La sala de los menesteres

By TomorrowJuana

4.4M 162K 148K

Alba Reche es propietaria de una prestigiosa clínica de fisioterapia en Madrid. Natalia Lacunza es una famos... More

Capítulo 1. Situémonos.
Capítulo 2. Anestesia y rosas.
Capítulo 3. Recalculando ruta.
Capítulo 4. Vibraciones.
Capítulo 5. Reglas.
Capítulo 6. Humedad.
Capítulo 7. La sala.
Capítulo 8. Al habla.
Capítulo 9. El juego.
Capítulo 10. Dos galaxias de distancia.
Capítulo 11. Pasteles.
Capítulo 12. Whatsapp.
Capítulo 13. Punto de contacto.
Capítulo 14. La oveja negra.
Capítulo 15. Tacto.
Capítulo 16. La cuerda.
Capítulo 17. Pavas.
Capítulo 18. Amable.
Capítulo 19. La barbacoa.
Capítulo 20. Aquí, madurando.
Capítulo 21. La apuesta.
Capítulo 22. La gasolina.
Capítulo 23. Notting Hill.
Capítulo 24. Platónico.
Capítulo 25. Callaita.
Capítulo 26. Caníbal.
Capítulo 27. Casa.
Capítulo 28. Funciona.
Capítulo 29. Poesía.
Capítulo 30. El alma mía.
Capítulo 31. Gilipollas.
Capítulo 32. Desaparecer.
Capítulo 33. Morrearse.
Capítulo 34. Ensayar.
Capítulo 35. El mar.
Capítulo 36. Igual un poco sí.
Capítulo 37. El furby diabólico.
Capítulo 38. Fisios y cantantas.
Capítulo 39. La noche se vuelve a encender.
Capítulo 40. Put a ring on it.
Capítulo 41. Obediente.
Capítulo 42. El pozo.
Capítulo 43. Palante.
Capítulo 44. Cariño.
Capítulo 45. Colores.
Capítulo 46. El concierto.
Capítulo 47. La sala de los menesteres.
Capítulo 48. Mojaita.
Capítulo 49. Mi chica.
Capítulo 50. El photocall.
Capítulo 51. Un plato de paella.
Capítulo 52. Trascendente.
Capítulo 53. Mi familia, mi factoría.
Capítulo 54. Elegirte siempre.
Capítulo 55. El experimento.
Capítulo 56. La chimenea.
Capítulo 57. El certificado Reche.
Capítulo 58. La última.
Capítulo 59. Ella no era así.
Capítulo 60. Volveré, siempre lo hago.
Capítulo 61. Puente aéreo.
Capítulo 62. Natalia calva.
Capítulo 63. Prioridades.
Capítulo 64. Una línea pintada en el suelo.
Capítulo 65. Mucha mierda.
Capítulo 66. Roma no se construyó en un día.
Capítulo 67. Como siempre, como ya casi nunca.
Capítulo 68. 1999.
Capítulo 69. El ruido.
Capítulo 70. Desatranques Jaén.
Capítulo 71. Insoportablemente irresistible, odiosamente genial.
Capítulo 72. El clavo ardiendo.
Capítulo 73. Miento cuando digo que te miento.
Capítulo 74. Los sueños, sueños son.
Capítulo 75. Un Lannister siempre paga sus apuestas.
Capítulo 76. El frío.
Capítulo 77. Voy a salir a buscarte.
Capítulo 78. La guinda.
Capítulo 79. El hilo.
Capítulo 80. Año sabático.
Capítulo 81. Incendios de nieve.
Capítulo 82. El taladro.
Capítulo 83. Nadie te ha tocado.
Capítulo 84. Baja voluntaria.
Capítulo 85. Polo.
Capítulo 86. Comentario inapropiado.
Capítulo 87. Cumpliendo las normas.
Capítulo 88. Puntos flacos.
Capítulo 90. Estoy enfadada.
Capítulo 91. Bombillas.
Capítulo 92. Amor bandido.
Capítulo 93. Galletas de mantequilla.
Capítulo 94. Un día chachi.
Capítulo 95. Click.
Capítulo 96. Doctora.
Capítulo 97. Plantas.
Capítulo 98. Como si estuviera enamorada de ti.
Capítulo 99. Un salto en el tiempo.
Capítulo 100. 24 horas después.
Capítulo 101. Una puta maravilla.
Capítulo 102. No dejo de mirarte.
Capítulo 103. Un temblor de tierra.
Capítulo 104. La chica de las galletas.
Capítulo 105. Maestra Pokémon.
Capítulo 106. La matanza de Texas.
Capítulo 107. ...antes la vida que el amor.
Capítulo 108. Adelantar por la derecha.
Capítulo 109. Lo circular nunca se termina.
Parte sin título 110. Poli bueno, poli malo.
Capítulo 111. La patita.
Capítulo 112. Una suscripción premium.
Capítulo 113. Yo por ti, tú por mí, nanana, nanana.
Capítulo 114. No te echo de menos.
Capítulo 115. Días, meses, años.
Capítulo 116. El collar.
Capítulo 117. Madera.

Capítulo 89. Idealista.

29.7K 1.2K 929
By TomorrowJuana

Amaneció el sábado con un sol de justicia, veinte grados muy agradables y un ambiente festivo que salía por los poros de cualquiera con quien Natalia Lacunza se cruzaba. O eso le parecía a ella. Desde bien temprano estuvo en la fábrica organizando las mesas, ayudando a tapar con papel blanco los agujeros de algunas paredes y adecentando un poco el enorme lugar para poder dar la pequeña fiesta. 

Estaba nerviosa. Sí. Lo estaba. Alba Reche iba a ir, con su cara de guapa, su pelito que daba ganas de amasar en un puño, sus manos templadas y su sonrisa de postal. ¿Le gustaría lo que tenía pensado hacer con el sitio? ¿Le parecería una mierda? ¿Le entusiasmaría aunque fuera un poquito? 

Muchas preguntas, demasiadas para tanto tiempo como quedaba para que empezaran a llegar sus amigas. 

La rubia iba aceptando su presencia con estoicidad, se atrevería a decir que hasta con gusto, o así se lo pareció en su última sesión. Iba a permitirle hablar, poco a poco, sin agobios y marcando con tizas de colores dónde estaban los límites en su nueva relación, aunque a veces le desconcertaba un poco. Si le decía algo muy descarado, le cortaba el rollo rápidamente, pero, si era sutil en sus juegos de palabras, entraba al trapo de su tonteo sin ningún reparo. Era cierto que nunca era ella la que la halagaba, pero aceptaba sus insinuaciones con placer, por mucho que quisiera negarlo. 

Tenía que arriesgarse un poco más, jugársela, apostarlo todo al negro. La semana siguiente era la última de sus sesiones, por lo que las excusas para verla se reducían considerablemente, teniendo en cuenta que eran las únicas ocasiones en las que se veían a solas. Estaba empezando a sudar de pensarlo pues, aunque veía claros sus avances con respecto a la fisio, tenía asumido que, por nada del mundo, quedaría con ella a solas. 

Tendría que imaginar, construir momentos y lugares en los que verse, en los que poder hablar más profundamente de ellas, de lo que fueron, de lo que hicieron, y de lo que trajo todo aquel cúmulo de despropósitos. Confiaba en su inventiva sin límites. 




-------------------------------------------------------------------------------




*Alba*

Qué te vas a poner? 

*Julia*

Aún no lo he decidido

Y tú? 

*Alba*

Pues no lo sé 

Cómo coño se va a una fiesta en la que te van a enseñar una fábrica abandonada antes de reformarla?

*Julia*

Búscalo en el Google

*Alba*

Ya lo he hecho... 

*Julia*

EN SERIO? 

JAJAJAJAJAJAJAJAJA ME MUERO

*Alba*

No tiene gracia

*Julia*

Sí que tiene

Pues tía, unos vaqueros y un jersey

Yo qué sé, informal

*Alba*

No me ayudas

ADIÓS




-----------------------------------------------------------------------




- Hola, morena -Pablo le dio un par de besos y dejó su cargamento encima de una mesa preparada para él. 

- Hola, bello, ¿cómo vas? ¿Tienes que bajar algo más del coche? 

- No, está todo. ¿Qué rollo vas a querer? -dijo, empezando a sacar cosas de sus fundas. Natalia debería ir aprendiendo un poco más sobre esos temas si pretendía dedicarse a la producción, francamente. 

- Pues lo que te dé la gana, algo tranquilito para el principio, que podamos hablar, y si luego nos animamos a las copas pues vas subiendo el nivel. Si prefieren irse de garito, pues dejas aquí las cosas y te las acerco el domingo. 

- Ni te rayes. Cómo me ponen las fiestas en las que no sabes qué puede pasar. 

- A mí también -se rió y lo dejó con sus cosas. 




--------------------------------------------------------------------------------




*Alba*

Nena, qué te vas a poner? 

*Marta*

Un vestidazo que estaba deseando estrenar

*Alba*

Vestidazo? Tanto? 

*Marta*

Yo qué sé, por si luego vamos a alguna discoteca

*Alba*

Vamos a ir de discoteca???

YO ESO NO LO SABÍA

*Marta*

A ver, que no es seguro

Dijo Natalia que lo que nos apeteciera

Yo voy sobrada por si es que sí

*Alba*

Y si no vamos? 

*Marta*

Pues vas a disfrutar de mis patorras sexys, hija

Enhorabuena

*Alba*

Bffff

Vale




---------------------------------------------------------------------




La Mari iba sudando como un pollo, cargando con una caja de vasos que parecía que llevaba una vaca en brazos. Le dio una patada a la puerta entreabierta, incapaz de comportarse con más suavidad teniendo en cuenta el peso de la caja del demonio. Natalia apareció con una botella de ginebra en cada mano, con cara de susto y el pelo alborotado. 


- ¿Qué pasa? 

- LA PUTA CAJA PASA, ME CAGO EN DIOS -con un golpe de hombro intentó cogerla mejor, pero trastabilló y menos mal que Natalia estaba ya dejando las botellas contra la pared para ayudarla. 

- La tengo, suelta, que vas a echar un pulmón por la boca -la cargó y resopló-. ¿A quién coño llevas metido aquí, María? 

- Los vasos que encargaste. Que somos nosotras, coño, con minis de plástico sobraba. 

- Eres una cutre. 


Le echó una mala mirada, afianzó el agarre y salió andando hacia el gran espacio diáfano que lo presidía todo. Soltó la caja en el suelo, la abrió, y empezó a desembalar vasos de todo tipo: de agua, copas de vino, de champán, de cubata, chupitos... 


- Lo que yo te diga, E-XA-GE-RA-DA. 

- Que me lo comas, Mari -bufó. 

- Ya quisieras -se puso a ayudarla a separarlos por tipos y ponerlos bocabajo en la mesa-. Te noto un poco alterada, Lacunza, y solo es una cena con nosotras y cuatro más. 

- Es que estoy nerviosa -la miró de soslayo-. Quiero que les gusten las ideas que tenemos, el edificio, la zona, la fachada... 

- Cariño, les va a encantar, este sitio es una jodida fantasía, con ese rollo tan anticuado. 

- Se dice vintage

- Se dice como yo diga. Es tu rollo, nena: te pega la idea, te pega el sitio, te pega el espacio que quieres crear aquí. Van a flipar, hazme caso. 

- Pues ojalá, porque es mi bebé -dijo con su voz de nada. 

- Ay, que te voy a comer -soltó la caja que tenía entre manos y le dio catorce besos por la cara. 


Sonó el teléfono de la rubia y se separó de ella para leer las notificaciones. Soltó una carcajada nada más desbloquear el móvil. 


- Mira, aquí tienes a otra un poquito nerviosa también -negaba con la cabeza mientras contestaba. 

- ¿Cómo? 

- Que hay cierta rubia cuyo nombre empieza por Al y termina en ba que me escribe para preguntarme que qué me voy a poner. 

- ¿En serio? -dijo con voz adorable, sonrisa adorable y mirada adorable. Estás más encoñada, amiga, que una persona muy encoñada

- Palabra -siguió con su atención en la pantalla y, de repente, soltó una carcajada-. Por lo visto ya les ha preguntado a Julia y a Marta y no ha sacado ninguna conclusión. 

- Pero qué tontería, si esto es súper informal -y ella estaría preciosa hasta con un saco de patatas. Lo pensó, pero no lo dijo. 

- Habló la que ha traído cristal de Bohemia, no te jode. ¿Qué le digo que se ponga? 

- No sé, lo que le apetezca. Yo voy a venir con un pantalón de pinzas y un jersey. 

- Dice Natalia -leyó según iba escribiendo- que con cualquier cosa estarás pibón. 

- ¡MARÍA, COMO MANDES ESO TE TIRO POR UN BARRANCO! -se lanzó a arrebatarle el móvil de las manos. 

- JAJAJAJAJAJA, vale, vale, madre mía, cómo nos ponemos. 

- Ese es un comentario muy inapropiado, aunque sea verdad -y sonrió para sí. 

- Vale, espera, le mando un audio que me da pereza escribir -pulsó el botón y empezó a hablar-. Pues mira, chocho, yo me voy a poner unos vaqueros, una sudadera y las botas, pero no soy yo un ejemplo a seguir en cuanto a moda, precisamente, así que lo mejor es que te lo diga la anfitriona -le puso el teléfono en la boca sin soltar el botón y la animó a hablar. Natalia negó con la cabeza y la amenazó de muerte con los ojos. 

- Emmm, hola, Alba, esto... bueno, solo vamos a ser nosotras, Noe, Anna, Lara y la gente de mi banda, así que, pues, no sé, algo casual, con unos vaqueros y un jersey, o una americana, las americanas te quedan muy bien -tosió-, y en deportivas, nada de tacones, a no ser que te apetezca, claro, con eso es... con eso es más que suficiente. 


María soltó el botón y aquel audio bochornoso, Natalia lo vio, salió volando del terminal por ese aire que olía a humedad y se fue, dejando un rastro de vergüenza, por una ventana rota del piso de arriba. Lo intentó cazar con las manos, pero nada se pudo hacer. El mal ya estaba hecho. 


- Además de a la psicóloga vas a tener que ir al logopeda, Natalia, porque vaya facilidad de palabra te gastas, emm, sí, bueno -la imitó. 

- ¡Joder, es que no me lo esperaba! -sonó el teléfono de vuelta-. ¿Qué dice? 

- Un audio -le dio al play-. "Hola, chicas, gracias por vuestra ayuda, no sabía qué coño se tiene que poner una para un evento así jajajajajaja pero ya lo tengo más o menos claro. Nos vemos esta noche, un besito". 

- Otro -murmuró Natalia como si fuera una travesura para que María no lo escuchara. 

- Si viene en americana, apúntate un tanto. 

- ¿Por? 

- Porque le has dicho que le quedan muy bien. Natalia, espabila -empezó a chasquear los dedos frente a su cara-, que en este juego de la seducción o estás al loro o te las pierdes, va, venga, vamos, un, dos, un, dos, despierta. 

- Joder, vale, que no me acordaba de lo que le había dicho -se puso colorada. 


Su jefa era tontísima, realmente a veces le sorprendía que no hubiera fallecido todavía de una muerte ridícula y vergonzosa, pero era algo que volvía loca a la fisio, solo dios sabría por qué. Como si no pudiera resistirse a esa ingenuidad inherente a ella que, aunque se había empeñado en olvidar, con un poco de trato se le había vuelto a poner delante sin discusión. Y se le notaba hasta en el tono de voz por un mísero audio. 

Me apuesto lo que quieras a que viene en americana




-------------------------------------------------------------------------------



La fábrica estaba iluminada con un montón de luces de colores colgadas por aquí y por allá, pues no merecía la pena hacer una instalación eléctrica en condiciones en un sitio que iba a cambiar su aspecto radicalmente en apenas un mes. La verdad era que estaba precioso así, con una luz cálida proveniente de las bombillas peladas, dándole un aura mística al lugar, que no parecía estar ni en el mundo real ni el imaginario, sino en un punto intermedio creado solo para él. Las mesas estaban junto a dos paredes haciendo esquina: una, más grande, llena de la comida que el catering había llevado un rato antes; la otra, algo más pequeña, con bebidas de todos los tipos para contentar a sus pocas invitadas. Pablo un poco más allá, poniendo algo de indie suave para no incomodar las conversaciones y la Mari deliberando si la cerveza estaba a la temperatura óptima para su exigente paladar. 

Natalia, como ya he dicho, se decidió por un pantalón de pinzas granate y un jersey negro de cuello alto. La raya del pelo a un lado, unos pequeños pendientes y zapatos planos negros. 

La primera en llegar fue Noe, la única puntual, pues se había esmerado en no retrasarse, sin saber, la pobre, que con las chicas no tenía por qué estar tan preocupada por el reloj. 


- ¡Hola, Noe! -dio un respingo en cuanto la vio y se fue hacia ella para darle uno de sus grandes abrazos. Estaba histérica. 

- Hola, Natalia -se dejó abrazar y le dio dos besos. 

- ¿Qué te parece? 


Después de hacerle un pequeño tour por todo el extenso local y explicarle donde iba a ir cada cosa, volvió hacia la zona de la recepción. 


- Es alucinante, Natalia. Estoy deseando verlo terminado, y más si quieres mantener la estética del edificio. Va a ser una pasada. 

- Me alegro mucho de que te guste, Noe -apretó los labios, contentísima-. El otro día le hablé a Alba de ti. 

- ¿Ya te deja hablar? -Natalia asintió, aliviada-. ¿Y qué tal fue? 

- Le comenté que llevaba yendo a terapia unos meses y que me estabas ayudando a domesticar a la bestia -sonrieron ambas con cierta intimidad por su metáfora compartida. 

- ¿Y qué le pareció? 

- Se alegró un montón, Noe -aún no se lo terminaba de creer-. Yo creía que se iba a enfadar, porque todo lo que le dije eran cosas que ya me había dicho ella a mí mil veces, pero fue comprensiva y se alegró por mí de verdad. 

- Si se lo explicaste con esa cara no tuvo opción -rió entre dientes al verla ruborizarse-. Ni ella es una nazi ni tú una zorra sin corazón. No entiendo por qué no lo habéis arreglado todavía. 

- ¿Y ese lenguaje? -la miró de arriba a abajo. 

- No estamos en mi clínica, guapa. 

- Perdone usted, doctora. 


Continuaron un rato más hablando, hasta que la Mari se le colgó de los hombros con su brazo y la giró de cara a la puerta, disculpándose con Noemí con la mirada. 

Lo que Natalia vio frente a sí podría haber sido una aparición etérea, un ángel caído, pero no por castigo divino, sino por envidia de sus hermanos, pues era el ángel más hermoso de toda la jodida corte celestial. 


- Apúntate una, Lacunza -le dijo la Mari al oído, y luego la soltó. 


Alba iba, efectivamente, con una americana gris, pantalón negro y camiseta blanca con cuello de barco. El pelo todo hacia un lado, los ojos ahumados y una sonrisa que dejaba en nada a la pobre iluminación de las bombillas. 

Dios de mi vida y de mi corazón, Alba Reche. 

Cerró la boca, pues la tenía descolgada hasta el pecho, tragó saliva y se dirigió hacia ella, Sabela y Julia, que acababan de entrar también. ¿Cómo iban vestidas las otras dos chicas? Quizá en chándal, nunca lo sabremos, porque, desde luego, Natalia Lacunza no tenía ojos que no fueran para la rubia. 


- Hola, chicas -saludó, dio dos besos a lo Laudrup, es decir, sin mirar, y se dejó lo mejor para el final-. Hola, Alba -sonrió con timidez y fue la fisio la que puso una mano en su hombro como apoyo para darle dos besitos minúsculos en las mejillas, que se volvieron del color de los tomates en agosto. 

- Hola, Lacunza -le devolvió la sonrisa. 

- ¿Qué te parece? -se abrió de brazos, intentando, sin conseguirlo, abarcar todo el espacio infinito que tenían delante. Era enorme, era viejo, pero tenía alma, y eso era lo que más gustaba a la morena y lo primero que llamó la atención de la rubia. 

- Es increíble -abrió mucho los ojos, dejándolos viajar a cada esquina, a cada arco en ladrillo visto que cruzaba el techo, a cada ventanal que rompía la quietud de las paredes. 

- ¿Os gusta? -tuvo que obligarse a prestar también atención a las otras dos chicas, pues ya estaba rozando la falta de educación. 

- Jo-der -murmuró Sabela. 

- La madre que me parió, esto se mide en campos de fútbol -asintió Julia. 

- Sí, es súper grande -la cantante no cabía en sí. 


Alba se fijó en su rostro prendido de ilusión, en su pecho hinchado de orgullo, en sus ojos, que brillaban como si estuvieran encendidos en llamas, en su sonrisa perenne, imposible de borrar, en la emoción líquida que bañaba sus facciones, y se le calentó un poquito el corazón. Era pura en sus deseos, en sus metas, como una niña que todavía cree en los Reyes Magos y espera llena de nervios que suceda la magia. Así estaba ella, como si aquel enorme lugar fuera un regalo gigante esperando ser abierto por ella. Se la quiso comer. La quiso abrazar. Quiso darle la enhorabuena con todo su cuerpo, en un abrazo que llegara a transmitirle lo mucho que se alegraba porque estuviera persiguiendo sueños nuevos que, a la vista estaba, le ilusionaban tanto. 

Pero no lo hizo. No lo sintió adecuado. A ella le apetecía, a Lacunza seguramente también, pero quería ahorrarse esa mirada incómoda tras separarse, esa vista al suelo, ese no saber qué hacer después de habérselo hecho todo. Estar en mitad de ninguna parte era una mierda: no era amiga, pero tampoco una desconocida. Si hubiera sido una de las dos cosas no habría tenido ningún problema, pues su manera de actuar habría estado definida, pero al no estar situada su relación en ningún punto claro, todas las opciones eran válidas y a la vez incorrectas. 

Igual deberías hacer lo que te diera la gana y dejar de pensar tanto


- ¿Y qué vas a hacer con tanto espacio? -le preguntó, echando a andar hacia la parte del fondo. 


Natalia, que se había quedado de una pieza tras su interés, trotó alegremente hasta ponerse de nuevo a su lado, pues le había sacado varios pasos de ventaja por su desconcierto. Sonrió mucho y para sí, carraspeó y dejó que sus hombros se tocaran de vez en cuando. 


- Pues verás, allí al fondo, ¿lo ves? -le señaló, y Alba se acercó a su cuerpo para mirar mejor-. Allí irá la zona de ensayos. Tiene una puerta que da a la parte de atrás, para separar los dos espacios y que no se molesten: en uno se crea y en el otro se ensaya. 

- Pues muy buena idea -asintió, de acuerdo. Lacunza era muy inteligente, y eso era algo que se podía olvidar fácilmente por su torpeza social y su inocencia suprema. 

- Gracias. Fue idea mía -se hinchó como un globo, e incluso caminó sobre las puntas de sus pies, crecida-. Aquí y aquí habrá dos estudios, un pasillo, y allí otros dos estudios más. 

- ¿Eso no es mucho? -se giró a mirarla, tanto deslumbraban sus ojos que tuvo que mirar. 

- Sí, pero lo prefiero. Al principio me sobrará, pero si las cosas van dándose bien, espero tenerlos siempre más o menos ocupados. 

- En eso me fío de ti, porque yo no tengo ni idea. 

- También los alquilaremos, en fin, cosas que maneja Damion mejor que yo -se encogió de hombros. 

- ¿Y en la planta de arriba? 

- De momento nada, la vamos a dejar preparada para el día de mañana, por si nos va bien y queremos ampliar, pero lo dejaremos en espera, de momento. 


A una distancia prudencial de donde ellas se encontraban, sus amigas, con las incorporaciones de Marta y Afri, se servían en las copas vinos y cervezas varias, mientras no les quitaban ojo a las dos pipiolas que deambulaban sin rumbo fijo por la fábrica. 


- Parece que las aguas vuelven a su cauce, ¿no? -preguntó Sabela. 

- Míralas, de tirarse los muebles a la cabeza a tener una conversación como seres humanos racionales -asintió la Mari. 

- Y eso que tú no las has visto en la clínica -apuntó Marta, poniendo cara de circunstancias-. Yo pensaba que eso era imposible de arreglar. 

- Pero la Nataliuca es persistente -dijo Afri. 

- Y Alba ha levantado la mano, no sé por qué, porque ya te digo que cuando a la rubia algo se le cruza en la cabeza... No hay manera de hacerle cambiar de opinión -aportó Sabela. 

- Tienen esa cosa, ¿a que sí? -la Mari se cruzó de brazos y las miró con gesto tierno. 

- ¿Qué cosa? -preguntó Noe, más por saber su opinión que por ignorancia, pues, solo mirándolas, era evidente lo que era esa cosa

- No sé, es como si las fuerzas cósmicas estuvieran siempre en tensión hasta que estas dos se juntan, se miran, se tocan o se hablan, y esa tensión desaparece -dijo la Mari con simpleza. 

- Es como si todo estuviera en su lugar -añadió Julia. 

- Es placentero verlas juntas -Marta las señaló con los ojos al decir aquello. Sí, sí que lo era. 

- Como si no pudiera ser de otra manera -zanjó Afri. 

- Entiendo... -las miró la psicóloga, muy sonriente. Natalia le había explicado eso mismo alguna que otra vez, pero hasta que no lo había visto con sus propios ojos no había comprendido la verdad de sus palabras-. Es como si fuera natural. 

- Exacto -asintió Sabela-. Que no estén en sintonía no lo es, todo se vuelve muy raro -hizo una mueca de desagrado-. Así todo está mejor. 


Mientras tanto, fisio y cantanta estaban terminando su tour personalizado, en el que la llevó hasta el fondo del todo para enseñarle el despacho que presidía el lugar. 


- Y allí, donde están las mesas y las chicas, estará la cafetería, para que pueda entrar quien quiera a tomar un café. 

- Ay, qué bonito. Qué ganas de verlo terminado, Lacunza -la miró con sinceridad. 

- ¿Nunca vas a dejar de llamarme por mi apellido? -la miró con una sonrisa triste. Alba tragó saliva. A ella misma le resultaba más difícil cada vez mantener aquella muralla estúpida. 

- No lo sé -se agarró los dedos de una mano con la otra, un poco vergonzosa. 

- Al principio lo entendía, tú eras mi fisio y yo tu paciente y nada más, pero no sé, estamos aquí, hablando normal, y bueno, que si te apetece pues a mí me parece bien -se encogió de hombros como si no le diera importancia. Mentira, claro. 

- Lo tendré en cuenta -le sonrió sin dientes-. Me ha gustado muchísimo, de verdad, tienes una mente cósmica, arquitecta. 

- No te cachondees -le dio un golpe hombro con hombro-. Cuando esté acabado das tu bendición. O no. 

- ¿Cuándo terminan las obras? 

- En un mes. 


Llegaron donde estaban todas y dejó que Alba se sirviera algo para beber. 


- Bueno, ya veo que conocéis a Noe -le pasó un brazo por los hombros y aquello, sorpresivamente, escoció a la fisio. Esa era nuestra cosa-. Ellas son Julia, Sabela, Afri, a María ya la conoces, Marta y Alba -las fue señalando-. Noe es mi psicóloga. 


Alba la miró incrédula. ¿Lo estaba diciendo con esa ligereza? ¿Ella, que se había negado a tratarse como si fuera una muestra de debilidad? 


- Pues imagino que tienes que tener un huevo de trabajo con esta, porque madre mía -dijo Julia, con sorna. 

- Oye, guapa -la advirtió la cantante. 

- Dejadla a la pobre, que es una paciente diez. Le falta tomar apuntes -bromeó, y todas rieron. 

- El secreto profesional bien, ¿no? -se quejó Natalia. 


Alba, que estaba junto a la psicóloga, la miró de lado, como si el hecho de que Natalia fuera paciente de ambas las uniera de alguna forma. 


- Se lo toma muy en serio, ¿verdad? -preguntó, dejando que el resto fuera a por algo de comer. La cantante se acercó a ellas. 

- Natalia se lo toma todo muy en serio. 

- ¿Conspiráis contra mí? -levantó una ceja la aludida. 

- Te estamos echando flores, deja de llorar -contestó la fisio, fingiendo disgusto. 

- Eso me gusta, podéis seguir. Como si yo no estuviera -payasa. Alba sonrió. 

- La verdad es que tratar a Natalia ha sido más sencillo de lo que parecía -Noemí se dirigió a Alba, ignorando a la cantante-. Cuando alguien está decidido a mejorar, facilita mucho las cosas. 

- Es una buena paciente -asintió Alba, mirando a la morena de soslayo. 

- Vine buscando cobre y encontré oro -se felicitó a sí misma la morena-. Mierda, justo cuando se ponía interesante -señaló hacia la puerta-. Ahora vuelvo. 


Justo en ese momento estaba entrando Anna, Lara y el resto de la banda. Alba la vio saludar y llamar al resto de sus amigas, que habían preferido esperar a que estuvieran todas para que la cantante les contara sus planes. Se quedaron las dos solas. 


- Me sorprende que digas que tenía muchas ganas de mejorar... -Alba no tenía ni idea de cómo abordar aquello que tanta curiosidad le despertaba sin cruzar ciertas líneas. 

- Natalia ha pasado por cosas intensas en su vida que le han creado un carácter poco accesible. No es fácil lidiar con la pérdida, la fama, el dolor, la responsabilidad de su trabajo... Y todo a la vez. A pesar de eso me encontré a una chica con los pies en la tierra, y eso es bueno. 

- Ya, lo sé. A veces a mí se me olvida todo lo que es ser Natalia Lacunza. 

- Es comprensible, porque es una chica muy normal, pero carga con ciertas cosas que el resto no podemos comprender. Nuestro trabajo, nuestra vida, afecta a cientos de personas, como mucho. La suya influye en millones. No es sencillo empatizar con algo así. 

- No, no lo es... -Alba había olvidado, en parte, todo lo que suponía ser alguien como ella, tan acostumbrada a fijarse solo en su parte personal. 

- Eso le afecta en todos los ámbitos de su vida, también en lo personal. Así que sí, tenía muchas, muchísimas ganas de poner todo en orden. Pero es sorprendente lo bien que lo llevaba casi todo, la verdad -en su rostro se veía que estaba impresionada-. Solo había un par de cosas que trabajar. 

- El tema de la inspiración -adivinó Alba. 

- Sí. Pero, aunque no lo supiera, ya había hecho algunos avances con el tema, por eso todo ha resultado más fácil y más rápido de lo que ella esperaba. 

- ¿A qué te refieres? 

- Ella no estaba segura de poder superarlo, y mucho menos pensaba que lo haría en unos meses de terapia. 

- ¿Lo ha superado? 

- No del todo, no es como un catarro que simplemente se va, pero está en el buen camino. Ha decidido parar, y eso es todo un logro para ella -rieron ambas. 

- Cuando escuché lo del año sabático no me lo creía. 

- Si me lo dicen cuando empecé a tratarla, tampoco me lo habría creído. Es lo que te decía, además de esa dependencia que tenía hacia la música, también sentía una cierta responsabilidad hacia su público, que espera cosas de ella. 

- Al final ha decidido ponerse ella delante. 

- Ha cambiado mucho las posiciones de sus prioridades. 

- Quiere ser feliz -la rubia la miró en la lejanía, haciendo sus habituales aspavientos con los brazos cuando algo le entusiasmaba. 

- Más que nada -asintió, mirándola con intensidad-. Más, incluso, que hacer música. 


Alba no supo qué contestar. Ese era un paso de gigante para alguien como Natalia, bien lo sabía ella. Quizá, como decía Noemí, no había terminado el camino de superación, pero desde luego parecía haber dejado atrás sus días más oscuros. 


- ¿Por qué no le preguntas a ella directamente? Estoy segura de que estaría encantada de contestarte. 

- No creas, no supe que eras su psicóloga hasta el jueves. 

- Ya, es una maldita cabezota -negó con la cabeza. 

- ¿Por qué lo dices? 

- Porque no quería decir nada sobre esto. No quería recurrir a la pena o la compasión contigo por estar yendo a una psicóloga -Noemí rodó los ojos, y Alba también. 

- ¿Qué tiene que ver? No me da pena que haya buscado ayuda, me cabrea que no lo haya hecho antes. Esta chica es tonta... -se apretó las sienes con los dedos. 

- Natalia es una persona más bien... idealista. Tiene sus creencias y las lleva hasta el final. Ella considera que la manera en la que os conocéis, u os conocíais -esa corrección hizo daño, de alguna manera que no se supo explicar, a la fisio-, debería ser suficiente para que, al mirarla, supieras que nada de lo hecho fue con mala intención. Y si ella piensa que eso debe ser suficiente, no va a recurrir a nada más. 

- Parece que le gusta hacerlo difícil -negó con la cabeza. 

- Ella no lo quiero fácil, lo quiere real. Y sabe que no la perdonarás de verdad hasta que no la veas, tarde lo que tarde en conseguirlo. 

- No la he perdonado -musitó, más para sí misma que para la psicóloga. 

- Pero le estás dando una oportunidad. Al final su idealismo no iba tan desencaminado, ¿no? -le hizo un gesto con las cejas de complicidad. 

- Ya... Y la detesto por eso. 

- ¿Por tener razón? 

- Sí. 

- Es muy especial lo que tenéis. 

- Lo era. 

- Lo es -insistió-. Ni siquiera le has dejado que te explique nada, pero ya has enterrado el hacha de guerra. 


En ese momento volvió la cantante, con una sonrisa que se le salía de la cara y una cerveza en la mano. Su parte del trabajo estaba hecha: la fábrica enseñada, sus ideas expuestas y las bebidas bien frías. Ahora solo quedaba disfrutar. 


- Ya estoy aquí -dio un saltito y se colocó entre las dos-. ¿De qué estabais hablando? 

- De que eres insufrible -contestó la rubia. 

- ¿Has dicho especial? -se agarró el lóbulo de la oreja con dos dedos, como si se esforzara por escuchar bien. 

- Insufrible -silabeó claramente Alba. 

- Noe, corrígeme si me equivoco, pero yo escucho especial. 

- Yo también lo escucho -la psicóloga, cambiando de bando. 

- Chaquetera -bufó Alba. 

- Va, ¿me habéis puesto mucho a parir? 

- No, solo hemos hablado de lo aplicada que eres en tus distintas terapias. 

- Huelo sangre, hasta luego -Noemí se escabulló, dejándolas solas. 


Se quedaron mirando, un poco incómodas. 


- En realidad no te hemos puesto a parir. 

- Pues menos mal -sonrió, frunciendo los labios. 

- Noemí dice que estás superando adecuadamente tu tema con la inspiración. 

- Sí, ya te lo dije el otro día -se miró los pies. 

- Pero ha estado bien escuchárselo decir a la especialista. 

- ¿Eso te hace confiar un poco más en mí? 

- Contrastar la información ayuda -se encogió de hombros, dejando la afirmación implícita. 

- Podría haberle pagado para que me dejara bien. 

- ¿No puedes, simplemente, callarte la boca y disfrutar de tu victoria? 

- Es que no estoy acostumbrada a ganar. 


Alba negaba con la cabeza sin poderse quitar la sonrisa de la boca. 

Desde luego que sí: Natalia Lacunza era, definitivamente, especial. 



Feliz Navidad, chochetes cósmicos. 

¿Os hace una de capítulo doble? 

Continue Reading

You'll Also Like

182K 9K 33
Una coincidencia (o no) reúne a Alba y Natalia en un ascensor del barrio de Malasaña. Un acontecimiento que dará un vuelco a sus vidas. (Altas dosis...
142K 8K 26
Luisita y Amelia se conocen en la actualidad... ¿será más fácil su historia?
70.4K 3.2K 39
La luna, el tiempo y la oportunidad pueden llevarte por caminos inesperados... y eso, es más que suerte
520K 51.2K 68
Todo el reino estaba encantado con Aelysant, la primogénita de Daemon La niña más dulce, bella y amable que había existido en la casa Targaryen, la...