La sala de los menesteres

By TomorrowJuana

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Alba Reche es propietaria de una prestigiosa clínica de fisioterapia en Madrid. Natalia Lacunza es una famos... More

Capítulo 1. Situémonos.
Capítulo 2. Anestesia y rosas.
Capítulo 3. Recalculando ruta.
Capítulo 4. Vibraciones.
Capítulo 5. Reglas.
Capítulo 6. Humedad.
Capítulo 7. La sala.
Capítulo 8. Al habla.
Capítulo 9. El juego.
Capítulo 10. Dos galaxias de distancia.
Capítulo 11. Pasteles.
Capítulo 12. Whatsapp.
Capítulo 13. Punto de contacto.
Capítulo 14. La oveja negra.
Capítulo 15. Tacto.
Capítulo 16. La cuerda.
Capítulo 17. Pavas.
Capítulo 18. Amable.
Capítulo 19. La barbacoa.
Capítulo 20. Aquí, madurando.
Capítulo 21. La apuesta.
Capítulo 22. La gasolina.
Capítulo 23. Notting Hill.
Capítulo 24. Platónico.
Capítulo 25. Callaita.
Capítulo 26. Caníbal.
Capítulo 27. Casa.
Capítulo 28. Funciona.
Capítulo 29. Poesía.
Capítulo 30. El alma mía.
Capítulo 31. Gilipollas.
Capítulo 32. Desaparecer.
Capítulo 33. Morrearse.
Capítulo 34. Ensayar.
Capítulo 35. El mar.
Capítulo 36. Igual un poco sí.
Capítulo 37. El furby diabólico.
Capítulo 38. Fisios y cantantas.
Capítulo 39. La noche se vuelve a encender.
Capítulo 40. Put a ring on it.
Capítulo 41. Obediente.
Capítulo 42. El pozo.
Capítulo 43. Palante.
Capítulo 44. Cariño.
Capítulo 45. Colores.
Capítulo 46. El concierto.
Capítulo 47. La sala de los menesteres.
Capítulo 48. Mojaita.
Capítulo 49. Mi chica.
Capítulo 50. El photocall.
Capítulo 51. Un plato de paella.
Capítulo 52. Trascendente.
Capítulo 53. Mi familia, mi factoría.
Capítulo 54. Elegirte siempre.
Capítulo 55. El experimento.
Capítulo 56. La chimenea.
Capítulo 58. La última.
Capítulo 59. Ella no era así.
Capítulo 60. Volveré, siempre lo hago.
Capítulo 61. Puente aéreo.
Capítulo 62. Natalia calva.
Capítulo 63. Prioridades.
Capítulo 64. Una línea pintada en el suelo.
Capítulo 65. Mucha mierda.
Capítulo 66. Roma no se construyó en un día.
Capítulo 67. Como siempre, como ya casi nunca.
Capítulo 68. 1999.
Capítulo 69. El ruido.
Capítulo 70. Desatranques Jaén.
Capítulo 71. Insoportablemente irresistible, odiosamente genial.
Capítulo 72. El clavo ardiendo.
Capítulo 73. Miento cuando digo que te miento.
Capítulo 74. Los sueños, sueños son.
Capítulo 75. Un Lannister siempre paga sus apuestas.
Capítulo 76. El frío.
Capítulo 77. Voy a salir a buscarte.
Capítulo 78. La guinda.
Capítulo 79. El hilo.
Capítulo 80. Año sabático.
Capítulo 81. Incendios de nieve.
Capítulo 82. El taladro.
Capítulo 83. Nadie te ha tocado.
Capítulo 84. Baja voluntaria.
Capítulo 85. Polo.
Capítulo 86. Comentario inapropiado.
Capítulo 87. Cumpliendo las normas.
Capítulo 88. Puntos flacos.
Capítulo 89. Idealista.
Capítulo 90. Estoy enfadada.
Capítulo 91. Bombillas.
Capítulo 92. Amor bandido.
Capítulo 93. Galletas de mantequilla.
Capítulo 94. Un día chachi.
Capítulo 95. Click.
Capítulo 96. Doctora.
Capítulo 97. Plantas.
Capítulo 98. Como si estuviera enamorada de ti.
Capítulo 99. Un salto en el tiempo.
Capítulo 100. 24 horas después.
Capítulo 101. Una puta maravilla.
Capítulo 102. No dejo de mirarte.
Capítulo 103. Un temblor de tierra.
Capítulo 104. La chica de las galletas.
Capítulo 105. Maestra Pokémon.
Capítulo 106. La matanza de Texas.
Capítulo 107. ...antes la vida que el amor.
Capítulo 108. Adelantar por la derecha.
Capítulo 109. Lo circular nunca se termina.
Parte sin título 110. Poli bueno, poli malo.
Capítulo 111. La patita.
Capítulo 112. Una suscripción premium.
Capítulo 113. Yo por ti, tú por mí, nanana, nanana.
Capítulo 114. No te echo de menos.
Capítulo 115. Días, meses, años.
Capítulo 116. El collar.
Capítulo 117. Madera.

Capítulo 57. El certificado Reche.

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By TomorrowJuana

Atacada de los nervios era decir poco. No se explicaba cómo Alba había sido capaz de conocer a sus padres y a su hermana con aquella entereza y, lo que es peor, prácticamente a solas. Tenía medio vestidor sobre la cama y Alba que no volvía. 

¿Un traje? Uf, demasiado formal. 

¿Un vestido? Todos eran demasiado... sugerentes. Ni de coña iba a presentarse así. 

¿Un chándal y a tomar por culo? 


- ALBAAAAAAAAAA -la llamó, histérica. 

- ¡Cariño, que me estoy maquillando! -respondió en voz alta con una risa divertida. 


Esta chica, acostumbrada a alfombras rojas, y está hiperventilando por conocer a la Rafi, te tienes que reír. 

Terminó de perfilarse el ojo que le faltaba y, sin poder contener la sonrisa, cerró su neceser y fue hacia la leonera que Natalia había formado en su habitación. 


- ¿Qué te pasa a ti? 


La cantante se giró hacia ella con la cara descompuesta. Tenía el pelo alborotado de tirar de él, agobiada, y la miró con ojitos de cachorra bebé. Bocaditos chiquititos hasta terminar con ella


- Albi, por favor, no puedo más, elígeme algo para ponerme -le suplicó sacando el labio de abajo y juntando sus manos frente a su cara-. Yo confío en ti. 

- Y yo en ti -sonrió con dulzura. Natalia sintió algo amargo en su garganta-. A ver, qué tenemos por aquí. 


La rubia empezó a trastear entre sus prendas y le mostró un traje chaqueta color verde agua. 


- ¿Y esto? -se mofó. 

- Perdóname que te diga, pero me queda de muerte -se cruzó de brazos, indignada. 

- ¿No había uno más discreto? 

- Si eres una anticuada sin gusto no es mi problema. 

- Cómo me pones cuando te pones chulita -lanzó el traje de nuevo sobre la cama y se acercó a morderle el labio. 

- Albi, yo te deseo con la fuerza de los mares, cariño, de verdad que sí, sabes que te follaría cada ocho horas, como el antibiótico, pero ahora mismo tengo toda mi energía concentrada en no desmayarme. 

- ¡Pero qué exagerada! Si mi madre es un amor -le rodeo la cintura con las manos. 

- Tu madre me va a poner una lámpara mirándome a la cara y un polígrafo para asegurarse de que voy a cuidar de su niñita -pasó los brazos por sus hombros y le acarició la nuca-. Me hago caca de pensarlo. 

- Ojalá pudiera decirte que no va a hacer eso -se aguantó la risa al ver la cara pálida de su chica-. ¡Nat, por favor! -y se echó a reír-. Además, tú cuidas muy bien a su niñita. 


De nuevo ese sabor amargo en su boca. Joder, parece esto El corazón delator. Calma, Lacunza, no fue para tanto


- Lo intento -sonrió a medias. 

- Te va a adorar, Nat. Ya le caes bien y ni siquiera te conoce. 

- Soy una famosa que ha venido a alterar la vida apacible de su hija. Yo, como madre, tendría mis reservas. 

- Pero si tú no eres una famosa, mírate -se apartó un poco de ella para admirar mejor aquel gesto inseguro y adorable que tenía en la cara, el sonrojo de sus mejillas y la mirada inocente. 

- Perdona que te diga, pero soy la hostia de famosa -sonrió más ampliamente, traviesa. 

- La gente ya está empezando a pedirme fotos a mí también, en dos meses te he adelantado por la derecha, Lacunza -aquella conversación parecía relajarle, así que siguió jugando. Tremendo tándem hacían. 

- Tus ganas -le dio un golpe, nariz con nariz. 

- Tú tendrás dos Grammys, pero yo voy a por el Óscar. 

- ¿A la mejor actriz de reparto? 

- A la mejor protagonista, por quién me tomas -la apretó contra su cuerpo y Natalia rió en alto-. Bueno, famosilla, vamos a ver cómo te vestimos. 


La morena volvió a ponerse seria y asintió, como si acabara de decirle que iba a ser intervenida de una operación a corazón abierto. Qué persona

Después de diez minutos rebuscando como en las rebajas en aquel vestidor le tendió una falda gris oscura y un polo blanco. Natalia levantó una ceja y sonrió mientras se enfundaba la ropa que había elegido su chica. Se miró en el espejo y, la verdad, es que iba mucho con su rollo. Ni formal ni informal, justo el punto medio que la caracterizaba. Su rubia la conocía muy bien. 


- Parezco una alumna de un colegio de monjas -dijo girándose hacia ella para que diera el visto bueno. 

- Pff -bufó, comiéndosela con la mirada-. Yo voy a tener que rezar dos padrenuestros y tres avemarías para purgar mis pensamientos impuros -se mordió el labio y la miró con hambre. 

- Como sigas mirándome así yo pongo el agua bendita. 

- JAJAJAJAJAJAJAJAJA PUTA CERDA. 


Natalia sonrió con todo el rostro. La risa de Alba Reche, ah, dulce música para sus oídos. Empezó a bailar, siguiendo el ritmo de la música que salía de su teléfono, agitando su pelo, que le cubría, de vez en cuando, la cara, y moviendo el culo sugerentemente. Alba paró su risa de golpe. 


- Natalia, deja de calentar lo que no te vas a comer. 

- No te aproveches de una colegiala nerviosa. 

- Es que, verás -se aproximó a ella, acariciándole el abdomen por encima de ese polo blanco que llevaba metido dentro de la falda-, yo conozco una manera de que te relajes, ¿sabes? -dijo con cara inocente. 

- ¿Una tila?-puso un mechón tras su oreja, haciéndose la tonta. 

- Es caliente, pero no es una infusión -provocó mientras le abrochaba el último botón del polo. 

- Alba, cuando volvamos a casa acuérdate de que paremos en el chino para comprar una bebida isotónica, porque la vas a necesitar -le dio un cachete en el culo con apretón. Uf-. Pero ahora nos vamos. 

- Aguafiestas -le mordió la barbilla y se fue contoneándose hacia el salón. 


Llevaba un pantalón vaquero ajustado y una camiseta de tirantes metida por dentro, realzando aquella octava maravilla que era el culo de Alba Reche. La cantante estaba nerviosa, pero no tanto como para no apreciarlo. 

Natalia terminó de recoger la habitación y salió directa a la cocina para recoger aquel vino que había comprado pensando en aquel encuentro. 


- Ah, ¿que era en serio? -preguntó Alba, sorprendida. 

- Ya te dije que tenía ganas de conocer a tu familia -se encogió de hombros. 

- ¿Y por qué te pusiste tan imbécil? -comentó mientras llamaban al ascensor. 

- Porque soy una mierda de persona que paga sus frustraciones con quien no debe -bajó la mirada, avergonzada por aquella verdad a medias. 

- Bueno, ya está -puso una mano en su mejilla y sonrió-. Pero si seguimos juntas para la próxima gira vamos a tener que gestionar esto mucho mejor -rió por la nariz. 

- Si tú quieres estarás en todas mis giras futuras -le atravesó el cráneo con su mirada. 

- ¿Por qué no iba a querer? -ladeó la cabeza, mirándola desde abajo. 

- Porque te canses de mí y de estas mierdas que hago -Alba se dio cuenta de la angustia real que había en sus palabras. 

- Todos tenemos derecho a cagarla, Nat, no quiero una persona perfecta a mi lado porque yo no lo soy, y sería muy frustrante ser yo la que se equivocara siempre -le dio un golpe en el hombro para que quitara esa cara que tenía-. Pero si luego vienes literalmente corriendo como una loca hasta mi casa para hablar, todo irá bien. 

- Si tú me dices ven lo dejo todo. 

- Pero dime ven, ¿no? 

- Exacto -le dio un beso lento en los labios, dejando que su calor le reconfortara ese malestar que le hacía tiritar. 


Entraron al garaje y cogieron la moto de la cantante. Había comprado un casco rosa para su chica, que seguía pareciendo una hormiga atómica, pero cuqui. 

Salieron hacia Vallecas, donde vivía la familia Reche. Sintiendo los pequeños brazos de Alba rodeando su cintura supo que estaría a salvo de todo mal. Con ella a su lado podría enfrentarse a todas las Rafis, los Voldemorts y los Lord Sidious de este mundo. Era su Wonder Woman de metro y medio. 

Aparcó frente a un bloque de pisos de buen aspecto y apagó el motor. Alba se bajó con dificultad, pues llegar al suelo con sus patitas no era fácil, y le sacó el casco con cuidado. La rubia aún no sabía desabrochárselo. Cuando Natalia se quitó el suyo, aún sin bajarse, la rubia la agarró de las mejillas y la miró de cerca con sus ojos gigantes. Allí había un mar en calma, como su cuadro del atardecer, y se dejó tranquilizar por su mirada. 


- Eres una guapa y te van a querer adoptar -le dio un pico y la cantante se quedó con los labios hacia afuera, apretados por la presión de la rubia en sus mofletes. 

- Si ves que me pongo a decir gilipolleces dame una patada por debajo de la mesa. 

- Tú mírame. 


Sí, solo necesitaba mirarla. Cogió aire, lo soltó lentamente, le dio un rápido beso, se bajó de la moto con elegancia y agarró la mano de su chica. Palante


- Holiiiii -dijo una voz por encima de sus cabezas. Levantaron la mirada y allí vieron a la Rafi saludando con la mano y, al instante, a Marina, que se tapaba la cara con una mano. 

- Ya empezamos -murmuró Alba, devolviendo el saludo. Natalia la imitó con una sonrisa. 

- Qué simpática -dijo con ilusión cuando entraron al portal. 


Alba se apretó las sienes con una mano y empezó a reír por lo bajo. No tenía claro quién de las dos iba a pasarlo peor. El ascensor se detuvo y tuvo que serenarse al ver la cara de susto de su morena. Le cogió la mano, la apretó y le dedicó una sonrisa de calma. Natalia le devolvió el gesto y juntas salieron al rellano. 

Rafi Reche las esperaba en la puerta. Viéndola allí, tan menuda, tan rubia y con aquella gran sonrisa, pudo imaginarse el aspecto que tendría Alba a su edad, y sintió un vuelco en el corazón al pensar cuánto le gustaría estar allí para comprobarlo. 

La madre de Alba fue directa hacia ella y la estrechó en un fuerte abrazo que pilló a Natalia desprevenida, pero no tardó en agacharse un poco y corresponderlo. Abrazar a las Reche era medicina para el alma. 


- Qué alta eres, hija mía -dijo mirándola impresionada y soltándole un par de besos sonoros en cada mejilla. 

- Ya... -sonrió muerta de vergüenza-. Soy Natalia, encantada de conocerla al fin. 

- Ni se te ocurra tratarme de usted, estamos en familia -le pellizcó un moflete y le dio paso para que entrara en la casa. 

- Y pasa de mi cara -se quejó Alba a su espalda. 

- Ay, cariño, es que a ti te tengo muy vista, pero ven aquí -le dio dos besos y cerró la puerta. Parecía una niña con zapatos nuevos. La Rafi hiperactiva, que dios me pille confesada


Natalia entró al salón y, aunque no se había imaginado nada antes de entrar, era tal y como se hubiera dibujado en su mente de haberlo hecho. Muebles blancos y llenos de fotos de sus hijas en todas las edades, algún cuadro de Alba colgado por aquí y por allí y olor a comida casera. 


- Natalia, hija, tú como en tu casa -se quedó plantada delante de ella con una sonrisa sin dientes. Alba sabía que estaba un poco intimidada por la presencia de la cantante-. Eres guapísima -parecía no salir de su asombro. 

- Rafi, que me sonrojo -y, efectivamente, lo hizo-. Tome, he traído un vino de su... de tu tierra -le tendió la botella. 

- ¡Pero si no hacía falta! -la tomó en las manos y se fue a la cocina a dejarla allí. 

- Qué pasa, cuñi, ¿no hay un beso para una pobre? -dijo Marina con un puchero.

- Sigo enfadada porque no vinieras al estreno -frunció el ceño, pero le dio dos besos y un abrazo. 

- Tenía un evento de Nike, tía, más me jodió a mí. 

- Espero que al concierto sí puedas venir. 

- Por supuesto -se apartó el pelo de la cara con desparpajo. Al menos conozco a dos de tres, todo correcto. 

- ¿Qué concierto? -preguntó la Rafi, que volvía. 

- La semana que viene es el inicio de la gira aquí en Madrid -hurgó en su riñonera y sacó dos pases-. Bueno... Marina ya me ha dicho que vendría, y le... te he traído otro por si te apetece venir también. 


La Rafi cogió lo que la cantante le tendía y le echó un vistazo. Dos pases VIP con sus nombres. La miró con los ojos entrecerrados. Podría habérselos dado con cierta vanidad o soberbia, los famosos están a veces encantados de conocerse, pero aquella muchacha estaba roja como un tomate y apenas podía sostenerle la mirada. Desvió la vista hacia su hija, que sonrió orgullosa por el gesto de su chica y se encogió de hombros, haciéndole ver que ella no tenía ni idea de aquello. 


- Muchas gracias por el detalle, Natalia, ven que te de un par de besos -le cogió la cara y volvió a besarla. Natalia achinó los ojos y Alba casi se derrite allí mismo. No puedo quererla más, de verdad que no

- Nada, mujer, si yo encantada de que vayáis. 

- Yo nunca he estado en una zona VIP de esas -dijo ilusionada. 

- ¿De verdad? Con lo elegante que eres no me lo creo. 

- Anda que no eres tú zalamera ni na -le dio un golpe en el brazo, encantada con el piropo. 

- Eso me dice siempre tu hija. 

- Cállate -era el turno de Alba de ruborizarse, y las tres se rieron. 

- Bueno, Natalia, voy a abrir ese vinito que has traído, a ver qué tal. 

- De Elche solo salen cosas buenas, Rafi -dijo levantando la voz para que su suegra, ¿suegra?, la escuchara. 

- Esta chica... -se la escuchó decir riendo por el camino. 

- Me parece muy fuerte que estés ligando con mi madre -comentó Marina echándose en el sofá con cara divertida. 

- Casinos Lacunza ha vuelto a abrir sus puertas -se burló Alba sentándose al lado de su hermana. 

- Nunca ha cerrado -le guiñó un ojo y Alba sonrió con sensualidad. 

- Aunque bueno, te está funcionando, no hace nada más que tocarte el brazo y coquetear contigo. 

- Qué asco, Marina -Alba puso una mueca y la empujó. 


Rafi llegó con el vino abierto y cuatro copas, que dejó sobre la mesa de centro y rellenó con destreza. 


- Bueno, Natalia, cuéntanos, ¿cómo llevas la vuelta al trabajo? Ya nos ha dicho Alba que estás un poco nerviosa. 

- Entonces Alba ha sido generosa conmigo, porque estoy atacada -sonrió tímidamente. 

- ¡Anda ya, si la niña nos ha enseñado miles de vídeos tuyos tocando y eres una artistaza! 

- Miles de vídeos, ¿eh? -se mofó la cantante mirando a Alba. 

- No es ninguna sorpresa que soy fan de póster -le sacó la lengua. 

- Uy, pero no lo sabes tú bien, te ha dibujado cientos de veces, ¿no te ha enseñado sus dibujos? 

- Pues no, Rafi, aunque me ha regalado uno. 

- ¡Sí, ya lo vi en tu instagram! 

- ¿Me sigues en instagram? -abrió mucho los ojos. Tendría que tener aquello en cuenta a la hora de subir ciertas cosas. 

- Anda, pues claro, desde que me enteré de que te lo habías hecho. 


Alba y Marina se miraban, una abochornada y la otra descojonada. Ni siquiera las estaban incluyendo en la conversación, pero disfrutaban del intercambio que estaba sucediendo ante sus ojos. 


- Te han cambiado a la churri por otra -susurró la hermana pequeña, sorprendida por la desenvoltura de Natalia con su madre. 

- Estoy flipando, esta mañana casi entra en brote -respondió sin levantar la voz. 

- Míralas, ¡pero míralas! 


Las dos estaban meadas de la risa mientras miraban el móvil de la mayor. Natalia miró a su chica de reojo y rió más fuerte, tomándose la licencia de deslizar el dedo por la pantalla para pasar a la siguiente fotografía. Rafi se había puesto las gafas de cerca y le iba explicando cada foto que veían. 


- Aquí fue cuando se graduó en bachiller. Mira qué pelazo tenía. 

- Mamá, ¿qué coño le estás enseñando? -Alba se levantó de un salto con la boca abierta y cara de pánico. 

- Alba, esa boca -la regañó-. Nada, fotos de cuando eras más joven. Es que le he enseñado uno de tus dibujos y han ido saliendo. ¡Mira esta de pelirroja! Estaba guapísima -volvió su atención a su nuera, que se reía como una tonta. 

- Menuda hija tienes -comentó mirando ensimismada la enorme sonrisa de una Alba de dieciocho años. 

- La baba, Lacunza -dijo Marina, haciendo que se ruborizase. 

- Bueno, ya vale -Alba fue hacia aquellas dos arpías e intentó quitarles el teléfono, pero, en un movimiento maestro, Natalia hizo que se sentara en sus rodillas, respetando la distancia de seguridad para no incomodar a la Rafi. 

- Deja a la gente disfrutar de las cosas, tía -comentó su hermana. 

- Alba, si estás preciosa -Natalia apretó su rodilla con los dedos-. Por favor, ¿PERO Y ESTA COSITA? 


Una foto de su rubia de bebé, con dos o tres años. Era inconfundible, era ella, con su sonrisa de dientes de leche y esos mofletes que pedían a gritos que les dieran un mordisco. 


- Vestida de fallera -comentó la Rafi con orgullo, subiéndose las gafas, que se le habían escurrido hasta la punta de la nariz-. Y aquí mis dos soles. 

- JAJAJAJAJAJAJA PERO MARINA. 


La hermana que faltaba se unió a las otras tres para comprobar con horror que lo que estaban viendo era una foto de su adolescencia. Aquello fue suficiente para ambas hermanas, que se confabularon para bloquear el teléfono y guardarlo a buen recaudo. Vaya cuadro de familia, ¿cómo no sentirme a gusto aquí? 

Estuvieron hablando de todo un poco, aunque todo giraba en torno a la figura de la cantante, pues querían saber cosas sobre ella. La Rafi, para ser honestas, respiró mucho más tranquila cuando supo que no distaba mucho de la vida que llevaba cualquier chica de su edad: no era muy amiga de las fiestas, se centraba en trabajar y trabajar y le gustaba hacer deporte. Cuando tocaron el tema de la cocina las dos Reche menores se miraron entre sí y rodaron los ojos: ya las habían perdido. Decidieron ir poniendo la mesa. 


- Adoptadísima -comentó Marina mientras cogía los tenedores. 

- Yo sabía que mamá iba a estar encantada con ella, ¿pero Natalia? Si me dicen que iba a estar así de relajada me habría estado riendo seis años -Alba no salía de su estupefacción. 

- Tía, pero si es un amor. 

- Ya lo sé, ¿sabes? Estoy saliendo con ella -dijo hinchando el pecho. 

- Qué fuerte, que estás saliendo con Natalia Lacunza. 

- El sábado que viene, cuando la vea en el Wizink, voy a flipar. 

- Es que esto es muy fuerte, Alba, que le has presentado a Natalia Lacunza a mamá -la cogió de las muñecas y ambas se pusieron a dar saltitos de emoción. La fisio siempre había tenido una relación muy estrecha con su hermana, así que Marina sabía mejor que nadie lo que significaba para Alba estar saliendo con su ídola. 


Volvieron al comedor a tiempo de escuchar los últimos consejos para hacer un exquisito pisto manchego, información muy necesaria de compartir entre una señora de cincuenta años y una estrella de la música. 

La Rafi puso la paella sobre la mesa con orgullo, sabedora de que aquello era un manjar de los dioses, su especialidad de la casa, su obra maestra. 


- Lo que te comentaba, Natalia, cuando voy a Elche de vacaciones a ver a la familia compro el garrofón allí. Es que no tiene nada que ver. 

- Cuando doy conciertos por el levante me alimento solo a base de paellas -sonrió como una niña pequeña y su madre miró a Alba con calor en los ojos. Ya está, la tiene en el bote

- Bueno, canal cocina -intervino Marina-, ahora a lo importante, ¿qué intenciones tienes con mi hermana? 

- Te voy a rajar -murmuró Alba mirando con disculpa a Natalia, que negó con la cabeza, divertida. 

- Pues mi intención es hacerla feliz. ¿Te vale? 


Las tres se quedaron estáticas en el sitio. Mudas. Jodida Lacunza, tirando de labia para encandilar a mi madre, es que... Alba se mordió el labio a caballo entre la adoración y la ternura. 


- Ale, cuando quieras vuelves, Mini -empezó a carcajearse la fisio, dándole una palmadita en la espalda. 

- Me has dejado planchadísima, tía -le echó una mirada de reproche a su cuñada. 

- Qué bonito, hija, ¡así cómo no vas a enamorar a mi Alba! -la Rafi casi había dado su bendición. Casi. 

- Qué sola estoy -la Reche menor hizo un puchero. 

- Bueno, a comer. Y tú, deja de hacer esas preguntas, no se incomoda a los invitados -refunfuñó mirando a su hija pequeña. 


Comieron en un ambiente distendido, amenizado por las anécdotas de Natalia sobre los asuntos del famoseo y de Marina sobre los cotilleos del suyo. Aquello parecía una reunión de señoras en el fresco y Natalia no podía estar más encantada. 

Agarró la mano de Alba por debajo de la mesa y le dedicó una sonrisa radiante y una mirada entusiasmada. Le encantaba conocer cada detalle de la vida de su rubia y, en aquella casa que olía a verano, con la compañía de aquellas mujeres ruidosas, pudo comprender mejor el carácter abierto, desenfadado y magnético de Alba. No había un momento de silencio, cada cual de ellas tenía la risa más escandalosa que la otra, y solo escuchándolas interactuar entre ellas una ya se sentía parte de aquello. Ellas eran capaces de hacerte formar parte de su mundo en una tarde. La miraban con cariño, con confianza, como si la simple elección de Alba como pareja fuera suficiente para darle su aprobación, abriéndole las puertas de su casa y de sus vidas con una naturalidad que la dejaban de piedra. 

Eran cálidas aquellas mujeres, y supo, mientras removía su café, que el efecto Reche no solo pertenecía a su chica. 


- Bueno, niñas, hay que bajar a Sandokan a hacer sus cositas -las instó la Rafi, haciéndoles un gesto con la cabeza. 

- Suerte, morena -se acercó Alba a Natalia y le dejó un breve beso en los labios. 

- ¿Os vais? -preguntó con cara de pavor. 

- Sí, cuñi, te toca bregar con la Reche mayor. ¿Guantánamo? Un parque de bolas -se mofó Marina mientras cogía la correa y le guiñaba un ojo. 

- Di que no, churri, ¿a que no, mamá? -inquirió con una mirada de advertencia. 

- Pues claro que no. Son cosas entre suegra y nuera. ¡Largaos! 


Las dos liantas se fueron diciéndole adiós con la manita y santiguándose a espaldas de Rafi. Si no la estuviera mirando de frente habría sacado el dedo a pasear, pero no quería empezar aquel interrogatorio de mala manera. Sonrió falsamente y suspiró. 


- Me gustas, Natalia -dijo la Rafi para romper el hielo cuando escucharon la puerta cerrarse. 

- Y usted... tú a mí. Me he sentido muy a gusto, ha sido un placer conocerte y que me abrieras las puertas de tu casa, de verdad. 

- Mi niña está loca por ti, y si ella está loca por ti yo solo puedo tratarte bien. Y más después de conocerte. 

- Gra... gracias -tragó saliva. Aquello era un cumplido, ¿no? 

- A ti. Nunca había visto esa luz en los ojos de mi hija. Ha estado con otra gente pero... no ha sido así. Supongo que tú no eres una chica cualquiera. 

- En realidad sí que lo soy, Rafi -le abrió las ventanas de su mirada para que viera la verdad que había en sus palabras. Con aquella mujer no valían las medias tintas ni las conversaciones de cortesía, ella era tan pura y tan intensa que te impulsaba a serlo también. Un trato justo. 

- Ella te admira mucho, desde hace mucho tiempo. Para ella ha sido como un milagro esto de conocerte y enamorarse de ti, y que tú también te enamorases de ella -intentó transmitirle con sus palabras la importancia que tenía todo aquello para su pequeña-. No eres una chica cualquiera, por muy normal que seas, porque ella te adora desde antes de conocerte. 

- Rafi -respiró hondo-, el milagro ha sido ella para mí. Créeme. 

- ¿Por qué? -nadie preguntaría por qué, pero Rafi no era como el resto. Y Natalia lo sabía. 


Dedicó unos segundos a pensar la respuesta, pausa que aquella mujer respetó sin levantar la mirada de la cuchara de café que removía el fondo, ya frío, de su taza. 


- Porque yo estaba sola. Muy sola -la miró a bocajarro, y la rubia sintió aquella confesión como un disparo en el pecho-. Mi vida no valía nada porque no la estaba viviendo, solo dejaba pasar un día tras otro, y otro, y otro. Hasta que llegó ella -Natalia sonrió por inercia, y Rafi la imitó, apreciando la adoración con la que aquella imponente mujer hablaba de su niña-. Y de repente todo volvió a tener sentido para mí. 

- Natalia... -brillaron los ojos de la Rafi al percibir el sufrimiento que había tras todo aquello. 

- No me gusta pensar ni decir que me salvó, porque no es verdad. No me sacó de ningún pozo oscuro porque salí yo sola, pero hizo que cada día contara -suspiró y sonrió a medias-. Y eso es mucho más importante que salvarle la vida a alguien, porque yo ya estaba viva, pero como si no lo estuviera. 


Rafi Reche estiró la mano sobre la mesa y agarró la de Natalia Lacunza. La morena las observó y luego subió a sus ojos, que la miraban con respeto. Dos mujeres fuertes, emocionadas y locas por la misma rubia revoltosa. Nadie podría entenderlas como lo hacían entre ellas. 


- Así que no se preocupe porque ella fuera fan mía, porque le aseguro que no hay admiración mayor a la que siento yo por su hija -la atravesó con su mirada temblorosa de lágrimas que no se atrevían a caer. 


Rafi se apartó deprisa una lágrima furtiva y apretó la mano de esa morena que se había deshecho de su carne y de su piel para mostrarle su verdad. No tenía de qué preocuparse, esa chica iba a cuidar a su niña. Lo veía en sus ojos, en su forma de hablar de ella, en su manera de mirarla cuando creía que nadie prestaba atención. 


- Has vuelto a tratarme de usted -sonrió para aligerar la tensión del ambiente. 

- Lo siento -le devolvió la sonrisa. 

- Creo que has comprendido algo que a la gente le cuesta mucho entender -soltó su agarre y volvió al tintineo de la cuchara contra la loza. 

- ¿El qué? 

- Lo que de verdad importa. 


Natalia se quedó un momento pensativa. Lo que de verdad importa es ser feliz el mayor tiempo posible y, de repente, se sintió estúpida. 


- A veces se me olvida, Rafi -negó rascando el mantel con una uña. 

- Hay que darle a cada cosa la importancia que merece, niña. Ni más, ni menos. No pierdas de vista lo que importa de verdad. 

- A veces lo hago. Pierdo de vista el objetivo. 

- No hay que dar nada por sentado. Una relación es un reto diario. Cuando estés perdida párate un momento y piensa en qué quieres para ti, y las soluciones te vendrán solas. 

- Yo quiero ser feliz. 

- Pues lo demás importa poco. 

- No es tan fácil... 

- ¿Por qué? 

- A veces las cosas que te hacen feliz no son compatibles. 

- Entonces es que una de ellas no te hace feliz -la miró con intensidad, sabiendo perfectamente de qué estaban hablando. Malditas Reche, qué capacidad de comprensión. 

- ¿Y qué opinas de las cosas que te hacen feliz a través de la infelicidad? 

- ¿Eso hace que cada día cuente? 

- No. 

- Pues ahí tienes tu respuesta. 


Se sentía como si, en lugar de palabras, le hubiera dado una somanta de hostias a rodabrazo. Pum, pum, pum, una detrás de otra, sin tregua. Tenía que hablar con Alba, necesitaba conversar con su madre una vez por semana para que le pusiera las prioridades a punto. Tenía hasta la respiración agitada. 


- ¿Te puedo dar un abrazo? -preguntó con timidez. 

- Ven aquí, anda -y reconoció en esas palabras las que le decía su chica cuando la veía blandita. 


La estrechó como si quisiera meterse dentro de su calor y de su infinita sabiduría. Cuando, al principio, Alba le hablaba de la relación tan cercana que tenía con su madre, le pareció un poco infantil, de pájaro que no ha terminado de abandonar el nido, pero ahora lo comprendía a la perfección. 

Llegaron las dos hermanas y así se las encontraron. Se miraron con cara de incredulidad y saludaron haciendo como si no se hubieran dado cuenta de nada, dando tiempo para que se separaran, intentando no interrumpir aquel momento tan íntimo. 


- ¿Qué tal el repaso, Lacunza? -quiso saber Marina. 

- Me ha dejado K.O. en el primer asalto. Necesito una fisio -sonrió hacia su rubia favorita. 

- Pues claro que sí, morena -le guiñó un ojo y le dio un beso en la frente al pasar por su lado. 

- Entonces, mamá, ¿le damos el visto bueno? -inquirió Marina. 


La Rafi la miró con cuidado, analizando sus preciosas facciones, el movimiento de los músculos de su brazo al acariciar los dedos de su hija bajo el mantel, la ingenuidad que brillaba en el fondo de sus ojos... Y después miró a su hija, que no la miraba a ella, sino a la mujer que tenía al lado. 


- Tienes el certificado Reche de calidad. 


Natalia sonrió en grande y miró a su chica con un brillo en los ojos que hacía daño a la vista. 

Suspiró Rafi Reche al presenciar aquel milagro mutuo y pensó que, si aquello no era amor, se le parecía bastante. 



Puede que esta sea la última actualización de la semana, con todo el dolor de mi corazón. 

Motivos laborales y farta der wafi (EJEEEEEEE). 

Intentaré compensarlo, ya sabéis. 

Atentas a sus pantallas. 

Os beso. 

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