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By Mandy_Spellman

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โšœ๏ธ DEDICATORIA โšœ๏ธ
โšœ DATOS โšœ๏ธ
โšœ๏ธ PRร“LOGO โšœ๏ธ
โšœ๏ธ PRIMERA PARTE โšœ๏ธ
Capรญtulo 1. Larga muerte al rey
Capรญtulo 2. Tormenta de lobos
Capรญtulo 3. La manzana verde
Capรญtulo 4. Amanecer de llamas y espadas
Capรญtulo 5. Otoรฑo e invierno eterno
Capรญtulo 6. La profecia de los cuatro
Capรญtulo 7. El rey y la espada
Capรญtulo 8. De cristal y metal
Capรญtulo 9. Los ojos de la muerte
Capรญtulo 10. Los murmullos de las sombras
Capรญtulo 11. Conociendo al ememigo
Capรญtulo 12. El hijo del antiguo enemigo
Capรญtulo 13. Pasado oculto
Capรญtulo 14. Lazos de Sangre
Capรญtulo 15. Cambios
Capรญtulo 16. Mensajes de noche
Capรญtulo 17. Clases de duelo
Capรญtulo 18. Estrategias para Calormen
Capรญtulo 19. Festรญn de brujas y demonios
Capitulo 20. Lucy en Calormen
Capรญtulo 21. El plan de medianoche
Capรญtulo 22. Baile de compromiso
Capรญtulo 23. Cenizas de guerra
Capรญtulo 24. Las voces de Caspian
Capรญtulo 25. La Bendiciรณn de Astan
Capรญtulo 26. De burlas y teorรญas
Capรญtulo 27. Palabras con sabor a sangre
Capรญtulo 28. El rey loco
Capรญtulo 29. La magia de los cuatro
Capรญtulo 30. Confusiones y rituales
Capรญtulo 31. La traiciรณn de sangre
Capรญtulo 32. La batalla de los hermanos
Capรญtulo 33. La Espada De Cristal
Hablemos un poco MUY IMPORTANTE
โšœ๏ธ SEGUNDA PARTE โšœ๏ธ
Capรญtulo 34. El dolor de la verdad
Capitulo 35. Cacerรญa de brujas
Capรญtulo 36. Aliados y enemigos
Capรญtulo 37. El rugido de un leรณn
Capรญtulo 38. Muerte a la media noche
Capรญtulo 39. La Corte de Aslan
Capรญtulo 40. Espรญas
Capรญtulo 41. Traiciรณn de fuego
Capรญtulo 42. Una nueva esperanza
Capรญtulo 43. El eco de un rugido
Capรญtulo 45. Deseos
Capรญtulo 46. El veneno de una flecha
Capรญtulo 47. Salvaciรณn
Capรญtulo 48. Fuego de infierno
Capรญtulo 49. Dinastรญa
Capรญtulo 50. Bodas de Sangre Parte I
Capรญtulo 51. Bodas de sangre Parte II
Capรญtulo 52. Universo oscuro
Capรญtulo 53. Brindis de sangre
Capรญtulo 54. Castillo de cristal
โšœTERCERA PARTEโšœ
Capรญtulo 55. El rey del mundo
Capรญtulo 56. La Naciรณn de Aslan
Capรญtulo 57. La รบltima batalla.
Capรญtulo 58. El juicio del monarca
Capรญtulo 59. Los reyes de oro
Capรญtulo 60. Portales
Capรญtulo 61. El รบlimo reinado
Capรญtulo 62. Volverรกs...
โšœEPรLOGOโšœ
โšœAGRADECIMIENTOSโšœ
โšœLA AVENTURA CONTIรšA...โšœ๏ธ
โšœ๏ธMEMESโšœ๏ธ
El tiempo ha pasado

Capรญtulo 44. La coronaciรณn

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By Mandy_Spellman

Su reflejo no parecía el mismo.
Con aquella larga y pesada capa roja, y aquel vestido hecho de fino hilo de oro... Ya no era la misma.

Alison O'Brien había cambiado, ya no era la temerosa niña que no sabía cómo sostener una espada, ya no era aquella fácil de asesinar, de mandar y dominar. La vida la había transformado, la había hecho crecer y madurar, las pruebas más difíciles están destinadas a las personas más fuertes, y Alison lo sabía bien.

El espejo reflejaba a una mujer fuerte, una reina sin corona, y a una guerrera sin espada, porque no es necesario tener corona para liderear, ni espada para luchar, lo que basta es creer lo que somos.

—Vaya, que hermosa estas—dijo Lucy asomándose por el marco del portón de madera.

Alison sonrío apenada y la miró por el reflejo del espejo.

—No más hermosa que tú—le dijo la joven a la reina.

Lucy sonrió de oreja a oreja, Alison se sintió especial por un momento, por haber logrado sacar aquel noble gesto en la reina que había estado viviendo entre cuevas de penumbras y desiertos de mentiras.

—Quiero decirte que... —Lucy caminó hasta ponerse frente a la chica para poder tomarla de las manos—. La corona que te den hoy no es más que un pedazo de metal, puede romperse, pero lo que nunca se debe de romper en ti es lo que realmente representa, el cual sin importar que traigas o no una corona siempre será digno para que lleves la cabeza en alto, el representar y el amar a tu pueblo.

—Jamás lo olvidaré Lucy, gracias—Alison le dedicó una última sonrisa.

Fue así como ambas salieron rumbo al salón principal del trono, el momento había llegado.
Alison atravesaba los largos pasillos del castillo de Beruna, el sol entraba por los arcos de piedra iluminando el andar de la próxima reina de Narnia, cuyos pasos resonaban como el eco de tambores de guerra. El pueblo entero se había reunido a las afueras del castillo y todos gritaban alabanzas hacia su nueva reina.

—¡Larga vida a la reina Alison!—coreaba enardecido el pueblo, al compás del mover de sus banderines—. ¡Viva la reina!.

Era el sentir de un orgullo pero no de poder ser su reina sino de ser parte de ellos, de ser parte de Narnia. Alison levantó la cabeza mostrando una regia y amable sonrisa a cada mozo que le dedicaba reverencias.

Finalmente estaba ahí, el portón del salón de trono cerrado aguardaron por su gran entrada, Alison cerró los ojos, un miedo la recorrió por uno segundos, el imaginar del entrar de Peter y Caspian en la corte, el sentir una daga atravesando su corazón... Su vida estaba a punto de cambiar Alison debía de tomar la decisión de que clase de reina quería ser.

Las manos le temblaban y sudaban, cual relámpagos el fantasma de Peter la perseguía, podía escuchar cada insulto de Caspian golpeando las paredes de su cráneo, siempre serían unos parásitos en su cuerpo, consumiéndola por dentro...

De golpe las puertas del enorme salón se abrieron de par en par, revelando a toda una audiencia de nobles provenientes de las tierras vecinas a Narnia, militares, príncipes herederos, princesas y cortesanos, todos reunidos para el presenciar del surgir de una reina.

Pero ¿Dónde estaba él?...

Ahí estaba él. Edmund Pevensie, situado a la derecha del trono de hierro, tan guapo como siempre, vestido de elegante tela negra y verde esmeralda, con la corona de plata puesta entre su rebelde cabello negro, que le hacía resaltar las pequeñas pecas de su rostro así como cada uno de sus afilados y dominantes rasgos, sin importar la distancia a la que estaba de ella, sus profundos ojos oscuros la consumían por completo, era él, Edmund Pevensie un hombre digno de ser llamado rey.

Entonces al verlo todo fantasma y demonio de su mente se hizo polvo, Alison había encontrado aquel quien lograba vencer y ahuyentar a todos sus males, encontró a quien sería su espada en cada batalla, el único hombre que la hacía sentir toda una reina, era cierto no había probado si quiera de sus labios, ni había logrado del pasar de un simultáneo roce de su cuerpo, pero al verlo ahí parado, Alison supo que no le importaba pasar toda una vida amándolo en secreto, a cambio de vivir ese preciso y único momento, porque de todas las miradas que estaban puestas en ella solo un par de ojos le importaban...

Los ojos del rey Edmund.

Alison abrió los ojos.

El sonido del rechinar de los portones sonó para la joven hija de Astan como la campana que indica el correr de los caballos en una carrera. La carrera estaba por empezar, todos estaban en sus puestos, listos para ver cuántas veces se iba a caer pero ella estaba lista para demostrarles todas las veces que se iba a levantar. Traía su armadura puesta, aquella que los demás no notan pero que se lleva en el corazón, y estaba lista para demostrar lo fuerte que era.

Comenzó a caminar hacia el trono, para cualquiera sería una simple pasarela pero no para ella, representaba mucho más que ello.

—La nación de Calormen le da sus tropas, Dasvan le ofrece sus tropas...—una por una las naciones a las que Lord Naville había convencido de que se unieran a Narnia fueron nombradas mientras Alison caminaba hacia el trono.

La mirada de todos los presentes puestas en ella, todos vestidos elegantemente entre trajes y vestidos de gala, sin perder de vista cada movimiento que hacía. Primero vio a Susan quien le asintió con la cabeza, lo que Alison tomó como un gesto de aprobación. Kaya lucía hermosa en su vestido vino, sin embargo su mente estaba desconectada de su cuerpo, pues no fue hasta unos segundos después que Kaya se percató de que su amiga Alison la miraba para después sonreírle. Y finalmente estaba Dylan, el hijo pródigo, su fiel hermano con el que tantas risas había compartido estaba ahí, Alison deseaba verle, nada le vendría mejor en aquellos mementos de nerviosismo que una sonrisa de... ¿él?.

Dylan se cruzó de brazos.

Alison se quedó con la sonrisa en el rostro y poco a poco su gesto se iba quebrando, por un momento la chica deseó tomarse las faldas y salir corriendo de ahí, pero Alison levantó la mirada, el trono estaba ahí y ella ya iba en camino hacia él, esa era la batalla de su coronación, y sabía que aquella batalla no terminaría ahí, siempre existirían miedos, y gente oculta entre las sombras esperando con sed de verla caer, pero ella lo había dicho, se levantaría, ya lo había hecho antes, ante el mismo rey Caspian, y lo seguiría haciendo hasta que se pusiera el sol, durante toda la noche y hasta en el cielo o en el infierno.

Alison le devolvió la mirada a su hermano para fríamente girar su mirada al frente demostrándole que ni siquiera él la podría detener. Fue entonces que todo fue más claro, pudo sentir cada nota y acorde de la música del órgano que cantaba al compás de su marcha.

La capa le comenzaba a pesar, una grandeza caía en ella, una claridad estaba dentro de su ser, creciendo rápidamente, pero no era una luz, era un relámpago desbocado, cuya simple chispa haría sacudir al mundo entero.

Alison llegó hasta el trono, y antes de tomar asiento dedicó una última especial sonrisa al chico de sus ojos, quien le guiñó un ojo para después sonreírle, las mejillas de la joven se incendiaron con aquel pequeño gesto de Edmund.

La ceremonia debía de continuar, Alison levantó su capa y la colocó de lado para poder sentarse en el trono, tan pronto y sus manos sintieron el frío hierro de este, un vuelco le dio en el alma, el sentir del caer del peso de todos los mundos sobre sus hombros.

La música del órgano se calló en cuanto el listado de naciones llegó a su fin. Lord Neville se puso al frente, llevaba puesta su túnica de sacerdote de la corte real de Beruna, él serían en gran parte quien daría la ceremonia como representante de la fe en la corte del rey.

—El creciente sol del prado ha salido ya, desde el Norte hasta el Sur de Narnia, desde la Nación de Aslan hasta los terrenos de las Neblinas y del Valle de los Ciegos de Astan, todos hijos de Narnia, hombre o bestia, sin importar nuestra fe nos encontramos aquí para el ver del resurgir de un nuevo amanecer, uno que nos une y nos ha hecho luchar por lo único por lo que debemos luchar, por nuestra nación—hizo una pausa en su discurso Lord Neville.

El Lord miró a los presentes, entre los cuales salió un niño que llevaba un cojín de terciopelo rojo, trayendo el cetro y el anillo de la realeza de los telmarinos, el máximo sacerdote tomó el cetro para encaminarse hacia Alison.

Alison miró el cetro, de oro y rubíes, el cual resplandecía con los rayos de los vitrales del castillo, una pieza hermosa y elegante.

—Lady Alison O'Brien, por medio de este trono se le nombra reina y señora de los pueblos telmarinos, por medio de este cetro—Lord Neville le hizo entrega de la fina pieza—, se le nombra dirigente de las tropas telmarinas de Beruna y de las Naciones Unidas, y por medio de este anillo—el sacerdote tomó del suave cojín un anillo de oro en forma de corona—, se le nombra protectora de telmar.

Lord Neville se arrodilló ante Alison para colocarle el anillo, el protocolo telmarino había finalizado, pero la ceremonia más importante estaba por comenzar.

La orquesta presente comenzó a tocar, un fauno sorprendió a los presentes con la música de su flauta, y el eco del violín resonaba acompañado con la fuerza de los clarines, por todo el castillo, una música celestial digna de ser admirada.

La reina Susan "La Benévola", el rey Edmund "El Justo" y la reina Lucy "La Valiente", se colocaron en medio del salón caminando al mismo ritmo como una escolta, mostrando su grandeza y majestuosidad ante todos los presentes, el coro de voces sonaba como el coro de ángeles que engrandecían a los reyes y reinas de Antaño. Podría ser que los reyes de Aslan ya no fuesen más los reyes en curso de Narnia, pero la grandeza siempre los acompañaba, y tal y como el mismo gran león lo había dicho una vez rey o reina de Narnia siempre lo serían.

Alison no sabía nada de lo que sucedería aquel día, pero si algo que la sorprendió fue el ver a Edmund cargando entre sus manos una corona de oro y rubíes, lucía pesada, y era grande, no era como la tiara que normalmente se le daba a las reinas, era una corona de rey, Alison lo supo era una corona idéntica a la del Sumo Monarca, esa corona se volvería suya.

Los Pevensie caminaron hacia el trono, Edmund iba a en medio, y a sus lados, sus hermanas lucían eternamente bellas con sus vestidos de coronación. Finalmente su marcha terminó en cuanto llegaron hasta Alison.

—En nombre del océano del oriente—enunció la reina Lucy por lo alto.

—En nombre del gran bosque de occidente—habló el rey Edmund.

—En nombre del radiante sol del sur—dictó la reina Susan.

Edmund dio un paso al frente para subir los escalones del trono, los ojos de ambos muchachos se cruzaron y Alison supo lo que tenía que hacer la muchacha se levantó del trono y se arrodilló ante el joven rey.

—Y en nombre del claro cielo del norte—Edmund levantó la corona hasta bajarla lentamente hasta coronar a Alison—. Les presento a la reina Alison "La Brillante".

Fue entonces cuando todos los presentes se agacharon, incluidos los reyes y reinas de Antaño, todos inclinados en reverencia, mostrándole sus respetos a su nueva reina.

Aquel momento parecía haberse hecho para siempre, pues Alison jamás se había sentido tan viva en cuanto el frío y pesado metal de la corona tocó su cabeza. El corazón le latía con la fuerza de mil olas en una tormenta de emociones, Alison se puso de pie para ver frente a frente a Edmund Pevensie, jamás había estado tan feliz en su vida, no era una felicidad común, era una felicidad divina, una que solo un toque celestial te da.

—Una vez reina de Narnia, será reina siempre—habló Edmund, se suponía que debía de haber dicho eso para los presentes pero se había olvidado por completo de ello y terminó diciéndolo mirando de frente a Alison pero es que no podía dejar de mirar sus ojos tan grandes y hermosos que tenía-!—. Que Aslan y Astan bendigan tu reinado. Que tu sabiduría nos guíen hasta que las estrellas caigan de los cielos.

Alison tuvo que contener las ganas de arrogarse a los brazos del rey, se limitó a soltar una enorme sonrisa, mientras que todos los presentes comenzaban a aplaudir y a dedicarle alabanzas.

—¡LARGA VIDA A LA REINA ALISON!. ¡VIVA LA REINA!.

—Felicidades mi reina—Edmund tomó la mano de la chica para levantarla cálidamente hasta la altura de sus labios, besándola en una muestra de amor y respeto.

Había algo en la forma en la Edmund le decía "reina", que Alison no se sentía la reina de todo una nación sino la hacía sentir la reina de él, la reina de Edmund Pevensie.

Nunca es fácil ser elegida, nunca es fácil estar aguantando en el frente de la guerra cuando las bombas empiezan a caer, viendo los cielos pero sintiéndote tan atrapada, todavía oía las llamas, diciendo su nombre, el camino al poder no era sencillo y menos lo era el permanecer ahí, pero del fuego y la ceniza el ave fénix renacería.
Sería imparable.

Un fuerte par de rugidos se escuchó en toda la nación de Narnia, los presentes en la corte permanecieron completamente absortos por lo que habían presenciado. Lucy soltó una alegre sonrisa, lo sentía en su corazón. No estaban solos.

Aquel día un par de leones bendecían a la nueva reina de Narnia.

Cepillos, perfumes, nubes de polvo, peines, tiaras, peinetas y diamantes destellaban ante los ojos de Alison, el tocador estaba repleto de un sin fin de accesorios finos y elegantes. Lucy estaba dando vueltas de un lado a otro de la habitación haciendo volar su largo vestido amarillo, estaba feliz de que vería Logan por la noche. Susan se dejaba peinar por Kaya quien estaba por terminar de colocar el último rizo en su lugar.

No se había sentido tanta felicidad en Narnia desde hace un tiempo, pero un baile de máscaras en celebración por la coronación de la nueva reina era sumamente especial y digno de festejo para todo Narnia

Alison acomodó su cabello en una coleta alta, para posteriormente ajustar un antifaz de tonos grises y aperlados entre sus ojos y su nariz, la chica estaba lista, se levantó del taburete y caminó a grandes zancadas hacia el espejo con Lucy pisándole los talones. De pie ante su propio reflejo la muchacha se preguntó si sus ojos no la estaban engañando.

—Me veo... —se miró al espejo con los ojos brillantes.

—Hermosa—dijo Lucy detrás de ella—. Debes de creerte lo que eres Alison ahora eres una reina de Narnia, y siempre lo serás.

Alison le sonrío a la reina Lucy para después regresar la mirada a su reflejo, el vestido era de tonos grises, perlas y azules, tanto la falda de organza como el corpiño llevaban incrustadas cientos de cristales y diamantes azules y blancos, lo cuales le hacían recordar a Alison el grande e infinito mar. Un volante de encaje se rodeaba el escote y dotaba al vestido de unas delicadas mangas a medio hombro. Un vestid precioso sin duda alguna que parecía haber sido esculpido por las estrellas y el mar.

El reloj dio las nueve, el baile había comenzado ya, todas las chicas de la corte dejaron a Alison quien les pidió quedarse a solas. Estaba tan nerviosa que las manos le sudaban, debía de controlar sus emociones. Finalmente tras tomar una gran bocanada de aire Alison se colocó su corona de oro y rubíes para partir rumbo a la fiesta, caminando así entres los largos pasillos como una princesa huyendo de las doce de la noche, algo en aquella noche la hacía sentir en un cuento de hadas... y no estaba equivocada.

Lo primero que vio fueron las enormes puertas de cristal que aparecieron ante ella. Alison atisbó los espirales de humo de las velas que colgaban de los gigantes candelabros que decoraban el salón de baile. Por un instante deseo meterse por una puerta lateral para que nadie notara lo que llamaban "triunfante entrada". Pero Alison debía de donar sus nervios, solo debía acercase a las puertas y los guardias harían el resto del trabajo.

—Majestad—se reverenciaron los guardias a la llegada de Alison—. Permítanos anunciarla.

—No gracias, la fiesta es para el pueblo no para mí quiero que todos lo disfruten por igual—agradeció amablemente—. ¿Han hecho ya lo que les he solicitado?.

—Si majestad fueron entregadas doscientas tartas de mora y trescientos pasteles de uva y chocolate a las afueras del palacio para todo el pueblo—enunció uno de los guardias orgulloso de haber realizado las órdenes de su reina.

—Bien, muchas gracias, hoy es un día de fiesta y no por la coronación de una reina sino por el inicio de una nueva esperanza—la joven reina le sonrió a los guardias para indicar que estaba lista para entrar, y fue así como estos abrieron las puertas de cristal de par en par.

Alison tomó un largo respiro, irguió los hombros y dio un paso adelante, dispuesta a bajar las largas escaleras del salón de baile.

A Edmund casi se le caía la copa de vino cuando vio a Alison O'Brien en lo alto de la escalinata. La reconoció a pesar de la máscara y es que podría reconocer aquella figura y rostro en donde sea hasta en las mismas sombras, para Edmund ella siempre sería su luz.

Por un momento el joven rey se preguntó si estaría soñando, hasta que todos los presentes giraron para la hermosa joven reina de Narnia. Sin importar que el vals estaba en pleno apogeo, todo aquel que no estuviese bailando, estaba contemplando sin aliento como la reina se recogía las faldas de su vestido para paso a paso bajar elegantemente las escaleras.

<<Camina hacía ella, tómala de la mano e invítala a bailar>> Por desgracias los pies de Edmund Pevensie estaban clavados en el piso, completamente paralizarlo, no podía hacer nada más que contemplarla. Bajo el pegado antifaz negro, la piel le ardía con pasión, no sabía el porqué pero al mirarla Edmund se sentía un hombre, sentía que todo su ser le pedía a gritos estar con ella. Parecía estar soñando, teniendo alguna de esas fantasías adolescentes, pero Edmund ya no era el niño que solían llamar príncipe en lugar de rey. Era todo un hombre digno de ser llamado rey.

Alison llegó al final de las escaleras y Edmund dio un par de pasos al frente.

—Luces perfecta—dijo Edmund al estirarle la mano a Alison, quien la tomó sin pero alguno.

La joven reina suspiró al ver al atractivo Edmund Pevensie vistiendo de traje y capa negra, pero había algo en aquel antifaz negro que traía puesto el rey que la hacía estremecer, se veía especialmente guapo y misterioso aquella noche.

—A decir verdad siempre luces perfecta—se corrigió Edmund, lo que hizo sonreír sonrojadamente a Alison.

La fiesta lucía sacada de un cuento de hadas, todos los invitados de la corte portaban máscaras, algunas con diseños sencillos y otros más laboriosos, antifaces o máscaras de animales, y las decoraciones de listones, velas y plantas hacían al lugar volverse un verdadero escenario de una coronación.

Todos bailaban felizmente, de un lado a otro las parejas iban y venían, con sus vestidos flotando al viento, todos perdidos en una danza que por un instante hizo sentir a Alison en un mundo de paz, y de magia, olvidando toda la guerra que vivía detrás en Narnia.

—Tú luces muy guapo esta noche Edmund—dijo tímidamente Alison y para privilegio del rey, las mejillas de la chica se llenaron de un fuerte rubor rojo.

Edmund colocó su mano en el hombro de Alison para comenzar a bajar sus dedos por toda la espalda desnuda de la chica, acariciandola con sumo cuidado y ligereza, ella puso los ojos de inmediato en los ojos del rey. El corazón le dio un brinco, jamás había sentido que una lluvia de estrellas y fuego le recorría la sangre, jamás había sentido deseo por alguien.

Edmund se sentía mal por aquellos pensamientos de pasión, por haberla tocado de esa forma, por sentirse tan sediento y tan necesitando de ella, pero no podía negarlo, vaya que la deseaba, deseaba amarla en carne y alma, deseaba hacerla feliz y protegerla, como a lo más bello del mundo. De su mundo.

—No puedo dejar de mirarte—dijo Edmund con voz queda, acariciandola con la vista de un modo que la hizo ruborizar de nuevo.

—Debo de admitir que te ves intimidante con esa mascara Pevensie—dijo divertida Alison para tratar de aligerar la tensión que había entre los dos, pues no sabía cómo actuar o peor aún... si lograba controlar sus deseos.

—Pues lo último que quiero es intimidarte, porque tú me intimidas a mi con tu belleza.

¡Edmund Pevensie!. ¿Qué clase de magia hacía que hablara así?.

—¿Me concederías esta pieza?—Edmund inclinó la cabeza, extendiéndole la mano.

Alison sonrío al recordar la primera vez que bailó con él, y lo mucho que ambos habían cambiado desde entonces. Sin dudarlo la joven reina tomó la mano del rey, Alison pensó que la llevaría hasta el centro de la pista, para esperar con las otras parejas que la música empezara, pero Edmund Pevensie no lo hizo, la escoltó hasta el balcón más grande del salón de baile, aquel que daba hacia el jardín del castillo, en medio de la noche las luces de los candelabros de la pared iluminaban el balcón, así como las luces del jardín, Alison creyó que todo finalizaría ahí pero no supo cómo actuar cuando Edmund dejó caer las cortinas de terciopelo rojo, separándolos del resto del salón de invitados, dándoles aquella cortina, privacidad de estar solo ellos en el balcón y solo las estrellas y el cielo de la noche los podían ver.

—¿Qué has hecho Edmund?—preguntó desconcertada Alison.

—La música se escucha hasta el pueblo entero.

—Si pero...

—Sólo busco la forma de estar a solas contigo—Edmund la tomó de la cintura sin previo aviso.

La música no le dio tiempo de responderle, en cuanto la pieza comenzó, el balcón se convirtió en la pista de baile de los jóvenes reyes. Edmund comenzó lento, Alison sabía que le costaba bailar pero para su sorpresa el chico comenzaba a moverse con agilidad sin fallar ningún paso, como amaba la sensación de su mano apretando la suya, se sentía mal por sentirse tan frágil ante él pero era tan alto y guapo que podía caer en el mismo infierno por él.

Edmund se perdía en un sueño, una fantasía en la que no podía dejar de contemplar los ojos de la chica, y dejar de notar el calor de su cuerpo contra el de él. La hizo girar y su vestido brilló incluso más intenso que le brillar de las estrellas. Era hermosa, y sabía que mujer como ella no encontraría ni en este ni ningún otro mundo.

Un giro más y la música incrementó su sonido, Alison dio a parar al otro lado del balcón para después acercarse de nuevo a él, quien la tomó esta vez con fuerza de la cintura, pegándola hacia su pecho, sin dejar un solo espacio entre ellos, los reyes continuaron moviendo sus pies al compás de la música.

Ambos avanzaban de lado a lado en el gran balcón, sintiendo el frío viento en sus cuerpos, completamente ocultos de los demás, ocultos del mundo entero.

Edmund tenía los ojos clavados en ella, en todo su ser, no podía parar de contemplarla, y es que con aquel antifaz negro el rey no hacía más que verse aún más atractivo, fue entonces cuando ella supo que no en sus más salvajes sueños ella pudo haber imaginado aquella mirada que el rey ponía en ella, una mirada que la hacía sentir expuesta, pero con deseo de estarlo. La expresión de Edmund reflejaba algo, ¿pero qué era?. Ella no lo sabía pues nunca había estado ante el deseo de un hombre por una mujer, y aún más allá de todo lo físico ella jamás había estado ante los ojos de un hombre enamorado, un destello único y profundo el que de esa noche, los ojos del rey emitían.

Bailaba con los hombros erguidos, con la espalda recta, tenía aspecto de un hombre no de un joven, Alison llevó sus manos hasta la espalda del rey, jamás había imaginado las ganas que sentiría de sentirlo de aquella manera.

Edmund hizo girar el cuerpo de Alison con destreza y ella se dejó caer en sus fuertes brazos con el cuerpo tenso de la emoción. La joven reina se dejó llevar, y sus dedos se enredaron en el cabello negro del rey, atrayéndolo hacia ella. Permanecieron ahí en un instante que para ellos fue un siglo, hasta que la música cambió, él despertó del sueño para ayudarla a erguirse.

—Eso fue hermoso, has aprendido mucho desde la ultima vez que bailamos—dijo ella sin dejar de sonreír.

—Siempre le pongo empeño a lo que me importa—respondió el pero no sonriendo, Edmund estaba serio, como si supiera algo que ella no.

—Edmund yo he estado pensando y quería decirte que...

—Quiero besarte.

—¿Qué?—el corazón le dio un brinco, Alison sacudió su cabeza, estaba soñando, todo eso era un maldito sueño. ¡Debía de serlo!.

—Deseo besarte Alison O'Brien—los ojos de Edmund jamás habían lucido tan profundos como lucían en ese justo momento.

—¡Edmund Pevensie estás lo...

Tenía la boca cálida, los labios fuertes y dominantes, sin embargo la besaban de una forma tan suave...

El rey Edmund le había robado un beso.

Alison perdió cualquier sentido del tiempo y del espacio mientras se dejaba llevar por el primer beso del rey. Su cuerpo entero comenzó a relajarse para cuando él ya la había tomado de la cintura y pegado hacia su cuerpo, la joven reina metió sus dedos entre el cabello del rey acariciandolo con dulzura.

Él se separó un instante, completamente sorprendido de sí mismo por lo que había hecho, pero entonces la miró a sus grandes ojos en cuanto ella los abrió, y volvió a besarla. Aquel beso fue distinto mucho más ansioso y profundo.

Alison se sentía tan ligera, sentía que el balcón daba vueltas, se sentía tan libre al sentirlo a él. Le gustaba, vaya que le gustaba, el sentir de los labios del rey besándola una y otra vez, le gustaba su sabor, su tacto, las sensaciones que le creaba y su fuerza, le encantaba.

El rey la rodeó de la cintura con el brazo, esta vez con mayor fuerza, pero no una fuerza de control o dominio sino aquella fuerza que emana de la pasión. Mientras Edmund se las ingeniaba para estar más pegado a ella, no dejaba de besarla ni un solo segundo.

Permanecieron un momento así perdiéndose el uno en el otro, explorándose con todos sus sentidos, hasta que el aire se les hizo insuficiente y tuvieron que separarse.

—¿Qué ha sido eso?—le preguntó la muchacha con el corazón desbocado pero sin dejar de soltarlo del cuello al guapo rey.

—Eso es lo que he estado reprimiendo todo este tiempo, pero no quiero vivir más con esta incertidumbre, porque ahora se que si muero mañana, moriré feliz sabiendo que pase la última noche de mi vida besando y declarándole mi amor a la única mujer que ha domado mi corazón—los ojos de Edmund destellaron con cada palabra que le decía a su amada—. Estoy enamorado de ti Alison O'Brien.

—Y yo de ti Edmund Pevensie—Alison sentía que las lágrimas de felicidad invadirían sus ojos.

Alison se llevó las manos de ella agarrando las del rey hacia su corazón, y se quedó ahí mirándolo a los ojos como si fueran el firmamento de estrellas más hermoso del mundo, mientras su corazón crecía y latía más y más en su pecho.

Hey Hola!!! Cómo están???!!!🦄🦁

Este ha sido de los más bonitos capítulos que he disfrutado de escribir, espero que lo hayan disfrutado mucho!! POR FAVOR POR FAVOR CUÉNTENME QUE TAL LES PARECIÓ!!! ❤️😍

Muchas gracias por sus deseos de la semana pasada ya he finalizado mis exámenes y me fue súper bien Gracias a sus deseos!!!❤️🍀

Quería decirles que no se olviden de seguirme para estar al pendientes de los mensajes que suba sobre este fanfic como hoy que avise que ya estaba por subir capítulo así todos estamos al pendientes narnianos ❤️👑🦁

Mi sueño es convertirme en escritora por favor no olviden ayudarme compartiendo esta historia, recomendandola, con una increíble estrellita, un comentario, saben que amo responderlos, y compartiendo esta historia para que cada vez seamos más Narnianos en esta gran familia, me ayudarían mucho de verdad y de todo corazón ❤️🔦🦁🗡👑

Mil gracias por todo su apoyo como siempre son los mejores lectores que cualquier escritor desearía tener, bienvenidos sean todos aquellos nuevos lectores fantasmas o no bienvenidos todos!!! Este fanfic es más que una una comunidad, es una familia ❤️👑🦁

No olviden que...
Pensar y crear, así solo un sueño se hará realidad ❤️👑🌌

Solo me resta decirles que los quiero muchísimo Narnianos, que Aslan los bendiga, nos vemos en Cair Paravel para un nuevo capítulo!!!🏹⚔️🏰⚜️👑✨🦁🔦

🎀Amy Granger🦎

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