La sala de los menesteres

By TomorrowJuana

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Alba Reche es propietaria de una prestigiosa clínica de fisioterapia en Madrid. Natalia Lacunza es una famos... More

Capítulo 1. Situémonos.
Capítulo 2. Anestesia y rosas.
Capítulo 3. Recalculando ruta.
Capítulo 4. Vibraciones.
Capítulo 5. Reglas.
Capítulo 6. Humedad.
Capítulo 7. La sala.
Capítulo 8. Al habla.
Capítulo 9. El juego.
Capítulo 10. Dos galaxias de distancia.
Capítulo 11. Pasteles.
Capítulo 12. Whatsapp.
Capítulo 13. Punto de contacto.
Capítulo 14. La oveja negra.
Capítulo 15. Tacto.
Capítulo 16. La cuerda.
Capítulo 17. Pavas.
Capítulo 18. Amable.
Capítulo 19. La barbacoa.
Capítulo 20. Aquí, madurando.
Capítulo 21. La apuesta.
Capítulo 22. La gasolina.
Capítulo 23. Notting Hill.
Capítulo 24. Platónico.
Capítulo 25. Callaita.
Capítulo 26. Caníbal.
Capítulo 27. Casa.
Capítulo 28. Funciona.
Capítulo 29. Poesía.
Capítulo 30. El alma mía.
Capítulo 31. Gilipollas.
Capítulo 32. Desaparecer.
Capítulo 33. Morrearse.
Capítulo 34. Ensayar.
Capítulo 35. El mar.
Capítulo 36. Igual un poco sí.
Capítulo 37. El furby diabólico.
Capítulo 38. Fisios y cantantas.
Capítulo 39. La noche se vuelve a encender.
Capítulo 40. Put a ring on it.
Capítulo 41. Obediente.
Capítulo 42. El pozo.
Capítulo 43. Palante.
Capítulo 44. Cariño.
Capítulo 45. Colores.
Capítulo 46. El concierto.
Capítulo 47. La sala de los menesteres.
Capítulo 48. Mojaita.
Capítulo 49. Mi chica.
Capítulo 50. El photocall.
Capítulo 51. Un plato de paella.
Capítulo 52. Trascendente.
Capítulo 53. Mi familia, mi factoría.
Capítulo 55. El experimento.
Capítulo 56. La chimenea.
Capítulo 57. El certificado Reche.
Capítulo 58. La última.
Capítulo 59. Ella no era así.
Capítulo 60. Volveré, siempre lo hago.
Capítulo 61. Puente aéreo.
Capítulo 62. Natalia calva.
Capítulo 63. Prioridades.
Capítulo 64. Una línea pintada en el suelo.
Capítulo 65. Mucha mierda.
Capítulo 66. Roma no se construyó en un día.
Capítulo 67. Como siempre, como ya casi nunca.
Capítulo 68. 1999.
Capítulo 69. El ruido.
Capítulo 70. Desatranques Jaén.
Capítulo 71. Insoportablemente irresistible, odiosamente genial.
Capítulo 72. El clavo ardiendo.
Capítulo 73. Miento cuando digo que te miento.
Capítulo 74. Los sueños, sueños son.
Capítulo 75. Un Lannister siempre paga sus apuestas.
Capítulo 76. El frío.
Capítulo 77. Voy a salir a buscarte.
Capítulo 78. La guinda.
Capítulo 79. El hilo.
Capítulo 80. Año sabático.
Capítulo 81. Incendios de nieve.
Capítulo 82. El taladro.
Capítulo 83. Nadie te ha tocado.
Capítulo 84. Baja voluntaria.
Capítulo 85. Polo.
Capítulo 86. Comentario inapropiado.
Capítulo 87. Cumpliendo las normas.
Capítulo 88. Puntos flacos.
Capítulo 89. Idealista.
Capítulo 90. Estoy enfadada.
Capítulo 91. Bombillas.
Capítulo 92. Amor bandido.
Capítulo 93. Galletas de mantequilla.
Capítulo 94. Un día chachi.
Capítulo 95. Click.
Capítulo 96. Doctora.
Capítulo 97. Plantas.
Capítulo 98. Como si estuviera enamorada de ti.
Capítulo 99. Un salto en el tiempo.
Capítulo 100. 24 horas después.
Capítulo 101. Una puta maravilla.
Capítulo 102. No dejo de mirarte.
Capítulo 103. Un temblor de tierra.
Capítulo 104. La chica de las galletas.
Capítulo 105. Maestra Pokémon.
Capítulo 106. La matanza de Texas.
Capítulo 107. ...antes la vida que el amor.
Capítulo 108. Adelantar por la derecha.
Capítulo 109. Lo circular nunca se termina.
Parte sin título 110. Poli bueno, poli malo.
Capítulo 111. La patita.
Capítulo 112. Una suscripción premium.
Capítulo 113. Yo por ti, tú por mí, nanana, nanana.
Capítulo 114. No te echo de menos.
Capítulo 115. Días, meses, años.
Capítulo 116. El collar.
Capítulo 117. Madera.

Capítulo 54. Elegirte siempre.

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By TomorrowJuana

Gracias a esa media hora que Alba le había dejado tocar al día durante las dos últimas semanas, y la semana libre, en la que aprovechaba las mañanas para recuperar el tono muscular y la ligereza de sus dedos sobre los trastes de la guitarra, la vuelta a los ensayos no se estaba haciendo tan dura como podría esperar. 

Lara se estaba integrando al grupo con mucha facilidad. Parecía muy seria de primeras, pero luego resultaba ser muy divertida y carismática. Encajaron enseguida. 

A medida que pasaban los días surgió un problema que Natalia no se esperaba en absoluto, y es que sentirse, de repente, tan distante de sus propias canciones era algo que no se esperaba. Las cantaba bien, como siempre, pero le faltaba volver a conectar con ellas. No era fácil, pues estaban escritas desde un desgarro y un dolor que apenas sentía ya. 


- ¿Qué tal? -le preguntó a la Mari cuando bajó de la tarima para beber agua. 

- Bien -puso una mueca. 

- Le falta algo, ¿no? -bufó. Una cosa era que lo notara ella, y otra que también se apreciase desde fuera. 

- Está como... descafeinada. Pero Natalia, ni te rayes, lleváis ensayando tres días después de un parón de meses y un cambio bastante tocho en tu vida. 

- Nos quedan tres semanas, María, NO ME PUEDO RELAJAR -levantó la voz, frustrada. 

- Wow, te calmas o me piro, tú verás -ni se inmutó la rubia. 

- Perdona, tía -le dio un abrazo más necesitado de lo que creía-. En serio, lo siento, me estoy volviendo loca -se apretó los laterales del cráneo. 

- Termina aquí, nos tomamos un café y me cuentas. Porque como me vuelvas a hablar así te cruzo la cara -le acarició la mejilla y le revolvió el pelo para suavizar la amenaza explícita que nada tenía de broma. 

- Me queda una hora -puso cara de cachorrito. 

- Te espero por aquí. Venga, espabila y déjame a cuadros, como siempre -le dio un azotazo en el culo y se sentó en el sofá. 


Retomaron el ensayo y, aunque hacía como que estaba mirando al móvil, no perdía detalle de lo que sucedía sobre la tarima. Sonaba genial, había aún algunos desajustes y paraban de vez en cuando para modificar las partituras, pero en un par de semanas ya les saldría rodado. Ese equipo funcionaba como un jodido reloj. Pero Natalia no sonaba a Natalia. La Mari no era fan del tipo de música que hacía su representada, pero era fan número uno de Natalia Lacunza, solo por detrás de la Reche. Lo que ella hacía era de otro mundo, te atrapaba de una forma que, si tenías un poco de sensibilidad, no había manera de escapar. Ella era más petardera, más mamarracha en cuanto a gustos musicales, pero no podía resistirse al clima que la morena era capaz de crear a su alrededor cuando cantaba. Y aquello que estaba escuchando era cualquier cosa menos eso. Parecía de plástico. 

María esperaba a Natalia en la puerta del local mientras esta se despedía de su grupo. Traía la cara contraída y sudorosa. Le pasó una mano por la cintura cuando estuvo a su altura y la dirigió hacia un bar que había allí cerca. Natalia dejó caer su cabeza en su hombro y supo la rubia que algo dentro de su amiga andaba regular tirando a de puta pena. 


- A ver, ¿qué le pasa a mi cosita? -preguntó con morritos cuando les sirvieron las cervezas. 

- Lo has escuchado tú misma -espetó echándose contra el respaldo de su silla. Se bebió media cerveza de un trago. Venimos fuertes

- Te voy a tolerar ese tono de mierda porque has estado dos meses más suave que un guante y me has vaciado de mala hostia contra tu persona -se recostó ella también y puso un codo sobre el respaldo-. Así que voy a hacer como si hubieses sido Miss Simpatía 2019 y a escucharte con mucha atención. 

- Vale -negó con la cabeza-. ¿Puedes decirme, con tu aplastante sinceridad, qué te parece lo que has visto hoy? 

- Vacío. Como si estuvieras cantando el tractor amarillo. 

- Pensaba que solo lo notaba yo, así que de puta madre -se terminó la cerveza. La Mari era la que mejor saque tenía de ambas, bueno, de todas, y se quedó perpleja cuando la morena pidió otra ronda cuando a ella aún le quedaba medio tercio. 

- Parece que no las hubieras escrito tú, no sé, como si no sintieras ni una palabra. 

- Es que es justo esa sensación -apretó el puño con ganas de romper algo-. Como si no fueran mis putas canciones. 


María se acarició la barbilla, pensativa. Entendía el punto: no era capaz de conectar con lo que ella misma había escrito hacía meses porque su mood había cambiado por completo. Pues lo tenemos jodido. 


- Pero eso no te pasaba con tus canciones viejas, aunque hubiera pasado mucho más tiempo -intentó indagar sobre dónde estaba la raíz de su problema. 

- Mari, coño, pero todo era la misma mierda -otra vez ese tono. La voy a reventar a palos

- ¿Y no eres capaz de meterte en la piel de aquella Natalia? 

- Es que no quiero -apretó la mandíbula y la dejó clavada en el sitio con su mirada. 

- Tienes que intentarlo, o si no, qué, ¿no vas a volver a cantar nunca tus grandes éxitos? 

- No te entiendo -relajó un poco su expresión. 

- Piensa, no sé, dentro de un año, feliz de la vida, viviendo con tu chati y comiendo con su madre los domingos. Un concierto con las canciones de tu último disco, un canto a la alegría, una bomba de buen rollo, electrónica y trap. ¿No vas a cantar, yo qué sé, Sabes? -abrió mucho los ojos y las manos, incrédula. 

- Bueno, supongo que cuando me acostumbre a esta... sensación, podré ver esas canciones con más cariño. Ahora solo me recuerdan a algo a lo que no quiero volver. 

- Mira, Zahara estuvo años, AÑOS sin cantar Con las ganas, era superior a sus fuerzas, le recordaba cosas que no quería o yo qué sé. Una movida. Pero era una canción, no todo su puto repertorio. 

- Pfff... -se inclinó sobre la mesa, con los codos sobre ella y la cabeza entre las manos. Menudo lío. 

- Hay dos opciones, y ninguna te va a gustar -Natalia levantó la cara y la miró-. Lo que necesitas es tiempo para asimilar, ya sabes, tu nueva realidad. Podrías aplazar la gira -Natalia quiso protestar con su vehemencia habitual, pero la cortó-, o aprender a interpretar tus canciones, a meterte en ellas como antes, pero a salvo de toda la mierda que tenías en tu cabeza. 

- Yo no sé hacer eso, yo no necesitaba hacer eso -se frotó la frente con desesperación. 

- Las cosas están cambiando, y para bien, pero siempre hay algo que tiene que romper la perfección, y es esta pequeña putada. Pero es solo eso, Natalia, una mierdecilla que tenemos tiempo de solucionar. 

- Me pone muy triste sentir algo mío tan lejano, yo no he dejado de ser esa persona, Mari... 

- Lo sé. Mira, te voy a contar la teoría de los tres días, que la escuché en una serie y me moló. Un científico se puso unas gafas que le hacían ver el mundo del revés, imagínate el cuadro, se daba de hostias por todas partes. Pero a los tres días su cerebro se adaptó al cambio, permitiéndole ver el mundo del derecho y hacer vida normal. Una vaina muy curiosa. Cuando se las quitó, su cerebro tuvo que volver a adaptarse, y a los tres días pudo volver a ver el mundo del derecho. Tres días tardaba en asimilar al cambio, tres días que para ti podrían significar tres semanas, o tres meses, o lo que sea. El tipo era el mismo con gafas y sin ellas, como tú, pero necesitó su tiempo para acostumbrarse a ver el mundo del derecho. 

- Estabas deseando contarme esa mierda de historia y has dicho 'esta es la mía', ¿no? -rió, por primera vez. 

- Mola un huevo, tía, y encima es verdad. ¡Y va de puta madre para lo que estamos hablando, gilipollas! 

- No me insultes, que me pongo cachonda -ambas rieron y Natalia suspiró. 

- Trabaja el repertorio en casa, intenta viajar al momento en que la escribiste y empatizar con esa Natalia Penumbras. 

- Jodida Marta -soltó una risa nasal-. Si esto va a ir de interpretar, voy a llamar a Anna, igual puede echarme una mano. 

- Esa es una idea cojonuda, churri -levantó el tercio para que brindara-. Y no te agobies más, porfa, ya me había acostumbrado a verte vomitando arcoiris por la boca. 

- Por eso no quiero volver a pensar en Natalia Penumbras -hizo un puchero adorable. 

- Ya lo sé -le acarició el antebrazo-, pero ella también es parte de ti. Tenéis que hacer las paces. 

- Tres días, ¿no? -la miró con intensidad y una media sonrisa amarga. 

- Tres días. 




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*María*

Chochete, tira para la casa de la cantanta mayor que está blandita hoy

*Alba*

Ya lo he notado... 

Qué le pasa? 

*María*

Que te lo cuente ella

Siempre consigues espantarle los monstruos

*Alba*

Hostia, Mari, que bonito

*María*

Es mi chavala

Y tú la chavala de mi chavala

Así que me mola que os cuidéis

Y ya vale, coño, que parezco Sabela, tan moñas

*Alba*

Va, pues voy a llevarle algo de cena

Gracias, Mari, Nat tiene mucha suerte de tenerte

*María*

LO SÉ 

Tú también eres mi chavala

BUENO ADIÓS 


Alba sonrió y negó con la cabeza. Hacía un par de horas que no hablaba con Natalia. Después del ensayo apenas le había escrito para decirle que la echaba de menos y que quería dormir con ella. De eso hacía dos horas. Se miró el reloj, las ocho, una hora estupenda para pasarse por el chino y llevarle algo de cenar. Ya le había dicho la Mari que estaba en casa, así que para allá se fue. 

Compró de camino y se plantó en su portal. Llamó, y la voz ilusionada de su chica le abrió paso. Subió en el ascensor. Se miró al espejo. Shorts de chándal y una camiseta negra de tirantes, el pelo en una coleta y el flequillo retirado por una cinta. No estaba mal. Salió y allí se la encontró, esperándola en la puerta con una sonrisa blandísima en la cara. Esta vez fue la pequeña la que acunó al chopo, haciéndose gigante para ella, como siempre. Le dio un beso lento en los labios y notó que los ojos de su morena brillaban con algo más de intensidad. Así mejor


- ¿Traes la cena? -dijo emocionada, abriendo las bolsas y olisqueando su interior. 

- Pues claro, churri, que si no es por mí no nos vemos, desgraciada -le dio una palmada en el culo y sonrió. La verdad era que ese peto vaquero le quedaba de maravilla. 

- Está Anna en el comedor -le anunció mientras dejaba las bolsas en la encimera de la cocina. Alba se fue para allá. 

- ¿Así que tú eres el motivo de que no vea a mi chica? -dijo dándole dos besos. 

- Oye, oye, que me ha llamado ella -dijo con su aguda voz. 

- ¡Qué bonito está eso, Nat, PRECIOSO! -dijo en alto para que la oyera. 

- Es por trabajo, melona -le tiró un paño de cocina y fue a sentarse a su lado. 

- ¿Qué estabais haciendo? 

- Nada, una tontería -contestó Natalia recogiendo rápidamente los papeles de encima de la mesa de café. 

- Y yo me voy a ir yendo, que la Lari estará deseosa de que llegue para criticar a su jefa -sonrió de oreja a oreja hacia la fisio. Natalia tardó un poco más en pillarlo. 

- La jefa ha estado gruñona hoy, así que no me sorprendería -comentó con voz de bebé. 

- Anda, tonta, si te adora -se despidió de ambas-. Ya me dices cuándo volvemos a quedar, Natalia. Un besito, amores. 


Dijo adiós con la mano y cerró la puerta tras de sí. Natalia se tiró sobre su rubia y empezó a darle besitos por la cara y por el cuello, mordiendo y jugueteando. Ya con su sola presencia se le olvidaban todos los males. 


- ¡Para, que me haces cosquillas! -dijo la rubia con su risa de camionero. 

- Ay, qué contenta estoy de que hayas venido -suspiró en su cuello. 

- Si tengo que estar esperando a que me invites la llevo clara -le regañó. 

- Joer, es que quería mirar unas cosas con ella y se me ha ido el santo al cielo. He tenido un día de mierda en el ensayo y me he agobiado un poco. 

- ¿Agobiada? ¿TÚ? No -negó con la cabeza, muy seria-, no puede ser. Natalia Lacunza no se agobia nunca. 

- Este ataque contra mi persona es totalmente innecesario -le mordió el hombro. 

- ¡AU! Cabrona -le dio con la palma en la frente-. A ver, cuéntame, y más te vale tener una buena excusa para que aparezca en tu casa de sorpresa y haya una mujer en tu sofá. 

- No quiero hablar de eso ahora -la estrujó un poco más entre los brazos. Ay, casa

- ¿Por qué? 

- Estoy cansada de hablar del mismo tema todo el tiempo, solo quiero quedarme aquí acurrucadita contigo y no pensar más. 

- ¿Se lo cuentas a todo dios menos a mí? -preguntó separando su cara para mirarla. 

- Albi, jo... -pucheritos no

- ¿A Anna se lo has contado? -levantó una ceja. 

- Claro, ¿por qué crees que ha venido? -puso una mueca de obviedad. 

- Genial -frunció los labios y levantó el pulgar. 

- ¿Te vas a picar, en serio? 

- No, tranqui, si yo no me pico. 


Aquello sonó peor que si le hubiera dicho que sí. 


- Albi... 

- Que no pasa nada, Nat, puedes contarle tus cosas a quien quieras. Cuando te apetezca pues ya me dices, ya sabes, tus tiempos, como siempre -aquello fue peor que una patada en el pecho. 

- No tenías por qué seguir mis tiempos si tanto te disgustaban -se levantó de su cuello. Una puñalada hubiera dolido menos. 

- No te enfades, que no te lo he dicho como un reproche.

- Pues lo parece -apenas se habían separado unos centímetros, pero parecía un abismo insalvable.

- Solo he descrito la realidad, si no te gusta no es culpa mía -levantó los hombros y le pareció menos Alba que nunca.

- Qué feo está que vayas de hermanita de la caridad durante dos meses y ahora me sueltes esto, sinceramente -se levantó del sofá y fue hacia la cocina. 

- ¡No le des la vuelta, siempre lo he hecho porque quería hacerlo! -levantó la voz y fue tras ella. 

- ¡Pues no me lo eches en cara ahora! -zanjó con una voz de hielo. 


La rubia se le quedó mirando, con el pecho arriba y abajo. No tenía ni puta idea de dónde había nacido aquella discusión estúpida. 


- Nat... -la llamó con un susurro.

- Qué -le golpeó su tono cortante.

- No quería decir eso. 

- Pero lo has dicho -la miró como si la viera por primera vez. 

- No me importa llevar tus tiempos, cariño, y lo sabes. Ha sido un golpe bajo porque estaba cabreada. Lo siento -agachó la mirada, un poco avergonzada. 

- Solo quería... Bah, da igual. 

- No, dime -se aproximó deprisa a su lado y le cogió la mano, que tenía en un puño. No la relajó. Mierda, menuda cagada

- Solo quería estar un rato tranquila contigo y dejar de matarme la cabeza. Pero no podías esperar a mañana, ¿no? 

- Nat... 

- ¿Qué es lo que más te jode, que no quisiera hablar del tema ahora o que lo haya hablado con Anna antes que contigo? -le soltó, se dio la vuelta y empezó a preparar la mesa. 


Alba se quedó allí parada, aplaudiéndose mentalmente por su grandísima aportación al día de mierda de su chica. Enhorabuena, Reche, eres la hostia. Le dieron ganas de irse a su casa y dejarla tranquila, pero no quería estar así con ella, ni dejarla sola en un día que ella solo había conseguido empeorar. 

La observó moverse por la cocina como una autómata, sin dedicarle ni una mirada de soslayo. Natalia Lacunza enfadada, pero enfadada de verdad, era algo que, en dos meses, aún no había visto. Y no le gustaba un carajo. Has metido la pata pero bien.


- Que lo hayas hablado con Anna. 

- ¿Qué? -hombre, por fin me mira

- Que eso es lo que más me jode. 

- Encima celos. Te estás luciendo, Alba, te estás luciendo. 

- No son celos, o al menos de ese tipo, y deja de ponerte gilipollas -Natalia, creyéndose poseedora de la razón absoluta en aquella discusión, no se esperaba aquella bajada de humos-. Quiero estar en lo bueno y en lo malo, Nat. Que cuentes conmigo. 

- ¿Y crees que no lo hago, Alba? ¿Después de dos meses en los que prácticamente me he abierto en canal para ti crees que no cuento contigo? -la rubia no podía con aquella cara de decepción. 

- Sí, sí lo creo... ¡Joder! -se apretó las sienes, intentando organizar sus pensamientos para explicarle lo que sentía sin liarla más-. Me escribió la Mari y me dijo que estabas un poco chof, llego aquí y te encuentro trabajando con Anna en algo que no me quieres contar y cuando intento saber qué te pasa me vuelves a rechazar. 

- No, Alba, no te rechazo, te digo que te lo cuento en otra ocasión porque me estabas dando la puta paz que necesito en este puto momento. Y esa es la jodida diferencia entre Anna y tú, joder -hablaba entre dientes y la fisio quiso desaparecer de allí. 

- Lo siento, Nat -musitó, abochornada. 

- Da igual. ¿Qué quieres de beber?  


Estaba dolida. Lo veía en sus ojos. El ansia de ser beneficiosa para ella había conseguido que dejara de serlo. Qué ironía, ¿verdad? No tenía que hacer absolutamente nada, solo estar, lo más fácil, y ella había tenido que dar una vuelta de tuerca a una solución tan orgánica que daba rabia lo pretenciosa que había sido. 


Se te ha subido a la cabeza el afán de protagonismo, de poder. 

¿Quieres ser importante para ella? Ya lo eres, imbécil. 


La ayudó a llevar las cosas a la mesa de café y cenaron en silencio viendo una peli cualquiera. No estaban cada una en una punta del sofá, pero Anna Castillo se podría haber quedado a cenar y sentarse entre las dos sin problemas. 

Natalia la miró de reojo. La rubia estaba más tiesa que un palo. 


¿Igual me he pasado? 

No. 

Pero ella siempre sabe cuidarme, por una vez que se equivoque... 

Me da igual. Y lo de 'tus tiempos, como siempre', ¿qué? 

Se ha pasado, pero ya te ha pedido perdón por eso. 

Me ha hecho pupa, no puedo borrarlo de mi mente con un chasquido de los dedos. 

No es para tanto, Natalia. 

Lo sé, ya se me pasará. 

Pobrecilla, lo está pasando fatal... 

Yo también, me... me duele el corazón. Es la primera vez que me siento sola con ella delante. 

Auch. Eso ha dolido. 

No lo sabes tú bien. 


Alba puso una mano entre ellas, sobre el sofá, y miró su reacción por el rabillo del ojo. Ni se movió. No soportaba esa situación. Natalia siempre le perdonaba todo, hacía la vista gorda y no tardaba en ser la idiota adolescente que era siempre. Se estaba desesperando. 

Giró la mano, poniendo la palma boca arriba. Nada, ni puto caso. Frunció la frente, ignorando la película y buscando la manera de llamar su atención. ¿Y si me desnudo? 

Movió los dedos, y ahí sí que apreció un movimiento casi imperceptible en su cabeza al girarse a mirar. Un movimiento de nada, pero que para la fisio fue una gran victoria. Para lo que has quedado, Reche. 

A tomar por culo. Chasqueó dos dedos y ahora sí que el gesto de la morena al desviar la mirada fue evidente. Resopló sin un atisbo de sonrisa y depositó la mano sobre la de Alba, que casi sufre un infarto de los nervios. La rubia sí que sonrió de oreja a oreja. 

Le acarició los dedos con lentitud, buscando relajar el rictus de su mano y, poco a poco, consiguiéndolo. Lo máximo que recibió de ella fue que le acariciara con el pulgar sobre el dorso de la mano, distraídamente, sin quitar los ojos de la televisión. Estaba tan seria que la ilusión incipiente que había sentido al notar su mano en la suya se le fue desinflando poco a poco. 


- ¿Nos vamos a dormir? -preguntó la cantante cuando terminó la película. 

- Creo... creo que debería irme a casa -Natalia la miró. Joder, Alba, esa cara no

- Quédate -murmuró. 

- No pasa nada, Nat, no me voy a enfadar, entiendo que te apetezca estar sola, de verdad -dijo de carrerilla estrujándose los dedos. 

- Cuando me enfado tarda en quitárseme el humor de perros, no lo puedo evitar -se encogió de hombros-, pero eso no quiere decir que quiera que te vayas. 

- ¿Segura? -levantó sus ojos hacia ella. 

- Claro -le tendió la mano y Alba la cogió al instante, dejándose llevar a la habitación. 


Sin decir una palabra más se pusieron el pijama y se metieron en la cama. Natalia, en un primer momento, se puso en la otra punta de la cama, pero no tardó la pequeña rubia en gatear sobre las sábanas y enroscarse en su torso. Incrustó la cabeza en su cuello e inhaló profundamente, con un ronroneo. 


- Eres un gato. 

- Chi. 


Natalia negó con la cabeza y cerró los ojos. A ella tampoco le gustaba ser así. Se enfadaba poco, pero cuando lo hacía ardía Troya, y, por más que había intentado eliminar aquello de su carácter, no era capaz de cambiar el chip rápidamente tras una disculpa, necesitaba unas horas para deshacerse de la mala leche. 

Alba se removió en su regazo, levantando la cara para darle un beso de buenas noches en la mejilla. Le atrapó los labios con los suyos antes de que volviera a bajarla, sosteniendo su barbilla con los dedos. El suspiro de alivio que soltó su rubia cuando volvió a meterse en el hueco de su clavícula le hizo sonreír. Si es que eres una pequeña




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Cuando se despertó, Alba ya se había ido. Miró la hora: las siete y media de la mañana. La rubia había decidido irse antes de que despertara para darle espacio. El 95% de las veces la leía a la perfección, y esa había sido una de ellas. Seguía con una mala hostia importante que estaba mutando en una tristeza cabreada, vamos, como siempre que se enfadaba, y apenas hizo una mueca cuando encontró la nota que Alba le había dejado en la nevera. Te quiero. Reprimió unos cuantos pensamientos injustos y se fue a la ducha. 


Unas horas después entró en el local de ensayo. Aún quedaba una hora para que llegasen los demás, pero le gustaba dedicarse un ratito para sí misma, a solas con su guitarra. Empezó a trastear unos cuantos acordes y notó la música empezar a flotar a su alrededor, pintándole las puntas de los dedos de colores allí donde tocaban las cuerdas, creciendo enredaderas hacia arriba, envolviéndole el cabello y los brazos, abrazándola y, simplemente, la canción empezó a construirse sola, de dentro hacia afuera, como expulsada por un viento huracanado desde sus entrañas y a través de su voz. Estaba volviendo a conectar con la música y se sentía tan bien... 

María la escuchó antes de llegar a la sala donde estaba tocando. Esa sí es mi Natalia. Se apoyó en la puerta, como un tiempo atrás, y la escuchó. Joder, menudo cambio. Se le humedecieron los ojos cuando terminó uno de los temas de la gira. Ahora sí que ha sido capaz de interpretar, y de qué manera, joder. 

Llegó el resto y se pusieron manos a la obra. La Mari se fue a media mañana a hacer unos trámites que no podían ser por teléfono y la banda aprovechó para hacer un descanso y pedir algo de comer. No sabía si era por la sensación de no haber aprovechado el tiempo con su chica la noche anterior, el jaleo animado de sus compañeros o la disolución progresiva de su enfado, pero echó mucho de menos a cierto piojo rubio que no le había escrito en toda la mañana. 


*Natalia* 

Te misseo

*Alba*

Y yo a ti

👉🏻👈🏻

*Natalia*

Termino a las seis 🙄

*Alba*

Tengo un hueco a las seis 🙄

*Natalia*

A lo mejor nos tropezamos por ahí 🙄

*Alba*

A lo mejor 🙄

*Natalia*

Igual un poco sí, no? 🙄

*Alba*

Un poco igual sí, eh? 🙄

*Natalia*

😊

*Alba*

😘

*Natalia*

Otro 


Sonrió un poco. Ya se le iba cayendo la armadura. Jodida orgullosa

Retomaron el ensayo y, sobre las cinco, volvió la Mari por allí. Según empezó a escuchar a la banda al completo y la voz de Natalia se puso a dar saltitos por dentro, aquel sí que era el sonido Lacunza. Está de vuelta

Natalia sonrió desde arriba cuando la vio aparecer, diciéndole de esa forma que ella también se había dado cuenta del cambio. 


- Oye, no sé qué has hecho, pero te ha funcionado que te cagas -le puso la mano para que chocara los cinco cuando terminaron de ensayar. 

- Supongo que Anna ha hecho su magia -sonrió sin ganas y los chocó. 

- ¡Lara! Échale el polvo de su vida a tu novia esta noche, ¡QUE LE VOY A PONER UN PUTO MONUMENTO! 


La aludida se puso como un tomate y le sacó el dedo de en medio. La madre que la parió. 


- Pues mira, un problemita menos. 

- A ver si es verdad -suspiró, rascándose la nuca-. El ensayo se ha dado de puta madre. 

- Ya lo he oído. 


Natalia dejó de escucharla y se fijó en una pequeña rubia que entraba tímidamente al lugar. No lo pudo evitar y sonrió como una estúpida. La Mari pasó una mano por su cara para llamar su atención, pero no hizo caso. Si es que parece un microbio


- Bueno, la encoñada -dijo nada más divisar a Alba, refiriéndose a su amiga-. ¿Qué coño lleva encima? Si no puede con la cesta. 

- Me apuesto lo que quieras a que es una cesta de pasteles -cabeceó sin dejar de mirarla, notando un caldo caliente verterse en su pecho. 


La rubia llegó hasta ellas más roja que una cosa muy roja, mi pobre, tirando a duras penas de aquella cesta gigante que a saber dónde diablos habría comprado. 


- Hola -saludó a las dos amigas. 

- Hola, Reche, ¿haces mudanzas ahora o cómo? -preguntó la Mari. 

- Déjala -la regañó Natalia. 

- Pero si parece un costalero, mírala, LA REINA DEL MARTES SANTO, EL BARRIO ENTERO PA TI PA LA CALLE -se reía como una rata, la desgraciada. 

- Mari, te vas un poquito a la mierda -refunfuñó Alba entre sudores. 

- Os dejo, que esto me suena a mí a que tenéis movida, y de las gordas. 

- Nada, que no se pira esta persona -dijo la fisio girando el cuerpo para recibir el corte de mangas de la representante. Se volvió de nuevo hacia su chica y el rubor coloreó su rostro-. Hola, Nat. 

- Hola, Albi -sonrió con la frente arrugada, interrogante. 

- Te he traído esto -le tendió la cesta. Efectivamente, era una cesta llena de pasteles. 

- ¿Por qué? -se le vertía la sonrisa sin querer. Qué detallista mi Reche, joder

- Como ofrenda de paz -la miró con los ojos de par en par, inmensos, tiernos, arrepentidos, zalameros. 

- Albi, no hace falt... 

- Sí hace. Cállate -se puso un dedo en los labios. No puedes tener credibilidad con esa cara de niña de tres años-. Siento muchísimo todo lo que pasó ayer. Ni tengo que presionarte para que me cuentes algo y sentirme importante para ti, ni tenía por qué haber soltado esa basura de que siempre seguimos tus tiempos. Primero, porque ya sé que cuentas conmigo siempre, y que te apoyas en mí y que me dejas ayudarte, y segundo porque me encantan tus tiempos y volvería a seguirlos mil veces -se miró las manos, avergonzada-. Al fin y al cabo son los que nos han traído hasta aquí, ¿no? -volvió a levantar la vista hacia su rostro. 

- Albi... 

- Shhh, ya acabo -en esta ocasión se acercó para taparle la boca con su diminuta mano-. Lo siento mucho, Nat. Me puse celosa, pero no celosa de celos, sino celosa de... Ya sabes -se detuvo para dejar de trabarse-. No te puedo prometer que no lo vaya a volver a hacer, porque soy un desastre, pero intentaré que sean las menos veces posibles. Y siempre habrá pasteles. Palabra -levantó dos dedos como juramento. 

- Te tengo que querer, no tengo opción -sacudió la cabeza, sin terminar de creerse la persona que tenía delante. 

- Sí tienes opción -empezó a decir, de carrerilla-, porque el amor es tener todas las opciones y -Natalia le tapó la boca. 

- Cállate ya -se apretó contra ella. 

- ... y elegirte siempre -dijo con la voz amortiguada contra sus dedos. 


Sus ojos, los de ambas, brillaron como si los habitara el universo entero. 

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