Perfecta ImperFecciÓn

By allison_porras

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• ° Usa guantes por una razón que desconozco. Su sonrisa es hermosa, y aunque tiene un problema de lenguaje... More

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<•> Disculpas 3.0 <•>
<•> Capítulo ochenta <•>
<•> Capítulo ochenta y uno <•>
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<•> Capítulo Noventa <•>
<•> Capítulo Noventa y Uno <•>

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By allison_porras


°
 

°

Me separé de él, poniéndome de pie, mientras, el miedo me invadía. Nunca había visto algo como eso. ¿Qué rayos le había sucedido? Necesitaba una explicación lo más antes posible, pero... Debía echar todo a la basura con manera de ser tan repugnante.

—Habla.

—Ya...

Puso sus manos en su estómago. Pude notar que lo apretó con bastante fuerza. Sus mejillas rojas y sus ojos vidriosos me indicaban que estaba a punto de llorar.

—Quiero que me digas por qué tienes el cuerpo así.

No había respuesta alguna. Estaba estático y sin prestarme atención, como si yo no estuviera al frente suyo, rogándole una explicación. Mis manos comenzaron a temblar y mi pulso cardiaco aumentó. Estaba comenzando a enojarme y no quería herirlo.

—Ivo... Es la última vez que voy a preguntarte por qué.

—Es que...

—"¿Es que?" ¿Eso es lo único que sabes decir?

«Cálmate. Cálmate. Cálmate...»

—A ver —inconcientemente, lo tomé de la muñeca derecha con brusquedad—, ¿tus manos también están así, cierto? Es por eso que no las enseñas —afirmé.

Lo apreté más, al punto de hacerlo expresar dolor. Quiso safarse con toda la intención del mundo, pero se lo evité.

—Du-duele...

—¡A mí me duele! —otra vez lo estaba arruinando todo con mis gritos innecesarios—. ¡Me duele que no confíes en mí! —solté su mano y me quise golpear por haberle causado tal dolor, pues llevó su otra mano hasta dónde había estado apretándolo fuertísimo—. ¡¿Es era tu secretito?! ¡¿Unas malditas quemaduras?!

Hasta ahora, caía en la cuenta del por qué nunca me había enseñado sus brazos, por qué nunca me dejó subirle su suéter, o por qué nunca me mostró sus manos...

La piel de su abdomen, estaba completamente dañada en unas cicatrices que eran, por demás profundas. Quemado. Así era como estaba. Apesar de tener unos ligeros músculos, estos se veían opacados por algo en serio terrible.

—No puedo creerlo... ¿Por qué no quisiste deci...

—¡Por eso! —su voz quebrantada, fue suficiente para hacerme sentir el más desgraciado de todos—. Así, raccinar así y es feo... Duele... —volvió a decir, acariciando donde hacía unos segundos, seguramente mi mano lo había dejado morado—. Duele todo...

—¿No me tienes confianza? Dime, ¿todos tus exnovios lo sabían? —guardó silencio una vez más—. Bien, supongo que no me equivoco. Felicidades, me has hecho enojar de nuevo.

No era necesario decir más. Cómo el patán que era, decidí darme la vuelta y dejarlo sólo.

<•>

Me desperté algo desorientado por no amanecer en mi cama. Me encargué de despertar temprano para así, hacer una videollamada y hablar con Vin. El pequeño estaba feliz porque había visto muchísimas caricaturas ese día. Le dije que lo extrañaba, y que me respondiera con esas mismas palabras no tenía precio.

Luego de darme una ducha y vestirme apropiadamente —semiformal pues al idiota de Zuleta no de gustaban las cosas complicadas—, salí al living. Ivo estaba desayunando un poco de cereal mientras escuchaba con atención a Katy, pero al verme... Su sonrisa desapareció.

—Buenos días —comenté.

Las mujeres me respondieron igual, mas él no dijo nada. Bajó la mirada y se llevó una cucharada del cereal a la boca.

—No voy a desayunar —le informé a Katy—. Romy, vámonos.

—¿Eh? —Ivo se puso de pie de inmediato—. ¿Po...

—Iré sólo con ella, tú come tranquilo. Además, suficiente tengo con que Zuleta quiera pasarse de listo contigo.

La secretaria y la hija de Ilse, evidentemente estaban incómodas. Romy agarró sus cosas y avanzó por sí sola.

—Si quieres ir a la playa, hazlo. Llegaremos tarde.

Cuando llegué al auto, Romy simplemente me dijo:

—Y luego por qué te digo que eres un idiota.

<•>

[Ivo]

No solía decir malas palabras; pero, siguientes dos días, fueron una verdadero un puto asco. Durante ese tiempo, me quedé en la casa, haciendo unos proyectos para unos negocios de Alemania, era la única manera de distraerme por casi por completo.

Lo cierto era que también me sentía como una mierda. No podía estar bien conmigo mismo, después de que todavía, luego de tanto tiempo de lo que pasó, seguía ocultándole todo a aquellos quienes eran cercanos a mí.

Contarle todo a modo de disculpa por evitar la confianza, era algo que me daba vueltas en la cabeza a cada segundo, pensando en qué manera debía hacerlo. Así que se me ocurrió hacerle un correo, pero mejor le daría una nota, escrita a mano.

Me dediqué a coger un palo de madera que yacía sobre la arena y comencé a dibujar cosas sin sentido, mientras disfrutaba de la brisa veraniega. No estaba acostumbrado a ese cambio climático tan drástico; pero, ciertamente, le hacía mucho bien a mi cuerpo.

Tiré el palo con fuerza para que la ola que venía se lo llevara. Se veían unos barcos a lo lejos, lo que me recordó que nunca había estado en uno. Mas no quería, seguramente me daría mucho miedo.

Llamaría a mi madre en un rato, quería ver cómo estaban ellas y también Piña y Fresa.

A Fresa no le costó para nada adaptarse a la casa. Tuvimos que llevarlo al veterinario días después de haberlo secuestrado. Le gustaba mucho dormirse cerca de mi cara y a Piña, en mis pies.

Piña era un pastor alemán al que le encantaba tomar por huesos sustitutos mis zapatos, él sí que era un malcriado.

Me quedé en la playa un rato más, hasta que me levanté y sacudí la arena de mi trasero. Volví a la casa y me di cuenta que ellos aún no llegaban. Recordé que tendrían una pequeña cena con los socios.

Estaría sólo de nuevo, porque Katy salió con sus amigos y pareja.

Me encogí de hombros. Eso significaba que tendría otra noche de televisión norteamericana y palomitas hasta quedarme dormido.

Fui a la cocina y revisé la despensa que Katy se había encargado de llenar. Pero, buscando las palomitas de maíz, me encontré con algo muchísimo mejor.

Una gran botella de champagne.

Decidí abrirla y tomar una de las copas de flauta que estaban guardadas.

La ocasión lo ameritaba y mis penas también.

<•>

—¿No le has dicho?

Negué, limpiándome unas cuantas gotas del licor que quedaron en mis labios.

—Pensé que ya lo habías hecho.

—No. No se-sentir buen- bien...

—Si están enojados, ¿no piensas que sería mejor que vuelvas? Digo, no creo que te despida.

¿Sería capaz si me iba sin su permiso? Lo analicé por un rato y lo cierto era que no habíamos hablado esos días, y las comidas se tornaron incómodas.

—Ta' vez.

Continuamos hablando unos minutos más. Era demasiado tarde en Berlín y ella debía dormir. Cerré mi computadora y me acosté plenamente en la cama. Lugar que de hecho, estaba ocupando sólo, ya que Derek había decidido dormir en otra habitación después del incidente.

A los minutos, el champagne me comenzó a saber demasiado delicioso y mis sentidos, lo estaban notando.

Tomé una pluma de color rojo y no me importó que fuera poco ético escribir con ese color. También, agarré una hoja en blanco del portapapeles que tenía en mi maletín y senté en la cama, para disponerme a escribir mis razones.

No se sorprenda si está
nota está escrita de
manera que da miedo;
pero, estoy muy, muuy
ebrio. Tomé unas
cuantas botellas de
champagne que tenía
en la despensa, lo siento.
Si quiere puede
descontármelas del sueldo.
Lo sé, son carísimas.

En fin, si ve una falta
ortográfica no se asuste,
¿vale?

Comenzaré por el principio.

¿Está bien decirlo así?
Ah, qué más da.

Yo... Estoy enfermo, ¿sabe?

Tengo algo que se llama
Síndrome de Raynaud.
Cuando siento frío y estrés,
mis dedos se tornan de color morado, por culpa de la oxigenación que me
afecta los vasos sanguíneos. También, mis pies lo
sufren. Ya sabe que soy muy friolento, por eso ando con suéteres todo el tiempo.

Seguro dice:
"Eso no es motivo para
ocultarlos siempre".
Pero, es verdad.

Hace mucho tiempo,
presencié un asesinato.
Desarrollé mudez
traumática que duró varios
años, así que por eso aún
tengo disfasia a los treinta.
Perdí varios años escolares, porque no quería
comunicarme con nadie.

Sufrí de bullying por mucho tiempo.

Una vez, conocí a un chico.
Él era lindo, físicamente,
pero, su persona interna,
era un asco. El punto es
que se obsesionó
conmigo. Yo, no quise
hacerle caso, por eso,
un día, saliendo de mis
clases de voleibol, él y
sus amigos, me metieron a la fuerza a un auto.

Fue un secuestro.

Por no querer
tener sexo con él, se vengó.
Me llevaron a un lugar
cerca de Adlershof y
estuve ahí por un mes
entero. Quisieron violarme,
pero, gracias al cielo no lo hicieron.

Desafortunadamente, mi
síndrome volvió cuando
estaba cautivo, después
de días sin tenerlo.
El chico, quien era el líder
decidió hacer algo según él, divertido. Calentar agua
para aliviar el dolor que me ocasionaba la falta de
oxígeno en mis manos.

Pero, se excedió. Las quemó
con agua hirviendo y dijo:
"Ya que hicimos esto,
calentemos tu cuerpo también".

Ya sabe cómo quedé. Mis pies, muslos, manos, espalda, abdomen...

Me dejaron ir luego de ver lo preocupante de mis heridas.
Perdí, de nuevo, otros años escolares por el daño
psicológico. Por eso,
terminé la universidad a los treinta, cuando debí haberlo
hecho a los veinticuatro.

Lo siento de nuevo. Pero,
entienda que para mí no
es grato recordar todo eso.

Soy bicho raro, ¿sabe?
Parezco un alien con las
manos moradas y con la
dermis destrozada.

Siento mucho que piense
que no le tengo confianza,
cuando en realidad lo que
tengo es miedo...
Miedo de que usted también me rechace...

Usted, que siempre ha
elogiado lo lindo que soy.
Qué se diera cuenta de la
verdad, decepciona, ¿no?

Doblé la hoja y me levanté de la cama. Claro, que mis piernas flaquearon y caí y golpe al suelo. Todo me daba vueltas.

Lo que hice fue reírme.

Derek seguía sin llegar. Así que opté por meter la nota dentro de las carpetas del trabajo que hice temprano y las dejé en su cama, junto una pequeña nota.

Trabajo, listo.
Espero no tenga ningún
error.

Volví a mi cama, y seguí bebiendo hasta quedar rendido.

<•>

Migraña...

Eso me pasaba por ser un borracho novato. Las cortinas estaban abiertas y el sol se colaba por las ventanas. Eso era mil veces peor. En ese momento tenía cero sensibilidad a la luz.

Apenas me incorporé, unas náuseas terribles me hicieron correr al baño. Vomité por varios minutos y decidí meterme a bañar para luego comer algo y tomar algo contra el dolor de cabeza. Tenía el estómago vacío y me sonaban las tripas.

Me vestí con un pantalón para dormir negro, un suéter amarillo y calcetines de Bob Esponja que me regaló mi tía. Me coloqué los guantes, a medida que caminaba a la cocina. Ahí, me encontré la nota que dejé sobre las carpetas, hecha una bolita arrugada. Sólo esperaba que no hiciera lo mismo con la más importante...

Después de prepararme unos ricos sandwiches de miga y de llenarlos a más no poner de jamón, los llevé a la cama y comí ahí. Obvio, luego de terminarlos, arreglé la habitación.

¿Qué clase de fiesta hice la noche anterior? ¿En qué momento me tomé dos botellas de champagne y una de ron?

Confundido y tratando de recordar si no hice alguna tontería, recogí las sábanas del suelo para hacer la cama. Una vez todo listo, decidí volver a dormir.

<•>

—Ivo.

—Nah...

—¿Nah qué? —abrí los ojos al instante. Esa voz la podía reconocer hasta en estado zombie—. Oye, despierta.

Me levanté aún más desorientado que la vez pasada. Derek, estaba sentado a mi lado y sonrió, luego de no haberlo hecho para mí esos días.

—Hola —comentó.

Mi vista viajó a su atuendo. Llevaba ropa semiformal, una camiseta de color blanca y un simple jean azul. En su mano, estaba la nota que le había hecho.

—Hola —respondí, sentándome a su lado—. Eso, eh...

Me calló con un beso. Un beso, que me hizo delirar en segundos. Parecía mentira, pero no probar su boca por esos días, fue una tortura fatal.

—Perdón —susurró en mi boca—. No sabía, yo... Lo siento. Soy un imbécil, nunca puedo controlar mis impulsos y...

—Sshh... —puse mi mano en su boca y me acomodé hasta sentarme en sus piernas—. Ya, ya pas-pasó.

Era mejor pensar en eso y evitar que otra fea conversación hiciera acto de presencia.

—Lo lamento, precioso. Lo lamento mucho.

Me abrazó, queriendo ocultar su rostro en mi hombro, mas se lo impedí. No lo dejé, porque quería que me besara y que me hiciera olvidar todo.

—Oye, yo...

Seguía sin dejarlo hablar para sellar sus palabras con jugosos besos y mordidas de labio. Pero entonces, olvidándose del momento romántico, llevó sus manos a mi trasero y dijo:

—Dame permiso de hacerte mío de una buena vez.

°

°

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