4 Besos ||Javi Puado||

By -justkillerqueen

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-ΒΏY bien? -Acepto la apuesta. More

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●Epilogo●

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By -justkillerqueen

 —¿Entonces crees que voy bien?

—Bombón, con todo lo que te pongas vas bien.

—¿Y si me cambio?

—Ari, es el quinto outfit que te pruebas. Y vas preciosa.

—Creo que me voy a poner las botas de tacón, pero los bajos.

—Nena, que Leire va con los tenis. Relájate.

—¿Desde cuándo me llamas nena?—dijo la malagueña antes de reír.

—Desde ahora mismo.

—¿Las Jordan entonces?

—Sí, además, te pegan con la ropa.

—Vale, vale.—la chica llevaba un jersey rojo, remetido en unos jeans negros, acompañado de unas Nike Air Jordan rojas y negras, más conocidas como Chicago.—Estoy cagada.

—No es para tanto. Además, te repito, no vamos a estar solos.

—Y menos mal.

—¿Nos vamos?

—¿Y si nos quedamos viendo una película?

—Te lo compro para después.

—¿Y por qué ahora no?—el catalán ocultó una sonrisa antes de relamer sus labios.

—Porque los dos sabemos que cuando decimos de ver una película, nunca lo hacemos.

—Y te quejarás de los planes, encima.

—No, no, si no me quejo.

—Vale, creo que estoy lista. Y tú... Tú... ¿Tú por qué vas tan guapo?

—Voy normal, creo.—el catalán llevaba un jersey gris de cuello vuelto, unos vaqueros oscuros y unas Adidas All Star.

—En momentos así, pienso que soy la favorita de Dios por tenerte a ti de novio, de verdad.—Javi sonrió, y dejó un beso en los labios de su novia.

—Venga, vamos. Tenemos que recoger a Leire y a Pau.

(•     •     •     •     •)

—¿Sinceramente? No quiero entrar.

—Ya... Yo estoy empezando a pensármelo también.

—Me estáis jodiendo, ¿no?—dijo Arizona.—No llevo media hora con los nervios a flor de piel y medio temblando por conocer a vuestros padres, para que ahora vengáis los dos haciendo un plan de huida.

—A ver, yo la verdad que no me opongo.—añadió Pau.—Pero lleva razón. Y la verdad es que no quiero retrasarlo.

—¿Y si nos compramos algo y nos lo comemos por ahí?—sugirió Leire. Arizona y Pau se miraron entre ellos y salieron del coche.—Ay, no...

—¡Bombón, que acepto la película!

—¿No has dicho que la preferías para después? Pues ahora te jodes.

—¡Arizona!

—Leire, que no. ¿Qué piso es?

—El segundo A, creo.—dijo Pau.

—Pues vamos allá.

—¡No, ni se te ocurra!—intervino la pequeña de los Puado.

—¿Pero por qué? Es que no os entiendo ahora mismo, sinceramente.

Empezaron a medio discutir en la calle los cuatro. Javi y Leire intentaban convencerles de irse a cenar por ahí todos juntos y dejar la reunión con sus padres para otro momento, mientras que Arizona y Pau decían que querían conocer a sus suegros.

—¿Se puede saber que estáis haciendo ahí abajo?—se callaron y se miraron entre ellos antes de alzar su vista.—¡Subid de una vez, que la cena se enfría!

—¿Esa era...?

—Nuestra madre.—respondieron los hermanos a la vez.—Mierda.

—Bueno, será mejor que subamos.

—O que me trague la tierra, que también me sirve.—añadió Pau.

Entraron en el portal, y se montaron en el ascensor.

—¿Soy la única que tiene demasiada calor?

—Eso son los nervios.—dijo Arizona.—Te lo digo porque estoy igual. Me sobran el jersey, los pantalones y todo. Un pijama de verano me pondría.

Las puertas se abrieron, y la tensión en los cuerpos de los jóvenes aumentaba cada vez más.

—¿Os vais a quedar ahí fuera toda la noche?—dijo la mujer que se había asomado por la ventana. Miró a Pau y a Arizona, sonrió.—Yo soy Montse, tenía muchas ganas de conoceros.

—Encantada, Montse.—dijo la chica antes de darle dos besos a su suegra.

—Lo mismo digo.—Pau repitió la acción de su amiga.

—Pasad, mi marido está dentro.—los cuatro jóvenes entraron en la casa, y pudieron relajarse un poco.

—Bueno, vamos allá.—murmuró Javi antes de mirar a su novia.—¿Lista?

—Eso creo.

—¿Podéis ir al salón, por favor?—pidió Leire, que iba agarrada de la mano de Pau. Javi hizo lo mismo con su novia, y caminaron un poco más.

—¡Aleluya! Pensé que a este paso os veía a los dos el año que viene.—el cabeza de familia se acercó a sus hijos, y les abrazó.

—Papá, ella es Arizona.—comenzó a decir el mayor de los hermanos.

—Y él es Pau.—continuó Leire.—Creo que no hay mucho más que decir. Y este es nuestro padre, Javier.

—Un placer conoceros al fin, chicos. Sois más guapos que en las fotos.

—¡Papá!—exclamaron los hermanos a la vez, logrando que sus parejas intentasen no reír.

—¿Qué? Tenéis buen gusto, y ellos también.

—Yo voy a por algo de vino, ¿vienes conmigo, Ari?—pidió Leire, y la malagueña asintió.

—Claro, vamos.

Ambas fueron a la cocina, donde estaba Montse ultimando los detalles de la cena.

—¿Ya vas a empezar?

—Se le llama pedirle a la tierra que me trague.—se excusó la catalana.—Prométeme que no vas a sacar el álbum.

—No puedo hacer eso. ¿Quieres saber cómo era Leire de pequeña, Arizona?

—Ari, por favor. Sólo Ari. Y ya la tengo muy vista.—respondió la chica antes de reír.

—¿Y a Javi?

—Eso sí que es nuevo. Acepto.

(•     •     •     •     •)

—¡No, ese no!—pidió Javi, intentando frenar a su madre.—¡Mamá!

—¡Cállate, eras guapísimo de pequeño!—exclamó Arizona.

—¿Y por qué tenemos que pasar vergüenza nosotros solos? ¡Enseña tú una foto con Isco!—exigió Leire.

—A mi no me lo digas dos veces. Llevo tres copas de vino, ni siento ni padezco, y tengo un álbum en la galería del móvil de fotos con mi familia.

—Adelante, sácalo.

—No me tientes, Leire.

—No tienes huevos.

—¡Leire!—le recriminó su madre.

—Nuestra relación es así, mamá. Desde conocemos.

—Lleva razón.—corroboró la malagueña.

—Pues a mi me ha entrado curiosidad por ver esas fotos, oye.—Arizona rió y desbloqueó su móvil.

—Esta es mi favorita.—eligió una foto en la que Isco y ella estaban abrazados, ambos con una camiseta del Málaga.—Creo que ahí él tenía diez años y yo cuatro, o eso dice mi madre.

—Ay, qué preciosidad.—dijo Montse.—Se ve que os queréis mucho.

—Bueno, su pasatiempo favorito es tocarme la moral. Pero sí, sí. Le quiero muchísimo.

—Bueno, lo de fastidiar es cosa de hermanos. Ellos dos de pequeños eran insoportables.—añadió Javier señalando a sus hijos.

—Y a día de hoy sigue siendo así.—confirmó Pau.—Pero creo que tienen rachas para eso.

—Mi vida, deja el vino.—dijo Leire.

—¿Con lo rico que está? Ni de coña.

—Oye, Leire.—Montse captó la atención de su hija.—El otro día salió en las noticias tu edificio.

—¿Por qué?

—Un chico se cayó por una ventana.—los jóvenes se miraron entre ellos.

—Primera noticia que tengo. ¿Tú te enteraste de algo?—le preguntó la chica a Arizona, que negó con su cabeza.

—Creo que nos pilló fuera.—dijo la malagueña antes de darle un trago a su copa. Lo mejor sería esquivar el tema.

Tras finalizar la velada, se despidieron y se marcharon de la casa. Javi soltó a su hermana y a su cuñado en el apartamento que aún conservaban, y Arizona y él se fueron a su casa.

Una vez que llegaron, lo primero que hizo la chica fue quitarse el jersey.

—Me estaba asando, dios.

—¿Ves como no ha ido tan mal?

—Vale, lo siento. Pero sabrás que tu turno llegará pronto, ¿verdad?

—Ya... No contaba yo con eso.—Arizona rió, y ambos fueron a la habitación.—¿Te ha incomodado la pregunta de mi madre?

—¿Lo de Hugo?—el chico asintió con su cabeza.—Ella no sabe la historia que hay detrás. Y creo que es mejor que no sepa que sus dos hijos podrían haber sido acusados de asesinato.

—Por cierto, ¿has pensado la oferta que te he hecho por segunda vez?

—¿Seguro que quieres que trabajemos juntos?

—Bombón, se te da genial tu trabajo. Además, así voy con más ganas a entrenar.

—Si no eres capaz de no besarme cuando me tienes delante, no vas a serlo trabajando juntos.—comentó la chica antes de reír.

—Sí soy capaz.

—¿Ah, sí? Muy bien.—Arizona se puso a escasos centímetros de su boca.—Demuéstralo, venga. Puedo estar así toda la noche.

—¿Sabes que hacer eso estando en sujetador no es buena idea, verdad?—la muchacha se encogió de hombros.

—Sabes que me gusta jugar con fuego.

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