-¡Ray! -gritó Cassie, desde la planta de abajo.
El hermano mayor bajó corriendo, pensando lo peor. ¿Su padre le había puesto la mano encima? ¿Se había hecho daño? ¿O quizá se le había roto algo? Con la mayor cara de preocupación, el adolescente bajó las escaleras de tres en tres, y con los ojos muy abiertos, buscó con la mirada a su hermana, que estaba mirando al gran librero, parada sobre una silla y estirando la mano hacia el estante.
-¿Qué sucede?
Su hermana se volvió a él, girando la cabeza y bajando las manos. Cassidy se veía frustrada, cosa que hizo que el mayor estuviera a punto de reír. Sus mejillas estaban coloradas, su ceño fruncido y apretaba los puños.
-Fluffy está atrapado allá arriba y no puedo sacarlo.
Ray suspiró, aliviado.
-¿Y cómo llegó allá arriba? -le preguntó, mientras la tomaba de los brazos para bajarla de la silla, y poder subir él.
-Estaba jugando con él a los astronautas. Él era el astronauta y quería volar a la luna -le explicó, cruzando los brazos.
Él sonreía. Estiró los brazos un poco más, y tanteó la superficie de madera llena de polvo, hasta dar con una pequeña pata peluda, y tiró de ella. De por sí, Fluffy estaba sucio: solía tener tierra, algo de comida. También le faltaba la nariz, y se le había rajado una parte de la espalda. En vez de ser color crema, era marrón, y ahora, estaba lleno de polvo.
-¿Ves lo que sucede por querer ser un astronauta, Fluffy? -le dijo al oso-. No hagas cosas extremas, que enfadas a Cassie y te llenas de polvo
Se bajó de la silla y sacudió al oso, para luego dárselo a su hermana, que le dio una pequeña palmadita a la cabeza del peluche.
-¡No vuelvas a asustarme así! -lo regañó, mirándolo mal.
Ray sonrió para no reír.
-¿Qué te parece si vamos a dormir ahora? Estoy seguro de que Fluffy está cansado después de ir a la luna.
-Está bien. Pero dormirá fuera de la cama, está castigado.