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❤Capítulo dedicado a:
💕 Matuvia
💕 libniana
Aún hay más... ❤😋
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—¿Eeh?
—Ya escuchaste —con mi brazo izquierdo, le prisioné la cintura-—. La otra vez, no pude recompensarte, pero ahora sí.
El simple tacto de mi mano derecha adentrándose en su buzo para dormir, ocasionó que se removiera. Seguramente él estaba igual o más nervioso que yo.
—Ey... Me da ve-verguenz- vergüenza.
—No me interesa.
No faltó mucho para que introduciera mi mano dentro de su ropa interior. Y era cierto, no había mentido con que se había hecho una depilación láser ahí abajo, pues su piel era increíblemente suave. Cuando estuve apunto de tocarle el miembro, me detuvo.
—Nooo, es que... —volteó a mirarme y en serio que morí por unos segundos al verle el rostro suplicante.
—No me vas a detener, precioso —le di un beso rápido en los labios, dejándolo más avergonzado de lo que ya estaba—. Así que, cállate y deja que Daddy te consienta.
Lo logré. Logré hacerlo gemir sólo con una vez que lo tocara, lo que hacía saber que era bastante sensible a cualquier toque.
En cuanto a mí, no tuve una batalla mental e interna con respecto a tocarlo, porque con ver que él lo estaba disfrutando mucho, me bastaba para continuar.
De inmediato, comencé a mover mi mano, aunque desde esa posición era bastante incómodo. Así pues, saqué su pene y sonreí al verlo. Debía ser sincero y admitir que tenía una herramienta bastante ¿linda? Sí, esa era la palabra que lo describía. Cuando estaba en la punta, hacía una ligera presión con mis dedos, por lo que el líquido preseminal comenzó a mojar todo y cuando bajaba, me encargaba de hacerlo lento y tortuoso. En cada uno de mis movimientos, me deleitaba de ver su rostro desesperado por mostrar cada una de aquellas sensaciones vividas.
—¿Te gusta? —susurré a su oído y él asintió con rapidez—. ¿Qué tanto?
—M-mucho... Ah...
Me sorpredió la manera en la que se sostuvo de mi cuello y me obligó a besarlo. No desaproveché la oportunidad y mientras estaba concentrado en el beso, incrementé el ritmo de mi mano.
Luego, metí mis dedos en su boca y jugué con lengua, dejándole casi imposible la oportunidad de gemir y jadear a su gusto.
—Da-daddy... —gimó con desesperación y removiendo su cuerpo en busca de que mi mano no lo dejara solo.
—¿Qué pasa?
—Más...
Nunca en la vida, esa palabra había parecido de lo más erótica.
—¿Tan rápido quieres venirte? —asintió de nuevo—. Bien, besa a Daddy y te daré lo que quieres.
Obedeció de inmediato, aferrándose con fuerza a mi cuello y labios, los cuales mordió cuando alcanzó el clímax. Su semen espeso y caliente, había manchado mi mano y parte del suelo.
Mordí su cuello al verlo tan desorientado aún por el placer que había arrasado con su cordura.
O más bien... Arrasó con la mía.
Ya no podía esperar para llegar a lo más profundo de su ser.
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—Deberíamos ir a la clínica —propuse mientras acariciaba su hermoso rostro—. Tienes fiebre, Ivo.
—No —respondió de inmediato—. A-Aquí bien —se acurrucó en mi pecho y lo vi sonreír.
—Al menos hazme caso en eso, mi amor. Mira, vamos rápido, antes de que llueva y compramos algo para comer acá, ¿te parece?
Pude ver dos orejitas imaginarias moverse en el momento que comenté la comida.
—Ah...
—Pastel de chocolate y mucho, mucho dulce de leche —se incorporó de inmediato—. ¿Ahora sí tengo tu atención? —asintió—. Bien, ve a cambiarte de ropa —me puse de pie y arreglé lo torcida de mi corbata—, ¿o quieres que te ayude?
—¡Nooo! —se levantó de la cama y se metió corriendo al baño.
Así pues, mientras lo esperaba, analizaba que era bastante... ¿inmaduro? Muchas personas lo veían así y vamos, que no era para menos. Yo sabía que era un adulto, pero simple y sencillamente no podía verlo así. Además, todo el rollo de sus guantes y de no haber llevado nunca una terapia, su razón tendría, ¿no?
Pasó un rato hasta que lo vi salir envuelto en una gran bufanda de rayas rojas y negras.
—¡Ya!
—Te recuerdo que vamos para la clínica.
—Ajá... Pero depués a co-comer —me mostró una enorme sonrisa.
—Posiblemente te vayan a inyectar —sí, su sonrisa se había borrado, pasó a enseñarme una mueca—. ¿Le tienes miedo a eso también?
—No —se volteó y comezó a caminar de nuevo hacia el baño.
—Vamos, Ivo —lo jalé del brazo, e inutilmente tiraba de él, tratando de zafarse de mi agarre.
—Noooo.
—¿No? Ya veremos si no, precioso.
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—Por favor, señor —comentó la enfermera con una voz totalmente serena— Necesito ponerle la inyección.
—¡Nooo!
—¡Ja, ja, ja! —no pude evitar reirme al verlo asustado—. ¿Sabes? Vin no lloró la última vez —comenté, divertido.
—¡¿Eh?! —los colores se le subieron al rostro y la enfermera también rió.
Pobrecito, no me gustaba que pasara un mal momento, pero tampoco que estuviera enfermo. Al fin y al cabo, me encantó que se le salieran las lágrimas cuando la enorme aguja penetró su piel.
Al salir de la clínica, pasamos a un restuarante y pedimos muchos cosas para llevar. Entre ellas su deseado pastel de chocolate. Sólo que para mi desagradable sorpresa, me encontré con alguien.
—¡Noooo! —exclamó la mujer—. ¡¿Derek Kellerman?!
—Ah, hola —sonreí, evidentemente incómodo cuando se acercó a darme un abrazo.
—¡Nooo! ¿Tú lo conoces? —preguntó la otra mujer.
Mujer que se me hacía conocida hasta que reconocí que era la mujer que había chocado mi auto hacía unos meses.
—¡Claro que sí! —respondió María.
Ivo me miró confundido, pidiéndome explicaciones con la mirada.
—Me llegó la hora, ¿no es así?
Sonreí con evidente nerviosismo y los tres posaron sus ojos en mí. Así que me acerqué al pelinegro y le dije:
—Ella fue mi novia.
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