La sala de los menesteres

By TomorrowJuana

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Alba Reche es propietaria de una prestigiosa clínica de fisioterapia en Madrid. Natalia Lacunza es una famos... More

Capítulo 1. Situémonos.
Capítulo 2. Anestesia y rosas.
Capítulo 3. Recalculando ruta.
Capítulo 4. Vibraciones.
Capítulo 5. Reglas.
Capítulo 6. Humedad.
Capítulo 7. La sala.
Capítulo 8. Al habla.
Capítulo 9. El juego.
Capítulo 10. Dos galaxias de distancia.
Capítulo 11. Pasteles.
Capítulo 12. Whatsapp.
Capítulo 13. Punto de contacto.
Capítulo 14. La oveja negra.
Capítulo 15. Tacto.
Capítulo 16. La cuerda.
Capítulo 17. Pavas.
Capítulo 18. Amable.
Capítulo 19. La barbacoa.
Capítulo 20. Aquí, madurando.
Capítulo 21. La apuesta.
Capítulo 22. La gasolina.
Capítulo 23. Notting Hill.
Capítulo 24. Platónico.
Capítulo 25. Callaita.
Capítulo 26. Caníbal.
Capítulo 27. Casa.
Capítulo 28. Funciona.
Capítulo 29. Poesía.
Capítulo 30. El alma mía.
Capítulo 31. Gilipollas.
Capítulo 32. Desaparecer.
Capítulo 33. Morrearse.
Capítulo 34. Ensayar.
Capítulo 35. El mar.
Capítulo 36. Igual un poco sí.
Capítulo 37. El furby diabólico.
Capítulo 38. Fisios y cantantas.
Capítulo 39. La noche se vuelve a encender.
Capítulo 40. Put a ring on it.
Capítulo 41. Obediente.
Capítulo 42. El pozo.
Capítulo 43. Palante.
Capítulo 44. Cariño.
Capítulo 45. Colores.
Capítulo 46. El concierto.
Capítulo 47. La sala de los menesteres.
Capítulo 48. Mojaita.
Capítulo 49. Mi chica.
Capítulo 50. El photocall.
Capítulo 51. Un plato de paella.
Capítulo 52. Trascendente.
Capítulo 53. Mi familia, mi factoría.
Capítulo 54. Elegirte siempre.
Capítulo 55. El experimento.
Capítulo 56. La chimenea.
Capítulo 57. El certificado Reche.
Capítulo 58. La última.
Capítulo 59. Ella no era así.
Capítulo 60. Volveré, siempre lo hago.
Capítulo 61. Puente aéreo.
Capítulo 63. Prioridades.
Capítulo 64. Una línea pintada en el suelo.
Capítulo 65. Mucha mierda.
Capítulo 66. Roma no se construyó en un día.
Capítulo 67. Como siempre, como ya casi nunca.
Capítulo 68. 1999.
Capítulo 69. El ruido.
Capítulo 70. Desatranques Jaén.
Capítulo 71. Insoportablemente irresistible, odiosamente genial.
Capítulo 72. El clavo ardiendo.
Capítulo 73. Miento cuando digo que te miento.
Capítulo 74. Los sueños, sueños son.
Capítulo 75. Un Lannister siempre paga sus apuestas.
Capítulo 76. El frío.
Capítulo 77. Voy a salir a buscarte.
Capítulo 78. La guinda.
Capítulo 79. El hilo.
Capítulo 80. Año sabático.
Capítulo 81. Incendios de nieve.
Capítulo 82. El taladro.
Capítulo 83. Nadie te ha tocado.
Capítulo 84. Baja voluntaria.
Capítulo 85. Polo.
Capítulo 86. Comentario inapropiado.
Capítulo 87. Cumpliendo las normas.
Capítulo 88. Puntos flacos.
Capítulo 89. Idealista.
Capítulo 90. Estoy enfadada.
Capítulo 91. Bombillas.
Capítulo 92. Amor bandido.
Capítulo 93. Galletas de mantequilla.
Capítulo 94. Un día chachi.
Capítulo 95. Click.
Capítulo 96. Doctora.
Capítulo 97. Plantas.
Capítulo 98. Como si estuviera enamorada de ti.
Capítulo 99. Un salto en el tiempo.
Capítulo 100. 24 horas después.
Capítulo 101. Una puta maravilla.
Capítulo 102. No dejo de mirarte.
Capítulo 103. Un temblor de tierra.
Capítulo 104. La chica de las galletas.
Capítulo 105. Maestra Pokémon.
Capítulo 106. La matanza de Texas.
Capítulo 107. ...antes la vida que el amor.
Capítulo 108. Adelantar por la derecha.
Capítulo 109. Lo circular nunca se termina.
Parte sin título 110. Poli bueno, poli malo.
Capítulo 111. La patita.
Capítulo 112. Una suscripción premium.
Capítulo 113. Yo por ti, tú por mí, nanana, nanana.
Capítulo 114. No te echo de menos.
Capítulo 115. Días, meses, años.
Capítulo 116. El collar.
Capítulo 117. Madera.

Capítulo 62. Natalia calva.

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By TomorrowJuana

- Y la chica le pregunta a mi primo, ¿bailas? Y él, imagínate, flipando en colores, porque la chavala era guapísima, le contesta que sí, obviamente, a lo que la chica le dice: así me gusta, que te diviertas. ¡Y SE LARGA! -todos empezaron a reír. 

- Tío, qué pesao siempre con tus primos, Miki -negó Natalia con la cabeza, apurando su Coca-Cola y dejando una mano sobre el muslo de Alba. 

- Esta chica me quiere y me odia a partes iguales. 

- Depende del día -sonrió con arrogancia y Miki le sacó el dedo de en medio. 


El teléfono de Natalia sonó, se levantó de la mesa que habían colocado en su camerino y salió fuera a contestar. ¿Quién podría llamarla si todos estaban allí?, se preguntó Alba. Las chicas, el catalán con unos amigos y su novia, la Mari... La respuesta llegó apenas cinco minutos después, cuando Natalia entró de nuevo precediendo a un chico alto y extrañamente guapo. Un feapo de manual. Rió para sí por su ocurrencia. Tenía los pómulos marcados y las mejillas hundidas, barba de tres días, degradado en el pelo y rizos en la parte de arriba. 


- Chicas, os presento a Damion, es el compositor con el que voy a trabajar la semana que viene. 

- Hola a todos -saludó con timidez y una sonrisa a medias. Tenía un acento raro. 


Natalia se dedicó a presentarlo a la concurrencia, y poco tardó en entablar conversación con Miki. Por lo visto se conocían de algunos bolos en los que habían coincidido, lo cual hizo a la morena respirar tranquila: no tendría la responsabilidad de entretenerlo, pues entre dos personas vergonzosas aquello tenía pinta de desastre anunciado. 

Alba no dejaba de mirarlo, intrigada por su aspecto aniñado cuando reía y un aura de misterio que suponía que tenían todos los cantantes de serie. Menos Miki. Miki era más sencillo que el mecanismo de un botijo. Será porque él no compone, supongo


- Oye, rubia, ¿voy a tener que ponerme celosa? -la pinchó Natalia, haciendo que desviara la mirada del recién llegado. 

- Es que cuanto más lo miro más guapo me parece. ¿Qué magia es esta? -parpadeó confusa. 

- ¿VERDAD? -susurró Afri, que había metido la cabeza entre las dos para incluirse en la conversación. 

- Sí, ¿eh? Cuando lo he visto he pensado: qué cara más extraña. Pero según lo miro se va transformando -Alba no salía de su asombro. 

- Oye, tú a tu cantanta, que a este me lo pido yo -comentó Afri sin mirarla, con los ojos entrecerrados dirigidos hacia el chico. 

- Y una mierda -intervino Marta. 

- Mira, Marta, cariño, mi amor -puntualizó con un gesto de su mano, para después acariciar su mejilla-, no quiero parecerte antipática, pero este chico no es para ti. 

- ¿Por qué no? -frunció el ceño. 

- Hemos conectado -dijo como si fuera una cosa definitiva y contundente, una verdad incontestable. 

- Pero si ni os habéis dirigido la palabra -se rió Marta. 

- Cuando nos hemos dado los dos besos... Han pasado cosas -asintió con los ojos cerrados, para darle énfasis a sus palabras. 

- Me meo, Afri. ¿Te ha raspado con la barba y ha saltado la chispa? 

- Como una cerilla -dijo con toda la convicción del mundo. Las tres se rieron. 

- Ante eso yo no puedo hacer nada -cabeceó la recepcionista, divertida-. Me retiro. Pero una cosa te voy a decir, si me viene buscando me voy a dejar. 

- Pero Marta -lloriqueó Afri-. Si tú eres la soltera de oro de este grupo, es tu rollo. 

- Además, estar soltera está de moda -comentó Natalia con una risita-. Lo dice mi colega el conejo malo. 

- Amigos sois ya -se burló Alba. 

- Íntimos. 

- Si ni siquiera me gusta -continuó Marta con una risa-. No me pone nada. 

- Tienes el gusto en el orto, nena, y yo que me alegro -le puso la mano y Marta se la chocó. 

- Nunca te gusta nadie -comentó Natalia-. Yo creo que deberías ir pensándote lo de salir del armario, como idea loca. 

- A mí no me gustan las tías -dijo con altanería. 

- Pues bien que te mola darte piquitos con mi novia en los bares -levantó una ceja Alba. 

- Eso es diferente -se justificó, y todas empezaron a reír. 

- Bueno, mamarrachos y mamarrachas -la Mari alzó la voz y todos guardaron silencio-. En una hora esta persona -señaló a Natalia- tiene que hacer volar las bragas de todo el Palau, así que id ahuecando el ala. En el palco VIP tenéis cervezas y copas para seguir la fiesta, pero no os paséis que esta noche arde Barcelona. 


Poco a poco fueron vaciando el camerino, a excepción de Alba, que quería darle a su novia el morreo de la suerte. 


- Gracias por venir, rubia -dijo entrelazando sus manos tras su espalda, mirándola desde arriba con los ojos cargados de gratitud. 

- Soy imbécil, no había caído en que tenía el finde libre -negó con una sonrisa. 

- Yo tampoco. Pero no pasa nada, echarte de menos me ha servido para escribir un par de cositas. 

- ¿Canciones cortavenas? 

- Un poquito -sonrió sin dientes. 

- ¿Para volver a tener un problema cuando empieces la gira del próximo disco? -entornó los ojos con suspicacia-. Yo creía que tú eras de planes maestros. 

- Albi, que eso da igual, jope -se quejó-. Lo importante es que voy escribiendo, y eso es algo, repite conmigo: bueno. 

- No sé en qué te podría ayudar seguir escribiendo las mismas cosas de siempre, pero si tú dices que es bueno, yo repito: es bueno. 

- Eres una aguafiestas -se enfurruñó. 

- No me hagas caso, yo no tengo ni idea de cómo es el proceso creativo. Me alegro mucho de que le des uso a esa libreta, de verdad -le dejó un beso en la barbilla. 

- No quiere decir que vaya a publicar esas canciones -se intentó explicar, consciente de repente de que su rubia tenía razón-, pero me siento súper completa por volver a escribir. 

- La Natalia completa es mi favorita. Pero parece que nunca lo está cuando estoy yo -dijo como si nada, alzándose sobre sus puntillas para atrapar sus labios con los suyos. 


Natalia correspondió y, tras unos cuantos apretones en el culo y un 'manos quietas' de Alba cuando se les complicaban los besos y las caricias, la dejó sola para que se concentrara antes de empezar. 

La bomba de efecto retardado que había lanzado la fisio le estalló en el cráneo en cuanto esta desapareció tras la puerta. Era verdad, parecía como si su música y Alba no pudieran estar juntas en la misma habitación: cuando entraba una, salía la otra, y al revés. ¿Cómo podría reconciliar las dos cosas más importantes de su vida? 

Bueno, tiene que haber una manera y la pienso encontrar. 

Con ese pensamiento positivo empezó a calentar la voz y repasar el tracklist del concierto. 




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- Bueno, como ya sabéis, en esta gira me he lanzado al maravilloso mundo de las covers de otros artistas a los que admiro -la gente rió y empezó a corear-. Y para no quemar Callaíta y que Bad Bunny no me denuncie, he pensado en una canción de Maga que jamás creí que quisiera tocar -levantó disimuladamente la vista hacia el palco, carraspeó y añadió-. Se llama Diecinueve, y es un buen tema para añadir a la playlist. 


Alba volvió a menear la cabeza mientras Natalia daba la espalda al público y se sentaba sola al piano. El resto de músicos se había ido ya, tras su presentación y agradecimientos. Tronaba en el ambiente el pulso pausado que marcaba su respiración. Todo el recinto aguardó en silencio, ese mutismo místico que solo Lacunza era capaz de crear, como si fuera a suceder algo increíble y metafísico. Un acontecimiento. 

Sus dedos se deshicieron sobre las teclas, o fueron ellas las que se desintegraron bajo sus yemas formando un todo, una masa homogénea o un baile sin resquicios. Empezó a cantar y Alba se olvidó de respirar. 


- Y dormíamos tan juntos que amanecíamos siameses, y medíamos el tiempo en latidos... 




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- QUÉ GANAS TENÍA DE ESTAR OTRA VEZ CON VOSOTRAS -vociferó la Mari intentando abarcar a todas sus amigas en el mismo abrazo. 


El garito estaba en pleno auge y los ánimos calentitos. Natalia casi no sale viva del camerino cuando, al finalizar el concierto, la rubia se le tiró encima y le comió la boca como si quisiera metérsele dentro del organismo. Le había gustado la cover, al parecer, y prácticamente se la tuvo que sacar de encima cuando llamaron a la puerta. A esta chica el romanticismo le pone cachonda. No puede ser más perfecta ni intentándolo

La verdad es que eso es un poco como debería ser el amor, ¿no? Querer follarse todo el tiempo el cuerpo y el corazón. Pareces uno de esos pseudopoetas que están de moda, te ha faltado fumarte las distancias. Sonrió para sí y no se la fumó porque estaban en un bar, pero se bebió la distancia que la separaba de la boca de la rubia y probó en sus labios el sabor de su gintonic. 


- Vaya, qué inesperado, Lacunza -se mordió el labio Alba cuando esta se separó. 

- He besado a mi novia, QUE ME ARRESTEN -se burló. 

- En público -le recordó. 

- ¿Qué te parece si dejamos esa vaina y nos comportamos como dos jóvenes atractivas y enamoradas que tienen alguna que otra demostración pública de afecto? 

- ¿Como dos personas -pausa dramática- normales? -se llevó una mano a la boca y abrió mucho los ojos, como si acabara de decir algo terrible. Qué payasa es

- Y corrientes -asintió con la cabeza-. De las que suben fotos tirándose de la mano. 

- Ni de coña -se negó en rotundo. 

- Va, Albi, y los pies en la playa -pidió como una niña pequeña-. La última vez que tuve novia no había instagram. 

- ¿Y tengo que sufrirlo yo? 

- Y una foto con el filtro del perrito, va -intentó contener la risa. 

- Sería mucho mejor una foto tirando de tu pierna en vez de de tu mano, y al fondo, un agujero en la arena de la playa, como si fuera a enterrar tu cadáver -se notaba que lo estaba visualizando y Natalia se la quiso recenar. 

- Buah, la vuelta de tuerca definitiva, me gusta. 

- O, o, o -ya se estaba emocionando-, o mejor tirando de tu pezón. 

- No se pueden subir pezones a instagram -le cortó las alas. 

- Esa es la única pega que le ves, y por eso te quiero -rodeó su cuello con los brazos y le besó la punta de la nariz-. Así que, ¿palante? 

- Palantísimo -y certificó su determinación con un beso y una mordida de labio. 


La fiesta estaba en su clímax, ese punto mágico y efervescente en el que todo el mundo está un poco piripi pero sin socavar la integridad y el sentido de la vergüenza de nadie. Así, divertido, fresquito, el punto de inflexión en el que es difícil mantenerse en equilibrio, y mucho menos si tienes a la Mari como maestra de ceremonias. 


- CADA FINDE UN BOLO, NOS VAMOS PAL AIRPORT, YO VIVO EN HOTELES, NOS VAMOS PA LONDON -vociferaba su representante en su oreja-. Esta canción es pa ti, chula -le dio un azote en el culo. 

- Ven aquí -la agarró de las caderas y empezaron a perrear. 


Alba se alejó hacia la barra. El último chupito, cortesía de la loca de María, había hecho estragos. No sabía si los diseñaba ella, los elegía de una carta o si dejaba que la camarera de turno la sorprendiera, pero la cabrona sabía gestionar los tiempos y la intensidad, pues empezaba poco a poco, con sabores dulces y pocos grados de alcohol, para que te confiaras, y cuando querías darte cuenta, ZAS, un cebollazo que tenías que ir a sentarte un ratito. Julia la acompañó, mareada también. 


- Madre mía Sabela cómo está -rió la castaña señalándola con la cabeza. 


La gallega estaba subida en un cuadrado que había junto a un pilar, de espaldas a la Mari y a Marta, bajando el perreo hasta abajo y dejándose azotar. Se dio la vuelta y empezó a mover los brazos como si estuviera arengando ella sola a media discoteca. Pero Sabela... Se rió con una mano en la boca de pura incredulidad. 


- El último chupito de la Mari ha sido marca ACME. No me extraña. 


Siguieron un rato moviendo la cabeza al ritmo de la música con la espalda apoyada en la barra, bebiendo pequeños sorbos de sus copas, esperando que la inyección del chupito bajara un poco de revoluciones. 


- Mira la Afri, tía, que lo va a conseguir -dijo Alba con la risa floja. 


La morena estaba hablando con Damion un poco apartada del resto. Se mesaba el pelo, parpadeaba moviendo sus larguísimas pestañas y le acariciaba el brazo sin necesidad alguna. Lo cogió de la mano y lo acercó un poco más a la pista: iba decidida a mostrarle cómo movía las caderas. Iba con todo. 

Intentó dirigirle, pero el chico tenía el mismo arte bailando que una silla. Pobre Afri, iba con el as en la manga y resultaba que el destino tenía una escalera de color. En lugar de venirse abajo, la morena empezó a reír como una loca y Damion, alentado por la risa que estaba causando en aquella bailarina de infarto, exageró aún más sus descoordinados movimientos. Una diosa de la pista y un cuadro, y, aún así, le estaba saliendo bien. Alba hizo una mueca de asombro y sonrió, incrédula. 


- Qué zorra la Afri, que al final se lo lleva -dijo Marta nada más acercarse a ellas. 

- La culpa es tuya por picarla -Natalia le dio un codazo en el costado-. A ella no le suelen ir ese tipo de chicos. 

- ¿Qué tipo? 

- Tímidos, que hacen el tonto en las discotecas... Ella siempre ha sido más de chulazos de póster con un palo metido en el culo. 

- Pues ya te digo yo que, precisamente por eso, se va a cocer algo -insinuó Alba, que los miraba mientras bailaban con la versión desatada de Sabela. 

- Qué va -negó Natalia. 

- ¿Apostamos? -retó la rubia, tendiendo su mano. 

- Ya lo creo que sí -la estrechó Natalia-. Me rapo el pelo si pasan de tres polvos y cuatro citas. 

- Natalia calva... -agitó las cejas la rubia-. Hecho. 

- Pero si no, te lo rapas tú. 

- Yo ya tuve el pelo corto, guapa, y me quedaba de lujo. Tú eres una cobarde, no vas a tener coño de hacerlo. 

- ¿QUE NO? 




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Al final ni noche de hotel, ni sexo post concierto. No les había quedado cuerpo para bailes tras el bajón de tobogán que pegó Sabela cuando el alcoholímetro de su anatomía llegó a la zona de peligro. Un par de vómitos, una tónica con café (cosas mágicas de la Mari) y un paseo refrescante hasta casa para que se les pasara un poco a todas la borrachera. 

Se despertó sola en la cama. Jodida rubia, yo sí me tengo que quedar en la cama y para un día que ella se despierta antes me abandona. Esta me la apunto

Salió arrastrando los pies, siguiendo el olor del café como los ratones seguían el sonido de la flauta de Hamelin, dando traspiés hacia adelante con los ojos entrecerrados. En el salón se encontró a todas las chicas tiradas en los sofás viendo un programa de reformas, pero las ignoró, dedicando una mirada de rencor a su rubia, y entró directa a la cocina. Alba se levantó y fue tras ella. 


- Jo, Nat. 

- Ni me hables -murmuró mientras se servía una taza de café y cogía un ibuprofeno. 

- No te hagas la enfadadita -intentó ponerse frente a ella pero la morena se giró para que no la viera sonreír. 

- Pero yo siempre me quedo esperando a que te despiertes -dijo con un puchero. 

- Es que tenía un montón de hambre -se excusó con voz lastimera, incrustando, en un descuido, su cara en su cuello y abrazándose a su cintura. 

- Ya, ya -Natalia le acarició el pelo y dejó un beso en su coronilla. La rubia se separó con una sonrisa de oreja a oreja, le dio un besito en los labios y se fue dando saltitos de vuelta al salón. 


Natalia calentó su café y se reunió con sus amigas. Tenían cara de muertas vivientes, sobre todo la gallega, quien la saludó con un escueto gruñido sin querer mover mucho la cabeza. Se sentó en su butaca para fumar junto al ventanal y desde allí miró a la Mari, que señaló con su cabeza a Afri. La morena andaba con el móvil en la mano haciendo algo bastante entretenido, pues no dejaba de sonreír. 


- Bueno, Afri, cuéntanos qué tal anoche -empezó Natalia. La aludida bloqueó su móvil con rapidez y levantó la mirada. 

- Muy bien -estaba un poco encogida, como esperando la siguiente hostia, que no sabía de dónde vendría. Obviamente, de la Mari. 

- La verdad es que Damion estará contentísimo de que hayamos decidido trabajar con él, eso le ha dado la oportunidad de trabajarse a África, y no es algo que se consiga todos los días. 

- Pues vas a tener que ponerte un puntito en la boca, guapa, porque no pasó nada -la chinchó Afri. 

- Te faltó hacer el baile del apareamiento a su alrededor, así que deduzco que fue cosa de él el que no pasara nada -le guiñó un ojo. 

- Me lo pasé tan bien que, cuando quise darme cuenta, Sabela estaba potando como la niña del exorcista. Se nos pasó la noche volando, así que no pasó nada porque no tenía que pasar. 


Natalia dirigió los ojos hacia Alba y se pasó la mano por el pelo, haciendo un gesto de tijeras con los dedos y señalando su media melena rubia. Puso una cara de pena que no se creía nadie y escondió la risa tras la taza de café. La mirada que le echó la fisio hubiera partido en dos a la personalidad más fuerte. 


- Pero os habéis dado el número de teléfono, ¿no? -quiso saber Alba, sacando el dedo de en medio hacia su novia sin siquiera mirarla. Escuchó su risa de rata, pero la ignoró. 

- Me ha empezado a seguir en instagram -se encogió de hombros, aunque sonrió un poco estúpidamente. 

- Seguimos en la lucha -ahora sí, Alba dedicó a Natalia una mirada de superioridad y se recostó en el sofá. 


Almorzaron algo a media mañana y empezaron con la ronda de duchas, pues las del viaje relámpago deberían salir temprano para llegar a Madrid a una hora decente. Alba fue la primera en hacerlo, por lo que se tumbó con su chica en la cama a moñear un rato antes de despedirse. 


- Tienes un pelo tan bonito, Albi -dijo embelesada, acariciando sus mechones. 

- Tú ríete, que así el golpe será más duro -la avisó con un tono sombrío. 

- He estado mirando en instagram tus fotos antiguas con el pelo corto, y la verdad es que estoy deseando que pierdas la apuesta para verte así -le dijo ya sin un ápice de mofa en la voz-. Además, vas a perder seguro, él vive en Barcelona, ella en Madrid... No se van a volver a ver en la vida, churri. 

- Tú disfruta de este momento, que me voy a jartar el día que vengas con las orejas gachas como un cachorrito pidiéndome que te perdone la apuesta. Es que te estoy imaginando. 

- Te juro -remarcó cada sílaba- que me corto el pelo si estos dos tienen algo romántico. 

- Podríamos tener algo romántico tú y yo, ¿te apetece? -dijo girándose y poniéndose de cara a ella. 

- Ay, mi cuchi cuchi -digo con los labios hacia afuera-, mi cosititi mas bonita que un sol. 


Alba rió junto a su boca, acompañando sus gestos tontos con sus labios para terminar en un beso profundo y significativo. Así funcionaban ellas, siempre saltando de un lado al otro de la línea que separaba la broma de la seriedad. Se miraron a los ojos y se acariciaron el rostro. No querían pensar en decirse adiós, era un domingo perfecto para pasarlo entre sus tonterías, pero la realidad a veces es una zorra sin piedad. 


- Si te sale algo chulo con Damion, ¿me lo enseñarás? 

- Claro, Albi. Aunque sea una canción cortavenas -se la tiró. 

- Oye, no seas mala -le dio un cabezazo en el hombro-. A mí no me importa que escribas canciones tristes, fue de Natalia Penumbras de quien me enamoré, no tengo ningún problema con ella. 

- Pero no fue Natalia Penumbras quien se enamoró de ti -suspiró-. Esa pesada estaba muerta por dentro, y a la que tienes aquí delante se le está quedando un interior precioso. 

- ¿Ves? -musitó Alba con el corazón en la garganta-. ¿No puedes escribir sobre eso? 


Natalia se quedó pensativa y sonrió. Ese era el plan. 


- Es lo que intento, pero mientras tanto voy dándole una vuelta a las palabras, que se me estaban quedando apelmazadas dentro. 

- Eres una enrevesada, pero siempre consigues que entienda justo lo que quieres decir. 

- La conexión, Alba Reche -dijo señalando su frente y luego la de ella, como si saltaran chispas entre sus mentes. 


Se quedaron un rato en silencio, reteniendo el calor y la piel de gallina que dejaban sus caricias en sus mutuas pieles para luego, para cuando no se tuvieran. Natalia era incapaz de sentirse triste: Alba lo ocupaba todo cuando la tenía encima. 

Sonó el móvil de Natalia. Era un mensaje de la Mari, quien le enviaba unas fotos de la noche anterior. En ellas aparecía Alba con las chicas entrando al Palau y saliendo de él con la cantante apoyando el brazo en sus hombros, como siempre. Al final unas palabras: tenéis twitter revolucionado

Se lo enseñó a la rubia, que se rió al llegar a la última. 


- Palante, ¿no? -la miró, temiendo que no le hubiera hecho gracia aquella pillada, muy inocente, por otra parte. 

- Pues claro. Además -acarició sus labios con el pulgar. Algo brillaba en su mirada-, en dos semanas tenemos un evento y me gustaría que vinieras. 

- ¿Qué evento?

- El estreno de una peli. Sale Anna y estamos invitadas. Porque, ojo -levantó un dedo-, no me ha dado una tarjeta en la que pone Natalia y acompañante, no, me ha dado una en la que pone Natalia y Alba. 

- Menuda putada -se puso una mano en la frente y chasqueó la lengua, encantada con la situación-, seguro que querías ir con otra persona. 

- La verdad es que sí, pero bueno, tendré que hacer de tripas corazón e ir contigo -se encogió de hombros. 

- Veré si puedo hacerte un hueco. Por apoyar a Anna, más que nada. 

- Oye -dijo, ya más seria-, que si no quieres no hace falta que vengas. Es una exposición que entiendo que no te apetezca hasta que sea irremediable. 

- Nat -cogió aire y lo soltó poco a poco-, me encanta encerrarme contigo en casa, pero nuestras vidas también transcurren fuera. Quiero formar parte de tu mundo, me dan igual los daños colaterales. 

- Mis daños son peores que los tuyos. Lo peor que puede pasarme a mí es que me lleves a la cena anual del colegio de fisioterapeutas o alguna vaina aburrida de esas. A ti te pondrán en un escaparate mediático que a veces es abrumador. 

- Vale -dijo con ligereza encogiéndose de hombros, agarrando la pechera de su camisa y aproximándola para darle un beso. 

- ¿Vale? -se extrañó. 

- Sí, vale, ya lo sé y lo acepto. No somos tan importantes, Nat -rodó los ojos-, en un par de meses se cansarán y todo quedará en alguna foto de vez en cuando en un restaurante. 

- Qué fácil, ¿no? -rió por la nariz. 

- Todo es más sencillo de lo que crees, nena. 




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Las chicas se marcharon y con ellas el alboroto de la casa. La Mari se fue a comer con unos amigos y Natalia, ansiosa por seguir escribiendo, se recostó en el sofá con su libreta. Releyó lo que había dejado en standby el día anterior y se quedó con el boli suspendido sobre el papel, a la espera de que esa riada incontenible de palabras y conceptos volvieran a manejar la cadencia de su mano, escribiendo sin control. 

No supo el tiempo que estuvo allí, con la mirada fija entre las letras ya plasmadas y el espacio en blanco de debajo, hasta que sonó su móvil. Era una foto desde el móvil de Marta, en el que salían todas sonriendo hacia la cámara menos Alba, que miraba hacia la carretera con los ojos achinados. Era capaz de escuchar esa foto y la carcajada de su rubia. En el asiento de atrás, Afri se tapaba la boca, muerta de risa, y Julia señalaba con la mano a una Sabela dormida, que llevaba puestas las cuatro gafas de sol de sus amigas y las suyas propias repartidas por toda su cara. Habían dejado una nube de chuche entre sus labios entreabiertos y un sujetador sobre su cabeza. La madre que las parió

Les mandó un audio con el ataque de risa que le había dado como respuesta. 

Así es imposible concentrarse. 

Pidió algo de comer y se tumbó en el sofá para echarse la siesta un ratito. Con la marcha más o menos temprana de sus chicas había dormido bastante poco. 

Se despertó a media tarde y volvió a intentar escribir algo. Y escribió. Una soberana mierda infantil y rebuscada escribió. Parecía que había escrito una frase cualquiera y había ido cambiando cada palabra por un sinónimo cada vez más rimbombante. Le dio tanta vergüenza que arrancó esa hoja. 

Una hora después se dio por vencida con un suspiro, escribió a Miki para cenar y se puso algo en la tele mientras hacía tiempo, rememorando las increíbles horas que había pasado con Alba y las demás. 

Ni siquiera se enfadó, pues el efecto Reche aún flotaba en el ambiente. 

Y esa conexión de ideas no le gustó un pelo. 

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