su despacho-. Estoy deseando que pinten de una vez y poder empezar a meter cosas. 

- Buah, y yo, vamos a vivir en el Ikea, un sueño -rió entre dientes-. Alba dijo que nos ayudaría a decorar, hizo un buen trabajo en la clínica. 

- Sí, algo me comentó el sábado -se quedó pensativa. Alba le había dicho muchas cosas el sábado, pero tenía la sensación de que se estaba perdiendo algo-. ¿Cómo van las cosas por villa Rechunza? 

- Pues van bien, ya sabes, poco a poco. Supongo que eso ya te lo imaginas, nos has visto juntas últimamente -a Natalia le encantaría poder contarle todo lo que le preocupaba, sus inquietudes con respecto a la tarde del sábado, lo que le aterraba y lo que le ilusionaba, pero no quería lanzar las campanas al vuelo y que la hostia luego fuera mayor. Hasta que no hubiera verdaderamente algo que contar prefería callar. 

- Sí, os he visto, y parece que hay avances. 

- Ha habido muchos avances... -dijo en voz baja. 

- Y, ¿estás bien con eso o te estás agobiando? -María era consciente de que no sabía todo lo que estaba pasando entre ellas, ni falta que hacía. No necesitaba conocer los detalles para saber que su amiga estaba como un flan. 

- Estoy genial con eso, es lo que más deseo en el mundo, pero no sé hasta qué punto ella... puede llegar. Eso sí que me agobia. 

- Tú dale tiempo a la rubia, pero tampoco te duermas en los laureles, ¿estamos?

- Estamos -rió por lo bajo-. Eres la mejor. 

- Soy la mejor, está claro, pero para seguir siéndolo voy a colgarte, porque me voy a envenenar de tanto morderme la lengua porque sé que no me estás contando toda la chicha, desgraciada. 

- ¿Ves? La mejor -rió más fuerte. Jodida Mari, no se le escapa ni una-. Te quiero mucho. 

- Ahora, una cosa te voy a decir, como esto vaya palante y no me cuentes hasta el color de sus bragas la vamos a tener. 

- Te lo prometo. 


Tras despedirse, la Mari colgó. No tenía ninguna intención de contarle a Natalia su conversación con la rubia, era un tema en el que no se tenía que meter y, si Alba había tenido la confianza como para comentarle sus dudas a ella, no pensaba traicionarla. Eso no quitaba que, unilateralmente, le diera un toque a la cantante para que no fuera una ameba. Esperar es angustioso, pero en parte fácil, porque una no tiene que hacer nada, en teoría, solo aguardar los movimientos de la otra. El paso definitivo no le correspondía a su amiga, pero había mil pasos pequeñitos que podría dar. 

Estaba más perdida que un burro en un garaje, sin tener ni idea de en qué punto andaban. Si habrían hablado de sus sentimientos, si habían reconocido que había algo entre ellas o si habían llegado a más. De todas formas, lo que habían hablado valía para cualquiera de esos escenarios, pues todos miraban en la misma dirección: hace delante. 

Tenía un salseo tremendo entre manos y, aunque decidió mantenerse al margen hasta que tuviera noticias de las afectadas, era una tentación terrible no cotillear con las demás. Pero le habían confiado un tema tan importante que no se sentía capaz de jugar a los espías con ello. 




------------------------------------------------------------------------------------------




Como cada lunes, Alba volvía a casa de la clínica dando un paseo. Le esperaba un baño relajante, una botella de cerveza artesana y música. Sus lunes zen. 

Natalia había estado todo el día enviándole fotos de los cacharros que compraba y alguna nota de voz hilarante. Le encantaría estar allí con ella y ver esa ilusión con la que hacía todo lo que le gustaba. Te contagiaba su energía positiva y terminabas tan emocionada como ella por un simple par de zapatillas. Hacía la vida apasionante y fácil a quien tuviera cerca, y esa era una de las cosas que más la atraían hacia su gravedad. 


*Alba*

Notificación:

48 horas después sigo sin arrepentirme

*Natalia*

Ni un poquito?

*Alba*

Nada

De hecho me preguntaba cuándo vuelves

Me debes una tarde

*Natalia*

Como si estuvieras enamorada de mí, es verdad

*Alba*

Se te había olvidado?

Qué fuerte

*Natalia*

Pues claro que no

Pero si tú también te acuerdas pues me pongo contenta

*Alba*

Me apetece mucho, Nat

*Natalia*

Y a mí

Vuelvo el jueves

*Alba*

Pues no hagas planes




----------------------------------------------------------------------------------------




*Alba*

Notificación:

72 horas después y nada, que no me arrepiento

*Natalia*

Me vas a matar, Alba Reche

Menudo giro en los acontecimientos si mañana me dices

Uy, pues parece que me empiezo a arrepentir

*Alba*

Solo te paso un informe diario para que te lo creas de una vez

Yo tengo claro que eso no va a pasar

*Natalia*

No es jueves ya?




----------------------------------------------------------------------------




*Natalia*

Son las nueve de la noche y aún no tengo mi notificación

Me estoy empezando a preocupar

*Alba*

Miércoles de Malasaña, baby

Perdona, he tenido que currar como una cabrona para dejarme la tarde de mañana libre

Pero 96 horas después no me arrepiento




-----------------------------------------------------------------------------------




Atocha. Firmas. Fotos. Conversaciones varias. Taxi. Casa. 

Casi cinco días después volvía a Madrid. Se sentó en el sofá para estirarse un rato después de comer. Necesitaba una siesta. Puso la tele en voz baja para que el silencio no aumentara unos nervios que llevaban carcomiéndole las tripas desde hacía días y que habían ido subiendo de intensidad en las últimas horas. Volver a ver a Alba Reche después de... Después de estrellarse contra ella. 

La bromita de las notificaciones diarias le había aligerado la angustia. Alba siempre sabía calmarle las inseguridades haciendo tonterías que no parecían nada, pero que le resolvían las dudas. Por lo visto, tenía tantas ganas de verla como ella misma. 


*Natalia*

Te recojo a las cinco

Te parece?

*Alba*

Ya estás en Madrid?

*Natalia*

Llegué hace un rato

*Alba*

BIEN

*Natalia*

Estás nerviosa?

YO MUCHO

*Alba*

Un poquito

Hace mucho que no tengo una cita con una estrella de la música

*Natalia*

Si no dejas de decir cosas así no voy a llegar a la cita

*Alba*

CITA CITA CITA CITA

*Natalia*

Piiiiiiiiiiiiiiiiii

LA PERDEMOS, LA PERDEMOS

DESFIBRILADOR A 220

*Alba*

JAJAJAJAJAJAJA

Eres tontísima

Ya son las 5?

*Natalia*

No

*Alba*

Y ahora?

*Natalia*

Estás en casa?

*Alba*

Acabo de llegar

*Natalia*

Pues en media hora estoy allí

*Alba*

NOOOOOOO

Tengo que comer algo, ducharme...

Las 5 está bien

*Natalia*

Pues deja de jugar con mis sentimientos

😒

ADIÓS

*Alba*

Oye... 

Un besito por lo menos, no?

*Natalia*

Un besito 😒

*Alba*

Pero sin esa cara de culo

*Natalia*

Un besito 😘💙😍🎉💖✨

*Alba*

JAJAJAJAJAJAJA

Ais

Otro, Nat


Alba soltó el teléfono y se hizo la comida. Preveía que no iba a ser capaz de quitarse la sonrisa estúpida de la cara en lo que restaba de día. Había un sentimiento llamando a la puerta de su mente desde que se había despertado esa mañana: la ilusión. Ya era hora de dejarla pasar. 

Intentó poner de nuevo en perspectiva su situación, para lo que le había venido de maravilla esos días lejos de la cantante. Le gustaba, le encantaba, sentía pájaros revoloteándole el estómago cada vez que pensaba en ella, que era bastante más a menudo de lo que quisiera reconocer. Esas eran sus luces, pero no podía olvidar las sombras. Se había sentido de la misma manera cuando empezaron a conocerse, casi un año atrás, y la cosa había ido mal tirando a desastroso. 

Por aquella época se daba cuenta de que esos fantasmas en forma de música tenían más importancia de la que Natalia le daba, y, muy a su pesar, tuvo razón. No sabía si todo venía por la decisión de tomarse un año sabático, por la colaboración alegre y disfrutona con Bad Bunny o por la canción envuelta en felicidad que compuso cuando estaban juntas, pero tenía la sensación de que algo había cambiado en la oscuridad de la cantante. 

Era experta en aparentar estar siempre bien, pero los ojos no mentían, y era consciente de que nunca había desaparecido de ellos ese poso desgarrador que le atormentaba el espíritu, esa tristeza sedimentada a fuego en su corazón. Pero se habían sentido encima de un escritorio desgastado, se habían mirado dentro, y en el interior de Natalia, por primera vez, todo brillaba, sin pelusas por los rincones. Eso era lo que disparaba su ilusión, más que sus últimas decisiones, más que las enormes muestras visibles en su cambio de vida. Tenía que reconocerse que esos meses en los que habían estado separadas le habían venido bien para poner en orden su cabeza. 

No podía resistirse a esa esperanza que le iluminaba la mirada. 

Ahora tenía que comprobar que ese cambio era real, definitivo, que con su luz era capaz de deshacer las tinieblas que le había sembrado en el pecho. 

Volver a confiar en ella después de haber vivido su parte peor. 




---------------------------------------------------------------------------




Media hora llevaba sentada en una silla del comedor, con la pierna arriba y abajo y una tila doble. El agua caliente le sosegaba, pero no conseguía que el reloj avanzara más deprisa. Se levantó con parsimonia cuando terminó, metió la taza en el lavavajillas, se echó seis litros de colonia y salió a la calle dispuesta a ser feliz por un rato. 

Mientras caminaba hasta la casa de la rubia intentó meterse en el papel: dos chicas que ya lo son todo, aunque en realidad no sean nada. Dar un salto en el tiempo y así poder descansar de tanta incertidumbre, sin pensar más allá de los próximos cinco minutos. Se lo merecían y, aunque sabía que con ese experimento tenía las de perder, ya que después de esa tarde todo volvería a la normalidad, a los pasos pequeños, al avance mínimo de dos miradas y un roce de dedos en un bar, se moría de ganas de simplemente dejar que fluyera lo loca que estaba por esa fisio. 

Llamó al timbre y obtuvo respuesta enseguida. Vaya, vaya, Reche, estabas esperando al lado del telefonillo. Eso le apaciguó los nervios y le hizo sonreír. 

Apareció con un vaquero, una camiseta y una chaqueta anudada en la cintura. Hacía calor, pero, una vez se fuera el sol, la necesitaría. 


- Hola -incluso ella notó el tono idiota que le había salido. Estaba preciosa con el pelo alborotado. 

- Hola, Nat -le dio un beso en la mejilla y se sonrojó. 

- Me alegro de que vengas en deportivas, porque vamos a dar un paseo. 

- ¿A dónde vamos? 

- A merendar -dijo como si fuera lo más obvio del mundo y empezaron a caminar. 


Se estaban saltando las premisas de la cita: ni beso en los labios ni manos entrelazadas. No importaba, solo tenían que reencontrar su intimidad. 

Durante el paseo hablaron sobre la estancia de la morena en Barcelona, las cosas que había hecho, las personas a las que había conocido, los primeros contactos para su discográfica en pañales... La conversación duró todo el trayecto y aún persistió cuando entraron a la cafetería. 

Era un lugar entrañable: no había dos sillas iguales, las mesas parecían del rastro y las paredes estaban llenas de plantas trepadoras. Dos señoras mayores y encantadoras lo regentaban, y les ayudaron a elegir las mejores tartas de la casa para acompañar los cafés. 


- Es precioso -comentó Alba cuando una de las dueñas se fue tras haberles tomado nota. 

- Venía mucho por aquí cuando era una jovenzuela bohemia. Me sentaba en esa mesa -la señaló- y me ponía a escribir canciones. ¿Podía hacerlo en mi casa? Por supuesto, pero lo bien que queda venirse a un sitio como este e ir de guay, ¿qué? 

- Postureta -rió Alba. 

- La que más -cruzó los brazos sobre la mesa y la sonrisa le ocupó media cara-. Tenía ganas de verte. 

- Y yo a ti, bah, te odio -chasqueó la lengua haciéndose la fastidiada. 

- Refunfuñona. Ya han pasado ciento veinte horas. ¿Cómo vamos con eso? 

- Estoy aquí, ¿a ti qué te parece? 

- No sé, podrías sentirte obligada a quedar conmigo. 

- Me conoces lo suficiente como para saber que no haría nada que no quisiera, y menos contigo. 

- Sí, me acuerdo de cuando volví a Madrid. Un encanto -Natalia se mordió los labios para no reír. 

- Estaba muy enfadada, ¿vale? Ya no porque no me llamaras ni para mi cumpleaños, que ya te vale, pero te presentaste aquí como si no hubiera pasado nada, tirándome fichas. ¿De qué vas? -lo dijo seria pero con un tono divertido. 

- Las ex no se llaman, te recuerdo, aunque lo del cumpleaños fue una cagada monumental. Pero te canté una canción al piano y puse felicidades, jope -se intentó excusar. 

- Prefería un "¿cómo estás? Me acuerdo de ti" -la miró de lado. Se notaba que estaba arrepentida. 

- Tú tampoco me llamaste para el mío. 

- ¡Tú sentaste precedente! 

- ¡Vale! -aceptó, levantando las manos-. A la hoguera conmigo, no tengo perdón de Dios. 

- De Dios no, pero mío sí. 

- ¿De verdad? -levantó la mirada hasta ella. 

- Yo qué sé, Nat, es una llamada, tampoco has matado a nadie. En ese momento te hubiera arrastrado de los pelos, pero hace como cinco meses de eso. Ya fue. 

- Gracias -dijo en voz muy baja. 

- Las que tú tienes, morena -y un guiño. Eso consiguió que Natalia quitara el gesto triste que tenía para soltar una carcajada. 

- Con respecto a la actitud que tuve cuando vine... -se frotó la frente con los dedos-. Me advirtieron de que estabas muy cabreada, así que tuve que hacerme fuerte o, y cito, "me ibas a pegar una paliza". 

- Creo que me hubieras ablandado antes si, en vez de parecer una imbécil con ínfulas, hubieras sido más tú. 

- ¡Pero si no me dejabas ni hablar, me cago en la puta! 

- Ya... Culpa mía -levantó la mano y apretó los labios-. Te agradezco que me soportaras, creo que yo me hubiera mandado a la mierda. 

- Hay personas por las que merece la pena tener paciencia, y tú eres una de ellas. Me lo merecía. 

- Pero no tanto. Sentía que no te conocía, y lo siento mucho. Sé que eso te hizo daño. 

- Bueno, eso fue hace mucho, parece que ya se te ha refrescado la memoria -le quitó importancia. 

- Hemos sido un cuadro, ¿eh? Ninguna se libra de la hoguera. 

- ¿Sabes lo que más me jode de eso? Que fue por no hacer lo que mejor se nos ha dado siempre. 

- ¿Follar? 

- Hablar, Alba, hablar -dijo con gesto serio y mirada acusadora. Rompieron a reír. 

- Me lo habías puesto a huevo. 

- La verdad es que follar también nos hubiera ayudado. 


Llegaron sus cafés y sus porciones de tarta y empezaron a comer. Se miraban a escondidas, aprovechando cuando la otra prestaba atención a su merienda. No era la primera vez que hablaban del tema, pero aquello pareció un cierre definitivo a sus hostilidades, a sus errores estúpidos. Natalia ya había olvidado el fallo en la memoria de Alba con respecto a su personalidad, pero Alba aún tenía sus reservas en lo que se refería a la superación de los demonios de la cantante. 

Pero bueno, en ello estaban, conociéndose las partes que les habían sorprendido para mal a la una de la otra, pues el resto lo sabían más que de sobra. Allí era donde habitaban sus problemas, y ambas parecían decididas a abrir las ventanas de par en par y ventilar. 


- Te queda muy bien el corte de pelo -comentó Alba, estirando la mano hasta los caracolitos que le salían en la nuca. 

- Gracias -contestó con la boca muy pequeña. 

- Ya te lo había dicho, pero así, un poco más larguito... Otro rollo -suspiró. Natalia Lacunza era guapa en todas sus versiones, pero todavía no se terminaba de acostumbrar. 

- A ti te sienta muy bien estar aquí conmigo -contraatacó antes de morirse de la vergüenza. 

- ¿Ah, sí? 

- Sí. Se te ilumina el cutis, te queda el pelo fabuloso, tus ojos brillan más... No sé, igual deberías plantearte eso de verme a menudo, como idea, ¿eh? Se me acaba de ocurrir -dijo distraídamente, bebiendo el último trago de café y mirándola de reojo. 

- Bueno, si me sienta tan bien tendré que hacerte caso -sonrió, coqueta. 

- Qué fácil, ¿no? 

- Ahora que lo dices... Hay algo de todo esto -las señaló a ambas- que no me hace gracia. 

- ¿Y qué es? 

- A veces tengo la sensación de que podrías gustarme tantas veces como te lo propusieras, y lo detesto. Es como si no tuviera el control, como si diera igual lo que hicieras, lo que yo me negara, que volverías a hacer que me encoñara de ti. 

- Eso no es verdad. 

- A las pruebas me remito -bufó. 

- Vale, está claro que lo nuestro es una cosa muy loca, como si no dependiera de nosotras, y lo sé porque me pasa igual -ya empezaba con sus exagerados gestos de las manos. Se la quería comer-. Pero pongamos un caso hipotético. Tú y yo juntas, como estábamos. La cosa se empieza a torcer. En la fiesta aquella en la que estuve con Anna, imagínate que me hubiera liado con ella y tú te enteras por unas fotos al día siguiente. Rompemos y vuelvo a los cinco meses para recuperarte. 

- No tienes Madrid para correr -dijo cortante, con una ceja levantada. 

- Pero yo sigo ahí, a muerte, para reconquistarte. Total, solo fueron unos besos, un polvo sucio en un baño. Eso se puede perdonar, ¿no? Y más con esto tan fuerte que tenemos. 

- Pues no, Natalia, porque lo peor no hubiera sido que te liaras con ella, que ya tiene lo suyo, sino que no me lo contaras tú. ¿Cómo iba a poder volver a confiar en ti? 

- Pero tú no te puedes resistir a mí, ¿no? -sonrió, sabiendo de antemano que había ganado esa conversación. 


Alba rió por la nariz. Jodida Lacunza, más lista que el hambre cuando quiere


- Vale, lo pillo. No siempre podrías conseguir gustarme. 

- Es que yo creo que una Natalia que hiciera eso no te gustaría en absoluto. 

- No sería la Natalia de la que me enamoré, simplemente -se encogió de hombros-. Por eso no podrías volver a hacerme sentir así: no me gusta la gente que miente. 


Se quedaron un momento en silencio, asimilando sus palabras.  


- Sé que rompí cosas con todo aquello, pero si estamos aquí es porque no fue nada que no se pueda arreglar. 


Alba asintió despacio. Tenía razón, toda la razón del mundo. Y eso le daba una paz extraña. 


- Me quedo mucho más tranquila después de esta conversación, porque me parecía muy enfermiza esa debilidad. Me ha tenido rayada mucho tiempo. 

- Yo también me alegro. No me hubiera hecho ni puta gracia gustarte de esa manera. 

- Siempre has preferido lo real a lo romántico. Esa Natalia sí que me gusta. 

- ESTA Natalia -hizo hincapié, señalándose a sí misma- te tiene loquita, nena. ¿Nos vamos? 

- ¿A dónde? 

- Hay una exposición que... 

- ¡Vale! -se levantó de un salto de la silla con una cara de ilusión alucinante. 


Natalia, a veces pensaba que no podría enamorarse más de la fisio, pero allí estaba ella para demostrarle lo equivocada que estaba. 

Pagaron la merienda y salieron a la primavera de Madrid. Caminaban hablando de cualquier absurdez y, en un semáforo, Alba cogió la mano de la morena para tirar de ella y cruzar. Ya no volvió a soltarla. 

La fisio sonreía en grande, tanto que se le achinaban los ojos, y Natalia la observaba de lado, fascinada por esa visión y el calor de su mano en la suya. La vida se compone de momentos breves de felicidad, como un collar de cuentas muy pequeñas, una tras otra. Ese instante era uno de ellos: el pelo de Alba brillando con el sol de abril, su risa escandalosa cuando le decía alguna de sus tonterías, la voz ronca con la que le hablaba de su pintor favorito. Era sencillo, era verdadero. 

Natalia tenía la sensación de que su collar se llenaba más que nunca cuando estaba con ella, y supo que su misión en la Tierra era mantenerse a su lado. Comprendió entonces que la quería como se quieren las cosas que son para siempre, como si supiera que iba a acabársele antes la vida que el amor. No estaba segura de merecer tanto, pero, si Alba se quedase con ella... Qué vida hermosa sería esa. 

No se sentía trascendente por su éxito y su fama, por las canciones que le sobrevivirían tras su muerte, por influir en tanta y tanta gente, sino por esa chica alegre que le hacía ver que había encontrado su lugar en el mundo. Se había arriesgado a perderla para poder quererla con todo lo que era, hasta con su música, y tenía la esperanza de haber llegado a tiempo. 

A veces una es incapaz de hallarle un sentido a la vida, pero lo que sentía por Alba hacía que lo encontrara sin siquiera buscarlo. 

Alba notó que estaba pensando en ella más que escuchando lo que decía, por lo que tiró de su mano en una esquina y se detuvo a mirarla. Brillaban fuegos artificiales en los ojos de la morena, y supo que estaba teniendo un pensamiento feliz. Se puso de puntillas, colocó una mano en su mejilla, sin soltar su mano, y la besó muy despacio. Un beso de labios, de cercanía, de intimidad. De amor, quizá. Suspiró antes de separarse y le estalló el carnaval en el pecho con lo que vio dentro de ella: una luz cegadora que descuartizaba cualquier intento de oscuridad. 


---------------------------------------------------------------------

Vio las sombras de los pies dando vueltas frente a la puerta. Se acercaba, se volvía a alejar, giraba y zigzagueaba sin descanso. Se le notaba la inquietud. 

Alba sonrió y se levantó de su butaca con la manta enroscada en su cuerpo: el frío cada vez le resultaba más molesto. Empezó a retirar cadenas y pestillos, y comprobó que, al escuchar los ruidos, la sombra se alejó hasta perderse de vista. 

Abrió y allí estaba la chica morena, apoyada en la pared del fondo con cara de susto. Alba sonrió. 

¿Estás bien?

Habló por primera vez. La chica bajó la mirada al montón, cada vez más grande, de leña apilada junto a ella. 

Solo quería verte, pero no tenía motivos para llamar.

Apenas un susurro salió de sus labios. Se estrujó las manos. Estaba nerviosa. 

Se me han terminado las galletas. 

Alba se sonrojó nada más decir aquello. A ella también le gustaba verla, saberla al otro lado de la madera que las separaba. Le daba paz a su corazón, se sentía menos sola en un lugar en el que se había encerrado precisamente para alejarse del mundo. Parecía que eso había dejado de tener sentido. 

¿Quieres más?

La morena habló mientras levantaba la mirada, enseñándole sin vergüenza toda la ilusión que le había embargado. 

Sí. Pero no te vayas todavía. Quédate un ratito más. 

La chica asintió rápidamente y sonrió muy despacio pero muy grande. Se sentó en el suelo, se abrazó las rodillas y apoyó en ellas la barbilla. La miraba como si fuera lo más hermoso que hubiera visto nunca. Seguramente lo era. 

Alba se quedó apoyada en el marco de la puerta, con la cabeza recostada en la madera. 

Ojalá poder decirle que entrara con ella, aunque fuera un momento. 

Ojalá. 

------------------------------------------------------------------------------


Deambulaban por las salas de la exposición como llevadas por el viento. Sin prisa, dejándose llenar por el arte que las rodeaba. Alba le explicaba algunas cosas que recordaba de sus cursos de arte y el resto se lo inventaba. Natalia también quiso jugar a ese juego, buscando palabras muy técnicas en internet para soltarlas aleatoriamente en mitad de la conversación. Estaban formando un espectáculo ruidoso. 


- Natalia, por favor, cállate -la rubia se tapaba la boca para amortiguar su risa. 

- Oye, que esto no es una biblioteca -se quejó-. Mírame, aquí -echó un vistazo al móvil y se quedó quieta-, hierática. 

- JAJAJAJAJAJAJAJAJA. 

- Tía, Alba, deja de dar la nota, que te está mirando todo el mundo. 

- Te voy a matar -la cogió de la pechera de la camiseta y apretó los dientes. 

- ¿A besitos? Las chicas enamoradas se dan besitos, Albi, hay que meterse en el papel. 

- Tienes toooooda la razón -ronroneó. 


Se rozaron los labios y tuvieron que separarse enseguida, pues alguien había entrado a la sala en la que estaban. No era cuestión de que les hicieran fotos o algo así. 

Lo mismo les pasó en el resto del recorrido, pero Natalia, empujada por los ánimos de la Mari, la cogió de la mano y se la llevó al baño. 


- Hombre, ya basta de que no nos dejen en paz. ¿Tienen un sensor o qué? -cerró la puerta en su espalda. 

- Esto de salir con una famosa es un coñazo -pasó las manos por su cuello. 

- Mira -colocó su mano en su pecho, que retumbaba desbocado-. Y solo por decir que estás saliendo conmigo aunque sea por la pantomima esta que estamos haciendo hoy. El día que me pidas salir me muero, Albi, hazte cargo. 

- ¿Que yo te tengo que pedir salir a ti? -levantó las cejas.

- Lo que me faltaba, pedirte salir dos veces, no me jodas -bufó. 

- Menuda conquistadora estás tu hecha. 

- Es que yo ya quiero salir contigo, pero no estamos coordinadas, así que te toca a ti. 

- Yo... 

- Ni te rayes, ese es un problema de la Alba y de la Nat del futuro -la tranquilizó al ver su cara de susto-. Ahora estamos en los baños de un museo y creo que me ibas a besar. 

- Gracias por... ya sabes, tener paciencia -dijo la rubia, ruborizada. 

- Lo que haga falta, pero tampoco te pases que se me van las vitaminas -consiguió hacerla sonreír-. ¿Salimos?

- ¿No nos íbamos a besar? 

- Ah, es verdad -se dio un golpe en la frente-, qué memoria la mía. 


Esta vez fue Natalia la que se agachó para unir sus bocas. Delineó los labios de Alba con su lengua y la rubia no pudo resistir esa provocación. Apretó su nuca para profundizar el beso, mordió, besó, succionó y, cuando estaba a punto de írseles de la manos, agarró el labio inferior de Natalia, tiró de su pelo y se separaron. 


- Joder -dijo a duras penas la cantante entre jadeos, con las frentes unidas. 

- Ya... -abrió los ojos y la miró-. Me vas a volver majara. 

- Pues a ver si es verdad. Anda, vamos. 


Le colocó el pelo, que había despeinado en el calor del beso, y salieron fuera. Terminaron el recorrido entre bromas y escalofríos, como réplicas del terremoto que había removido todo su interior en el baño. 

Volvieron a las calles y no tardó la morena en pasar un brazo por los hombros de Alba y esta en pasarle el suyo por la cintura, estrechándola fuerte contra ella. Natalia fingió que se ahogaba y recibió a cambio un besito en la mejilla más largo de lo normal. 


- Oye, y mañana cuando volvamos a vernos, todo como antes, ¿no? -preguntó Natalia. 

- Los saltos en el tiempo se terminan -dijo sin ningún entusiasmo la rubia. 

- Ya veremos si eres capaz. 

- ¿No lo crees? 

- Nop -negó con chulería-. Yo tengo que aguantar porque soy el ancla de esta prerrelación pero, ¿tú que puedes hacer lo que te dé la gana? Ni de coña. 

- ¿Y qué solución propones? -le alborotó el pelo con saña y la cantante se separó. Alba corrió hacia ella y se subió a caballito. 

- Oye, vale que tenga que ser yo la que reme, pero no estoy dispuesta a ser tu esclava -colocó las manos por debajo de sus muslos para que no se escurriera. 

- ¿Segura? -susurró en su oído, desde atrás. 

- Madre mía, las bragas para tirar. 

- JAJAJAJAJAJA -un besito detrás de su oreja-. Bueno, qué solución se te ocurre. 

- Que hagas lo que te salga del higo, rubia. ¿Quieres una cita? Pues una cita. ¿Cenar? Cenar. ¿Un cine? Un cine. Y vamos viendo. 

- ¿Y si me apetece comerte la boca? 

- Pues me la comes. Menudo problema. 

- ¿Y en qué coño se diferencia de lo que estamos haciendo hoy? -soltó una risotada. 

- En nada, porque lo de hoy está siendo una puta maravilla, ¿no te parece? 

- Pues un poco -dijo con voz baja. Le olió el pelo y cerró los ojos. Una puta maravilla

- ¿Y qué tiene de malo? Si durante unos días no te apetece que nos veamos, pues no nos vemos. Sin presiones. Yo simplemente dejaré el teléfono con sonido. 

- Tú también puedes proponer lo que te apetezca, no me dejes todo el muerto a mí. 

- Vale. ¿Te vienes a vivir conmigo? 

- ¡Pero qué dices! 

- ¿Ves? Yo no puedo proponer porque me vengo arriba. 

- Qué tonta eres -le metió un dedo en la nariz y Natalia cabalgó para librarse. 


Un par de calles más allá se bajó de su espalda y volvió a tomarla por la cintura. Charlaban, se quedaban en silencio disfrutando de la brisa fresca que precede al anochecer, se sonreían sin motivo, siendo conscientes ambas de que estar así era su estado natural. 

Entraron a un bar del barrio de las letras para picar algo y estirar la cita el máximo posible. Todo estaba fluyendo como siempre entre ellas, era orgánico, era fácil, era, al fin y al cabo, como ambas deseaban que fuera. Alba, a quien la experiencia había vuelto miedosa, era reacia a creer que todo fuera tan sencillo, que no hubiera un pero, una mancha en aquel lienzo que se le presentaba divino para dibujar una vida. 


- ¿De verdad no te vas a ir? -soltó de repente, como si llevara dándole vueltas a esa pregunta durante horas y no semanas, como sucedía en realidad. 

- Pues claro que no, Albi. ¿Dónde iba a estar mejor que aquí? -tomó su mano por encima de la mesa. 

- Yo qué sé, en Miami se debe estar de maravilla. 

- Una noche en Miami para echarte de menos, vaya estupidez. 

- ¿Cómo? 

- Es una canción. Luego la escuchas -sacó el móvil y la incluyó en la lista que compartían-. El caso es que es aquí donde quiero estar, justo aquí. 


La miró con intensidad, diciéndole sin hablar que no se refería a España ni a Madrid, sino a esa mesa escueta en la que estaban compartiendo unas bravas y un puñado de caricias.


- ¿Hasta cuando? 

- Por mí hasta que nos hagamos viejitas, pero como tú veas. 

- No sé qué es lo que va a pasar. Es evidente que me gusta mucho estar contigo, tocarte, besarte... Creo que... -buscó las palabras por la estancia durante unos segundos-. Creo que ya he avanzado todo lo que puedo avanzar sola. He perdonado lo que me hizo daño, he entendido lo que no comprendí en su día... Pero yo sola no puedo seguir. 

- ¿Qué quieres decir? 

- Que no puedo hacerte promesas de futuro, pero para seguir hacia delante te necesito -cerró los ojos cuando sintió el apretón de la mano de Natalia sobre la suya-. Necesito estar contigo, que me convenzas de que ya no hay nada en nuestra contra. Si no lo veo, no lo podré creer. 

- Pues hoy es tu día de suerte, porque me muero por estar -sonrió con todo su cuerpo. Ese era un paso. Un paso inmenso, más que la tarde que acababan de pasar. 

- Si algo te duele, si algo no te gusta, dímelo, por favor. No quiero que esto sea injusto para ti. 

- No vamos a cometer el mismo error de no hablar, Albi, eso sí te lo puedo prometer. 


La rubia suspiró y miró la mesa. Le hubiera encantado mandarlo todo el carajo y gritar a los cuatro vientos que quería a esa chica, llamar a su madre y contarle que estaba decidida a ser feliz, escribir a sus amigas para hablarles durante horas de lo maravillosa que era, pero sabía que en esta ocasión merecían hacer la cosas con cabeza, haciendo frente a los problemas en lugar de ignorarlos hasta que ya fue demasiado tarde, pues habían aprendido que a veces el amor no es suficiente. 

La miró a bocajarro, y supo que Natalia estaba pensando algo parecido. Sintió decisión en su mirada, una resolución inamovible, una valentía que se le contagiaba a través de las manos. Ella necesitaba ver que ahora sí podían ser sin miedos, sin sombras que eclipsaran la luz que emitían cuando estaban juntas, y Natalia estaba deseosa de mostrarle las reformas de su interior. 

Alba tenía razón: el final de ese camino de vuelta a lo que eran debían hacerlo juntas. 


Pasearon de nuevo hasta su barrio, a pasos lentos, como si estuvieran contándolos. No querían separarse, no querían que ese día terminara, aunque la verdad era que, después de esa tarde, no podrían volver a estar juntas como si nada. Natalia se había jugado todo a una carta, y el brazo de la rubia estrechándola con fuerza le decía que había ganado esa mano. 

Llegaron al portal de Alba, quien se subió a un escalón para estar a su altura. Se miraron, se sonrieron, un poco vergonzosas después de tanto y tanto que habían hablado. Habían empezado el día haciendo como que eran algo sin llegar aún a ser nada, y terminaban siéndolo todo aunque no lo parecieran. Un lío que solo ellas entendían. 


- Y ahora un besito en el portal, como manda la tradición -se aproximó Natalia con una sonrisa encantadora de serpientes. 

- No hay que perder las buenas costumbres -la rubia se mordió el labio y posó los brazos sobre sus hombros. Jugueteó con las caracolas de su nuca distraídamente. 


Le mordió el labio y tiró de él para que terminara de pegarse a ella. La fisio cedió a su sutil movimiento y la recibió con ganas. Un labio, luego el otro, la lengua pasando, encendiéndose cuando se encontraba con la suya, la piel escurridiza y los dientes aferrándose como pretendiendo agarrarse a ese momento. Se estaban despidiendo o dándose la bienvenida, nadie sabría decirlo. Igual era un poco de ambas. 

Un beso que duró horas, puede que menos, no es algo que se pueda saber a ciencia cierta. Salió el sol y se ocultó diez, doce veces, la gente entraba en el portal y salía a toda velocidad. Pasaron las estaciones una tras otra, tronó, nevó, diluvió, se murieron de calor. Quizá solo fueron dos minutos. Qué importa. 


- Buenas noches, Albi -susurró sobre su boca, queriendo llevarse hasta su respiración. 

- Quédate a dormir, Nat -contestó en un murmullo de nada. 

- ¿Segura? 

- Sí, solo dormir -abrió al fin los ojos, tan grandes como sus ganas de tenerla un rato más. 

- Vale -una sonrisa breve y un beso en la nariz. 


Alba se dio la vuelta y abrió. Subieron en el ascensor en silencio, una frente a la otra. Se miraban, más nerviosas que cuando se vieron unas horas antes. No tenía ningún sentido, pero hacía tanto que no dormían juntas... 

Saludaron a Queen y dejaron las chaquetas sobre la mesa del comedor. Fueron hasta la habitación. Aún era temprano, pero solo deseaban acurrucarse en la cama y sentirse mientras el sueño las envolvía. Alba le dejó un pijama y fue a cambiarse al baño. Parecerá absurdo, pero ninguna quería empañar de excitación algo tan íntimo como es dormir con la persona que una quiere. 

Natalia se estrujaba los dedos en mitad de la habitación cuando Alba entró, ya cambiada. 


- Ven -la llamó, abriendo la cama. 


Se metió entre las sábanas y tras ella la morena. Permanecieron boca arriba unos minutos, sin saber muy bien qué decir y sin la valentía suficiente como para atreverse a acercarse más. 


- ¿Te puedo abrazar? -preguntó Natalia con más miedo que vergüenza. 

- Menos mal -suspiró Alba, y juntó su cuerpo al de la cantante. 


Colocó una pierna sobre las de ella, introdujo los dedos entre su pelo y dejó un beso mínimo en su mandíbula marcada. Soltaron todo el aire que contenían, como si hubieran llegado a la meta después de una carrera de fondo. Natalia la apretó contra sí con el brazo con el que la rodeaba, y acarició su rostro con las yemas de los dedos. 


- Marco -susurró Natalia al aire. 

- Polo -contestó. 


Se besaron de nuevo, como para cerciorarse de que lo que estaba sucediendo era real y no un sueño. Aún recordaba la morena el primer Marco que escribió en su twitter. Si en ese momento le hubieran dicho que unos meses después iba a estar diciéndoselo al oído metida en su cama no se lo hubiese creído. 


- Qué ganas tenía de que me encontraras, Nat. 

- Nunca te he dejado de buscar, aunque no lo supieras -metió la cara en su cuello. 

- Sí lo sé, creo que por eso estaba tan enfadada, porque estaba justo aquí y tú te fuiste a buscarme al fin del mundo. 

- La próxima vez te vienes conmigo, ¿vale? 

- ¿Por dónde queda? 

- Por allí. 


Se apretaron más, sus pieles fundiéndose por aproximación, modificándose sus moléculas y formando otras nuevas. No se soltaron en toda la noche, haciendo imposible adivinar dónde terminaba un cuerpo y empezaba el otro. No se hicieron el amor del cuerpo, pero sí el del corazón, amándose en silencio a base de tacto. 

No soñaron aquella noche, pues el sueño empezaba al despertar. 

Lanjutkan Membaca

Kamu Akan Menyukai Ini

442K 27.7K 63
La Academia Oficial de Talentos le da la bienvenida a aquellos jóvenes a los que les han sido otorgados dones especiales, y desean desarrollarlos en...
7.7K 1K 7
ཻུ۪۪⸙͎ Dicen por ahí que si le confiesas quién es tu enamorado al chico de último año, terminan juntos y enamorados.ཻུ۪۪⸙͎ ꒷꒦꒷꒦꒷꒦꒷꒦꒷꒦꒷꒦꒷꒦꒷ ཻུ۪۪⸙͎ Mi...
1.6M 67.8K 85
Natalia Lacunza lo tiene todo. Futura heredera de una de las bodegas más prestigiosas del país, joven, inteligente, rica y atractiva, ve como la vida...
129K 5.7K 31
Natalia 19 años se mudó a Madrid después de vivir durante 17 años en Valencia, decide que después de estar 2 años sin visitar su querido pueblo al la...