La sala de los menesteres

By TomorrowJuana

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Alba Reche es propietaria de una prestigiosa clínica de fisioterapia en Madrid. Natalia Lacunza es una famos... More

Capítulo 1. Situémonos.
Capítulo 2. Anestesia y rosas.
Capítulo 3. Recalculando ruta.
Capítulo 4. Vibraciones.
Capítulo 5. Reglas.
Capítulo 6. Humedad.
Capítulo 7. La sala.
Capítulo 8. Al habla.
Capítulo 9. El juego.
Capítulo 10. Dos galaxias de distancia.
Capítulo 11. Pasteles.
Capítulo 12. Whatsapp.
Capítulo 13. Punto de contacto.
Capítulo 14. La oveja negra.
Capítulo 15. Tacto.
Capítulo 16. La cuerda.
Capítulo 17. Pavas.
Capítulo 18. Amable.
Capítulo 19. La barbacoa.
Capítulo 20. Aquí, madurando.
Capítulo 21. La apuesta.
Capítulo 22. La gasolina.
Capítulo 23. Notting Hill.
Capítulo 24. Platónico.
Capítulo 25. Callaita.
Capítulo 26. Caníbal.
Capítulo 27. Casa.
Capítulo 28. Funciona.
Capítulo 29. Poesía.
Capítulo 30. El alma mía.
Capítulo 31. Gilipollas.
Capítulo 32. Desaparecer.
Capítulo 33. Morrearse.
Capítulo 34. Ensayar.
Capítulo 35. El mar.
Capítulo 36. Igual un poco sí.
Capítulo 37. El furby diabólico.
Capítulo 38. Fisios y cantantas.
Capítulo 39. La noche se vuelve a encender.
Capítulo 40. Put a ring on it.
Capítulo 41. Obediente.
Capítulo 42. El pozo.
Capítulo 43. Palante.
Capítulo 44. Cariño.
Capítulo 45. Colores.
Capítulo 46. El concierto.
Capítulo 47. La sala de los menesteres.
Capítulo 48. Mojaita.
Capítulo 49. Mi chica.
Capítulo 50. El photocall.
Capítulo 51. Un plato de paella.
Capítulo 52. Trascendente.
Capítulo 53. Mi familia, mi factoría.
Capítulo 54. Elegirte siempre.
Capítulo 55. El experimento.
Capítulo 56. La chimenea.
Capítulo 57. El certificado Reche.
Capítulo 58. La última.
Capítulo 59. Ella no era así.
Capítulo 60. Volveré, siempre lo hago.
Capítulo 61. Puente aéreo.
Capítulo 62. Natalia calva.
Capítulo 63. Prioridades.
Capítulo 64. Una línea pintada en el suelo.
Capítulo 65. Mucha mierda.
Capítulo 66. Roma no se construyó en un día.
Capítulo 67. Como siempre, como ya casi nunca.
Capítulo 68. 1999.
Capítulo 69. El ruido.
Capítulo 70. Desatranques Jaén.
Capítulo 71. Insoportablemente irresistible, odiosamente genial.
Capítulo 72. El clavo ardiendo.
Capítulo 73. Miento cuando digo que te miento.
Capítulo 74. Los sueños, sueños son.
Capítulo 75. Un Lannister siempre paga sus apuestas.
Capítulo 76. El frío.
Capítulo 77. Voy a salir a buscarte.
Capítulo 78. La guinda.
Capítulo 79. El hilo.
Capítulo 80. Año sabático.
Capítulo 81. Incendios de nieve.
Capítulo 82. El taladro.
Capítulo 83. Nadie te ha tocado.
Capítulo 84. Baja voluntaria.
Capítulo 85. Polo.
Capítulo 86. Comentario inapropiado.
Capítulo 87. Cumpliendo las normas.
Capítulo 88. Puntos flacos.
Capítulo 89. Idealista.
Capítulo 90. Estoy enfadada.
Capítulo 91. Bombillas.
Capítulo 93. Galletas de mantequilla.
Capítulo 94. Un día chachi.
Capítulo 95. Click.
Capítulo 96. Doctora.
Capítulo 97. Plantas.
Capítulo 98. Como si estuviera enamorada de ti.
Capítulo 99. Un salto en el tiempo.
Capítulo 100. 24 horas después.
Capítulo 101. Una puta maravilla.
Capítulo 102. No dejo de mirarte.
Capítulo 103. Un temblor de tierra.
Capítulo 104. La chica de las galletas.
Capítulo 105. Maestra Pokémon.
Capítulo 106. La matanza de Texas.
Capítulo 107. ...antes la vida que el amor.
Capítulo 108. Adelantar por la derecha.
Capítulo 109. Lo circular nunca se termina.
Parte sin título 110. Poli bueno, poli malo.
Capítulo 111. La patita.
Capítulo 112. Una suscripción premium.
Capítulo 113. Yo por ti, tú por mí, nanana, nanana.
Capítulo 114. No te echo de menos.
Capítulo 115. Días, meses, años.
Capítulo 116. El collar.
Capítulo 117. Madera.

Capítulo 92. Amor bandido.

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By TomorrowJuana

Natalia había tenido tiempo de una siesta sin precedentes. Quería dejar de parecer una muerta viviente aunque fuera una noche. Ya tendría todo el fin de semana para descansar pues, tras la salida de esa noche, no pensaba pisar la calle ni aunque cayera una bomba nuclear en Sol. 

Tenía muchas ganas de disfrutar de una noche de libertad total por fin. La tregua, esperaba que indefinida, con Alba, le devolvía algo que antes le hubiera resultado irrelevante pero que ahora era un pulmón para su vida: sus amigas. Podía salir sin estar tensa por la indiferencia de la rubia, sin irse temprano para no incomodarla, dejándose llevar de nuevo en ese grupo maravilloso con el que tan a gusto se sentía. 

Había estrechado mucho su amistad con Sabela durante largas charlas sobre música, a veces comía con Julia, ya que su trabajo estaba cerca de la fábrica, y adoraba a Marta como si fuera su hermana pequeña. Incluso con Afri y con María había unido lazos durante el último año, dejando de lado la relación superficial que mantenían para llevarla a otro nivel más adulto y personal. 

Se duchó sin prisas aunque llegara tarde, quería dejar de ir corriendo de un lado para otro. Se puso un pantalón vaquero estrecho, un top negro sin tirantes y la chaqueta de cuero encima. La primavera había llegado con todas las de la ley, pero por la noche corría una brisa que era carne de resfriado. Maquillaje ligero y eyeliner para matar. 

Había notado un cierto temblor en Alba cuando la tenía cerca, producto, sin querer ser demasiado optimista, de los restos del amor que aún habitaban en ella. No es que creyese que siguiera amándola con la fuerza de los mares, pero era consciente de que lo que habían tenido no se desvanecería con un golpe de aire. Quería comprobar hasta dónde llegaban esos retazos que quedaban en su organismo para alimentar la pequeña esperanza que palpitaba en su corazón o, simplemente, dejarla ir. 

Tripa al aire y mirada felina. Eso sería suficiente para establecer una hoja de ruta, pues eran dos cosas que Alba siempre había tenido gusto en admirar de ella. La pasión no tenía por qué estar enlazada con el amor, pero para ellas había habido siempre una relación tan estrecha entre ambos que quería saber qué proporción había de cada uno en su interior y, de paso, que la propia fisio fuera consciente de lo que tenía entre manos. Intentaba continuamente hacer la de la avestruz, enterrando la cabeza en el suelo para no ver lo que no quería, pero no estaba de más cavar un gran hoyo a su alrededor para que dejara de esconderse bajo la tierra y afrontara la situación, fuera la que fuera. 

Si no le quedaba amor suficiente para ella, lo aceptaría, pero, si lo había, quería sacarlo de su cueva. No sería justo para ninguna de las dos perder lo que tenían aún cuando lo habían dejado de tener por un tiempo. 

Miró por la ventana del bar antes de entrar. No quería quedarse con cara de lerda mirando a la rubia, prefería prepararse. Siempre le pasaba, pero tenía que empezar a dejar de parecer constantemente una máquina de babear por ella, pues eso le daba un poder tremendo, y Alba Reche sabiéndose poderosa era un arma que gritaba peligro. Quería que supiera que estaba loca por ella, pero manteniendo la dignidad. Una cosa así, despreocupada. Oye, Alba, que me muero de amor por ti, que yo no te bajo la Luna, que yo te hago una con mis manitas y te la pongo de sombrero si quieres, que nada de lo que he conseguido en la vida vale un carajo comparado con pasar una tarde contigo tiradas en el césped hablando de la posibilidad de vida extraterrestre en otros planetas, pero sin fliparse, así, tranquilita, tú a tus cosas

A veces se alegraba de que nadie pudiera escuchar sus pensamientos, de verdad que sí. 

Allí estaba, con un pantalón negro de campana, sus zapatillas con plataforma, una camiseta segunda piel que le marcaba las costillas y sus pequeños bocaditos de nata y ese pelo corto alborotado que le hizo suspirar. La madre que me parió, Alba Reche, bájale

Se miró los abdominales desde arriba y se sintió ridícula. Toda la sensualidad del universo estaba concentrada en el menudo cuerpo de la fisio sin dejar nada para los demás. Estás muy jodida, Lacunza

Se hizo el ánimo y entró. Cuando vio el escáner que le hizo Alba, como si estuviera buscando en su cuerpo el Santo Grial, se sintió mucho mejor. No se le escapó la manera en la que entreabrió los labios con la mirada fija en su tripa mientras se quitaba la cazadora. 

Empate técnico


- Buenas noches, babys. 

- Buenas noches, Nataliuca. 

- No me importa que hayas llegado tarde porque tengo una mancha en la camiseta que no sale y me vienen muy bien tus cuadraditos para frotar -comentó Afri. 

- Y luego para plancharla -añadió Julia. 

- Y surfear -levantó el tercio la Mari. 

- Yo también os he echado de menos, perras inmundas -se ruborizó y se sentó. 


Alba la miró, dos asientos más allá, y sonrió. Dos chicas en una: por un lado, una diosa que es capaz de partirte la cabeza con la tersura de sus abdominales, y por el otro, una chavala que se pone como un tomate cuando le dices que está buena. En fin, demasiado para el body. 


- ¿Dónde te has dejado al maromo? -preguntó Sabela a Afri. 

- En casa, buscando piso -bufó. 

- Habértelo traído. 

- Es noche de chicas -dijo simplemente. 

- Si luego vamos a ir donde pincha Pablo, no seas tonta. 

- Que no, que estaba muy puesto mirando webs. 

- Afri... -empezó Natalia, que no se enteraba de mucho-. ¿Qué pasa? 

- Que el chaval está buscando piso y ella no sabe cómo decirle que se quede viviendo con ella -contestó Alba rodando los ojos. 

- ¿Que... que tú, África Adalia, quieres vivir con tu novio? -la cantante no se lo podía creer. 

- He madurado, ¿vale? -se defendió y se cruzó de brazos. 

- Nena, él está buscando piso como loco porque no te quiere molestar. Sabe que adoras tu independencia. 

- Pues ya no la adoro tanto. Me gustan mucho los noodles que prepara para cenar -levantó la cara haciéndose la digna-. ¿Él te ha comentado algo? 

- Bueno... -Natalia se miró las manos, no muy segura de lo que debía decir-. No creo que esté deseando irse de tu piso, la verdad. 

- Habla -Afri se inclinó hacia delante y la cogió del brazo. 

- Pues eso, que yo creo que está buscando con prisa para devolverte tu espacio, pero lo hace más por ti que por él. 

- ¿Tú opinas, como persona imparcial que trabaja con él, que no le importaría quedarse en mi casa? 

- No te lo tengo que decir yo -se hizo la interesante-, pero resopla cada vez que habla de ponerse a buscar. 

- Ay, madre -se tapó la cara con las manos para ocultar su miedo. Por una parte lo deseaba con todas sus ganas, pero por otra le daba pavor estar precipitándose. 

- Habla con él -Natalia le cogió una de sus manos y le acarició el dorso con el pulgar, dedicándole una sonrisa de tranquilidad. 


África asintió, un poco más entera. Si Lacunza la miraba de esa manera no le quedaba otra que calmarse y hacerle caso. 


- Vale. Igual la semana que viene estoy llorando por las esquinas. Os voy a necesitar. 

- O follando como una perra para celebrar la convivencia -dijo la Mari. 

- Espero que hagas una cena de inauguración o algo -propuso Marta. 

- ¡NO ADELANTEMOS ACONTECIMIENTOS Y VAMOS A EMBORRACHARNOS! 


Dicho y hecho, pidieron una nueva ronda y algo de picar. Tenían más ganas de bailar que de comer. El grupo estaba reunido de nuevo para una noche loca, como en los viejos tiempos. Se notaba en el ambiente las ganas de todas por disfrutar de estar de nuevo juntas, sin malos rollos ni incomodidades. 

María las miró a todas con una sonrisa bobalicona. Sus chavalas, todas, como el dream team que ella se merecía. Mucho habían tenido que remar para llegar a ese lago tranquilo, y estaba como loca por tirar a todas esas pencas al agua y pasar una noche de las que hacen historia. 

Alba miraba sin poder evitarlo a Natalia de vez en cuando, de reojo. Se iba a quedar bizca. La notaba relajada y más descansada que la última vez. Se reía por cualquier cosa y se dejaba caer contra el respaldo de la silla con despreocupación. Un par de veces las interrumpieron para unas fotos, pero ya estaban tan acostumbradas que ellas simplemente seguían con la conversación que estuvieran teniendo mientras la cantante era tan encantadora como siempre con sus fans. Le gustaba verla así, tan cercana, tan motivada a dejarles un buen recuerdo a la gente que la admiraba. 

Natalia la miró tras despedir a los chicos que se habían acercado y levantó una ceja interrogativa al descubrir sus ojos puestos en ella. 


- ¿Quieres una foto, Reche? -le preguntó con chulería. La Natalia subidita le generaba sensaciones, sensaciones un palmo por debajo de su ombligo. 

- No te preocupes, tengo muchas, y mejores -le sonrió con ligereza. 

- ¿Como cuánto mejores? 

- Digamos que con ese cinturón que llevas puesto -le señaló el top ínfimo- vas abrigada en comparación. 

- Oh -abrió la boca, entre satisfecha y alterada. Le pitaban los oídos y se le derramó una sonrisa ladeada que hizo que Alba contuviera la respiración un segundo-. Igual se han quedado un poco anticuadas, ¿no? -se tocó el pelo, ahora corto. 

- No es el pelo de tu cabeza el que más sale -levantó las cejas, sabiendo que había ganado. 

- Por eso digo, que igual se han quedado obsoletas -le guiñó el ojo y se volvió, dando la conversación por concluida. 


Joder

Nunca debería cantar victoria antes de tiempo con la maldita de Lacunza, pues era capaz de sacarse un as de la manga y dejarla con la garganta seca sin decir explícitamente gran cosa. 

Así que ahora no solo es calva de la cabeza... 

Sal de ahí, Reche, sal corriendo y no mires atrás. 

No le venía nada bien pensar en eso ahora. 

Natalia, por su parte, estaba encantada. Ver cómo la rubia se había quedado traspuesta tras sus palabras era suficiente como para ir levitando a un palmo del suelo de camino al garito. Sí, aún le provocaba cosas a la fisio, y se sintió estúpida por haberse vestido para impresionar, pues bien sabía ella que, a pesar de sus más que evidentes encantos físicos, de ambas, lo que siempre les había puesto indecentemente cachondas eran sus sensuales cerebros. Podría haberse puesto la túnica andrajosa de un fraile que Alba se hubiera quedado igual de impactada con su intercambio de hacía un rato. 

Espabila, Lacunza, que pareces nueva

Su propósito de la noche estaba conseguido: la certeza de que, al menos su vagina, seguía sintiendo cosas por ella. Ahora le quedaba hacerle esa misma pregunta a su corazón, y eso era, sin lugar a dudas, harina de otro costal. Siempre se animaba cuando conseguía resolver alguno de los muchos acertijos de la rubia, pero no tardaba en venirse abajo cuando comprendía que le quedaba todavía la parte complicada de verdad. 

Pero no sería esa noche, pues sabía que para llegar a tener una reunión cara a cara con su corazón le quedaba aún mucho por recorrer. Pero el paso uno estaba hecho, y por eso iba dando saltitos por la calle, sin saberse observaba por la fisio, que iba unos pasos por detrás abrazada a la Mari. 


- Me alegro mucho de que las cosas se hayan puesto más cómodas entre vosotras -dijo señalando a su amiga con un gesto de su barbilla. 

- Bueno, si en vez de ella hubiera sido otra persona, no habría tenido tanta suerte. 

- Eres un hueso duro de roer, ¿eh, Reche? 

- No me gusta que se rían de mí -se encogió de hombros con simpleza. 

- Ella no se ha reído de ti. 

- Lo sé. Por eso te digo que si no fuera ella la habría mandado a tomar por culo según se hubiera puesto delante de mí. 

- Y te admiro por eso. Sigue siendo Natalia Lacunza y a ti no te ha temblado el pulso para ponerla en su sitio. 

- Como si es la reina de Inglaterra, Mari. 

- Buah, Reche, cómo me pones cuando te empoderas -soltó un gemido y una carcajada. 

- ¿Cómo ha estado ella? -era algo que deseaba saber desde hacía tiempo. Natalia se empeñaba en quitarle importancia, en hacer como si nada hubiera pasado, como si no hubiera sufrido, pero sabía que no había sido así. 

- Mal. Jodidamente mal. Temí por su salud. 

- ¿En serio? -la miró con los ojos de par en par. La preocupación hacía que sus pupilas temblaran. 

- Dejó casi de comer y se negaba a escribir. Y estoy segura de que tendría a las musas cachondas perdidas por toda la tristeza que llevaba encima. Pero se mantuvo firme. 

- ¿Por qué? -era algo que no podía entender, conociéndola como la conocía. 

- No quería darle esa satisfacción. Ya sabes, Lacunza y sus cosas -se encogió de hombros. 

- Algo así me dijo. Yo pensé que... 

- Ya, pero no, no se fue para estar en la mierda y volver a escribir como siempre, porque no lo hizo. Al contrario. 

- ¿Y por qué se fue? 

- Voy a perder cinco años de vida por decir algo tan cursi, pero allá va: por amor, Alba. Se fue por amor. 


La fisio no dijo nada y la miró a lo lejos. Había saltado sobre la espalda de Julia y se dejaba llevar por ella mientras cantaba, o más bien se inventaba, el 'O sole mio. 


- Ella quería solucionar su temita con la música de los cojones. Te juro que he terminado por tenerle manía, no sabes cuánto me alegro de su año sabático. Ojalá lo haga indefinido -Alba notó la rabia en su expresión-. Pero bueno, tardó en ponerse a ello, pero lo hizo. Solo quería ser buena para sí misma y, de paso, para ti. 

- Ella ya era buena para mí. 

- Lo has idealizado con el tiempo, Reche, pero no lo era. Ni para ella, que es todavía peor. Admiro que tuviera el valor de dejarte ir para arreglar su cabeza, porque creo que no ha hecho nada más difícil en toda su vida. 

- Cuando pasó lo de Alicia... 

- Eso es algo que te viene de fuera, lo tienes que aceptar y punto, ni pinchas ni cortas. Tomar una decisión que te hace infeliz, a ti y a alguien a quien quieres, por un bien a largo plazo... Eso no lo hace todo el mundo. 

- Ya... 

- Y ojo, que sé que la cagó mucho al desaparecer de esa manera, pero lo hizo de buena fe -la miró con verdad. La Mari no solía ponerse seria, pero cuando lo hacía no quedaba otra que poner en valor cada cosa que decía-. Yo estaba allí y sé lo difícil que fue para ella no acudir a ti cuando las dudas y el miedo no la dejaban vivir. Una nunca sabe si ha tomado la decisión correcta. 

- ¿La ha tomado? 

- Yo creo que sí. Aquí estáis. 

- Pero nos hemos perdido. 

- ¿Tú crees? 


Volvió a mirarla, con las piernas encogidas para no tocar el suelo debido a su altura en la espalda de Julia, riendo con su risa de rata, y sintió cómo algo tibio se le vertió en el pecho. Lo tocó con un dedo y se lo llevó a la boca. Sabía a ternura. 


- Lo vuestro es otro rollo. Si fuera tú no apostaría a que os habéis perdido. Solo por si acaso. 


María le dio una sonrisa tranquilizadora y un apretón en su abrazo. 


- No sé si podré, Mari, ella... 

- Lo sé, nena, lo sé. No tienes que poder. Solo haz lo que te dé la gana. Habla con ella si quieres, queda a tomar un café si te apetece pasar un rato con ella. ¿Qué es lo peor que puede pasar? 

- ¿Que vuelva a encoñarme como una desgraciada? -dijo con todo el sarcasmo que pudo. 

- Sigo sin ver dónde está el problema. Ella está loca por ti. 

- ¿Y si vuelve a irse? No creo que pueda soportarlo. 

- Ah, cariño, no, eso sí que no, la baby ha aprendido la lección bien aprendida, ni te rayes. Pero entiendo tus dudas, y es ella la que tiene que ganarse tu confianza. Yo ahí no entro. Pero deja de darle vueltas, de hacer lo que se considera "correcto" -hizo el gesto de comillas con los dedos-. No eres una pringada por darle una oportunidad de redimirse. Todos tenemos derecho a equivocarnos. 

- Lo sé, Mari, por eso estamos mejor. 

- Pues ya está. Deja de pensar tanto, coño, que es malísimo para el cutis. La vida se va en esto -chasqueó los dedos delante de su nariz-, no te pierdas en los detalles. 

- Oye, que me estoy dejando llevar eh -dijo muy digna-, que le hablo aunque ella no me esté hablando a mí. 

- Bueno, perdona, no he dicho nada, claramente estás fuera de control, nadie al volante, cucú. 

- Ya vale -soltó una carcajada y le dio un golpe en el hombro-. Jo, Mari, no me presiones. 

- ¡Dios me libre de presionar a Alba Reche! Eso no se puede hacer, es contraproducente. 


La noche madrileña acogió las risas de ambas rubias y las depositó en las orejas puntiagudas de Natalia Lacunza, que esperaba de espaldas en la entrada del sitio. Cerró los ojos y sonrió como si acabara de escuchar su canción favorita. 

Entraron al garito y no perdieron el tiempo: pidieron sus copas y una ronda de chupitos y se pusieron a bailar como si lo fueran a prohibir. Se cogían por los hombros, contentas, felices de tenerse, se mofaban de los bailes eclécticos de Sabela y, aunque intentaron imitarla, no pudieron. Su estilo era demasiado personal. 

Pablo se acercó a dar vergüenza ajena con María, comiéndose la boca como animales, y las solteras, la mayoría de ellas, se cruzaron de brazos mirando disgustadas. 


- ¡Qué coño miráis, morbosas! -dijo la Mari con los labios hinchados. 

- ¡No se come delante del pobre! -vociferó Natalia para hacerse escuchar. 

- ¡Dios da pan a quien no tiene dientes! ¡Que estáis buenísimas, hostias, el mundo es un buffet libre para vosotras! ¡CRECED Y MULTIPLICAOS! 


Les dieron la espalda para seguir a lo suyo y darles algo de intimidad. Sin darse cuenta, Natalia estaba al lado de Alba, que la miraba de reojo sin saber muy bien qué hacer. Recordó la conversación que acababa de tener con la Mari y, sin querer darle muchas vueltas, se puso a bailar, pasando de una a otra sin saltarse a la morena que movía el torso como un pez escurridizo, haciendo remarcar los músculos de su abdomen con cada torsión. Hostia puta. Quiso tocarlo, pero pensó que eso era ir demasiado lejos. Una cosa era apagar el botón de su cerebro de vez en cuando, y otra muy diferente era ponerlo en modo aleatorio. 

Natalia estaba fascinada por la naturalidad de Alba, que la buscaba en las partes favoritas de sus canciones y cantaban a voz en grito agarradas por los hombros como un puñetero cuadro, ya que la diferencia de altura iba a renovar la lumbalgia de la morena y las puntillas de la rubia no daban de sí lo suficiente como para alcanzarla, por lo que parecía más colgada de ella que otra cosa. 

Pincharon un fastuoso reguetón y sus pieles se pusieron fosforitas de la emoción. Cómo sería la cosa que la Mari había vuelto con la boca como el Joker tras los morreos con su novio y un subidón terrible, con un tercio en cada mano, levantadas hacia el techo, y gritando un UEEEEE que se escuchó hasta en los baños. 

La cantante estaba buscando un hueco entre sus amigas para colocarse en medio y ser perreada tal y como merecía por sendos traseros, como lo eran los de Julia y Afri, cuando un pierna se incrustó entre las suyas sin aviso previo. Miró hacia abajo y conoció esa rodilla que apenas le llegaba al gemelo. Fue subiendo la mirada hasta esa cadera que en numerosas ocasiones había visto moverse, no solo en vertical, sino también en horizontal. Conocía demasiado bien su cadencia, su ondulación, su ritmo frenéticamente pausado. Una gota de sudor le bajó por la sien, pero se remangó unas mangas imaginarias y tuvo la audacia de poner las manos en su cintura, porque si Alba Reche se lo tomaba con naturalidad, no iba a ser ella la que lo mandara todo al cajón de la basura por el tonto hecho de estar sintiendo puro magma volcánico entre sus piernas. 

Siguió levantando la vista, y casi le saltan un ojo los pezones altivos de la rubia, que se estaba deshaciendo con la mirada anonadada de Natalia sobre su cuerpo. Porque ciertamente no la observaba con un deseo abrumador, con el hambre voraz de quien lleva semanas en ayunas, sino con la mirada asombrada de quien no se termina de creer lo exquisitamente perfecta que es la chica frente a ella. 

Vio cómo la morena tragaba saliva y le sonreía con vergüenza, sabiendo que lo que inundaba su mente no era otra cosa que el anhelo de deslizar las palmas de sus manos por cada átomo de piel de la fisio. No era obsceno, pero ardía, y Alba Reche iba a tener que quitarse las bragas como el papel de las magdalenas. 


- ¿Quieres una foto, Lacunza? -dijo Alba con una sonrisa de suficiencia. 

- No va a pasarte nada si no me la devuelves por una vez, ¿sabes? -se aproximó a su oído y no tuvo prisa en decir su frase. El olor que manaba de detrás de su oreja era embriagador. Huele a melocotón maduro

- Por si acaso, no me quiero arriesgar. 

- No te preocupes, no le voy a contar a nadie que me has perdonado una. 

- Lo que no puedo tolerar es que lo sepas tú -soltó una risita y colocó los brazos sobre los hombros de la morena. Hala

- Tengo pérdidas de memoria a corto plazo. Perdona, ¿tu nombre? 

- JAJAJAJAJAJAJA IDIOTA -y un golpecito en su cabeza. 

- Reche, lo de idiota es de primero de tonteo. 

- Es por los dos cubatas que llevo, no cuenta -negaba con la cabeza pero le brillaban los ojitos. Señales contradictorias para Palurda Lacunza. 

- Ron con Coca-Cola, ¿no? 


Y la muy payasa se fue a la barra a pedirle copas. No le faltaron durante toda la noche, pues antes de que asomaran los hielos por encima del brebaje ya tenía una nueva en la mano, y ya tuvo que decirle que eso rozaba el acoso. 


- Basta ya, Lacunza, me estás emborrachando -le dijo muy, muy trabajosamente mientras levantaba un dedo en dirección a su cara. Natalia lo miró y se puso bizca sin querer. 

- Reche, voy a tener que ponerte los subtítulos. 

- Ni que tú vayas de agua, no te jode. 

- Intento llevarte el ritmo para que no me llames aporve... arprov... 

- ¡PIDO VOCAL Y RESUELVO! -aplaudió la rubia, estallando en una carcajada psicodélica que le removió el pelo a la cantante. Guau

- APROVECHADA, JODER -fue capaz de terminar la frase. 

- Menudo pedo llevas. Te veo triple. 

- Eso es que la que lleva el pedo eres tú, Albi. 

- No me puedes llamar Albi -le dijo seria, pero sin perder el clima divertido. 

- ¿Por qué? 

- Porque no puedes -negaba con los ojos cerrados, chupando de su pajita y apoyándose en la barra. 

- No me puedes mandar porque no eres mi madre -le dijo la cantante con tono infantil, mirándola de soslayo. Alba Reche más templá que una guitarra, uf. Le daban ganas de casarse con ella. 

- Pero soy tu ex novia -abrió los ojos y frunció el ceño. 

- Qué feo, ex novia -fingió un escalofrío y Alba rió. 

- Exxxx nooooooooviaaaaaaaaa -separó cada sílaba. 

- No me gusta. 

- No haberme dejado, já. 

- No te pongas chulita que me ibas a dejar tú -le dio un golpe de cadera-. Ahora vengo -y con un fugaz beso en la mejilla se fue dando tumbos a la cabina donde pinchaba Pablo. 


Cuando volvió empezaba a sonar el tema que había pedido y se puso frente a la rubia bailando como una serpiente epiléptica. 


- ¡Alba Reche -la señaló-, esta canción -hizo un gesto que abarcaba todo el local- es para ti! 



Alba la miró con los ojos entrecerrados y dejó los restos de su copa en la barra. Se acercó a ella, que la llamaba con sus dedos abriéndolos y cerrándolos y se cogieron de las manos para hacer el tonto al ritmo de la canción. 


- Ahora tengo un amor bandido después de los errores que llevo cometidos -le cantó al oído justo antes de hacerla girar sobre sí misma. 


Juntó sus cuerpos sin dobles intenciones, solo la de sentir su calor lo más próximo posible. Se iban moviendo de lado a lado como dos abuelas bailando la ventanita del amor en una verbena de pueblo. Cada carcajada de la rubia ponía el corazón de Natalia a galopar y erizaba los pelos de su nuca, ya rizados por el calor. Las manos entrelazadas en su espalda alta no ayudaban. 


- Me merezco este castigo, me siento arrepentido de no estar contigo -volvió a cantar. 


Otra vuelta y se quedó en frente, soltándola y haciendo un solo de baile ridículo, moviendo los brazos como las azafatas de vuelo antes de despegar. 


- Si pienso en todos los momentos en los que te he fallado, esos instantes que no estuve a tu lado. Imagino que vuelves a mí. Reconozco mi error, todo lo que no hice por ti -puso un puchero y pasó los índices por sus mejillas, imitando las lágrimas recorriendo su cara. 


Alba la cogió del brazo y tiró de ella. Ya basta de tanta adorabilidad etílica. Volvieron a girar, no como un planeta y su satélite, sino como dos cuerpos celestiales orbitando uno en torno al otro, igualando sus fuerzas de gravedad sin que una ganara a la otra pero sin que fuera posible resistirse a su campo de atracción. Apenas se tocaban, pero los puntos en los que lo hacían ardían como un hierro incandescente. Se cogían las manos en alto, sudadas de nervios y de ejercicio, y competían por ver quién hacía el paso más vergonzante de las dos. Reían como locas, haciendo muecas y olvidándose, por una noche, de sus mutuos corazones rotos. 

Natalia se acercó a ella, abrazándola para terminar la canción, y tuvo la osadía de cantarle en el oído su plan sin fisuras. 


- No puedo esperar que vuelva, tengo que ir tras ella porque después de todo es mi amor. Amor bandido. 


Terminó la canción. La morena se separó de su agarre para no sucumbir a las tentaciones. Se estaba portando demasiado bien como para joderlo todo por un mal movimiento. Aplaudió a su compañera de baile y la fisio hizo una reverencia en agradecimiento. Lanzó varios besos al aire, como si estuviera recibiendo la ovación cerrada de un gran público. Natalia la miraba con todo el calor de su amor brillando en sus pupilas sin dejar de aplaudir. Estaba loca, jodidamente loca por esa rubia de metro sesenta que saludaba a una concurrencia imaginaria. 


- ¡Qué temazo! -gritó en su oreja apoyándose en su hombro-. Deberías meterlo en la lista. 

- ¿Ya no te molesta? 

- Nunca me ha molestado -se giró a pedir otra copa. Se había quedado seca de tanto baile y tanta excitación camuflada de diversión. Maldita y sensual Lacunza

- Pues entonces la meto -se puso a su lado y pidió por las dos-. La canción. 

- Qué malo, Natalia. Cinco minutos sin amigas. 

- Vamos, tiene gracia -pagó las copas, echó los refrescos en los vasos con pulso vacilante y le dio su copa a la rubia, con buen cuidado de que sus dedos se tocaran en el proceso. Ay, qué cosquillitas-. Brindemos. 

- ¡Por la paz en el mundo! -dijo con voz pastosa Alba al tiempo que alzaba su copa y vertía la mitad del contenido por el camino. 

- ¡Por las patatas del Taco Bell! -la imitó la morena con el mismo resultado. 


Chocaron sus copas en el aire, tirando otro barreño de cubata al suelo, y bebieron mirándose a los ojos. 

Hubiera sido fantástico que al día siguiente se acordaran de algo a partir de ese momento, pero no tuvieron tanta suerte. Aunque sí recordaban lo cercanas que habían estado por primera vez en seis meses y lo muchísimo que se habían echado de menos, hasta de fiesta, en todo ese tiempo. 


Mientras Alba, a media mañana, se tomaba un café doble con ibuprofeno, cogió su móvil, que por suerte no había perdido. Respondió las conversaciones pendientes, que eran básicamente del grupo de sus amigas quejándose de la resaca y jurando que no recordaban casi nada después de entrar al garito. Una noche legendaria, sí señora. 

Fue a poner algo de música en Spotify. Entró en la lista que compartía con Natalia y allí estaba, Amor bandido como nueva adquisición. 

Sonrió y negó con la cabeza. Le dio al play. Había sido una gran noche, y tenía que reconocer que, sobre todo, había sido gracias a ella. 

Le hubiera gustado escribirle en ese momento para cagarse en su estampa y en toda su estirpe entera por ser su aguadora oficial de la noche, llevándole cubatas a mansalva, pero, a pesar de recordar las palabras de la Mari, pensó que ya habían tenido suficiente acercamiento esa semana. 

Habían bailado, bebido, fumado, brindado juntas, como unas amigas cualquiera. Pero con un pequeño matiz que no se le escapó, a pesar de que la cantante fue respetuosa con ella y en ningún momento le hizo sentir incómoda con sus caricias inocentes: con ninguna de sus amigas había tenido ganas, en pleno clímax de ebriedad, de lamer el sudor que brillaba en la tripa de Natalia. 

El recuerdo le agarró un puño entre las piernas, un nudo desquiciante que le oprimía desde dentro. Se fue a la ducha. 

Por estas cosas la gente echa el polvo de despedida

Se lamentó. 

Podía ser que Natalia nunca consiguiera entrar de nuevo en su corazón, pero desde luego que la llave de su deseo la tenía en todos los colores. 

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