《Vamos a fingir》

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La manera en la que te amo, duele mucho•




Un suspiró lleno de pesades sale de los finos labios de una palida azabache, quien con la mirada baja caminaba a pasos lentos por las frías y solitarias calles.

El cielo aún mantenía su manta oscura pero no por mucho tiempo, muy pronto el sol daría acto de presencia.

La azabache detiene sus pasos, observando como las hojas verdes de los árboles, se desprenden con facilidad siendo llevadas a lo alto por el frío viento, alejándose cada vez más de su rama Ojalá los recuerdos se olvidaran así de fácil, un viento que los alejé de tu cabeza para que no te sigan recordando tus errores — pensó la azabache, cerrando por un momento sus azules ojos, sintiendo el aire frio acariciar su rostro, la azabache lo sentía como si el viento la tratara de consolar.

—Que tonta — musito.

Sin más continúa su camino, metiendo sus heladas manos en los bolsillos de su abrigo negro, el cual le cubría hasta las rodillas,  los pasos de sus botas resonaban en el pavimento.

—Marinette ¿ahora que harás? — se pregunta a ella misma — Actuar — intenta reír ante lo dicho, pero solo forma una mueca — No tengo otra opción. 

En sus ojos se había perdido el brillo que antes desprendían, su rostro estaba apagado, sin vida, inmediatamente sus pupilas se dilatan, ante el recuerdo de...

—Permítame ser el primero...

No


— Yo tengo miedo —murmura con los  nervios a flote.

Déjeme marcarla — acaricia su rostro — Quiero recorrer cada parte de su cuerpo hasta memorizarlo, saborear sus labios— murmuro rosando delicadamente sus labios sin llegar a tocarlos — Quiero corromperla —Dijo sujetando su quijada, sin despejar su vista de los finos labios, que anhelaba morder — ¿Usted me podría dar ese honor?


— Y vaya que lo hiciste — ríe amargamente, sintiendo las saladas gotas descender por sus mejillas —Caí perdidamente ante ti — solloza — Te entregué todo ¿y que fue lo que obtuve? —aprieta sus manos en su abrigo — Humillación, una maldita humillación — sus lágrimas seguían escurriendo, provocando que su vista se nuble ante las lágrimas — Fui una tonta por pensar que sería correspondida y acepto mi error, fui una ingenua, una estúpida — limpia bruscamente sus lágrimas, mientras suelta un último suspiro.

La azabache intenta quitar los recuerdos que atacaban su mente, caminando rápido para llegar a su destino.

Necesitaba urgentemente un café muy cargado.





[...]


Las puertas de cristal gris se abren dándole paso a la Oji-azul, adentrándose a la empresa. En su camino visualiza a muy pocos trabajadores — Llegué muy temprano— fue el pensamiento de la azabache, para seguir su camino hacía el ascensor.

Tocando una y otra vez el botón gris, esperando a que las puertas metálicas se habrán, para así poder llegar a su despacho.

—¿Por qué tarda? — murmura la azabache, soltando un bufido ante la demora, pero en el fondo lo agradecía pues aún no estaba preparada para enfrentar a su jefe.

¿Cómo lo veré a los ojos? ¿todo será como antes? ¿Mostrará arrepentimiento? ¿Fingir que nada ha pasado? Muchas preguntas atacaban la mente de la pobre Oji-azul, sintiendo sus manos sudar, los nervios estaban consumiendo su cuerpo.

—Tengo que ser fuerte, tu puedes Marinette —se alienta, intentando sonreír.

Sin duda sería un día muy difícil.

La azabache seguía sumergida en sus pensamientos, sin darse cuenta de una presencia masculina que se había situado a lado de ella, para esperar el elevador.
No sé percataba de ello, hasta que una voz ronca hizo su piel erizar y con temor voltea su mirada, arrepintiéndose al instante al encontrarse con esos ojos verdes.

Sus miradas se encontraron y ambos se perdieron en ellos.




—Señor Adrien.

—Señorita Marinette.



No sabía que para amarte tenía que sufrir....O  tal vez si, pero no le tome importancia a esa advertencia•

•Ahora se que no debo ignorar los avisos con letras mayúsculas y en rojo•





Hiro Agreste.

I Love My Secretary Where stories live. Discover now