Perfecta ImperFecciÓn

By allison_porras

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• ° Usa guantes por una razón que desconozco. Su sonrisa es hermosa, y aunque tiene un problema de lenguaje... More

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<•> Disculpas 3.0 <•>
<•> Capítulo ochenta <•>
<•> Capítulo ochenta y uno <•>
<•> Disculpas ¿qué parte? Ah, sí. 4.0 <•>
<•> Capítulo ochenta y dos <•>
<•> Capítulo ochenta y tres <•>
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<•> Capítulo ochenta y cinco <•>
<•> Capítulo ochenta y seis <•>
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<•> Capítulo ochenta y nueve <•>
<•> Capítulo Noventa <•>
<•> Capítulo Noventa y Uno <•>

<•> Capítulo diecinueve <•>

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By allison_porras


°

°  

—Oh.

Fue lo único que salió de mi boca. Ahora, el incómodo era yo. O sea, que hasta hacía poco, él salió con una chica. Tal vez, mis ánimos se desplomaron en cuestión de segundos.

Miré a mi jefe, su rostro denotaba preocupación.

—Pero —Zelinda continuó—, él no mostró interés alguno, ni por educación. Así que fue un asco.

—Tienes toda la razón —su modo agrio de contestar, me lo dejó claro—. Ivo, ¿podemos irnos ya?

Unas molestas mariposas aparecieron en mi estómago, cuando tomó mi mano. Quería morir, al sentir como sus largos dedos se entrelazaban con los míos.

Balbuceé, tratando de buscar una respuesta a su acto. Pero me detuve al ver que la vista de Zelinda viajó hasta la unión de nuestras manos.

—Ya veo. Creo que ahora tu desinterés se justifica —reclamó—. ¿Tan rápido cambiaste a Jörg? —me miró con reproche.

Ella conocía a mi expareja. Jörg solía acompañarme a esa tienda. Sin embargo se aburría con rapidez.

Sólo pude bajar la cabeza, bastante avergonzado.

—Vámonos. Esto se está poniendo incómodo —la presión de su mano se incrementó, al punto de provocarme un poco de molestia—. Cuiden al cachorro, por favor.

Fue en ese momento, donde no me dio tiempo alguno de reaccionar, pues ya estaba siendo dirigido hasta la puerta. Salimos, y caminamos hasta su auto, aún agarrados de la mano.

Él buscaba las palabras para disculparse, y aún sin soltarme, me preguntó:

—¿Todavía quieres cenar conmigo? —su voz estaba serena, y temblorosa

—Sip —le respondí, mirándolo a los ojos.

A decir verdad, me entristecía que saliera con alguien más; pero ahora estaba conmigo. Además, el lindo gesto que tuvo al sujetar mi mano, me dio a entender que estaba preocupado; tenía miedo de que no fuera a cenar con él.

—Bien, me alegra.

<•>

Me sentí fuera de lugar al entrar a  Lichterfelde, uno de los barrios ricos de Berlín.

Dejó su auto en la entrada, pues según me dijo, lo guardaría más tarde. Claro que las dimensiones de su hogar, comparadas con el mío, eran descomunales. Era de dos grandes plantas, y tenía unos lindos y elegantes ventanales.

Suspiré, e inicié la manía de torcer mis dedos. ¿Y si no le caía bien a su sobrino? ¿O si les estorbaba?

—¿Estás bien? —negué.

—Es que nervios...

—Bueno, no debes tenerlos. Además, es mi casa, y haz de cuenta que también es la tuya, ¿okey? Y espero que no te moleste... —rascó su nuca.

—¿Qué?

—Ellos ya saben de tu problema —más apenado no podía ponerme—, así que no te sientas mal si te equivocas con alguna palabra, ¿está bien? —asentí.

Cuando ingresamos a la casa, todo estaba reluciente y perfectamente acomodado, aunque uno que otro juguete y mantas, estaban regados en el suelo del living. Un lindo niño salió detrás del sofá, y me miró, entrecerrando los ojos.

—Vincent —sonreí al conocer el  nombre completo de su bebé—, ven acá —lo llamó, y el niño obediente, se acercó.

Derek lo alzó, y el bebé seguía sin quitarme los ojos de encima. Mi jefe, le daba múltiples besos en su mejillas, mientras repetía: «¡Mi amor!» ¡Y yo, moriría de ternuraaaaa! Era un niño demasiado hermoso. Tenía los ojitos verdes y el cabello claro. Era algo gordito y llevaba una pijamita amarilla.

—Mira, él mi amigo del trabajo, su nombre es Ivo.

—Ho-holaaa —lo saludé con la mano, abriendo y cerrándola.

—Holap —respondió—. ¿Juegas conmigo? —me sorprendió que hablara mejor que yo.

—Vin, viene llegando deja que se siente al menos.

—Oh, no, no... hay por-problema.

Minutos después, y como si estuviera en mi casa, estaba en el suelo, jugando con Vincent y sus monos. Me importaba muy poco ensuciarme la ropa, lo importante era rescatar a los animalitos.

Sólo me bastaron unos minutos, para darme cuenta de que me encantaba ese niño. Me lo hubiera comido a besos en ese mismo momento.

Mientras Derek hablaba por teléfono, detrás suyo, vi a un adolescente. Él joven, simplemente me sonrió de siguió su camino.

Luego, mi guapo jefe me presentó a sus dos empleados. Ilse y Sylvio.

—Mu-mucho gu-gusto... —me esforcé para no equivocarme tanto. El hombre alto, le dijo algo a Derek en el oído que lo hizo reír.

—Sylvio, Ivo tiene treinta años.

—¡¿Qué?! —exclamaron los dos señores.

Ay, que vergüenza.

—Sé que no parece legal, pero es menor que yo sólo por tres añitos.

¿A qué se refería con eso?

<•>

La comida fue deliciosa. Nos acompañó Dietlinde y Dustin, ese chico era algo serio, pero de vez en cuando, me sonreía. Vin comía sentado en el regazo de su padre, y aunque sus dos sobrinos trataban de no pelear durante la comida, la cena me había fascinado.

La esposa de Derek, era una tonta. Yo muriendo por estar con él, y ella, engañándolo. Él era hombre más lindo del mundo.

Ahora, estaba sentado en el césped del jardín trasero, a un lado de la enorme piscina. Siempre había querido aprender a nadar, pero nunca pude.

Me metí a la boca otra cucharada repleta de pastel. Ilse era una diosa de los pasteles, pues me pareció el más delicioso de todos. El chocolate líquido que tenía dentro, se desbordaba cada vez que introducía la cuchara.

Mi jefe fue a vigilar que su hijo se durmiera. Hacía frío, pero por fortuna mi suéter era bastante grueso como para evitar que temblara.

La puerta de cristal, se abrió, y Derek también llevaba un suéter puesto, pero ahora, vestía un pantalón corto, el cual, no me dejaba a la imaginación sus gruesas piernas.

—¿Te gustó el pastel?

No pude contestar; la impresión de verlo así vestido, y por tener la boca llena, me lo evitaron.

—Bien, creo que eso es un sí —se sentó a mi lado mientras reía.

Los grillos, eran lo único que se oía, sumado a la cuchara pegando con el platito de porcelana.

—No tienes idea de lo mucho que me esforcé para que todo saliera bien.

¿En serio? ¿Tanto así? La felicidad que me embargó en ese instante, fue inmensa.

—El mismo día que te invité, le pedí a Ilse el menú de hoy. Esa misma noche, hablé con mis sobrinos para que se  portaran bien. A Dustin lo amenacé con quitarle el internet si hacía algún comentario fuera de lugar, pero aún así, ambos hicieron el ridículo —volvió a reír—. Hablé con Vin, y le prometí un nuevo peluche para que no hiciera travesuras. ¿Puedes creerlo? Me dejo manipular por un nene de dos años...

Reí. Aunque se dejara manipular, se notaba a kilómetros que ese niño, era la luz de ojos.

—To-todo gu... me gu-gusto, gustó.

—¡Sí! —dijo con emoción— Oye...

—¿Sí?

Comenzó a acercarse a mí, quedando a centrímetros de mi rostro, de nuevo. Otra vez, podía sentir esa terrible y linda tensión.

—Lo que pasó con Zelinda fue un asco, espero que me creas. Ese día, mi primo estaba de majadero, y tuve que decir que sí —¿porqué me daba explicaciones? No debía, y yo no debía escucharlas.

—De-de-descuide.

—No mostré interés en esa cita porque un hombre guapo de cabello negro, lo ha capturado por completo.

No podía hablar. Si antes era tartamudo, su confesión me dejo mudo.

—Un guapo hombre que usa guantes blancos, me robó la heterosexulidad.

Estaba impresionado. ¿Yo le gustaba? Una parte de mí, no lo quería creer, pensaba que era imposible. Alguien como él no podía fijarse en alguien tan infantil como yo.

Mas, la otra parte, estaba brincando de la felicidad por todo lo que solía decir; por sus lindas palabras cada día... Por su linda manera de ser  conmigo.

Cerró los ojos, acercándose más y más a mi rostro. En esta ocasión, tenía todas las intensiones de besarme.  Pero como Ivo Lane es un completo idiota y cobarde... Lo que hice, fue poner mi mano en su pecho para alejarlo.

—Otro rechazo —suspiró, relamiéndose los labios—. Genial —era obvio que lo decía con sarcasmo.

—Pe-perdón, yo... —quería encontrar una excusa, pero me interrumpió:

—No te preocupes —con sus dedos, quitó unos cuantos mechones que estorbaban en mi frente—. Sé que voy a la velocidad de la luz; pero siempre he sido alguien que se deja arrastrar por sus emociones, y es algo que a mi edad ya no puedo cambiar.

Un agradable silencio llegó después de sus palabras. El viento soplaba y provocaba ciertas ondas en el agua de la piscina. Sin embargo, me di cuenta que ya se había hecho tarde: 11:32 p.m.

—Yo ir ya a... acasa —me puse de pie. él me siguió.

Casi me da un infarto cuando el plato, estuvo a punto de resbalarse de mis manos. Estaba seguro que costaba muchísimo dinero.

—Perfecto. Te llevo en entonces.

¿Qué? ¿Más molestias? Por supuesto que no.

—¡No, no, no! —me miró extrañado—. Usted much-cho por mí hoy. Hizo, hizo mu-mucho. Pediré Uber.

—No quiero que te vayas tan tarde con un hombre desconocido.

—¿Ce-celos? —oh, no. Había metido la pata muuuuuuy en el fondo.

Mis mejillas se pusieron calientes.

—En realidad sí —se cruzó de brazos. Me impresionó su respuesta, aunque esperaba que fuera nada más para seguirme la corriente—. Y no quiero que te pase algo.

<•>

Me costó muchísimo trabajo convencerlo, mas terminó aceptando. El Uber ya estaba en la entrada de la casa, y él me acompañó hasta la puerta.

—Gr-graci-cias por todo.

Entonces, sin darle más vueltas al asunto, y antes de que se me fuera la poca valentía que tenía; me relamí los labios, lo tomé del cuello para acercarlo a mí, y poniéndome de puntillas, dejé un simple y pequeño beso en su mejilla derecha, donde siempre nacían sus hoyuelos.
Debía compensarle de alguna manera, el rechazo de antes.

Estaba a punto de salir corriendo, pero me agarró de la muñeca, me detuvo, y me dio la vuelta. Pegó su frente contra la mía; puso su mano izquierda en mi cintura, y la apretó con bastante fuerza, haciendo que un pequeño gemido se escapara de mi garganta.

—Haz eso de nuevo, y no me haré responsable de lo que pase.

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