IX.

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No había sido lo mejor. Sin duda volver no había sido lo mejor.

La cabeza de Mana no paraba de dar vueltas a la misma idea desde que salió de su hogar convenciendo a Marik e Ishizu que contestaría a cada una de sus llamadas —las cuales no eran pocas —.

La noche anterior Mana había logrado con éxito desviar el tema sobre su desaparición hasta que regresaron Marik y Serenity con una pizza asquerosamente vegetariana.

Estuvo a salvo por esa noche, sin embargo sería mentira decir que pudo dormir tranquila.

Ni siquiera durmió pensando en lo que había conversado con su hermana y terminó tomando la decisión de ir a visitar la tienda de Yūgi para verificar lo dicho.

Tomó el mismo camino. Anduvo por las mismas calles y observó a las mismas personas, pero cuando llegó a donde supuestamente estaba la tienda y hogar de su amigo...

Nada. Kame Game no estaba por ningún lado. No había tienda, no había casa. Mana estaba comenzando a hiperventilarse.

Su cabeza, sus sentimientos y sus pensamientos, todo era un caos en su interior mientras intentaba tranquilizarse apretando la correa de su bolso.

Tragó saliva.

¿Por qué habían cambiado tantas cosas? ¿Por qué había tenido que interferir en el pasado?

Agitó la cabeza sintiendo el viento frío y húmedo chocar contra sus mejillas y desordenar su cabello.

Le quité la vida al señor Solomon.

El bebé nunca existió. La felicidad de Ishizu ha desaparecido y ella ni siquiera lo sabe.

Ahora no sabía qué hacer exactamente. Volver debería haber sido lo correcto. Bastet le dijo que todo volvería a ser como antes.

¿Qué había salido mal?

—¿Mana? ¿Qué haces aquí? —escuchó una conocida voz.

Girando sobre su eje, Mana levantó la mirada hacia un chico de cabellos tricolor y estatura baja.

—¿Yū-Yūgi? —preguntó. El chico asintió medio confundido —. ¡Dios, estás bien! ¡Por lo menos no te pasó nada a ti!

Casi corrió a abrazarlo por tanto alivio que recorrió su cuerpo. Sin embargo se detuvo al ver a otra figura más alta llegar a su lado.

Era una chica de cabello castaño corto y ojos azul grisáceo.

—Yūgi, ¿qué sucede? —preguntó ella antes de mirar hacia Mana —. ¿Mana? Qué gusto encontrarte, justo íbamos para ver cómo estabas.

Mana no supo cómo reaccionar ante eso. ¿Se conocían? Parecía que sí, de hecho se le hacía ligeramente conocida, pero ¿de qué?

—Ahm...

La chica parpadeó preocupada.

—Espera, ¿te sientes bien? Estás pálida —se acercó a su lado —. Vamos a la casa de Yūgi, que está más cerca.

Mana asintió sujetando su bolso para que no se cayera y caminó al lado de la conocida-desconocida mirando a Yūgi de soslayo.

El casi homólogo de Atem tenía las manos en los bolsillos y una bufanda alrededor de su cuello, en la cual ocultaba la mitad inferior de su rostro.

El Misterio De La Amada Del Faraón [COMPLETA]Where stories live. Discover now