-La Ogro-(Barbica G!p)-

By yasssbarbica

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Los ogros al igual que las cebollas tienen muchas capas y que se necesita de alguien que, con paciencia las v... More

Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Epílogo
NUEVA HISTORIA!1!!

Capítulo 21

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By yasssbarbica


Micaela despertó con todo su cuerpo dolorido. Esa era la consecuencia de no haber ido al gimnasio frecuentemente. El maestro la había regañado y la había hecho trabajar el doble en la clase. 

Ahora estaba molida, pero el dolor se concentraba más en sus hombros y su nuca. Se duchó, tratando de que el agua caliente le relajara los músculos y se tomó un analgésico. Se vistió y se fue a su trabajo.  

El día empezó tranquilo, solo había llegado Florencia al piso diez, y según la agenda de su jefa, ella llegaría después de almuerzo. 

Estuvo todo el día ocupada, haciendo informes, preparando carpetas y archivando papeles. 

Bajó a la cafetería a almorzar, pero comenzó a sentirse mal. Le dolía la garganta, era obvio que se había pegado un resfriado y este la estaba atacando con todo. Pidió una ensalada, pero no se quedó.

Bárbara volvía a su oficina y se encontró con Micaela sentada en su escritorio. Ella se levantó para saludarla. 

—Buenas tardes señora Martínez. 

—Buenas tardes Micaela, venga a mi oficina por favor. 

Ella entró a su oficina y Micaela la siguió. Bárbara la miraba sin decir nada, vio que los ojos de ella brillaban, lo que hizo que el deseo, que Bárbara pretendía mantener muy oculto, aflorara de inmediato.  

—Micaela, pida una cita con la señorita Villagra para mañana. Necesito que le lleve unos papeles para ver si por fin se digna a hacer una buena propuesta. 

—Bien señora—dijo ella tratando de no mirarla directamente los ojos. 

—También necesito que pida en adquisiciones el informe trimestral, y que haga copias para la reunión del viernes. 

—Claro, ¿necesita algo más? 

—No, eso es todo.  

Micaela giró para comenzar a salir cuando escuchó que Bárbara le decía: 

—La verdad, si tengo algo que decirte. 

Micaela se giró y se encontró con que ella ya estaba a su lado. 

—¿Es algo de trabajo?—dijo ella tratando de controlar el temblor que le provocaba la cercanía de esa mujer. 

—No, no lo creo. La verdad es que yo quisiera... 

—Si no es de trabajo no estoy obligada a escucharlo señora. 

—Micaela déjame hablar por favor...  

—¿Y qué me vas a decir? Que sientes lo de la otra noche, que todo fue un error. Ya la escuché, no malgastes más palabras. Ahora con tu permiso voy a volver a mi escritorio para continuar con mi trabajo. 

Ella intentó girar para salir de esa oficina, pero Bárbara la detuvo tomándola de un brazo. 

—Micaela, escucha, solo quiero disculparme por lo que dije... 

—No te molestes, no te voy a disculpar. Ahora suéltame. 

—No quise decir eso. No sé ni qué me pasó esa noche, Micaela...

—Pero lo dijiste. No puedes ir por la vida diciendo cosas y después pedir disculpas. El daño ya está hecho. Si me hubieras ignorado al día siguiente no me hubiera importado, no me hubiera sentido tan herida como cuando me dijiste que, algo que los dos queríamos que pasara, fue un error. 

—Lo siento Micaela, lo siento. Yo no supe cómo reaccionar. Hace tanto tiempo que no me sentía así, ¿me puedes entender?  

—¡No, no puedo o mejor dicho no quiero entenderte! ¡No me importan tus disculpas, métetelas por donde te quepan! ¡Yo fui un error para ti... pues ahora te vas a tener que aguantar ver a tu error caminar por este piso todos los días! 

—¡¡¡Micaela!!!— dijo Bárbara en tono de reprimenda, la chica se estaba llevando el último poco de paciencia que le quedaba almacenado en su interior.  

—Qué, ¿me vas a despedir? Anda despídeme, yo no voy a renunciar. Y ahora suéltame, y si no es para algo que sea estrictamente de trabajo no me hables. 

—¡¿Quieres callarte la boca y dejar que te explique lo que quiero decir hace rato?! 

—¡No!—dijo ella y se soltó de su agarre — No voy a escucharte. Ahora vuelvo a mi escritorio. Con su permiso señora Martínez.  

Y ella salió. Bárbara se quedó mirando la puerta, no supo reaccionar ante el fuerte carácter de Micaela y eso hizo que la deseara más de lo que ya lo hacía. Ella la había enfrentado una vez más, era tan excitante cuando sus ojos se llenaban de furia.  

Pensó en qué hacer, y decidió que le daría un tiempo para que ella se relajara y luego poder hablar con ella con calma. Micaela llegó refunfuñando a su escritorio. No quiso escuchar la explicación que Bárbara le quería dar, para qué, ya la había herido bastante, no quería escucharla y que la hiriera aún más con sus palabras. 

Llegó la hora de irse a casa, tomó sus cosas y se marchó sin siquiera despedirse de su jefa. 

Entró en su departamento, y como casi todos los días estaba sola. Buscó un poco de agua, le dolía la garganta y tenía sed. Empezó a recordar cada una de las pocas palabras que Bárbara logró articular. Era verdad, ella no la dejó hablar, pero era mejor así. 

---------

Era casi media noche y Bárbara bajó a la cocina por algo de beber. Había estado durmiendo a saltos, pensando en Micaela toda la noche. Cuando entró en la cocina vio que de ella salía luz y se encontró con que Roberta estaba también ahí bebiendo un vaso de leche.

—Veo que no soy la única que no consigue dormir esta noche ¿Desea algo señora?— dijo Roberta dedicándole una cálida sonrisa a Bárbara. 

—Vine por un vaso de agua, pero no te preocupes yo me lo sirvo. 

—¿Qué pasa señora? Sé que no me incumbe, pero la veo que está actuando de forma extraña. 

—Nada Roberta, yo estoy igual que siempre, te estás imaginando cosas. 

—La conozco desde que tenía quince años, no me diga que me imagino cosas. Está extraña, llega todos los días del trabajo y se encierra a beber en la biblioteca ¿Tiene algún problema grave señora? 

—Ay Roberta, no sé qué decirte. Tengo un problema gravísimo —dijo ella pasándose las manos por la nuca en un acto de desesperación.

Era verdad Roberta la conocía de casi toda la vida, a ella no podía ocultarle lo que pasaba. Ella ya lo presentía todo. 

—Gravísimo. Es decir que es de vida o muerte. 

—No, yo no diría eso. 

—Su problema tiene que ver con una mujer entonces. 

—Sí. 

—Y esa mujer es Micaela, su secretaria. 

—¿Cómo sabes eso? —dijo una sorprendida Bárbara—¿Cómo supiste que era por Micaela? 

—Señora, soy discreta, pero no ciega. Cuando Micaela vino la primera vez a esta casa, usted la miraba con ojos soñadores, con adoración. Cada vez que Mateo habla de ella a usted le brillan los ojos y tensa la mandíbula. Primero pensé que me estaba imaginando todo, pero mi confirmación llegó el día que la vi escuchando tras la puerta la conversación de Micaela y Mateo.  

—Y yo que pensé que nadie se había dado cuenta. 

—Pero, ¿qué problema hay con ella?

—Dije algo que no debía y ella no me lo perdona. 

—¿Y fue tan grave así? 

—Sí Roberta. Lo dije sin pensar, pero poniéndome en su lugar yo también me odiaría. 

—Ay señora, una mujer enojada es lo peor del mundo. Solo va tener que hablar con ella y pedirle perdón. 

—Ya traté de hacerlo y tuve suerte de que me dejara pronunciar tres palabras.  

Roberta soltó una carcajada. Delante de ella estaba Bárbara Martínez la empresaria naviera más influyente del país, quejándose de que una joven mujer la había enfrentado y no la había dejado hablar. 

—Pero vaya con Micaela, no pensé que tuviera tanto carácter, si parece un angelito. 

—Es un angelito Roberta, pero cuando se enoja no es bueno cruzarse en su camino. 

—Bueno señora, pero qué siente por ella ¿Le gusta Micaela? 

—Sí Roberta, me gusta y mucho — reconoció por fin Bárbara.  

—Qué bien, no sabe cuánto me alegro de escucharla decir estas palabras. 

—Sí, pero, ¿qué hago ahora? Además ella tiene novio. 

—¿Novio? Está segura que ella tiene novio. 

—Sí segura, se llama Koko. 

—Pero Mateo no ha mencionado a ningún novio de Micaela. 

—Sí, lo mencionó el otro día, ¿recuerdas el domingo antes de enfermarse? Dijo que había conocido a Kokoy que era genial porque era un as para jugar en la X box.  

Bárbara sentía que los celos la consumían, pensar en Micaela con Koko la sacaban de quicio. 

—Pero Mateo dijo que Koko vivía con Micaela, no que era su novio. Tal vez es un compañero de piso o un familiar. 

—No Roberta, ella me lo confirmó el otro día en la oficina. 

—Bueno, que lamentable. Si es así no hay nada más que decir señora. 

—Lo mismo pienso yo. Qué mierda de vida la que tengo Roberta.  

—No hable así señora. Tiene un hijo maravilloso, ya llegará la mujer adecuada a su vida. Solo es cosa de tiempo. 

—No Roberta, yo ya no espero nada de esta vida. Bueno ahora me voy a la cama gracias por escucharme. 

—De nada señora. Solo una cosa más; Mateo quiere ir mañana con usted a la oficina, él desea llevarle su reglo de cumpleaños a Micaela. 

—Claro —dijo Bárbara soltando un suspiro en resignación —, lo llevaré conmigo mañana.  

—Buenas noches señora —le dijo Roberta y vio cómo Bárbara desaparecía por la puerta de la cocina. 

La mujer sintió lástima por su jefa, ella la conocía desde que ésta era una adolescente. Siempre fue una chica seria. Luego conoció a Martina, de la cual se enamoró con locura, y cuando ella murió se volvió una persona solitaria y reservada. Ya no reía tanto como hace años atrás. Pero con la llegada de Micaela, ella vio una chispa en los ojos de Bárbara, la chispa quepensó que ya no volvería ver nunca más. Lástima que la vida tuviera prepara otra cosa. A ella le gustaba Micaela, pero al parecer, ella tenía novio y no era su destino estar juntas. 

Karen entraba en el dormitorio de su amiga y la encontró aún en la cama. Ya era la hora en que Micaela salía para el trabajo, pero ella estaba acostada y tapada hasta el cuello. 

—Micaela—dijo Karen acercándose a su amiga. 

—Hmmm —fue lo que logró contestar ella. 

—Micaela, ya es tarde, ¿no piensas ir a trabajar?

Micaela abrió los ojos y vio que el sol entraba por su ventana, trató de levantarse, pero el cuerpo le dolía demasiado. 

—Karen ayúdame a levantarme, me duele el cuerpo. Anda, ayúdame a llegar al baño. 

Karen llegó a su lado y vio que Micaela tenía los ojos vidriosos, la frente sudorosa y la cara roja. Ella se acercó a su amiga para tocarle la frente, y no se equivocó, Micaela hervía en fiebre.

—Micaela, tienes mucha fiebre ¿Tienes algún otro malestar?  

—Me duelen los músculos, la cabeza y un poco la garganta. 

—Bien, voy a buscar en mi botiquín algo para bajar la fiebre. 

Micaela sentía frío, pero su cuerpo hervía por la fiebre tan alta que la estaba atacando. Sus dientes sonaban producto de la terciana que le invadía en ese momento. 

Karen llegó nuevamente a la habitación de su amiga llevando en una mano el termómetro y en la otra el medicamento para bajar la fiebre.  

—A ver Micaela, abre la boca—dijo ella y le colocó el termómetro en la boca a su amiga. Karen miraba a Micaela, nuca la había visto así de enferma, ella era una mujer muy sana, pero ahora la veía mal. Tiritando de frío, pero roja por la fiebre. Luego de un minuto, Karen sacó el termómetro y revisó la temperatura, abrió mucho los ojos cuando vio el número que marcaba el aparato.

—Micaela tienes treinta y nueve con ocho de fiebre. Te daré este medicamento para ver si baja, si no tendremos que ir al hospital. 

—No Karen, al hospital no, por favor, por favor. — Sollozaba Micaela media atontada por la alta fiebre. 

—No Micaela, si la fiebre no baja debemos ir al hospital. Esto es muy peligroso. Ahora destápate, voy por paños fríos. 

—Hace frío Karen, hace frío. No me destapes. 

—Tengo que hacerlo amiga, debo bajarte esa fiebre.  

Karen la destapó y notó que Micaela estaba muy sudada. Le quitó la camisola y buscó otra para cambiársela. Luego fue hasta al baño y mojó unas toallas de manos. Colocó una sobre la frente de su amiga y otra en el vientre. 

—Micaela voy a llamar a tu trabajo para informar que estás enferma.  

Florencia entraba en el vestíbulo de su oficina y le pareció extraño no encontrar a su secretaria sentada tras su escritorio. Normalmente Micaela llegaba siempre antes que sus jefas. Tal vez estaba en algún otro piso, pero llegó hasta el escritorio y se dio cuenta que el computador de su secretaria no estaba encendido. Definitivamente Micaela no había llegado a trabajar y ya eran las nueve y media de la mañana.  

Florencia entró en su oficina para comenzar a revisar papeles cuando su teléfono sonó. Vio que la pantalla mostraba el nombre de Micaela, algo había pasado, así es que se apresuró a contestar. 

—Hola Micaela. 

—Buenos días... eh...no... no soy Micaela. Soy su amiga y la estoy llamando porque Micaela no puede ir hoy a trabajar. 

—¿Le pasó algo grave? 

—Tiene mucha fiebre y dice que le duele todo el cuerpo. Estoy tratando de bajarle la temperatura, pero si no baja tendré que llevarla al hospital.

—¿Tan alta es la fiebre? 

—Tiene treinta y nueve con ocho. Le di algo para bajarla, tengo que esperar y ver qué pasa. 

—Bien, avísame si necesitan cualquier cosa. No dudes en llamarme, ¿ok? 

—Claro, ahora la dejo, que tenga un buen día. 

Cuando Karen colgó dejó a una preocupada Florencia en la oficina. 

Micaela estaba con fiebre, pero ella no podía hacer nada. Ojalá el tratamiento que estaba tomando Micaela diera resultado.  


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