Honda DN-01

By NatiiSuperWi

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Escuchaba el rugido de su moto cada noche. La maravillosa máquina soltaba un aullido que se comparaba con una... More

Capítulo 1. Callejera
Capítulo 2. De vuelta a las ruedas
Capítulo 3. ¡Acelera!
Capítulo 4. Recordando y luchando
Capítulo 5. Algo que me pertenecía
Capítulo 6. Friday night
Capítulo 7. Transiciones
Capítulo 8. No estoy sola
Capítulo 9. La nueva tormenta
Capítulo 10. Everywhere
Capítulo 11. Nuevo artista pt.1
Capítulo 11. Nuevo artista pt.2
Capítulo 12. Get along
Capítulo 13. Coincidencias
Capítulo 14. Entrando en crisis.
Capítulo 15. Cayendo
Capítulo 16. Ahogándose
Capítulo 17. Buscando
👻ESPECIAL HALLOWEEN🎃
Remember It
Capítulo 18. Dying
Capítulo 20. Face to face

Capítulo 19. Tiempo-fuera

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By NatiiSuperWi

Min YoonGi

- ¿Hipotermia?

- Sí.

- ¿Y anemia?

- Sí.

- ¿HaNi?

- Ajá.

Pensé que ya no haría más preguntas cuando se quedó callada. Pero me equivoqué...

- ¿Estás seguro de que es la misma Jung HaNi que conocemos?

- Que sí, SunHi.

Hace media hora, aproximadamente, que respondía las mismas preguntas una y otra vez. La pelinegra no parecía creerse el cuento de que HaNi estaba en un estado completamente delicado. Ahora, en la sala de la casa, me dedicaba miradas confusas y a veces un poco desconfiadas. En realidad, era difícil creérselo si comparábamos a la antigua HaNi y a la que estaba ahora inconsciente en mi cuarto.

- ¿Y por qué tiene eso?

- Eso es algo que debemos preguntarle a ella.

Yo sabía más que nadie el porqué. Pero no quería decir nada hasta conversarlo con ella personalmente. No podía dejarla tan expuesta sin resolver algunas dudas primero.

- Debería llamar a Soyu – sacó su teléfono de su bolso - ella tiene que saberlo, ¿por qué no le dijiste a ella también?

- Porque estoy seguro de que ella irá a decírselo a Hoseok, y ni HaNi ni yo queremos que eso pase.

- ¿Por qué?

- Porque Hoseok se lo dirá a Jay.

Simple y claro, no había ninguna otra razón. Bueno, en realidad sí, como el hecho de que no queríamos alterar a nadie más ni preocuparlos sin comprender algunas cosas. Pero, nadie sabía en realidad de lo que Jay era capaz. Porque bueno, de alguien HaNi debe haber sacado el carácter explosivo de mierda que tenía. El mejor candidato era Jay.

- Cierto. No queremos una tercera guerra mundial – concluyó guardando su teléfono nuevamente.

- Exacto.

- Entonces... ¿qué hacemos ahora? – suspiré sin saber realmente que seguía.

- Esperar a que despierte y darle un baño de agua tibia. Kyuhyun me escribió que eso le ayudaría a estabilizar su temperatura, por eso te llamé, no me voy a meter en el baño con ella para que después me saque a patadas. – SunHi soltó una carcajada.

- Muy buena decisión YoonGi. Entonces voy a subir a verla – se puso de pie para comenzar a caminar hacia las escaleras.

Luego de acomodarme en el enorme sofá de cuero, me quedé dormido repitiéndo una frase en particular.

Sí, buena decisión YoonGi.






Desperté por una serie de voces y golpes que perturbaron mi sueño. Me erguí en el sofá pasándome las manos por el rostro y tratando de que mis sentidos volvieran en sí para saber qué era todo lo que escuchaba a lo lejos.

A los segundos supe que venían desde el segundo piso y sacudí la cabeza para que mis neuronas actuaran y me dejaran recordar.

Claro.

SunHi.

HaNi.

Segundo piso.

Caos.

Y con eso en orden, por fin pude ponerme de pie y correr rápidamente por las escaleras para llegar a la puerta de mi cuarto.

- ¡Tienes que comer, joder!

- Ya te dije que no tengo ganas

- ¡Malagradecida! ¡Come!

- ¿Dónde está YoonGi?

Al escuchar eso me decidí a entrar a mi propio cuarto esperando encontrar un desastre total.

Pero no.

- ¡YoonGi, HaNi no quiere comer, dile algo!

Y allí estaba ella. En una esquina de mi enorme cama, enrollada en las numerosas mantas, y una grande y roja cubriendo su espalda y su cabeza. Tiritaba un poco y tenía los ojos brillantes y acuosos, se alejaba cada vez que SunHi le acercaba la cuchara a la boca.

- HaNi, ¿qué pasa? – Me acerqué con cautela hasta donde estaba y me senté en la cama.- ¿No tienes hambre?

- Estás desnutrida, es obvio que debes tener hambre. Tienes que comer – exigió SunHi, no ayudando mucho en la situación.

HaNi bajó su vista y con sus manos comenzó a jugar con el suéter enorme que le había puesto cuando la traje. Nunca la había visto así. Tímida y callada.

- Oye, ¿no tienes hambre? – volví a preguntar buscando su mirada.

Ella solo respondió a mis ojos unos segundos, y después volvió a bajar su rostro. Suspiré.

- SunHi, dame eso – ella me miró frunciendo un poco el ceño, pero me entregó la bandeja con la sopa y el té humeantes.- En esa puerta está el baño, prepárale un baño caliente.

- Por supuesto.- se levantó de la silla que estaba al otro lado de la cama y miró a HaNi sin lograr que ella le respondiera.- Vuelvo en un rato.

Y se fue a hacer lo que le pedí. Tomé la cuchara y comencé a revolver la sopa, tomando un pedazo de pollo y algunas verduras para intentar alimentar a la chica.

- No me hagas pedírtelo por favor – dije suavemente.- Sabes que necesitas comer.

No dijo nada de nuevo, pero cuando le acerqué la cuchara a la boca, ella sólo la abrió y recibió la comida. Eso ya era un gran avance, no me estaba poniendo muchas limitaciones.

- Eso es – casi tuve el impulso de aplaudir.- ¿Cómo está?, ¿te gusta? – ella asintió solamente luego de saborear y tragar. Miró el plato de sopa y con eso entendí que quería más. Y eso hice.

Nos pasamos unos diez minutos en silencio, escuchando nada más que el agua correr desde el baño. Seguí alimentándola y ella continuó recibiendo cada cucharada. Esas eran grandes noticias.

Cuando terminó, le extendí la aún caliente taza de té y ella la tomó rozando sus manos envueltas en vendas con las mías. Aún estaba fría, su temperatura aún no había vuelto a la normalidad.

- YoonGi – susurró luego de sorber un poco de té.

- Dime.

- Aparte de ustedes, ¿quién más sabe que estoy aquí? – su voz era suave y delicada, solo hablando en murmullos.

- Nadie más – aseguré.- Hoseok piensa que estás resfriada, y que estás en la casa de Tony.

Asintió y bebió un poco de té sin decir una palabra más.

- ¿Sabes lo que te pasó? – Ella negó.- Entraste en un estado de hipotermia – me miró y abrió sus ojos grandemente.- Así como lo oyes, – suspiré apoyándome en la cama con los brazos hacia atrás - ¿cuántas horas estuviste fuera?

- N-no lo sé.- negó moviendo la cabeza.

- Tuvieron que haber sido al menos catorce horas o algo así, si no es que más, ¿te das cuenta de la gravedad de eso? – Permaneció en silencio – Por si no te diste cuenta, es invierno, pleno invierno HaNi, y no llevabas prácticamente nada de ropa, ¿en qué pensabas?

Dejó la taza media llena de té sobre la bandeja y escondió sus manos bajo una de las mantas. Vi la confusión en sus ojos, pero también un destello de miedo.

- Últimamente no he pensado con claridad – respondió simplemente.

Me pasé una mano por el rostro como respuesta afirmativa a eso reprimiendo una sonrisa burlona.

- Aparte de eso, tienes anemia, ¿lo sabías? – Asintió.- ¿En serio? – pregunté confundido.

- Sí. Cuando era niña tuve y se sentía igual. No lo sabía ahora, pero lo sospechaba – se encogió de hombros.

- No le restes importancia, HaNi, no es algo que se vaya a pasar solo – le regañé a sabiendas de lo que ese gesto significaba.- Necesitas ver un médico y tomar medicamentos, además de comer más, estás baja de peso.

- No quiero ver a un médico... - murmuró bajo.

- En realidad, no te estoy preguntando – hizo una mueca.- Ya te reservé una hora para mañana, yo mismo te llevaré.

- No me gustan los hospitales – murmuró.

- No es en un hospital, es una consulta privada – ella frunció el ceño.

- No tengo forma de pagar eso.

- Tú no lo harás, – me miró con extrañeza – yo sí.

Se quedó unos segundos petrificada sólo mirándome. Su mirada fue tan intensa que tuve que apartar la vista luego de un rato. Me había sentido cohibido.

- YoonGi, no tienes por qué hacer eso.

No, no tenía por qué hacerlo, no era mi obligación. Si hubiese sido por otra persona, probablemente ya hubiera llamado a su hermano y me habría zafado de la situación. Pero como ese no era el caso...

- Quiero hacerlo, HaNi. Siento mucho si te ofende lo que te voy a decir, pero no te has mirado a un espejo – al escuchar eso tuve la sensación de que se escondió un poco más en el nido de mantas.- Estás en los huesos, tu piel está muy pálida, tus mejillas ya no están. Esa no es una buena condición física y está afectando a tu salud.

Hice una pausa y me acerqué a ella para sacarle la manta que le cubría la cabeza, desarmando el nido en el que se encontraba. Luego le tomé ambas manos.

- Mira, – señalé y ella observó sus manos vendadas – esto lo hiciste tú.

Abrió con algo de dificultad las manos y se quedó mirando. Eran tan pequeñas como las de un niño. Estaban delgadas, llenas de moretones y cortes. Sus uñas, antes largas y pintadas ahora estaban quebradas y sin ningún esmalte encima. Lo que más llamaba la atención eran las gotas de sangre que se colaron por las vendas blancas sobre sus nudillos completamente destrozados.

- Ya no puedo confiar en ti, HaNi – murmuré después de un rato.- Me has demostrado que no puedo hacerlo – levantó su vista y vi que luchaba por no llorar.- Te has descuidado a ti misma, no te has protegido como asegurabas que podías hacerlo.

Una lágrima rodó por su mejilla, y yo inmediatamente, sin pensarlo, solté una de sus manos y sequé su rostro con mi pulgar.

- Lo siento, pero cumpliré mi promesa –aseguré.- Porque tú no te viste como yo lo hice cuando te encontré hace unas horas. Y sinceramente no quiero hacerlo de nuevo. Así que déjame ayudarte.

Para ese momento más lágrimas surcaban su rostro y mis manos no daban a basto para secarlas todas.

- Piensa en tu familia, – susurré- en tus amigos. Todos quieren verte bien.

Y yo también.

- Todos te necesitan.

- Y yo a ellos – susurró mientras las lágrimas seguían saliendo. Asentí.

Luego, algo pasó. HaNi conectó su mirada con la mía y una importante corriente eléctrica me recorrió la espina dorsal. Por unos instantes perdí la noción del tiempo y observé fijamente sus ojos negros y brillantes. Era normal que las personas en Corea tuvieran los ojos oscuros o café, pero nunca había conocido a alguien que tuviese los ojos tan negros. Era tanto que su pupila se confundía con el iris y no se distinguía. Por un segundo se me pasó por la mente la idea de que eran los ojos más llamativos que había visto en mi vida.

No sé cuánto tiempo pasó. Pero sólo volví a este mundo cuando SunHi carraspeó y nos sobresaltó a ambos, haciendo que soltásemos nuestras manos que, al parecer, en algún momento habíamos vuelto a unir.

- Está listo el baño.

Tosí y me levanté sólo para observar la pequeña sonrisa que la pelinegra trataba de reprimir.

- Bien – dije algo confundido aún.- HaNi, ¿puedes ponerte de pie?

Ella sólo asintió y bajó la mirada. Parecía algo abochornada.

- Okey. Las dejaré solas.

Dicho eso salí de mi cuarto y me apoyé en la puerta cerrada.

¿Qué me pasó?














Jung HaNi

Estaba oscuro y sentía el frío calarme los huesos. No sabía dónde estaba ¿acaso era un sueño?

Tuve la sensación de estar en una caja de cristal sin ningún ápice de luz. Un estremecimiento de claustrofobia comenzó a alterarme y quise correr lejos de ese lugar, pero mi cuerpo no respondía los llamados de mi cerebro. Estaba atrapada.

De pronto, una luz blanca muy fuerte se trazó de izquierda a derecha frente a mí. Tuve que cerrar los ojos y taparme la cara para evitar la luz. Cuando todo se apagó los abrí y me encontraba en un escenario bastante extraño.

Estaba en medio de una carretera en la que circulaban muchos vehículos. Con miedo, observé que un auto a toda velocidad se acercaba a mí, sin la intención de detenerse. Grité lo más fuerte que pude cuando me di cuenta de que no podía correr y me encogí esperando el impacto.

Sin embargo, nunca llegó.

Extrañada, abrí los ojos justo cuando el auto me atravesaba.

¿Qué estaba pasando?

Otros autos comenzaron a pasar seguidos de ese y todos y cada uno me atravesaban, como si yo no estuviese ahí.

Había un grupo de estudiantes con sus respectivos uniformes hablando y riendo amenamente mientras esperaban la luz verde para cruzar hacia el otro lado. A pesar de que yo estaba a unos pocos metros de ellos, no parecían verme.

¿Acaso era un fantasma? ¿Por qué a nadie parecía importarle que hubiera una persona en medio de la calle?

Todo era tan extraño.

Todos parecían seguir con su vida normal, enfocándose en sus asuntos y yendo a diferentes lugares. Parecía ser medio día, quizás la hora del almuerzo pues algunas personas de traje formal caminaban con sus maletines en mano y entraban a restoranes.

Hasta que de la nada escuché un fuerte ruido. Al parecer algo había impactado con otra cosa. Sonó casi como una explosión.

Cuando volteé a ver, dos autos estaban hecho trizas, uno estaba volteado y el otro simplemente detenido con el parabrisas roto y la parte delantera destrozada.

Las personas comenzaron a correr para ver qué había pasado, algunos tenían sus celulares en la mano y llamaban a la policía, supongo.

Cuando noté que mi cuerpo me respondía, decidí acercarme a ver también. Mientras caminaba atravesé a algunas personas y así me abrí paso hasta el lugar del accidente.

Hasta que lo vi.

Era el auto de Tony.

Era el auto volteado, las ruedas hacia arriba y había petróleo por todos lados. Dos personas estaban atrapadas.

Con el pánico en la sangre divisé a Jungkook, que era el que estaba a mi vista y corrí a abrir la puerta del copiloto para sacarlo de ahí. Sin embargo, cuando iba a tocarla mi mano la atravesó. Intenté de nuevo pero seguía ocurriendo lo mismo. Comenzaba a frustrarme y las lágrimas de desesperación ya corrían por mi rostro. Hasta que alguien llegó y, atravesándome, abrió la puerta.

Un grupo de bomberos llegó después con una camilla y sacaron a Jungkook luego de cortar el cinturón de seguridad que, al parecer, se había quedado atorado. Estaba despierto y parecía perdido, su brazo se veía mal y tenía cortes en la cara de los cuales salían pequeñas gotas de sangre.

Lloré más y grité que lo ayudaran, pero nadie parecía reparar en mi presencia.

- ¡Saquen al otro chico rápido! – Gritó el bombero que había sacado a Jungkook - ¡Hay demasiado combustible, el auto va a explotar en cualquier momento!

- ¡Sí, señor! – respondieron otros.

El otro chico.

Tony.

Sin importarme nada, entré gateando al auto por la puerta del copiloto. Había vidrios rotos por todos lados, varios de ellos por debajo de mis manos y rodillas, pero ninguno me hacía daño.

Y ahí estaba. Tony colgaba del asiento siendo sujeto solamente por el cinturón. Sangre recorría gran parte de su rostro y vi que su brazo derecho estaba en mal estado.

Sollocé un poco, pero no me detuve.

- Tony, por favor despierta, tienes que salir de aquí – murmuré.

- ¡La puerta está atorada! ¡Necesitamos sacarla!

- ¡Traigan herramientas! ¡Rápido!

- Tony, abre los ojos, por favor ¡Ábrelos!

Los bomberos comenzaron a romper la puerta con un esmeril y cerré los ojos para que las chispas no me quemaran. Aunque, en cierto modo, era imposible.

- Oye, vamos, despierta – lloré con impotencia sabiendo que no podría ayudarlo, mucho menos tocarlo.

Justo en el momento en que los bomberos sacaron la puerta del piloto, Tony abrió los ojos y miró hacia el frente.

Antes de que se lo llevaran alcancé a escuchar.

- HaNi – susurró volviendo a cerrar los ojos.

Y todo se volvió oscuro de nuevo.















Salté en la cama y me senté de un solo impulso. Estaba agitada y sentía que el corazón se me iba a salir del pecho. Llevé una mano a mi rostro y lo sentí húmedo. Estaba llorando.

Suspirando y tratando de calmarme un poco, bajé los pies de la cama y me senté en la orilla.

¿Qué clase de sueño había sido ese?

Fue tan real.


La habitación de YoonGi estaba iluminada por los rayos del sol. Teníamos que ir a la consulta a las diez, así que me había levantado a las ocho para prepararme. Cuando ya estuve lista todavía faltaban quince minutos para las nueve y decidí recostarme un rato. En algún momento al parecer me quedé dormida.

Mientras aún trataba de salir de mi ensoñación, tocaron la puerta.

- Adelante – dije.

YoonGi asomó la cabeza cuando abrió la puerta y al ver que estaba vestida entró.

Vestía una camisa a cuadros blanca con negro y unos pantalones negros ajustados. Calzaba unos botines con cordones del mismo color. Se veía bastante bien, sinceramente.

Como siempre.

- ¿Estás lista? – preguntó.

- Si – respondí. Él asintió sin dejar de mirarme.

- ¿Dormiste bien? – Ahora fue mi torno de asentir.- De acuerdo, es hora de comer. Vamos.

Me puse de pie y tomé la mochila que estaba en el suelo. SunHi la había traído el día anterior con un poco de ropa mía que estaba en su casa y un cepillo de dientes nuevo.

Cuando me vestí esa mañana, parada frente al espejo del baño noté lo que tanto YoonGi como SunHi me habían dicho. Estaba muy delgada. Los jeans azules me quedaban sueltos en las caderas y flojos en las piernas. La blusa blanca con diseños de copos de nieve también me quedaba ancha. Lo único que sentía que se ajustaba a mi cuerpo eran los botines azules con cierre.

Las semanas anteriores no fui consciente de las comidas que me saltaba, y mucho menos de mi increíble bajo peso. Me sentía extraña frente al espejo. Como si estuviera en el cuerpo de otra persona. Mis clavículas marcadas resaltaban por encima de la blusa y para evitar que fuesen tan evidentes, puse una bufanda alrededor de mi cuello y dejé mi cabello suelto.

Estaba hecha un verdadero desastre.

Seguí a YoonGi por los pasillos de la gran casa y bajamos las increíblemente elegantes escaleras. Imágenes de la fiesta de aquella vez llegaron a mi mente. Muebles que nunca había visto estaban en su lugar, y la casa parecía tener otro aire gracias a los rayos del sol que se adentraban a través de los grandes ventanales.

En la primera planta, giramos hacia la izquierda y llegamos a una gran sala que tenía una mesa enorme. Si mi humor hubiese sido el mismo de unos meses atrás, quizás hubiese bromeado con el tema de un complejo por las cosas grandes. Pero no era el caso.

- Puedes sentarte. Iré a hablar con la cocinera – dijo YoonGi.

Me senté a la gran mesa de madera pulida con miedo de hacer algo imprudente. Sólo cuando ya estaba sentada, YoonGi salió por otra puerta y desapareció por un pasillo.

Pasaron unos minutos en los que pensé qué haría con mi vida de ahora en adelante. No me sentía bien, ni física ni mentalmente. Estaba cansada y eso que recién había despertado. Quería hablar con mi familia, pero no sentía el valor suficiente para enfrentarlos y explicarles lo que había estado haciendo en las últimas semanas aparte de saltarme las comidas. Tenía miedo, no se tomarían bien el que yo les dijera:

- Hola familia, tanto tiempo ¿cómo están? Yo más o menos, tengo anemia, casi muero de hipotermia y ¡ah!, cierto, ¡vendo drogas!

Que lindo. Estaba perdida, me iban a matar. Pero al que más le temía era a mi hermano mayor. Jay también anduvo en esos pasos durante su adolescencia, cuando atravesó por una etapa de conmoción al contactarse con sus verdaderos padres y darse cuenta de que ellos no le guardaban ningún tipo de cariño o interés. Eso hizo que se descontrolara y faltara a la escuela por meses. Andaba en la calle hasta altas horas de la noche y comenzó a tatuarse el cuerpo sin decirles a mis padres. Fue horrible. Estaba segura de que, si se enteraba de que yo estaba haciendo casi lo mismo, se sentiría muy desilusionado de mí. Y si hay un sentimiento peor que la tristeza, es el de la decepción.

- Buenos días, señorita Jung.

Una señora mayor con un traje negro y delantal blanco entró a la sala con una bandeja en las manos. Atrás de ella venía YoonGi caminando con tranquilidad.

- Buenos días...eh-

- Yang Mi, puede llamarme así, señorita – dijo con una sonrisa amable. Dejó la bandeja sobre la mesa y comenzó a dejar frente a mí una cantidad impresionante de platos más una taza de té.

- Yang Mi – respondí sonriendo también.

YoonGi se sentó frente a mí y Yang Mi dejó frente a él sólo una taza de café.

- Puede comer todo lo que quiera, señorita Jung.

- ¿Todo esto es para mí? – pregunté incrédula.

Era demasiado para el desayuno. Había tostadas, panecillos, galletas de avena, un caldo de pollo y un gran plato de bulgogi. No sería capaz de comer tanto.

- Por supuesto, fue una orden del joven Min – explicó mirando a YoonGi y luego a mí. – No recibimos muchas visitas así que para mí fue un placer prepararle todo esto. Espero que lo disfrute.

- Oh, bueno - tartamudee.- Muchas gracias, Yang Mi, no era necesario.- dije mirando a YoonGi quien sólo me respondió con una sonrisa ladeada.

- Si lo es señorita. Debe alimentarse bien y mantenerse fuerte. Que tenga buen provecho.

Hizo una reverencia y caminó hasta la salida.

- Gra-gracias – murmuré de nuevo observando todo lo que había frente a mí.- ¿En serio YoonGi?

- ¿Qué tiene? – Preguntó levantando una ceja.- Tienes que comer, el desayuno es la comida más importante.

- Sí, pero ¿era necesario tanto? – Repliqué.- ¿Y tú que vas a comer?

- Sólo bebo café por las mañanas – entrecerré los ojos mirándolo.

- ¿Te estás escuchando siquiera? Acabas de decir que el desayuno es lo más importante, pero sólo tomas café.

- Soy bueno dando consejos pero no siguiéndolos – sonrió burlón.

- Así veo – bufé y el rió. Parecía causarle gracia la situación.

- Come y calla, HaNi. Tenemos que salir en veinte minutos.

- No seré capaz de comer todo esto – suspiré dándole un sorbo al té.

- Pues tendrás que ser capaz – respondió.

- Come algo tú también.- Si él no comía me iba a sentir muy mal. Estaba en casa ajena y me ofrecían todo eso. Cielos.

- Estoy bien. Eso es para ti – dijo simplemente para después beber un poco de su taza.

- Pero YoonGi, esto es...-

- Es para ti – interrumpió.- Fin del asunto.

Fruncí el ceño pero no le respondí nada. No tenía ganas de discutir. En realidad no tenía ganas de nada últimamente. Así que comencé a comer con parsimonia, degustando cada trozo de comida.

El resto del desayuno fue silencioso. Sólo se escuchaba el sonido de los palillos metálicos al chocar con el plato del bulgogi y los sorbos que le dábamos a las tazas. Hace mucho que no disfrutaba de una comida casera. En las últimas semanas lo único que había probado eran unas que otras papitas, cerveza y otros licores, a montones.

YoonGi bebía de su café tranquilamente mirándome a ratos mientras revisaba algo en su teléfono. Yo no tenía el mío, lo había dejado en la casa de Tony hace dos días y, seguramente estaría lleno de llamadas perdidas y mensajes sin leer. Quizás muchos de Draco. Me iba a dar un balazo en la sien, estaba segura.

Para el final del desayuno, sólo había logrado comer el bulgogi, algunas galletas de avena y un panecillo, además de beber todo el té. Sentía que mi estómago era más pequeño que antes, y a los cinco minutos de haber comenzado ya me sentía satisfecha. Pero, como YoonGi me daba miradas furtivas cada cierto tiempo, asegurándose de que comiera la mayor cantidad de cosas posibles, me obligué a comer.

- ¿Lista? – preguntó al cabo de quince minutos cuando notó que, simplemente, no podía comer más.

- Si – respondí.- No puedo más – él asintió.

Justo en ese momento, Yang Mi volvió a entrar como adivinando que el desayuno ya había llegado a su fin.

- ¿Satisfecha señorita? – se dirigió hacia nosotros con la misma sonrisa amable.

- Sí, Yang Mi. Estuvo delicioso – le devolví la sonrisa.

- Me alegro, señorita – luego miró a YoonGi.- Joven Min, el auto está listo.

- De acuerdo – se levantó arrastrando la silla.- Gracias Yang Mi. Vamos HaNi.

Inmediatamente me puse de pie y tomé la mochila que había dejado en la silla del lado.

- Hay un abrigo blanco en el perchero de la entrada que puede usar la señorita.

- Gracias. Volveremos a la hora del almuerzo. Por favor, haz lo que te pedí, Yang Mi.

- Por supuesto, joven Min. Los esperaré a esa hora – respondió cortésmente y YoonGi asintió.

- Vamos HaNi, o llegaremos tarde - comenzó a caminar hacia la salida.

- Voy – le respondí.- Gracias por todo, Yang Mi. En serio disfruté el desayuno – dije rápidamente, agradecida.

- No es nada, señorita. Es un gusto tenerla aquí – sonrió entrecerrando sus ojos.

- Llámame HaNi – sonreí.- No soy buena con las formalidades.

- Claro... HaNi.

Le sonreí una última vez y me apresuré en alcanzar a YoonGi.

Lo encontré en la entrada de la casa esperando con un abrigo negro puesto y una bufanda gris rodeando su cuello. Sostenía el abrigo blanco del que Yang Mi había hablado un minuto antes.

- Acércate – pidió.

Obedecí y abrió el abrigo para que pasara mis brazos por él. Y así lo hice. Me sorprendía lo dócil que era ahora ante él. Luego se paró frente a mí y comenzó a abotonarlo.

- Puedo hacerlo sola – le susurré mirando como calmadamente hacía su trabajo.

Sus manos eran grandes, delgadas y muy blancas. Por un segundo me perdí pensando en ello y en lo atractivo que se veía concentrado.

- Lo sé – dijo. Cuando terminó me miró, examinándome.- Te queda bien.

Miré el abrigo y, efectivamente, se ajustaba a mi cuerpo. Era de mi talla. O sea, de la talla que era ahora.

YoonGi caminó hasta la puerta y la abrió saliendo él primero y yo siguiéndolo. A fuera había sol, tal como había visto en la mañana. No nevaba pero sí hacía mucho frío aunque no había viento.

Un auto negro y elegante estaba esperándonos frente a las escaleras de la entrada. Dios, era un Audi. La familia Min sí que tenía dinero.

Bajamos los escalones y un señor vestido formalmente se acercó y abrió la puerta de atrás.

- Joven Min, señorita – saludó con una reverencia.- Adelante.

- Gracias – susurré.

Me sentía un poco fuera de lugar. Obviamente no estaba acostumbrada a ese tipo de tratos. Yo vivía en un barrio muy distinto al de YoonGi. Y mi crianza no estuvo rodeada de personas que trabajaran para mi familia. Nunca pasamos hambre, pero tampoco nos criamos en cunas de oro.

Ya estando ambos dentro del costoso auto, el señor comenzó a manejar sin decir ninguna palabra. Como si tuviera órdenes claras y precisas de a dónde llevarnos. Lo cual, seguramente, era así.

En el transcurso del viaje me dediqué a mirar por la ventana y, a veces, a YoonGi. Él también miraba distraídamente hacia afuera. Se había soltado un poco la bufanda y mantenía ambas manos sobre sus muslos.

Como estaba concentrado, me tomé la libertad de observarlo. Tenía un lindo perfil, una nariz pequeña casi infantil. Inconscientemente, cuando se concentraba, hacía una especie de puchero y su labio inferior resaltaba más que el superior, era gracioso y tierno viniendo de él. Observé su oreja perforada con tres piercings y pude ver que tenía una cicatriz muy pequeña que era de color más oscuro que su piel ¿Cómo se la habrá hecho? Y terminé con sus ojos. Esos pequeños ojos gatunos rodeados de abundantes pestañas. No podía negar que eran muy atractivos con esa mirada desinteresada que daba a las personas.

Ya íbamos llegando al centro cuando volteó a mirarme y me descubrió observándolo. Seguramente sintió mi mirada insistente en él.

Que estúpida eres HaNi...

Me sobresalté y rápidamente bajé la mirada a mis manos sobre mi regazo. No dijo nada, guardó silencio por el resto del camino.






*






- Señorita Jung HaNi – saludó la doctora Choi. YoonGi y yo estábamos sentados frente a ella y a un escritorio de vidrio muy lujoso.

Era una chica bastante joven que no pasaba de los veintiocho años. Delgada, de tez clara, cabello rubio y muy bonita. La bata blanca hacía que su piel se viese aún más pálida

- Cuéntame por qué vienes – sonrió amable. Intercalaba su mirada entre YoonGi y yo, esperando a que hablara.

Comencé a sentirme un poco nerviosa, sólo YoonGi y SunHi sabían algo sobre lo que me estaba pasando, y contárselo a alguien totalmente desconocido hacía que tuviera algo de temor.

Aclaré mi garganta, un poco adolorida, y decidí hablar por fin. ¿Por dónde iniciaría?

- Bueno – comencé.- No sé si lo nota pero estoy muy delgada, en las últimas semanas he perdido mucho peso. Me siento algo cansada y sólo quiero dormir todo el día – la doctora asintió a cada palabra.

- Consultamos a un amigo que está estudiando medicina – habló YoonGi.- Nos dijo que probablemente tiene anemia.

La doctora Choi frunció el ceño y tomando un lápiz comenzó a escribir en su libreta.

- Dices que te sientes agotada, – asentí sin que me viera mientras escribía - perdiste peso – anotó.- ¿Qué más?

Miré a YoonGi de reojo. Él me observaba seriamente esperando a que hablara.

- Mmh, creo que es sólo eso.- Suga se removió en su asiento.

- Okey – murmuró la doctora anotando algo más.- HaNi sígueme y sácate el abrigo, por favor.

Hice lo que me pidió y la seguí hasta una esquina de la consulta en donde había una pesa y un medidor de estatura.

Me pesó, me midió y comenzó a calcular algo en conjunto con una tabla que tenía en la mano. Yo volví a sentarme jugando con mis manos nerviosamente.

La doctora soltó un suspiro y volvió a su asiento mirando su libreta. Después de unos segundos habló.

- Efectivamente, querida. Estás muy abajo de tu peso ideal – explicó mirándome.- Normalmente las chicas pierden mucho peso para cumplir con una imagen de cuerpo perfecto aceptado socialmente, ¿es esa tu situación? – preguntó levantando una ceja.

Inmediatamente negué.

- Claro que no, no me importan los estándares.

- Entiendo – murmuró y volvió a mirar sus notas.- ¿Cuánto pesabas antes?

- Creo que estaba en cincuenta kilos – dije haciendo memoria de la última vez que me había pesado cuando iba al gimnasio hace unos meses atrás.

- Preocupante, HaNi, estás pesando cuarenta y tres kilos ahora – me quedé muda.- Si calculamos tu índice de masa corporal con tu estatura y tu peso actual el resultado es dieciséis punto ocho – dijo esperando ver nuestras reacciones.- Lo normal sería dieciocho punto cinco, ojalá veinte.

- ¿Qué es lo que hay que hacer ahora? – preguntó YoonGi, quién estaba más atento que yo a la conversación. La doctora le sonrió.

- Es obvio que tendrá que seguir un régimen de dieta muy estricto y nutritivo. Tiene que volver a ganar los kilos que perdió. Por ahora no es necesario ir a un nutricionista, yo les daré la lista de alimentos que debe consumir y cada cuánto tiempo – explicó tecleando algo en su computador.- Si sigue las indicaciones correctamente debería volver a su peso ideal en unas tres semanas. Lo preocupante sería que no subiera, ahí tendría que derivarlos a un nutricionista.

Asentí sin dejar de sentirme nerviosa. Cuarenta y tres kilos era muy poco, demasiado poco. Nunca en mi vida había perdido tanto peso.

- Ahora, hay otra cosa que me preocupa – volteó a verme, eso hizo que inmediatamente volviera a jugar con mis manos.- ¿Cuál es la razón de tu pérdida de peso? Puede que sea la anemia, si es que la tienes, pero estoy casi segura de que hay algo más.

- E-eh, yo... - tartamudee. Sentía los ojos escocerme, no quería ponerme a llorar al recordar el motivo de mi escasa sanidad mental y física.

- Ha tenido que enfrentar situaciones difíciles en los últimos meses – respondió YoonGi por mí.- Perdimos a un amigo en septiembre.

Le agradecí internamente que hablara sobre eso sin tener que obligarme a decirlo yo.

- Ya veo, lo siento mucho chicos – dijo la doctora con una sonrisa amable en su rostro, yo asentí sin levantar del todo la vista.- Seguramente esa es una causa, ¿te saltas las comidas? – Asentí.- ¿Duermes mucho? – Volví a asentir.- Desde ahí viene tu anemia, me atrevo a decir que también sufres depresión, lo cual es muy normal en estas situaciones –explicó.- No te preocupes, querida, es completamente normal, te ayudaremos.

Solamente asentí de nuevo y traté de disipar las lágrimas que se habían acumulado en mis ojos pestañeando repetidamente.

- Ahora, te haré unos exámenes de sangre para confirmar la anemia y te recetaré unas pastillas para combatirla. Necesito que YoonGi firme unos papeles con mi secretaria y vendrá una enfermera a extraerte sangre, ¿de acuerdo?

Asentí, otra vez, y la doctora Choi le entregó a YoonGi un papel con la orden de los exámenes. Cuando se puso de pie para salir, murmuró un Ya vuelvo para mí. La doctora lo siguió hasta la puerta y ambos salieron.

Me había dijo que me sentara en una camilla que había en la consulta y ordenó que me descubriera el brazo izquierdo. Yo acaté mientras una chica entraba con un carrito lleno de implementos médicos.

- Hola, HaNi – saludó la chica, le respondí con una sonrisa sin mostrar mis dientes.- ¿Alguna vez te han sacado sangre?

- Sí, cuando era niña.

- Okey, te prometo que no dolerá – prometió preparando una jeringa y amarrando un elástico en mí brazo.- ¿Cuándo fue la última vez que te tatuaste?

- Hace año y medio.

- Genial, no habrá problemas con los resultados entonces.

Al cabo de unos minutos ya me había extraído la sangre necesaria y la depositó en un frasquito de vidrio con mi nombre. En mi brazo había ahora un parche tapando la pequeña incisión.

La doctora volvió a entrar mientras la enfermera se despedía de mí y salía empujando el carrito, cerrando la puerta.

- Listo, ¿todo bien? – Asentí.- Perfecto, los resultados estarán en unos minutos. YoonGi está terminando de firmas unas cosas.

- Entiendo – murmuré.

Se acercó a la camilla en donde yo estaba y revisó mi brazo aún descubierto. Después observó cada hueso sobresaliente de mis manos, los nudillos raspados, muñecas y uñas. Pasó a revisar mi cuello, mi rostro y palpó mi espalda.

- Estás muy delgada, querida, tienes que hacer algo al respecto, ¿de acuerdo?

- De acuerdo – acepté. Sonrió de nuevo al ver que cooperaría con el tratamiento.

- Trabajo para la familia Min desde que me gradué de la universidad, así que soy su médico de cabecera –explicó mientras me ayudaba a bajar de la camilla y volvíamos a tomar asiento en nuestros lugares.- YoonGi me llamó ayer y parecía muy preocupado por ti.

- ¿En serio? – Asintió sonriendo.- Creo que le he dado muchos problemas, yo no tengo cómo pagar esta consulta.

- No creo que a él le parezca muy problemático eso, el dinero no es problema para ellos – puntualizó tecleando de nuevo en su computador.- Al contrario, YoonGi se ve casi a gusto firmando esos papeles allá afuera, está feliz de tenerte aquí, en el buen sentido.

- Oh.

¿Qué más podría decir? Me sentía un poco acalorada. Es cierto que YoonGi estaba muy al pendiente de mí últimamente, pero estaba segura de que era más que nada para no preocupar a Hoseok y ayudarlo a lidiar conmigo, un desastre con piernas.

- ¿Puedo hacerte una pregunta, HaNi?

Tragué saliva y murmuré un sí, más nerviosa de pronto.

- ¿YoonGi es tu novio?

Abrí los ojos enormemente, y mis mejillas se calentaron.

- Eh, no – tartamudeé.- Yo-YoonGi y yo somos sólo a-amigos.

- ¿En serio? Oh, lo siento mucho, fue entrometido de mi parte.

- No, está bien – creo.

La puerta se abrió y primero entró YoonGi seguido de la enfermera. Traté de relajarme y hacer que el rubor de mis mejillas bajara un poco. Estaba muy sonrojada. ¿YoonGi y yo? ¿Juntos?

- Ya están los resultados, doctora Choi.

- Gracias, Lily, puedes retirarte.

YoonGi me miró mientras tomaba asiento y sonrió de lado. Le respondí la sonrisa pero desvié la mirada rápidamente.

- Okey, HaNi, efectivamente los resultados arrojan que tienes deficiencia de hierro, vitaminas y glóbulos rojos, eso es anemia. La falta de alimentación también es una causa de ello así que trabajaremos desde ahí, principalmente. Te recetaré unos medicamentos a base de vitaminas y hierro.

Explicó rápidamente hojeando algunos papeles y anotando en su libreta las recetas médicas.

- Pregunta, ¿fumas y bebes alcohol?

Inmediatamente sentí la pesada mirada de YoonGi. Sé lo que estaba pensando, me había visto destrozarme el hígado tantas veces que hubiese sido estúpido negar esa pregunta.

- Sí, doctora – ella me estaba mirando fijamente.

- Tienes rotundamente prohibido ingerir alcohol y fumar por al menos dos meses. Es por tu bien.

Asentí y guardé silencio el resto de la consulta. Le dio algunas instrucciones a YoonGi sobre el tema de mis comidas y los horarios. También sobre los cuidados que tenía yo que tomar en cuanto a mi salud entregándole la receta de medicación. Parecía que confiaba más en él que en mí. Cualquiera lo haría en ese momento en realidad.

- Te veré en un mes, HaNi. Por favor, cuida de ti.

- Hasta luego, doctora Choi. Gracias – se despidió Suga y salimos de la consulta.








Volvimos al auto y de camino a la casa de YoonGi, él se bajó en una farmacia a comprar mis medicinas, regresando con una bolsa de tamaño considerable y una botella de agua en la mano.

- Toma – me pasó una cápsula de color azul y abrió la botella.- La doctora dijo que debías tomarte esta vitamina antes de comer.

Asentí en silencio e hice lo que me dijo cuando me entregó la botella. Después se la devolví y la cerró.

No conversamos en el resto del camino, y cuando llegamos a la casa Yang Mi ya nos estaba esperando con el almuerzo servido. YoonGi le entregó a ella un papel susurrándole algo que yo no pude escuchar. Yang Mi asintió y se retiró de la sala.

En la mesa había mucha comida de nuevo, zumo de frutas, banchan, kimchi, y bibimbap. Otra vez, no me creía capaz de comer tanto.

- Más te vale que te comas todo, HaNi – sentenció revolviendo parte de sus platillos.

- Al parecer quieren que explote – murmuré frunciendo los labios.

- Ya escuchaste a la doctora, lo que tienes es grave y eso sólo hace que te sientas peor. Debes alimentarte bien.

- Ya lo sé, pero sigue siendo mucha comida – volví a replicar.

- Sin quejas, Jung HaNi.

Hice una mueca pero guardé silencio y me dediqué a comer lentamente. Estaba segura de que me llenaría rápidamente, mi estómago se sentía muy pequeño.

Comimos en silencio, nuevamente. Era mediodía y la sala era iluminada por los rayos del sol. Era una habitación muy grande, pero la chimenea hacía que toda la mansión estuviese calentita y muy acogedora.

- HaNi – llamó una vez terminó su comida. Yo todavía seguía devorando lentamente la mía. Hice un ruido para hacerle saber que lo escuchaba.- ¿Quieres llamar a Hoseok?

Dejé los palillos a un lado y lo miré casi con cara de perrito perdido bajo la lluvia. No quería hacerlo, sólo lo preocuparía más, aunque el hecho de no estar en casa por semanas ya era bastante preocupante.

- No sé – respondí.- ¿Por dónde podría comenzar? Son muchas cosas, sólo lo alteraré más.

Asintió de acuerdo con mi respuesta, pero después dijo:

- Concuerdo contigo, pero durante estas semanas tu familia ya ha estado lo suficientemente preocupada por ti. No te han visto, y la última vez que hablé con Hoseok le dije que estabas en la casa de Tony. Puede que incluso ya te haya ido a buscar allá. Aunque le dije que yo estaba contigo – suspiré agradecida con que haya dicho esa mentira piadosa.

- Gracias, YoonGi. Pero no sé qué hacer – murmuré.- Tengo miedo ¿sabes?

Me escuchaba atentamente, sin la intención de interrumpirme.

- Tengo miedo de que Jay y Hyorin se enteren. Estoy segura de que vendrán y me llevarán a rastras para encarcelarme en la casa. Ni siquiera mis padres son tan protectores como ellos.

- ¿No quieres ir a tu casa? – Frunció el ceño.- ¿Por qué? – preguntó cuando negué.

- No quiero que me vean así.

Me miró fijamente por otro rato y llevó una mano a su mentón, aparentemente pensando en algo.

- Bien, te entiendo. Vamos a hacer algo – me llamó mucho la atención que hablara de nosotros, incluyéndose en la solución al problema.- Los llamaré ¿de acuerdo? – Ladeé un poco la cabeza como interrogación muda, no entendía.- Invitaré a Hoseok, a Jay y a Hyorin a venir mañana para que conversemos sobre lo que te pasa. Sea lo que sea que ocurra, verás que es lo mejor decirles.

Bajé la cabeza mirando el plato frente a mí y asentí como niña regañada.

- Te quedarás aquí una semana, así podré controlar tu alimentación. Yang Mi se encargará de eso. Necesito ver que comas todas tus comidas y que te tomes tus pastillas. Lo siento, pero no confiaré en ti si te dejo sola en otra parte.

Mi corazón se apretó y mi estómago hizo algunas cosas raras. Era considerado, muy considerado de su parte hacerse cargo de mí en el estado garrafal en el que me encontraba. Tendría que enfrentar a mis hermanos mayores y a mi primo, eso me asustaba un montón, pero sabía que era lo correcto. Sin embargo...

- YoonGi, – llamé lentamente – no es necesario que me cuides, ya he sido una carga para ti estos días.

- Ya tuvimos esta conversación, Jung HaNi. No te estoy dando más opciones. Te quedarás aquí, donde yo te vea.

Asentí en silencio y desvié la mirada. Nuevamente me sentí como una niña pequeña. Quizás había vuelto a serlo después de todo.

- Oye...- se puso de pie y rodeó la mesa para llegar a mi lado y acuclillarse a mi altura.

Dio vuelta mi silla hacia él haciendo que quedásemos frente a frente. Me puse nerviosa otra vez, pero la tristeza y el miedo eran más fuertes.

- Sé que has pasado por mucho y que tienes miedo de lo que viene. Pero esta es la mejor manera de demostrarte que no estás sola – tomó mis manos heridas con la suyas suavemente en un acto que hizo que mi corazón martilleara fuerte dentro de mis costillas.- Para mí no es molestia cuidarte ni tenerte en mi casa, así que deja de hablar de eso. La única condición es que cooperes con esto y que cumplas con lo que dijo la doctora Choi, ¿de acuerdo?

Susurré una afirmación y acercó una de sus manos a mi rostro. Lagrimas silenciosas caían por mis mejillas sin que me diera cuenta, y el secó cada una de ellas con su mano.

¿Qué era eso que comenzaba a sentir?

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