Perfecta ImperFecciÓn

By allison_porras

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• ° Usa guantes por una razón que desconozco. Su sonrisa es hermosa, y aunque tiene un problema de lenguaje... More

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By allison_porras


°


 
°

[Derek]

El maquillaje que escogió simple y sencillamente, le quedaba perfecto. Él era como un gato, arisco de vez en cuando, tímido... Hermoso. Estaba encantado, pues siempre pensé que sus rasgos eran bastante femeninos, pero verlo así, era como si toda la belleza del mundo se juntara y se acoplará directamente en él.

Seguí besándolo, disfrutando de sus ricos labios a mi antojo. No le di chance alguno a responder a mi pregunta, sólo, seguí tocándolo, sacándole aquella mirada que podía excitarme en un segundo.

—¡Queremos ver cóm...

Me incorporé al instante. No podía ser posible que siempre me pasaran ese tipo de cosas por ser tan malditamente ¡ESTÚPIDO!

—Eh, perdón, hermanito querido.

—Nah, descuida, Kay —exclamé con evidente sarcasmo y diluyendo mi enojo—. Eso me pasa por no cerrar la ¡la puta puertaaaa!

—Perdón —me dijo mi prima.

Aquellas dos, se estaban muriendo por retener la risa, y yo, no entendía el por qué.

—Tú ni hables porque estoy seguro que fuiste tú —me acerqué a ella y puse mi dedo en su frente, haciéndole presión y obligándoa a retroceder—, quien dijo que vinieran. ¡Pervertida!

—Al menos, límpiate la boca, cariño —señaló sus labios y se carcajeó enormemente.

Fruncí el ceño y me acerqué al espejo. Mis labios estaban negros, manchados por haber arruinado el maquillaje de Ivo. No pude evitar que el calor se me subiera al rostro.

—¡Vámonos, Ivo!

Caminé hasta él y lo tomé del brazo, para así, poder besarnos a gusto en mi habitación.

<•>

—Buenos días, señor Lane —saludé y besé su frente.

—¡Holaaa! —me sonrió de vuelta.

—¿Por qué tan animado, eh? —le pregunté, estrujando sus mejillas, que contenían el reciente trozo de chocolate que masticó.

—Es que me usta navi-navidad.

Ya habían transcurrido varias semanas. Estábamos en pleno invierno, por lo que todos andaban por sus bufandas y abrigos grandes que proporcionaban una rica calidez. Yo era protagonista de eso. Pero, Ivo... Él era el rey de portar ropa caliente. Y en ese mismo momento, llevaba un lindo gorro tejido con un pompón arriba.

La manera en la que me sonrió, me demostró lo que decía, pues lucía como un niño de cinco años.

—Se nota —respondí—. Así que creo que te va a gustar la fiesta de la empresa.

—¿Festa? —cuestionó, haciendo una tierna mueca.

—Fiesta. Repítelo.

—Fi-Fiesta.

—Sí. ¿Es que acaso no te comenté nada? —negó tiernamente, volviendo a degustar del chocolate, que esta vez, era blanco—. Será la próxima semana, pero pensaba decirles a todos mañana, ¿qué más da?

—¿Si-Siempre hace? —dije que sí, con ligero asentimiento.

—Me gusta que después de soportarme, disfruten. No es nada elegante, en este caso rompo estereotipos —vamos, tampoco era el hijo de perra que todos creían—, hacemos juegos de mesa, bebemos, algo informal, sin cámaras ni discursos raros ante un micrófono frente a todos —el asintió con atención—. La empresa se cierra por todo un sábado y nos reunimos en una de mis zona privada, en Postdam.

El rostro de Ivo me causó mucha gracia.

—¿Priva-vado? —entrecerró los ojos de manera graciosa.

—Sí, ¿qué tiene?

—¿Cuándo no me, me sentir pobre por usté? —rodó los ojos y puso su maletín sobre la mesa.

—Lo siento —me disculpé, poniendo mi mano en mi nuca y torciendo un poco la cabeza.

—Pero estás guapísimo...

Ambos nos volteamos, pues la voz de Romy nos llamó la atención y a la vez, mi enojo. No podía ser posible.

—¡¿Qué hace este imbécil aquí, señorita Cortéz?!

—Ey, párale ahí, no vengo con ganas de pelear.

—¡Oh, pues qué mal, porque yo sí me levanté con el pie izquierdo!

—Señor, perdón, no conozco que pasa aquí, pero él es modelo que hará las fotos de los trajes ejecutivos.

¡Era lo último que me faltaba! ¡Qué el imbécil del ex de Ivo fuera a trabajar para mí!

—No. Me rehúso.

—¿Qué? —exclamó indignado—. No, ni se le ocurra, Kellerman.

El rubio oxigenado se cruzó de brazos y era lo peor que podía hacer una persona a la hora de presentarse en un trabajo.

—¿Qué? —me acerqué a él peligrosamente— ¿Si sabes que no puedes cruzarte de brazos en presencia de quien sería tu jefe? —pero, yo, sí podía hacerlo, así que lo hice.

—No venga a darme clases de etiqueta.

Me abstube que hacer un berrinche refunfuñando por todos lados. Mas lo que hice, fue dirigir mi mirada a Romy y decirle:

—Que se vaya.

—Señor, pero...

—¡Pero nada! ¡Qué se vaya, he dicho! Y si ocupan un modelo de emergencia —me quité la corbata y la enrollé en mi mano—, para eso estoy yo.

—¡Perfecto!

¡Dios! ¡Debían estar bromeando! La asesora principal, quien había hecho el negocio conmigo, apareció.

—¡Qué sean dos modelos! —exclamó llena de felicidad.

—Disculpe, ¿qué?

—Que Jörg y usted, señor Kellerman, hagan las fotos. Estoy segura que a todos les van a encantar, ¡ambos son demasiado guapos!

Me di cuenta, que de verdad, metí la pata. ¡Y hasta el fondo!

Miré a Ivo, pidiéndole su opinión, mas, lo único que hizo fue dirigirse a su lugar y tomar asiento. Romy, por su parte parecía la más animada y yo... ¡Qué me llevará el diablo! Lo sabía, debía ser prudente, pues era un negocio imposible de rechazar.

<•>

—Soy un imbécil —comenté.

Me encontraba frente al espejo, colocándome la pajarita de color rojo. Al fin y al cabo, la sesión de fotos sería en pareja.

—¿Y hasta ahora se da cue...

—Algún día voy a despedirte —logré interrumpirla a tiempo.

—Nah, no puede vivir sin mí.

La cabrona sí que estaba en lo cierto. Era la primera secretaria que me duraba más de dos meses.

—¿Ya me quieren contar por qué semejante alboroto hace unos minutos?

—Ay, no te hagas la chistosa.

—Vaya que Ivo tiene buenos gustos...

—Estoy más guapo yo.

—¿Seguro? —levantó una ceja, para después recoger el portapapeles y dejarme en el vestidor con tremenda confusión.

Salí detrás de ella y me llevé la sorpresa de ver al chico bien vestido. No se veía mal, tampoco es que fuera modesto en eso.

—¿Empezamos ya, señor? —preguntó con seriedad el Jefe de Redacción, a quien recientemente le había encomendado que preparara la tarima para las fotos.

—Ajá...

Tampoco se me olvidaba aquellas lejanas intenciones que tenía Burke los primeros días laborales del pelinegro. Pero, me alegraba infinitamente que sólo hablaran de trabajo, en mi presencia, claro.

—¿Me cuidas mi celular, mi amor? —lo saqué de mi bolsa y los puse en sus manos. Después de la llamada de Frieda, tuve que comprar otro.

—¿Yo? —preguntó, con un particular brillo en los ojos, que me indicaba que estaba feliz por confiarle tal cosa

—Sí, tú.

—Oki.

Necesitaba una despedida, antes de colocarme frente a las cámaras, así que sin importarme que uno de sus pretendientes y su ex, estuvieran ahí; me agaché hasta llegar a sus labios, para besarlo como se debía, enfrente de todos.

Escuché que alguien chasqueó la lengua y ese alguien, era Jörg.

—Espero que pueda hacerlo mejor que yo, rubio oxigenado.

—¿Qué? ¿Acaso conoce algo de modelaje?

—No tengo que saber para salir perfecto en las fotos, es un don natural —le guiñé un ojo y caminé hasta el fondo blanco.

Muchas veces... ¡Muchas! Tuve que hacer el trabajo de modelos irresponsables, que cancelaban todo a última hora. Sin embargo, mis socios creían que lo hacía para que todo saliera bien. Eso era una gran ventaja, ya que creaba cierta confianza con las empresas, que después, sería de mucha utilidad.

—A ver, coloquen sus espaldas juntas mientras sostienen los tirantes con ambas manos —gritó Tamara detrás de la cámara.

—Qué puto asco tocarte —dijo el rubio una vez obedecimos.

—¡Perfecto! Ahora, miren al frente, siguiendo sus direcciones...

¡Click!

—¿Quieres que te rompa la cara de nuevo? —pregunté lo suficientemente bajo para evitar problemas con la encargada del trabajo.

—¡Oh, Dios que hombres más deliciosos... —entró mi prima, gritando, como si fuera su pan de cada día—. Oh, es Derek, que asco.

—¡Púdrete! —le mostré el dedo del medio.

—¡Quiero probar algo! —la asesora principal se acercó a nosotros y sacando una cajita de goma de mascar y me entregó una.

—¿Y esto? —cuestioné, metiéndola a mi boca y dejándome llevar por el rico sabor a frambuesa.

—Señor Kellerman, ¿podría poner su brazo, apoyado en el hombro de Jörg? Su estatura servirá mucho.

Hice caso. Acomodé todo mi cuerpo, inclinándolo hacia el joven, pues era más enano que yo y puse la mano derecha en mi cadera.

—Tomaremos la foto así, mientras hace una bomba con el chicle.

No pude comentar nada. Sólo asentí. ¡Qué ideas tan raras, por todos los cielos!

Ella bajó de la tarima e hice la bomba, guiñé mi ojo derecho y el momento, quedó capturado.

—¡Increíble! —exclamó y aplaudió desde abajo—. ¡Qué muchachos tan hermosos!

Unas setenta fotos y muchos trajes después... Al fin todo terminó.

—Ahora, señor, necesito su opinión acerca de la comodidad de la vestimenta.

—Excelente.

Excelente arremedó el rubio, con un gesto completamente infantil.

—Pues sí, fue excelente —dije, mirándolo a los ojos y conteniéndome de no írmele encima a golpes—. Es más, quiero unos seis. De cualquier tono, me da igual —la cara del chico, me fue de lo más divertida. Ambos éramos concientes de lo caro de que era un traje de esos— y también quiero seis, para aquel chico de allá.

—¡Noooo! —gritó desde abajo, tapándose el rostro.

—¡Sí! —le saqué la lengua y seguí hablando con la joven—. Y si es posible, que le tomen las medidas ya.

—¡Por supuesto que sí! ¡Inmediatamente!

Caminé hasta él y pegué su frente con la mía. Mas, su rostro estaba serio, por ello, decidí añadir:

—Un simple regalito, mi amor.

—¿Si-si-simple? ¡Eso no simple! Ey, mu-muy caro, yo...

—Me vas a aceptar el regalo y punto. Fin de la discusión. ¿Sonó esta porquería? —dije, aceptando que me estaba haciendo entrega de mi celular.

—Ajá.

—¿No viste quien era? —negó.

Abrí el WhatsApp y de inmediato, un vídeo se descargó. Aquellas arcadas que sentí cuando escuché a Frieda, hablándome con tanta «ternura», volvieron, pero esta vez, más intensas.

¿Por qué?

¿Por qué amaba hacerme la vida una mierda?

—Ay, Dios, estás pálido, Derek —comentó mi prima. No me había dado cuenta en qué momento se había acercado a mí—. ¿Quién es, es algo malo?

¿Malo?
Más que eso.

Ivo se acercó a mí y me miró con preocupación, pues, sin poder evitarlo, mis ojos se habían humedecido. Los sequé rápidamente y suspiré, queriendo creer que era algo descargado de internet, pero no era así.

—Es un vídeo de Frieda, teniendo sexo con un tipo.

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