Cuando salió de la clínica, en lugar de ir a casa, como solía hacer, dio un paseo. La conversación con Alba le había hecho meditar y, con sus auriculares puestos y Billie Eilish a todo trapo, se decidió a ir en busca de un hobby. Se dirigió a la FNAC de Callao, que estaba muy cerca tanto de la clínica como de su casa. Allí tendría muchas opciones juntas: cine, literatura y música. Era un buen lugar por donde empezar.
Dio una vuelta por la zona de literatura y cogió un par de libros de Murakami y otro de Alessandro Baricco. Antes leía mucho, pero con todo el torbellino de Alicia y la música lo había dejado abandonado. A lo mejor era el momento de retomarlo. Compró un par de sagas de películas de superhéroes. Cuando llegó a la planta de música tuvo que detenerse unas cuantas veces a atender a algunas fans. Volvió a sentirse rara al verse en el frontal de la zona de discos más vendidos. Se alejó de allí rápidamente, le resultaba incómodo, como si se vanagloriara mirándose ahí, expuesta. Escuchaba mucha música, esto era cierto, pero le apetecía descubrir algo nuevo. Estaba un poco perdida. Se decidió por unos discos en castellano de autores españoles y latinoamericanos; últimamente solo escuchaba música en inglés. Se hizo con un altavoz para el móvil y fue a pagar.
Una vez fuera pidió un café para llevar en la cafetería de la esquina y dio un rodeo hasta su casa, cargada con una bolsa enorme llena de pasatiempos. Bueno, Alba Reche, a ver si tu consejo funciona. Sabía que su problema no era solo de tiempo libre, era algo más profundo, más bien se trataba de una necesidad vital. Pero puede que, teniendo la mente entretenida en otras cosas que quizá también le gustaran, la agonía disminuyera. Solo es un mes, luego puedo volver a dejarme asfixiar por la música.
No quería sustituirla, era su vida, pero a lo mejor, con el tiempo, podría introducir otras cosas nuevas, recuperar algunas viejas, y, de alguna manera, evitar que esta eclipsara todo su mundo, pues quién sabía si le podría volver a pasar. Romperse un brazo no era tan raro, más teniendo en cuenta lo que le gustaba ir en moto, y no podía dejar en sus manos toda su existencia. Alicia se fue y encontró la música; la música se ha ido y, quizá, podría encontrar otra cosa para poder vivir sin ella (si se diera el caso) igual que había aprendido a vivir sin Alicia. Solo por precaución.
Nada más llegar a casa se puso a cocinar. Aquello, por ejemplo, conseguía liberar su mente del tormento habitual, le relajaba y le hacía sentir en paz. Si la cocina lo conseguía, puede que otras cosas también. Una vaga esperanza asomó tímidamente en su corazón.
Mientras comía empezó a mirar en la bandeja de entrada de su correo electrónico las invitaciones que solía recibir, esta vez con interés, esperando encontrar un plan para el fin de semana. Se le daba fatal aquello, idear planes le agobiaba, tenía la sensación de que la otra persona se podría aburrir y prefería que se lo dieran hecho.
Había un par de estrenos que desechó sin pensarlo: los estrenos incluían alfombra roja, posados y entrevistas breves, y si no había hecho aquello en seis años no iba a hacerlo ahora. Huía del sensacionalismo y, dada la poca carnaza que su vida daba, sin parejas ni declaraciones controvertidas, o mejor dicho, sin apenas declaraciones de ningún tipo, la prensa la dejaba en paz. Tenía también algunas invitaciones a fiestas de colegas de profesión, productoras y demás. No pensaba llevar a Alba a una fiesta de aquellas, no quería asustarla con lo que pudiera ver allí. No. Prestó más atención a los musicales. Ese plan podría estar bien, no requería de contacto visual ni excesiva conversación, lo justo para calmar sus nervios. Lo pensó mejor: allí la conocerían, la invitarían a camerinos y a la fiesta de después, y no quería que Alba pensara que la había llevado a su terreno para impresionarle. ¡Maldita sea, qué difícil!
Desistió y se puso a ver Friends en Netflix. La había visto millones de veces, pero era su serie y, como se sabía hasta los diálogos, era perfecta para dejar la mente en standby y cabecear la siesta. Así fue, al segundo capítulo se quedó dormida en el sofá y despertó a media tarde. Estuvo devanándose los sesos durante un buen rato pensando en algo que hacer con la fisio, ya que ninguna de las opciones culturales de las que disponía le convencieron, pero se había quedado en blanco.
Sacó el móvil y el papel que la chica le había dado con su número, lo guardó y abrió su chat, dispuesta a escribirle. Se fijó en su foto de perfil, era la que les había mandado Marta la noche del vermú eterno. La amplió, hacía días que no la miraba. Esa boca y esa cara no pueden ser legales, pensó absorta. La cerró y procuró centrarse en lo que iba a hacer. ¡Cómo le gustaría ser como esas personas ligeras que no dan importancia a casi nada y actúan con naturalidad! A ella, sin embargo, le costaba dios y ayuda sacar valor hasta para llamar a su madre.
*Natalia*
Alba Reche, tengo que confesarte una cosa
Se me da muy mal pensar planes
😓
Tiró el móvil al otro lado del sofá como si fuera una bomba de relojería y se fue a hacer la compra sin mirar atrás. Le aterraba la respuesta, que se burlara o peor, que pensara que era imbécil: tenía un terrible miedo al rechazo, por eso no solía arriesgarse a propiciarlo. No se veía con fuerza para esperar la vibración del móvil, el ansia hasta desbloquearlo y el vuelco en el estómago al leerlo. Prefería llegar y encontrárselo, no parecer una desesperada con el móvil en la mano. Joder, Natalia, le das demasiadas vueltas.
Cuando volvió, casi para la hora de cenar, no había recibido respuesta. Ni siquiera le había contestado. El pánico era real y su cara, un poema.
Cogió el papel con el número de Alba Reche y lo metió en una cajita vacía que adornaba el mueble del comedor. No tenía corazón para deshacerse de él.
----------------------------------------------------------------------------------
A las ocho, ya cambiada, cogió el bolso y la chaqueta para salir a buscar a Marta. Miró el móvil, tenía bastantes notificaciones, de Whatsapp, Instagram y una llamada de su madre, como siempre al terminar su jornada laboral. Devolvió la llamada a su madre, que solo quería confirmar la comida del domingo, y metió de nuevo el móvil en el bolso. Cuando llegaran al bar lo miraría con más calma. No era lo mismo revisar el móvil entre un grupo de gente que estando a solas con alguien, le parecía de muy mala educación y ella predicaba con el ejemplo.
Una vez en el restaurante que Sabela había sugerido, pidieron cervezas y algunos platos para compartir. Sacó su móvil y empezó a contestar a todo el mundo. Vio un chat de alguien que no tenía guardado, miró la foto de perfil y su boca tomó la forma perfecta de una o. Se le había olvidado por completo que Natalia tenía ahora su número. De haberse acordado lo habría mirado antes de salir de su despacho.
- Hostia puta... -murmuró lo bastante alto para que Julia, que estaba a su lado, la oyera.
- ¿Qué pasa? -preguntó, preocupada.
- Nada, nada -si les decía a sus amigas que tenía el número de la cantante no la dejarían en paz en toda la noche. De momento era mejor callar y ver qué le había escrito.
*Natalia*
Alba Reche, tengo que confesarte una cosa
Se me da muy mal pensar planes
😓
El mensaje era de hacía dos horas. Sonrió con satisfacción. Sabía que tarde o temprano le escribiría, pero nunca se hubiera imaginado que sería tan temprano.
*Alba*
Ah, sí?
Nunca me lo hubiera imaginado
Natalia no supo que llevaba conteniendo el aliento toda la tarde hasta que vio el mensaje de Alba y soltó, de golpe, todo el aire de sus pulmones. Sonrió más tranquila. Te ha dado el número ella, cómo no te iba a contestar, que pareces tonta. Pensó tardar un rato en responder para no parecer ansiosa, pero no pudo resistir la tentación.
Alba dejó el móvil en la mesa para prestar atención a sus amigas, pero en apenas medio minuto volvió a vibrar.
*Natalia*
Se te nota la ironía hasta aquí
Muy mal, Alba Reche
Riéndote de una pobre inválida
*Alba*
No me río, palabra ✌
Pero sí, sí se reía. Marta la miró y levantó una ceja, y Alba intentó recuperar la seriedad de su rostro. Natalia no se lo estaba poniendo nada fácil.
*Natalia*
Mentirosa
*Alba*
Me lo has puesto a huevo, Natalia
No lo podía dejar pasar
Entonces, se te da mal pensar planes?
La verdad es que esperaba una confesión más jugosa
*Natalia*
Se me da fatal
Pero ya que quieres algo más jugoso...
Sabes una cosa que se me da muy bien?
A la rubia le dio un vuelco el corazón. ¿Qué narices pensaba decirle? Se le pasaron varias ideas por la cabeza, ninguna buena, así que se serenó todo lo que pudo, dio un trago a su cerveza y contestó.
*Alba*
Sorpréndeme...
Natalia se relamió repantingada en su sofá. La Reche siempre caía en las trampas que le tendía, y hubiera dado su otra mano por saber qué estaba pensando la rubia.
*Natalia*
Aceptarlos
Qué hija de puta... Por una parte temía que Natalia le soltara alguna ordinariez, pero por otra se había sentido decepcionada al no ser así. Jugaba con su mente, tenía que ser más ágil. Seguro que estaba descojonada en su casa. Espabila, Reche.
*Alba*
Vamos, que me dejas el muerto a mí
Resumiendo
*Natalia*
Tienes un 10 en sinopsis
Te he dicho que se me da bien aceptarlos
Lo tienes chupado
*Alba*
Te ofrecí el karaoke y lo rechazaste
Uy, perdona, que me da la tos
Pillada. Natalia se rió. La Reche era la más rápida del oeste. Tenía que tener su mente al 110% para estar a la altura y eso le ponía mucho. Poca gente le exigía tanto, y no había nada que le gustara más que un reto.
*Natalia*
Da un trago a la cerveza
No vaya a ser que te AHOGUES 😒
La rubia soltó una carcajada sin despegar la mirada del móvil ni percatarse de que había llamado la atención de sus amigas. Estaba en su mundo.
*Alba*
Empatamos de nuevo
No me duras ni medio asalto, Lacunza
*Natalia*
En qué momento he empezado ganando yo?
Natalia se mordió el labio inferior. Cómo le gustaba que las pillara todas...
*Alba*
Lo sabes
No pienso darte esa satisfacción
*Natalia*
JAJAJAJAJAJAJAJA
Mente sucia
*Alba*
No sé de qué me hablas... 🙄
*Natalia*
Te voy a dejar escapar porque estás con gente
Y está muy mal que esté acaparándote
*Alba*
Exacto, para eso haber venido
*Natalia*
Espera, que me saco la puñalada de la espalda
*Alba*
Jajajajajaja
Déjala ahí, si te la sacas te desangras
*Natalia*
Alba Reche, amigos
Enseña y entretiene
*Alba*
Para servirla a usté 😉
*Natalia*
Anda, tira, te dejo en paz
Dale una vueltita a esa hermosa cabeza que tienes
A ver si a ti se te ocurre algo
¿Le acababa de llamar guapa? Esa fue una pregunta que se hicieron ambas, cada una en un tono diferente, claro está.
*Alba*
Cuando me venga la inspiración te digo
Atenta a su pantalla
*Natalia*
Dejaré el móvil con sonido
Por si acaso
Un beso, Alba Reche
*Alba*
Otro, Natalia Lacunza
Natalia dejó el móvil con mucha suavidad sobre la mesa. Era un bien preciado, un portador de buenas noticias y mejores vibraciones; nada de lanzarlo contra el sofá ni golpearlo bruscamente contra la madera. Casi le dio un beso. Se masajeó las mejillas, le dolían un poco de la tensión de haber estado toda la conversación con Alba sonriendo como una lela. ¿Qué coño le pasaba? Había que reconocer que aquello era lo que más le gustaba de ella: el juego, el intercambio lingüístico, y Whatsapp le había abierto una puerta hacia el paraíso. Qué bien lo hacía, cómo dominaba el léxico, con qué soltura se manejaba en los dobles sentidos. Había encontrado la horma de su zapato. Ya le iba tocando algo de suerte.
Alba se guardó el teléfono en el bolsillo del pantalón y, cuando alzó la mirada, vio que sus tres amigas la miraban con las cejas levantadas. Mierda.
- ¿Qué? -preguntó distante.
- Eso queremos saber nosotras -dijo Sabela con una expresión en su rostro que denotaba que no tenía escapatoria.
- ¿Con quién hablabas que no has dejado de sonreír ni medio segundo? -Julia la miraba fijamente con una sonrisa pícara.
- Suelta -la apremió Marta. Dios, qué suplicio.
- Con Natalia Lacunza -rodó los ojos y se puso una mano en la frente en cuanto escuchó los gritos de emoción de sus amigas.
- ¿Tienes el teléfono de Natalia Lacunza? ¿Tu Natalia Lacunza? ¿La tía con la que nos vuelves la cabeza loca mandándonos canciones y, lo que es peor, analizándolas? -Julia era la que ponía en relevancia todo lo que estaba ocurriendo. Era muy fuerte, en realidad.
- La misma. A veces se me olvida que ambas son la misma persona. Es raro -reconoció Alba mientras daba un trago tan largo que se terminó la cerveza.
- Illo, illo, illo, es to' fuerte esto, tía. Piénsalo -Marta estaba entrando en brote.
- Ya me has oído, se me olvida. Es como si fueran dos personas diferentes. Cuando estoy con ella no pienso que es Natalia Lacunza. Es solo Natalia.
- Claro, como ahora se llaman por su nombre... Íntimas son -Sabela se mofaba. Qué zorra.
- Sois imbéciles. ¿Me queréis escuchar? -Alba no sabía cómo hacerse entender-. Sé quién es, y cuando llega me pongo de los nervios, pero luego empezamos a hablar y no me siento incómoda, ni inferior. Lo hace todo tan natural que se me olvida que tengo su discografía entera y que me he hecho cientos de kilómetros por verla cantar. ¿Es normal? -dirigió la pregunta a Sabela, la más sensata del grupo, porque las otras dos habían entrado en bucle entre gritos y palmaditas de emoción.
- Supongo que sí. Por lo que contáis es una chavala muy normal. Si te hubieras encontrado con una diva inalcanzable y engreída seguramente sí relacionarías las dos partes, porque era lo que en el fondo esperabas. Como no ha sido así no eres capaz de enlazar la imagen que tenías con la realidad.
- ¡Pero si yo no tenía ninguna imagen! -se quejó la rubia.
- En tu subconsciente. A lo mejor si intimáis y conoces su parte más... cómo decirlo... -buscaba las palabras chasqueando los dedos-, personal, como lo es su música, sí veas reflejada a la artista en la persona.
- Tiene sentido... Pero no creo que lleguemos a tanto -se encogió de hombros.
- Quién iba a pensar que tendrías su número, y mira -apuntó Julia con mucho acierto-. Todo puede pasar.
- Igual no vuelves a pagar un duro por un concierto suyo porque sois tan amigas que te invita a todos, ¿TIMAHINA? -añadió Marta muy contenta.
Ser amiga de Natalia Lacunza. Sus amigas eran, desde luego, muy optimistas, pero Alba tenía los pies sobre la tierra. Natalia Lacunza se aburría, no tenía ningún entretenimiento ya que lo único que hacía era tocar y, ahora, no podía. Natalia Lazunza, en poco más de un mes y medio, estaría recuperada, cogería su guitarra, su grupo, y se iría de gira por el mundo, a recuperar el tiempo perdido, y ella pasaría a ser aquella fisio que la trató una vez. No le importaba, y pensaba disfrutar al máximo aquellas semanas, pero no quería perder la perspectiva. Le ilusionaba mucho su incipiente relación, no iba a mentirse, pero prefería andarse con pies de plomo antes de pasar un mal rato.
- ¿Y cómo ha sido lo de que te diera el número? -la cara de curiosidad de Julia hizo reír a Alba.
- En realidad se lo di yo -reconoció poniéndose un poco roja.
- ¡A ganar! -exclamó Julia.
- Qué atrevida, Alba -Sabela se burlaba moviendo las cejas y Marta le levantaba el pulgar en señal de respeto.
- Sois gilipollas. Se lo di porque María se ha ido a Málaga y está muerta de aburrimiento -no pensaba contarles el motivo real ni nada de la conversación que habían tenido en la clínica esa mañana, era demasiado íntimo, para las dos-. Le dije que si quería hacer algo este finde me llamara.
- ¿Y te ha escrito ahora? -preguntó incrédula Marta.
- Hace dos horas, lo he visto hace un momento y por eso le estaba contestando.
- Di que sí, haciéndote la interesante con una tía que tiene ochocientos discos de platino -Julia aplaudía lentamente, impresionada.
- ¡Que no lo había visto, joder!
Alba las dejó por imposibles y, mientras bebía y reía, las escuchaba divagar sobre el tema.
- ¿Y qué vais a hacer?
- Me ha dicho que lo piense yo, que a ella no se le ocurre nada. Le dije que se viniera esta noche...
- ¿QUÉEEEE? -el grito de Julia se escuchó en todo el local.
- ME MUERO -Sabela se puso una mano en el pecho y miró en todas direcciones esperando ver aparecer a la cantante en cualquier momento.
- Tranquilas, no va a venir. Y menos mal -la rubia las miraba como si se acabaran de escapar de un manicomio.
- ¿No nos quiere conocer? -puso un puchero la gallega.
- No es eso, es que el plan del karaoke, siendo ella quien es, no era muy buena idea.
- Hostia, claro. Qué metedura de pata, Alba -Marta se carcajeó en su cara.
- Bueno, dejad de reíros de mí y dadme ideas. ¿Qué puto plan le propones a Natalia Lacunza?
- Pfff...
Las cuatro se quedaron medio minuto en silencio, pensando, pero no se les ocurría nada.
- Lo dejamos, a ver si nos entolingamos un poco y dentro de un par de horas hacemos lluvia de ideas -concluyó Alba, viendo humo salir de las cabezas de sus amigas.
Terminaron de cenar y se dirigieron al karaoke. Por el camino miró si tenía algún mensaje y, viendo que no, volvió a guardar el móvil. Qué esperabas, Reche, se regañó. Un par de copas y Alba se animó a subir a cantar. Estaba excitada, había sido un día muy convulso y lleno de emociones y necesitaba dejarse ir. Subida al escenario miraba a sus amigas, que la coreaban como locas, y no pudo evitar pensar en cómo habría sido si Natalia se hubiera animado a acompañarlas. Lo que era seguro es que no se habría subido a cantar con ella delante, pues solo de pensarlo casi se equivoca con la letra. Le apetecía verla, pero prefería que fuera al día siguiente, hoy ya se habían visto y era de las que se inclinan por alargar el placer a consumirlo todo de golpe. De a sorbitos Natalia sabía mejor. Estás borracha.
- Brain storming, vamos, chicas -dijo Alba al volver a la mesa, dando palmas y con la voz un poco tomada.
- ¿Brain de qué? -los anglicismos no eran buenos amigos de Sabela.
- ¡Tormenta de ideas! ¿Qué hago mañana con Natalia? ¿A dónde llevas a una persona que puede comprarse el edificio Schweppes?
- Fácil: llévala a un sitio donde ella jamás iría -Marta se daba golpecitos con un dedo en la sien.
- Me gusta tu manera de pensar, Marta -la rubia le guiñó un ojo-. Sigamos por ahí. Ahora, ¿dónde?
- Cuando vinisteis a Madrid -aportó Julia entrecerrando los ojos-, viviste en Vallecas unos años, ¿no?
- Sí -contestó Alba con precaución.
- ¿Tú crees que esta persona ha estado en Vallecas alguna vez? -Sabela le dio el empujoncito que le faltaba para comprender a dónde quería llegar su amiga.
- ¿Pretendéis que lleve a Natalia Lacunza a Vallecas? ¿Qué os habéis fumado, tías? -no le entraba en la cabeza que aquella idea les pareciera tan bien a las tres.
- ¡Es una ideaza, Alba, piénsalo! -Marta lo veía en su cabeza y con eso era suficiente-. Barrio, cero postureo, sin que os paren cada dos por tres, sin agobios. Y tú conoces sitios chulos donde llevarla.
- ¡El cerro ese famoso de las siete tetas! -Julia la señaló con el dedo como si hubiera adivinado la fórmula de la CocaCola.
- Seguro que ha estado allí. Todo el mundo ha estado allí -Alba negaba con la cabeza. El plan era un disparate.
- A lo mejor no -se encogió de hombros-. Vais al barrio, la llevas a tu bar de confianza, os tomáis algo, la invitas a cenar al sitio ese de las cervezas artesanas...
- ¡No, no, al de las hamburguesas, Alba, hazme caso! -intervino Marta de nuevo.
- Al de las hamburguesas, sí, mejor -continuó Julia-, y luego, dando un paseo refrescante para bajar la cena, la llevas al cerro que vea Madrid, y voilà, una cita perfecta.
- No es una cita -dijo la rubia entornando los ojos.
- Bueno, lo que sea, una quedada, un encuentro entre fisio y tullida.
- Qué bruta eres, hija -la regañó Sabela con muy poca credibilidad.
- Te gusta el plan -la picó Marta clavándole un dedo en un costado para hacerle cosquillas.
- Marta...
- Reconócelo, te gusta... -se mordía el labio y la miraba con una sonrisa de picardía.
- Bueno, sí, tendría que darle una vuelta, pero no es un mal plan -sentenció. Era cierto. En principio le había parecido horrible, pero según lo visualizaba se le iba pintando de mejor color-. También podríamos ir al cine y a cenar a cualquier sitio y me dejo de rollos.
Sus amigas le echaron tal mirada que levantó las manos como ofrenda de paz. Había captado el mensaje.
Dieron la noche por concluida sobre las cinco de la mañana. Alba había cantado más de lo habitual y estaba empezando a quedarse ronca. Tenía el alcohol subido a la cabeza, así que cuando se metió en la cama cogió su móvil, abrió el chat de la cantante y le escribió.
*Alba*
Has estado alguna vez en Vallecas?
Como no esperaba respuesta lo dejó en la mesita y se dispuso a dormir. Una vibración hizo que se girara a comprobar que no lo había soñado. Efectivamente, había sido real.
*Natalia*
No
*Alba*
Qué coño haces despierta, Natalia?
*Natalia*
Te dije que dejaría el móvil con sonido 😉
*Alba*
Eres tontísima
*Natalia*
Nah, en realidad me he levantado a mear
*Alba*
Qué sexy
*Natalia*
Ni te lo imaginas
Alba no se la imaginó meando, pero sí se la imaginó diciendo aquellas palabras muy bajito, con su voz grave, al oído, y el calor que se le apalancó en la parte baja del abdomen le hizo tomar consciencia de la situación.
*Alba*
Estoy un poco contentilla
Así que me voy a dormir
Quizá mañana la idea de ir al extrarradio me parezca una mierda
De momento es lo que hay
Seguiremos informando, Lacunza
*Natalia*
A mí me parece una idea cojonuda
Lo discutimos con la almohada y mañana vemos
Descansa, Reche
Un beso
*Alba*
Otro
Natalia se estiró en la cama y puso el móvil a cargar. Le apetecía mucho el plan, cualquier plan.
Se despertó en estado de efervescencia y, dando pequeños saltitos, se fue directa a la cafetera. Era raro en ella, pues su cuerpo tardaba una hora en estar apto para su uso. Tarareaba una canción que había descubierto el día anterior tras su mañana de compras mientras esperaba que el líquido negro dejara de caer. Se encontró de buen humor, ella, Natalia Lacunza. No recordaba esa sensación y, sinceramente, era una pena que llevara tanto sin experimentarla, porque estaba bastante bien.
Se sentó en su mecedora de la terraza, se arropó con la manta ya que, tan temprano, hacía más bien fresco, y se encendió un cigarro. Lanzó, como cada día, su mirada al otro lado de la calle, a los tejados de los edificios colindantes, a las nubes hechas jirones después de una noche en vela, a los colores pálidos del amanecer. La nostalgia no acudió a ella, ni la melancolía. Hoy no. Hoy solo sentía un rumor lejano palpitando en su pecho y una bola que iba ganando peso con el paso de los minutos en la boca del estómago.
Estaba ilusionada con el plan con la Reche. Ilusionada y un poco nerviosa. Y ni siquiera sabía responderse por qué. La conocía desde hacía ya semana y media, la veía tres días por semana, habían hablado de idioteces y habían dado algún que otro paso en el sendero de sus intimidades. No tenía que alterarse por verla otra vez, no era nuevo. Aunque bueno, sí que sería la primera vez que se verían fuera de la clínica. Como para no estar de los nervios.
Natalia podía contar a sus amigos con los dedos de una mano. María, África y Miki, al que menos veía porque vivía en Barcelona. Por lo tanto se podría entender la inquietud que sentía en su pecho con la posibilidad de ampliar ese escueto grupo, pues ni siquiera con ellos, que eran casi familia, conectaba de manera tan orgánica y primaria como con la rubia. Como para no estar de los nervios.
No era una persona que se dejara llevar por el optimismo, precisamente, y no tenía intención de llenarse la cabeza de pájaros con su nuevo descubrimiento, pero no podía evitar sentir una punzada de ilusión. Siendo hermética, como ella era, dar con alguien con quien no necesitaba hablar para entenderse era como un regalo caído del cielo. Como para no estar de los nervios.
Alcanzó su libreta, que seguía tirada contra el macetero y, aunque sabía que la inspiración hoy tampoco acudiría a su encuentro, la dejó sobre la mesa, cerca de ella. Dio una profunda calada y sorbió el café. Qué bien olía Madrid recién levantado. Como Alba Reche. Huele como todas las estaciones juntas. Le hizo gracia la frase y la apuntó. Ya que no se le ocurrían letras de canciones al menos escribir aquellas frases estúpidas le hacía sentir menos inútil.
Cuando notó las piernas entumecidas entró en casa, dejó la taza en el fregadero, se lavó los dientes y se metió en el pequeño estudio que tenía en casa. Sintió morriña de sus días allí encerrada con las guitarras, el teclado, los sintetizadores, la mesa de mezclas... No fue un sentimiento, por primera vez, negativo, sino un simple echar de menos.
Antes de dejarse engatusar por el piano, que le estaba poniendo ojitos, salió de allí en dirección al vestidor y se puso a rebuscar algo que ponerse aquella tarde. ¿Qué coño se ponía una para quedar con su fisio?
---------------------------------------------------------------
Queen tenía hambre y quería las atenciones que merecía de su humana. Restregó el morro por su cara para que le hiciera caso, y eso terminó por despertarla. Ronroneó mientras se estiraba en la cama todo lo larga que era, que era más bien poco, sembrando la duda de quién era más gata de las dos. Giró la cabeza para corresponder la caricia de Queen y un dolor intenso paralizó el movimiento. Mierda, necesito un ibuprofeno. No estaba acostumbrada a beber tanto, con dos copas ya iba más que contenta, pero con la agitación que la había invadido durante todo el viernes se había dejado llevar. Y Marta, esa pequeña hija de satanás, se había aprovechado de su estado relajado y no le daba tiempo a terminarse una copa cuando ya tenía otra delante.
Era la una del mediodía y, aunque casi era la hora de comer, se hizo un café doble para desatascar su mente. Desbloqueó su teléfono tirada en el sofá y, aunque una neblina espesa le embotaba el cerebro, el recuerdo de unos mensajes con Natalia le hizo entrar en pánico. Abrió su chat y lo leyó. No recordaba haberle escrito al llegar a casa, aunque estaba muy contenta con su comportamiento: había decidido, muy sabiamente, cortar la conversación e irse a dormir antes de meter la pata. Esa es mi chica, se autofelicitó. Miró su foto de perfil. La siguió mirando. Un ratito más. Cuando quiso darse cuenta la pantalla se volvió a bloquear y salió del bucle.
*Alba*
Buenos días 😪
Natalia, que estaba aún buscando un atuendo adecuado para no sabía aún qué maldito plan, escuchó una notificación en su móvil y, con un encogimiento en el pecho, fue directa a por él. Sonrió, sonrió con toda su cara.
*Natalia*
Buenos días, Johnnie Walker
*Alba*
Cállate
*Natalia*
JAJAJAJAJAJAJAJA
Te he dejado un ibuprofeno en la mesita de noche
*Alba*
Ojalá, me hubiera venido muy bien
Qué impresión más pésima para una paciente
Sinceramente 🤦♀️
*Natalia*
No seas tonta
Tengo una fisio que bebe como un estibador ruso
Mola 🤘
*Alba*
OYE
Que yo apenas bebo
*Natalia*
Dos fines de semana llevas en mi vida, Reche
Dos fines de semana que lo has dado todo
No lo digo yo, lo dice la ciencia
*Alba*
Ha sido casualidad, jope
Natalia pudo imaginarse a Alba Reche diciendo eso con las mejillas coloradas, la mirada en el suelo y el labio inferior entre los dientes. Alba Reche, era, sin lugar a dudas, una monada.
*Natalia*
Que me da igual, Alba
Seguro que estás muy graciosa cuando bebes
*Alba*
Algún día lo verás...
*Natalia*
SI??????
*Alba*
Bueno, YA VEREMOS
A lo que iba, te sigue apeteciendo quedar?
Alba se mordió un dedo con nerviosismo. A ver si después de llevar un día dándole vueltas a aquello resultaba que la cantante se echaba atrás. No se sentía preparada para afrontar esa decepción. Quería verla, disfrutaba mucho de su compañía, quería un poquito más, lejos de las cuatro paredes de su sala y sin el toque de queda de una hora.
*Natalia*
Alba, debes estar muerta de la resaca
Seguro que solo te apetece estar tirada en el sofá todo el día
Si quieres lo dejamos para mañana
*Alba*
En realidad no bebí tanto, solo que yo con dos copas ya voy
Pero si no te apetece no pasa nada
*Natalia*
No es eso
Me sabe fatal por ti
*Alba*
Que yo en cuanto coma estoy bien
*Natalia*
Segura?
*Alba*
Mira, voy a ser directa porque si no estamos así hasta mañana
Me apetece mucho quedar contigo hoy, Natalia
Pero si a ti no, no pasa nada, de verdad
La morena tuvo que mirar a su alrededor, pues estaba segura de que su corazón le había saltado del pecho. Me apetece mucho quedar contigo. Vaya. Eso no era algo que le dijeran a menudo. Una estampida tuvo lugar en su pecho o, al menos, sonaba igual. Quiso ser tan sincera como la rubia, pero se acobardó. Escribía, borraba, volvía a escribir... Releyó los últimos mensajes de la fisio, cerró los ojos y se tiró a la piscina, rezando porque tuviera agua.
*Natalia*
A mí también me apetece mucho, Alba
BOOM. La sonrisa de Alba Reche no era de oreja a oreja. La sonrisa de Alba Reche le daba un par de vueltas a la cabeza y se anudaba en su nuca. Qué barbaridad. A Natalia Lacunza le apetecía mucho quedar con ella. Alucina. Escuchaba su corazón desbocado contra sus tímpanos, enmudeciendo cualquier ruido externo, ya fuera el tráfico de la calle o un meteorito chocando a dos calles de allí.
*Alba*
Pues ya está
Dejemos de hacer el imbécil
*Natalia*
Así que esto es ser directa, no?
Vaya, no lo había probado nunca
Así es todo más fácil
*Alba*
De nada
Esta lección de vida no te la voy a cobrar
Te apetece el plan vallecano?
*Natalia*
Me apetece
En qué consiste el plan?
Llevo una hora pensando qué ponerme
Necesito pistas
Llevaba una hora pensando qué ponerse y, sin embargo, le había dado la opción de anular el plan si se encontraba mal. Esta persona me va a volver loca. Creyó que no podría ensanchar su sonrisa, pero sí, podía, y un aire de ternura apareció en ella.
*Alba*
Tomar unas cervezas
Cenar en una hamburguesería que mola mucho
Ya sabes, lo normal
*Natalia*
Look casual
*Alba*
Exacto
Yo no voy a llevarte a una alfombra roja
*Natalia*
Esa es mi parte favorita
*Alba*
Ah, sí?
*Natalia*
Obviando la compañía, sí
*Alba*
Eso está mejor
Por dónde vives?
*Natalia*
Malasaña
*Alba*
Yo también
Quedamos en Gran Vía y allí cogemos un taxi?
*Natalia*
Genial
Hora?
*Alba*
Las siete está bien?
*Natalia*
Perfecto, así te da tiempo a recuperarte un poco
No quiero beber cervezas y tú aquarius de limón
*Alba*
Espero que seas capaz de seguirme el ritmo, Lacunza
*Natalia*
Con las cervezas no sé
Con el resto intentaré estar a la altura
*Alba*
Siempre lo estás
En eso quedamos
Si surge alguna cosa, escribe
Un beso
*Natalia*
Otro
*Alba*
(copias)
*Natalia*
😎