La sala de los menesteres

By TomorrowJuana

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Alba Reche es propietaria de una prestigiosa clínica de fisioterapia en Madrid. Natalia Lacunza es una famos... More

Capítulo 1. Situémonos.
Capítulo 2. Anestesia y rosas.
Capítulo 3. Recalculando ruta.
Capítulo 4. Vibraciones.
Capítulo 5. Reglas.
Capítulo 6. Humedad.
Capítulo 7. La sala.
Capítulo 8. Al habla.
Capítulo 9. El juego.
Capítulo 10. Dos galaxias de distancia.
Capítulo 11. Pasteles.
Capítulo 12. Whatsapp.
Capítulo 13. Punto de contacto.
Capítulo 14. La oveja negra.
Capítulo 15. Tacto.
Capítulo 16. La cuerda.
Capítulo 17. Pavas.
Capítulo 18. Amable.
Capítulo 19. La barbacoa.
Capítulo 20. Aquí, madurando.
Capítulo 21. La apuesta.
Capítulo 22. La gasolina.
Capítulo 23. Notting Hill.
Capítulo 24. Platónico.
Capítulo 25. Callaita.
Capítulo 26. Caníbal.
Capítulo 27. Casa.
Capítulo 28. Funciona.
Capítulo 29. Poesía.
Capítulo 30. El alma mía.
Capítulo 31. Gilipollas.
Capítulo 32. Desaparecer.
Capítulo 33. Morrearse.
Capítulo 34. Ensayar.
Capítulo 35. El mar.
Capítulo 36. Igual un poco sí.
Capítulo 37. El furby diabólico.
Capítulo 38. Fisios y cantantas.
Capítulo 39. La noche se vuelve a encender.
Capítulo 40. Put a ring on it.
Capítulo 41. Obediente.
Capítulo 42. El pozo.
Capítulo 43. Palante.
Capítulo 44. Cariño.
Capítulo 45. Colores.
Capítulo 46. El concierto.
Capítulo 47. La sala de los menesteres.
Capítulo 49. Mi chica.
Capítulo 50. El photocall.
Capítulo 51. Un plato de paella.
Capítulo 52. Trascendente.
Capítulo 53. Mi familia, mi factoría.
Capítulo 54. Elegirte siempre.
Capítulo 55. El experimento.
Capítulo 56. La chimenea.
Capítulo 57. El certificado Reche.
Capítulo 58. La última.
Capítulo 59. Ella no era así.
Capítulo 60. Volveré, siempre lo hago.
Capítulo 61. Puente aéreo.
Capítulo 62. Natalia calva.
Capítulo 63. Prioridades.
Capítulo 64. Una línea pintada en el suelo.
Capítulo 65. Mucha mierda.
Capítulo 66. Roma no se construyó en un día.
Capítulo 67. Como siempre, como ya casi nunca.
Capítulo 68. 1999.
Capítulo 69. El ruido.
Capítulo 70. Desatranques Jaén.
Capítulo 71. Insoportablemente irresistible, odiosamente genial.
Capítulo 72. El clavo ardiendo.
Capítulo 73. Miento cuando digo que te miento.
Capítulo 74. Los sueños, sueños son.
Capítulo 75. Un Lannister siempre paga sus apuestas.
Capítulo 76. El frío.
Capítulo 77. Voy a salir a buscarte.
Capítulo 78. La guinda.
Capítulo 79. El hilo.
Capítulo 80. Año sabático.
Capítulo 81. Incendios de nieve.
Capítulo 82. El taladro.
Capítulo 83. Nadie te ha tocado.
Capítulo 84. Baja voluntaria.
Capítulo 85. Polo.
Capítulo 86. Comentario inapropiado.
Capítulo 87. Cumpliendo las normas.
Capítulo 88. Puntos flacos.
Capítulo 89. Idealista.
Capítulo 90. Estoy enfadada.
Capítulo 91. Bombillas.
Capítulo 92. Amor bandido.
Capítulo 93. Galletas de mantequilla.
Capítulo 94. Un día chachi.
Capítulo 95. Click.
Capítulo 96. Doctora.
Capítulo 97. Plantas.
Capítulo 98. Como si estuviera enamorada de ti.
Capítulo 99. Un salto en el tiempo.
Capítulo 100. 24 horas después.
Capítulo 101. Una puta maravilla.
Capítulo 102. No dejo de mirarte.
Capítulo 103. Un temblor de tierra.
Capítulo 104. La chica de las galletas.
Capítulo 105. Maestra Pokémon.
Capítulo 106. La matanza de Texas.
Capítulo 107. ...antes la vida que el amor.
Capítulo 108. Adelantar por la derecha.
Capítulo 109. Lo circular nunca se termina.
Parte sin título 110. Poli bueno, poli malo.
Capítulo 111. La patita.
Capítulo 112. Una suscripción premium.
Capítulo 113. Yo por ti, tú por mí, nanana, nanana.
Capítulo 114. No te echo de menos.
Capítulo 115. Días, meses, años.
Capítulo 116. El collar.
Capítulo 117. Madera.

Capítulo 48. Mojaita.

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By TomorrowJuana

Estaba hecha un flan. 

llevaba toda la mañana haciendo y deshaciendo la maleta. 


Bikini. Hecho. 

Protector solar factor 1000 para su rubia. Hecho. 

Aftersun. Hecho. 

Gafas de sol. Hecho. 

Cartera con todo lo necesario. Hecho. 

Hostia, las chanclas. 


Y así iba y venía, con una lista, como hacía Alba, tachando lo que ya tenía y añadiendo lo que creía que le faltaba. Solo iban a ser dos días y medio, pero estaba atacada. 

Fue al ensayo en el teatro y uno de los Javis casi la echa a patadas cuando dio por concluida su parte diciéndole que era una pesada, que se relajara en la playa, que ya lo tenía todo más que asimilado y felicitándose por dejar de verla por allí. Era demasiado responsable aunque su papel fuera minúsculo. 

Le encantaba conducir, pero, si el fin de semana ya iba a ser breve, seis horas de coche le parecían demasiadas. Conducir con su rubia al lado podía ser una delicia, horas y horas hablando y vociferando canciones por la geografía española. Quizá para otra ocasión en la que dispusieran de más tiempo. 


*Natalia*

Albi, cómo vas? 

*Alba*

Saliendo de la clínica, y a la maleta, y tú? 

*Natalia*

QUE AÚN NO HAS HECHO LA MALETA? 

*Alba*

A por la maleta, perdón

Te puedes calmar? 

*Natalia*

Estoy NERVIOSA ALBA

Y Queen?

*Alba*

Te voy a comer la boca como nunca en tu vida te la han comido por pensar en mi hija

Te voy avisando por si tienes que coger la capa de invisibilidad

*Natalia*

He tenido un mini-orgasmo con esa referencia

Pienso meterte mano en el tren por esto

*Alba*

Me estoy poniendo nerviosa yo también

AHORA TE VEO CHURRI


Ay, madre mía, qué loca me tiene esta persona. 

Marina ya la estaba esperando en su casa para recoger a Queen. Subió como una exhalación, metió a la refunfuñona gata en el transportín y tiró de la maleta hasta el ascensor. 


- ¿Te vas a mudar? 

- Marina, déjame, no sabía que llevar. 

- ¿Y por eso has decidido llevártelo todo? -rió entre dientes mientras bajaban. 

- No sé si quiere salir por ahí a cenar, o solo playa y tumbona, o ir de excursión... 

- Vamos, que vas preparada hasta para ir a la nieve. 

- Llevo una chaqueta... -la miró con ojos inocentes. 

- Alba, estamos literalmente a cuarenta grados. 

- ¡A LO MEJOR REFRESCA EN BARCELONA POR LAS NOCHES! 


Fuera la esperaba Natalia con una sonrisa que brillaba más que la suya, cosa nada fácil tratándose Alba del mismísimo sol, pero había que reconocer que la cantante estaba escupiendo corazones y brillitos por los ojos. Se la quería comer. 


- Hola, cuñi -saludó Marina. A una me la como y a la otra la mato, plan sin fisuras

- Hola, Marina -sonrió aún más antes de darle dos besos y un abrazo. ¿Un abrazo? Qué la pasa

- Cuídame a la niña como si fuera tu bien más preciado -advirtió levantando un dedo amenazador. 

- Lo es, así que no te preocupes -BOOM. La mandíbula de Alba Reche sonó contra el asfalto. 

- Así me gusta -relajó el gesto y le devolvió la sonrisa-. Pasadlo bien, ¡y usad protección! 

- Jajajajajajaja eres la mejor. 

- ¿Has oído, Alba? Natalia Lacunza me ha dicho que soy la mejor. 

- No me está gustando esta coalición que se ha creado en un momento -dio un rápido beso en la comisura de Natalia-. ¿Vamos? 

- Vamos -le cogió la maleta y la metió en el taxi que las esperaba. 


Se despidieron de la joven Reche y emprendieron el camino hasta Atocha. 


- No sabía que íbamos a transportar un cadáver. 

- ¿Qué dices, Nat? 

- Lo digo por lo que pesa tu maleta -se carcajeó y le cogió la mano. 

- Es que no sabía... 

- La verdad es que habría cabido todo en una. 

- Eso sí que es de novias -Alba soltó una risa nasal. 

- Pero no somos novias -espetó. Uy, qué feo ese tono, pensó la rubia. 

- No, no lo somos, por eso te quedas sin morreo, no vaya a ser que nos vean -le devolvió. 

- Ni viyi i sir qui nis viin -se acercó a su boca y la besó- Espero que el taxista nos guarde el secreto. 


Y le guiñó un ojo. Maldita y sensual Lacunza

El viaje pasó rápido, pues cuando terminaron de comer apenas quedaba una hora y media de trayecto que pasaron escuchando música en el móvil de la morena. Compartieron auriculares e hicieron manitas hasta llegar al destino. 

El bochorno era inaguantable. Una chaquetita por si refresca, me mato

Se introdujeron en un taxi que las llevó al apartamento de Natalia, en pleno centro de Barcelona. Era amplio, de aspecto regio, con techos altos, paredes blancas y puertas de madera. Su parte favorita fue una galería acristalada que daba a la calle. Allí tenía Natalia una mecedora y una mesita, así que imaginó que era su zona de escribir, como la terraza de Madrid. Apenas estaba decorada, lo que le daba aún más aspecto de vivienda vacacional, a pesar de que le gustaba mucho visitarla cuando juntaba algunos días. Un comedor gigante con una tele, un mueble sencillo, un piano y el sofá más grande que había visto nunca, la cocina de madera antigua, el dormitorio con una cama y una mesita y una habitación con un teclado, varias guitarras y una estantería llena de libros y películas. 


- Es gigante, Nat -murmuró, y su voz retumbó contra las paredes. 

- Me gusta mucho por eso. Blanca, vacía y enorme. Una casa de la playa. 

- Pero en el puto centro de Barcelona -seguía fascinada con los espacios, y pensó en lo genial que sería la luz de la galería para pintar sus cuadros. 

- Me alegro de que te guste -sonrió sin dientes y la abrazó por detrás-. Podemos venir siempre que quieras. 

- Bueno, ya veremos qué tal se vive la ciudad -se dio la vuelta y pasó los brazos por sus hombros, dejando que las puntas de sus dedos jugaran con el pelo de su nuca. 

- Te va a flipar, Alba Reche. 

- ¿Y cómo lo sabes?

- Porque te conozco un poco -le besó la nariz. 

- Nunca se termina de conocer a alguien. 

- Tengo todo el tiempo del mundo, rubia. 


Se besaron junto a la galería, despacio, pues tenían todo el fin de semana por delante. 


- Bueno, sexo de vacaciones, ¿no? -propuso Natalia con una sonrisa divertida. 

- Hay que aprovechar la luz -concedió empujándola con una mano en el pecho. 

- Ven aquí -la cogió del culo y se la subió en las caderas-. No vas a saber dónde está la habitación. 

- Pensaba follarte en el sofá. 

- La luz allí es mejor, ya verás. 


Y tenía razón. 

No se entretuvieron mucho, pues querían ducharse y salir a cenar. Ya tendrían tiempo de retozar como cachorras en cada rincón de aquella casa. 

Fueron a cenar a La rosa negra, un restaurante mexicano que a la morena le gustaba mucho. La decoración era fantástica y, aunque tardaban un rato en traerte la comida, la espera con aquellos mojitos deliciosos se hacía amena, y si la compañía era su rubia favorita, todavía más. 


- Aquí es donde suelo venir a cenar con Miki cuando vengo y no tengo demasiados compromisos -se sentó y miró alrededor esperando su opinión acerca del lugar. 

- Me encanta, Nat, es precioso -y no mentía, sus ojos ya hablaban por ella-. ¿Quién es Miki? 

- Un amigo. Es cantante también. Canta en catalán y tiene bastante éxito por aquí. Me ha dicho de vernos mañana, si te parece bien -la miró de reojo-. Hay una especie de festival en la Barceloneta y toca con su grupo. ¿Te apetece? Si no te apetece no pasa nada...

- Pues claro, concierto en la playa con Natalia Lacunza. Me parece un planazo. 

- Te va a encantar Miki, es muy gracioso, aunque es un plasta a veces. 

- Pensaba que tu grupo de amigas se reducía a Afri, la Mari y Pablo -levantó una ceja con sorna. 

- Pensaba que te gustaba así, asocial. 

- A mí me gustas hasta metida en un saco, Lacunza -dio un trago a su mojito-. ¡Esto está que te cagas! 

- Hay de muchos sabores, vamos a probarlos todos -movió las cejas. Me quiere emborrachar-. Tengo más amigos aparte de los que ya conoces y Miki, pero no son tan cercanos. Como tú, supongo. No me creo que Alba Reche solo tenga tres amigas en el mundo. 

- No me caben en tu casa todos los amigos que tengo -chuleó. 

- A ver, déjame adivinar -se frotó el mentón con la mano-. Las chicas de la carrera, por supuesto -Alba asintió-. Ah, y las del máster. 

- ¿Tú qué sabes si yo tengo un máster? 

- ¿No lo tienes? 

- Dos, pero no sé por qué lo sabes. 

- Tienes pinta de ser la típica chica que tiene dos másters y se ha planteado hacer el doctorado. 

- Eso de ser un cliché no me gusta, que lo sepas -entornó los ojos-. Pero sí, has acertado. Cuando el negocio despegó tuve que quitarme la idea, no me daba la vida para más. 

- ¡VAMOS! -celebró levantando un puño. Personaja-. Y cursos, Alba Reche se ha hecho cursos. 

- Te odio -escondió la sonrisa tras el vaso. 


Llegó una camarera a tomarles nota y dejó que eligiera Natalia. Ella se limitó a pedir otro par de mojitos del siguiente sabor de la carta. 


- ¿Y tú? ¿Te has hecho cursos? 

- Estudié piano en el conservatorio, eso cuenta como una carrera, por eso era profe -Alba aguantó el aliento, pues no estaba segura de que Natalia se sintiera cómoda hablando de aquella etapa de su vida, pero si ella no ponía objeciones no lo haría ella. Lo mejor era normalizarlo. 

- ¿A niños? 

- Y adultos también. Era muy buena -la miró con intensidad, como si estuviera leyéndole la mente. Decidió continuar-. La única que se me resistió fue Alicia, tenía un... ¿cómo es lo contrario de talento? 

- ¿Intalento? -rió Alba, más tranquila al escucharla hablar sin problema. 

- Ali tenía intalento para la música. Ni el Himno de la alegría con la flauta. 

- Qué cruel -pero volvió a reír. Le hacía chiribitas el corazón de verla tan entera, con un matiz nostálgico, pero no triste, hablando del amor de su vida. 

- Cruel era ella intentando cantar a gritos en la ducha. No me merecía yo ese maltrato. 

- ¿Nunca aprendió a tocar nada? 

- La canción de Titanic. Y mal. Te lo digo en serio, si se hundió el barco fue por su culpa. 

- JAJAJAJAJAJAJAJAJA -casi se ahoga-. ¿Y cuál era su talento? Todo el mundo tiene uno. 

- La cocina. Cocinaba como nadie. Trabajó de pinche en mil sitios, de comida de cualquier parte del mundo. Cuando lo había aprendido todo se iba a otro sitio y volvía a empezar. Quería montar su propio restaurante. 

- ¿Por eso aprendiste a cocinar? 

- Sí -sonrió para transmitirle calma. Nunca había hablado de esas cosas con nadie, pero Alba Reche era su lugar seguro-. Cuando se fue, cocinar me hacía sentir más cerca de ella. Yo era un desastre, pero aprendí a base de echarla de menos -tragó saliva. Uf, pupa

- Y ahora eres una jodida chef -Natalia rió por la nariz y asintió, agradecida por aquella salida digna que le acababa de dar. 

- Lo intento. 

- Y lo consigues. Alguna vez me he tocado pensando en los nuggets con Tosta Rica. 

- Pero bueno, Alba Reche, que estamos en público. 

- Menudo morbazo, nena -le echó una mirada seductora. 


Se acercaron dos chicas a pedirle una foto a Natalia. Alba volvió a hacer de fotógrafa y se dedicó a sonreír mientras la cantante hablaba con sus fans. Parecía que el hecho de participar en el musical, las fotos con Anna y que ya estuviera próxima la fecha del inicio de gira había hecho que estuviera más en el candelero, pues nunca la habían parado tanto como últimamente. 


- Y dale un saludo a Anna de nuestra parte -se despidieron. 

- Por supuesto -asintió con una sonrisa tímida. Miró a Alba, que se estaba conteniendo la risa-. Qué. 

- Que eres muy mona. 

- Espero que no te molesten estas interrupciones -se disculpó. 

- Para nada, la verdad es que tienes unas fans muy respetuosas, pensaba que iba a ser peor. 

- Creo que les doy un poco de miedo. El rollito intenso y misterioso acojona un poco. 

- Siempre se ha hablado maravillas de ti en las redes. No dabas muchas entrevistas, pero la gente que se encontraba contigo siempre decía lo maja que eras en persona. Creo que por eso te admiraba más. 

- ¿Y ahora? 

- Ahora sé que lo que se decía de ti era verdad, y se quedaban cortas -la miró con cariño. 

- En vez de aprovechar para meterte conmigo me estás haciendo un cumplido. Se te está subiendo el mojito a la cabeza, Reche. 

- Es que eres una tía de puta madre -puso voz de borracha y Natalia rompió en carcajadas. 

- Te... te voy a comer -hostia puta, otra vez. Se mordió el labio. 

- Creo que estamos tonteando demasiado, cualquiera que se fije en nosotras lo va a notar. 

- Bastante tengo con no poder comerte la boca, no me pidas más. 

- Si por mí fuera le daban por culo a todo. 

- Pues a qué coño esperas -apoyó el codo en el respaldo de la silla. 

- Ya sabes a qué estoy esperando -se tocó el anular con el pulgar. 

- Sigue soñando. 


La cena transcurrió todo lo tranquila que podía ir tras varios mojitos. Las risas escandalosas y el tonteo cada vez menos disimulado las tenían en una nube disfrutona y desinhibida. Salieron del sitio y fueron caminando hasta el piso dando un paseo. Natalia quiso cogerle la mano pero la rubia no la dejó. 


- Este es el típico momento en el que te hacen unas fotos y las titulan 'Natalia Lacunza disfruta de la noche de la ciudad condal con una misteriosa rubia con la que se le vio mucha complicidad'. Y María mañana se presenta aquí y nos mata. 

- A la Mari le da igual eso -rió por su ocurrencia-. Es por ti, no quiero que te molesten. Al principio, con la novedad, es todo muy intenso y asfixiante, están por todas partes y andan detrás de todos tus movimientos. Luego se cansan y te dejan en paz. No quiero que pases por eso para nada si al final te cansas de mí. 

- O tú de mí -añadió. 

- Eso no va a pasar -negó con la cabeza mirando al suelo. 

- Ni lo mío tampoco -miraba su perfil. Y qué perfil. 

- Pues menos mal. Se me haría raro no estar... así contigo -la miró con timidez. 

- Eh, eh, para el carro con ese romanticismo abrumador, Lacunza -se burló. 

- Gasté todo lo que me quedaba con lo de la sala de los menesteres. Déjame recargar. 

- ¿Te has quedado a cero? 

- A cero no, pero lo estoy reservando para un momento mejor -puso cara de interesante. 

- No me imagino un momento mejor que este 'paseo en la madrugada cálida de Barcelona al lado de una preciosa rubia misteriosa'. 

- Algo se me ocurrirá. 




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- No sé ya cómo te tengo que decir que te quedes en la cama dándome amor hasta que me despierte -la regañó nada más entrar en la cocina. 

- Jope, Albi, ¡que tengo que hacer los bocatas!

- Ni bocatas ni bocatos -se cruzó de brazos-. Me has robado -dijo muy seria. 

- ¿El corazón? -intentó poner cara de inocencia. 

- No -dijo sin saber muy bien si mentía o no. Aunque sí lo sabía. Shh, a callar

- Seguro que cuando te diga lo que he preparado me perdonas -se puso frente a ella y le pasó las manos por la cintura. 

- ¿Por qué te crees que me he despertado? El olor a tortilla de patatas es dulce néctar de los dioses -aflojó el ceño fruncido. 

- Y sé que te gusta un montonazo -le pasó la lengua por los labios. 

- Un montonazo -musitó sin prestar demasiada atención, cegada por el tacto cálido de su morena. 

- Y también sé que te gustan los pelotazos -ronroneó en su boca, dándole pequeños besitos. 

- Mmmmm, pelotazos... 


Se estuvieron besando un buen rato, todo el que la cantante le había robado a la fisio en la cama. Cuando vio que si seguían no saldrían nunca del apartamento mandó a Alba a desayunar mientras terminaba de preparar una mochila con las cosas. Le puso crema, que con tantos grados de protección solar más bien parecía yeso, y le dio un beso muy erótico en el ascensor cuando se puso las gafas de sol. 

Bajaron al parking del edificio y cogieron la moto para llegar hasta la cala que Natalia le quería enseñar. Al final la chaqueta ha servido para algo, pensó Alba poniéndosela mientras dejaba que Natalia le abrochase el casco. 


- Mi hormiga atómica -le fue a dar un beso en los labios pero chocaron ambos cascos, y tuvo que girarse muy ridículamente para conseguir unirlos de manera desastrosa. 

- Qué cuadro de beso, Nat -se mofó la rubia, con la risa floja. 

- Beso de moteras, nena, pura sensualidad -le guiñó un ojo y se subió al vehículo. 


La virgen santísima y todos los santos del cielo, qué buena está con la chupa en la moto. La miró con cierta incredulidad. Cuando creía que Natalia no podía ser más sexy, toma, en toda la boca. Se sentó tras ella y se pegó a su cuerpo, entre temerosa y, por qué no decirlo, un poco cachonda. 


- Qué típico que te ponga una motera, Albi -dijo justo antes de girar la llave y encender aquella máquina imponente. 

- Déjame en paz -le dio un cabezazo casco contra casco-. Pero esta noche quiero que te la pongas. Solo la chaqueta -cuando escuchó a la morena resoplar se dio por satisfecha. Empatar la excitación era innegociable. 


Natalia aceleró y salió del garaje. Escuchaba la risa ruidosa de Alba en su espalda cada vez que daba un frenazo, adrede, por supuesto, en todos los semáforos. Esa risa era la música que te ponen cuando mueres y llegas al cielo, estaba segura. No dejaba de sonreír como una idiota mientras le señalaba las cosas interesantes que se iban encontrando por el camino. Dio un rodeo para hacerle una ruta por lo más importante, pero no tardó en salir de Barcelona para encaminarse a su cala favorita. Estaba poco concurrida y tenía cuarenta minutos de trayecto, pero no importaba: quería un día tranquilo de playa con su rubia. 

Cuando llegaron, Alba se había quedado un poco entumecida de la tensión y Natalia le dio un abrazo gigante que la levantó del suelo. 


- ¡Naaaaaat! 

- Así te estiras un poco, que te has quedado más canija de lo que eres -le sonrió al oído. 

- Voy a pasar por alto ese ataque tan gratuito porque me flipa verte tan emocionada por pasar un día en la playa. 

- Un día en la playa contigo, cuidao, que no es moco de pavo esto. 

- Me quieres matar de ternura, es eso, ¿verdad? 

- Te quiero sonriente todo el tiempo, y te pones muy mona cuando te las suelto así de frescas. 

- Vámonos a bañar antes de que te diga algo de lo que me pueda arrepentir -le dio un pico, se giró y comenzó a caminar hacia la arena. 

- ¡Dímelo, no seas cobarde! 


Alba se dio la vuelta, le sonrió tanto que tuvo que poner un brazo delante de sus ojos, y volvió a voltearse sin decir nada. Guau. Estaba embobada mirando su silueta caminar despreocupada. 

La zona que rodeaba la playa tenía mucha vegetación, perfecto para buscar sombra cuando se cansaran de tanto sol. Sacó del maletero de la moto las alfombrillas y una pequeña nevera mientras Alba elegía una zona a su gusto. Apenas había gente. 


- Ya veo que me hiciste caso con el bikini minúsculo -dijo con el labio entre los dientes, haciéndole un repaso que ni para un examen final. 

- Ya te dije que a veces soy muy obediente -sonrió de lado y Natalia casi se deshidrata allí mismo. La rubia daba saltitos mientras Natalia dejaba las cosas en el suelo. 

- Anda, tira a bañarte que pareces una niña de siete años. Luego la emocionada soy yo, tiene guasa. 

- Te espero dentro -dijo tras un chillido agudo y un beso rápido. Salió a toda prisa hacia el agua. 


Natalia terminó de colocar las cosas y empezó a desvestirse. Notó la mirada de la fisio y se dedicó un tiempo innecesario a sí misma y al goce visual que suponía verla ir quitando, prenda a prenda, la ropa de su cuerpo. Llevaba un bikini negro de un solo tirante. Antes de emprender el trayecto hacia el mar se subió las bragas y casi escuchó desde allí a su rubia tragar en seco. Allí la vio, mirándola con cara de peligro, con la cabellera rubia, empapada, sobresaliendo sobre el agua como la aleta de un tiburón. Cuidado con la Reche, que muerde

Entró poco a poco en el mar y Alba empezó a salivar. Ver su vientre contraerse por la sensación de frío contra su piel le estaba dando los calores de la muerte. Natalia Lacunza en bikini caminando hacia ella mientras tocaba el agua con los dedos intentando apartarla cual Moisés abriendo las aguas. La dualidad de su morena en estado puro: por un lado una diosa venida del Olimpo y por el otro una niña adorable. Pa mí enterita


- ¡Vamos, Nat, tú puedes! 

- ¡Como me salpiques te ahogo! 

- ¿Para qué das ideas? -empezó a carcajearse como una hiena de ver su cara de sufrimiento y casi traga agua de verdad. 

- ¡A la mierda! 


Y se zambulló. Salió del agua con el pelo hacia atrás y Alba casi deja que se la lleve la corriente. No es fácil seguir siendo guapa con el pelo mojado, la verdad, pero Lacunza lo conseguía. Fue nadando hacia ella y se la subió encima de los muslos, a horcajadas, para darle un abrazo. 


- Mmmmm, estás mojaita, rubia. 

- Chi. 

- Mojaita, mojaita... Qué bien se ve mojaita -le cantó labios contra labios con una voz grave y cargada de deseo. 

- Mojaita, mojaita... Qué bien se ve mojaita -respondió poniéndole el pelo tras la oreja y disfrutando de su cara despejada. 

- Tu eres mala se te nota en la carita... -puso las manos sobre su culo, apretando-. Ese booty es un paraíso como Bora Bora -y puso los ojos en blanco de placer

- Nat, no puedes hacerme esto en público -se le escurrían gotas por la piel de su cara limpia, que, contrastadas con el sol, hacían parecer que su cara brillaba, como la de un ángel. Los labios entreabiertos y húmedos, salados de mar, su pelo hacia atrás, como cuando lo llevaba engominado. Buah

- Si no se nos ve -introdujo sus dedos bajo la tela del bikini. 

- Natalia -dijo en un tono serio. 

- Eres una aguafiestas -puso un puchero. 

- Y tú tienes chorrocientos millones de seguidores. Si te graban follando en una playa me va a ver follando hasta mi madre, y no me apetece. 

- No me diviertes, Alba Reche -refunfuñó. 

- Ni tú a mí, Natalia Lacunza. ¿No se supone que eres súper rica y súper famosa? ¿Dónde está mi playa privada que yo la vea, a ver? 

- Qué materialista -le mordió el labio-. No me esperaba esto de ti. 

- Mmmmm -se dejó besar-. ¿Ves? Morrearme sí puedes. 

- Pero mira -volvió a mover sus dedos sobre la piel de sus nalgas, intentando convencerla-, si yo meto aquí un dedito, uno solo Albi -pidió con cara de no haber roto un plato. Un plato no sé, pero el ecosistema de mi coño seguro que sí-, y no se entera nadie. Tú pones esa carita tan preciosa en mi cuello y me gimes al oído. Joder -gruñó-, qué cachonda me estoy poniendo. 

- Me apeteces, Lacunza -susurró en su oreja, tal como le había dicho-, pero voy a dejarte para el final, como el jamón de los guisantes con jamón. 

- Eres mala se te nota en la carita -le reprochó. 

- Eres preciosa, Nat, y lo mío me está costando no bajarte la parte de arriba del bikini y comerte las tetas aquí mismo. 

- Cuando tengas vacaciones me avisas y nos vamos a una playa perdida del mundo. 

- ¿Solo para follarme en el mar? -dijo con una risa incrédula. 

- Solo para pasar tiempo contigo -la miró con su intensidad pasmosa y la besó-. Y follarte, claro. 


Natalia aguantó el golpe de la rubia en su hombro y se enzarzaron en una pelea acuática que ni las naumaquias. Rieron y tragaron agua como niñas, y se reconciliaron a base de besos y de caricias. 

Como un amor de verano, pero para mucho rato. 

Para mucho, mucho rato. 

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