A chance to be happy | n. h. |

Per NephilimGirl

1M 45.9K 10.3K

Julia miró una vez más a aquel chico rubio y de ojos azules y de nuevo sintió que se derretía. Se sonrojó a m... Més

Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 48
Capítulo 49
Capítulo 50
Capítulo 51
Capítulo 52
Capítulo 53
Capítulo 54
Capítulo 55
Capítulo 56
Capítulo 57
Capítulo 58
Capítulo 59
Capítulo 60
Capítulo 61
Capítulo 62
Capítulo 63
Capítulo 64
Capítulo 65
Capítulo 66
Capítulo 67
Capítulo 68
Capítulo 69
Capítulo 70
Capítulo 71
Epílogo
¡SEGUNDA TEMPORADA!

Capítulo 47

11.5K 516 126
Per NephilimGirl

                                             { Julia }

Suspiré y apoyé momentáneamente la frente sobre la fría superficie de la puerta.

Durante un instante, pensé en que tal vez debería irme, que hubiese sido mejor no haber ido. Probablemente, Harry quería animarse, y temía que yo le deprimiese más de lo que, tal vez, ya estaba. Pero le había prometido que iría a verle en cuanto pudiese, y necesitaba escapar un rato de la realidad (aunque para eso tenía también a mis queridos libros, claro).

Meneé la cabeza, desechando los pensamientos negativos, y llamé a la puerta con unos golpes trémulos.

Sin esperar respuesta, entré, pero me quedé en la puerta cuando vi que había un médico en la habitación, el que había visto el primer día. Llevaba una especie de cuaderno en la mano y estaba escribiendo algo en él.

Harry fue el primero en darse cuenta de mi presencia, y un pellizco me retorció el corazón cuando vi lo pálido que estaba y lo extremadamente cansado que parecía. Daba la sensación de que se iba a desmoronar de un momento a otro. Sin embargo, la enorme sonrisa que esbozó iluminó su bello rostro, y por un momento se pareció al Harry de siempre. No pude no devolverle aquel gesto tan dulce.

Entonces, al ver que Harry había dejado de prestarle atención, el médico siguió la dirección de su mirada hasta mí. El hombre esbozó una sonrisa amable y se guardó el bolígrafo en el bolsillo delantero de su bata blanca. Por cómo me miró, me dio la sensación de que se acordaba de mí.

-Bueno, te dejo pasar un rato con tu novia. - Le guiñó un ojo a Harry.

El rubor subió a mi cara como si me hubiesen pintado con un rotulador rojo.

-Yo no... - Intenté decir, pero el doctor, que había llegado a mi altura, me interrumpió.

-Tranquila, pronto se recuperará completamente. Ocúpate de que se tome las medicinas, y cuídalo. - Me apretó momentáneamente el hombro y salió de la habitación sin decir nada más.

-Estoy empezando a preocuparme seriamente por el hecho de que todo el mundo crea que somos pareja. - Comenté, cuando el médico hubo cerrado la puerta.

Me acerqué hasta Harry y le di un beso en la frente, notando la calidez de su piel. Me pregunté si tendría fiebre, pero decidí no decirle nada.

-Tal vez sea porque hacemos muy buena pareja. - Comentó Harry. Me alegró ver que su voz había recuperado algo de fuerza. 

Me senté en la butaca y resoplé, dejando caer la mochila al suelo.

-¿Cansada? - Inquirió, incorporándose con los codos.

-Ha sido una semana dura. - Comenté, acomodándome en la butaca. Sabía que Harry me iba a preguntar qué había pasado, así que cambié rápidamente de conversación, intentando evadir el tema. - Pensaba que habría alguien más aquí, por eso de que tienes una vida social muy agitada... ¿Dónde están tu madre y tu hermana?

-En casa, descansando. Y, respecto al resto, me he negado a recibir más visitas. No tengo ganas de ver a nadie. - Al ver mi expresión, que debía ser entre sorprendida y dolida, añadió, riendo: - Menos a ti, Pequeña Jilguero. A ti siempre tengo ganas de verte.

-Me alegra oír eso, porque ya me he acomodado en esta butaca y, quisieras o no, no pensaba dejarte en paz en toda la tarde. - Bromeé.

Harry rió y puso los ojos en blanco teatralmente.

-Sí, sí, todo lo que tú quieras, pero muy tonto debes pensar que soy si crees que ha funcionado tu jueguecito de distracción. - Clavó sus intensos ojos verdes en los míos y enarcó una ceja.

Mierda, me había pillado. No se le escapaba ni una. Tragué saliva sonoramente e intenté hacerme la tonta.

-No sé a qué te refieres. - Dije, mirándome las uñas.

-Sí que lo sabes. - Le oí suspirar, y al instante su tono de voz pasó de burlón a serio y decidido: - Oye, si no me quieres contar qué te ha pasado, no importa, pero... me preocupo por ti. 

Alcé la vista y vi que se había puesto ligeramente rojo, de una forma adorable. Sonreí levemente, sin evitar sentirme feliz al oírle decir que se preocupaba por mí, y él apartó la mirada.

-No es eso, es que... - Me callé un momento, buscando las palabras adecuadas. - Bastante tienes tú ya con lo tuyo como para encima aguantar mis penas. No quiero molestarte. Si he venido aquí ha sido para animarte, no para deprimirte aún más. - Admití, jugando con uno de mis rizos, al igual que hacía siempre que estaba nerviosa.

Entonces, Harry me obligó a alzar la mirada, poniendo su mano ahuecada bajo mi barbilla. 

-Julia, tú no me molestas lo más mínimo. Tú solo provocas sentimientos positivos en mí. Así que habla antes de que te empiece yo a deprimir con mis batallitas de enfermo.

Ahora fui yo quien rió. No sabía cómo lo conseguía, pero Harry siempre me hacía sentir mejor, más animada, más... feliz.

Agarré su mano y le di un beso en los nudillos, tal y como había hecho el otro día. Tener su mano entre la mía me hacía sentir, de algún modo, mucho más calmada.

-Es una tontería. - Harry me miró con ironía, enarcando una ceja, como si dijese: "No empieces", así que continué: - He discutido con Daisy y no nos hablamos, eso es todo. No es nada.- Dije, quitándole importancia.

-Pues a mí no me parece "nada". Sois como uña y carne, algo muy gordo ha tenido que pasar como para que dejéis de hablaros.

Me mordí el labio y me eché hacia atrás, apoyando la espalda en el respaldo de la butaca, soltando la mano de Harry.

-Simplemente estaba harta y le solté cuatro burradas en la cara. Ella me echó en cara unas cuantas cosas y yo le dije cosas que llevaba guardándome para mí misma mucho tiempo. – Harry me miró, y sus ojos me animaban a continuar hablando. Meneé la cabeza, recordando todo lo que le había dicho a Daisy y, de repente, la ira volvió a mí, inundando mi cuerpo como un fuego líquido. Volví a echarme hacia adelante y me tapé momentáneamente la cara con las manos. Aquel fuego llegó hasta las puntas de los dedos de mis manos y pies y exploté, desahogándome como nunca antes: - Es que ya no lo aguanto más. Estoy harta de ella, y de ser su amiga solo cuando le conviene. Siempre he estado a su sombra, y sí, admito que siempre la he envidiado. La envidio porque ella es preciosa, tiene un cuerpazo de infarto, sabe hacer muchísimas cosas bien, es amable, simpática, extrovertida y siempre es el centro de atención. - Meneé la cabeza. - Pero lo que, sin duda, me cabrea más es que, después de todos estos años mordiéndome la lengua, sea ella la que se crea en el derecho de reprocharme cosas. Es la persona más hipócrita, narcisista y egocéntrica que he conocido nunca. Bueno, sin contar a las estúpidas de sus amigas. Esas malditas barbies se creen que por estar más buenas y ser más abiertas de piernas que las demás tienen el derecho de meterse con personas como yo. ¡Esas... esas malditas muñecas de cera (entre las que está Daisy) llevan toda la vida metiéndose conmigo porque a mí nunca me ha gustado hacer lo que se supone que tienen que hacer las chicas! Cuando ellas jugaban a las muñecas, yo jugaba al fútbol. Cuando jugaban a tomar el té, yo estaba con los videojuegos. Cuando ellas empezaron a preocuparse por su maldito aspecto físico y a ligar con chicos, yo me pasaba las tardes en el jardín trasero de mi casa leyendo libros y pintando, y por todas esas cosas siempre me han juzgado. Y lo que más me duele es que Daisy también me ha juzgado y, aun sabiendo que sus malditas amigas se reían de mí porque soy diferente, nunca hizo nada para que parasen. Siempre me he intentado convencer de que Daisy y yo éramos como... hermanas, pero ahora me doy cuenta de que, en realidad, solo somos amigas porque nos conocemos desde que tenemos tres años. ¿Sabes? Estoy segura de que, si la conociese ahora, pensaría: "Jamás me juntaría con alguien como tú". – Paré un momento para coger aire. – Y todo eso ha ido formando un nudo de frustración y resentimiento en mí durante todos estos años, y esto ya ha sido el colmo. Después de tanto tiempo, he explotado. ¡Y encima tiene la desfachatez de enfadarse! ¡YO SOY QUIEN ESTÁ REALMENTE DOLIDA Y ENFADADA! En estos momentos la odio, ¡la odio muchísimo!

Cuando terminé de hablar, gruñí y me crucé de brazos, enfurruñada. Haberme desahogado era lo mejor que podía haber hecho, porque por lo menos, aquella ira que me estaba envenenando por dentro había disminuido. Aun así, sabía que tendría que pasar mucho tiempo antes de pensar en Daisy y no tener ganas de romper algo. Tras mi repentino arrebato de ira, la habitación quedó sumida en un absoluto silencio. Yo aún estaba demasiado furiosa como para hablar, y Harry debió entender que era mejor callarse hasta que me calmase un poco. 

Pero, al final, fue él quien rompió el silencio.

-Vaya, pues para ser una tontería, parece que te ha afectado un poco, ¿eh? - Cuando vio que su pequeña broma no había surtido el efecto deseado, ya que yo seguía de brazos cruzados y taladrando el suelo con la mirada, carraspeó y adoptó una postura más seria.

-Mira, Julia. - A la mención de mi nombre, alcé la mirada y vi que se había incorporado un poco más. Se pasó las manos por el rostro, como si no supiese por dónde empezar a hablar, e inspiró profundamente. - Primero, creo que parte de que estés tan dolida es el hecho de que esas chicas se rían de ti. Intentas convencerte de que todo tiene que ver con Daisy, pero no es así. En parte, estás harta de que esas chicas se metan contigo, y, para colmo, que Daisy forme parte de ese grupo. ¿Me equivoco?

Una vez más, me quedé completamente petrificada por el hecho de que Harry pareciera conocerme tan bien. Era como si pudiese colarse en mi mente y leer mis pensamientos. ¿Ese chico formaba parte de los X-Men o qué?

Asentí levemente antes de hablar:

-Yo... bueno, yo siempre he intentado ignorar lo que la gente dice sobre mí. Pero, simplemente, no puedo. Me gustaría ser de ese tipo de personas a las que no les importa lo más mínimo lo que los demás piensen, pero no soy así. No puedo. Aunque, a estas alturas, sé que no merece la pena comerse la cabeza por aquellas personas que te desprecian.

Harry asintió, con determinación.

-Bien, porque tú eres perfecta tal y como eres, y no debes dejar que ese tipo de personas te digan cómo tienes que ser. - Suspiró. - Mira, la gente siempre te va a juzgar si no eres tal y como ellos quieren. Es muy triste, pero es así: La sociedad ha impuesto unos patrones que se supone que la gente debe seguir. Si no los sigues, te despreciarán, te dirán que eres "raro", o considerarán que no mereces ser tratado con el mismo respeto solo porque no eres tal y como a ellos les gustaría que fueses. Pero esa es una batalla que, de momento, no se puede ganar. Así que lo único que puedes hacer es o rendirte y ser como esa gente quiere que seas, o luchar por tener tu propia identidad y, como consecuencia, ser juzgado y tratado de forma diferente. ¿Sí?

Noté cómo unas lágrimas se acumulaban en las comisuras de mis ojos, pero intenté ignorarlas. Asentí con determinación e inspiré hondo. De alguna forma, ya me sentía muchísimo mejor, como si hubiese descargado parte del peso de mi interior y ahora fuese más... ligera.

-Vale. Segundo: Daisy. Por lo que me has contado, Daisy, a lo largo de vuestra vida, muchas veces no se ha comportado como debería hacerlo una amiga. Pero, ¿de verdad crees que lo hace a posta? 

Fruncí el ceño, confusa ante su pregunta.

-¿A qué te refieres? - Inquirí.

-Por cómo me has contado todo lo de Daisy, hablas de ella como si fuese una bruja que quiere hacerte la vida imposible, pero, quitando lo de sus amigas, ¿no te has parado a pensar que a lo mejor no se da cuenta de lo que hace? Lo que quiero decir es que tal vez ella no es consciente de que a veces es tan injusta contigo. 

Lo consideré durante un momento, pero al final llegué a la conclusión de que tal vez tenía razón.

-Puede ser... - Dije, no muy segura.

-Mira, yo no quiero meterme en tu amistad con Daisy, ni mucho menos decirte lo que tienes que hacer o no en tu vida, pero... - se quedó pensativo un instante, con los labios apretados. - Si yo estuviese en tu situación, intentaría hablar tranquilamente con Daisy. En realidad, ninguna de las dos habéis dejado a la otra explicarse, y lo único que habéis hecho es lanzaros pullas y reprocharos cosas. Tal vez las cosas se arreglen si hablas con ella y le dices cómo te sientes. 

No pude evitar que una risita un tanto irónica saliese de mi boca. Meneé la cabeza y miré a Harry con una sonrisa ladeada.

-¿Cómo lo haces? Siempre que hablo contigo me siento mucho mejor, y dejo de ver el mundo como un completo agujero negro. Sabes cómo animar a una persona.

Él me devolvió la sonrisa, y rió entre dientes. Mi corazón latió como si hubiese estado corriendo durante horas, y una especie de electricidad recorrió cada parte de mi cuerpo.

-Entonces debería ampliar mi currículum a: "Harry Styles, cantante famoso, y psicólogo en los ratos libres"

Reí y, por primera vez en aquella semana, sonreí con ganas. Sonreí de verdad.

-¿Qué haría yo sin ti? – Inquirí, sin dejar de sonreír.

Había sido una pregunta retórica, pero Harry se lo tomó como una pregunta literal, porque respondió:

-Pues dar vueltas sobre ti misma desorientada y darte de cabezazos contra la pared, sin saber qué hacer.

Volví a reír y le saqué la lengua.

-Ahora en serio, Julia. – Continuó. – Siempre que sientas que te derrumbas, o si pierdes la fe en ti misma, recuerda que yo estaré ahí para ayudarte a levantarte y recordarte las veces que hagan falta lo muchísimo que vales y lo maravillosa que eres.

Ahora sí, no pude evitar que una lagrimilla brotase de mis ojos y rodase por mi mejilla, cayendo hasta mi mano.

-¿Cuándo dejarás de hacerme llorar por decirme cosas tan bonitas? – Inquirí, riendo ligeramente, para intentar hacer desaparecer el rubor de mi cara y la humedad de mis ojos.

Harry pareció pensar detenidamente la respuesta durante unos instantes.

-Mmm… creo que nunca. Solo por ver lo preciosa que estás cuando te ruborizas, creo que merece la pena que sueltes alguna que otra lágrima. – Me sonrió ligeramente y vi que él también se había ruborizado. Carraspeó y bajó la vista, como si no pudiese sostenerme la mirada ni un momento más.

A pesar de saber que estaba de broma, no pude evitar sonrojarme incluso más.

Me levanté y le di un beso en la frente, notando que su piel estaba aún más caliente que hacía un rato.

-Creo que la fiebre te está haciendo delirar. – Dije. Apoyé mi frente en la suya y, efectivamente, noté que su piel estaba ardiendo. – Mmm… te ha subido la fiebre mucho, pareces una estufa. – Ahora entendía el origen del rubor de su piel.

-¿Qué? Qué va, estoy perfectamente. – Dijo, intentando quitarle importancia.

-¿Perfectamente? – Inquirí, con ironía. – Estás ardiendo por la fiebre. Voy a avisar a la enfermera. – Hice ademán de salir de la habitación, aun sabiendo que se la podía avisar desde allí, pero Harry me lo impidió, agarrando mi mano con fuerza.

-Estoy bien, Julia. – Insistió.

-No, no lo estás. – No di mi brazo a torcer. Gemí con exasperación. - ¿Por qué eres tan cabezota? ¿Cuál es el problema de que la llame? – Me estaba impacientando muchísimo. No estaba segura de que fuese buena señal que tuviese fiebre. No podía arriesgarme a ignorar algo como eso.

-Es que… me duele mucho el costado y donde me di el golpe en la cabeza, y si viene, me dará analgésicos y un relajante muscular, y a saber qué más medicamentos. – En ese momento parecía un niño que se negaba a tomarse el jarabe de la tos porque tenía mal sabor.

-¿Y? ¡Si te duelen las heridas, con más razón tengo que avisarla! – Exclamé, alzando ligeramente la voz. Su testarudez estaba comenzando a desesperarme.

-Pero esos medicamentos me dejan drogado.

-¿Y qué pasa? – Inquirí, ya más curiosa que exasperada.

-Pues que es como si estuvieses borracho. No eres consciente de lo que dices, puedo soltar cualquier tontería delante de ti. – Parecía realmente preocupado por esa estupidez.

Intenté añadir un poco de humor a la situación.

-Tranquilo, será gracioso recordarte cuando estés consciente lo que dijiste bajo los efectos de esas medicinas.

-Pero, Julia… - Siguió obstinado.

-Ni peros ni nada. Estoy preocupada por ti y voy a ir a buscar a la enfermera sí o sí. – Me deshice de su agarre con poca sutilidad y salí de la habitación.

A los quince minutos volvía a la habitación detrás de la enfermera, que debía tener unos veinticinco años, y quien no dejaba de esbozar una amable sonrisa.

-Has hecho lo correcto en llamarme. – Dijo, de repente, cuando salimos del ascensor. Al ver mi expresión, añadió: – No te preocupes, no es nada grave que tenga fiebre.

Asentí y continué siguiéndola hasta la habitación. Ella dio dos golpecitos en la puerta y entró, y, detrás de ella, yo. Harry me lanzó una mirada que decía: “Me has traicionado”, pero al instante sonrió levemente, y supe que en realidad no estaba molesto. En fin, de todas formas habría sido una estupidez que se hubiese molestado. ¿Qué quería que hiciera? No podía dejar que se friera como un huevo frito por la maldita fiebre.

La enfermera intercambió unas cuantas palabras con él, probablemente preguntándole qué le dolía. Me apoyé en la pared del fondo mientras veía cómo la enfermera ponía su mano en la frente de Harry. Tras poner las medicinas necesarias en el gotero (que hacía llegar las medicinas al cuerpo de Harry a través de un tubo que se introducía en su brazo), le dio un apretón en la mano y se giró, sin dejar de mostrar aquella sonrisa afable.

-Le he dado un relajante muscular y unos analgésicos para el dolor. No te preocupes por la fiebre, ya me he encargado de ello. Poco a poco le irá bajando. – Me informó, cuando llegó a mi altura.

Le di las gracias y la enfermera salió de la habitación.

Volví a sentarme en la butaca y comprobé que las medicinas ya estaban haciendo efecto en Harry. Ya parecía un poco ido.

Pasaron los minutos, y creí que Harry se había dormido, pues tenía los ojos cerrados y respiraba acompasadamente. Decidí quedarme un rato más con él, solo por si acaso, así que saqué de mi mochila el libro y el cuaderno de Química, para hacer unos ejercicios que había mandado la profesora para el fin de semana.

Pero, de repente, Harry dijo mi nombre prácticamente en un susurro, tan bajito que pensé que habían sido imaginaciones mías.

-¿Julia? – Repitió, sin abrir los ojos.

-¿Sí?

-Me gustaba más cuando no estabas saliendo con Niall.

Fruncí el ceño y quise preguntarle a qué se refería, pero entonces sí que pareció haberse dormido completamente. Durante unos momentos, estuve dándole vueltas a lo que había dicho, pero al final llegué a la conclusión de que no tenía que darle importancia, ya que Harry estaba drogado por las medicinas y no sabía ni lo que decía.

Entonces, volvió a murmurar algo entre dientes, sin apenas separar los labios. Al principio no lo entendí, pero, si le echaba imaginación, había sonado como un “Te quiero”. Aunque era imposible que hubiese dicho eso.

Al final, ese “ratito” que me iba a quedar con Harry se convirtió en dos horas. La razón de que me hubiese quedado tanto tiempo allí era que, gracias a la tranquilidad y al silencio que reinaba en aquella habitación, no me costaba nada concentrarme en Química, y al final había conseguido terminar todos los ejercicios que debía hacer, lo que me dejaba el fin de semana libre para estudiar un examen que tenía la semana próxima de Biología y otro de Matemáticas.

Cuando miré la hora, vi que eran seis y media de la tarde. Por suerte, no era muy tarde.

Estaba guardando el libro de Química en la mochila cuando oí la voz de Harry:

-No te has ido. – Murmuró.

Alcé la vista y sonreí.

-No. Voy a quedarme aquí y a molestarte todo lo que pueda. – Murmuré, burlona.

Él esbozó una ligera sonrisa y volvió a cerrar los ojos.

-Eso me encanta. – Dijo, sin dejar de sonreír.

-¿Cómo te encuentras? – Inquirí, acercándome un poco más a él.

Se frotó los ojos, intentando despejarse, y se incorporó un poco.

-Mucho mejor. Ya no me duele  y creo que la fiebre me ha bajado un poco.

Puse mi mano sobre su frente y, efectivamente, vi que ya no estaba tan caliente como hacía unas horas.

-Tienes razón. – Corroboré.

Me eché hacia atrás, apoyando la espalda en el respaldo de la butaca. Cerré los ojos y respiré profundamente. Estaba realmente cómoda; tanto, que hasta podría haberme quedado dormida. Entonces, su voz me sacó de mi ensimismamiento.

-¿Tienes sueño? – Inquirió.

Abrí los ojos.

-Lo cierto es que sí. – Me permití bostezar, poniéndome una mano sobre la boca. – Levantarme todos los días a las seis de la mañana hace que esté muerta en plena tarde.

Entonces, dijo algo que me pilló totalmente por sorpresa:

-Ven aquí.

-¿Qué? – Inquirí, riendo nerviosamente. - ¿Qué quieres decir?

-Ven a la cama. – Parecía que lo decía totalmente en serio. Al ver mi expresión contradictoria, añadió: - Oh, vamos, Julia. ¿Nunca te has tumbado junto a un amigo?

-Sí, claro. - << Pero no con uno de los mejores amigos de mi novio >> pensé.

Pero también pensé: << ¿Qué más da? Deja de darle tantas vueltas a todo >>

Aparté la mochila de mi regazo, dejándola en el suelo y finalmente decidí tumbarme en la cama junto a él, dejando los pies sobresalir por el borde de ésta.

Estaba increíblemente cómoda en aquella cama, y tenía la sensación de que podría quedarme dormida en cualquier momento. Sin embargo, tener la cara de Harry a escasos centímetros de la mía hacía que mi corazón latiese a una velocidad que no era ni medio normal y que mi estómago se llenase de miles de mariposas, que aporreaban mi interior sin piedad.

Abrí los ojos y me encontré a Harry mirándome con una sonrisa. Desde aquella corta distancia que nos separaba, pude ver con más claridad lo increíblemente bellos que eran sus ojos.

-¿Qué? – Pregunté, en referencia a su sonrisa. Metí mi mano entre mi cara y la almohada y apoyé la mejilla en esta.

Harry esbozó una sonrisa aún más amplia y negó ligeramente con la cabeza.

-Nada, simplemente estaba pensando.

Estábamos tan cerca que nos podíamos entender perfectamente hablando en suaves susurros.

-¿Y en qué pensabas?

Alzó la mano y me apartó un mechón de pelo del rostro. La ternura de aquel simple gesto mandó un escalofrío de placer por mi espina dorsal.

-En nada interesante, la verdad.

-Aburrido. – Dije, burlona.

-Habló aquí Miss diversión. – Respondió, con una sonrisa traviesa. – Hasta un oso perezoso es más divertido que tú. – Continuó picándome, pero lo cierto era que no estaba molesta en absoluto. Además de que tenía razón, sabía que solo estaba intentando hacerme de rabiar.

-No sé si eres consciente de que tu entrepierna está a la altura de mi rodilla. – Respondí, lacónica.

Harry rió y se acomodó un poco mejor, de modo que su rostro quedó incluso más cerca del mío: tanto, que su nariz rozaba la mía.

-Julia, hay algo que llevo un tiempo queriendo decirte. – Dijo, poniéndose repentinamente tenso.

Yo también me puse tensa. La incertidumbre inundó cada parte de mi organismo, y mi corazón comenzó a latir con más fuerza aún, esta vez por el miedo a lo que me iba a decir.

-¿El qué? – Inquirí, intentando mostrarme lo más despreocupada posible.

-Verás…  - Respiró profundamente, como si estuviese buscando fuerzas. – Esto no es fácil de decir… - Pareció dudar.

Entonces, de forma prácticamente involuntaria, mi mano buscó la suya y le di un apretón.

-Sea lo que sea, puedes contármelo. – No sabía si lo que quería decirme era algo malo o bueno, pero estaba preparada.

Se me quedó mirando fijamente unos instantes, como si, en este caso, estuviese buscando la fuerza en mis ojos.

-Julia, te…

-Vaya, ¿interrumpo? – Dijo una voz. Una voz que podría haber reconocido en cualquier parte.

Me giré y sentí como si hubiesen congelado todo mi interior. Mi corazón dio un vuelco desesperado y quise que me tragase la tierra, y que me llevase hasta los confines del Averno.

Harry y yo habíamos estado tan ensimismados que no nos habíamos dado cuenta de que Niall había entrado en la habitación.

____________________________________________________________

Hi ^^ Bueno, pues aquí os dejo otro capítulo :) A pesar de no haber tenido todos los votos que pedí, he decidido subir, porque el capítulo anterior fue bastante soso... pero, esta vez, sí que sí, 140 votos, y cuando los tenga, subo el siguiente capítulo :)

En este caso, el capítulo ha sido exclusivamente de Hulia, so, si no os gusta ese ship no os habrá gustado el capítulo, pero prometo que el capítulo siguiente será de Jiall en potencia :)

Esta vez tengo poco que decir, so... PASAOS POR "RESTLESS HEARTS", OS LO SUPLICO *No dejaré de spamear mis otras obras hasta que alguien me haga un poco de caso :D*

140 votos y subo :) Y comentad, anda, por favoooooooooooor :'''''') COMENTADCOMENTADCOMENTADCOMENTADCOMENTADCOMENTAD I BEG YOU :''(

Muchas gracias por leer, ilysm <33

-Alice. xx

Continua llegint

You'll Also Like

102K 13.3K 50
Elladora Black es la hija menor de Orion y Walburga criada para ser una sangre pura perfecta, sin embargo no es lo que planearon. Narcisista, egoíst...
18K 886 41
_______________es la única hija de un adinerado conde italiano durante la época del renacimiento (alrededor de 1600). Al cumplir los 18 años, como ma...
547K 26.2K 44
Cuando tu mejor amigo es el mariscal de campo del equipo de football americano de la escuela, no sabes quienes son realmente tus amigas. Muchas chic...
277K 16.6K 42
Su primera gira mundial acaba, y cuando las luces se apagan por última vez en un buen tiempo, Harry Styles se da cuenta que no sabe quién es ni para...