Perfecta ImperFecciÓn

By allison_porras

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• ° Usa guantes por una razón que desconozco. Su sonrisa es hermosa, y aunque tiene un problema de lenguaje... More

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<•> Disculpas 3.0 <•>
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<•> Capítulo ochenta y uno <•>
<•> Disculpas ¿qué parte? Ah, sí. 4.0 <•>
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<•> Capítulo siete <•>

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By allison_porras


°

°

—¿A quién demonios le dices eso? —Sophie entró a mi oficina, y me llevé la mano al pecho por el susto.

—¡Maldición! —grité— ¿Otra vez entrando así?—luego, dejando atrás el regaño, y dándome cuenta de sus palabras, exclamé—: ¿¡Escuchaste!?

—Obvio —respondió, levantando los hombros. Mi vista llegó a los papeles que tenía—, soy experta en pegar la oreja a la puerta y escuchar cosas que no me interesan pero que son buenas para el chisme del día.

—Ah... —cerré los ojos y asimilé lo peligroso que era que Sophie me escuchara—. Cierto, olvidé que eres una chismosa de promedio excepcional. Ya —terminé el tema—. ¿Qué es eso? Dámelo —le pedí, haciéndole señas con la mano.

—Es de la empresa de maquillaje —se sentó y le dio una ojeada a los papeles—, me enviaron todo esto por fax, dicen que pensándolo bien, no están de acuerdo con las condiciones de campaña.

—¿Qué, qué? —los tomé y comencé a pasarlos uno, por uno—. ¡Pero si todo estaba en orden! ¡Prácticamente era una propuesta que no podían rechazar!

—Lo sé, revisé todo. Necesito que me ayudes, eres el único que puede persuadirlos...

—¡Todo yo! —reclamé como un niño—. Lo haría si el fax me lo hubieran enviado a mí, Sophie...

—Sí, pero lamento decirte, que tú, eres el dueño de todo esto —pasó la vista por todo el lugar—. Además, es un cliente que no podemos perder, y eso lo sabes.

«La odio. La odio porque siempre tiene la razón».

Estando ella presente, llamé a los encargados. Estaba a punto de mandarlos a la mierda a todos; pero, cerrando los puños, me contuve de golpear la mesa cada vez que salían con un estúpido reclamo. Al fin y al cabo, nos encargamos de solucionar todo de la mejor manera. Aunque a mí, me llevara el diablo...

—¿Y bien? —me preguntó cuando colgué.

—Listo; te enviarán los nuevos documentos.

—¡Yei! —habló, levantando los brazos.

—Es tu trabajo... ¿Cuándo serás responsable?

—Uy, mira quien habla...

La ignoré. Ordené los papeles, golpeándolos contra la mesa y se los entregué. Después, abrí unos correos recién recibidos. Sentía su mirada acosadora encima de mí.

—Habla y déjame trabajar en paz. —en serio era incómodo.

—¿A quién le dijiste eso? —cuestionó de inmediato.

—A nadie —contesté.

«¡Alguien quítemela de encima, por favor!», rogué.

—Mmm... Supongamos que no se lo dijiste a nadie. Pero hay algo que me tiene pensado... —hizo pose de filósofa.

—¿Tú pensando? —solté un largo silbido—. Eso si que es novedad.

Me regaló una sonrisa totalmente fingida.

—Esa palabra: «lindo»; tiene género masculino.

Traté de ser sutil, por eso, puse el codo izquierdo en la mesa y me cubrí el rostro con la mano; un sonrojo comenzó a aparecer rápidamente en mi rostro. Fingí estar ajeno a su comentario, y seguí viendo los correos.

—¡Ah! —gritó y me señaló— ¡Te pillé! ¡Te pillé!

—¡Ssshh!—puse el dedo índice sobre mis labios.

En realidad, no había dicho nada malo; pero con esa, palabra
teniendo género masculino—, ella sacaría sus propias conclusiones. Además, conociéndola, le diría a mi madre, a James, e incluso sería capaz de ir a visitar a Kay para informale; que le había dicho lindo a un hombre.

—Necesito que me lo cuentes todo con lujo de detalles, y dime de una vez si el chisme es largo, sino para traer unos ricos pretzels —cruzó una de sus piernas.

—¿Todo? —sonreí de lado, y apoyé la barbilla sobre la palma de mi mano—. No ha pasado nada; querida. Al menos no aún —aclaré.

Ella, después de procesar mis palabras, pegó otro grito tan desesperante, que me vi obligado a arrugar mi rostro.

—¡Dios! ¡Mis deduciones eran ciertas! ¡Seré una profeta!

—¿Eh? ¿Qué? ¿Huh? —balbuceé confundido—. ¿De qué rayos hablas?

—¡Yo tenía razón! —se puso de pie.

—¿Razón? ¿Sobre qué?

Salió, cerrando la puerta. Menuda manía tenía de siempre dejarme hablando solo.

Acto seguido, analicé lo que había sucedido en esos pocos días...

¿Tan obvio fui?

<•>

Antes de darme una ducha, Vin y yo, estábamos en mi cama, jugando con un pulpo y un caballo de peluche. Yo usaba al animal de ocho tentáculos y él, al equino.

—¡No dejes botado a Pulpín! —amaba mi maldita originalidad, porque le dije que se llamaría así.

—¡Noooo! —hizo correr al caballo mucho más rápido para lograr rescatarlo de unos monos espías.

«Este niño y sus ocurrencias», pensé, riendo.

Al final, logramos salvarlo de los monos y Pulpín regresó a casa con sus hijos. Me encantaba jugar así con él, a  lo tradicional. Cero tecnología; un aparato como un Ipad, le causaría dependencia a corto plazo y no quería eso.

«¡Que Vivan los peluches!»

Me arreglé para el trabajo, y ya no me había dado tiempo de desayunar. Le informé a Sylvio del choque el día anterior. Él, asustado, me preguntó por qué no le había dicho nada.

—¿Y si hubiera sido más grave? —me miró, regañándome con la mirada.

—¡Tranquilo, viejo! Estoy bien... —le di unas palmadas en la espalda—. Por favor, llévalo al taller por mí, me llamas para saber cuánto dinero se necesita.

—Oh, claro. Iré a sacar el otro auto del garaje —se dio la vuelta y comenzó a caminar rápidamente.

—¡Gracias!

<•>

Dejé las cosas sobre el escritorio, mis hermosas nalgas no habían tocado la silla cuando Romy entró y me dijo preocupada:

—Señor, Ivo está en la entrada, no lo dejan pasar...

—¡Wou! ¿Escuché bien? —arrugué mi frente— ¿Cómo que no? ¿Quién?

—El oficial de seguridad. La recepcionista me dijo que estaba de vacaciones y que entró hoy; así que no conoce a Ivo. Y ella tampoco sabía que él había empezado acá... Ya ni sé cómo a mí si me dejó pasar —levantó los hombros.

—¡Sólo a mí me pasan estas cosas! ¡Genial!

Acto seguido, me dirigí al ascensor y entré, presioné el botón con rápidez e impacienca. Cuando estuve en el piso, vi como el hombre regordete y bajito, le habla de una manera grosera. Ivo trataba de explicarle; pero, por su problema, no podía hacerlo muy bien.

—¡Ey, Gerald! ¿Qué pasa? —esta vez, el que habló con grosería, fui yo—. Déjalo pasar, hombre.

—Señor, ¿está seguro?

—¿En serio me estás preguntando eso? —puse la mano derecha en mi cadera y levanté una ceja—. Vamos, Lane; entra —le hice una seña con la cabeza y me dirigí al oficial—. No quiero que esto se repita, ¿ok?

Entonces, visualicé a Danny, la mujer encargada de la recepción, que estaba detrás del escritorio y su cabello rubio se encontraba bien arreglado. Por su expresión, sabía que la regañaría. Por ende, le dije a Ivo que me esperara.

—Bue-buenos días, señor.

—Buenos, buenos, no son —apoyé mis manos en el escritorio—. ¿Cómo es eso que tampoco lo conocías? ¿Estás haciendo tu trabajo bien?

—¡Sí! Yo lo vi el primer día, el lunes, pero no pensé que empezaría a trabajar aquí. Enrique —él era el otro oficial—, fue quien lo dejó pasar estos días, y ahora le toca el otro turno... Lo siento.

«Ay, Dios mío»

Aclaré mi garganta y asentí.

—Sólo... que no pase otra vez, ¿vale?

—Sí, señor...

Caminé al lado del pelinegro; y aprovechándome completamente de la situación, enrollé mi brazo en su cuello. ¡Ah...! La diferencia de altura era más que evidente, por lo que tuve que agacharme un poco. Además, pude apreciar como sus hombros se tensaron, estaba nervioso; y yo, feliz.

—Discúlpalo, estaba de vacaciones...

—Lo sieto, yo moleté..., inerumpí su trabajo.

Sabía que era mi culpa, pues unos meses antes, todos dejamos de usar los gafetes de identificación; a muchos se les perdían, u olvidaban, incluído yo. De hecho, un día, encontré uno en el basurero del comedor, y fue algo que en su momento, no me molestó en absoluto. No obstante, no podía dejar que esa situación volviera a ocurrir, ya fuera con él, o con otros empleados.

—Nunca será una molestia. —pasé mi mano por su espalda recta. Metí mis manos a los bolsillos—. Tengo un trabajo para ti, Lane. ¿Te gustaría hacer los nuevos gafetes?

—¿En se-serio?

—¡Claro! Has el diseño de dos, uno para nosotros y otro para visitantes. Después me lo enseñas, y te encargo todo; las fotografías, las firmas, ¿está bien?

—¡Sí! —estaba entusiasmado, eso me alegró infinitamente.

<•>

Hablaba por teléfono con unos ejecutivos de una compañía productora de jugos naturales.

—Oh, por mí no hay ningún problema, señor Johnson —la puerta de mi oficina estaba abierta cuando el tierno Ivo, apareció frente a ella. Como estaba al teléfono, le indiqué que entrara y tomara asiento—. Hablaré con mi secretaria para que coordine la cita.

—Perfecto, Kellerman. Que tenga buen día.

—Lo mismo para usted. —terminé la llamada y sonreí—. ¿Vienes a mostrarme el diseño?

—Sí, yo hi-hice ete antepro-proyecto.

Con su mano temblorosa, me alcanzó los dos gafetes de prueba. Ambos me encantaron al instante.

Tenían el logo de mi empresa: Pub-Ke! Y el slogan: «brevedad es belleza»

Estaban decorados con unas líneas verdes y rojas, con un fondo gris. Pero en el principal, el espacio para la fotografía y la firma, estaba justo en el medio del gafete.

—Excelente. Me encantan, Lane —no tuve nada más que decir.

—¿De ve-veras? —colocó su dedo en su mejilla y sonrió suavemente—. Yo... creo son seci-cilos

Algunas veces, comprenderlo era algo que no podía hacer bien. Sin embargo, ¡me podía morir de dulzura! Era demasiado tierno.

Entonces, lo miré sonriendo, y dije:

—Algunas veces, la sencillez hace todo más hermoso, ¿no crees?

°

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