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Bonjour! ❤😋
¿Cómo están, hermosos corazones de melón? 🙂💕
Lo sé, faltaban unos cuantos días para cumplir el mes de ausencia. Lo lamento. Los exámenes finales me agarraron y patearon por dos semanas. Se me fue imposible actualizar.😩
Ahora, quería agradecerles por todo su apoyo. Hemos logrado sobrepasar las 100k y he sido la más feliz del mundo. Sinceramente pensé en que esta historia de trama sencilla, no iba a lograr llegar tan largo.❤😢
Así pues, vengo a dejarles el lindo regalo de 10 capítulos.
¡Que los disfruten!❤
¡Muchas gracias y los amo montones!😍😍💕
❤Capítulo dedicado a:
💕 Awitas
💕 koi_su
💕 Nery234
Las que faltan, están más adelante.😏😋❤
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Las ganas de romperle la cara a ese chico, aumentaron rápidamente. A decir verdad, me impresioné que fuera su ex, aunque era de esperarse. Pero... ¿Qué mierda significaba que tenía derecho? ¿Quería decir que siempre lo trataba cómo a él se le diera la maldita gana?
—¿Derecho? —pregunté con repugnancia de verle la cara a ese tipo—. ¿Qué crees qué es? ¿Un objeto, o qué?
—Bueno... —soltó una pequeña risa y continuó—, jugué con él, así que sí. Es un juguete. Eso es lo es.
No lo soporté más y de inmediato, cerré mi mano y un puñetazo golpeó su rostro.
—Eso, por venir aquí y joderlo —otro más—, ese por decir que es un juguete... Y este —otro más, sólo que en este caso, le puse tanto empeño, al punto de sentir arder mis nudillos—, por besarlo.
En ese momento, Ivo se acercó a mí y detuvo mi brazo. El chico lucía desorientado y su boca estaba llena de sangre. Dedicándome una mirada de odio total, lo volví a sostener de la ropa y abrí la puerta.
—Por lo que veo, asumo que no estás informado. Eres su exnovio, pero yo soy el actual, así que no quiero saber que estás hablando con él, porque te irá peor.
Un golpe de gracia y un empujón, bastaron para que cerrara la puerta y golpeara mi frente contra ella.
Para cuando me volteé, Ivo me sonrió con tanta ternura y se acercó a mí. Me abrazó y sin poder evitarlo, estornudó sobre mi ropa.
—Lo si-siento... —dijo con su voz bastante afectada y pasó su mano por donde había dejado sus gérmenes.
—Descuida.
Él estiró sus labios mientras se ponía de puntillas. Sólo que esta vez... Lo separé. Así que decidí formularle una pregunta acerca de algo que me estaba jodiendo la vida.
—¿Qué hacía él aquí?
Vamos, en serio trataba con toda mi voluntad no poderme grosero, pues, sino, me volvería a castigar como la vez anterior. Además, debía controlar mis celos...
El pelinegro titubeó, y volvió a su manía inicial de juguetar con sus dedos.
—No sé. Él... —se dirigió a la mesa y comenzó a tocar los bombones, a la vez que sus ojos brillaban.
—¿Él...?
—Él manda menajes ahora y... —se metió uno a la boca y cerró los ojos mientras soltaba una sonido de satisfacción.
—¿Te manda mensajes, Ivo? —¿por qué cuando veía chocolate se olvidaba de todo?—. Respóndeme.
—Y llama, pero no... —se apresuró a negar—, no quiero con él na-nada...
—¿Desde cuándo te llama? —era jodidamente molesto saber que ese tipejo quería y trataba de arreglar lo que le hizo—. ¿Por qué no me dijiste nada?
No respondió y decidió bajar la cabeza. Así pues, para alijerar la evidente tensión que se había generado, me acerqué a él de nuevo y lo alcé cual saco de patatas, lo que me pareció gracioso y cero romántico. Además, era increíblemente liviano.
—Ey... —comencé a caminar hacia su habitación—. Ey...
—¿Qué? —sentí como me daba pequeños y suaves golpes en la espalda—. Quédece quietecito, señor Lane —coloqué mis manos en su trasero y lo escuché soltar una linda queja por la sorpresa—. Aún está enfermo y detesto no poder verlo en la oficina, así que cúrece lo más antes posible.
Abrí la puerta con el pie y luego, lo empujé a la cama. Ahora sí que él ya no sabía que hacer. Como de costumbre, tenía las mejillas rojas y estaba nervioso, por la manera en la que tragó saliva. Coloqué mis rodillas a cada lado de su cadera y ataqué su cuello con suaves pero candentes mordidas.
—Recuerda... —sujeté sus muñecas y las puse a un lado de su cabeza—. Que eres mío. Y dale gracias a Dios porque no empecé con mis celos enfermizos, mi amor...
—Ajá... —ni siquiera podía contestar.
—Me encantas, me encantas demasiado. Y no vuelvas a dejar que ese imbécil —puse mi dedo índice sobre sus labios y los repasé con lentitud— ponga su boca sobre la tuya. ¿Sabes por qué? —sin quitarme la mirada de encima, negó—. Porque todo de ti, ahora me pertenece. Te lo dije, eres mío. Mío y de nadie más, Ivo.
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—¿No crees que deberías descansar en lugar de estar jugando?
Mi amado pelinegro estaba absorto en la pantalla, jugando con su PlayStation4. Pero, de hecho era bastante divertido verlo, pues sacaba la lengua y daba pequeños saltos cuando las cosas no salían como querían. Además, se suponía que los bombones eran para él, pero terminé comiéndolos yo.
—No. No. No —lo miré curioso y me acerqué a él—. ¡Noooooo!
—¿Qué pasa? —pregunté.
Mi mirada se dirigió a la pantalla, en cuya esquina, había una notita que decía: "Se ha perdido la conexión de internet".
—Oh...
—¡Noooo! —exclamó, haciendo un puchero.
—Tranquilo. Sólo es un juego. Dame un beso —me coloqué detrás suyo y repartí unos cuantos besos en su hombro. Sin embargo, me sorprendió la manera tan furiosa en la que me miró—. ¿Qué?
—No. Ga-ganando, ussh.
—¿Ibas ganando? —asintió—. No importa, precioso, aquí tienes algo más con qué jugar —levanté mis cejas repetidamente y su rostro, se convirtió en una mueca que claramente decía: "pervertido".
—Bu-bueno.
Se bajó de la cama y colocándose de rodillas frente a mí, me miró a los ojos y se relamió los labios, provocando que tragara fuertemente. Me daba cuenta que no le gustaba que lo retaran.
—Estás enfermo, mi amor. No cre...
—Ya.
Decidí callar y dejarme hacer cuando procedió a quitarme el cinturón. Puse mis manos a los costados para tener más comodidad y un mejor ángulo de su rostro.
Acto seguido, bajó la cremallera y se encargó de sacar a mi amigo. Lo envolvió entre sus dedos, empezando con la tarea de masturbarme para animar más a dicho amiguito y aunque me molestaba un poco la tela de sus guantes, podía soportarlo porque sabía que se pondría mejor. Y sí. Se puso mejor cuando sentí cómo se lo introducía a la boca de una sóla vez. Estaba tan caliente adentro, que traté con toda mi voluntad morderme el labio y jadear, pero me fue completamente imposible. Me estaba mirando a los ojos, acto que me prendía mucho más.
Su técnica era increíble. En ningún momento me lastimaba con sus dientes, y siempre movía su lengua deliciosamente.
¿Qué tan posible era que la mamara tan bien? Y... ¿con quién aprendió? Pensar en esas estupideces, me hicieron recordar al rubio de mierda aquel... Así que sin poder evitarlo, lo tomé del cabello con fuerza y lo empujé más contra mí. Sabía que se estaba sofocando por la evidencia de sus lágrimas queriendo salir. Entonces, para pedir tiempo y que lo soltara, me palmeó la pierna, a medida que un lindo sonido quizo salir de su garganta.
Obedecí.
—¿Quién te enseñó a hacerlo tan bien, eh?
Su rostro no tenía precio. Si cuando lo vi sonreír por primera vez, fue lo más lindo, ahora, me quería retractar. Aquel lindo chico, inmaduro y nada inocente, me regaló un rostro de profanación total. Las mejillas rojas, los ojos llorosos y la boca entreabierta, dejando salir la saliva que resbalaba por la barbilla.
—No pre-pregunté eso.
—Pregunte. En presente, precioso.
—Eso.
—¿Por qué no?
—Yaaaaa.
—Bien. Entonces —volví a tomarlo del cabello, obligándolo a abrir la boca y a meterlo de nuevo ahí, en esa rica e hirviente cavidad que me volvía loco—, continúa complaciendo a tu Daddy.
Y vaya que lo hizo. Seguramente, por orgullo, la manera en la que me estaba succionando se estaba volviendo más ruda. Y en cuestión de unos cuantos minutos más, tuve que advertirle que estaba a punto de acabar. Pero, mi advertencia, lo que hizo fue que aumentara el ritmo a uno más rápido. Cerré mis ojos, dejándome llevar por esa satisfactoria contracción en mi bajo vientre, así que no tardé en mojar su rostro con toda mi escencia.
Era increíble que me hiciera venir en tan poco tiempo, cuando siempre había sido un eyaculador tardío.
Mientras recobraba un poco el sentido de la cordura, noté que él estaba bastante incómodo, removiéndose y limpiándose la cara. Ahí, me di cuenta de lo que estaba pasando.
—Ven.
—¿Ah?
—Ponte de pie.
—Eh... —bajó la mira y de inmediato, con ambas manos se tapó su entrepierna—. Lo si-siento, yo ir...
—Qué vengas te digo —lo jalé del brazo y le di la vuelta, para así, sentarlo en mi regazo—. Uf, mira nada más cómo estás.
Llevé mi mano a su miembro y le apliqué presión en la punta hasta hacerlo quejarse. Desde ese momento, sabía que me encantaría escucharlo gemir. Lamí y mordí su oreja, para después decirle con bastante picardía:
—Debo hacerme responsable de esto.
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