9. I'm still standing

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Aquella noche reapareció Raquel. A pesar de la negativa inicial de Amaia la insistencia de los compañeros consiguió disipar la vergüenza de la pamplonica que, algo cohibida, finalmente cedió. Contagiada por el ambiente y los ánimos se dejó llevar una vez más por su lado más impulsivo y descuidado, olvidándose por unos segundos de las cámaras, los espectadores y su imagen fuera. Cuando se metía en el papel de Raquel dejaba la vergüenza y la prudencia a un lado, no le importaba lo que pensarían o dejarían de pensar los demás, simplemente actuaba según su instinto y la necesidad de su personaje. Quizás era ese contraste el que divertía tanto al resto, ver a alguien como ella actuar sin miedo a los tabús, tan desatada. Y quizás era esa parte incorrecta pero segura de Raquel la que conectaba con ella, esa facilidad para hacer y actuar sin cuestionarse más allá de lo correcto o el qué dirán, verbalizando sin miedo lo que quería.

Alfred lo había observado todo un poco contrariado, con una sonrisa impostada en el rostro, sin participar en el bullicio. Estaba algo incómodo, no podía evitarlo. Entendía lo graciosa que podía ser la situación para los demás pero a él, particularmente, ver a Amaia cabalgando literalmente sobre Raoul mientras éste le tocaba las tetas pues... No le generaba mucha risa... A estas alturas no valía la pena buscar excusas, andarse con rodeos ni negar la gran evidencia. No podía mirar a otro lado y no ver el elefante en la habitación. Le gustaba Amaia, la quería y le atraía de una manera especial. No lo había podido disimular cuando les dieron el tema de la semana, cuando supieron que cantarían juntos la canción de City of Stars, tampoco lo ocultaba cuando cantaban y compartían canciones en el sofá o al cruzarse por cualquier rincón de la academia sin poder evitar tocarla, hacerle un gesto o llamar de algún modo su atención. Le encantaba aquella chica y cada día sentía que descubría algo nuevo que aún le captivaba más.

Esa noche había sentido celos, unos celos irracionales e improcedentes. No tenía derecho a sentirse así, no tenía por qué sentirlo, o eso pensaba al menos su parte racional. Se había sentido incómodo presenciando la escena, aunque tampoco es que hubiese querido estar en el lugar de Raoul, al contrario, esa situación hubiese sido igualmente violenta e inconveniente... No, sus celos procedían más de la inseguridad, del desconcierto. De la misma forma que tenía claros sus sentimientos se sentía muy desorientado por lo que a ella respectaba y eso le creaba cierta incertidumbre. ¿Qué sentía ella? No podía negar que había una conexión entre ambos, había algo que les atraía el uno del otro, pero él se preguntaba hasta qué punto sentía ella algo más allá de ese entendimiento puramente musical y de una relación de amistad. Amaia le desconcertaba a veces, a ratos le buscaba pero luego le evitaba o parecía molestarle... Andaba algo perdido, siguiendo el ritmo que ella marcaba a cada paso.

Cuando el juego terminó Amaia le buscó con la mirada. Habían quedado en ensayar la canción una vez más antes de dormir para fijar bien la parte del piano. En cuanto le vio se percató que estaba algo serio, guitarra en mano tras el sofá, esperándola. Aunque se esforzaba no podía ocultar la incomodidad en el rostro. Ella suspiró. De golpe un sentimiento de arrepentimiento la invadió, bajó la mirada sin poder sostenerla mucho más y se acercó al chico disculpándose por la tardanza. No pudo reprimir el impulso de apoyar la cabeza sobre su hombro, agarrándose un poco con el brazo a modo de medio abrazo. Necesitaba comprobar que no se había molestado demasiado pero... ¿Por qué? Alfred se movió enseguida, desviando su atención, dejó la guitarra sobre el sofá y le indicó que debían ir hacía la sala de piano. Ella le siguió.

—¿Por qué estas serio? —preguntó desde atrás.

—Estoy cansado —contestó él, quitándole importancia.

—Podemos ensayar mañana si quieres.

—No, está bien, prefiero hacerlo hoy —eso era lo último que quería, quedarse sin su rato a solas con ella por esa mentira.

ONESHOTS: ANTOLOGÍA ALMAIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora