La sala de los menesteres

Par TomorrowJuana

4.4M 162K 148K

Alba Reche es propietaria de una prestigiosa clínica de fisioterapia en Madrid. Natalia Lacunza es una famos... Plus

Capítulo 1. Situémonos.
Capítulo 2. Anestesia y rosas.
Capítulo 3. Recalculando ruta.
Capítulo 4. Vibraciones.
Capítulo 5. Reglas.
Capítulo 6. Humedad.
Capítulo 7. La sala.
Capítulo 8. Al habla.
Capítulo 9. El juego.
Capítulo 10. Dos galaxias de distancia.
Capítulo 11. Pasteles.
Capítulo 12. Whatsapp.
Capítulo 13. Punto de contacto.
Capítulo 14. La oveja negra.
Capítulo 15. Tacto.
Capítulo 16. La cuerda.
Capítulo 17. Pavas.
Capítulo 18. Amable.
Capítulo 19. La barbacoa.
Capítulo 20. Aquí, madurando.
Capítulo 21. La apuesta.
Capítulo 22. La gasolina.
Capítulo 23. Notting Hill.
Capítulo 24. Platónico.
Capítulo 25. Callaita.
Capítulo 26. Caníbal.
Capítulo 27. Casa.
Capítulo 28. Funciona.
Capítulo 29. Poesía.
Capítulo 30. El alma mía.
Capítulo 31. Gilipollas.
Capítulo 32. Desaparecer.
Capítulo 33. Morrearse.
Capítulo 34. Ensayar.
Capítulo 35. El mar.
Capítulo 36. Igual un poco sí.
Capítulo 37. El furby diabólico.
Capítulo 38. Fisios y cantantas.
Capítulo 39. La noche se vuelve a encender.
Capítulo 40. Put a ring on it.
Capítulo 41. Obediente.
Capítulo 42. El pozo.
Capítulo 43. Palante.
Capítulo 44. Cariño.
Capítulo 45. Colores.
Capítulo 46. El concierto.
Capítulo 47. La sala de los menesteres.
Capítulo 48. Mojaita.
Capítulo 49. Mi chica.
Capítulo 50. El photocall.
Capítulo 51. Un plato de paella.
Capítulo 52. Trascendente.
Capítulo 53. Mi familia, mi factoría.
Capítulo 54. Elegirte siempre.
Capítulo 55. El experimento.
Capítulo 56. La chimenea.
Capítulo 57. El certificado Reche.
Capítulo 58. La última.
Capítulo 59. Ella no era así.
Capítulo 61. Puente aéreo.
Capítulo 62. Natalia calva.
Capítulo 63. Prioridades.
Capítulo 64. Una línea pintada en el suelo.
Capítulo 65. Mucha mierda.
Capítulo 66. Roma no se construyó en un día.
Capítulo 67. Como siempre, como ya casi nunca.
Capítulo 68. 1999.
Capítulo 69. El ruido.
Capítulo 70. Desatranques Jaén.
Capítulo 71. Insoportablemente irresistible, odiosamente genial.
Capítulo 72. El clavo ardiendo.
Capítulo 73. Miento cuando digo que te miento.
Capítulo 74. Los sueños, sueños son.
Capítulo 75. Un Lannister siempre paga sus apuestas.
Capítulo 76. El frío.
Capítulo 77. Voy a salir a buscarte.
Capítulo 78. La guinda.
Capítulo 79. El hilo.
Capítulo 80. Año sabático.
Capítulo 81. Incendios de nieve.
Capítulo 82. El taladro.
Capítulo 83. Nadie te ha tocado.
Capítulo 84. Baja voluntaria.
Capítulo 85. Polo.
Capítulo 86. Comentario inapropiado.
Capítulo 87. Cumpliendo las normas.
Capítulo 88. Puntos flacos.
Capítulo 89. Idealista.
Capítulo 90. Estoy enfadada.
Capítulo 91. Bombillas.
Capítulo 92. Amor bandido.
Capítulo 93. Galletas de mantequilla.
Capítulo 94. Un día chachi.
Capítulo 95. Click.
Capítulo 96. Doctora.
Capítulo 97. Plantas.
Capítulo 98. Como si estuviera enamorada de ti.
Capítulo 99. Un salto en el tiempo.
Capítulo 100. 24 horas después.
Capítulo 101. Una puta maravilla.
Capítulo 102. No dejo de mirarte.
Capítulo 103. Un temblor de tierra.
Capítulo 104. La chica de las galletas.
Capítulo 105. Maestra Pokémon.
Capítulo 106. La matanza de Texas.
Capítulo 107. ...antes la vida que el amor.
Capítulo 108. Adelantar por la derecha.
Capítulo 109. Lo circular nunca se termina.
Parte sin título 110. Poli bueno, poli malo.
Capítulo 111. La patita.
Capítulo 112. Una suscripción premium.
Capítulo 113. Yo por ti, tú por mí, nanana, nanana.
Capítulo 114. No te echo de menos.
Capítulo 115. Días, meses, años.
Capítulo 116. El collar.
Capítulo 117. Madera.

Capítulo 60. Volveré, siempre lo hago.

35.3K 1.3K 911
Par TomorrowJuana

Natalia Lacunza hace volar al Wizink Center con su magia. 

Lacunza y su versión de Callaita dan la vuelta al mundo. 

¿Qué se esconde tras la cover acústica del temazo del momento? 


Y así cientos de titulares. 

Natalia, tumbada desnuda en la cama, con una ligera resaca de alcohol, sexo y emoción, hacía un repaso en sus redes a lo acontecido la noche anterior. No se le quitaba la sonrisa de la cara. Todo eran palabras hermosas hacia su espectáculo y su originalidad. Nadie se esperaba que Natalia Lacunza tuviera una salida como aquella, cantando como si fuera la canción más desgarradora un tema que no dejaba de sonar en los bares y discotecas de medio mundo. La gente parecía encantada, por lo que su idea principal de hacer una cover en cada concierto tomó más impulso. 

La rubia que dormía a su lado ronroneó y se enroscó, más si cabía, a su cuerpo. Era tibia y suave, por lo que su sonrisa, ya pintada con rotulador permanente, se ensanchó a todo lo que daba. Levantó el móvil por encima de su cabeza para no molestar su sueño y siguió leyendo artículos y opiniones aquí y allá. Muchas de sus fans habían grabado el momento, por lo que compartió en su Instagram alguno de esos vídeos en los que la mencionaban a ella y a Bad Bunny. 

Vio varios vídeos de su discursito post-lesión, y casi se ahoga de la risa al ver que alguna de esas personas estaban enfocando al palco. Vio la mano de la rubia tapando su cara cuando dijo lo de igual un poco sí y se sintió extremadamente orgullosa de lo extra que había sido. 


Unas horas antes... 


- Así que igual un poco sí, ¿eh? -le dijo Alba al oído mientras le metía mano en el taxi que habían tomado de vuelta a casa tras la fiesta que había organizado la Mari. 

- Igual un poco que te cagas de mucho -el alcohol haciendo estragos en su mente, que bastante tenía con contener los ataques de esa rubia minúscula a la que parecían salirle brazos por todas partes. 

- Te voy a matar, qué vergüenza -le mordió el lóbulo de la oreja con más fuerza que maña. Joder

- Una declaración de amor frente a miles de personas y no se ha enterado ni Peter. Sutil, elegante -intentó defenderse, cosa imposible si tienes la lengua de Alba Reche recorriendo tu pabellón auditivo. 

- Casi exploto de amor, Nat -gimió. Señor taxista, por favor, acelere que yo no le puedo poner diques al mar

- Alba -le susurró en el oído-, o paras o lo que me va a explotar es la vagina. 

- Te jodes por ponerme así desde el escenario -lamió su mandíbula en línea descendente. 

- ¡Si yo no he hecho nada! -se quejó, tirando del cinturón para pegar a la rubia contra el asiento. 

- Nat -se puso seria de repente-, has tocado nuestra canción, has dicho nuestra frase y has conseguido que el jodido Wizink Center coreara mi nombre para darme las gracias en un concierto tuyo. Tuyo, Nat. No sabes... -paró para tragar saliva-. No sabes lo que significa todo esto para mí. 

- Eh, baby, no te pongas blandita que lloro yo -hizo un puchero. 

- Es que eres tan genial... -imitó su gesto. 

- Cariño, yo solo soy genial porque tú me haces ser genial -le dijo al oído, y dejó un leve beso en su mejilla. 

- Qué genial todo, Nat... 

- La verdad es que sí -le pasó un brazo por los hombros y la estrechó contra su cuerpo-. Soy tan feliz que me apetece gritarlo a los cuatro vientos todo el rato. 

- Lo has hecho -sonrió con timidez. 

- Pero no se ha dado cuenta nadie -le guiñó un ojo. 

- Eres la hostia -se separó de su abrazo, bajó la ventanilla y sacó la cabeza-. ¡NATALIA LACUNZA ES LA HOSTIA! 


De nuevo en el presente, que en realidad es pasado... Bueno, ya me entendéis. 


Miró a su pequeña tarambana y notó su pecho inflamarse de algo a medias entre el orgullo, la admiración, la ternura y el más puro amor. Le ponía la vida del revés, pero tenía más sentido del que había tenido nunca. Qué ironía. 


*Natalia_Lacunza* 

buenos días, bbysssss, qué bien me lo hicisteis pasar anoche y qué grandes que sois, coño, oskm


Avalancha de respuestas, likes y retweets en apenas medio minuto. Intentó hacerse una foto para Instagram, pero el cuerpo de Alba aparecía en cada plano, por lo que decidió hacerle un reportaje fotográfico digno de la Vogue. ¿Cómo puede ser preciosa esta persona hasta durmiendo? Le resultaba incomprensible que en un mundo cada día más feo hubiera lugar para una belleza tan cruda como la de su novia. 

Mi novia

Hostia puta. 

Qué fuerte sonaba. Y qué bonito cuando lo pensaba con la voz de Alba. Porque cada vez que aquellas dos palabras resonaban en su cabeza no lo hacían con su voz, sino con la de ella, como si nadie pudiera ser dueña de toda la enormidad de su significado, solo la fisio. 

Encontró un ángulo genial en el que el sol que entraba por la persiana a medio abrir dejaba una estela sobre sus ojos, como tapándolos con un velo de luz, en lugar de sombra. Fue a ponerla de fondo de pantalla, pero ya tenía la foto de las dos en la playa. Adoraba esa fotografía. Ella haciendo el payaso y Alba partiéndose de risa. Decidió ponerla de fondo de bloqueo. Qué astuta eres cuando quieres, madre mía

Fue pasando el tremendo book que acababa de hacerle, sonriendo como una lela ante cada instantánea. De repente un lametón en su mejilla le hizo apartarse con una mueca de asco. 


- ¡El beso de la vaca! -exclamó Alba entre risas escandalosas y un aplauso alegre. Imposible enfadarse con ella. 

- ¡Eres una guarra! -se limpió con la palma de la mano los restos de saliva de la cara y la miró acusadora, intentando contener la sonrisa que llamaba a la puerta de sus labios. 

- ¡Y tú una moñas! -volvió a lanzarse a lamer su cara, pero Natalia fue más rápida y puso su mano entre la lengua babosa de la rubia y su cara-. ¡Que te he visto viendo fotos mías sobadísima! -volvió a reír, triunfal. 

- ¡Cotilla de mierda! -lanzó el móvil a los pies de la cama y se puso sobre ella para apresarle las manos contra el colchón-. ¿No puedes dejar a una pobre muchacha disfrutar de la paz de una mañana de domingo? 

- ¡No! -se quejó haciendo fuerza por liberarse. Natalia se agachó hacia ella y le dio un lametón en la barbilla-. ¡Qué asco! ¡Suéltame que me limpie! 

- ¡Ni de coña! -se carcajeó como una estúpida-. Es tu castigo. 

- Te vas a cagar cuando me suelte -amenazó arrugando la nariz. 


Natalia levantó una ceja y sonrió de lado, peligrosa, seductora. La soltó. 


- Venga, valiente -la azuzó. 


No supo cómo coño Alba Reche le hizo una llave con las piernas, pero cuando quiso reaccionar estaba apresada bajo su cuerpo elástico. La madre que la parió, está más fuerte que el vinagre


- Vaya, vaya, la gran Natalia Lacunza, rompedora de cadenas, la que no arde, la derrumbadora de Wizink Centers, voladora de bragas, estimuladora de clítoris, vencida por una, ¿cómo era? Minion epiléptica. 

- El mejor apodo sí es -se rió sin poder parar. 

- Eres original, Lacunza. 

- Canté Callaita en acústico, claro que lo soy. 


Alba la soltó de golpe y se tumbó sobre su cuerpo como un gato al que le ha dado un aire. ¿Qué la pasa? 


- Sigo en shock, Nat. 

- Solo era una canción. 

- Pero estabas tan nerviosa, tan insegura -dijo haciendo grandes aspavientos con los brazos. Parecía una niña pequeña desde que se había despertado. A bocaditos chiquititos hasta terminar con ella, como tantas veces-, y de repente te vi allí arriba dirigiendo el estado de ánimo de toda esa gente tú sola... Jamás te he admirado tanto como ayer, ¿sabes? -levantó la cara de su cuello para mirarle bien profundo a los ojos. Quería impregnar sus palabras de la verdad de su mirada. 

- Jo... gracias -no sabía ni qué decir. 

- Estoy tan orgullosa, Nat... -dejó un beso casi invisible en sus labios. 

- Tenía... tenía miedo de defraudarte, de no ser capaz de ser quien era hace un año -reconoció en un murmullo. 

- Te admiro más que en el último concierto tuyo al que fui -dijo, tajante-. He visto lo mucho que has trabajado, todas las inseguridades que tenías detrás y a las que te has ido sobreponiendo... No dejas de sorprenderme nunca -sus ojos gigantes parecían líquidos, y casi sintió las gotas de ámbar gotear sobre su cara. 

- ¿De verdad? -frunció el ceño y cumplió, de repente, cinco años. 

- De la buena. Ahora solo tienes que acostumbrarte a vibrar en una frecuencia diferente, y espero que lo hagas, porque te sienta tan bien... -sonrió con ilusión. 

- ¿Sabes qué? -abrió mucho los ojos, contagiándose de la ilusión de su rubia-. He estado leyendo cosas del concierto de ayer, ¡y la gente está flipando con el cambio! -levantó la barbilla con orgullo y sonrió con los labios apretados. Apenas se le veían los ojos, enterrados por sus abultados mofletes. 

- ¡Lo sabía! -levantó un puño en el aire, triunfal-. ¿Qué dicen? 

- ¡Mira, Albi, ya verás qué bien! 


Buscó a tientas el móvil entre las sábanas, se tendió boca arriba en la cama y acomodó a Alba entre sus brazos para que ambas pudieran ver su móvil al mismo tiempo. Estuvieron más de una hora leyendo reseñas y críticas sobre su espectáculo. Ambas solían hacerlo tras cada concierto de Natalia, solo que, hasta ese momento, había sido por separado. Pero allí estaban, juntas, emocionándose y riendo ante lo que iban leyendo. 

Unos meses atrás siempre ponían de manifiesto la enorme carga emocional de sus puestas en escena, el viaje interno que la gente que lo presenciaba hacía durante las dos horas de concierto, el alma temblorosa que se te quedaba cuando salías, en silencio, del recinto donde hubiera tocado. En esta ocasión, además de eso, había quedado un poso alegre en los paladares de los espectadores, una experiencia religiosa e íntima, pero también divertida y cercana. Como si la diosa se hubiera bajado de su Olimpo y se hubiese mezclado con los mortales de a pie, sin perder ese aura divina, pero siendo más tangible, más real, más humana. A Alba le fascinaba esa metamorfosis. 


- ¿Qué te parece? -quiso saber después de superar el ataque de risa que habían sufrido tras ver unos cuantos memes de la gente maravillosa del twitter. 

- Me siento un poco rara -dijo, aunque sonreía con timidez-. No es lo que estoy acostumbrada a hacer, aunque parece que a la gente le ha gustado. 

- ¿Y a ti? ¿Te ha gustado? 

- Pues... -se rascó la mejilla-. Me lo pasé súper bien, la verdad -admitió-. Supongo que se acerca más a mi estado anímico de ahora, intensita, pero maja -soltó una risotada. 

- ¡Justo eso! -acompañó la risa de la morena y se dio la vuelta para verla de frente-. A mí, como fan mega fan incondicional de póster, tengo que decirte que me encantó. 

- Júramelo -exigió apretando sus manos en su espalda, dando un tirón. Estaba seria, ansiosa por la respuesta. 

- Te lo juro -y le sacó el meñique para que lo estrechara con el suyo-. Me emocioné como siempre y me divertí como nunca -no había falsedad en su mirada. Natalia soltó todo el aire de golpe. 

- Yo, haciendo conciertos divertidos... -susurró con la vista perdida en el techo. No terminaba de entrarle en la cabeza. 

- Me recordó un poco a los conciertos de Love of Lesbian. Tienen una parte muy emocionante y otra más disfrutona. 

- No me gusta parecerme a nadie -frunció el ceño. 

- No te estoy diciendo que te parezcas, pero me recordó. Solo que ellos tienen mucho repertorio de cachondeo, y tú solo Callaíta -rió por la nariz, dándole un beso en el hombro para que quitara esa cara de mustia. 

- Pero, ¿sabes lo que pasa? -intentó hacerle entender su preocupación-. Que nadie hace lo que hacía yo. Era mi sello, no había nada con lo que compararme. 

- Ella, importante -se mofó la rubia. 

- Jo, Albi, no es eso, pero si he llegado donde he llegado ha sido por hacer lo que me salía de dentro, por hacer un espectáculo poco habitual en una artista de mi nivel. Ya -la cortó antes de que dijera nada-, ya sé que suena pretencioso, pero es la verdad. No me he dejado llevar nunca por lo comercial ni por un show de fuegos artificiales y equipo de bailarinas. 

- Tú lo has dicho -dijo con un tono tajante y la victoria dialéctica brillando en sus ojos-, haces lo que te sale de dentro, y si lo que ahora te sale de dentro es esto, pues qué se le va a hacer. Tan falso sería hacer música comercial como canciones tristes si no te sientes así, ¿no? 


Natalia se quedó en silencio. Mierda de rubia, más lista que los ratones coloraos


- Tienes razón -gruñó a regañadientes. 

- ¡Minipunto y punto para la Reche! -se autochocó y Natalia se la comió, literal y figuradamente. 




------------------------------------------------------------------------------------




No dejaban de llegarle Whatsapp de todos sus conocidos y conocidas, prácticamente todos con el mismo mensaje: EH EH EH EH EH ELLA ES CALLAÍTAAAAAA. Menuda semanita llevaba. 

Alba se descojonaba cada vez que le llegaba un mensaje con ella delante y, cuando no estaban juntas, le pasaba pantallazos para alimentar su diversión. Hacer reír a Alba Reche era su misión en la vida. 

Estaba haciendo la maleta. Tenía concierto el viernes y el sábado en Barcelona. Iba a comer con las chicas y, después, cogía el vuelo. Al menos podría quedarse en su casa, tranquila, en lugar de ir de hotel en hotel, aunque la semana siguiente, en Valencia, no le quedaba otra que volver a la rutina de habitaciones de sábanas asépticas y minichampús. 

Una guerra sin cuartel se libraba en su interior: de un lado sus ansias de escenario; del otro, su rubia adorable a más de un kilómetro de distancia. Contenta, pero no mucho. Para empeorar el panorama, y con ello el mono de Alba Reche, no podría volver a Madrid hasta la semana siguiente, pues apenas juntaba tres días seguidos sin eventos. Aprovechando que no volvería a casa hasta diez días después, María le había organizado una cita con un par de productores musicales y unos cuantos músicos para ir explorando nuevos sonidos que se acercasen más a su estado emocional actual. No había otro modo de hacerlo que jugando al ensayo-error. 

Estaba ligeramente angustiada con este tema. No llevaba nada escrito, nada preparado, ni una jodida rueda de acordes ni una melodía para un anuncio de detergente. Jamás había trabajado desde la nada y, aunque la Mari se esforzaba en hacerle entender que eso era NORMAL, no le convencía del todo. Se sentía una completa inútil. 

Es un problema de la Natalia de la semana que viene, que se las apañe ella. 

Cerró la enorme maleta, se echó un poco de la colonia de Alba, que se había dejado en su casa unos días atrás, volvió a abrir la maleta, la añadió al contenido de su neceser, la cerró de nuevo y salió por la puerta. Sí, sí, ya, ya, era muy cursi eso de llevarse su olor en un frasco, porque además de terriblemente moñas era absurdo, pues Alba Reche olía a todo y a nada, solo a ella, y no había colonia en el mundo que se le pareciera. Por mucho que la echase en su ropa, esta no era el cuerpo de Alba, y solo olía así sobre su piel. Pero bueno, menos era nada. 

Llegó a la puerta de la clínica, donde ya estaban la Mari y Afri, que había cerrado un poco antes para poder asistir a la comida. Ni Sabela ni Julia podían ir, sus trabajos estaban demasiado lejos como para llegar a tiempo, pero le desearon buen viaje y mucha suerte para sus conciertos por mensaje. 


- Qué pasa, chavalas -saludó a sus amigas. 

- Pero si es Nat Bunny -se burló la Mari, mirándola de arriba a abajo. 

- Solo la rubia puede llamarme Nat, payasa -le dio dos besos y un empujón cariñoso. 

- Es una pena, porque pega que te cagas -rió Afri, abrazándola. 


Apenas un minuto después ya tenía a seis o siete personas alrededor para pedirle fotos y autógrafos. Ni siquiera se dio cuenta de que las fisios ya habían bajado cuando se despidió de sus fans, que se alejaron cantando a gritos PERO PAL SEXO ES ATREVIDA. Ya había sido bautizada para los restos. Seguía siendo divertido, de momento. 


- ¿Podemos irnos a comer, Nat Bunny? -preguntó su rubia con las cejas alzadas. 

- Ni se te ocurra llamarme así -la amenazó con un dedo y una sonrisa que le quitaba toda la credibilidad. Llevaba toda la semana durmiendo con ella, pero no dejaba ni un momento de desear volver a verla. 

- Oye, me han dicho que yo soy la única que puede llamarte Nat. Aguanta el golpe -hizo un movimiento de boxeo y Natalia la atrajo hacia sí pasando un brazo por sus hombros. 

- Tú puedes llamarme como quieras, pero llámame -se bajó las gafas hasta la punta de la nariz y le guiñó un ojo. 

- Bueno, bueno, aquí, a plena luz del día -se sorprendió, divertida, la Mari. 

- Es que es mi novia -giró la cara para hacerle un mueca. 

- Ya se la suda todo -comentó Afri sin mirar a Natalia, como si no estuviera. 

- Ya va a por todas -asintió Marta-. Quién la ha visto y quién la ve. 

- ¡Que es mi novia, Marta! -se separó un segundo de Alba, la cogió de la pechera y la zarandeó. 

- ¿Perdona? No nos hemos enterado -se señaló la oreja la Mari. 

- ¡Señora -dijo a la primera mujer con la que se cruzó-, que esta chica tan preciosa es mi novia! 

- Enfermas -murmuró la mujer y aceleró el paso, temiendo que le pegaran su enfermedad de desviadas. 

- Uy, no le ha gustao' -Natalia parpadeó varias veces, asombrada, y todas empezaron a reír. 


Entraron al restaurante y se sentaron en su mesa. Pidieron algo de picoteo y se limitaron a comer mientras hablaban, más pendientes de pasar un rato juntas que de nutrir sus organismos. 


- Illas, no quiero que os vayáis -dijo Marta con un puchero. 

- Yo soy la fuerte de este grupo y me estoy viniendo abajo -Afri juntó sus manos frente a su cara. 

- Os calláis la boca -se impuso Alba-, que aquí la afectada soy yo, que soy su... ¿Cómo era, cariño? -puso una mano sobre el hombro de la cantante. 

- Mi novia -sonrió Natalia como una tonta. 

- Eso, mi novia. Así que vais relajando la raja que la prota soy yo. 

- Bueno, algo tendrá que decir la representante que se deja al novio y a todas las mamarrachas de sus amigas menos a la menos divertida -bufó la Mari. 

- ¿Hola? -se indignó Natalia. 

- Bueno, es verdad -levantó ambas manos en son de paz-, estos meses has mejorado mucho, seguro que ahora me dejas que te lleve de bares por ahí y te emborrache después de los conciertos. 

- ¿Algo que decir? -preguntó la morena a Alba. 

- Mari, por favor, hazlo -y el resto rió. Natalia la miró con corazones saliendo por sus ojos, no esperaba menos de ella. 

- Eres una mujer afortunada -la Mari chocó los cinco con la fisio, dirigiéndose a la cantante-. Podría haberte tocado una controladora de mierda. 

- No la puedo dejar escapar -le apretó el muslo bajo la mesa, y eso fue más una promesa hacia sí misma que hacia la Reche. 


Terminaron de comer y todas se despidieron en la puerta de la clínica, excepto Alba, que se había reservado una hora en la clínica para poder morrearse con su novia un ratito antes de que se fuera hasta el aeropuerto. Quiso acompañarla, pero Natalia se negó, sabiendo lo difícil que le resultaría cruzar esas puertas, echar la vista hacia atrás y ver a su rubia diciéndole adiós con la manita. Se le ponía un nudo en la garganta solo de pensarlo. Vamos, tía, que solo va a ser semana y media, cuando te vayas a latinoamérica, ¿qué? ¿Te mueres? Dramática


- Y allí voy a quedar con un chico que hace rap, y trap, y música urbana en general -le comentó Natalia, que le estaba sirviendo de almohada sobre el sofá. Alba jugó con sus collares, mirando los lunares que decoraban su cuello. 

- El trap lento es música para follar -levantó los ojos hacia los suyos-. Me gustaría muchísimo que hicieras una canción para mi lista de follar. 

- También podemos follar y yo te canto lo que quieras -apretó los labios y levantó las cejas, como si fuera una idea tonta que se le acabara de ocurrir. 

- Como no sean canciones de misa... Solo eres capaz de decir dios, la virgen, jesús... 

- ¡SERÁS MENTIROSA! 


Alba estalló en aquella risa escandalosa que hacía vibrar los cristales de las ventanas, y Natalia cerró los ojos durante unos segundos, intentando contener en el tarro de su memoria ese sonido que tenía también olor y sabor. 


- Aún no te has ido y ya te echo de menos... -canturreó la rubia. 

- Alba Reche, por favor te lo pido, estoy a punto de llorar, no me lo pongas más difícil -tragó saliva con dureza. 

- Diez días, churri, ¿qué es eso en una vida? -le sonrió con dulzura. Tenía que ser la fuerte de las dos, pero no le estaba resultando nada fácil. 

- Bueno, si me prometes la vida, entonces vale -se encogió de hombros. 

- No puedo prometerte eso, pero puedo prometerte estar por aquí cada vez que vuelvas. 

- ¿Sabes? En el pueblo de mis abuelos hay una pintada en una pared -le acarició los mechones rubios, deslizando su mirada por los rasgos de Alba, como si quisiera memorizarlos, como si quisiera poner en el tapiz de su mente no solo su forma y su color, sino también su textura, su calor, la electricidad que manaba de su piel, el vello que le rozaba las yemas de los dedos-. Era muy larga, un párrafo enorme. Justo enfrente del cementerio. Me gustaba ir allí, me sentaba y la leía una y otra vez, hasta que la memoricé. 

- ¿Y cómo era? -quiso saber, zambulléndose sin pensarlo en su propio mundo, el de ella, tan etéreo y tangible a la vez, pues era capaz de describirte la magia misma y ser capaz de verla, sin artificios, en tu cabeza, así de bien sabía utilizar las palabras Natalia Lacunza. 

- No recuerdo como empezaba, han pasado veinte años de aquello. A veces, cuando voy, me arrepiento de no haberla escrito nunca en ningún papel, porque toda la parte del principio se ha ido borrando con la lluvia y el paso del tiempo. Es algo que pasa a veces con las palabras, ¿sabes, Albi? El viento llega, y se las lleva si no pesan lo suficiente. 

- ¿Y esas no pesaban? 

- Pesaban tanto que yo todavía me acuerdo de algunas, y eso que ni siquiera eran mías -carraspeó y miró hacia algún rincón recóndito de sus recuerdos, desviando de su rostro su mirada-. A la hija de la madre: no quiero irme, pero debo marcharme. Puede que me equivoque, o quizá no. Esa parte me baila un poco -se excusó-. ¿No has intentado nunca correr tan lejos que, cuando te diste cuenta, estabas en el mismo lugar? No puedo ser quien no soy, no puedo sentir lo que no siento. No quiero. Y aquí iba algo que se me ha olvidado. Pero el final me cayó a plomo, y, de hecho, debe ser la parte más pesada de toda esa declaración, porque es lo único que aún queda pintado en la pared -suspiró, volviendo con su voz al pasado-. Volveré. Siempre lo hago. Firmado: el que quiere a la hija de la madre

- Joder... 


Estaba allí sentada, Alba, junto a una Natalia de diez años con las rodillas raspadas y el cabello alborotado por el viento, con una chaqueta vaquera y la mano llena de piedras que seleccionaba y lanzaba mientras intentaba comprender, con su mente infantil, qué significado tenían aquellas palabras para alguien que se había molestado en escribir allí. Natalia tenía ese poder de pintarte un cuadro en la mente y llevarte de la mano a través de él, dando un paseo, como si nada. La morena la miró, regresando de su viaje interplanetario, lanzando una cuerda entre el pasado y el presente para enlazar ambas ideas en una sola. Ahí venía, como siempre. 


- No quiero irme, pero debo marcharme, Albi. Pero volveré, y quiero que esto te lo grabes a fuego, amor. Volveré, siempre lo hago. 


Le dio un beso en el pelo, sellando de ese modo tan dulce una promesa que venía de otras manos que no eran suyas, de un echarse de menos de hacía más de dos décadas, de una nostalgia arenosa que no se iba por más que hubiera pasado el tiempo. 

Alba Reche sonrió y sintió, en la sala de la hoguera que era ahora su corazón, como, en una de las paredes desnudas que aún quedaban por llenar de recuerdos y de vida, se grababan aquellas palabras que Natalia había escrito con sus dedos. La vio allí, tan alta, con aquella sonrisa traviesa de quien acaba de hacer una trastada colosal, y le sonrió, con los dedos aún manchados de azul. 

En aquella sala cálida no llovía, no llegaba el frío. 

Esa pintada estaba hecha para no borrarse. 


Continuer la Lecture

Vous Aimerez Aussi

75.1K 4.6K 89
dos hijos de los mafiosos mas temido de todo corea y Australia se uniran .
1.3M 77K 68
Dos mundos diametralmente opuestos. Dos maneras de entender la vida. Dos líderes naturales de bandas rivales. Dos tunas estudiantiles, enfrentadas...
53.3K 4.2K 41
Miriam es una joven gallega que tras una salida algo abrupta de su Pontedeume natal llega a Madrid en busca de respuestas sobre su identidad. Después...
182K 9K 33
Una coincidencia (o no) reúne a Alba y Natalia en un ascensor del barrio de Malasaña. Un acontecimiento que dará un vuelco a sus vidas. (Altas dosis...