Las paredes blancas se encontraban opacadas por la oscuridad del cuarto, la luz y claridad del día estaban siendo retenidas por las grandes y gruesas cortinas negras que adornaban las grandes ventanas.
Todo era silencioso, solo se podía apreciar la suave y tranquila respiración de cierto Rubio quien se encontraba descansando en su cama, sumido en el mundo de los sueños, siendo arrullado por las suaves sábanas de seda que se apegaban a su formado cuerpo.
Sin duda un aura perfecta para un hombre llenó de trabajó, pero todo lo bueno llega a su fin y así fue como el aura se acabó causa del molesto sonido que provenía de la alarma, adueñándose y acabando con la tranquilidad, haciendo eco entre las cuatro paredes, provocando que poco a poco Adrien vaya despertando, dando un golpe en aparato ocasionado el silenció de aquél sonido, el Oji-verde suelta un gran bostezo, sus ojos verdes se van adaptando a la vista, tallando de éstos para quitar todo rastro de lagaña o pelusa, sin más se levanta, apartando las sábanas de su cuerpo, sintiendo como su cuerpo se estremecía del frío que habitaba en la habitación, el suave toque de sus pies con la alfombra color crema, nuevamente el bostezo hace acto de presencia mientras mueve sus hombros de atrás hacia adelante, estirando sus brazos y cuello, los cuales van tronando mediante la acción.
Caminando a pasos torpes hacia el baño, despojado la ropa de sus cuerpo, quedando completamente desnudo ante la vista, dando vuelta a la perilla, permitiendo el paso al agua que va cayendo sobre la cabellera rubia, que poco a poco se va humedeciendo, deslizando pequeñas gotas que van alineando un camino de agua sobre el formado y duró cuerpo, Adrien cierra sus ojos, disfrutando del agua, permitiéndose relajar.
[...]
Adrien hace aparición en la empresa, entrando por las grandes puertas de cristal, todas las secretarias sin excepción se quedaban admirando la figura masculina, quedando embobada ante semejante belleza, una que otras miradas coquetas eran dirigidas al Oji-verde quien las ignoró, siguiendo su camino a su oficina.
Mujeres fáciles. Pensó el Rubio sin más entrando al ascensor, donde las puertas metálicas se cierran.
— Nuevamente al trabajó — dijo Adrien, soltando un suspiró de cansancio al volver a encerrarse en aquella oficina, dónde lo esperaba una carga repleta de documentos, papeles que firmar, verificar las cargas de telas y sin contar las juntas — De tan solo pensarlo me provoca dolor de cabeza
—fue lo único que dijo, antes de que las puertas se abran, dejando me a la vista un largo pasillo que conectaba a su oficina, con la mirada neutra empieza su camino.
Todo normal, la misma secuencia de siempre y aquí es donde ella aparece son alegre sonrisa, como de si una niña pequeña se tratase, esperando a su padre.
¿Yo su Padre?, se pregunta el Rubio mentalmente, haciendo una mueca ante la idea para nada agradable. Pues él n....
—¡Señor Adrien!— levanta la voz la azabache, para luego soltar una leve sonrisa ante la mueca de su jefe — ¿Por qué el disgusto? —preguntó.
—¿Q-qué?, ¡oh no, no!, solo ah olvídalo—habla nervioso.
— De acuerdo, por cierto buenos días Señor Adrien —sonríe mostrando sus radiantes dientes.
— Buenos días — sonrió, para luego hacer una expresión de enfado falso —Qué te dije de llamarme Señor.
— Lo siento, Adrien— ríe
—Mucho mejor, ahora me puedes decir la agenda de hoy.
—Tiene una junta sobre la nueva carga a las 12 y media, firmar los cinco nuevos contratos y una reunión con los inversionistas Couffaine a las ocho en punto.
—Cancela la última reunión.
—¿Qué?, Seño-digo Adrien los inversionistas pa...—fue interrumpida.
—He dado una orden, aplaza la reunión para mañana — habla con seriedad, recibiendo un asentimiento de Marinette, quien baja la mirada — por qué tienes esa costumbre , piensa el Oji-verde para posar su mano en la quijada de su empleada, levantando su mirada — No la estoy regañando Dupain, no bajé la mirada, si estoy posponiendo la reunión es por qué hoy nosotros saldremos — conectan miradas — tú y yo, ¿lo recuerdas?.
Sonríen...
[...]
Las horas transcurrieron con lentitud.
Pero por fin el reloj marcaban las siete de la noche.
—¿Entonces puedo?—pregunta la azabache.
—La idea era irnos juntos saliendo de la empresa. Te doy el permiso, pero no veo la necesidad —hace una pausa— tú te ves muy lin-te ves bien así —corrige rápidamente.
— Gracias— musita— Pero no me siento cómoda, me gustaría estar presentable.
—Está bien señorita Marinette —Sonrie.
—¿Dónde gusta que lo esperé o nos vamos juntos ahora?.
—No, yo me quedó, tengo que entregar éstos documentos al Señor Agreste, pero puedes esperarme en el restaurante "Le Meurice".
—De acuerdo Adrien.
[...]
—Lo siento padre pero no puedo, tengo un compromiso—habla con enfadó, su padre no iba a reunir sus planes.
—¡Es una orden!.
[...]
Los nervios consumían el cuerpo de Marinette. Tener una cita con el gran Adrien Agreste, ni es sus mejores sueños.
—Bueno no es una cita, solo lo estoy acompañando como su asistente, es mi deber, ¿no? —bufa —Perfecto, ahora estoy hablando sola — enciende su celular — No tengo ninguna llamada de él, amm es tardé..
—[8:49p.m.]—
—Tal vez fue a su casa por una mudada.
—[9:38p.m.]—
— Tal vez hay mucho tráfico y ha quedado atorado.
—[10:09p.m.]—
—Solo tal vez él....
—[11:46p.m.]—
— Él no llegará...—dice en susurro.
La azabache sale de aquél restaurante, con la mirada en el suelo, su corazón empieza a doler.
— Lo comprendo, quién querría salir con una chica de bajo nivel y para nada sobresaliente, sin nada de belleza — dijo con la voz rota, mientras pequeñas gotas saladas escapaban de sus dilatados ojos azules, para descender una tras o tras por la mejilla carmis de la azabache dejando un camino húmedo —Eres una tonta Marínette Dupain-Cheng —ríe sin gracia, dando inicio a su camino a la parada, donde tomó un taxi e ir a su casa.
Con pasos lentos camina a su puerta, sin más suelta un suspiró, abriendo la puerta marrón, permitiendole el pase a su hogar frío donde reinaba el silencio y la oscuridad.
Una lágrima
Dos lágrimas
Tres lágrimas
Bastaron para que se desatará en llanto.
—[12: 22 a.m.]—
Uno, dos, tres y cuatro golpes dieron en la puerta, provocan que la azabache despertará por el repentino ruido, tallando sus párpados los cuales se encontraban hinchados por el llanto
Se levanta de su cama, saliendo de su habitación, se dirige a la puerta para luego abrir y ver el responsable de interrumpir su amado sueño.
—Que qui...—Se calló, las palabras se ahogaron, su corazón empezó a latir muy rápido, sintiendo miedo de ello, sus mejillas no tardaron en adornar un color rojizo.
—Traje comida italiana— dijo con voz suave, en sus ojos se podía apreciar el arrepentimiento, Adrien empezó a sentir miedo del rechazo, apretando sus manos donde llevaba una bolsa de comida y en la otra mano sostenía un........ ramo de rosas rojas — Todavía hay tiempo para una cita...Marinette.
—...
Hiro Agreste.