La sala de los menesteres

By TomorrowJuana

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Alba Reche es propietaria de una prestigiosa clínica de fisioterapia en Madrid. Natalia Lacunza es una famos... More

Capítulo 1. Situémonos.
Capítulo 2. Anestesia y rosas.
Capítulo 3. Recalculando ruta.
Capítulo 4. Vibraciones.
Capítulo 5. Reglas.
Capítulo 6. Humedad.
Capítulo 7. La sala.
Capítulo 8. Al habla.
Capítulo 9. El juego.
Capítulo 10. Dos galaxias de distancia.
Capítulo 11. Pasteles.
Capítulo 12. Whatsapp.
Capítulo 13. Punto de contacto.
Capítulo 14. La oveja negra.
Capítulo 15. Tacto.
Capítulo 16. La cuerda.
Capítulo 17. Pavas.
Capítulo 18. Amable.
Capítulo 19. La barbacoa.
Capítulo 20. Aquí, madurando.
Capítulo 21. La apuesta.
Capítulo 22. La gasolina.
Capítulo 23. Notting Hill.
Capítulo 24. Platónico.
Capítulo 25. Callaita.
Capítulo 26. Caníbal.
Capítulo 27. Casa.
Capítulo 28. Funciona.
Capítulo 30. El alma mía.
Capítulo 31. Gilipollas.
Capítulo 32. Desaparecer.
Capítulo 33. Morrearse.
Capítulo 34. Ensayar.
Capítulo 35. El mar.
Capítulo 36. Igual un poco sí.
Capítulo 37. El furby diabólico.
Capítulo 38. Fisios y cantantas.
Capítulo 39. La noche se vuelve a encender.
Capítulo 40. Put a ring on it.
Capítulo 41. Obediente.
Capítulo 42. El pozo.
Capítulo 43. Palante.
Capítulo 44. Cariño.
Capítulo 45. Colores.
Capítulo 46. El concierto.
Capítulo 47. La sala de los menesteres.
Capítulo 48. Mojaita.
Capítulo 49. Mi chica.
Capítulo 50. El photocall.
Capítulo 51. Un plato de paella.
Capítulo 52. Trascendente.
Capítulo 53. Mi familia, mi factoría.
Capítulo 54. Elegirte siempre.
Capítulo 55. El experimento.
Capítulo 56. La chimenea.
Capítulo 57. El certificado Reche.
Capítulo 58. La última.
Capítulo 59. Ella no era así.
Capítulo 60. Volveré, siempre lo hago.
Capítulo 61. Puente aéreo.
Capítulo 62. Natalia calva.
Capítulo 63. Prioridades.
Capítulo 64. Una línea pintada en el suelo.
Capítulo 65. Mucha mierda.
Capítulo 66. Roma no se construyó en un día.
Capítulo 67. Como siempre, como ya casi nunca.
Capítulo 68. 1999.
Capítulo 69. El ruido.
Capítulo 70. Desatranques Jaén.
Capítulo 71. Insoportablemente irresistible, odiosamente genial.
Capítulo 72. El clavo ardiendo.
Capítulo 73. Miento cuando digo que te miento.
Capítulo 74. Los sueños, sueños son.
Capítulo 75. Un Lannister siempre paga sus apuestas.
Capítulo 76. El frío.
Capítulo 77. Voy a salir a buscarte.
Capítulo 78. La guinda.
Capítulo 79. El hilo.
Capítulo 80. Año sabático.
Capítulo 81. Incendios de nieve.
Capítulo 82. El taladro.
Capítulo 83. Nadie te ha tocado.
Capítulo 84. Baja voluntaria.
Capítulo 85. Polo.
Capítulo 86. Comentario inapropiado.
Capítulo 87. Cumpliendo las normas.
Capítulo 88. Puntos flacos.
Capítulo 89. Idealista.
Capítulo 90. Estoy enfadada.
Capítulo 91. Bombillas.
Capítulo 92. Amor bandido.
Capítulo 93. Galletas de mantequilla.
Capítulo 94. Un día chachi.
Capítulo 95. Click.
Capítulo 96. Doctora.
Capítulo 97. Plantas.
Capítulo 98. Como si estuviera enamorada de ti.
Capítulo 99. Un salto en el tiempo.
Capítulo 100. 24 horas después.
Capítulo 101. Una puta maravilla.
Capítulo 102. No dejo de mirarte.
Capítulo 103. Un temblor de tierra.
Capítulo 104. La chica de las galletas.
Capítulo 105. Maestra Pokémon.
Capítulo 106. La matanza de Texas.
Capítulo 107. ...antes la vida que el amor.
Capítulo 108. Adelantar por la derecha.
Capítulo 109. Lo circular nunca se termina.
Parte sin título 110. Poli bueno, poli malo.
Capítulo 111. La patita.
Capítulo 112. Una suscripción premium.
Capítulo 113. Yo por ti, tú por mí, nanana, nanana.
Capítulo 114. No te echo de menos.
Capítulo 115. Días, meses, años.
Capítulo 116. El collar.
Capítulo 117. Madera.

Capítulo 29. Poesía.

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By TomorrowJuana

Una ducha rápida y al lío. En esta ocasión Natalia se dejó el pelo suelto y ligeramente alborotado. Iban al bar donde pinchaba Pablo, no había que ir elegante, precisamente. Pantalón de cuero negro, un top del mismo color que dejaba su abdomen al aire y las converse. Hacía una temperatura cálida, pero agarró la chupa por si las moscas. Bien de negro en los ojos y en los labios. Su aspecto era salvaje y se dejó llevar por el outfit, arrastrando esa sensación hacia su personalidad. Se sentía en perfecta sintonía con el grupo con el que iban a salir, ya alejada de incomodidades y ataques de pánico. Eran colegas, podía dejarse ser. 

El único punto negro de la noche era la Reche menor, aunque pensándolo fríamente, si tenía una décima parte del encanto de la hermana podía estar absolutamente relajada. Aunque no lo estaba. Iba a conocer a la hermana de Alba, no supo muy bien por qué pero aquel acontecimiento se le antojó altamente relevante. Alejó ese pensamiento de su mente pues empezaban a sudarle las palmas de las manos, y salió de casa. 

Habían quedado en un restaurante cerca del bar donde irían de copas. Cuando llegó ya estaban todas allí. Mierda, tenía que haber venido en taxi. Echó un vistazo y pronto vio a la joven Reche. La virgen, qué genes. Tenía el pelo muy largo y rubio, los ojos azules y un cuerpo digno de museo. Era el prototipo de cualquiera. Me gustan más los ojos playa de su hermana. 


- Nat, esta es mi hermana, Marina. 

- Encantada, Macizacunza. 

- Igualmente, Marina -se ruborizó y se sentó en la única silla libre, a su lado. Genial


María aplaudió el apelativo con el que Marina le había llamado, y se temió que, a partir de ese momento, sería utilizado sin control. 

Miró a Alba por detrás de la espalda de Marina. Vaqueros ajustados, camisa con transparencias y un sujetador de encaje muy bonito. Es bonito. Es, es muy bonito, luego le pregunto dónde lo ha comprado porque es súperbonito, la verdad. Precioso, vaya. Se había recogido el pelo en un moñito adorable con el flequillo hacia un lado. Se había esmerado con el maquillaje en los ojos y casi se cae de la silla cuando conectaron sus miradas. 

Hostia puta. Ese fue un pensamiento que ambas compartieron. 


- ¿Tu hermana acaba de llamarme Macizacunza? -intentó ponerse seria pero la sonrisa que le salía mirando a la rubia se le escapaba por todos lados. 

- Tiene gracia, no lo niegues -Natalia entrecerró ligeramente los ojos: la sonrisa de Alba le estaba, realmente, deslumbrando. 

- Es ocurrente la mini Reche -aceptó. 

- Ojalá se me hubiera ocurrido a mí. 

- Qué guapa estás, Albi -le dijo lo más bajito que pudo, y notó en las mejillas el calor. 

- Tú también, Nat -de nuevo esa sonrisa y la morena no se supo callar. 

- Si me vas a sonreír así no sé si voy a necesitar unas gafas de sol o unas de soldar. 

- Cállate -se ruborizó la rubia. 

- ¿No decías que se me daba mal? -le guiñó un ojo y Alba le sacó el dedo de en medio. 


Qué buena manera de empezar la noche que haciendo sonrojar a la fisio. 

Marina no intervino, pero escuchó toda la conversación que tuvo lugar en su espalda. Vaya par de pencas, Jesús bendito, el tonteo que se traen. La verdad era que la cantante estaba para entrar a vivir, vaya cara y vaya cuerpo se gastaba, y no terminaba de entender por qué su hermana no babeaba más viendo lo entregada que tenía a la morena. El tono en el que le había dicho Qué guapa estás, Albi estaba impregnado de tanta adoración que incluso ella se había sentido derretir. 


- Bueno, aquí, delante de mi ensalada -susurró a su hermana. 

- Eres una cotilla de mierda. 

- Yo soy tú y le como toda la boca. 

- ¿Te puedes callar? -se había puesto como el magma volcánico y había alcanzado una temperatura similar-. Somos amigas. 

- Y yo soy géminis. Vaya estupidez. Qué tendrá que ver. 

- Marina, vale ya. Siempre estamos diciendo tonterías de esas. Es nuestro rollo. 

- ¿Tontear es vuestro rollo? Entonces me callo -se rió y cerró sus labios con una cremallera. 


¿Tonteaba con Natalia? Bueno, siempre habían tenido ese jueguito, y era cierto que últimamente no se limitaba a los dobles sentidos y el tanteo de siempre. A ella le gustaba nadar en aquellas aguas nuevas, sino tan cristalinas sí más refrescantes, y notaba que a la morena tampoco le disgustaba. Con que ellas lo entendieran le daba exactamente igual que lo hicieran los demás. Era lo suyo. Ese flirteo de mentira hacía más interesante y emocionante el placer de hablar con ella, le revolucionaba el corazón, un poco vago últimamente, y le subía el autoestima. Un cumplido de Natalia Lacunza estaba a otro nivel. 


- Bueno, Natalia, ¿qué tal se porta mi hermana contigo? 

- Menos cuando me revienta el brazo, muy bien. Es un encanto. 


Se me ocurre otra manera en la que te podría reventar, Lacunza. 


- Según tengo entendido tú también lo eres. 

- ¿Ah, sí? ¿Qué te han contado de mí? -sonrió Natalia más tranquila. Lo cierto era que las Reche se la ganaban con absurda facilidad. Malditas rubias irresistibles

- Si te lo cuento tendré que matarte -se encogió de hombros. 

- ¿Moriría feliz?

- En una jodida nube, Lacunza. 


Vaya, la niña también sabe jugar. Sonrió en grande por todo lo que Marina no le había dicho. Se obligó a fruncir los labios para deshacer la sonrisa más grande del local, pues la Mari le miraba inquisitivamente. A lo mejor, un día, Alba le decía todo lo que su hermana callaba. Sería, desde luego, un día para guardar en una cajita, meterla bajo la almohada, abrirla todas las noches y mirarla hasta caer dormida. 

Estuvo hablando con Marina un buen rato sobre trivialidades tales como el trabajo y la vida en la ciudad. La cantante se quedaba absorta en la cara de la chica, encontrando en ella gestos y expresiones similares a las de su fisio. Por ejemplo, se le iluminaban los ojos cuando contaba algo que le apasionaba, se sonrojaba como una tonta cuando creía que se estaba haciendo un lío y se reía estúpidamente antes de contar las cosas que le hacían gracia. Le cayó bien al instante, pues no podía más que dejarse embaucar por alguien que le recordaba a su rubia. 

Mi rubia. 

Uf, relaja, Lacunza. 


- Albiiii, tu hermana se está riendo de mí porque no sé lo que significa cringe -dijo poniendo un puchero.

- Déjala Marina, que está empezando en el maravilloso mundo de las redes sociales. 

- Dame tiempo, mini Reche, aprendo rápido -dijo con una sonrisa mirando a Alba. 

- ¿No me digas? -contestó Marina dudando de si apartarse del fuego cruzado o quedarse a mirar. Se decidió por lo segundo. 

- Puede parecer que soy un bebé enanísimo, pero yo diría que tengo empuje -alternaba la mirada entre las dos rubias esperando que la mayor cogiera el relevo. 

- Hay una expresión que me gusta mucho, escucha, Lacunza: mucho lirili y poco lerele. Apúntala en tu lista -y le guiñó un ojo. La mejor pistolera del oeste sí eres, Albi. 

- A mí me gusta esta, atenta: el valiente ha sido valiente hasta que el cobarde ha querido. 


Marina era consciente de que subyacía una conversación subterránea a la que estaban teniendo en la superficie, y aunque no tenía ni idea de qué podría ser notaba una cierta tensión eléctrica flotando en el ambiente. 


- ¿Sabéis cuál me gusta a mí? Dame pan y dime tonto -atajó la más joven-. ¿Pedimos cena? 


Las dos empezaron a reír e hicieron un alto el fuego, una tregua. Parecía que últimamente estaba de moda entre ellas picarse con ese tipo de cosas. Pero era cosa de poco, más bien una tontuna de perros ladradores poco mordedores. 

Alba se quedó con la frase de Natalia y sintió frío. Era la pura verdad: ella se venía siempre arriba porque era sabedora de la pasividad y timidez de la morena, pero si un día esta le lanzara un órdago estaba segura de que agacharía las orejas y el bebé enanísimo sería ella. No se veía con fuerzas de aguantarle un reto así a Natalia Lacunza cuando se ponía el traje de femme fatale. Esa sí que estaba fuera de su liga. 

Las tres se incluyeron en la conversación global para decidir la cena y Marina aprovechó para ir al lavabo. 


- ¿Qué tal con mi hermana? Puede ser muy pesada, espero que no te haya incomodado -preguntó Alba con preocupación. 

- Qué va, para nada, es un encanto. Las Reche vais directas a mi corazón. 

- ¿En serio? -ella, coqueta. 

- No te hagas la sorprendida, Albi, no te hagas esto, respétate a ti y respétame a mí, haznos el favor. 

- Eres gilipollas. Déjame disfrutar -hizo un puchero con el labio y Natalia se lo quiso morder. Ups

- Rubia, tengo línea directa con las Reche, estoy impaciente por conocer a tu madre. Es imposible que haya una que no me encante. 

- ¿Todas por igual? -aprovechando la sinceridad de la morena quiso ir un poco más allá. 

- Ni de lejos -le sonrió achinando los ojos-. Eres una posesiva, Reche. 

- He dicho que me dejes disfrutar. Para una vez que me dices cosas bonitas... 

- ¡Pero serás falsa! Si siempre te estoy diciendo un montón de cosas... 

- Pero no así -el tono de niña pequeña podía con Natalia, y estaba segura de que le daría cualquier cosa que le pidiera cuando se ponía tan adorable. 

- Me has pillado generosa, ¿qué quieres saber? 

- Hostia... Espera, déjame pensar... -se puso una mano en la barbilla-. ¿Lo que sea? 

- Lo que sea. Piénsalo bien. La oferta expira esta noche. 

- Cabrona. 

- No me insultes -advirtió profundizando aún más su mirada. 

- ¿De verdad te pone? 

- ¿Esa es tu pregunta? -elevó una ceja, triunfal. Sabía que se moría por saberlo pero no querría desperdiciar su pregunta con esa tontería. 

- ¡NO! 


Natalia soltó una de sus genuinas carcajadas y se apartó, pues ya estaba Marina de vuelta. Se le había clavado en algún lugar del omoplato aquello del mucho lirili y poco lerele, por lo que había tomado la determinación de ser un poco más atrevida que de costumbre aquella noche. No quería que Alba pensara que era una seta sin personalidad. Realmente era más bien todo lo contrario, pero aquella desviación de su carácter le había hecho ser más bien introspectiva y vergonzosa. No pensaba darle una ventaja como esa a la rubia o no volvería a ganar un intercambio con ella jamás. 

Cenaron y contaron anécdotas de ambos grupos, con alguna intervención magistral de Marina avergonzando a su hermana con historias de cuando eran pequeñas. Natalia no podía parar de reír pues, aunque María y Marta, que se estaban haciendo inseparables, llevaban la voz cantante, todas ellas ponían su granito de arena para reírse hasta de sus sombras. 

Miraba aquel grupo heterogéneo y se sintió en casa, incluso tenía un huequito en su pecho para la rubia alborotadora que estaba sentada a su lado y que se había ganado a sus amigas con un chasqueo de sus dedos. María y África no dejaban de reír escuchándola. Podría acostumbrarse a quedadas semanales con ese grupo de personajas que le revolvían la risa remota que había permanecido escondida los últimos años. 

Alargaron la cena y se tomaron la primera copa allí, para no ser las primeras en llegar. 


- Natalia es, de lejos, la persona más tonta que he tenido la desgracia de conocer -dijo Afri para gusto de todas las de la mesa. 

- Pero bueno, me habré metido yo contigo -se rió la morena. 

- Bueno, tengo un ejemplo que es la hostia. Acabábamos de conocernos nosotras tres -empezó María-, y como estaba así un poco de bajón le compramos en plan sorpresa unas entradas para ver a Billie Eilish, que es su ídola máxima. 

- Y crush -añadió Natalia. 

- Y crush. Le dijimos que íbamos a ver una exhibición de Dj's en el palacio de los deportes para que no se lo esperara. Íbamos para allá en un taxi, empieza a sonar una canción de Billie y corriendo cambié de emisora para que no nos pillara por si el locutor decía que esa noche había concierto suyo en el Wizink. 

- Yo creo que si la hubieras dejado ni así se hubiera enterado -apoyó Afri con la risa floja. 

- Sois un par de zorras, coño, eso no se cuenta, que tengo una reputación -se avergonzó. 

- Que se joda, que bien que se descojonó con lo de la barbacoa -dijo Alba. 

- Lo sabemos, rubia, nosotras también nos descojonamos cuando nos lo contó -aportó María con una sonrisa maléfica. 

- ¡Serás cabrona! -acusó Alba a Natalia. 

- Cállate, que esto te lo va a recompensar -dijo la cantante con las orejas como tomates. 

- El caso es que llegamos allí. Imaginaos el percal: lleno de chavalas con camisetas de Billie, con su nombre pintado en la cara, PANCARTAS. Nos quedamos mirando a Natalia esperando que lo pillara, ella nos mira con el ceño fruncido y se enciende un piti. SE ENCIENDE UN PITI ALLÍ, COMO QUIEN OYE LLOVER. 

- Bueno, podría ser que uno de los Dj's fueran del equipo de Billie, tía, yo qué sé. Es que ni se me pasaba por la cabeza, confiaba en vosotras -refunfuñó. 

- No... -Marta tenía la boca formando una O perfecta, mirando alternativamente a María y Natalia esperando que alguna le dijera que aquello no era real. 

- Sí, amiga, sí. Puestos de merchandising y to la pesca y esta penca nos miraba, y nosotras la mirábamos así -puso cara de ilusión juntando las manos-, esperando que lo pillara, y nada. ¡NADA! Afri y yo no dábamos crédito. 

- No me creo que una persona pueda ser tan lerda -aportó Julia, que negaba con la cabeza. 

- Tías, que entramos al jodido Wizink Center con la cara de Billie por todas las putas partes y ella tan pichi que si pedimos unos minis. 

- ¡QUE PENSABA QUE ERA UN CONCIERTO FUTURO Y QUE LO ESTABAN ANUNCIANDO, JODER! -intentó defenderse la cantante. 

- Mis huevos, Natalia, que eres más tonta que escupir pa' arriba -todas soltaron una carcajada de esas que se miden en campos de fútbol. 

- Empieza el concierto, sale Billie y bueno, igual que te digo una cosa te digo la otra, la cara de ilusión que puso igual que si fuera una niña pequeña pidiéndole regalos a Papa Noel, es que eso no hay dinero que lo pague. 

- La sorpresa fue, evidentemente, TOTAL -dijo Afri riendo.

- Es tontísima, pero la persona más mona del mundo también es. Se me puso a llorar a mares -María arrugó la cara y todas hicieron 'Ooohhh'-, abrazándonos como si le fuera la vida en ello y yo me la quería comer. Mereció la pena. 

- Mi historia no mola. Nadie se ríe porque enseguida os dais cuenta de que soy PUTO ADORABLE, JA. No sé por qué la seguís contando si no tiene el efecto esperado -se sonrió con superioridad y se levantó de su silla. 


Todas la imitaron para ir hacia el bar del amigo de Pablo y Alba se fue corriendo a engancharse al cuello de Natalia desde su espalda mientras las demás se encaminaban hacia la puerta. 


- Si lo que se pretende es que la gente te quiera comer a besos sí, tiene el efecto esperado -le dijo al oído mientras le daba un beso gigante en la base del cuello. Natalia abrazó sus brazos y giró la cara hacia ella. 

- Con que tenga ese efecto en ti, me vale. 

- A veces me resulta insoportable lo mona que eres, Lacunza, te lo digo de verdad, creo que te podría espachurrar así -apretó el agarre en torno a su cuello y le dio muchos besos más- hasta cansarme, que sería nunca. 

- Por mí perfecto. Espachúrrame, Alba -susurró. 


Y ya está, con la frase más antierótica a este lado de la galaxia había conseguido la morena poner el corazón de la rubia a galopar. Qué barbaridad. 

Salieron del restaurante y caminaron un par de calles hasta el bar. Natalia escapó de Alba, que le había puesto el corazón a mil por hora con aquellas últimas frases. Aún tenía la piel de gallina. No huyó de ella porque no le gustara la proximidad de su aliento contra su cuello y el calor de su pecho contra su espalda, huyó porque le gustaba demasiado y el hecho de haberse propuesto ser más descarada no significaba que fuera a perder por completo de vista su personalidad. Natalia Lacunza se asustaba de sus ganas incontrolables, y eso no lo podía cambiar por mucho coraje que le echara. 

Durante el camino estuvo hablando con Sabela sobre los ensayos de la fiesta de fin de curso. Habían acordado que ella no cantaría para no eclipsar lo verdaderamente importante, pero se encargaría de todo el tema del montaje del escenario, instrumentos y altavoces varios, y de que el grupo tocara las canciones que había elegido la gallega. Estaba muy ilusionada con esto y, sobre todo, con acompañar a la banda la próxima semana en los ensayos. Temió, en un principio, que no les gustara la idea de hacer de orquesta de pueblo, pero en cuanto les dijo de qué se trataba no hubo ni un gesto negativo. Se rodeaba de buena gente y eso le inflamaba el corazón. Todos estaban con el mono de escenario y hacerlo, además, por una buena causa, les encantó. 

Nada más entrar María les indicó dónde estaba Pablo y, en cuanto se vieron, se comieron la boca como perros hambrientos. Alba y Natalia se miraron con cara de asco y se empezaron a carcajear. 


- Menos caritas que lo que pasa es que sois unas envidiosas. 

- Pues igual un poco sí -contestó Natalia, y ahora fueron las dos rubias las que se miraron sorprendidas y se echaron a reír. 


Pablo fue presentado a la concurrencia y compartieron con él la primera copa y una ronda de chupitos, cortesía de la casa. La música follonera y mamarracha era una maravilla y pronto empezaron a bailar. Julia, mucho más relajada con la presencia de la cantante, se fue a buscarla para hacer aquello del twerking que tanto le gustaba, y Natalia, enfundada en aquellos maravillosos pantalones de cuero, dio un recital. Alba, a una distancia prudencial, hablaba con su hermana con monosílabos aleatorios para fingir que la escuchaba pero en realidad prendada con la imagen turbadora de Natalia moviéndose como si quisiera atentar contra su salud mental. Terrorista


- Tierra llamando a Alba -dijo Marina chasqueando los dedos frente a su cara. 

- Sí, Mini, mamá es que es un agobio. 

- No me estás escuchando, te estaba hablando de una crema del Mercadona. 

- Perdona. Es que mira -dijo cogiéndole la barbilla con la mano y dirigiendo su mirada al centro de la pista, donde Natalia hacía unos movimientos sísmicos que le rebotaban en la entrepierna. 

- Hago yo eso y me rompo la cadera. ¿Te la imaginas foll...? 

- ¡NO! -cortó Alba-. No me la imagino. 

- ¿De verdad? Porque yo sí. Creo que quien folle con ella termina en urgencias por exceso de cachondez, Alba. Información, no opinión. 

- Deja de decir eso, Marina, por favor te lo pido, no tengo esa imagen de ella en mi cabeza y no me viene nada bien ahora mismo que me la metas. 

- Emmm... 

- ¡La imagen! Estoy muy tranquilita con mi cosa platónica, no lo conviertas en algo físico y real porque mírala -ambas se quedaron absortas en su belleza-, me puede dar algo. No hay necesidad tampoco. 

- Tranquila, si yo no te meto nada, esa imagen se te va a colar solita tarde o temprano. 

- O no. 

- Hermana, huye de las tentaciones, despacio, para que puedan alcanzarte. 

- SI fuera una chavala cualquiera en un bar pues bueno, pero es mi paciente, quiero que sea mi amiga y joder, es Natalia Lacunza. Voy a huir como si me persiguiera el demonio soltando espumarajos por la boca. 

- Yo también lo intentaría, pero no sé si podría resistirme a todo esto -volvieron a mirar a la cantante, que ahora estaba agachándose hasta el suelo y subiendo arqueando la espalda con el pelo en la cara. 

- No me encuentro bien -puso voz trémula. 

- Suerte, hermanita, porque la vas a necesitar. 


Alba cabeceó y se alejó de aquellos pensamientos. Natalia bailando era una cosa puntual. ¿Le ponía? Más caliente que el cerrojo del infierno. ¿Era preocupante? En absoluto, porque la veía muy poco en esa tesitura. 

Luego tenía a su otra Nat, la de todos los días, su adorable morena, a quien daban ganas de morderle los mofletes y con la cual no sentía casi nunca esa tensión sexual que aparecía cuando la veía tan salvaje. Casi nunca. 

Dos Natalias y las dos le encantaban. La única manera de unirlas sería en la cama... No quería ni pensarlo. 

Realmente alejaba a patadas esa imagen erótica de la chica, que repiqueteaba muy de vez en cuando en su conciencia. Con ignorarla era suficiente, no le había invadido con toda la artillería pesada. Era innecesario dejarse alcanzar por esa tentación, como decía su hermana, pues de nada servía calentar lo que nadie se iba a comer. No quería apagar lo que tenía con ella por un incendio fortuito entre las piernas, en la balanza le pesaba más la Natalia cotidiana que la que le hacía sudar espalda abajo. 

Si dejaba que esa imagen penetrara en su cerebro podía darse por jodida, pues Natalia era una mujer difícil de tener e imposible de olvidar. Tenía todas las de perder. Ella se iría con su guitarra al mundo y ella se quedaría rodeada de su cara en todas partes. Anda, mira, como en Notting Hill. 

No le compensaba dejarse nublar el juicio por una parte mínima de ella que, siendo honesta, era la que menos le interesaba. 

Pero es que. 

Dejó de mirarla y se zambulló en la pista. 

No tardaron mucho en encontrarse en la maraña de cuerpos de sus amigas, como arrastradas por una gravedad insoportable. Si lo hubiéramos visto desde fuera podríamos haber comprobado cómo ambos planetas orbitaban uno en torno al otro en una elipse gigante, sin tocarse, sin saberse próximas. Podríamos haber apreciado cómo sus cuerpos se buscaban sin querer hasta la colisión brutal de aquellos colosos siderales. Se hallaron allí, en medio de todos y de nadie, sin buscarse, y el haz de luz que provocó aquel choque pronto fue absorbido por el agujero negro de las ganas. 

Bailaron, rieron, hicieron el tonto y se separaron para volverse a buscar. Bailaban con sus amigas pero se miraban a escondidas, sabiendo cada una que la otra se alejaba por un tema contractual, pues no era por gusto sino por obligación social que no se dedicaban todo el tiempo en exclusiva. Era un fastidio, pero era lo que tocaba: solo en aquellas ocasiones se les difuminaban las barreras y se atrevían a más, con el contrapunto de tener que repartirse entre el resto de sus acompañantes. No había perfección en aquello, y casi mejor, porque de haber estado solas quién sabe qué podría haber pasado. Natalia se imaginaba toda la noche bailando con la rubia sin descanso y prefería dejar de imaginar. No había cuerpo que lo aguantara. 


- Madre mía, Lacunza, cómo te mueves. Qué asco das, ¿haces algo mal? -dijo Marina dejándose llevar por las caderas de la morena. 

- Sí, se me da fatal aparcar en batería. 

- Eres tontísima -se rió Marina. 

- Mira, eso mismo me dice tu hermana cada dieciocho segundos. 

- ¿Puedes aguantar dieciocho segundos sin hablar de ella? 

- No es fácil, es como cuando te lees un libro cojonudo o ves una serie buenísima: no puedes dejar de hablar de ello -se le notaban a la cantante el par de chupitos que llevaba. 

- Yo te entiendo, Lacunza. Es mi hermana. 

- Ya me iba tocando algo de suerte, Marina. 

- ¿Mi hermana es suerte? 

- Y una muy grande. 


Ay, mi madre, que no es que se quieran follar, que es que están encoñadas. 


- ¿Y tú dirías que mi hermana ha tenido suerte contigo? 

- No puedo responderte a eso -puso una cara de ilusión que no le pegaba nada, con los ojos muy abiertos, como si tuviera diez años menos de repente-. ¡Corre, ve a preguntarle y me dices! 

- JAJAJAJAJAJAJAJA dicen que eres tonta, pero eres más lista que los ratones coloraos. 

- Por probar...-se encogió de hombros con cara de pena. Chantajista

- Pregúntaselo tú. 

- JAJAJAJAJAJAJAJA que me meo, Marina, cómo se nota que no me conoces -se limpió los ojos con cuidado de no estropear el maquillaje y se puso algo más seria-. Además, hay cosas que es mejor no saber. 

- ¿Por qué? 

- Porque a lo mejor no nos gusta la respuesta. 


Marina se quedó pensativa y entonces comprendió muchas cosas. Tanto de lo que le había dicho su hermana como lo que le estaba diciendo Lacunza. Mejor no saber que recibir una respuesta dolorosa era otra forma, quizá más sofisticada, de cobardía. Nunca pensó que ese sería un problema para su hermana. De Lacunza no podía hablar, pues la acababa de conocer, pero ya veía que también lo era. 

Abrazó fuertemente a Natalia, comprensiva como era por todo lo que Alba le había contado sobre ella y su carácter. No podía reprocharle ese miedo. Y aunque con su hermana le gustaría tener unas palabras pensó que era un caso muy particular, que Natalia era especial para ella desde hacía muchos años y que quizá se mereciera el beneficio de la duda. 

Déjalas, no se le pueden poner diques al mar. 

Pasó Alba por su lado y las miró desconcertada. Natalia se soltó del abrazo, dio un beso en la mejilla de la joven Reche y se agarró a la mano de la Reche mayor, que sonrió en grande. 

Llegaron a la pista y la morena, que iba detrás, se quedó allí. Posó las manos en las caderas de la rubia y acompasó sus movimientos a los de ella. Notó su culo peligroso contra su pelvis y tragó en seco. Se movieron durante un rato al ritmo de la música, Alba con los brazos en alto y Natalia con una mano fija con pegamento a la chica y la otra al aire. Deslizó el brazo que tenía apoyado en ella hacia la parte delantera y extendió toda la palma sobre el abdomen de la rubia, estrechándola un poco más contra su cuerpo. Alba, ya de vuelta de todo, dejó caer una mano hacia atrás para acariciar la nuca de la cantante, que aprovechó la inercia del toque para apoyar la barbilla en su hombro. Dejó un beso casi invisible en su cuello y, al notar el estremecimiento de la fisio rió por la nariz, acariciando con ese golpe de aire, de nuevo, su piel. Dio un pequeño mordisco y fue a separarse, pero la mano de Alba se lo impidió. 


- Eres una hija de puta -dijo girando la cara para mirarla. 

- Que no me insultes. 

- ¿De verdad te pone tanto? -el tono que utilizó era para mayores de edad, una mezcla entre un gruñido ronco y una exhalación. 

- ¿Esa es tu pregunta? 

- A la mierda, sí -dijo sin soltar el agarre en su pelo. 

- Alba, que me insulten me pone los pezones como el timbre de un castillo. 


Se quedaron mirando durante una fracción de segundo y, a la vez, soltaron una carcajada cósmica que rebotó contra las paredes del local. Siguieron bailando con mucha fricción y menos calor tras el ataque de risa, y pronto adquirieron una postura más llevadera para sus húmedos pantalones. 

A unos metros de allí, en la barra, el trío calavera miraba el espectáculo sin dar crédito. 


- Yo te juro que no sé cómo lo aguantan. 

- Cada vez es peor. 

- ¿En serio? -preguntó Marina, que no salía de su estupefacción. 

- ¿Tú ves normal que hagan eso y luego se pongan a hacer el mongui como si nada? -María se tomaba aquello como algo personal. 

- A mí me parecería más normal que se comieran la boca, francamente -dijo Afri. 

- Hasta yo estoy cachonda de verlas. 

- Pues tía, tú es la primera vez que las ves, pero ya te digo que siempre es así. Llegan hasta el límite y luego vuelven de la manita, como si nada. 

- Pero cada vez va a más -aportó la morena. 

- Hombre, esto que acabamos de presenciar en el lenguaje Lacunza es prácticamente follar. 

- Yo solo os puedo decir que nunca he visto a mi hermana así. Su ex era un ser que no ponía cachonda ni a mi abuela. 

- Solo espero que esto no nos estalle a todas en la puta cara -el tono sombrío de María alarmó a las otras dos. 

- No digas tonterías, se adoran. 

- La tensión sexual no resuelta es más peligrosa que un polvo y luego seguir con la amistad como si nada. Enquista las relaciones. 

- ¿Amistad? María... 

- Cállate, Marina, ni lo menciones que lo gafamos. Aquí solo vemos tensión sexual, todo lo demás es poesía. 


Bajo las luces intermitentes del garito bailaban ajenas a todo la rubia y la morena, como si bailaran una lenta mientras el resto saltaba y perreaba como animales. Marina las observaba, y ellas, enganchadas por cada sitio socialmente aceptado, se miraban sonrientes entre sí como si no hubiera un átomo más allá de su carne y de su piel. Natalia hizo girar a Alba sobre sí misma, cuyas carcajadas llegaron hasta sus oídos, y pronto volvió a solaparse con ella. Su hermana le puso un mechón de pelo tras la oreja y la morena apoyó la cara contra su mano durante dos segundos, cerrando, incluso, los ojos. 

Poesía

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