Namjoon
15 de mayo, año 20
Me adentré en el salón de clases convertido en depósito, que servía como un escondite para nosotros siete, enderezando algunas sillas en el camino. Levanté un escritorio volcado y quité el polvo de encima con las palmas de mis manos. Hoy era mi último día en esta escuela. Mi familia había decidido mudarse hacía dos semanas. Papá había desarrollado algunas "complicaciones" que no nos podíamos permitir. Nuestra renta estaba atrasada por meses, la buena voluntad de los vecinos y el pago de mi trabajo de medio tiempo en la estación de gas no podían cubrirlo todo. Teníamos que mudarnos antes de que nuestro depósito se agotara.
Doblé un trozo de papel a la mitad, lo puse en el escritorio y tomé un lápiz. No tenía idea de qué escribir. Los minutos pasaban. Mientras garabateaba el papel, el lápiz se rompió. Debo sobrevivir. Eso fue lo que escribí sin darme cuenta antes de que fragmentos de grafito se esparcieran por todas partes.
Arrugué el trozo de papel, lo puse en mi bolsillo y me levanté. El polvo se levantó cuando empujé el escritorio. Antes de salir del salón, soplé mi aliento en la ventana y escribí tres palabras. Ningún mensaje de despedida sería suficiente para hacerles saber a los otros cómo me sentía. Al mismo tiempo, ningún mensaje de despedida era necesario para hacer que yo lo entendiera. "Los veré nuevamente". Era un deseo, más que una promesa.