La sala de los menesteres

By TomorrowJuana

4.4M 162K 148K

Alba Reche es propietaria de una prestigiosa clínica de fisioterapia en Madrid. Natalia Lacunza es una famos... More

Capítulo 1. Situémonos.
Capítulo 2. Anestesia y rosas.
Capítulo 3. Recalculando ruta.
Capítulo 4. Vibraciones.
Capítulo 5. Reglas.
Capítulo 6. Humedad.
Capítulo 7. La sala.
Capítulo 8. Al habla.
Capítulo 9. El juego.
Capítulo 10. Dos galaxias de distancia.
Capítulo 11. Pasteles.
Capítulo 12. Whatsapp.
Capítulo 13. Punto de contacto.
Capítulo 14. La oveja negra.
Capítulo 15. Tacto.
Capítulo 16. La cuerda.
Capítulo 17. Pavas.
Capítulo 18. Amable.
Capítulo 19. La barbacoa.
Capítulo 20. Aquí, madurando.
Capítulo 21. La apuesta.
Capítulo 22. La gasolina.
Capítulo 23. Notting Hill.
Capítulo 24. Platónico.
Capítulo 25. Callaita.
Capítulo 26. Caníbal.
Capítulo 27. Casa.
Capítulo 28. Funciona.
Capítulo 29. Poesía.
Capítulo 30. El alma mía.
Capítulo 31. Gilipollas.
Capítulo 32. Desaparecer.
Capítulo 33. Morrearse.
Capítulo 34. Ensayar.
Capítulo 35. El mar.
Capítulo 36. Igual un poco sí.
Capítulo 37. El furby diabólico.
Capítulo 38. Fisios y cantantas.
Capítulo 39. La noche se vuelve a encender.
Capítulo 40. Put a ring on it.
Capítulo 41. Obediente.
Capítulo 42. El pozo.
Capítulo 43. Palante.
Capítulo 44. Cariño.
Capítulo 45. Colores.
Capítulo 46. El concierto.
Capítulo 47. La sala de los menesteres.
Capítulo 48. Mojaita.
Capítulo 49. Mi chica.
Capítulo 50. El photocall.
Capítulo 51. Un plato de paella.
Capítulo 52. Trascendente.
Capítulo 53. Mi familia, mi factoría.
Capítulo 54. Elegirte siempre.
Capítulo 55. El experimento.
Capítulo 56. La chimenea.
Capítulo 57. El certificado Reche.
Capítulo 58. La última.
Capítulo 59. Ella no era así.
Capítulo 60. Volveré, siempre lo hago.
Capítulo 61. Puente aéreo.
Capítulo 62. Natalia calva.
Capítulo 63. Prioridades.
Capítulo 64. Una línea pintada en el suelo.
Capítulo 65. Mucha mierda.
Capítulo 66. Roma no se construyó en un día.
Capítulo 67. Como siempre, como ya casi nunca.
Capítulo 68. 1999.
Capítulo 69. El ruido.
Capítulo 70. Desatranques Jaén.
Capítulo 71. Insoportablemente irresistible, odiosamente genial.
Capítulo 72. El clavo ardiendo.
Capítulo 73. Miento cuando digo que te miento.
Capítulo 74. Los sueños, sueños son.
Capítulo 75. Un Lannister siempre paga sus apuestas.
Capítulo 76. El frío.
Capítulo 77. Voy a salir a buscarte.
Capítulo 78. La guinda.
Capítulo 79. El hilo.
Capítulo 80. Año sabático.
Capítulo 81. Incendios de nieve.
Capítulo 82. El taladro.
Capítulo 83. Nadie te ha tocado.
Capítulo 84. Baja voluntaria.
Capítulo 85. Polo.
Capítulo 86. Comentario inapropiado.
Capítulo 88. Puntos flacos.
Capítulo 89. Idealista.
Capítulo 90. Estoy enfadada.
Capítulo 91. Bombillas.
Capítulo 92. Amor bandido.
Capítulo 93. Galletas de mantequilla.
Capítulo 94. Un día chachi.
Capítulo 95. Click.
Capítulo 96. Doctora.
Capítulo 97. Plantas.
Capítulo 98. Como si estuviera enamorada de ti.
Capítulo 99. Un salto en el tiempo.
Capítulo 100. 24 horas después.
Capítulo 101. Una puta maravilla.
Capítulo 102. No dejo de mirarte.
Capítulo 103. Un temblor de tierra.
Capítulo 104. La chica de las galletas.
Capítulo 105. Maestra Pokémon.
Capítulo 106. La matanza de Texas.
Capítulo 107. ...antes la vida que el amor.
Capítulo 108. Adelantar por la derecha.
Capítulo 109. Lo circular nunca se termina.
Parte sin título 110. Poli bueno, poli malo.
Capítulo 111. La patita.
Capítulo 112. Una suscripción premium.
Capítulo 113. Yo por ti, tú por mí, nanana, nanana.
Capítulo 114. No te echo de menos.
Capítulo 115. Días, meses, años.
Capítulo 116. El collar.
Capítulo 117. Madera.

Capítulo 87. Cumpliendo las normas.

35.8K 1.3K 1.1K
By TomorrowJuana

Unos pájaros de cientos de colores bajaron una bufanda del cielo y la enrollaron en torno a su cuello con la dulzura de una caricia. Las gentes que ocupaban las apretadas aceras de la Gran Vía se apartaron de su camino, creando frente a ella un pasillo lleno de sonrisas sinceras a las que ella correspondió con alegría mientras daba unos pasos de baile. El claxon de los coches empezó a hilvanar una melodía, junto con los ruidos de apertura de puertas de los autobuses y los gritos de los repartidores en bici que sorteaban viandantes y coches. La escuchaba tan nítida que, incluso, comenzó a tararearla. Y esa canción no era otra que esta. 



Lo mismo se estaba viniendo un pelín arriba, pero qué demonios, jamás había visto a la Reche, desde su vuelta, tan accesible como esa hermosa mañana de marzo. 

Como decía la canción, decidió llamar a su madre. 


- Hola, cariño. 

- Hola, mamá, ¿cómo estás? 

- Pues mira, como siempre. Te escucho muy contenta, ¿ya está hecho? 

- ¡Sí! -y dio un saltito, al cual una señora de no menos de ochenta años le sonrió con ternura-. ¡Ya soy propietaria!

- Qué bien, hija, cuánto me alegro -dijo con sinceridad. Notaba un tono tan vivo en su voz que se le agarró un nudo en la garganta. No la escuchaba así desde... 

- Va a ser una pasada, ya verás, te mandaré mil fotos y os quiero aquí en la inauguración. La semana que viene empezamos con las obras. 

- En menudo follón te vas a meter -rió entre dientes. 

- Ya lo sé, pero me hace tanta, pero tanta ilusión... 

- Se te nota y no sabes cuánto me alegro. ¿Cómo va la espalda? -sabía que no solo de pan se alimentaba su hija. 

- Genial, me quedan solo tres sesiones, pero ya está... menos tensa -se carcajeó. 

- Ya se ve. 

- Bueno, mamá, te dejo, que ya estoy llegando a casa. ¡Te quiero! 

- Y yo a ti, cariño. 


María Sanabdón colgó el teléfono sabiendo que su hija había encontrado su lugar en el mundo, al fin. Y no solo por lo evidente. Esperaba, de corazón, que las próximas llamadas de su pequeña fueran con la misma alegría que aquella en la que empezó a ver luz de nuevo en su voz. 




-------------------------------------------------------------------------




Alba salió a comer con Marta con una sonrisa inesperada. Se había quitado un enorme peso de encima al ver la actitud de la cantante, menos avasalladora, más ligera, más ella. Lejos de aquella soberbia que se había impuesto para soportar sus continuos desplantes, con menos miedo a mostrarse vulnerable ante ella, que se había empeñado en ser su enemiga íntima. 

A partir de ese momento su relación podría mutar a algo más cercano, sin atreverse a adivinar cuanto, pero al menos dejando a un lado la incomodidad que siempre genera una guerra abierta entre dos personas. Hasta le apetecían un poco más las cañas de los miércoles con ella: tenía que reconocer que le resultaba tremendamente divertida. 

No quería pensar mucho en lo que fuera a pasar después, en qué momento llegarían al punto óptimo de cocción en el que pudieran hablar de ellas sin reproches y sin rodeos, en qué sucedería si lograba perdonar su abandono sin tregua. De momento, eso era lo de menos. Con poder estar en el mismo lugar que ella con naturalidad, estaba más que satisfecha. No se sentía demasiado bien consigo misma tras el rapapolvo de la cantante unos días atrás, así que estaba ciertamente aliviada al comprobar que, con respecto a sus errores, la morena no le guardaba ningún rencor. Le había hablado abiertamente de sus nuevos proyectos y había dejado claro que le importaba su opinión, y eso le daba una calma a su espíritu que venía necesitando desde que le reprochó lo poco alma suya que había sido. 

Aparte de todos estos tecnicismos, que si bien eran ciertos, no englobaban toda su realidad, la verdad era que echaba en falta su presencia, sus chistes malos y sus comentarios entre líneas que solo ella comprendía. Había dejado un hueco importante en su grupo y en su entorno, y se alegraba de recuperar, al menos, una parte de ella. 

Solo esperaba poder contener el caudal imparable que Lacunza era a veces para su dolorido corazón. Era evidente que su conexión no había menguado un ápice, pero eso no quería decir que pudiera confiar en ella a otro nivel que no fuera el de una simple amistad. No veía posible hacer la vista gorda pues, aunque se dejara llevar un poco por su incontestable gravedad cuando estaba con ella, en cuanto salía de su círculo de influencia el dolor volvía a aparecer en su organismo, incapaz de comprender cómo una persona tan entrañable la había tratado como si no fuera nadie. 

Dejar que fuera tal y como era a su alrededor era ponerse a sí misma en peligro, pero confiaba en su amor propio más que en nada, y no tenía dudas de que jamás perdonaría lo que no creyera que pudiera perdonar. Y, de momento, no podía. Ya traía aprendida la lección de que el amor, a veces, no es suficiente, y por más que algo le dijera que podría enamorarla mil veces, había daños que no se podían reparar. 

Solo quedaba ver cómo de grande había sido esa herida y las capacidades de la morena para recuperar, ya no su corazón, pues esto era lo de menos, sino su confianza. 

Una semana atrás ni se hubiera planteado dejar que se acercara, pero tras su toque de atención sentía que, al menos eso, se lo debía. Quizá una explicación a lo ocurrido fuera capaz de llevar algo de descanso a sus almas. 


- Bueno, ¿me vas a contar qué coño ha pasado con Lacunza para que volviera a las sesiones después de la espantada del jueves, o esto también se considera meterme donde no me llaman? 

- Joder, Marta, cómo las tiras. 

- Me dolió en el alma, así que te jodes. 

- ¡Es que me tenías muy harta! 

- Y tú a mí, y te aguanto -levantó la barbilla con orgullo. 

- Venga, va, no volvamos a eso -le hizo un puchero y se agarró de su brazo como las abuelas cuando salen de misa. 

- Entonces desembucha, que esto sí que no me lo esperaba. 


Entraron a su restaurante habitual, se sentaron y pidieron antes de continuar con la conversación. 


- Pues verás, el jueves, Lacunza me puso un poco en mi sitio -carraspeó con vergüenza. No era fácil admitir frente a alguien a quien llevaba meses hablándole pestes de la cantante que había tenido también su parte de culpa-. Me dijo que entendía que pensara mal de ella, por su manera de irse y todo eso, pero que a la vez le dolía que se me hubiera olvidado tan pronto cómo es -del alma mía ni una palabra, pues eso era algo únicamente entre ellas. 

- Ajam -asintió sin decir nada más. 

- Puedes opinar, ¿eh? -le dio permiso con los ojos entornados. Qué rencorosa, la Martita

- Es que estoy de acuerdo con las dos -dijo con simpleza-. Entiendo que te pillaras el mosqueo del siglo, porque dejarlo fue una buena decisión, pero no dar señales de vida en cinco meses... Fatal. 

- Pues eso digo yo -bufó. 

- Pero también creo que puede, que a lo mejor, es posible, no descarto, que te pasaras un poquito de intensidad cuando volvió. 

- ¡Pero Marta, es que...! -se intentó excusar, pero su amiga no la dejó. 

- Chist, que no he terminado, coño, deja hablar a las personas -Alba se recostó contra la silla con los brazos cruzados y el ceño fruncido. La madurez-. Que entiendo que quisieras pegarle tres palizas al día, de verdad que sí, yo también quería, todas queríamos, pero la vi y... 

- ¿Y qué? 

- Que es un bollito, Alba, por dios, si casi ni fue capaz de mirarnos a la cara del bochorno que sentía, ¿cómo va a querer hacerte daño esa persona? 

- Un bollito que me ha dejado más tirada que una colilla cuando más falta me hacía -le recordó. Aún dolía. Vaya que si dolía. 

- Se equivocó. La gran cagada del año. Ella lo sabe, tú lo sabes, yo lo sé, todas lo sabemos... Solo te digo que no hubiera pasado nada si no hubieras sido tan cabrona con ella. Algún motivo habrá para que hiciera las cosas así de mal, digo yo. 

- No quería ni verla, te lo juro. 

- Eso también lo sabe ella, lo sabes tú y lo sabemos todas -rieron ambas-. Pero eso ha cambiado, ¿no? 

- Sí -suspiró-. El otro día me hizo ver que igual perdí un poco la perspectiva. Es un bollito, y es verdad, pero un bollito no desparece de la faz de la Tierra. Que ni me escribió para ver qué tal me iba el día de mi cumpleaños, Marta... 

- ¿No ves que tiene que haber algún tipo de explicación para eso? Es que no me cuadra -Marta aún seguía sin comprender qué había llevado a la cantante a ser tan tajante tras su ruptura. 

- ¿Y si no la hay? ¿Si simplemente quiso largarse y, al terminar la gira y verse sola, quiere volver? 

- ¿Tú crees que ella haría eso? -le preguntó con seriedad. 

- No. Jodido bollito de los cojones -murmuró, pero su amiga lo escuchó y no le quedó otra que soltar una carcajada. 

- Pues eso, que te has dado cuenta de que algo no encaja, que no puede ser tan malaje. Has tardado, pero ella, que es más pesada que un niño con una flauta, ha insistido hasta conseguir que bajes el hacha. Y eso está bien -le dijo para que viera que no pasaba nada por cambiar de opinión. 

- No quiero bajar la guardia, Marta. 

- No lo hagas. Nadie quiere que la perdones y corráis la una hacia la otra por un prado lleno de pajaritos y amapolas, pero joder, por lo menos perdonaos la una a la otra y a vosotras mismas. Lo vuestro fue demasiado bonito como para terminar sin poder siquiera miraros a la cara. 

- Ya... 

- Yo no puedo juzgarte a ti, porque seguramente, en tu situación, hubiera hecho lo mismo o peor. Pero tampoco la puedo juzgar a ella, porque no sé su versión. 

- ¿En serio? Pensaba que algo os había contado... Como parecía que estabais bien con ella y eso.... -lo dijo en voz baja, insegura, quizá dolida. 

- Cuando se fue y vi que desapareció del mapa, no solo contigo, también con nosotras... Mira, si la cojo en ese momento, la estampo -apretó el puño para enfatizar su rabia-. Pero luego la vi y... Tendrá más fallos que una escopetilla de feria, pero no es mala persona, Alba. 

- Lo sé. Creo que he sido un poco injusta con ella... O sea, tengo todo el derecho del mundo a enfadarme, pero le he dicho cosas que... -soltó todo el aire de sus pulmones. 

- Tampoco te fustigues. Quien esté libre de pecado que tire la primera piedra -se encogió de hombros. 





------------------------------------------------------------------------




*Marta*

Chochos, ayer estuve hablando con Alba

*Afri*

Trabajas con ella, inesperadísimo, cariño

*Marta*

Eres imbécil 

*Afri*

Pero me quieres

*Marta*

Pues sí

QUE TE CALLES

*Sabela*

Dejad a la muchacha que hable

Que va a su ritmo, pero algo querrá decir

*Marta*

Gracias, Sab

La cosa es que parece que está un poco más abierta

Cómo decirlo

AL DIÁLOGO 

*Julia* 

En general? 

*Marta*

Con Natalia, joder

Es que sois gilipollas o qué? 

*La Mari*

Ya vale de vacilar a la niña

Así que se ha bajado un poco de la burra? 

*Marta*

Un poco solo, pero sí

La ha obligado a seguir con las sesiones

*Julia*

Eso para nuestra querida Alba Reche es bajarse MUCHO

*Afri*

Ya era hora, también te digo

*Sabela*

Pues sí

*Marta*

El caso es que parece que se han calmado un poco las aguas

Así que he pensado que esta noche hay que ayudar al destino a que estas dos pencas sigan limando asperezas

*Julia*

Qué propones? 

*Marta*

No sé, para eso os escribo 

*Afri*

Que se sienten juntas

Fácil

Les dejamos el hueco y listo

*La Mari*

Ya, pero Alba y Marta siempre llegan a la vez

Capaz es de poner a la Martuka en medio de las dos

*Sabela*

Verdad jajajaja

Pues Marta, te toca hacer los 100 metros lisos para dejarle el hueco al lado de Natalia

*Marta*

Podría hacerlo

*Afri*

Yo confío en ti

*La Mari*

Ese culo puede moverse muy rápido

*Sabela*

Pero que no se note, que se mosquea

*Julia*

Marta y el disimulo no son

*La Mari*

JAJAJAJAJAJAJAJAJA REAL

Pero yo también confío en ti, chochete

*Marta*

Que sí, coño, que ya tengo algo pensao




-------------------------------------------------------------------------




Ya había presentado los planos de la fábrica a la arquitecta. Era una obra muy sencilla, no tardarían más de un mes en finalizarla. Cuatro tabiques, bien de insonorización y aislantes y poco más. Lo divertido iba a ser llenarlo de instrumentos y aparatitos. Estaba informándose en casa y haciendo una lista que iba enseñando a Damion para que diera su aprobación. Se encontraba en Barcelona, despidiéndose de su gente, cerrando asuntos y vaciando su piso. 

Se echó hacia atrás en el sofá y dejó de trabajar. Ya había tenido suficiente, menudo día de firmas y de despachos se había pegado. 

Miró el reloj. Joder, le daba el tiempo justo para darse una ducha y salir pitando, las chicas ya estarían en el bar para cuando llegara. ¡Mierda!

Llevaba dos días tan liada de arriba para abajo que apenas había tenido tiempo de pensar en Alba, únicamente el ratito de antes de dormir. Estar tan ocupada le había venido bien para rebajar un poco la exaltación que le producía su nueva relación cordial con la rubia. No era lo que hubiera deseado, pero era muchísimo más de lo que podría haber esperado desde el momento en que se volvieron a encontrar. Aún conservaba todas sus falanges y sus costillas estaban en perfecto estado, así que podía darse por satisfecha. 

Poco a poco, se repetía. Había roto la barrera mayor que rodeaba su menudo cuerpo, lo cual le permitía verla y que Alba la viera a ella sin toda esa mampostería hecha a base de rencor, desconfianza e incomprensión. Pero seguía estando a una distancia insalvable para ella, y acortarla iba a ser, desde ese momento, su objetivo número uno. 

Por supuesto que quería recuperarla, pero las casas no se empiezan por el tejado. ¿Que a la rubia le gustaba su compañía? Era evidente. ¿Que parecía dispuesta a darle una oportunidad de explicarse? Eso parecía. ¿Que seguía fluyendo una electricidad estática entre ellas cada vez que compartían espacio? Se veían hasta los relámpagos. ¿Que eso no significaba que volvieran a poder tener lo que un día tuvieron? Tan cierto como que tenemos que morir. Era consciente de que hay cosas que se rompen y ya no se pueden arreglar, pero ese era un problema de la Natalia del futuro, de momento estaba enfocada en volver a caerle bien a la rubia pues, con eso, ya tenía trabajo para rato. 

Se puso un jersey de punto blanco, unos vaqueros negros y salió volando sin mirar atrás. Solo iba a llegar cinco minutos tarde, y eso entraba dentro de lo socialmente aceptado. 

Cuando llegó solo faltaban las dos fisios residentes, que, como siempre, llegaban un poco más tarde. Prefería esperar sentada, con sus emociones reposadas y el calor del local ya bien incrustado en sus huesos. Se sentó en un hueco que había junto a África y se pidió un tercio para alcanzar al resto de sus amigas. 


- Vaya horitas Lacunza, si vives aquí al lado, desgraciada -saludó Julia. 

- Me he empanado haciendo unas cosas y cuando me he querido dar cuenta ya iba con la hora pegada al culo. 

- ¿Estamos hablando de cosas de verdad o de masturbación? -intervino, cómo no, la Mari. 

- No, la masturbación la he dejado para la ducha. 

- Bueno, Natalia -María se apartó de su silla, cogió una servilleta y se acercó a ella con solemnidad-, creo que ya te lo he enseñado todo. Te doy el título de maestra jedi, mi joven padawan -le puso la servilleta en lo alto de la cabeza. 

- Esto es un grandísimo honor -aceptó la diadema con la inscripción "gracias por su visita" con seriedad mientras la Mari regresaba a su asiento. 


En ese momento se abrió la puerta del bar de un tirón y entró Marta corriendo como alma que lleva el diablo, con las mejillas coloradas, precediendo a una desconcertada Alba, que las miró arrugando la cara y con las manos en alto en un gesto de absoluta confusión. 


- ¡Gané! -la recepcionista dio un fuerte golpe en la mesa con la palma de su mano, soltó una risa y se dejó caer junto a la Mari, que se tapaba la cara con una mano. 

- ¿Qué coño haces, Marta? -preguntó Afri, negando con la cabeza. 

- Pero, ¿y esta? Que al girar la esquina me dice, TE ECHO UNA CARRERA, y ha empezado a correr como una puta loca -explicaba Alba mientras se quitaba la bufanda y el abrigo, aún con una mueca de pura estupefacción. 

- Y bueno, pues he ganao -levantó un puño al aire. 

- Haciendo trampas, no te jode. Primero se avisa y luego se cuenta hasta tres. 

- ¡ALERTA PERMANENTE! -gritó Marta. 

- Está fatal -murmuró Alba mirando al resto. Sin darse cuenta se había sentado al lado de la cantante. Anda, pues fíjate qué bien

- Hay que saber perder, Reche -le dijo la morena a su lado, encogiéndose de hombros. 

- No se puede ni considerar carrera, se le ha cruzado el cable y ha soltado un chispazo. 


Natalia sonrió como respuesta y bebió de su tercio. Tenía que mantener ocupada esa mano, que parecía querer moverse sola y ponerse sobre el respaldo de la silla de la rubia. Era un gesto tan asimilado en su organismo que le costaba resistirse a la tentación, demasiado acostumbrada a esa situación de todas sus amigas, una cerveza y la rubia más guapa de España sentada a su lado. Una lástima que, entre sus derechos y deberes, ya no estuviera aquel artículo de poder tocarla sin miedo. Mecachis

Pidieron una ronda conjunta y empezaron a hablar de cualquier cosa: trabajo, Damion, la familia, Damion, las vacaciones de semana santa, Damion... 


- Y Damion se muda la semana que viene, ¿QUÉ OS PARECE? -comentó Afri un poco exaltada. 

- Perdona, ¿Damion? Nunca he oído hablar de él -bromeó la cantante, haciendo reír a las demás. 

- Pues es tu socio -soltó. 


Natalia la miró con los ojos abiertos. Algunas de las presentes ya lo sabían, pero había otras tantas que no, y quería ser ella la que les contara, aunque pensaba esperar a otro momento de la noche. 


- ¡Tía, que lo quería contar yo! -se quejó como si tuviera siete años. 

- Bueno, bebé, pues cuéntalo, que he dicho solo socio, no saben para qué. 

- ¿Así que estamos aquí de secretitos? -entrecerró los ojos Julia, sospechando. 

- Yo lo sé -levantó la mano la Mari. 

- Y yo -Afri también la levantó. 

- Y yo -las imitó Alba, esperando que alguien más lo supiera. Pero no. 

- Vaya, vaya, así que las cantantas lo saben, pero las fisios no... -Sabela puso un gesto de decepción-. Ya se van viendo aquí los favoritismos, ya. 

- No, jope, no es eso -se explicó Natalia-. La Mari lo sabe porque, joder, es mi representante, lo supo antes que mi madre. África porque Damion, no sé si os ha hablado alguna vez de él, es su novio y mi socio, así que cómo no lo iba a saber. Y Alba... Pues es Alba -dijo con simpleza, sonriendo. La rubia a su lado dio un trago a su bebida para ocultar el rubor y la sonrisa. Jodida Lacunza, siempre liándomela

- Yo no lo hubiera resumido mejor -asintió Marta, y todas rieron. 

- Bueno, el caso, que os lo quería contar esta noche a todas, pero esta pesada -le dio un codazo a su amiga- se me ha adelantado. 

- Ahora ya no lo queremos saber -Julia levantó la cara y la giró, haciéndose la digna. 

- Va, que este sábado os quiero invitar a cenar y a unas copitas. 

- Bueno, vale, habla -aceptó Julia. 

- RESULTA que he estado un tiempo hablando con Damion, que bueno, ya os lo presentaré, porque me imagino que no tenéis ni idea de quién es, ¡au! -esta vez fue su amiga la que le dio el codazo a ella-. Él tiene un pequeño estudio en Barcelona, en el que estuve cuando la gira pasó por allí para, bueno -se removió incómoda en su silla-, intentar solucionar un problema compositivo que tenía en aquel momento, que ya no lo tengo -miró de repente a Alba, que levantó las cejas, sorprendida más por el gesto que por la información-. Me gustó mucho la manera de trabajar que tenía, lo que hacía, y en fin, resumiendo, que le dije que yo quería montar algo así y que si quería participar y venirse a Madrid. 


Sus amigas la miraban con una enorme sonrisa, expectantes. Eso la animó a continuar hablando. 


- Así que acabo de hacerme con una fábrica abandonada para construir unos estudios y montar un sello discográfico -se abrió de brazos para concluir, con una sonrisa sin dientes. 


Todas se levantaron de sus sillas entre gritos emocionados para darle la enhorabuena. Marta le besó toda la cara, Julia le tiró de las orejas como si fuera su cumpleaños, Sabela dio palmas y saltitos esperando su turno, y hasta la Mari y Afri le dieron sendos abrazos de felicitación. 

Cuando todas se sentaron, Alba la miró con una cierta admiración y le tendió la mano. Natalia miró la mano y luego a ella, incrédula. Lo que le apetecía era comerle toda la boca, tan emocionada como estaba, pero estrechar su mano después de tanto tiempo... Uf... Lo hizo con la sonrisa más grande y más sincera de su repertorio, y casi consigue deslumbrar a la fisio por todo el brillo que había en su mirada. 

Alba se contagió de su sonrisa, incapaz de resistirse a su fuerza brutal. Realmente, se alegraba mucho por ella. 

Las amigas miraron aquel intercambio que, para ser honestas, no podía ser más inocente, y les faltó soltar corazones por los ojos y un ooooohhhh generalizado por la boca. Afortunadamente, continuaron con la conversación, preguntando a Afri sobre la mudanza de su chico para darles un poco de intimidad. 


- Enhorabuena otra vez, Lacunza. 

- Gracias otra vez, Reche -estaba obnubilada detallando su cara. Más guapa y revienta

- ¿Me devuelves mi mano? -preguntó divertida, mirando el apretón en el que aún estaban unidas. 

- ¿La necesitas mucho, mucho? -intentó alargar la caricia. 

- Pues tengo la manía de usarla muy a menudo, la verdad. 

- ¿Segura? 

- En mi trabajo es una parte importante -sonrió. Con la idiota de Lacunza no se podía. 

- Entonces voy a tener que devolvértela, pero que sepas que es en contra de mi voluntad -la soltó lentamente, apurando los segundos del calor de Alba Reche. 


A pesar de haberse separado sus dedos, aún quedaban trazos de sus pieles unidas en mitad del aire, mezclándose como si fuera una paleta de colores, enredándose una con otra, como en un ovillo de lana en el que no sabes qué hilo pertenece a quién. 


- Así que el sábado, ¿no? -preguntó Marta. 

- Sí, el sábado os mando la ubicación para que paséis a verlo. Cenaremos algo, me dais vuestra opinión, ideas, lo que os dé la gana, Pablo pinchará un ratito, y así echamos la noche. Luego podemos salir o lo que queráis, pero me apetece que lo veáis tal y como está ahora, antes de que empiecen las obras. 

- ¿Solo nosotras? 

- También la gente de mi banda, Anna y Lara, Noemí... Los elegidos. Ya haremos una fiesta de inauguración que se va a cagar la perra. Con alfombra roja y todo. 

- ¿En serio? -se sorprendió Sabela. 

- En serio. 

- ¡Por el fiestón de inauguración que vamos a montar! 


María levantó su tercio y todas brindaron. 


- Por cierto, cuenta conmigo el sábado -le dijo Alba sin mirarla. 

- ¿Sí? -la ilusión casi se podía ver arremolinándose en torno a ella, si una se fijaba bien. 

- Sí. Como dijiste que preferías que te lo dijera cuanto antes para estar contenta más tiempo... -le salió media sonrisa engreída que Natalia pudo ver a la perfección. 

- Qué bien mandada eres cuando quieres, ¿no? -la cantante se giró en su silla para mirarla de frente. Ella también sabía jugar a ese juego.

- Te quejarás... Querías que te tratara la espalda, y te trato, querías que fuera a tu fiestecita, y voy. No seas llorona, Lacunza -hizo un gesto de desdén. Natalia observaba sin pudor su perfil, aprovechando que seguía sin mirarla. 

- Pues es verdad -admitió, riendo-. Y tú, ¿no sacas nada de todo esto? 

- Una cena gratis -pinchó en el plato de bravas, distraídamente. 

- Ah, ¿que quieres que te invite a cenar? -probó. 

- Me refiero a la del sábado, melona -rió entre dientes. 

- Ya lo sé -se mordió el labio. Esos intercambios, ah, cuánto los había echado de menos. 

- No empieces, dijiste que ibas a portarte bien -la regañó, aunque no tenía cara de enfado, siendo sincera. 

- Ni un comentario inapropiado -levantó las manos con inocencia. 

- ¿Invitarme a cenar no se considera inapropiado? 

- Si te hubiera dicho, yo qué sé, por poner un ejemplo, que he montado esa fiestecita solo para verte a ti, sí que sería inapropiado, pero no ha sido el caso. 


Ahora sí, Alba Reche giró la cara para mirarla de soslayo. No tenía vergüenza ninguna. 


- Pues entonces menos mal que no lo has dicho -alzó una ceja. 

- Aquí, cumpliendo las normas -sonrió como si no hubiera roto un plato en su vida, y liberó a la rubia de su intensa mirada, volviendo a sentarse bien en su silla. 


Suficiente, tampoco era cuestión de tentar a la suerte. 

Alba Reche aprovechó la ocasión para ser ella quien observara su perfil mientras la cantante hablaba con el resto de sus amigas. ¿Cómo coño lo hacía? Estaban hablando tan normal y, de repente, toma, en toda la cara. ¿Sería verdad que había hecho la fiesta para verla a ella? 


Bueno, eso a ti te da igual. 


Negó con la cabeza. Natalia Lacunza tenía el dudoso poder de hacerla sentir como si no hubiera significado nada para ella y, dos semanas después, hacer que se sintiera la persona más especial del planeta. 

Una de las dos tenía que ser, necesariamente, mentira. Y no estaba segura de querer saber cuál de las dos lo era. 

Continue Reading

You'll Also Like

442K 27.7K 63
La Academia Oficial de Talentos le da la bienvenida a aquellos jóvenes a los que les han sido otorgados dones especiales, y desean desarrollarlos en...
50.7K 3.1K 45
a ver es que hay un problema y es que yo soy súper lesbiana
96.1K 2.8K 49
*HOT* [TERMINADA] Porque no le llamamos error a lo nuestro... 🫀 Imagínate tener que despertarte en medio de un avión sin saber ni siquiera cuáles...
70.4K 3.2K 39
La luna, el tiempo y la oportunidad pueden llevarte por caminos inesperados... y eso, es más que suerte