Perfecta ImperFecciÓn

By allison_porras

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• ° Usa guantes por una razón que desconozco. Su sonrisa es hermosa, y aunque tiene un problema de lenguaje... More

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By allison_porras


°

°

—¿Bombón? —le pregunté a la vez que levantaba una ceja; ya empezaba con sus andanzas, me pareció tedioso.

—¡Es un bombonazo, en realidad! ¡Ya, dime quien era! —comenzó a mover mi hombro repetidas veces.

«Derek, cálmate. Asesinar es penado por ley, cálmate» pensé.

—¡Ya! ¡Déjame tranquiloooo! —pensé que dejaría de molestar, pero no.

«Nota mental: nunca olvidar que Sophie es un dolor en el culo»

—En fin —continué—, fue una recomendación del profesor Erik. Me pareció buena persona, quería ayudarlo, así que decidí no hacer mucho proceso.

—¿Pero, por qué hablaba raro?

—Ah, precisamente por eso te interrumpí —le di un pequeño golpe en la cabeza—, saldrías con tus estupideces; él tiene disfasia.

Con una mueca, me indicó que no entendía.

—Es un trastorno de lenguaje; omite letras, conjuga mal los verbos, tartamudea, ya sabes, esas cosas.

—¡Aaah! ¡No hay problema! ¡Está guapísimo! Sólo le doy una terapia de lenguaje y listo —juntó sus manos como si de un plan malvado se tratase—, asunto arreglado.

Siempre cayéndole a todo lo que pudiera. Quería que no me importara; pero esas palabras, me incomodaron bastante.

—Tú siempre solucionas todo muy fácil, ¿no es así? Olvídalo, no es para ti —le corté el rollo.

—¿Huh? ¿Cómo que no? ¿Para ti sí? —rodé los ojos y decidí ignorar su último comentario. Sólo un número cambiaría todo, quitándole las esperanzas.

—Tiene treinta.

Abrió la boca sorprendida.

—Mientes...

Negué con lentitud.

—Nope. Así, que está muy viejo para ti. —le di un trago al refresco hasta llenar mis mejillas como una ardilla.

—¡No te creo! —apoyó la cabeza en su brazo, como una niña chismosa— Pero si parece un niño.

—Yo pensé lo mismo...

—Ay, pero eso no le quita lo guapo.

Callé; quería agregar algo más, para dejarle claro que él no era como a ella le gustaban. Sin embargo, tenía razón y yo lo reconocía al cien por ciento; él era muy guapo. Yo, aún, siendo hombre y heterosexual, reconocía algunas veces cuando otro hombre era atractivo. No obstante, sólo me parecía buena persona.

«¡Ja! Si, como no»

Maldita conciencia.

<•>

El ruido de la alarma me hizo maldecir y gruñir, a la vez que me volvía un gusano en la sábana. Estaba a punto de quedarme dormido de nuevo, hasta que tocaron mi puerta.

—Señor —era Ilse—, llegará tarde al trabajo.

Solté unas palabras ininteligibles para ella y para mí. Pero luego, me senté en la cama y bostecé.

«Nota mental: ya no estaba tan joven como para quedarme hasta las dos de la mañana viendo gore»

—Voooooy —le avisé.

Bueno, no podía escapar de mis tediosas responsabilidades como el dueño de una agencia de publicidad. Bendito fue el día en el que decidí tener tremendo peso encima.

Me levanté con pesadez y rasqué mi abdomen, a la vez que mi estómago lloraba por mantenerlo lleno. Cuando salí de mi habitación, Ilse caminaba de la mano con Vin, quien de inmediato, al verme, estiró sus bracitos hasta mí.

—¡Hola papi! —lo alcé y besé.

—Hola, hola, hola, mi amor...

Él era mi motivo más importante para salir de la cama.

Esperando el desayuno, aparecieron Dustin y Dietlinde, ya estaban listos para ir a la escuela, esta vez, ella, llevaba el cabello suelto.

Comimos panecillos. ¡Era una de las delicias de Ilse! ¡La receta era buenísima! No había algo mejor en el mundo que comerlos con mantequilla. Al terminar, mi sobrina se despidió de mi con un beso y Dustin sólo hizo un gesto con la mano.

Disfruté con Vin un rato más y luego me alisté lo mejor que pude, peiné mi cabello hacia atrás y me estresé porque no se acomodaba como quería. Entonces, me di cuenta que ya estaba un poco largo; pero al final, me veía guapo. Claro que hay que mantener la modestia hasta el final, así que le lancé un beso a mi reflejo y me reí por la ocurrencia. Me puse una camisa manga larga de color celeste, junto con una corbata negra, y mostré algo de desagrado frente al espejo; ¿la razón? Siempre me empeñaba en lucir bien, para que al final del día, mi cabello terminara alborotado, la corbata dentro del cajón de mi escritorio, mi camisa, salida del pantalón y desbotonada en la parte de arriba.

<•>


Deseaba ponerme al día, no quería olvidar algo más. No obstante, el único asunto que tenía realmente presente en mi cabeza, era que debía decirle a Ivo en que sector estaría.

Al entrar a mi piso, lo vi. Estaba realmente atractivo con un suéter negro y con sus guantes blancos. Romy le hablaba y él sólo la escuchaba.

—Buenos días —salude para todos, y ambos muchachos me voltearon a ver.

Unos cuantos mostraron sorpresa en sus rostros. ¿Por qué? Porque era una de las pocas veces en las que el jefe llegaba temprano. ¡Que me dieran un premio!

—Buenos días, Lane, —le hablé y sonreí una vez estaba frente a él. Sin embargo, no me respondió, sólo me devolvió la sonrisa, pensé, que era porque le daba vergüenza equivocarse—. Buenos días, Romy.

—Muy buenos días, señor. La agenda que me alcanzó el día de ayer —la leía—, me indica que tiene una reunión a las once de la mañana con James Kellerman y junto con los de Sixee, según me dijo él, es para verificar como ha avanzado el proyecto...

Arrugé la nariz, todo estaba perfecto; aunque en el fondo le agradecía que ya se pusiera al ritmo de la empresa.

—Y además, debe de establecerle un lugar de trabajo a...

—Lane —la interrumpí y miré al de cabello negro a los ojos—. Eso lo recuerdo muy bien; pero gracias por decirme.

Ella cerró la agenda y le dije a Ivo que me siguiera.

—¿Estás ansioso por tu primer día? —dejé mis cosas en el escritorio, me senté y le indiqué hiciera lo mismo.

—¡Sí! —sentádose, me contestó con entusiasmo— Ah, igu-gual nervoso, no; nerviso, sí, eso —se pasó la manos por la nuca—; nerviso... —y en serio que lo estaba, su voz temblaba.

—Claro, me imagino —encendí mi computadora y esperé.

Entré a los archivos y miminicé en pantalla los que no eran urgentes. Ivo miraba a los pececillos.

—Parece que te gustan...

Asintió sin mirarme.

—Lindos... —sonrió, y esta vez lo hizo mirándome.

¡Me derretí! ¡Su sonrisa era en serio preciosa!

Pensé en el lugar que estaría; realmente quería probar que tal sería en Sector Ejecutivo. Aunque lo cierto era que quería mantenerlo en mi mismo piso, donde pudiera verlo constantemente, así que tecleé unos cuantos detalles en el nuevo proyecto y comencé a imprimir.

Al rato, inquirí:

—Bien, estarás en este mismo piso, le diré a Tamara que te prepare un lugar y ten —me levanté, saqué los papeles ya impresos y acomodándolos, se los pasé—, este será tu primer encargo. Todo está ahí y si tienes dudas, le dices a ella, o a mí.

Él ojeando los papeles, se levantó.

—Sí, ah... gra-gracias.

—Ven...

Se levantó y caminó detrás mío.

Afuera de la oficina ya todo era un caos; papeles volando por todo lado y teléfonos siendo ruidosos. Y entre todo ese desorden, encontré a Tamara, a quien jalé por el brazo.

—¿Necesita algo, señor?

—Prepárale un lugar a Lane, por favor. Te lo encargo.

—Ah, claro; vamos. —ambos desaparecieron de mi vista entre todo ese desastre.

<•>

Sentado al lado del abogado, movía mis pies con desesperación.

—¿Alguna novedad? —le pregunté, a ver si acaso así podía calmarme.

—La hay —respondió con sequedad—, pero la diré cuando mi cliente esté aquí...

—¡Me muero de incertidumbre!

El tipo sólo me ignoró, ¿quién se creía? En realidad pensé que su forma de comportarse era debido a su físico. ¡Presumido sólo por ser atractivo! Como si no me hubiera percatado de la forma que miraba a mi hermana, los «ojitos» que le hacía siempre.

Mi vista viajaba por todas las personas que estaban en nuestra misma situación. Abogados bien vestidos y clientes quizás inocentes.

—Hola —sentí un ligero toque en mi hombro y me levanté de inmediato.

—Ay, gracias a Dios... —susurré al levantarme y oculté mi cara en su cabello.

Luego de preguntarle cómo estaba y asegurarme de que en serio estuviera bien, ella se preocupó por sus hijos.

—Ellos están bien, tranquila...

Sólo recibí de su parte una pequeña sonrisa, apagada y forzada.

—Kay, me alegro de verte...

¡¿Huh?! ¿Por qué la tutea?

Trataba de no hacer una escena de celos parentescos, pero no podía; juro que mi mandíbula comenzó a temblar cuando se abrazaron.

—Bueno, bueno, ya —los hice separarse—. ¿Cuál es la novedad? —me senté y jalé del brazo a Kay para que hiciera lo mismo.

—Recibí una visita de Horst. Él no contó con que lo grabé. Además, sólo a un imbécil se lo ocurré visitar al abogado de su demandada...

—¿Qué dijo? —pregunté.

Acto seguido, sacó de su maletín una pequeña grabadora, la puso sobre la mesa y se reprodujo.

«Tú, pequeño imbécil... perderás, ya verás. Yo ganaré, no dejaré que Kay se quede con mis hijos, no dejaré que me lleven a la cárcel por ser agresor. Ella se lo merece, merece ser golpeada para que entienda; como los animales, esos niños también, merecen unos cuantos golpes. Que ella no sea la verdadera asesina de Emil, no significa que no pueda pudrirse encerrada...

—Señor Horst, ¿se da cuenta de lo que está haciendo? Puedo hablar sobre esto en la corte...

—¡Jajaja! ¡No tiene pruebas!»

La grabación terminó.

—Horst es un idiota —mencionó Kay—. Él solo se hundió. Dime algo, ¿crees que el juez lo crea?

—Estoy seguro, él mismo está testificando a tu favor, esto es clave, Kay. Todo estará bien —añadió, sosteniendo su mano.

—¡Alto ahí! —los separé— Me parece perfecto, en serio. Esto es una excelente noticia... pero deja de tocarla, ¿de acuerdo?

<•>

¡Me voy por unas horas y Sophie ya estaba chismeando!

Ella y Romy se encontraban murmurando quién sabe que cosas. Sabía que eso pasaría; suspiré y luego aclaré mi garganta, captando la atención de ambas.

—¡Ay, hola! —me sonrió con exageración, a la vez que me golpeaba la espalda con su mano.

—¡Ay hola! —la arremedé infantilmente— ¿Es que acaso no las dejé trabajando? —Romy, apretando los labios, volvió a su puesto, tratando de quitarse de mi regaño.

—Es sólo un descancito, chiquito, de cinco minutos, no te esponjes...

—¿Esponjarme? No, para nada, cariño —dije sarcástico  y me encogí de hombros—. Los descanso tuyos no se convierten en diez minutos, quince, veinte... —caminé hasta la puerta de mi oficina— Ponte a trabajar —estuve a punto de cerrarla, pero ella me detuvo.

—¡Wow, espera! —me empujó y entró como perro por su casa.

—Toma asiento, querida. ¿No quieres té, café? ¿Pizza, tal vez?

—¡Ya, hombre! ¡Tranquilidad total! —se sentó— Sólo quiero preguntarte algo, con seriedad.

Me senté a su lado, crucé una pierna e hice señas para que hablara.

—Horst quiere quitarle la custodia a mi prima, a como dé lugar...

—Ajá, ¿y?

—¿No tienes miedo de que Frieda haga lo mismo contigo?

°

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