A chance to be happy | n. h. |

By NephilimGirl

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Julia miró una vez más a aquel chico rubio y de ojos azules y de nuevo sintió que se derretía. Se sonrojó a m... More

Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49
Capítulo 50
Capítulo 51
Capítulo 52
Capítulo 53
Capítulo 54
Capítulo 55
Capítulo 56
Capítulo 57
Capítulo 58
Capítulo 59
Capítulo 60
Capítulo 61
Capítulo 62
Capítulo 63
Capítulo 65
Capítulo 66
Capítulo 67
Capítulo 68
Capítulo 69
Capítulo 70
Capítulo 71
Epílogo
¡SEGUNDA TEMPORADA!

Capítulo 64

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By NephilimGirl

                                       { Julia }

-Cierra todas las ventanas y puertas por la noche. Asegúrate de que no te dejas la cocina encendida. – Enumeró mi padre, dando vueltas por el salón, ordenando hasta lo que ya estaba perfectamente colocado.

-Ajam… - Dije, distraída. Me había repetido las mismas instrucciones desde que había bajado a desayunar e, incluso en aquel momento, cuando estaba a punto de irse, seguía repitiéndome lo mismo una y otra vez.

-Si llaman a la puerta, no abras. No esperamos a nadie. – Alineó un taco de papeles y lo dejó perfectamente ordenado sobre la mesa.

-¿Y si pido una pizza? – Inquirí.

-En ese caso sí… pero, exceptuando eso, no abras la puerta.

Suspiré y palmeé el hombro de mi padre.

-Tranquilo, papá, estaré bien. Tú solo preocúpate de pasarlo bien con Jenna y tus amigos.

Sin duda, aquel fin de semana cada día se me hacía más deseable. Por fin había terminado los exámenes, apenas quedaba una semana de clases y mi padre iba a estar todo el fin de semana en Brighton con sus amigos (entre los que estaba la madre de Will), así que tendría toda la casa para mí sola. Además, aquel día iba a ir al lago con Niall y, como estaría sola en casa, no tendría toque de queda. Hacía mucho tiempo que no me sentía así de feliz.

-Bueno… - Dijo mi padre, frunciendo los labios. – Si te sientes sola, puedes llamar a Will y Daisy para que se queden a dormir. – Sus ojos me miraron con suspicacia, y supe qué era lo que estaba pensando en realidad. Él me conocía a la perfección, y yo a él. Y sabía cuál era la verdadera razón por la que le preocupaba tanto el hecho de que me quedase sola en casa: Él sospechaba que Niall y yo volvíamos a tener una relación que iba más allá de la amistad.

-No me sentiré sola, General Pomposo Bigotes está conmigo. – Y, para demostrarlo, agarré a Bigotes, que estaba espatarrado en el sofá, y le acuné en mis brazos. – Nos las apañaremos bien los dos solos, ¿verdad, pequeño? – Como respuesta, Bigotes lanzó un zarpazo al aire; si había algo que mi gato odiaba era que le molestasen cuando estaba tumbado. Le acaricié la cabeza y, al instante, se relajó en mis brazos.

-Si te ocurre cualquier cosa, lo que sea, llámame y estaré aquí al instante.

-Síiii… - Dije, arrastrando la sílaba, como muestra de mi ya incipiente exasperación.

Mi padre agarró el asidero de la maleta y, antes de abrir la puerta, se giró para mirarme.

-Lo digo en serio. – Dijo, en un tono severo.

Suspiré y asentí levemente.

-Lo sé. Te prometo que te llamaré si me ocurre algo.

Tras echar un último vistazo a la casa y darme un largo abrazo, mi padre cerró la puerta y, al cabo de unos instantes, escuché cómo el ruido del motor del coche alejarse, hasta que volvió a reinar el silencio en el barrio y, por tanto, en la casa.

Esbocé una amplia sonrisa y, dando saltitos de alegría (estaba sola, no tenía que preocuparme de que mi padre me viese haciendo el ridículo) fui hasta mi habitación.

Comprobé la hora en el reloj de mi mesilla. Niall no vendría hasta dentro de unos treinta minutos, así que tenía tiempo de sobra para arreglarme y prepararme para aquel maravilloso día que me esperaba.

Puse mi CD favorito de Taylor Swift (Speak now) en el equipo de música y, cuando empezó a sonar la primera pista, Mine, abrí el armario cantando sin miedo a ser escuchada.

Escogí unos pantalones vaqueros cortos que siempre usaba cuando iba a la playa, una camiseta ancha de tirantes, bastante veraniega, de colores chillones y mis queridas Converse. Pero el problema era, sin duda, escoger un bikini con el que me sintiese contenta. Tampoco es que tuviese muchos bikinis (de hecho, solo tenía tres pares), pero no sabía cuál ponerme. Me probé cada uno de ellos una y otra vez, pero ninguno conseguía convencerme. Siempre encontraba alguna pega y, cuanto más me los probaba, más sensación tenía de que me quedaban fatal.

Una parte de mi cabeza me decía: “Vamos, Julia, no seas paranoica, ¿crees que a Niall le importará el bikini que lleves?”, pero otra me avisaba: “Este no le va a gustar, ¿has visto el culo que te hace? Además, ese otro hace que enseñes demasiada tripa y espalda, debería taparte más”. Finalmente, con un gemido de desesperación, y cuando apenas quedaban diez minutos para que Niall llegase, decidí escoger un bikini de rayas de colores amarillas, naranjas y rosas que, en vez de atarse con un enganche, tanto sujetador como braguitas se sujetaban haciendo un nudo. Rápidamente, me puse la ropa y me hice una coleta de caballo que dejaba bastante que desear. Guardé lo esencial en mi bolso y, justo cuando terminaba de revisar mi aspecto en el espejo, maldiciendo mi pelo por ser tan rebelde, recibí un mensaje de Niall, avisándome de que ya había llegado.

Respiré profundamente e intenté aplacar el enloquecido latido de mi corazón, sacudiendo los brazos para relajarme. Aquel nerviosismo que sentía no tenía nada de sentido, pero, sin saber por qué, me encontraba en uno de esos días en los que, sin razón aparente, tienes la sensación de que algo importante va a pasar en tu vida.

-¿Crees que esta vez podrás atravesar el bosque sin necesitar una bombona de oxígeno? – Inquirió Niall, con una sonrisa pícara, cerrando el maletero del coche.

-Ja, ja. Qué gracioso. – Repliqué, sacándole la lengua. – No es gracioso tener asma y ahogarse a la primera de cambio.

Niall cerró el coche y se guardó las llaves en el bolsillo. Haciendo crujir la suela de sus zapatillas al pisar la arena del camino, se acercó a mí y entrelazó su mano con la mía.

-¿Puedo hacerte una pregunta? – Inquirió, mientras comenzábamos a caminar.

-Claro.

Al internarnos en el bosque que daba al lago, la luz del sol fue mitigada por el dosel de ramas que se entrelazaban por encima de nosotros. El camino que seguíamos serpenteaba entre los tejos y los arces, entre los abetos y algún que otro pino. El piar de los pájaros fue desvaneciéndose a medida que nos adentrábamos más en aquel mosaico de vegetación extremadamente verde y fresca, dando lugar al sonido de nuestras pisadas al aplastar tiernas hojas y ramas empapadas. Debía de haber llovido hacía poco pues, aunque ya estábamos en verano y hacía buen tiempo, allí, en el norte, la temperatura descendía más que en Londres; la humedad era mucho mayor y, a pesar del frescor del ambiente, la ropa se me pegaba a la piel.

-Si eres asmática, ¿por qué juegas al fútbol? Quiero decir, debe ser bastante difícil, ¿no? – Inquirió, apartando una rama para que pudiésemos pasar.

-Hmmm… sí, la verdad, pero no me importa. Cuando tenemos que correr, me cuesta más que al resto, y a veces tengo que parar, pero merece la pena. Sin el fútbol me faltaría una parte de mí.

Unas gotas de agua cayeron desde el dosel de ramas que se alzaba por encima de nosotros, restos de la lluvia que había acaecido allí, probablemente, el día anterior. Un árbol caído recientemente – lo supe porque no estaba totalmente recubierto de musgo – descansaba sobre el mullido suelo verde, así que tuvimos que saltarlo para poder continuar con el camino, en todo momento tomándonos de la mano.

-¿Alguna vez viniste aquí con Emily? – Pregunté, antes de obligar a mi boca a permanecer callada.

Niall permaneció unos instantes en silencio, mirando al frente desde detrás de sus gafas de sol. Durante esos momentos, el único sonido que nos envolvía era el de nuestras pisadas y el de los distintos animalillos que correteaban por los alrededores. A pesar de todo, era un silencio bastante agradable.

-No, a ella no le gusta demasiado el bosque y la naturaleza. – Respondió finalmente, sin mirarme.

-Pues ella se lo ha perdido. – Dije, encogiéndome de hombros. – ¿Y a alguna de tus ex novias les gustaba las excursiones?

Ahora sí, Niall se giró hacia mí, pero sin dejar de caminar. Pasé por debajo de una rama baja y salté por encima de un tronco caído. De vez en cuando, pequeñas gotas de agua impactaban en mi cara, caídas de las hojas de los árboles.

-¿Por qué últimamente tienes tantas preguntas sobre las chicas con las que he salido? – Inquirió, con cierta prudencia, pero sin poder ocultar el nerviosismo que aquella pregunta le producía.

Me encogí de hombros y reí nerviosamente.

-No lo sé. Supongo que me preocupa el hecho de… ser muy poca cosa para ti. – Admití, mientras el rojo de mis mejillas destacaba en aquel laberinto de profundo color verde.

Lo cierto era que aquello llevaba demasiado tiempo rondando en mi mente, martilleando las esquinas de mi cerebro, luchando por abrirse un amplio camino en los pasillos que conformaban mis preocupaciones. Pero nunca me había atrevido a confesárselo a Niall… hasta ese momento.

Niall se detuvo repentinamente, con tanta brusquedad que tropecé con un pedrusco con musgo del camino; si él no hubiese estado aferrándome con fuerza de la mano, probablemente me habría caído.

Se subió las gafas de sol, para que pudiese ver bien sus ojos, y me puso las manos en los hombros, obligándome de esa forma a encararle directamente.

-Julia, ¿Cuándo te va a entrar en la cabeza lo especial que eres? – Inquirió, mirándome con intensidad. – Solo la décima parte de ti vale muchísimo más que el resto de chicas juntas.

Y entonces, se inclinó sobre mí y me dio un beso corto pero profundamente apasionado, como si no pudiese respirar y yo fuese el oxígeno que necesitaba. Con las manos temblándome, hice ademán de entrelazarlas en su nuca para prolongar el beso lo máximo posible, pero antes de que me diese tiempo a reaccionar, se separó de mí y me dio un dulce beso en la frente.

-Deberíamos llegar al lago antes de que se nos haga demasiado tarde. - Comentó, como si el beso de hacía unos instantes no hubiese existido.

Volvió a tomarme de la mano y continuamos atravesando el bosque, esta vez en silencio. Sin embargo, no era un silencio incómodo: a veces, cuando estábamos juntos no necesitábamos las palabras para poder estar cómodos. Simplemente la presencia del otro era suficiente.

Lo malo era que aquel silencio hacía que mis pensamientos e inquietudes se disparasen y comenzasen a atormentarme, primero una a una y después todas juntas, haciendo palpitar mi cabeza como si fuesen cuchillas ardiendo. Y últimamente, lo que solía rondar por mi mente la mayor parte del tiempo era aquel sobre de color crema. Justo el día anterior, cuando había vuelto a casa tras terminar mi último examen, había encontrado a mi padre rebuscando en mis cajones y, si no hubiese llegado a tiempo, probablemente habría encontrado la carta. Sabía que él sospechaba algo, pero yo aún no estaba preparada para hablarle de la carta, no hasta que no tomase una decisión definitiva. Así que finalmente había cambiado el sobre de lugar y lo había escondido en el fondo del armario, aunque no creía que mi padre tardase mucho en encontrarla; era cuestión de tiempo, y era justamente eso lo que no tenía.

Necesitaba actuar con rapidez, pero el problema era que aún no se lo había contado a Niall; él era la razón por la que aún mantenía ese secreto.

Entonces, sentí cómo la mano de Niall abandonaba la mía; sin darme cuenta, habíamos llegado al lago.

Aquel lugar seguía tan sereno y deslumbrante como las dos anteriores veces que había ido allí. El sol del atardecer se reflejaba en la superficie del lago, dando la sensación de que miles de diamantes flotaban en él, y la tupida hierba se mecía levemente con la suave brisa. Aquel era el lugar más sosegado e idílico que había visto nunca, y era únicamente mío y de Niall. Bueno, y de los chicos…

Niall se separó de mi lado y caminó unos pocos pasos, adentrándose más en el claro. Se detuvo bajo la sombra de un enorme ciprés, aquel junto al que nos habíamos sentado cuando nos habíamos conocido. Niall miraba el agua, cristalina y profunda, de espaldas a mí. Di unos pasos adelante, rompiendo la distancia que nos separaba, y le toqué el hombro.

-Es increíble lo apacible que es este sitio. – Dije, mientras la brisa me agitaba la coleta y revolvía en mi rostro los mechones que se me habían soltado.

Niall se volvió, y de un momento a otro me encontré dentro del círculo que formaban sus brazos a mi alrededor. La sorpresa hizo que me estremeciese de pies a cabeza. Me cubrió la espalda con las manos, acariciándome con ternura por encima de la fina camiseta. Sentí un escalofrío, miles de pensamientos e ideas pasando veloces por mi mente, como pájaros al echar el vuelo.

-Te quiero, pase lo que pase. – Dijo, mirándome directamente a los ojos, como si quisiese memorizar cada matiz de éstos.

Tragué saliva con fuerza.

-Y yo a ti. – Dije, mientras me rozaba la sien con los labios. – Aunque yo no sepa demostrarlo como tú.

Noté cómo se reía contra mi oído.

-Con cada beso, cada sonrisa, cada abrazo, me lo demuestras, Julia. – Dijo, antes de comenzar a recorrerme el mentón con los labios despacio, muy despacio.

Di un pequeño saltito cuando su boca encontró la mía, y noté cómo abría los labios para saborearme. Me dejé llevar por aquel profundo beso. Le rodeé el cuello con los brazos, abrí la boca y le mordisqueé con suavidad el labio inferior.

Aquello tuvo mucho más efecto del que había esperado. Me aferró las caderas y gimió sin apartar su boca de la mía. Un instante después se apartó, enrojecido, sus ojos brillantes.

-Vamos a bañarnos. – Dijo, apartándose más de mí para quitarse la camiseta. – Necesito… necesito agua helada.

Me sonrojé como si fuese un tomate cuando entendí a qué se refería. Carraspeé y aparté la mirada, inevitablemente azorada.

-¿Vas a bañarte con ropa? – Inquirió, en un tono pícaro.

Cuando volví a mirarle, vi que ya estaba únicamente con el bañador, y que su ropa y las gafas de sol estaban tiradas en la hierba, junto a él.

Volví a carraspear y dejé mi bolso en el suelo. Me desaté las Converse y las dejé en la hierba, junto al bolso.

-Claro que no. – Repliqué.

Admito que el hecho de que Niall me estuviese mirando fijamente mientras me quitaba la ropa me ponía terriblemente nerviosa; me hacía sentir… vulnerable. Pero me repetí una y otra vez que no había nada de lo que avergonzarse. Era solo un maldito biquini.

Me pasé la camiseta por la cabeza y se la tiré, sacándole la lengua. Él rió como si fuese un niño travieso y la dejó junto a toda su ropa.

-No me mires como si te estuviese haciendo un maldito strip-tease. – Dije, esbozando una sonrisa.

Niall alzó las manos, como excusándose.

-No te estoy mirando de esa forma. – Replicó con inocencia.

Le miré con suspicacia y me desabroché la cremallera de los pantalones. Haciendo movimientos exagerados con las caderas, me los quité, dejándolos caer al suelo. Niall estalló en carcajadas.

-¿Contento? – Dije, haciendo referencia a mi numerito de hacía unos instantes.

-Te he dicho que no te estaba mirando de esa forma. Pero si haces ese tipo de cosas…

Sonrió, y luego su mirada se desplazó de mi rostro al resto de mi cuerpo, al bikini de colores que destacaba contra mi paliducha piel. Sin embargo, no me sentí incómoda, pues no me estaba mirando de forma lasciva. Me miraba como si fuese algo asombroso y… hermoso.

Súbitamente, volvió a sonreír y apartó la mirada. Se giró y se encaminó hasta el lago, metiéndose en el agua hasta los hombros. Se volvió hacia mí y me hizo un gesto para que fuese hasta donde se encontraba.

-Está un poco fría, pero cuando te metes de golpe no da tanta impresión.

Inspiré y me llené los pulmones de aire. Al cabo de unos segundos, comencé a caminar hasta el viejo embarcadero, mis pies descalzos acariciando la hierba y, a continuación, la crepitante madera de la plataforma, que crujía con cada uno de mis pasos. Me froté los brazos y, a continuación, sin pensármelo dos veces, me tiré de cabeza. El agua helada me envolvió y sentí como si unos resistentes brazos congelados me aferrasen con fuerza, tirando de mí con vigor. Noté cómo el frío ascendía a mi cabeza y salí a la superficie, las gotitas de agua cayendo por mis mejillas como lágrimas. Suspiré con alivio e hice ondas con los brazos, moviéndolos levemente, viendo cómo el agua se arremolinaba a mi alrededor. El lago estaba tan cristalino que podía ver perfectamente el limpio y despejado fondo.

De repente, la salpicadura de gotitas me hizo levantar la mirada. Niall estaba a unos pasos, sacudiéndose el cabello.

-¿Un poco fría? – Inquirí, sarcásticamente. - ¡Está helada!

-No seas exagerada, tampoco está tan fría. – Replicó, con una dulce sonrisa curvando sus labios.

Me aferró del brazo y me acercó a él por el agua. Niall conseguía hacer pie, aunque yo no del todo, así que me agarré a sus hombros para después enroscar los brazos en su cuello, y le rodeé las caderas con las piernas. Cuando fui consciente de la cercanía de nuestros cuerpos, sentí una ardiente ola de calor nacer en mi estómago, para después extenderse por todas mis extremidades, terminando en la cabeza, combatiendo el frío del agua contra mi cuerpo. Era una sensación extraña, nueva y extremadamente placentera: la mezcla del frío helado del agua y el calor ardiente del interior de mi cuerpo.

-¿Cómo es posible que seas tan preciosa? – Inquirió Niall, acariciándome el rostro con las yemas de los dedos, arrastrando las gotitas de agua que caían de mi pelo y aterrizaban en mi cara.

Sus dedos me acariciaron los labios y un suspiro de placer se escapó de mi boca. Hundí los dedos en su empapado cabello y sonreí.

-¿Cómo es posible que seas tan mentiroso? – Repliqué, con una sonrisa traviesa.

-No miento, es la verdad.

Niall levantó el rostro para besarme en el momento en el que yo me inclinaba hacia él; nuestros labios chocaron de tal forma que sentí como una profunda inundación de placer por todo el cuerpo. Me subió las manos por el cuerpo, acariciando mi piel, mientras yo le rodeaba la nuca con las manos, hundiéndole los dedos en el pelo húmedo. Me sujetó fuertemente con ambos brazos, apretándome contra él, y un quejido salió de su boca, contra la mía.

-¿Crees que ha sido demasiado? – Inquirí, una vez nos hubimos separado, respirando entrecortadamente. Él supo al instante a lo que me refería.

-No, está… está bien. Podemos seguir, si quieres. – Dijo, azorado. Pocas veces le había visto tan… retraído como en ese momento. Casi era como si yo estuviese llevando el control de la situación.

-¿Estás bien? – Pregunté, parpadeando para apartar de los ojos las gotitas que me caían de la frente. A pesar de estar completamente quietos en el agua, no sentía nada de frío; es más, era como si tuviese fuego en las venas, un fuego que no llegaba a quemarme, pero lo suficientemente cálido como para hacer que me costase respirar y que la piel me ardiese.

-Sí, sí… es solo que… tengo miedo de que perdamos el control, ya sabes. – Intentó evitar mi mirada, pero no se lo permití. Agarré con una de mis manos su mandíbula y le obligué a mirarme.

-No lo perderemos. Siempre somos… muy cuidadosos. – No sabía si era aquel fuego que ardía mi interior o el hecho de que estuviésemos tan cerca el uno del otro, pero lo único que quería era besarle y sentir cómo nos fundíamos en caricias.

Me incliné para rozar suavemente sus labios con los míos. Quería que solo fuese una ligera caricia, una suave presión de nuestros labios, pero mi cuerpo actuó en contra de mi voluntad y le besé con más fiereza de la que en un principio había pretendido. Noté cómo exhalaba sorprendido y al instante volvíamos a besarnos casi con desesperación, de forma exquisitamente lenta, ardiente e intensa. Deslicé las manos por su cuerpo, dejando que se movieran libremente sobre las curvas de los brazos, por el pecho, recorriendo la columna vertebral e, incluso, para sorpresa de ambos, arañándole suavemente.

En ese momento me di cuenta de que había tomado totalmente todo el control del beso. Pero Niall se tensó y que volvía a tomar la iniciativa; me mordisqueó el labio inferior hasta que me estremecí de puro placer, respirando entrecortadamente, me acarició con la lengua la comisura de la boca, me besó en la mandíbula y me besó el punto del cuello donde él sabía que tenía la piel más sensible. Ahogué un jadeo y me pegué más a él.

-En momentos como este no me importaría nada perder el control. – Murmuró contra mi hombro, con una risita nerviosa.

Tragué saliva con fuerza. Tenía la mente embotada  e intoxicada por una nube de placer y excitación. La adrenalina corría rápida por mis venas, como el agua en una cascada, y mi cuerpo pedía más de aquellas nuevas sensaciones que aún estaba aprendiendo a experimentar.

Había estado tan eclipsada por todas aquellas nuevas sensaciones, intentando que mi cuerpo las recordara y las mantuviera como una reminiscencia, que, cuando Niall me hizo una aguadilla y me hundió en el agua, me pilló totalmente desprevenida.

Cuando salí a la superficie, boqueando como un pez fuera del agua, le descubrí riéndose a carcajada limpia. Fruncí los labios con fuerza y, antes de que le diese tiempo a reaccionar, hice justo lo que él había hecho conmigo hacía unos instantes. Le empujé por los hombros con una sonrisilla maliciosa y le hice hundirse en el agua. Sin embargo, a los pocos segundos noté cómo me agarraba del tobillo, obligándome a mí también a meterme por completo dentro del agua. Cuando estuve completamente sumergida y el agua en mis oídos eliminaba cualquier ruido del exterior, Niall me acercó a él, aferrándome por las caderas, y al instante nos estábamos besando, sin importarnos la falta de aire o que pudiésemos tragar agua. Siempre me había preguntado cómo sería besarse bajo el agua; había pensado que sería incómodo y… asfixiante. Pero el hecho era que tenía algo de mágico, como si, al estar dentro del agua, el tiempo se detuviese de golpe.

Si hubiese sido por mí, habría prolongado aquel beso eternamente, pero mis pulmones ardían en busca de oxígeno. Cuando nuestros labios se separaron, salí a la superficie y tomé una gran bocanada de aire por la boca, llenándome el pecho de un deseado y bienvenido aire.

-Deberíamos venir aquí más a menudo. – Dijo Niall, sacudiéndose el pelo.

No podía estar más de acuerdo con él.

Nos encontrábamos bajo la sombra del gran ciprés, acunados por la suave brisa que silbaba, tapados por la misma toalla y viendo cómo el sol del atardecer teñía el agua del lago de un color anaranjado. La superficie del lago seguía brillando; el agua ondeando y chocando contra el embarcadero. Era una de las imágenes más bellas que había visto nunca; habría dado cualquier cosa por tener en ese momento mi bloc de dibujo y mis lápices de colores para poder captar para siempre aquella idílica escena.

-¿No tienes la sensación de que solo aquí podemos ser nosotros mismos? – Inquirí, tapándome un poco más los hombros con la suave toalla.

-¿A qué te refieres? – Dijo Niall, mirándome de reojo con suspicacia.

-Siempre que nos vemos en Londres… tenemos que escondernos, pero aquí… - Me encogí de hombros. – No tenemos que preocuparnos de ser vistos, podemos hacer lo que queramos.

Niall suspiró y me cubrió la mano con la suya.

-Siento no poder… darte todo lo que te mereces. – Murmuró en voz tan baja que casi parecía que hablaba consigo mismo.

Me giré para poder encararle, sentándome de rodillas.

-¿Qué quieres decir? – Inquirí, confundida.

-Me refiero a lo de que no nos pueden ver juntos… Como tú has dicho, siempre tenemos que estar escondidos. No podemos salir juntos a la calle, y tenemos que mantener todo esto como un secreto. – Meneó la cabeza. – No es justo para ti.

-Niall, todo eso no me importa. – Dije, con cierta irritación patente en mi tono de voz. – Lo único que quiero es estar contigo, me da igual que tengamos que vernos en una cueva o en Groenlandia. – Le tomé de la mano y entrelacé nuestros dedos. Sus azulísimos ojos me miraban con toda la atención, como si yo fuese lo único que existiese en el mundo. – Me da igual la forma en que tengamos que vernos mientras podamos estar juntos. – Insistí.

Niall sonrió con una mezcla de tristeza y consuelo y me acarició el rostro suavemente, como si mi piel fuese de mármol pulido.

-No te merezco. – Murmuró, bajando la vista de mis ojos a mis labios.

-No digas tonterías. – Repliqué, frunciendo el ceño. – Todos merecemos ser amados profunda y completamente, ser aceptados en nuestra totalidad por esa persona que nos hace felices.

Niall esbozó una sonrisilla traviesa.

-¿Así que me amas profunda y completamente? – Inquirió, con cierta diversión en su tono.

-Por supuesto que sí. – Dije, totalmente seria. – Puede que no desde el primer momento, pero, durante todo el tiempo que llevamos juntos, con rupturas o no, he aprendido lo que es amar plenamente, con todo lo que uno tiene, y cada día que pasa te amo incluso un poco más que el anterior. Cada célula de mí lo hace. – Cuando me di cuenta de su mirada afectada, apreté los dientes y solté un silbido. – Eso ha sido demasiado empalagoso, ¿no?

Niall negó con la cabeza y se acercó a mí. Exhalé asombrada cuando, con suavidad, me obligó a tumbarme en la hierba. Se apoyó en un codo, a un costado de mí, acariciando mi mejilla.

-Es lo más bonito que me han dicho nunca, Julia. – Musitó.

Abrí la boca para responder, pero él ya estaba besándome. Aquel había sido, sin duda, el día de los besos, pero el de ese momento no me estaba dejando indiferente, ni mucho menos. Le había besado muchas veces, con besos suaves, intensos y desesperados, leves roces de labios que hablaban de amor o incluso de pasión, y besos que parecían duras horas y horas, y aquel beso no era distinto. Y siempre mi cuerpo, cada pedacito de mí, reaccionaba a cada beso como si fuesen miles de fuegos artificiales explotando en mi vientre, como un huracán que se tragaba mi respiración o una descarga que hacía enloquecer a mi corazón. Todo ello al mismo tiempo. Eran sensaciones increíblemente arrulladoras.

Ahogué un gemido en su boca cuando sus manos comenzaron a recorrer mi piel desnuda, cubierta únicamente por aquellos trozos de tela que componían el bikini. Era la primera vez, a pesar de todos los arrebatos de pasión que habíamos compartido desde que empezó nuestra relación, que me tocaba con plena libertad, sin nada de ropa que se interpusiese entre nosotros. Le obligué a inclinarse más hacia mí, pidiéndole, en murmullos contra su boca, que no parase. Sus dedos subieron por mi estómago e, inconscientemente, arqueé la espalda cuando me acarició el hueco entre los triángulos del sujetador del bikini. Hice separar nuestros labios con un chasquido y comencé a besarle el cuello lentamente, incitándole a que continuase con aquellas caricias. Entonces, tomé su mano y, sin pensármelo dos veces, siguiendo un impulso, la guié hasta el nudo de mi bikini que se ataba a la espalda.

-Julia… - Se quejó Niall, contra mi cuello. Sabía lo que estaba intentando decir: Si seguíamos por ese camino, iba a ser prácticamente imposible que pudiésemos parar.

Tragué saliva con fuerza, pero sentía como si tuviese una piedra atascada en la garganta. Como vi que él no parecía muy dispuesto a continuar, fui yo quien desató el nudo del sujetador. Si no hubiese estado tumbada, y si el nudo del cuello no hubiese estado atado, me habría quedado completamente expuesta.

-Julia, no… aquí no. No-no es el momento. Me cuesta pensar con claridad y… - Gimió Niall, probablemente intentando despejar un poco su mente, pero el hecho de tener su mano apoyada en mi espalda completamente desnuda parecía no ayudar a ello.

A pesar de todo, de la excitación y la pasión del momento, supe que tenía razón. Pero había algo dentro de mí que me impulsaba a continuar, a no parar. Ese algo murmuraba en mi oído: “Ha llegado el momento”.

-Entonces vamos a tu casa. – Murmuré, contra su cuello.

Niall se separó de golpe de mí, mirándome con una mezcla de profunda estupefacción y desconcierto.

-¿Qu-qué? ¿Ahora? – Inquirió. Asentí levemente. - ¿Estás segura?

-Sí. – Dije, con firmeza. – Estoy completamente segura.

Si tuviese que enumerar todas y cada una de las veces en las que me había faltado el aliento desde que había conocido a Niall, probablemente necesitaría un día entero para completar la lista. Pero lo de aquel momento era completamente distinto. No era aquella sensación que incluso podía resultar placentera, la sensación de no podías respirar con normalidad y de que el oxígeno no llegaba a tus pulmones. No se parecía en lo más mínimo a aquella sensación. En ese momento me sentía como si me estuviese ahogando, literalmente. Como si hubiesen enroscado una soga alrededor de mi cuello y lo estuviesen estrujando y rasgando mi piel, impidiendo a mis cuerdas vocales actuar con normalidad. No estaba mareada, estaba casi al borde del colapso. Necesitaba apoyarme en algo, cerrar los ojos con fuerza y suplicarle a mi cabeza que dejase de dar tantísimas vueltas.

Pero lo único que hice fue quedarme de pie, como si fuese una estatua.

Quiero esto. Quiero esto. Quiero esto.

Escuché el ruido del cerrojo de la puerta al cerrarse y mi corazón dio un vuelco. Estoy preparada. Esto son solo unos malditos y estúpidos nervios.

Niall me rozó el brazo y casi di un salto del susto. Debía tranquilizarme, pero no sabía cómo hacerlo. Iba a deshacerme en nervios de un momento a otro. Quería llorar por lo estúpida que estaba siendo. En el lago había sido todo tan fácil…

-¿Estás bien? – Inquirió, colocándose frente a mí.

Enfoqué la mirada en él y tragué saliva con fuerza, pero eso solo consiguió que mis ganas de vomitar aumentasen. Estúpidos nervios. Estúpida inseguridad. Estúpida yo.

-Sí.

Niall frunció el ceño.

-¿Qué pasa?

-Nada. Es solo que… ¿puedes… puedes abrazarme, por favor? Yo… lo tenía todo previsto, estaba completamente segura y emocionada, pero luego hemos entrado, me he quedado completamente bloqueada y… - Antes de que terminase de hablar, Niall ya me había envuelto en sus brazos, dándome aquel consuelo que no podía encontrar por mí misma.

-No pasa nada, Julia. Solo soy yo, no tienes nada de lo que asustarte. ¿Quieres que lo dejemos?

Negué con la cabeza contra su pecho, refugiándome en el alivio que me proporcionaban sus brazos.

-No, no. Es que le doy demasiadas vueltas a las cosas, ya lo sabes. Siempre que tengo que enfrentarme a algo… que se sale de mi zona de confort, me bloqueo y me empiezo a comer la cabeza. Siempre me pasa igual.

-Entonces piensa en lo mucho que te amo. No tengas pensamientos negativos ni le des vueltas. Solo déjate llevar.

Me besó con una infinita ternura y, cuando alcé el rostro y sonreí, la mayor parte de mis estúpidas inseguridades se desvanecieron como el humo en el aire.

Volvió a besarme, esta vez con más pasión y, lentamente, como si no quisiese sobresaltarme, bajó las manos hasta el dobladillo de mi camiseta. Me miró momentáneamente a los ojos, pidiendo aprobación, y, cuando asentí levemente, comenzó a subir la prenda por mi cuerpo. Alcé los brazos y le dejé hacer; un segundo después, la camiseta yacía en el suelo, a nuestros pies.

-¿Te sentirías más relajada si te confieso que yo también estoy muy nervioso? – Inquirió, acariciándome el costado con un ligero roce, como si estuviese pasando los dedos por la superficie del agua.

-¿Y por qué ibas a estarlo? – Mi voz salió como un murmullo ahogado.

-Este es uno de los momentos más importantes de tu vida y el hecho de tener yo tal responsabilidad sobre los hombros… no sé, quiero que sea único y muy especial para ti y, sobre todo, que no te arrepientas… - Fui a hablar, pero el alzó una mano para que le dejase continuar. – Quiero que estés relajada y tan cómoda como sea posible. Si en algún momento no te encuentras a gusto, quiero que me lo digas inmediatamente. ¿De acuerdo?

-Claro que sí. Pero estoy segura de que en ningún momento me sentiré a disgusto. – Y, antes de que Niall replicase, hice lo mismo que él había hecho con mi camiseta. Guié mis manos hasta el dobladillo de su camiseta y se la pasé por la cabeza, dejándola caer junto a la mía.

Por un momento me sentí cohibida por el hecho de que nos estuviésemos mirando mientras nos quitábamos la ropa; Niall pareció notarlo y, para ahorrarme nervios innecesarios, comenzó a besarme el cuello, comenzando por el punto donde se unía con la mandíbula, dejando lentos y húmedos besos que me iban a hacer perder la cabeza de un momento a otro, haciéndome soltar un sonido de placer. De repente, noté cómo sus dedos desabrochaban el botón de mis vaqueros y bajaban la cremallera, para dejarlos caer a mis pies. Sin agacharme, me quité las zapatillas. Me encontraba únicamente con el bikini puesto.

-¿Estás lista para que te lleve a la cama? – Inquirió Niall, acariciándome el rostro con una delicadeza que me encogió el corazón.

Con un pequeño saltito, y con su ayuda, me subí a horcajadas sobre él y, mientras le besaba repetidamente, ahogándome en cada beso, dejé que me llevase a la cama y que me tumbase con delicadeza sobre ella. Sentí el corazón palpitándome con furia contra los oídos, en las sienes, en mi pecho; como si quisiese salir de mi interior y estuviese aporreando con fiereza mi caja torácica. Niall se colocó sobre mí de una forma en la que no me aplastaba, pero con la que conseguía que nuestros cuerpos estuviesen en contacto en todos los sitios posibles.

-Estás temblando. ¿Estás segura de que quieres seguir? – Dijo, con cierta inseguridad latiente en su voz.

-Son temblores agradables.

Niall me miró expectante y decidí tomar un poco de control en la situación. Le recorrí el pecho con los dedos antes de besarle apasionadamente y después ferozmente, hasta arrancarle un gemido. Desabroché el botón de sus pantalones y le bajé la cremallera, dejándole a él que se los bajase y los tirase al suelo, dejándolos caer junto a sus zapatillas.

Le besé lenta e intensamente, chupándole el labio inferior, acariciándole por todas partes, sabiendo que podía tocarlo tanto como quisiera y de la forma en que me apeteciera.

Ahogué un grito cuando sentí cómo hacía ademán de deshacer el primer nudo de mi sujetador.

Le empujé suavemente por el pecho, para que me mirase. Estaba completamente despeinado, cada mechón apuntando en una dirección, y las mejillas sonrojadas.

-Niall, yo no… nunca antes he estado desnuda delante de nadie.

Niall me sonrió y se inclinó para besarme suavemente, apenas una caricia en mis labios.

-No tengas miedo, Julia. No tienes nada que esconder. Eres preciosa.

Tragué saliva con fuerza y me mordí el labio, hundiendo los dedos en su pelo.

-¿Miedo? Estoy aterrorizada. – Reí nerviosamente. – Niall, si… si hago algo mal, solo… dímelo. Yo no… no sé muy bien qué hacer, siento pánico y no quiero que… te decepcione o te arrepientas…

-Julia, para. – Me pidió, con una mezcla de exigencia y dulzura. – Tú solo relájate, ¿vale? No pienses en nada, deja la mente en blanco. Concéntrate en mí. Mírame, y apriétame la mano siempre que tengas miedo, ¿de acuerdo?

Asentí, pues sabía que lo mejor que podía hacer era no abrir mi bocaza y, tal y como me había dicho él, dejar la mente en blanco. Así que eso fue lo que hice.

Cuando Niall me metió las manos bajo el sujetador, ahogué un grito ante la sensación y después volví a asentir cuando él se detuvo con una mirada inquisitiva.

-Sigue. – Dije, sintiendo cómo la confianza volvía a mí poco a poco.

Niall hizo ademán de desatarme las cuerdas que ataban mi sujetador y, antes de hacer nada, volvió a mirarme a los ojos de esa forma que parecía que estaba taladrando mi interior, y dijo:

-Te quiero, Julia.

Un pequeño tirón en cada uno de los nudos y, finalmente, tenía el pecho completamente desnudo y expuesto. Sin embargo, no fue tan bochornoso como en un principio me había esperado. Sorprendentemente, no sentía la necesidad de taparme; tal vez fuese porque Niall no me miraba de una forma que me hacía sentir incómoda. Me miraba como si fuese una auténtica obra de arte, como si tuviese delante la escultura de una diosa griega. Nunca antes me había sentido tan apreciada y amada.

Sus labios se encontraron con los míos una vez más, esta vez con más avidez y ardor que las veces anteriores, a medida que el momento clave se iba acercando. Saboreando sus labios, la aturdida y excitante sensación de su lengua recorriendo cada centímetro de mi boca, llevándose hasta mi último aliento, sentí cómo me deslizaba las braguitas por los muslos y, unos instantes después, hizo lo propio con su ropa interior. En el mismo momento en el que ambos nos vimos despojados completamente de ropa y finalmente no hubo nada entre nosotros excepto piel, dejé de acariciarle, pensando que no había otro modo de estar más cerca de alguien que ése, que dar otro paso sería como abrirme el pecho y exponer mi corazón y mi alma. Estaba a punto de darle todo a la persona a la que más quería del mundo, y no tenía miedo de ello. Quería demostrarle de todas las formas posibles cuán grande y profundo era el amor que sentía por él.

Noté cómo se incorporaba y, reacia a dejar de sentir su cálida piel contra la mía, me senté a horcajadas sobre él. Niall pegó mi pecho al suyo y me abrazó, acariciando mi espalda desnuda de arriba abajo, mandando escalofríos por todo mi cuerpo, poniendo alerta todas y cada una de las células de mi cuerpo.

Entonces, comenzó a besarme, comenzando por las mejillas. Cada vez que iba depositando un beso en mi sensible piel, murmuraba: "Te amo", tal y como había hecho en mi casa hacía tan solo una semana.

Un beso en la mandíbula. "Te amo". Un beso en el punto bajo la oreja, donde él sabía que mi piel reaccionaba con más sensibilidad. "Te amo". Besos lentos y reverentes en el cuello. "Te amo". Un beso de adoración en el hombro. "Te amo". Ese fue el momento en el que escuché cómo abría el cajón de la mesilla de noche. Miré de reojo y el papel de aluminio destelló contra la luz de la luna. Los nervios se concentraron en mi estómago, ahuyentando a las mariposas. De repente, me puse extremadamente nerviosa. Estaba pasando. Estaba pasando de verdad.

Nial me hizo inclinarme y, de nuevo, volvía a estar tendida en la cama, con el cabello rojo esparcido a mi alrededor como lava de un volcán.   

Besó mi clavícula, el hueco entre mis pechos, mi vientre, mis muslos, haciéndome enloquecer cada vez más, hasta el punto de pedirle que lo hiciese ya, que lo necesitaba.

-Bésame. – Le pedí, y él lo hizo.

Me besó de mil formas distintas mientras llegaba el momento. Besos ardientes y enloquecedoramente lentos que fueron acelerándose al ritmo del latido de nuestros corazones, con el movimiento de nuestros cuerpos. Y yo me abandoné por completo a aquellos besos, concentrándome únicamente en la sensación de nuestros cuerpos unidos en todos los puntos posibles. A Niall le temblaban las manos, pero se movían rápidas y hábiles, caricias leves que me fueron enloqueciendo más y más hasta que tiré de él, urgiéndole a seguir adelante con aquel recurso de dedos, labios y manos.

Y, finalmente, incluso cuando llegó el momento y sentí la primera punzada de dolor, le pedí que siguiese.

Y nunca me he arrepentido de ello.  

____________________________________________________________

Hiiiiiiiiiiiiii.

Bueeeeeeeeno, pues por finnnnn ha habido sexo Jiall jajajajajajajaja ya iba siendo hora, ¿no? Los pobres no tenían su momento de gloria jajajajajajaja oc ya paro.

No os hacéis una idea de la de tiempo y esfuerzo que me ha costado escribir este capítulo. Tiempo, porque es larguísimo, y esfuerzo, porque me cuesta un montón escribir este tipo de cosas porque no me las tomo en serio (#MatureModeOn). Este es el capítulo de toooodo lo que llevamos de historia en el que más me esforzado, y en el que he intentado exprimir al máximo mis pocos conocimientos como escritora. Así que de verdad que me gustaría saber qué os ha parecido.... :)

Por favor, comentad y votad, pls, por lo menos para que sienta que todo el esfuerzo y tiempo que he dedicado a este capítulo ha merecido la pena... :')

Anyway, espero de corazón que os haya gustado el capítulo :'D Cada vez está más cerca el final... no sé exactamente cuántos capítulos quedan, pero son muy pocos, porque mi imaginación se está agotando y tampoco es plan de alargar la historia infinitamente...

Muchas gracias por seguir leyendo hasta el final, ilysm

-Alice. xx

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