El Misterio De La Amada Del F...

By MarBere123

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La historia cuenta que el Faraón Sin Nombre amó solo y únicamente a una mujer llamada Manet; sin embargo quié... More

ARCO I: LAZOS PARADÓJICOS «PRELUDIO»
I.
II.
III.
IV.
V.
VI.
VII.
ARCO II: TIEMPO EQUÍVOCO «INTERLUDIO»
VIII.
IX.
X.
XI.
XII.
XIII.
ARCO III: VERDADES DEL PASADO «INTERLUDIO»
XIV.
XV.
XVI.
XVII.
XVIII.
XIX.
XX.
XXII.
XXIII.
«EPÍLOGO: LA PROMESA»

XXI.

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By MarBere123

Presionando los ojos un poco, Mana se encontró recuperando la conciencia después de todo lo que había dormido. Abrió los ojos solo para encontrar el otro lado de la cama con las sábanas desordenadas y vacías.

—¿Hm? —parpadeó repetidas veces por la somnolencia antes de sentarse y pasarse las manos por la cara evitando cuidadosamente que la sábana que la cubría cayera.

El sol golpeaba fuertemente contra una parte de su cuerpo, pero también enmarcaba una silueta que ella conocía muy bien, por lo que alzó la mirada para encontrar a Atem observando por el balcón.

Ya estaba vestido, aunque no parecía haber dejado la habitación en ningún momento.

—Buenos días —saludó Atem en cuanto notó su mirada. Una sonrisa tranquila adornaba su rostro.

Mana reaccionó de su ensoñación y sonrió también.

—¡B-Buenos días! —se aclaró la garganta dándose cuenta de que su voz había sonado más aguda de lo esperado. Atem no cambió su sonrisa hasta que volvió la vista al horizonte, entonces Mana notó la tensión —. ¿Estás bien?

Atem asintió.

—Sí, solo... Estoy pensando —contestó Atem.

Mana alzó ambas cejas.

—¿En qué? —quiso saber, aunque la pregunta salió mucho más rápido de lo que su cerebro mandó.

El Faraón se quedó en silencio unos segundos antes de meter la mano en uno de sus bolsillos.

—En esto —dijo.

Los ojos de Mana se abrieron de par en par en cuanto vio el accesorio que Atem sostenía entre los dedos. Casi hubiese saltado de no ser porque seguramente habría tropezado con sus propios pies.

—¡Ese es-...! —exclamó —. ¿En qué momento-...?

Pero detuvo su euforia al ver los ojos de Atem caer, sin llegar a terminar ninguna frase.

—Mahad —fue lo único que respondió al respecto.

Entonces la mirada de Mana también cayó sobre algún punto en las sábanas revueltas sobre su cuerpo. Seto no le había mencionado nada al respecto, aunque no podría decir si fue a propósito o por olvido.

Sea como fuere...

—Ya veo —comentó —. Así que Mahad recuperó el collar de tu madre-...

—No —la interrumpió Atem —. Él recuperó tu collar.

—¿Eh? —Mana alzó la mirada justo para ver a Atem dirigirse hacia ella.

El Faraón se sentó a su lado y, con cuidado, extendió los brazos alrededor de su cuello acercándose, al mismo tiempo, a su rostro. Mana tuvo que cerrar los ojos por pura reacción cuando incrementaron los latidos de su corazón.

Pero entonces, un simple clic, junto a una fría sensación sobre su clavícula, la hizo abrirlos otra vez.

El rubí circular relucía una vez más sobre su piel.

Y no fue ignorante de las fuertes amatistas que miraban en su dirección.

Mana le devolvió el gesto, preguntando en silencio qué sucedía, solo para que Atem estirara una de sus manos para ubicarla sobre la suya y así ambos entrelezaran sus dedos.

—Hace un año te dije que no te presionaría para que seas mi esposa —comenzó él —, pero ahora que te tengo desnuda bajo mis sábanas y en mi habitación, solo puedo pensar en que no me gustaría despertar nunca de otra manera —Mana parpadeó un par de veces sintiendo sus mejillas calentarse, él no hablaba tan en serio, ¿o sí?

—¿Esto es...? —ella inclinó la cabeza con una sonrisa avergonzada y llevó su mano libre hacia el collar separándolo y pegándolo a su cuerpo constantes veces en una especie de gesto nervioso —. Atem, ¿tú-...?

Hacía un año, aunque para ella menos de un mes, recordaba haber estado nerviosa y asustada...

Él asintió.

—Esta vez quiero que en verdad seas mi esposa, Manet —declaró.

Pero ahora, Mana estaba nerviosa y feliz. Tan emocionada que simplemente no sabía qué decir, o a dónde saltar.

Una risa se le escapó, más bien fueron bastantes risillas que le recordaron a cuando tenía quince años y estaba en secundaria.

Atem la miró confundido, pero ella no pudo detenerse.

—¿Manet? —la llamó.

Ella alzó la vista hacia él. Estaba preocupado, o quizás avergonzado, por lo que negó rápidamente con la cabeza.

—Nada, nada —contestó y miró hacia el collar —. Es solo que, de donde vengo, las mujeres reciben anillos lujosos en lugar de collares.

Atem parpadeó confundido.

—¿Quieres un anillo?

Ella rápidamente dejó de reír.

—No, no —agitó la cabeza y sonrió tocando el accesorio intentando reflejar más seriedad. Respiró hondo para intentar ordenar sus ideas en su cerebro y exhaló para poder decirlas como quería —. Ellas pueden tener anillos lujosos y todo, pero yo, en cambio, no solo tengo este collar, Atem —lo miró —. Es decir, lo tengo, pero... Gracias a este collar no solo tengo tus sentimientos y los míos, sino también los de tu padre y los de tu madre, así como también... —apretó el rubí —. Los sentimientos y deseos de Mahad... —agregó un poco más bajo.

Los dedos de Atem apretaron ligeramente los suyos intentando ser un gesto, más que todo, reconfortante.

Sin embargo, Mana también lo sintió nervioso y es que no había respondido claramente todavía.

—¿Entonces? —instó Atem.

Una sonrisa de oreja a oreja, con las mejillas sonrojadas y los ojos empañados por tantas emociones, fue lo que definió la expresión de Mana al responder.

—Por supuesto que sí —exclamó para envolver a Atem en sus brazos olvidando por completo la desnudez de su cuerpo e ignorando el casi imperceptible sonrojo en las mejillas del Faraón, quien terminó por devolverle el abrazo juntando todavía más sus cuerpos.

Mana sabía que no había pruebas del matrimonio original de Manet y Atem, pero también sabía que eso no afectaría para nada en la línea del tiempo. Después de todo, él...

Su entrecejo se frunció y su sonrisa desapareció sin dejar de abrazar a Atem para que no le preguntara nada.

No afectaría en nada, ¿verdad?

Después de todo, él...

〰〰〰〰〰〰〰〰〰〰〰〰〰〰〰〰〰〰

Una vez terminados los preparativos, Bakura sonrió orgulloso de todo el plan que había logrado organizar.

La voz en su cabeza no había hablado mucho desde la última vez, pero suponía que era porque se estaba preparando para todo lo que vendría prontamente.

Solo espera, Zorc, le dijo. Hoy mismo ambos tomaremos nuestra venganza.

Apretó la Sortija del Milenio entre los dedos de su mano izquierda. Podía sentir el poder fluir a través de su alma.

«Y todo se multiplicará cuando consigas los demás artículos del milenio

Bakura asintió mirando desde la seguridad de la lejanía al palacio real. Varios de sus grupos se estaban movilizando por los alrededores, camuflados y escondidos.

No podía esperar para el evento principal.

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Ni Atem ni Mana tuvieron idea de cuánto tiempo pasaron dentro de la habitación. Nadie los molestó ni llamó a la puerta a menos que fuera uno de los sirvientes trayendo comida. Casi era como si ambos estuviesen solos en el mundo.

Pero, por más tranquilo que fuera, Mana no podía dejar de sentirse inquieta por alguna razón. Sus dedos jugueteaban constantemente con el collar mientras se apoyaba contra el torso de Atem.

—¿Y ahora qué sigue? —preguntó para hacer tema de conversación.

Atem la miró.

—¿Huh?

—¿Ahora qué sigue? —repitió apoyándose sobre su codo para mirarlo —. Me pediste matrimonio, ¿ya estamos casados, o habrá alguna ceremonia?

Parpadeando un par de veces, Atem se aguantó por unos segundos antes de reír. Mana alzó una ceja.

—Cuando lo dices así, no sé si estás exigiendo algo más, o si simplemente te da igual —comentó pasándose un dedo por el ojo antes de suspirar y mirarla directamente con una sonrisa —. Tendría que llamar al escriba para que oficializara nuestro casamiento.

—Ya veo —Mana asintió volviéndose a acomodar sobre Atem —. Como un regidor, huh...

—¿Un qué? —Atem quiso saber.

Ella solo negó.

—Es que de donde-...

—De donde tú vienes las cosas no son así —la interrumpió Atem con una sonrisa —. No sabía que en Kul Elna las cosas fueran tan diferentes.

Mana suspiró.

—No estoy hablando de Kul Elna —negó haciendo que Atem la mirara —. Te hablé de mi hogar hace un año, ¿o no?

Él apretó los labios.

—¿Te refieres a ese lugar que está al otro lado del planeta?

Mana rió ante la pronunciación de la desconocida palabra y asintió antes de tener una realización. Sus ojos cayeron en la arrepentida expresión de Atem.

—Tú... ¿Creíste que había mentido sobre eso también?

Realmente, Mana no sabía cómo pensar en ese momento.

—Yo lo siento —se disculpó Atem sin mirarla. Ella apretó los labios, pero antes de que pudiera decirle algo, él continuó mientras la tomaba de las manos: —. Pero ahora quiero que me cuentes la verdad, Manet.

Mana lo miró con ambas cejas en alto y los labios ligeramente abiertos por la repentina declaración.

A pesar de que tenía las manos de Atem sobre las suyas, se las arregló para quitarlas y esconderlas bajo las sábanas sin levantar sospechas sobre si algo andaba mal.

Miró hacia el balcón como si alguien fuera a entrar de pronto por ahí, solo para buscar una excusa para no mirar a Atem.

Ella ya no sabía qué decir, ni a quién.

〰〰〰〰〰〰〰〰〰〰〰〰〰〰〰〰〰〰

Atem la observó dudar y un leve sentimiento de duda se posó en su corazón cuando evitó su mirada, pero lo espantó con rapidez.

Debía dejar de dudar.

—Quiero que me cuentes sobre tu verdadero pasado, Manet —le dijo —. Quiero saber sobre la verdadera tú. La que jugaba conmigo cuando era un niño y la que dijo que me apoyaría. Quiero saber en qué partes de Egipto has estado y si has vivido en otros países. Quiero conocer a tu familia, de la que me hablaste hace un año, y quiero saber sobre tu relación con el Rey Ladrón y Kul Elna, pero...

Manet se mordió el labio inferior antes de volver lentamente su mirada hacia él. Atem le sonrió comprendiendo que quería que continuara.

—Pero esperaré, Manet —sus ojos brillaron en incomprensión, como cuando era una niña —. Esperaré a que estés lista para contarme todo. Todavía tenemos tiempo, después de todo. Todo el tiempo que queramos.

Al ver sus labios temblar, Atem pensó que estaba feliz, pero en cambio, cuando volvió la vista hacia sus ojos esmeraldas, encontró una triste expresión.

Una incomprensible triste expresión.

Como si supiera algo que él ignoraba.

Y como si no pudiese decírselo.

—Atem, yo-... —comenzó uniendo sus manos, pero los fuertes golpes en la puerta la interrumpieron.

Atem frunció el entrecejo y se levantó para acercarse a la puerta. Manet no lo detuvo.

A quien encontró en la puerta fue a su Sumo Sacerdote Seto con una, sorprendentemente, preocupada expresión.

—¡Faraón, el pueblo-...!

¡BAM!

El ya conocido sonido de una explosión retumbó en sus oídos dejando un leve pitido molesto en ellos.

Atem no necesitó escuchar nada más y rápidamente salió de la habitación cerrando las puertas tras de sí e ignorando a una preocupada Manet golpeando para que le abrieran.

Los guardias que vigilaban lo miraron confundidos y él les devolvió el gesto, solo que más mortalmente.

—No la dejen salir a menos que yo regrese, o que necesite más seguridad —ordenó y, después de que estos asintieron, siguió a Seto.

Ambos fueron directamente al salón Real.

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Muchos gritos desesperados se escuchaban y el espeso humo negro que advertía la presencia de fuego a los alrededores no se detenía por ningún motivo.

Y sin embargo Mana no prestaba atención a nada de lo que sucedía afuera mientras golpeaba desesperadamente la puerta cerrada de la habitación.

—¡Por favor, déjenme salir! ¡Déjenme salir! ¡Atem! ¡Alguien! —sus manos ya estaban doloridas, pero no parecía que fuesen a abrirle.

—Lo sentimos, señorita Manet —escuchó decir a alguien afuera, probablemente un guardia —. El Faraón nos ha dado órdenes para no dejarla salir.

—¡No puede! ¡Él-...! —Mana apretó los labios apoyando su frente contra la puerta —. Atem...

¡No puede ser! ¿Tan pronto? Yo..., Mana no sabía qué pensar, o qué más hacer.

Sentía mucha desesperación correr a través de sus venas.

¿Por qué tenía que suceder eso justo en ese momento?

¡Bastet, por favor!

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—¡Nos están atacando, Faraón! —exclamó Shimon al ver a Atem entrar.

—No a nosotros, al pueblo —corrigió Isis el nerviosismo del tutor Real —. Mi Faraón, el Rey Ladrón está atacando a los aldeanos. Parece que...

—Me está retando —concluyó Atem apretando el Rompecabezas del Milenio sobre su pecho —. Está vez no me quedaré atrás.

—¡Pero Faraón! —intentaron detenerlo sus sacerdotes, pero él negó.

—Ahora tengo que tomar mi papel como máximo representante de Egipto —dijo —. Me encargaré de llevar a ese ladrón al reino de las sombras con la ayuda de los dioses egipcios.

Ninguno de sus sacerdotes lo pudo contradecir al ver tanta determinación en sus palabras, pero ninguno se ofreció a quedarse tampoco.

—Todos iremos —asintió Shada.

Y sin perder más tiempo, salieron del palacio.

Atem fue el último, pues tenía que dejar algunos encargos a los guardias, pero de todos modos siguió el camino a sus sacerdotes, no sin antes dar una última mirada hacia el balcón de su habitación.

Sí, ahora tenía que ir él.

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Isis esperó por el Faraón en la puerta junto a Seto sobre sus confiables caballos.

—El poder de cambiar las cosas, huh... —comentó recordando su conversación con Manet.

Seto la miró. Quizá sabía a lo que se refería.

Ambos esperaban poder tener ese poder.

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¡Fua! Un capítulo algo de transición, pero con un buen final.

Algo que me olvidé de decir es que, en este fic, cada uno tiene su propio ka, a diferencia del anime/manga en el que podían invocar a muchos como en el juego normal.

Así que, aparte de Atem que puede invocar a los Dioses egipcios, no creo que haya otro personaje que lo vaya a hacer de ese modo.

DannakawaiiYGO, Sheblunar, CuteMeliJones, miruse567 y meliodas11011 por comentar en el capítulo anterior, y a todos los que votaron, ¡los amo con todo mi cora!

Sin más, ¡hasta el siguiente capítulo!

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