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❤Capítulo dedicado a:
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—¿No se ha ido? —miré el reloj—. Debería, se está haciendo tarde.
En serio odiaba que las demás personas oyeran lo que no les importaba. ¿Y para qué explicarlo? Por esa misma razón, había sido un completo imbécil con Ivo.
—¿Qué? —se adendró a la habitación como perro por su casa— ¿Tan rápido vas a reemplazar a Frieda?
—¡¿Yo?! —reí con ganas—. ¡¿Yo la voy a reemplazar a ella?! —sí, esa era una discusión que tenía muy presente que iba a suceder otra vez—. ¡Por favor, no me venga con esas estupideces!
—Si ella va a volver, respeta que aún estás casado. No puedes ir por la vida besando a quien apenas conoces. ¿Qué no ves que ella es quien te conviene? ¿Estás ciego, o qué?
Definitivamente no se daba cuenta que ese matrimonio no podía ser reparado ni con el máximo amor y arrepentimiento. Él era quien estaba ciego.
—A usted no le interesa a quien bese, deje de meterse en mi vida —aparté el rostro y seguí bebiendo.
—Siempre lo haré, no puedes evitarlo. Deberías estar dedicado a tu hijo, ponerle más atención, educarlo de una mejor manera y evitar que se vuelva un arrogante.
—¿Estar dedicado a Vincent? —me puse de pie—. ¿Quién ha sido padre y madre para él? —mis ojos ardían bastante—. ¡Yo! Yo me he dedicado en cuerpo y alma a mi hijo, así que usted no venga a decirme cómo debo educarlo, o qué debo hacer.
—Debes hacerlo por su bien, porque para cuando Frieda regrese el bebé, tiene que estar en las mejores condiciones, dignas de una buena familia, por eso debes esperar a tu esposa sin poner los ojos en el culo de otra vieja.
—Prácticamente he sido padre soltero estos dos años; si Vin y yo tenemos que conformar una familia de dos, cómo lo hemos hecho hasta ahora, así será. Y se lo repito: deje de meterse en mi vida. Que estoy lo suficientemente grande como para decidir yo mismo
—Derek... —ahora, mi madre estaba detrás de mi padre, rogándome con la mirada que dejara de pelear—. Ay, los dos, dejen de discu-
—Tú cállate, Patricia —le habló mi padre—, ya te dije que dejes de meterte en lo que no te importa. Este hombrecito debe aprender a que no puede ir cambiando de pareja estando casado —la agarró fuertemente del brazo y sentí mi sangre arder. Me lleve los dedos al puente de la nariz. Todo estaba a punto de estallar—. Vamos a hablar en la casa.
—¿Ves? —sonreí irónico—. Y aún así quieres evitar que peleemos, por favooor, mamá, si te trata cómo si fuer-
—Abre la boca, Iván y vamos a tener problemas. La relación de tu madre y mía, no te concierne.
—Entonces utilicemos la inversa aquí —me crucé de brazos—. Tampoco le concierne la relación que tenga o quiera tener. Además, ¿qué más problemas quiere? Provoca que mi hermana vaya a la cárcel y ahora, calla a su esposa porque sabe que también le da de golpes.
—¿Qué...? —preguntó Kay, ocultándose detrás de mi hombro—. ¿Qué has dicho?
—Anda, hable John —ahí, pude sentirme como el más valiente de todos—. Dígale que le pega a mi mamá.
—¡Que te calles!
—Dile a Kay, que los vi... —me dirigí a mi madre—, cuando ella quiso divorciarce, tú estabas enojado — señalé a mi padre tratando de controlarme— y simplemente, ¡zaz! Un puñetazo en la cara porque ella abrió la boca dando su opinión de todo esto.
Los recuerdos de mi infancia comenzaron a aparecer y se adecuaba a la situación. Recordé la mierda de padre que siempre fue y la verdad era que desde niño, fui testigo de cómo le pegaba a mi mamá. Sólo que también fui muy idiota, porque nunca traté de defenderla.
—Cariño...
—Nada, mamá —para este punto, estaba llorando como si fuera un niño—. ¡Entiende que no me gusta que te pegue, ni a mi hermana! A nadie le gusta ver a su madre sufrir a manos de su marido, dícelo a Dietlinde y a Dustin, ellos tuvieron que ver a Kay en el hospital por las golpizas de Horst, mamá. ¿Es bonito? —ella bajó la mirada mientras dejaba escapar un llanto silencioso—. Obvio que no, jodeeer. Todo esto lo causó John, así que te pido, encarecidamente que dejes de defender a este tipo que nació siendo la asquerosidad de hombre más repugnante y machista que puede haber.
Un puñetazo se estampó en mi boca, haciéndome voltear el rostro y a los pocos segundos, comencé a percibir sangre en mi paladar.
—No voy a permitir que me hables de esa manera —sentenció, mirándome a los ojos con evidente rabia— y tampoco que quieras iniciar una estúpida relación. ¡Estás ca-sa-do! ¡Qué se te meta en ese maldito cerebro!
—A quien se le tiene que meter en la cabeza es a usted —me toqué el labio y sonreí al ver la sangre en mis dedos—. ¿Cómo puede ser posible que piense que lo mío con Frieda puede mejorar? —me sequé el rostro con el dorso de la mano—. Cómo se nota que ya está perdiendo la razón. Le pido... No —me corregí—, le exijo que se largue ya mismo de mi casa.
Me tomó de la cara y me obligó a verlo.
—Escúchame muy bien, Iván; ni se te ocurra empezar a salir con alguien, porque sino...
Me deshice de su agarre y lo miré desafiante, nuestras estaturas eran similares, así que fue fácil encararlo.
—¿Porque sino, qué?
—Porque sino, me enteraré quién es —me acarició la mejilla y le quité la mano al instante— y me encargaré de que los dos se arrepientan hasta el último de sus días.
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Mi día se había iluminado automáticamente al ver a Ivo llegar, escuchando música con sus auriculares y comiendo una barra de chocolate. Llevaba puesto un suéter de rayas y un pantalón negro que marcaba a la perfección su trasero.
Dejé a Romy hablando sola y me acerqué a él.
—Buenos días, señor Lane —toqué los mechones de su cabello todavía mojado y arreglado—. Está usted hoy más guapo que de costumbre —me dirigí a su boca con bastante entusiamo, pero...
—No —volvió a ponerme la mano en el rostro y me alejó—. Bue-buen día...
—¿No piensas levantarme el castigo, precioso? —negó—. Ah, no seas malito —refregué mi nariz en su mejilla.
—¿Qué le paso, pa-pasó? —pasó sus pequeños dedos por mi labio—. ¿E-está bien?
—Estoy bien —sonreí de lado, apesar de estar recibiendo un castigo de su parte, se preocupaba por mí y me encantaba—. Sólo que mi padre se puso de metiche... Aún pega fuerte el viejo verde ese —Ivo rió, tan bello como siempre—. Ah, ahora que lo recuerdo, ¿por qué diablos no me dijiste que te habías caído por su culpa?
—Ah... —desvió su mirada, pero ahora, tenía sus manos en mi cintura.
—Dime, ese señor no puede venir y hacer lo que quiera con mis empleados —ahora yo, fui quien lo acaricié— y mucho menos contigo. Ahora, dame un beso.
—¡Nooo! —exclamó sonrojado y dirigiéndose a su pequeño escritorio y poniendo todas sus cosas ahí—. ¿Discusión? —me señaló el golpe.
—Sí. Me escuchó hablando con mi hermana acerca de ti y se cabreó.
—¡¿Eh?! ¡¿De mí?! —sacudió la cabeza y se mostró soprendido—. ¿Ella li-libre ya? —asentí, recostándome a la mesa.
—Salió ayer, fue perfecto.
—Que bu-bueno —sonrió.
—Sí. Quítame el castigo —lo tomé de la barbilla, sin interesarme que todos los empleados comenzaran a llegar.
—No.
—Que malo eres, precioso —sacó la lengua, regalándome un bello gesto infantil.
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—Señor, un chico llamado Andrew lo está buscando —me dijo Romy por el intercomunicador.
—¿Eh? ¿Qué querrá? —me extrañé—. Vale, ya salgo.
Me levanté y cuando abrí la puerta me llevé una gran sorpresa. Andrew estaba hablando con Ivo y ambos reían.
«¡No hagas drama, no hagas drama, no hagas dramaaaaaa!»
«Maldita conciencia, gracias por decirme algo que obviamente no haré.»
Era realmente imposible no sentir como los celos comenzaban a molestarme con fuerza.
—Andrew... Hola —me extendió su mano y la estreché firmemente.
—Hola, señor Derek.
Me regaló una gran sonrisa. Ivo enarcó una ceja y cruzó los brazos, desafiante. Tal vez era una manera de ponerme a prueba, pues sabía que me estaban comiendo los celos. Vamos, que la manera en que había endurecido mi rostro se apreciaba muchísimo.
—¿Se conocen?
También me crucé de brazos, impaciente por la respuesta. Ambos sonrieron y entusiasmado, el abogado contestó:
—¡Sí! Fuimos novios hace unos años.
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