Capítulo 64

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                                       { Julia }

-Cierra todas las ventanas y puertas por la noche. Asegúrate de que no te dejas la cocina encendida. – Enumeró mi padre, dando vueltas por el salón, ordenando hasta lo que ya estaba perfectamente colocado.

-Ajam… - Dije, distraída. Me había repetido las mismas instrucciones desde que había bajado a desayunar e, incluso en aquel momento, cuando estaba a punto de irse, seguía repitiéndome lo mismo una y otra vez.

-Si llaman a la puerta, no abras. No esperamos a nadie. – Alineó un taco de papeles y lo dejó perfectamente ordenado sobre la mesa.

-¿Y si pido una pizza? – Inquirí.

-En ese caso sí… pero, exceptuando eso, no abras la puerta.

Suspiré y palmeé el hombro de mi padre.

-Tranquilo, papá, estaré bien. Tú solo preocúpate de pasarlo bien con Jenna y tus amigos.

Sin duda, aquel fin de semana cada día se me hacía más deseable. Por fin había terminado los exámenes, apenas quedaba una semana de clases y mi padre iba a estar todo el fin de semana en Brighton con sus amigos (entre los que estaba la madre de Will), así que tendría toda la casa para mí sola. Además, aquel día iba a ir al lago con Niall y, como estaría sola en casa, no tendría toque de queda. Hacía mucho tiempo que no me sentía así de feliz.

-Bueno… - Dijo mi padre, frunciendo los labios. – Si te sientes sola, puedes llamar a Will y Daisy para que se queden a dormir. – Sus ojos me miraron con suspicacia, y supe qué era lo que estaba pensando en realidad. Él me conocía a la perfección, y yo a él. Y sabía cuál era la verdadera razón por la que le preocupaba tanto el hecho de que me quedase sola en casa: Él sospechaba que Niall y yo volvíamos a tener una relación que iba más allá de la amistad.

-No me sentiré sola, General Pomposo Bigotes está conmigo. – Y, para demostrarlo, agarré a Bigotes, que estaba espatarrado en el sofá, y le acuné en mis brazos. – Nos las apañaremos bien los dos solos, ¿verdad, pequeño? – Como respuesta, Bigotes lanzó un zarpazo al aire; si había algo que mi gato odiaba era que le molestasen cuando estaba tumbado. Le acaricié la cabeza y, al instante, se relajó en mis brazos.

-Si te ocurre cualquier cosa, lo que sea, llámame y estaré aquí al instante.

-Síiii… - Dije, arrastrando la sílaba, como muestra de mi ya incipiente exasperación.

Mi padre agarró el asidero de la maleta y, antes de abrir la puerta, se giró para mirarme.

-Lo digo en serio. – Dijo, en un tono severo.

Suspiré y asentí levemente.

-Lo sé. Te prometo que te llamaré si me ocurre algo.

Tras echar un último vistazo a la casa y darme un largo abrazo, mi padre cerró la puerta y, al cabo de unos instantes, escuché cómo el ruido del motor del coche alejarse, hasta que volvió a reinar el silencio en el barrio y, por tanto, en la casa.

Esbocé una amplia sonrisa y, dando saltitos de alegría (estaba sola, no tenía que preocuparme de que mi padre me viese haciendo el ridículo) fui hasta mi habitación.

Comprobé la hora en el reloj de mi mesilla. Niall no vendría hasta dentro de unos treinta minutos, así que tenía tiempo de sobra para arreglarme y prepararme para aquel maravilloso día que me esperaba.

Puse mi CD favorito de Taylor Swift (Speak now) en el equipo de música y, cuando empezó a sonar la primera pista, Mine, abrí el armario cantando sin miedo a ser escuchada.

A chance to be happy | n. h. |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora