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❤Capítulo dedicado a:
💕 koi_su
💕 Alesh801
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La luz de la lámpara me daba la vista completa de su rostro, rojo e impresionado, como aquella vez que nos interrumpió su prima.
—¿En seri-
—Sí...
Respondí, haciendo un puchero y tocando sus marcados abdominales. Él sólo llevó su mano a mi cabeza y la acarició, mientras se mordía el labio.
Decidido, bajé su boxer por completo. Claro que ahora, me tocaba a mí suspirar. Estaba semierecto y ya era bastante grande, comencé a arrepentirme, y por muy exagerado que fuera... Pensé que no me cabría en la boca.
—¿Vas a cambiar de opinión? —preguntó, aún acariciando mi cabello mojado.
No. Definitivamente no.
Entonces, aunque me estuviera muriendo de los nervios, comencé con el deber de complacer a MI Daddy lo mejor posible.
Enrollé su miembro entre mis dedos y pude sentir, a través del guante, lo caliente que estaba. Inicié mi tarea de subir y bajar mi mano con tediosa lentitud, apreciando cómo poco a poco, se endurecía. Luego, con paciencia y con la lerdura a mi lado, abrí la boca y encargándome de que mi lengua quedara muy mojada, la pasé por todo su glande.
—Ah... —jadeó, mientras sus piernas se colocaban en una mejor posición-.—Mierda...
—¿Le gu-gusta? —me incorporé, para así besarlo en el cuello y luego en su clavícula.
—E-estoy perdiendo la c-cabeza con sólo esa lamida, precioso.
Me jaló del cabello y me besó de manera desesperada y profunda, lo suficiente, cómo para dejarme con el pulso cardiaco a mil.
Volví a mi labor de masturbarlo, y ahora sí estaba completamente erecto. Ahí, pensando en lo que no debía, me pregunté cómo fue capaz su esposa de dejar atrás semejante pene. Era grande, grueso y unas provinentes venas se marcaban a su alrededor. Era bastante capaz, de dejar a cualquiera con dolor punzante en la espalda después de cada sesión de sexo por muy suave que fuese.
Lamía su glande, mientras subía y bajaba mi mano. Sentí cómo su líquido preseminal empezaba a instalarse en mi paladar conforme a mis movimientos. Así pues, tomé una mejor posición y torturándolo de cierta forma, pasé mi lengua desde la base de miembro hasta arriba y así, engullirlo de una buena vez.
Él se sobresaltó al instante, echando su cabeza para atrás, un gimedo escapó de su gargante, mientras sus manos se encargaron de apretar las sábanas, liberando algo de tensión.
De inmediato, succioné, subiendo y bajando por toda la extensión de su polla. Y sí, apenas y ponía llenar con mi boca con la mitad, pues su tamaño aumentaba cada vez más. Al poco rato, me percaté que Derek se estaba deshaciendo en halagos y felicitaciones, haciéndome apto para obligarlo a acabar en minutos.
—Aah, así... Joder, tan bueno...
Una de las cosas que más me gustaban del activo, era que no se contuviera con sus jadeos o gemidos. Porque todos se hacen los rudos, y sólo se permiten morderse los labios. Pero Derek... Él no mostraba prudencia alguna para decirme lo bien que se estaba sintiendo.
La saliva correaba por mis labios, provocando el sonido de mi boca haciendo lo suyo, se hiciera más acuoso y... morboso. Mi madíbula comenzaba a entumirse, por eso, lo saqué de mi boca para volver a lamerlo cual paleta de feria circense, aún sin despegar mi vista de esos bellos ojos verdes, que ahora, brillaban en demasía.
Pero... A mí me comenzaba a doler la erección. No tenía ningún tipo de atención y eso me hacía perder la paciencia. Pero, primero lo primero, complacer a Daddy, quien era evidente que lo estaba disfrutando al máximo.
—Jo-joder, Ivo...
Él dejó escapar otro gemido cuando chupé con ganas sus testículos. Ese hombre estaba muy, pero que muuuy bien dotado en todos los sentidos. Bajé su pantalón hasta las rodillas y a la vez que mi mano seguí masajeando su miembro, me encargué de propinarle severas mordidas en sus gruesos muslos. Chupaba y mordía hasta hacerlo quejarse, hasta dejar marcas sobre su piel...
—¡Auch, grosero! Eso duele...
¿Y? No me importó y seguí haciéndolo. Después, volví a meter su caliente y gruesa polla en mi boca, mientras mis manos se deslizaban por su abdomen.
No bastó mucho más tiempo para que comenzara a embestir mi boca y a sujetarme del cabello, aún sin ser rudo. Sus movimientos de cadera se iban haciendo cada vez más fuertes, estaba apunto de acabar, pues su rostro evidenciaba aquel esfuerzo, mordiendo sus labios y frunciendo el ceño.
—Ah, precioso, estoy a-apunto...
Así pues, siendo obediente con Daddy, me esmeré en hacer el trabajo mejor, succionando y apretando mis labios cada vez más, para subir y bajar con más rápido, cuando sentí sus manos en mi cabeza y enrollando sus dedos en mi cabello; no pudo más. Con un ronco gemido, liberó su espesa y caliente escencia en mi boca, dejandome deleitarme de su sabor bastante amargo, pero tampoco imposible de no soportar. Para evitar que tosiera, relajé mi garganta y tragué todo lo que pude.
Derek, a quien el sudor lo molestaba, echó la cabeza hacia atrás, respirando a grandes bocanas.
—Da-daddy... —me acerqué a su rostro y me refregué contra él como si fuera algún tipo de cachorro—. ¿Bien? ¿Es-estuve bi-bien?
—Excelente, baby... Exquisito.
Me besó sin importarle que aún tenía en mi paladar algún poco de su semen.
No podía mentirme más...
Ese hermoso castaño, me tenía a sus pies.
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Las persianas daban una oscuridad bastante amena, insitándome a seguir durmiendo. Me volteé con la intención de abrazar a Derek, pero no estaba.
—¡Uush! —golpeé las almohadas y volví a echarme las sábanas encima. ¿Cómo se atrevía a dejarme sólo?
—¿Ya vas dejar de hacer berrinche? —me descubrí y ahí estaba, al pie de la puerta, bañado en sudor, sin camisa y solamente con un short azul deportivo. También, llevaba una bandeja en sus manos—. Creo que eres un oso perezoso.
—¿Eh?
—Son las diez de la mañana.
—¡¿Eeeeeh?!
Puso la bandeja en mis piernas y me dio un beso en la frente.
—Espero que te guste.
Todo lo que había probado de Ilse, hasta el momento, me fascinaba. Ahora, habían unos hotcakes bañados en miel, a un lado de uno pequeño trozo de pastel y una taza de café con leche humeante.
Sonreí y estiré mis labios para devolverle el beso, pero me lo impidió.
—No, estoy hecho un asco —al verme mostrar curiosidad, comentó—. Estaba haciendo ejercicio, sino, ¿cómo crees que mantengo este cuerpazo? —rodé los ojos. Ese tipo era muy modesto.
—¿Dón-dónde?
—¿Dónde estaba? —asentí—. Bueno, al menos no tengo la necesidad de salir de casa. Tengo un gimnasio personal, en el primer piso.
A ver, ahora sí. No entendía nada de nada. ¿Qué ese no era el primer piso? Ahora... ¡¿Tenía un gimnasio?! Cuando dije que no podía sorprenderme más, estaba mintiendo.
—¿Pri-primer?
—Ah, bueno, es que... La casa en realidad es de tres pisos, el primero está bajo tierra.
¿Qué era? ¿Un bunker hecho en contra de su esposa?
—Iré a bañar a Vin. Desayuna tranquilo, ¿de acuerdo?
Asentí feliz.
No podía creer que en tan poco tiempo, estaba desayunando en la cama del hombre más codiciado de toda la empresa, sino es que de todo Berlín...
Una vez terminé de comer, dejé la bandeja en una de las mesitas y salí de la cama. Derek no había llegado a la habitación y aproveché para darme un baño, no podía estar en su casa como si nada y vestido de aquella manera. Cuando salí del baño, me animé de ver a Ilse quien acomodaba las sábanas.
—Buenos días, señor. ¿Le gustó la comida? —preguntó, sonriente como siempre.
—Ho-hola. Síp, gacias. Era mu-muy rico —dije con sinceridad.
—¡Ay, que buenooo! —exclamó aplaudiendo.
Terminó de hacer la cama y tomando la bandeja, salió de la habitación. Luego, Derek entró, de la mano de Vin.
—¡Holaaaaaa! —gritó el pequeño, corriendo hacia mí.
Lo recibí con unas cosquillas y besos por sus mejillas regordetas.
—Oh... Te cambiaste —comentó el castaño, sentándose a mi lado.
—Sip, es que... Vegu-
—Olvídalo. No tienes porque sentir vergüenza, no después de lo de ayer... —levantó sus cejas una y otra vez, en modo coqueto.
—¿Ayer? —preguntó, Vin, curioso.
—Ayer, mi amor, Ivo jugó conmigo —respondió él, dándome un beso en la mejilla y lo regañé con la mirada.
Era cierto que el pequeño no entendería, pero no debía decir nada tampoco.
—¡Vamos a jugar! —el pequeño pellizcó mis mejillas.
—Vin deja a I... —lo detuve, no me molestaba en absoluto.
—¡Bien! —respondí—. Va-vamos.
Los tres nos dirigimos al living, donde Kay y la pequeña Dietlinde estaban viendo televisión. Ambas me saludaron y me dispuse a acompañar a Vin con su nuevo juguete: una jirafa. Una jirafa que me recordaba muchísimo a Derek.
—Tengo curiosidad, Ivo... —preguntó, con algo más de seriedad.
Las chicas que nos acompañaron en un inicio, se levantaron del sofá y salieron al jardín. El castaño se acercó a nosotros y se sentó en la alfombra, moviendo de un lado a otro el mono de peluche.
—Por tus guantes. Quiero saber de una vez por todas porque las ocultas.
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