《 Te acepto 》

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La azabache se encontraba sentada, mirando con mucha atención el lapicero de punta fina que reposaba en el gran escritorio gris, ignorando así la fuerte mirada que su mayor le dirigía.

— Señorita Marinette... Quiero de su completa sinceridad —hablo aún sin apartar su mirada, causando escalofrías en la azabache ante el fuerte tono de voz.

—Dígame — dijo sin titubear, dando un festejo interno por ello.

—Una de las cosas por las cuales me caracterizo es que nunca me equivoco — habla mientras se levanta de su silla y caminando hacia ella —Pero —se coloca enfrente, conectando ambos mirada —Deseo que esta vez si lo este.

—Sin rodeos — dijo con valentía, no deseando mostrarle lo que causaba en ella.

El Rubio sonríe ante la actitud, llevando su mano a la mandíbula de la mujer para sujetarla con una leve fuerza y acercar sus rostros.
—¿Gusta de mi señorita Cheng? — murmura sobre los labios rojizos de su secretaria, sin llegar a tocarlos.

—¿Cuáles son sus argumentos para decir tal barbaridad? — pregunta sorprendida, quitando con brusquedad la mano de su jefe.

— Las acciones, los gestos, los pequeños detalles que realiza para mi, sin contar la mirada y el como observa mis labios cada que estoy cerca — sonríe, ante el tono carmis que tomaron las mejillas de la azabache.

—Esta completamente loco — murmura, apartando la mirada.

—¿Y eso significa que?

— No, lamento decepcionarlo pero...— siente su cuerpo ponerse tenso ante el toque en su cabello — No es mi ti-tipo — niega con su cabeza repetidas veces.

— ¿Y como es su tipo? — pregunta con un tono burlón e interesado por la respuesta.

— Todo lo contrarío a usted — se levanta de su asiento, quedando a la altura de los hombros de su jefe.

— Lo contrario a mi, me esta diciendo que le gustan ¿vagos?, ¿Personas sin futuro? — suelta una sonrisa ante la expresión de terror que hace Marinette.

—Es muy molesto — exclama, sintiendo mariposas en su estomago, al sentir aún las leves caricias que dejaba en su cabello el Oji-verde.

— Me alegra saber que no gusta de mi...

— Ajam...-refuña.






Sabía perfectamente que mentias...





Y en vez de ponerle un fin, seguí....




Llegue a pensar que el involucrarme contigo sería mi mayor error, pero...






Fue algo realmente lindo.












Pequeñas gotas seguían descendiendo de sus ojos y el dolor en su pecho no cesaba, su cabeza era un martirio, pues no dejaba de recordar las palabras tan crueles que le dijo a la azabache y el como esta lloraba.

—Perdóname — repitiendo una y otra vez aquella palabra, anhelando regresar en el tiempo y nunca haber dicho tales cosas... cambiar todo eso a dulces besos y pequeñas sonrisas. Sin embargo el daño ya fue ocasionado y el dolor ahí esta.

I Love My Secretary Where stories live. Discover now