Hombres Oscuros

Od lizquo_

56.6K 9.7K 1.1K

El padre de Nazareth ha desaparecido; para encontrarlo, debe seguir una serie de instrucciones que, al parece... Více

Hombres Oscuros
Prólogo
Página 545
Nazareth (1)
Alex (2)
Charlie (3)
El Ángel (4)
El súbdito leal (5)
Página 78
Nazareth (6)
Alex (7)
Charlie (8)
Jane-el-fantasma (9)
El hombre de negro (10)
Página 228
Nazareth (11)
Alex (12)
Charlie (13)
Jane-la-oculta (14)
Esquizofrenia (15)
Página 445
Nazareth (16)
Alex (17)
Charlie (18)
La Bruja (19)
El Juego (20)
Página 100
Nazareth (21)
Alex (22)
Charlie (23)
La maldición de Winndoost (24)
Sangre pura (25)
Página 459
Nazareth (26)
Alex (27)
Charlie (28)
La Torre del Reloj (29)
El pecado de Elmar Kramer (30)
Página 25
Nazareth (31)
Alex (32)
Charlie (33)
La muerte es otra forma de vida (34)
Retando a Dios (35)
Página 800
Nazareth (36)
Alex (37)
La Llamada (39)
Lento, lento, lento (40)
Página 50
Epílogo

Charlie (38)

649 125 2
Od lizquo_



Él abrió los ojos mientras a su alrededor el mundo se desestabilizaba por completo. Había, frente a sí, un extraño componente; era la atmósfera, distorsionada en su raciocinio, curiosa y gris, como la sensación de un lamento durante un funeral. Veía el propio largo de sus pestañas sobre los párpados, creando sombras en las mejillas, de piel reseca, endurecida por un agente desconocido, algo que no era ni humano ni real. De cierto modo, era su vida apagada y extinta por el cuchillo de la única alma paralela a la de él. Un mundo con millones de personas se había encargado de manipular el dolor que sentía, de entristecer sus ganas de vivir, de entender, de estudiar, de amar; casi magullado por completo, sumergido en ese egocentrismo que lo anulaba, sorprendido y temeroso de sus deseos autodestructivos, había ayudado a lapidar ese futuro: la cama, el pinchazo en el pecho, el corazón atravesado, las esperanzas destruidas, los sentimientos de traición.

Y Alex.

¿Había sido realmente alguien más su hermano que él? Era el único que lo aceptaba, en sus facetas tortuosas y su aburrida forma de ser. Alexander Ambrose miraba a través de su piel y huesos, como si en general sus piezas las hubiera armado él mismo. Lo embargó la añoranza por el recuerdo de esos años en los que pasaban horas y horas charlando de sus carreras, de las brujas, de la historia Mornay, de la condesa sucedida. De Jane y sus escapadas nocturnas.

Charlie ignoró el escozor que sentía en los ojos y se removió entre las sábanas, tan confundido y desorientado como un explorador que ha contraído la infección más contagiosa. La aceptó sin titubeos. Al cerrar los ojos, evocó otra vez ese año en el que su destino se había hecho trizas. A ciencia cierta, se sabía de memoria algunos fragmentos de Hombres Oscuros; orgulloso de los descubrimientos de su padre en el mundo del oscurantismo, había empezado su propio ensayo al respecto: un análisis profundo de los tipos de almas, una novela en prosa escrita sobre sus propias vidas, esperanzas, muertes y andanzas por el mundo tenebroso de las injusticias.

Eso.

Hombres Oscuros hablaba de miles de injusticias.

Hasta del amor y la injusticia de encontrar a quién amar sin miedo, para después pasar por la durísima prueba de tener que soltarle... libre: por un sacrificio.

Alguien abrió la puerta de la habitación, que se encontraba oscurecida por la noche; en el ventanal de cortinas abiertas y alféizares altos, se encontraba la figura alta y esbelta de una mujer cruzada de brazos, cuya espalda erguida le recordó por instante a Nazareth. Estuvo a punto de susurrar su nombre, pero inspeccionó mejor aguzando la vista, y la mirada de Carice se esparció por cada parte de su ser. En automático, se le enfebrecieron los músculos y el sentimiento de agobio se volvió insoportable.

Ella se aproximó con pasos calculados. Una criada acababa de dejar una bandeja en la mesita de trabajo. Se retiró en silencio, pero dejó la puerta abierta; en seguida, Eco Wallace atravesó el umbral. Llevaba encima una camisa limpia. Un vago recuerdo ensombreció el miedo que, repentinamente, se había interpuesto en su mente.

—Estás despierto —dijo Carice; se sentó a un lado suyo en la cama. Charlie no podía decir nada a cambio. Solo atinó a mirarla, asombrado del parecido con Jane y del que nunca había tomado aprecio—. ¿Puedes ver ahora?

Charlie se lo pensó con seriedad.

Se está ciego de tantas maneras...

Ya decía yo que ese sentido del humor y esa confianza que te tenía mi padre... —Hablaba con voz átona, desganado y sin fuerzas; por dentro, pese a todo, quería desperezarse y estirar cada músculo—. Pudiste habérmelo dicho.

—No, no podía.

—Carice...

—Abuela está bien —lo corrigió ella, pero con una sonrisa—. Mi problemática con esta verdad es casi tan austera como complejo es lo que ha hecho Nazareth contigo.

Pestañeando, Charlie cayó en la cuenta de que le latía el corazón fuertemente. Inspiró y aspiró profundo, consciente de cada energía que se le adentraba en los pulmones.

—Dile que venga.

—Cariño, te ajustas demasiado rápido al papel de mandón.

—Dile que venga.

—Creo que... —estuvo a punto de decirle de nuevo.

Charlie puso la mirada en blanco y trató con Eco, que se había cruzado de brazos y lo miraba atento.

—Dile que venga. Sin excusas. Quiero verla.

—No puedes —espetó el hombre; no había engaño ni temblores en su voz. Charlie, sin importar la queja de Carice, se apoyó en los antebrazos y elevó la mirada; se percató de que iba desnudo del pecho—. Acabo de regresar de dejarla en la estación de tren.

Soltó una risa llena de incredulidad. Pero le bastó una mirada a cada uno para saber que era cierto. Nazareth se había ido.

—Patrañas —dijo.

—Charlie...

—Guarda silencio, ¿quieres? —pidió, exasperado. Frunció las cejas y clavó la mirada en Eco—. Y tú te tomaste la libertad de hacer eso porque...

—Pensé que, ya que no pudimos convencerla de quedarse, querrías que me asegurara de que llegara sana y salva a su tren.

De un manotazo, se arrancó las sábanas de las piernas y bajó los pies al suelo. Pisó en la alfombra, convencido de que algo debía de poder hacer para lograr que Nazareth regresara. Lleno de pesadumbre, se irguió. Le temblaron las piernas y en el pecho se le incrustó un ardor semejante al de una quemadura. Se llevó la mano allí, con la palma extendida.

A punto de atragantarse con su propia saliva, cerró los ojos para tomar aire.

—No debes levantarte aún —le dijo Carice en tono severo—. Divino no es sinónimo de magia. Lo que...

—Con un demonio —espetó; tal vez no era para tanto, pero se sentía como si lo fuera todo. Caminó un par de pasos hasta la mesa y comprobó que allí se encontraba su reloj de la mano. Lo miró. Iban a ser las doce de la noche—. Me importa un bledo lo que digas, tengo que...

Volvió a sentir el pinchazo, pero esta vez lo recorrió desde los pies hasta la cabeza. Eco ya estaba a su lado cuando quiso caerse al suelo. Le acercaron una silla. Quería morirse allí mismo; o no, quería ir y preguntarle por qué se iba en ese momento tan importante. No podían haberse conectado de forma tan aguda y honda y que hubiera sido para nada.

—Sí, sí, a mí también me parece muy romántico que quieras ir a perseguirla, pero Escocia no es como Londres. La estación queda muy lejos. Ella se fue a las diez... No la alcanzarás. Así que tienes tiempo de recuperarte, arreglar tus pendientes, que tienes muchos, y pensar en los motivos que tiene para aceptarte.

—Esto no es porque me acepte o no —repuso Charlie, con una mueca—. Solo quiero decirle que no debe sentirse culpable.

—Como si te fuera a escuchar —replicó Carice—. Mi tiempo aquí se termina. Emplea estas horas para que hagas las preguntas pertinentes. —Charlie la miró y ella alzó las cejas—. En qué consiste lo que hemos hecho, por qué no estás muerto, cuánto tiempo dura, se puede resarcir. Etcétera. Haz preguntas.

Sí, tenía curiosidad, y aquella novela necesitaba un material dramatizado y fidedigno, al menos en su fuero interno. Pendiente de sus latidos, dejó vagar la mente unos momentos y se perdió en uno en particular. Había soñado algo especial, algo que lo catapultó a una realidad alterna, donde él y Nazareth se acercaban gracias a la tesis de ella, y él aprovechaba para enamorarse como se enamora una persona solo una vez en la vida.

El sabor de su piel se paseaba por sus papilas gustativas; en las manos sentía la tesitura de sus curvas, de sus brazos, el calor que irradiaba.

—No puedo dejarla ir así...

—No puedes, pero es tu deber. Dunross se caerá a pedazos si no te quedas a arreglar lo tuyo. —La mirada de Carice, a cada minuto que transcurría, se volvía más desperrada—. Eres el último, Charlie.

—Tú sabes de estas cosas. Deberías entender.

—Porque sé de estas cosas, y he muerto por ellas, te digo que no es momento.

—Tómate un par de días... —Eco se mostraba más en favor de sus ansias.

Charlie sacudió la cabeza, recostándose en la silla.

Carice estaba allí para restaurar un legado, para cuidar de él y llevarlo a buen término. Quizás no hubiera tenido tiempo de explicarle algunas de las cosas más interesantes de su estadía en Dunross. Pero su vida había dado un vuelco gracias a su presencia. Estaba vivo, lleno de convicción respecto a lo que quería.

—¿Qué fue lo que me hicieron?

—Alex lo hizo.

Charlie arrugó las cejas, negando.

—Y él...

—Estará bien —sonrió Carice—. Ya no pertenecía aquí. Lo sabía. Lo que hizo hoy fue dejar las cosas como tendrían que haber sido. Deshizo el nudo entre Jane y tú... Básicamente te regaló vida. Un corazón nuevo.

—Qué consuelo para mí saberlo.

—Que Alex ya estaba muerto. Y no podíamos desperdiciar un alma tan preciada como la suya. Era eso o ir al infierno. Eligió bien.

Hubiera querido decir que le parecía un disparate, pero dados los recientes eventos, decirlo habría sido, más bien, el disparate. Regresó a la cama y aceptó los medicamentos que le ofrecieron. Al cabo de un rato, bajo un relato de Carice sobre lo ocurrido, el silencio fue su mejor amigo y la oscuridad un abrazo necesario.

No volvió a dormirse.

En cuanto se quedó solo volvió a su mesa de estudio, sacó papel y pluma, y comenzó a escribir una pequeña carta de unas cuantas líneas. Como si ella respondía o no, se sintió liberado al decirle que su estadía allí había marcado una diferencia, que le agradecía, que la entendía y que esperaba que pudieran hablar pronto. Le pidió a la chica que regresó a llevarle agua que le trajera también su ejemplar de Hombres Oscuros.

En la habitación se colaba al aire, a pesar de que el ventanal estaba sellado con una madeja de plástico, quizás improvisada por Eco.

Charlie ignoró el frío.

Hasta sentirlo era mejor que nada.

Empezó a leer otra vez ellibro que había redactado su padre, pero que Alex había hecho posible.

Pokračovat ve čtení

Mohlo by se ti líbit

7.3K 640 36
Cuando Alexa regresa al país, en el cual creció durante parte de su infancia, todo parece seguir estando igual que antes de que se marchara. Sin emba...
Sangre #3 Od Luz

Nezařaditelné

2.1K 1.2K 56
El poder de Aurora creció, al igual que sus problemas, la traición despertó algo en ella, algo más poderoso y cruel. Aurora y su grupo solo tienen un...
91.4K 9.4K 63
❤Segundo libro de la serie SecondChance📚 Portada realizada por @NalaRP. Magnífico trabajo. Indiscutiblemente hermosa, causando mas de una mirada en...
2K 315 44
Enamorarme a los 18 años nunca fue una opción, pero no tuve escapatoria... Lo que pasa cuando te enamoras es que no te das cuenta de los errores de...