El llanto de una Azucena© | A...

By Quentynne

56K 4.5K 1.2K

Un tipo con aires de héroe y una noche de pasión le enseñarán que los secretos pueden ser más dañinos que la... More

Sinopsis
Nota inicial
Déjame contarte...
Epígrafe
Intr.
1
2
3
4
5
6
7
8
9
10
Inter. I
11
12
13
14
15
16
17
18
19
20
Inter. II
21
22
23
24
25
26
27
28
29
30
Inter. III
31
32
33
34
35
37
38
39
40
Inter. IV
41
42
43
44
45
46
47 - Parte 1
47 - Parte 2
48

36

299 28 16
By Quentynne

Capítulo inédito (al fin jaajska)


La tensión es casi palpable en el ambiente. Sé que el rubio la siente al igual que yo, no obstante, irónicamente no parece afectar a mis padres o a mi pequeño hermano de la misma manera que a nosotros. Ellos, de vez en cuando, escrutan a Matheo con indisimulada curiosidad mientras aparentan prestarle atención a los platos con comida que tienen enfrente. Y es que, aunque sus bocas sólo se dediquen a engullir sin pronunciar palabra alguna, sus gestos todo lo dicen.

Por un lado, mamá que en un principio no paraba de hablar sobre mis pasatiempos de la niñez, y sobre lo amable y servicial que solía ser, ahora permanece enmudecida y serena, conservando una sonrisa eufórica en su rostro que, imagino, se debe a que la persona de la que tanto le hablé y cuya identidad desconocía, por fin tiene un rostro. Por otro lado, papá, que trata de lucir serio frente a alguien que a todas luces le provoca una gran desconfianza, sólo se limita a dedicarle a Theo una que otra mirada cargada de advertencia, pero para disfrazar su disgusto evidente, las acompaña siempre de una sonrisa de medio lado. Lo conozco, y sé que la inesperada visita de Matheo no le ha causado gracia alguna, y cómo culparlo si yo jamás le dije nada sobre él, y ni siquiera se me cruzó por la cabeza buscar una oportunidad para hacerlo. Ahora ya es tarde para eso, Matheo ya está frente a él, y está sufriendo las consecuencias de mi desacierto.

Y bueno, por último, mi pequeño hermanito, el de vistazos deliberados, cada vez que le arrebata atención a su plato para regalársela intencional y notoriamente a Theo, no hace más que inspeccionarle visualmente con una indiferencia que casi roza la fascinación.

Y yo... yo sólo deseo que la tierra me trague y me escupa en ningún lado.

No he querido cruzar miradas con Matheo porque es la mismísima vergüenza que no he podido quitarme de encima desde que entré a casa la que me impide hacerlo. Y con razón, si después de que mamá prácticamente lo obligara a ocupar un sitio junto a nosotros en nuestra mesa sin tomar en cuenta su opinión, ni su disposición ni sus ganas, ahora además es blanco de unas miradas profundamente inquisitivas que a la vez parecen hallarse en una gran discusión por determinar quién lanzará la primera pregunta. Claro que todo eso iba a mantenerme inquieta, más siendo testigo de cómo la incomodidad va derrocando lentamente su seguro semblante.

Demonios, simplemente él no debería estar pasando por esto...

...tan pronto.

Si alguna vez pensé en el día que llegase este momento, pues definitivamente imaginé que pasaría de otro modo. En una cena más formal y organizada, con un ambiente ameno que permitiera una conversación fluida y risas espontáneas, y con un invitado estrella que hubiese podido prepararse para asistir a la cena con antelación, o que al menos supiera que era nuestro invitado. Pero no. Sólo tengo un repentino visitante que probablemente no desea serlo y una familia que no facilita para nada la comunicación.

Y lo peor no es eso, sino que lo es lo que podría venir después. Ya pasé por esto antes, y por eso es que me he limitado a vigilar cada movimiento que ha hecho mi familia. El silencio se ha dilatado bastante desde el segundo que, luego de que Matheo se presentase a papá e Ian, tomamos nuestro sitio en la mesa; al igual que sucedió la primera vez que traje al idiota de Alan a casa. Sólo espero que el tiempo no concurra de la misma forma que aquella vez, con un silencio que únicamente se disuelva con un bombardeo de preguntas indiscretas.

Diablos. Hasta se me fue el apetito.

―Bueno, háblanos un poco de ti, Matheo, ¿a qué te dedicas? ―pregunta de pronto mamá.

Me disponía a llevar una cucharada de sopa a la boca, pero tras oír la interrogante de mamá me fue inevitable interrumpir mi accionar. Comencé a sentirme acorralada, como si de alguna manera estuviera compartiendo la sensación que parece estar atestando a Matheo en estos momentos. Sé que mamá probablemente formuló esa pregunta con la intención de romper el hielo, pero lo que simplemente fueron palabras inofensivas, creo que para Theo representaron una amenaza, lo reconozco en su rostro. Y es que, esa expresión cargada de desasosiego que conserva ya la había visto antes, cuando había sido yo quien trataba de saber un poco más de él. Pero ahora que son más ojos los que están puestos sobre él, pues probablemente le será más difícil excusarse para no tener que hablar de sí mismo como lo ha hecho conmigo. Puede que suene protervo, pero esta es una oportunidad que no puedo desaprovechar así que decido abstenerme de intervenir para así no desviar la conversación.

Necesito saber qué tiene Theo para decir.

Matheo buscó mi mirada en un intento de transmitirme, lo que supongo, fue un mensaje de socorro. Y lo admito, por un instante la súplica en sus ojos me hizo pensar en desistir a la idea de no entrometerme, pero al ser mi curiosidad mucho más grande que mis ganas de solidarizar con él en esta situación, no hago más que hacer caso omiso de sus claras señales de auxilio y me uno a la espera. Y es que cómo no hacerlo, si ni yo misma entiendo por qué es tan agobiante para él sino es como si lo tuviéramos en una sala de tortura tratando de sacarle información. Y así como lo veo, tal vez esa sea una idea a la que no me quede más remedio que recurrir en un futuro.

Cuando parece darse cuenta de que en mis planes no está prestarle ayuda, baja la mirada y, simplemente, se entrega al silencio. A decir verdad, es como si se hubiera sumido en la tarea de elegir la mejor de las salidas que tiene a su alcance, o quizá... de pensar qué es lo que a mis padres les gustaría escuchar.

―Bueno, lo que yo hago es...

―Ya sé, ¡ya sé! ―interrumpe con entusiasmo mi hermano―. Tú tienes cara de que trabajas como uno de esos adonis.

Salvado por la campana.

Libero un suspiro que expone toda mi decepción. Estaba esperando demasiado.

Me quedo observándolo y por ello es que alcanzo a captar en él un gesto aliviado que, en cuanto me devolvió la mirada, desapareció para darle espacio a una sonrisa triunfal.

Idiota.

―¿Adonis?, ¿de dónde sacas eso, pequeño? ―Me concentro en mamá que lo contempla con cierta extrañeza.

―De Azucena. Ella llama así a los chicos que salen en las revistas para adultos que ve.

―¡Ian! ―Me exalto. Desvío mi visión casi por inercia hacia Matheo, apenada―. No son revistas para adultos. ―A quien quieres engañar―. O sea, sí, son algo como eso, pero son inofensivas, digo, son sólo de ropa ―explico repartiendo miradas abochornadas a los miembros de mi familia―. Creí que ya te lo había dejado claro la otra vez, hermanito ―farfullo deteniéndome en Ian.

―¿Eso quiere decir que te gusta la ropa interior de hombre?, porque esa es toda la ropa que sale en esas revistas ―comenta el duende con aires de sabelotodo.

Tal vez un poco.

―No exactamente, yo...

―Entonces te gusta usarla ―murmura como aseveración.

Veo la diversión en los rostros de los presentes, pero mi vergüenza alcanza niveles elevados cuando escucho una carcajada grácil de Matheo.

―Tampoco es eso, enano ―expulso con fastidio y toda colorada.

―Entonces, ¿por qué las ves?

―Hijo, es que a veces a las mujeres nos entretiene... ―Se detiene cuando papá le lanza una mirada mortífera. Ella ríe en respuesta―. Pequeñín, tienes toda tu vida para preguntarle cosas a tu hermana, ¿no te parece más divertido si le haces preguntas a nuestro invitado esta vez?

―¿Puedo? ―cuestiona a Theo como si fuera el ser más inocente del planeta.

―Claro que puedes ―le anima él.

—Bien. Mmmh... ―Baja la mirada, pensativo. Luego de un rato parece encenderse una chispa en él―. ¡¿Cuál es tu superhéroe favorito?!

Noto que Theo no responde de inmediato, por eso es que, guiada por la curiosidad, decido fijar mis ojos en su rostro, para así intentar deducir a través de su gesto aquella respuesta que aún no había sido anunciada.

Mis mejillas se vuelven a acalorar de forma instantánea luego de haber volcado mi visión hacia él sólo porque no esperaba encontrarlo mirándome con una expresión que rebasaba los límites de lo admitido por la ternura. Automáticamente, aparto mi vista de su rostro para depositarla en el de mamá. Gran error, pues el gesto tan poco disimulado y sugerente que ella hace provoca que el calor de mis mejillas se extienda por todo mi cuerpo.

Sin duda esa forma en insinuante en que se arquean sus cejas no ayudará a que mi cuerpo retome su temperatura normal.

Carraspeo antes de tomar el vaso con agua que tenía en frente y beberme el contenido de un sorbo.

Siento cuando Theo desvía su mirada para dirigirla hacia mi hermano, entonces devuelvo el vaso a su lugar, y casi por inercia llevo mis manos hacia mis rodillas y las rasguño por sobre la tela del jeans que traigo puesto con el objetivo de darme un poco de calma.

—¿Te decepcionaría si te digo que es una chica?

—¿Una chica? —cuestiona. Inmediatamente parece pensar en la factibilidad de aquella respuesta, su dedo índice tamborileando en su mentón lo confirma—. ¿Alguien como la mujer maravilla o viuda negra?

—Mmmh... no. —Libera una risita pasajera—. Más bien una chica como tu hermana.

¿Ah?

La sorpresa nos invade a mí y a mi hermano tras su imprevisible respuesta, pero de maneras distintas, pues, mientras yo no puedo evitar esbozar una sonrisita nerviosa por lo extrañada y alagada que me siento, Ian expone su asombro estampándose en el rostro un mohín de desagrado incrédulo.

—¿Cómo mi hermana? —repite—. Pero si ella no tiene nada de súper.

—Ian... ―sisea en tono de advertencia mamá.

Chisto.

—No mamá, déjalo. Ian sabe que yo no me enojo. ―Hago una pausa dramática―. Oh, esperen, ¿escuchas eso, Ian?, creo que olvidé apagar la rasuradora de papá.

―¡Mamá no lo permitas! ―chilla con horror―. ¡Azucena quiere dejar calvo a Bigotes!

―Creo que no te quedará más remedio que cambiarle el nombre porque eso es lo primero que le voy a rasurar a tu gato si sigues...

―Ay, Azucena, no te pongas infantil. ―Interviene como escandalizada―. Piensa en la impresión que le estás dando a Matheo, por favor. ―Vuelca su mirada hacia él―. Discúlpala cariño, como te dije, Azucena no suele comportarse así, pero al parecer tu presencia la tiene más enérgica de lo usual ―aclara riendo.

Se está burlando de mí.

―¡Mamá! ―rezongo.

―No se preocupe por mí, Leian. ―Roza mi mano por debajo de la mesa y me estremezco sólo por aquel simple toque. Intento apartarla para evitar más roces accidentales, pero antes de que lo logre él la ataja y posa la suya sobre la mía―. Para mí es un placer conocer facetas de Azucena que ella aún no me ha mostrado.

Ay, señor, porqué tuvieron que sentarlo a mi lado.

Como si hubieran detonado una bomba justo en mi pecho, éste se me infla de pura emoción tras oír a Matheo, y eso no es algo que me agrade, precisamente. No es como si no lo tuviera claro, pero aún sigue siendo difícil para mí aceptar que para él sea tan fácil manipular mis emociones, aunque ni él mismo sepa el poder que tiene sobre mí. Se siente bien, pero a la vez... erróneo, como si haber permitido que él se incrustara tanto en mí significara haber puesto a correr un riesgo innecesario a mi corazón. Un riesgo del que ya no puedo huir.

―Y parece que no desconoces pocas ―murmura papá al fin con algo que distingo como recelo―, supongo que por eso es que te tomas el atrevimiento de sujetar la mano de mi hija ahora y con tanta confianza, ¿no? ―Finaliza en tono desafiante.

Se dio cuenta.

Oh, no...

Mi mano está sudando, está sudando mucho.

―P-papá, Matheo no está...

―No es algo que podría asegurar, señor. ―Se adelanta Theo. Trato de deshacerme de su agarre, pero él me lo impide imponiendo más fuerza―. Y tampoco le negaré algo que ya descubrió, pero si tomo la mano de su hija ahora no es porque la conozca lo suficiente, sino que es porque adoro todo lo que ya conozco de ella, aun si sólo es una pequeña parte. Les pido disculpas si mi atrevimiento les causa alguna molestia, pero yo...

―Matheo, no le hagas caso a este amargado. ―Interfiere mamá―. Él no suele tener un trato hostil con los invitados, pero parece que es otro que sacó a flote otra faceta suya. ―Gira su rostro hacia papá―. Qué descaro, Erick, cómo si no me hubieras hecho cosas peores por debajo de la mesa cuando éramos jóvenes. ―Iugh―. Hazme el favor de no incomodar a Matheo con ese papel de padre celoso que asumiste, ¿quieres?, que vas a terminar por espantárselo a la niña.

Tras escuchar a mamá, hago acopio de toda la fuerza de voluntad que poseo para no darme cabezazos contra la mesa.

―Bueno, no estaría mal... ―Calla cuando mamá le regala una mirada intimidante―. Ay, cariño, solo bromeo. No me sermones sólo porque molesto un poco al nuevo novio de nuestra hija, después de todo es mi trabajo como padre.

―Yo no tuve ni tengo novio, papá, es bueno que lo sepas ―enuncio tratando de disolver la repulsiva imagen de Alan que llegó a mi mente.

Caigo en cuenta de lo dura que soné cuando dejo de sentir la agradable calidez de la mano de Theo sobre mi piel.

El arrepentimiento me invade enseguida.

―¿Qué?, ¿entonces qué se supone que ustedes...? ―musitó papá con algo de enfado.

―Yo quiero algo serio con su hija señor, créame. ―Se apresura a contestar Theo―. Es Azucena la que se resiste siempre.

―Oye... ―siseo desbordando indignación―. Eso no es...

―Azucena, tanto que me hablaste de este muchacho y ahora resulta que eres tú la que lo anda rechazando. Tremendo partidazo que te estás perdiendo, qué quieres que te diga.

Blanqueo los ojos.

Bravo Theo, no sé cómo pero ya te la echaste al bolsillo.

―Mamá, Theo sólo estaba bromeando.

―Entonces no va en serio contigo ―insinúa papá casi como una confirmación.

Sus palabras fueron como una brusca y dolorosa palmada en la frente.

Ni siquiera yo estoy segura de lo contrario, y reparar en ello otra vez provoca que una amarga sensación se instaure en mi pecho. ¿Cómo se supone que debo contradecir eso? En realidad, eso no me corresponde a mí, ¿no? Y esperar una respuesta de Theo es demasiado pedir.

―Oh, vamos Erick, qué fue lo que te dije. ―Mamá lo observa con disgusto.

Él eleva sus manos a modo de rendición.

―Es broma, es broma, no te encrespes amorcito. ―Toma su mentón con una de sus manos y le planta un beso casto en los labios.

―No te imaginas cuánto ―susurra Matheo en mi oído mientras mi familia se distraía. Justo cuando la cara se me deformaba por el pesar que estaba atiborrándome.

Entendí a lo que se refería.

Sinceramente, sentí que ese fue un intento desesperado de subir mi ánimo. Tal vez no disimulé la pesadumbre que me embargó de pronto, tanto así que probablemente mi rostro lastimero lo orilló a de decirme aquello para tranquilizarme. Pero, si realmente es cierto que él piensa seriamente en sostener algo real conmigo, entonces sabrá que para mí eso no es suficiente.

Forcé una sonrisa que me salió fatal, y él pareció captar lo agrio de mi débil gesto. Lo vi en esa mirada preocupada que siempre pone sobre mí cuando, creo, intuye que algo anda mal.

―Mamá ya terminé, ¡quiero mi postre! ―ordena mi hermano, armando un escándalo al golpear la cuchara contra su plato repetidas veces.

―Ian, ya te he dicho que no debes hacer eso, es de muy mala educación. ―Lo reprende papá.

―Lo haré en un momento, vida ―dice mamá con un brillo de emoción diferente titilando en sus ojos―. Pero antes de servirlo, primero quiero aprovechar el momento y hacerles partícipe de nuestra felicidad. ―Posa su mano sobre la de papá que descansaba sobre la mesa. Y papá, que se veía confundido en un principio, parece entender el motivo que tenía a mamá tan entusiasmada de repente.

Se extiende un silencio rebasado de incertidumbre.

―Ya tenemos los resultados de la biopsia ―anuncia él tras un rato.

La ansiedad que abruptamente irrumpe en mi serenidad agita mi corazón de sobremanera. Al fin, una de las verdades, que era causante de parte de mi abatimiento, alcanzaba la luz, y yo no podía estar más expectante por ello.

No podía tener miedo, no podía sentir angustia. No cuando mis padres se ven tan dichosos como lucen ahora.

―Y... ―Comencé a decir, con el nerviosismo aflorando hasta provocar un escalofrío que erizó cada uno de los vellos en mi piel.

―Dio negativo, bebé ―informa ella y las primeras lágrimas empezaron a brotar―. Ahora es seguro, el tumor no es maligno.

No la hice esperar. En el segundo en que acabó de entregarnos la buena noticia, me puse de pie con torpeza y luego corrí para abalanzarme sobre ella. La abracé con toda la fuerza que mi ser me exigía derrochar a la vez que derramaba lágrimas de pura felicidad. Estaba fuera de peligro, era definitivo y no podía estar más contenta y aliviada por ello. Arrojé mis preocupaciones por la borda y sólo me dediqué a disfrutar del maravilloso momento que estábamos viviendo. Al poco tiempo mi hermano se nos unió en el abrazo, llorando tanto o más que yo. No estaba segura si comprendía del todo bien el porqué de tanta alegría repentina, pero presentía que, de una u otra forma, estaba al tanto de todo. Este pequeño es más perspicaz que cualquiera de nosotros y no me extrañaría que, de haberse sentido al margen y dudoso por lo que nos encargamos de ocultarle a toda costa, el buscara respuestas por sí mismo.

Miré a papá y lo sorprendí viéndonos con emoción. En ese momento extendí uno de mis brazos hacia él y él tomó mi mano como esperé, así que jalé de ella con fuerza, obligándolo a formar parte del cálido abrazo familiar que había iniciado. De reojo noté que mamá repitió mi acción, pero hacia Matheo, y lo comprendí. Nadie debía quedar fuera. Él recibió su mano y la envolvió entre las suyas con delicadeza y ternura, exponiéndose genuinamente conmovido.

No quería aferrarme a ilusiones a las que, probablemente, este momento en especial me hacía susceptible de captar, pero creí distinguir algo distinto en la dulce mirada que Matheo le regalaba a mamá, y en realidad, en todo él. Murmuró un «me alegra mucho» en dirección a ella, y luego de unos segundos, en una acción rauda que no pude prever, el desvió su visión hacia mí y así fue cómo nuestros ojos se terminaron enfrentando. Pese a que un cosquilleo intenso se alojó en mi vientre, me obligué a sostener su mirada. Y es que sentí que si la detallaba fijamente podría lograr identificar qué era eso diferente en él. Quería saber qué era exactamente, quería conocer el motivo que me quitaba las ganas de apartar mis ojos de los suyos.

Culpé al tiempo que nos había distanciado por hacerme menos inmune a los encantos de Matheo.

Y es que ese profundo turquesa en sus ojos me estaba llamando de una forma nada habitual, distinta en un buen sentido; como si esos luceros que tanto se asoman entre mis pensamientos hubieran derribado una barrera que les estaba impidiendo conectarse conmigo. Ya no sólo contemplaba el bello matiz que éstos poseen, ahora había una clase de transparencia en ellos, una que parecía permitirme admirar su poco de su ser, y eso me hizo sentir tranquila, pero también frenética.

No podía entenderlo.

Fue como si un interruptor se hubiera activado dentro de mí. O más bien, un centenar de ellos.

Y de pronto un deseo me atacó de la nada, irrefrenable y urgente.

Necesitaba... necesitaba besarlo.



La cena culminó en festejo, con champagne y baile incluido.

El ambiente estaba saturado de regocijo. La música a todo volumen nos dejó movernos a un ritmo que nos daba la libertad de dejar fluir toda esa alegría que teníamos acumulada dentro.

Mamá bailó con Matheo, y papá conmigo. Sólo de vez en cuando cambiábamos pareja y ahí era cuando aprovechaba la oportunidad de deleitarme con la cercanía de Theo, que, pese a todo, siempre era insuficiente para mí, pero eso era algo a lo que trataba de restarle importancia, sobre todo teniendo a mamá tan feliz justo a mi lado. Era una dicha que se merecía, y que yo disfrutaba compartir con ella. Sabía por cuánto había pasado y sufrido en el pasado, y sabía con cuánta mortificación tuvo que cargar este último tiempo, por eso, verla tan llena de vida después de haber sido testigo de cómo estaba luchando para no dejarse vencer por lo inclemente que parecía ser el destino, era un placer tan grande que no podía tener comparación. Para estar a solas con Matheo ya habría una ocasión. Esa era la de mamá y no quería perdérmela por nada del mundo. Claro, no todo estaba resuelto, ahora sólo está faltando la cirugía cerebral en la que extraerán el tumor que tanta incertidumbre nos trajo para que ella por fin pueda rehacer su vida y olvidarse de las preocupaciones y abatimientos que el incierto futuro había amenazado con convertir en tormento y miseria.

Bailamos hasta desgastar el suelo.

Y lo reconozco. Ahora es cuando debo retractarme.

Si alguna vez me detuve a pensar cómo sería el momento en que Matheo viniera a cenar a casa para conocer a mis padres, pues mis intentos por imaginarlo definitivamente no pudieron ser mejores de cómo pasó y se dio todo ésta noche.

―Ahora puedes estar tranquila. Ya no hay peligro ―dice acercándose lentamente.

―Y no tienes idea de lo inmensamente feliz que estoy por eso. ―Apoyo parte de mi espalda baja en el maletero de su auto―. También me alegra que te quedaras a celebrar con nosotros, Theo.

Sin ti, mi felicidad no habría sido completa.

―Y a mí me alegra que estés así de feliz ―Eleva una de sus manos a la altura de una de mis mejillas y le propina una caricia con sus nudillos―. No sabes cuánto te extrañé ―susurró sonriéndome tiernamente.

Mi corazón se alteró cuando su frente se pegó delicadamente a la mía.

―Y tú no sabes cuánto me fastidió que me hicieras extrañarte como lo hiciste. ―Traté de decir en un tono bromista que no salió como esperé.

Realmente soné como una novia resentida lo habría hecho.

Él se aleja unos cuantos centímetros.

―¿Por eso fue que dijiste que me odiabas? ―inquiere con una sonrisita traviesa.

―Tú sabes que eso no iba para ti... ―explico un poco avergonzada―. Estaba desorientada y un poco aturdida, y me dejé llevar por los recuerdos. Sólo tuviste la mala suerte de ser la única persona que estaba ahí para escuchar lo primero que se me vino a la mente. Lo siento.

―Sé que no podía ser para mí. Soy demasiado atractivo y caballeroso como para que alguien me odie ―Saca a flote su lado petulante―. Así como tú eres lo demasiado adorable como para que me entren unas fuertes ganas besarte justo ahora.

Aproxima su rostro nuevamente, pero esta vez acompaña su acción ubicando sus brazos a mis costados y dejándolos descansar, posteriormente sobre el maletero. Me tiene acorralada y a su completa merced. Su mentón termina posándose en la curvatura de mi cuello, permitiéndome así percibir su aliento chocando contra mi piel, y es en este punto que comienzo a sentir que mis piernas tiemblan por la necesidad que me embarga.

¿Y por qué no lo haces?

La pregunta se me queda atorada en la garganta puesto que la falta de agallas me impide expresarla. En vez de eso, formulo―: ¿Qué ibas a decirme antes, Theo?

Lo cierto era que esa cuestión que habíamos dejado irresoluta aún seguía dando vueltas en mi cabeza. Quizá no acaparó mis pensamientos mientras estuvimos dentro de mi hogar, pero tampoco fue como si me hubiese olvidado de ello. Sabía que se trataba de algo importante, y ahora que estamos bajo el manto poco afable de la noche, y solos de nuevo, la duda se volvió a instaurar en mi mente de la misma forma en que lo hizo en el instante en que su humor cambió apenas pareció recordar que vino a mí por algo más que por sólo tener ganas de verme.

―Estaba esperando esa pregunta ―murmura como apesadumbrado. Luego se separa por completo de mí―. No quería ser yo el que arruinara el momento siendo el primero en hablar sobre eso.

Tras decirme aquello, una especie de alarma se encendió dentro de mí como si el sexto sentido que no sabía que tenía se hubiera activado solo para advertirme que lo que sea que trate aquello de lo que va a hablarme no va a ser de bueno para mí. Sin exagerar, siento como si mi instinto me estuviera avisando que todavía es tiempo para correr y huir.

Se apartó de mí con la cabeza gacha y se llevó con él el calor que estaba protegiéndome de la angustia que con afán estaba tratando de anclarse a mi ser. Caminó hacia la puerta del copiloto de su auto y yo seguí sus pasos con la mirada. Abrió la puerta sólo para, después, agacharse y buscar algo bajo el asiento. Una vez que dio con algo que parecía una carpeta, cerró la puerta y, luego, se dirigió hasta donde me encontraba. Yo ni siquiera había abandonado mi sitio sólo porque la intriga había llegado al punto exagerado en que no me permitió hacer más que girar el cuello para poder captar cada movimiento ejecutado por el rubio.

Cuando él se halla de pie frente a mí nuevamente, me obsequia una mirada compasiva que revela cuánto trabajo le está costando proceder a hacer lo que tiene pensado.

Mis dientes comenzaron a castañear, y no sabía si era de frío... o de puros nervios.

―En esta carpeta, mi linda florecita... ―Traga con dificultad y me la extiende―. En esta carpeta está la información que te prometí encontrar.





___________________________________________


Pese a que lamento muuuuuuuucho la tardanza en la subida del capítulo, no puedo prometer que seré más puntual con el que sigue. Si digo la verdad, no estoy en condiciones de subir un capítulo por semana como me gustaría que fuese -pinchi universidad-, pero sí puedo asegurar que al menos no demoraré más de un mes en hacerlo.

Les pido disculpas, seriously. Espero que al menos este capítulo que publiqué no les haya defraudado mucho jjajksjs

Saludos <3

Continue Reading

You'll Also Like

378K 49.9K 51
*Fueron los libros los que me hacían sentir que quizá no estaba completamente sola, y tú me enseñaste que el amor solo es una debilidad.* Isis descub...
468K 80.1K 68
Kylian Craig tiene claras dos cosas: enamorarse debilita y todo se puede negociar, así que cuando se da cuenta de que una de sus más grandes inversio...
31.9K 2.9K 17
"Hola soy pus la creadora no xD cosas que tengo que comentar no soy experta en esto, no actualizó rápido etc" "Datos de la historia:" el ship princip...
294K 21K 32
Las mentiras envenenaron los corazones de aquellas dos personas malditas. Lu va en su 4to año en Hogwarts. Parecía que su vida iba normal, claro, su...