ONESHOTS: ANTOLOGÍA ALMAIA

By aurart24

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Antología que pretende unir música y texto. En formato Oneshot, cada capítulo estará basado en una canción in... More

Preámbulo
1. Georgia on my mind
2. I found my little basket
3. Starman
4. Don't dream it's over
5. Las cuatro y diez
6. Te quiero
7. Everytime you go away
8. Todas las flores
9. I'm still standing
10. City of stars
11. Eres tú
12. Amar pelos dois
13. Con las ganas
14. La revolución sexual
15. El mismo sol
16. Shape of you
17. Ain't no mountain high enough
19. So what
20. A quién le importa
21. Rock with you
22. Across the universe
23. Shake it off
24. Vete de mí
25. Me conformo
26. Mi música es tu voz

18. The lady is a tramp

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By aurart24

No podía dejar de mirarle, era plenamente consciente de ello, estaba siendo demasiado obvia y aun así allí seguía, apoyada contra la puerta de cristal del box sin poder desviar su mirada, ignorando completamente la música que sonaba olvidada de fondo. Suspiró, algo molesta, enfadada consigo misma por no poder mantener la compostura, por no poder reprimir aquella necesidad de mirarlo aun desde la distancia. Estaba realmente guapo, con ese punto sofisticado y atractivo, sus movimientos, su voz, la mirada al decir cada frase... Todo teñido de aquel tono seductor, atrayente, de aquella seguridad que destilaba en cada gesto, en cada frase, gravando cada una de las palabras a través de su mirada, intensa y juguetona. Sí, estaba sexy, joder si lo estaba... Pero es que encima, por si fuera poco, decidió que para aquella actuación debía vestir su traje azul, sí, el traje azul de Georgia, aquel traje que ya de por sí consiguió ponerle bastante durante su primera actuación. Estaba perdida, lo sabía,

—Estás fatal —murmuró Aitana, sin poder controlar la risa, sentada en el suelo del pequeño box. Amaia le dedicó una mirada de reproche— Ya paro... ¿Pero no ibas a cantarme la canción?

—Sï... Pero... Jolin Aitana no me mires así —intentó justificarse consciente de la imposibilidad de aquello, al igual podía concentrarse ella ahora con el calentón que tenía... Pensó. Amaia se agachó también, a la misma altura que Aitana pero sin abandonar aquel sitio estratégico que le permitía no perder detalle de los movimientos del muchacho— Es que lleva el traje de Georgia...

— ¿Y? ¿Tiene poderes mágicos o algo?

—Da calor —se limitó a contestar, escuchando la risotada de su amiga encantada de escuchar aquella confesión. En la sala, ajenos a todo, Alfred y Agoney seguían jugando con los pies de micro mientras cantaban de nuevo la canción, ensayando la coreografía que no hacía más que incrementar el morbo que le producía su actuación.

—Oye ¿Puedes hablar claro aquí? —preguntó Aitana algo cansada de esas conversaciones a medias delante de las cámaras.

—No, pero...

—Pues ven, vamos a la habitación —dijo levantándose de golpe, agarrando la mano de Amaia y obligándola a alzarse de nuevo. Ésta se quejó, haciéndose la remolona, sin querer irse ahora que empezaba su parte favorita pero Aitana tiró de ella con fuerza— Esto es tu culpa, llevas demasiados días sin contarme nada, amiga.

—Eso no es cierto —se quejó, Aitana la censuró con la mirada— Bueno, vale, pero tú también has estado muy ocupada últimamente, eh.

Aitana giró la cara, ignorándola. Bajaron las escaleras, apresuradas, llamando la atención de los muchachos que se giraron al verlas salir de golpe.

—¿Qué pasó? —preguntó Agoney curioso.

—¡Amaix! ¿Dónde vais? —añadió Alfred corriendo hasta la chica, obligando a Aitana a pararse unos instantes. En cuanto llegó a su lado agarró sus mofletes, con una mano, apretándolos con ternura.

—A la habitación —contestó ella sin demasiada efusividad.

—¿Después merendamos juntos? —preguntó con su tono de bebé y Amaia se derritió al instante, soltando la mano de su amiga para rodear al chico con los brazos. Llevaba ya bastante rato deseando eso, imaginando que interrumpía aquel ensayo para sentirlo contra su cuerpo.

—¡Ooooooh! Pero qué mono —dijo pegándose más a él, acercando la nariz a su cuello para poder oler aquella aroma que adoraba y envidiaba a partes iguales. ¿Cómo podía oler tan bien? Acercó sus labios y dejó un par de besos rápidos en la zona antes de separarse, mirando al chico con picardía, ambos sabían lo que significaba realmente la merienda— Claro, juntos.

Llevaban todo el día tonteando más de lo habitual, aquella semana parecían no tener suficiente, sus cuerpos reclamaban cada vez más y el contacto y las muestras de cariño se hacían cada vez más evidentes. Habían notado la forma cómo algunos compañeros les miraban cuando se acercaban, cuando parecían estar en su burbuja ajenos a todo. Allí dentro la intimidad era la gran ausente, ellos nunca dijeron nada, no dieron ninguna explicación al resto, excepto a los más allegados, pero era tan obvio que tampoco hicieron falta más palabras. Sabían que algunos compañeros hablaban, había comentarios sobre ellos cuando no estaban presentes, pero aun así les llegaban u oían sin querer. Ellos no entraron a explicar o justificar, tampoco sentían que debieran hacerlo. Había un silencio tácito respecto al tema, tanto Amaia como Alfred evitaban hablar abiertamente de su relación en público aunque tampoco se ocultaban, más allá de los besos. A veces surgían algunas situaciones incomodas, donde no se sabía muy bien cómo actuar respecto a ellos. ¿Eran pareja? ¿Podían bromear abiertamente sobre el tema? ¿Podían hacer alguna referencia a su relación? Alfred parecía más abierto y relajado al respecto pero Amaia solía ser reacia y se mostraba claramente incomoda cuando eso sucedía. No era algo que hubieran discutido ni ellos mismos aún, lo suyo surgió de una manera muy natural y hasta la fecha no habían sentido la necesidad de hablar ni plantearse nada más.

—¿Van a hablar de lo que creo que van a hablar? —preguntó Ana en cuanto las vio entrar con prisa a la habitación. Aitana asintió con la cabeza mientras Amaia suspiraba con hastío, se venía charla...

Ana rápidamente les siguió, soltando el libreto de la semana sobre la cama mientras se sentaba sobre el colchón de Aitana, al lado de una Amaia que se dejó caer sin demasiado cuidado. Por su parte, Aitana prefirió quedarse en el suelo, frente a sus dos compañeras para poder ver mejor sus caras.

—A ver Amaia... cuéntanos —dijo Aitana sin poder controlar la risa, divertida por la situación. Sabía que su amiga detestaba aquel tipo de preguntas pero aun así había querido provocarla un poco. Amaia la miró impasible, cerró los ojos y alzó la cabeza, con semblante orgulloso, poniendo una de sus caras. Tras unos segundos en silencio ambas se rieron, sin aguantar más. A Aitana le encantaba su cara de señorona digna, cómo ella misma nombró.

—¿Viste el video que grabamos antes?— le preguntó Ana a la catalana, cambiando el tema. Si algo había aprendido era que con Amaia no valía ir directa, a la chica le costaba un mundo expresarse y mostrar realmente qué sentía, tanto podía quedarse callada sin decir nada como empezar a hacer el tonto y esquivar el tema entre risas. Esa tarde parecía haber elegido la segunda opción.

—¿Ese de broma, con Roi y con Ricky?

—Sí, al final Amaia se apuntó ¿Verdad? Grabaron también un trocito —dijo guiñándole el ojo a la chica, quien sonrió tímidamente al recordarlo. Aitana se percató enseguida ¿Qué se estaba perdiendo? Ambas la miraban esperando alguna explicación, en silencio, pasaron algunos segundos así hasta que Amaia finalmente cedió.

—Vale, lo cuento —exclamó cansada pero sonriendo consciente de la encerrona— Nada, Ricky nos dijo de grabar cómo si estuviera de parto, con Alfred ahí y todo...

—¿¡En serio!? Que fuerte —dijo Aitana sorprendida, no tanto por el hecho sino porqué su amiga hubiera accedido a ello— Pero entonces...

—Entonces nada, era una broma.

—Le costó decidirse —añadió Ana— Dilo, no pasa nada.

—Si bueno... Ya os conté... Es que era cómo muy obvio ¿Sabes? Pero Alfred tiene razón, ya es bastante obvio de por sí...

—¿Y eso te molesta? —insistió Ana, satisfecha de oírle hablar de ello. Aitana no apartaba la mirada de su amiga, sabiendo que con ella más valía estar atenta a cualquier detalle.

—Un poco —contestó Amaia mirándose las manos, buscando una distancia que le permitiera poder seguir compartiendo aquellas dudas— No sé, es todo muy extraño a veces.

—¿En qué sentido? —quiso saber la canaria.

—En tener que controlar cosas que sientes, las ganas de hacer algo porqué hay cámaras, porqué no estamos solos... No sé, ai Ana me explico muy mal... Lo siento.

—Qué va, te explicaste de puta madre —contestó acariciándole el hombro, entendiéndola más de lo que ella misma creía.

—Podéis venir a la habitación y cuando no haya nadie os estáis aquí un rato, no creo que a nadie le importe —exclamó Aitana de manera impulsiva, apoyando los codos sobre la cama, demasiado efusiva por lo que correspondería. Amaia se rio con la reacción, imitando el gesto con gracia, provocando también la risa de las demás.

—A ver Aitana, tampoco se van a poner a follar cada dos por tres aquí en la habitación—dijo riendo, como si fuera la mayor obviedad del mundo. Amaia miró a la canaria con cara de terror, solo de imaginarlo... Mientras Aitana quería hacerse pequeña por segundos.

—Ya, bueno... ¡No te rías! No había pensado en eso... Pensaba que se podían liar un poco y eso... ¡Jolín, no me miréis así! —se defendió ante las miradas de sus amigas.

—Jo, qué pobre —añadió Amaia entre risas, abrazando a una Aitana avergonzada.

—Bendita inocencia —dijo Ana acariciando el pelo de la catalana con ternura.

—¿Bueno, pero entonces ya lo habéis hecho? —preguntó Aitana queriendo regresar al origen de aquel desvarío.

De golpe todas hicieron un silencio. Ana y Aitana se miraban a la chica con curiosidad, expectantes, no siempre encontraban el momento para hablar así, las tres, y había demasiadas preguntas acumuladas en la retaguardia. Amaia por su lado se cohibió un poco en un primer momento, por lo directa que había sido la pregunta.

—No —musitó Amaia.

—Bua chaval, tendréis un calentón que flipas —exclamó Ana, Aitana se rio— Pero a ver que nos aclaremos... ¿Hasta donde llegaron?

—¡Ana! Eso no se pregunta —se quejó Amaia fingiendo modestia, como solía hacer siempre cuando le preguntaban cualquier cosa más personal.

—Venga, si luego tú eres la más cotilla —dijo Aitana viendo como Ana asentía con la cabeza—Tú también preguntarías.

—Tenéis toda la razón, soy una hipócrita.

—No disimules a ver... Os habéis liado ¿Eso sí, no? —quiso saber Aitana, sonriendo al ver cómo Amaia asentía con la cabeza.

—¿Hicieron algo por la noche? —preguntó Ana con toda la intención, confirmando su sospecha en cuanto vio la mirada culpable de Amaia cruzarse con la suya— Qué fuerte. ¿Entonces es verdad?

—¿El qué? ¿Qué es verdad? —dijo Aitana nerviosa, con semblante serio, sin entender aquel juego de miradas, sin comprender lo que estaba pasando entre ellas. Ninguna de las dos respondía, seguían calladas, pero parecían entenderse, estar hablando sin decir nada. Al margen, las miraba sintiendo el malestar aumentar por segundos, sintiéndose un poco herida— ¿Amaia, qué me has ocultado?

—Ai Aitana, no es nada... Luego te cuento ¿Ana, cómo sabes...?

— No es nada, luego te cuento... —repitió Aitana con retintín— Entonces es algo Amaia. Jolín, no sé de qué habláis, no es justo.

—Díselo anda, luego te cuento yo —dijo Ana con prudencia, prefería escuchar a Amaia y confirmar antes de revelar lo que había descubierto.

—Bueno... Pues... Nada, no es nada de verdad, es una tontería... —empezó Amaia algo cohibida, pero la cara seria de su amiga disipó las dudas— Una noche nos despertamos, Alfred y yo, y medio dormidos pues no sé, nos dejamos llevar y nos tocamos un poco, pero nada más. Fue una noche solo, no hemos vuelto a hacer nada en la habitación, lo prometo ¿Os habéis enfadado?

—¿Por qué no me lo contaste?

—No sé Aitana, no pensaba contarlo —dijo Amaia con sinceridad, para luego mirar a Ana, quien sonreía satisfecha— ¿Cómo te enteraste tú, te lo dijo Agoney?

—Más o menos, Cepeda escuchó ruidos una noche y luego esa tarde Agoney soltó un comentario sobre sus vecinos nocturnos, sin más... Yo solo uní cabos, no creo que nadie más sepa nada, estate tranquila.

—Mejor —susurró Amaia, aliviada al saber que no existía tal rumor, le daría demasiada vergüenza y sabía que a Alfred también. Cuando abrió los ojos se encontró la mirada de Aitana y Ana, querían saber más... Mierda... Pensó.

—¿Y... Se tocaron bien? ¿Cómo la tiene Alfred? —se adelantó Ana. Aitana sonrió nerviosa, no le gustaría estar en el sitio de Amaia en ese momento pero a la vez le podía el morbo de saber más. Amaia por su parte puso los ojos como platos, abriendo la boca ligeramente antes de tratar de recuperar la compostura, quería quejarse pero sabía que ella hubiera sido aún peor— ¿Qué? Ustedes preguntarían lo mismo... Y lo saben.

—Tienes razón. Pues todo muy bien, gracias —contestó Amaia, imitando el tono de Andrea, su profesora de imagen. Las tres se rieron a más no poder al escucharla.

—Me alegro por ti, oye —dijo Ana aun ahogada de la risa, sintiendo como Aitana le golpeaba ligeramente el brazo, captando su atención.

—¿Pues sabes qué? Hoy estaba Amaia espiándole desde el box que parecía que le saldría humo de la cabeza—se chivó Aitana, recibiendo un suave empujón por parte de su amiga cómo replica— Solo faltaba el babero.

—¡Ala, pero qué dices Aitana! Eso no, eso no es verdad —dijo Amaia apurada, sabiéndose descubierta— Ana por favor, no la creas.

—Llámame ilusa pero no me cuesta creerlo, amiga...

Tanto Aitana cómo Ana siguieron con la risa, Amaia podía negarlo tanto cómo quisiera pero sus ojos no mentían y aquellas miradas que le echaba hablaban a gritos.

—Ya, tenéis toda la razón... Es ese traje... —confesó finalmente Amaia— ¿Es normal que me ponga tan cachonda con ese traje?

—Hombre... No creo que sea solo por el traje —añadió Ana guiñándole un ojo a Amaia— A tú favor diré que no eres la única que va un poco salidilla.

—¿Tú también Ana?

—No idiota —contestó riéndose— Lo decía por Alfred, joder.

—Ai Ana, a mí no me importaría que fueras tú —dijo Amaia con su tono dulce, acercándose a la canaria quien se dejó abrazar— Aitana, sobras.

  — ¡No, yo también quiero! — se quejó ésta, uniéndose al abrazo ahora colectivo.

Las tres se rieron de nuevo, más carcajadas, celebrando las burradas que iban soltando ahora ya una tras la otra, olvidándose de todo, disfrutando de aquel momento ameno y divertido, sin ser conscientes del rato que llevaban allí dentro entre bromas. Ana y Aitana hablaron también de su situación, de sus parejas, de lo que sentían y vivían también respecto a ellos, Amaia las entendía aún vivir una situación bastante diferente y peculiar respecto a las demás. Fue entonces cuando finalmente surgió la pregunta que llevaba rato sobrevolando aquella conversación.

—Pero entonces... ¿Sois novios? —preguntó Aitana, mirando fijamente a Amaia, quien se tensó al escuchar la palabra. Su amiga le había contado algunas cosas de su relación con Alfred pero nunca fue demasiado concreta en cuanto a definir qué tipo de relación tenían.

—No —se apresuró a contestar, visiblemente nerviosa.

—¿Pero estáis juntos? —replicó Ana, suspicaz. Amaia, esta vez, se quedó pensativa.

—Bueno... Un poco.

—¿Pero esto como se come? Estáis juntos o no lo estáis, no se puede estar un poco junto, Amaia por favor —dijo Aitana riéndose, le encantaba a la par que la desquiciaba aquella actitud de su amiga respecto a Alfred.

—Pues no, no estamos.

—¿Entonces se podría liar con otra? —preguntó Ana con picardía, notando el malestar de la chica.

—Bueno... —dudó, ambas sonrieron y al verlo el orgullo de Amaia habló por ella— Supongo, claro.

—Eso no te lo crees ni tú —exclamó Aitana señalándola con el dedo, esta vez fue Amaia quien no pudo frenar la risa, tratando de bajarle el dedo acusador con la mano.

En ese instante la puerta de la habitación se abrió, las tres giraron la cabeza para ver a Alfred, acercándose a su posición.

—¡Hombre, miren quien llegó!—exclamó Ana sonriendo, mirando de reojo a Amaia quien parecía abducida ante la visión del chico. ¿A quién quería engañar? Pensó— ¿Te pitaron mucho los oídos?

—¿Qué? —preguntó Alfred sin pillar la broma.

—Nada, déjalo... ¿Acabaron de ensayar? Quería ir un rato a la sala pero estas dos me entretuvieron aquí.

—Ya está la merienda —dijo Alfred con su mirada fija en Amaia, ignorando el resto, sin esperar si quiera una respuesta. La vio sonreír ante su afirmación.

—Vale... Os toca habitación ahora, me piro —contestó Aitana, levantándose, guiñándole el ojo a una Amaia que le reprochó el gesto con la mirada pero no replicó, no quería entretenerla más.

—Yo igual, ya luego le digo a Mireya de ensayar y eso. Pásenlo bien y disfruten —soltó Ana, golpeando el hombro del chico quien la miró confundido. Amaia se ruborizó, maldiciendo internamente a esas dos por sus indirectas poco discretas...

—¿Qué les pasa? —preguntó Alfred, tirando de Amaia para levantarla e ir hacía su cama.

—No quieres saberlo... —contestó, agarrándose a su cuello, dejándose llevar hasta que ambos cayeron sobre su colchón, quedando ella debajo— ¿Vamos a merendar?

Alfred se mordió el labio, colocándose bien para no hacerle daño con su peso, encajando sus cuerpos pero manteniendo la distancia entre sus rostros. Apoyado sobre los brazos siguió mirándola a la cara, aún un poco sonrojada pero con los ojos encendidos, brillantes por la anticipación, deseando lo que estaba a punto de llegar. Estaba preciosa. Acarició su mejilla con total tranquilidad, con calma, recreándose en cada sensación, llegando a sus labios, resiguiendo cada línea. Amaia por su parte empezó a impacientarse, aferrándose a su cuerpo, queriendo sentirlo, apretándolo contra ella. No podía aguantar más, llevaba toda la tarde esperando este momento, temblando al escuchar su voz, al verlo moverse con ese traje, bailando hábilmente con aquel pie de micro... Llevaba toda la tarde deseándolo, necesitando aquel contacto, estaba cachonda y un par de caricias no iban a solucionar el cosquilleo que sentía en la entrepierna.

—Alfred —susurró— Metete en la cama.

El chico alzó las cejas, sorprendido, viendo como Amaia se movía, quitándose la blusa que llevaba, quedando solamente en sujetador. La mirada de Alfred se oscureció al instante, intensificándose aún más, su cuerpo se tensó, deseándola más que nunca. Rápidamente se incorporó, se descalzó sin dejar de mirarla y se quitó con cuidado la chaqueta azul de su traje. Amaia le miró mientras se quitaba lentamente los pantalones, mordiéndose el labio, lamiéndolo sin darse cuenta cuando le vio agacharse. Lo necesitaba ya... Pensó, maldiciéndolo en cuanto empezó a doblar aquel traje y le vio girarse para dejarlo bien ordenado sobre su cama.

—¿En serio? ¿Ahora?

—Shhhh —se limitó a decir con calma, mirándola, con el dedo sobre los labios. La estaba provocando y lo sabía... Dios, cómo le ponía.... Pensó Amaia, apretando la mandíbula, apretando también sus muslos.

Al terminar su tarea Alfred se giró, acercándose lentamente a la cama, mirándola, viendo la necesidad en los ojos de Amaia, sintiendo la propia recorrer todo su cuerpo. Sonrió satisfecho.

—Y pensar que estaba en contra de las meriendas... —susurró, escondiéndose bajo las sabanas.


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